Shark - 1

Comienza una historia donde el amor puede cambiar a un hombre, volviendose frío, sin sentimientos... Shark no es otra serie de espías...

CAPITULO 1

Dos timbrazos lo sobresaltaron, se había dejado llevar por el ruido de las olas pegando una tras otra. Le encantaba dejarse llevar mientras estaba sentado en una vieja hamaca que había encontrado el día que se mudo a esa casa, una casa pequeña situada en la costa italiana. Apartada de todo tipo de civilización, varios kilómetros lejos de sonidos desagradables, de personas, de todo.

El y su soledad, jamás se traicionarían. Fieles durante los últimos diez años de su vida, diez años con el corazón seco, oscuro y helado. No necesitaba amor, ni cariño, nada de buenas palabras para alegrarle el día, nada. ¿Para que necesitaba esos sentimientos si su corazón esta muerto?

Odio, mucho odio, por todo… odio por él mismo y odio por ella. La odiaba con todo su ser, su recuerdo, su mirada, su sonrisa, sus besos, sus caricias, su todo. Se odiaba por haber confiado en ella y sus dulces palabras, por dejarla entrar en su corazón y destruirlo por completo. Miles de veces se dijo tonto, imbécil, estúpido… La única mujer que ha sido capaz de robarle el corazón, la única con la que se ha abierto y a la que le ha contado sus secretos mas ocultos. Solo le dio amor, cariño, le dio todo y le pagó con una traición.

Sabía de muy buena tinta que no debería de abrirse a nadie, la confianza no existe, siempre te acabaran traicionando. Toda su vida ha sido traicionado por todas las personas que le han rodeado, padres, hermano, primos, tíos, amigos. Nació sin amor de sus padres, lo odiaban y el no sabía por que, arremetían contra el día si, y día también. Sólo encontraba amor en su tía Azucena. La que lo entendía con solo una mirada, la que lo amaba sin miedo a su familia, lo defendía a capa y espada. A su niño no se le toca. Podría decirse que era un apoyo para el, el único para ser exactos, y la única que nunca lo ha traicionado.

De nuevo sonó el timbre de casa, decidió levantarse y abrir. Con cara de pocos amigos recorrió todo el pasillo hasta llegar a la puerta no sin antes coger su arma reglamentaria. Abrió la puerta escondiendo la pistola tras su espalda:

-Hola Hugo- dijo una mujer nada mas abrir la puerta- Seguro que tienes tras tu espalda algo muy peligroso- soltó una carcajada.

-Karen… -dijo Hugo dándose la vuelta e invitando a la mujer a entrar- ¿Cómo me has encontrado?

-Hugo, soy negra no tonta… además tu móvil tiene un dispositivo GPS infiltrado, ya sabes como son los de la CIA. –dijo entrando y dejando el bolso encima de la mesa.

-Seguro que has venido por encargo de ellos, dí lo que tengas que decir, sin rodeos –señalando el sillón para que se sentara..

-Una misión, no me han contado mucho pero parece una de las gordas. –se sentó en el sillón- Llevan mas de diez años investigando, muchos espías están infiltrados.

-Y… ¿Qué pinto yo? –preguntó- Acabo de terminar la última misión hace unas semanas, ellos dijeron que me iban a dejar descansar. –se removió incómodo en el sillón.

-Lo que pintas tú en esta misión lo veras cuando lleguemos. Nos quieren a todos en Azerbaiyán, mañana mismo.– respondió- Todos

-¿Todos? –preguntó.

-Si, todos los que estuvimos hace diez años en el campamento –sonrió- Seth, tu y yo.

-De nuevo juntitos… espero que a Seth se le haya quitado algo de pluma, la última vez casi me viola. –intentó sonreír pero solo hizo una mueca rara.

-Creo que tiene aún más pluma que antes. –dijo Karen sonriente.

Hugo se levantó para traer dos cervezas, sabía que a Karen le encantaba tomarse una muy fresca. Las abrió con el abridor y volvió al salón.

-¿Cómo te ha ido? –preguntó Karen.

-No puedo hablar de mis misiones, son confidenciales. –respondió con dureza sabiendo que Karen no se refería a eso.

-Así que mal… tienes que comprarte un perro, o tal vez un gato, necesitas algo de compañía. –dándole un trago a la cerveza- Que rica, fresquita como a mi me gusta.

-Soy alérgico a los gatos… y los perros no me convencen. –¿A que hora tenemos que estar allí? –preguntó Hugo.

Karen se levantó mientras lo miraba con una sonrisa, esa sonrisa avecinaba algo ‘malo’;

-De momento vamos a recordar viejos tiempos –dijo empezando a desabotonarse la blusa- Necesito que me penetres, estoy cansada de comer todo el tiempo almejas. –rió quedando en ropa interior.

-Eso te pasa por ser bisexual –dijo acercándose a ella y quitándole el sostén con gran habilidad.

Hugo se lanzó a lamerle el cuello a Karen, leves mordiscos sacándole unos suaves gemidos. Karen alzó la cabeza de su amante para que sus bocas se unieran comenzando a devorarse, las lenguas luchaban abiertamente intentando destruir a la otra;

-Nada de tonterías –dijo Karen separándose- La quiero dentro ya, y como tú sabes       hacerlo.

-Muy bien… quiero ver como gritas putita –cogiendo a Karen en brazos.

Las piernas de Karen lo rodeaban con fuerza, la llevó hasta la mesa y tiró el bolso al suelo. Lamió los pezones duros y volvió a besar a Karen. Con los dedos de la mano se embadurnó de saliva la cabeza del pene y  penetró el sexo de la mujer:

-Uuuf –suspiró Karen.

Comenzó un vaivén lento, suave. Las manos recorrían los pechos de Karen lentamente y los pellizcaba. Notaba en el cuello los dientes de Karen intentando comérselo con rabia, penetraba mas fuerte cada vez que ella le mordía con mas dureza.

-Sigue cariño… aaah…-gemía Karen cada vez mas fuerte.

La volvió a coger llevándosela a su habitación mientras seguía penetrando. Antes de entrar por la puerta del cuarto se paró y volvió a penetrar salvajemente el coño de su compañera:

-¡Joder! –gritó Karen- Me vas a destrozar hijo de puta. –mordiendo el cuello de Hugo.

La tiró sobre la cama sin ningún tipo de delicadeza, miró a sus ojos y sonrió pícaramente:

-Creo que ya no necesito un perro –girando el cuerpo de Karen y posicionándola a cuatro patas- Contigo tengo bastante perrita.

Penetró su pene en el culo de Karen con las manos en los pechos, reanudando la penetración esta vez furiosamente. Una y otra vez, dentro y fuera, cada embestida un aullido de dolor de Karen. Cuando el ano se terminó de dilatar, esos gritos desgarradores comenzaron a ser gemidos de satisfacción;

-Cabrón ¿Qué me haces? –preguntó Karen sin necesitar respuesta- Me lo estas destrozando a base de bien-dijo con la voz entrecortada.

Al llegar al orgasmo Karen, Hugo llevó su pene a la boca de esta para que se lo mamara hasta correrse. Se lo tragó todo sin rechistar, como siempre que el se corría en su boca.

-Dios mío, como necesitaba uno de tus polvos –dijo Karen abrazando el torso desnudo de Hugo –Estaba cansada de comer coños todo el día, entre mi novia y las misiones…

-También tienes que ponerte en plan bollera en las misiones –soltó una carcajada- lo tuyo es único.

-Que gracioso… -dijo dándole un leve golpe en el pecho- Has cambiado…

-¿Cambiado? –preguntó confuso.

-Si, me acuerdo cuando te vi por primera vez… -suspiró- Parecías un pajarillo desorientado, con miedos pero también con un odio inmenso.-le miró- Ahora eres un hombre guapísimo, la barba de tres días te queda de maravilla –rió- y por supuesto, de estar gordito a tener esta pedazo de tableta de chocolate. –intentó hacerle cosquillas sin conseguirlo.

-Antes era un estúpido… -dijo serio.

-Antes eras un chico normal, ahora eres un asesino…-hizo una pausa- como yo –volvió a reír- Agente 111563 fóllame de nuevo.

Quedaron dormidos después de repetir otra sesión de sexo entre los dos. Sus cuerpos llenos de marcas y sudor yacían en la cama de matrimonio desecha, seguro que esas marcas mañana dolerán bastante fueron las ultimas palabras de Karen antes de quedar profundamente dormida.

Sólo durmieron un par de horas antes de que sonase el despertador, era la señal para prepararse; maleta y ducha. Por supuesto que tuvieron otra sesión de sexo mientras se enjabonaban. Algo de sexo oral y de nuevo penetración agresiva con Karen de espaldas a el, esa chica es insaciable. Si fuera Karen habrían estado durante mucho mas tiempo acostados en la cama, por suerte no había tiempo para mas y salieron de casa directos al aeropuerto mas cercano.

Llegaron a Bakú tras un vuelo tranquilo sin interrupciones de ningún tipo, Karen quiso jugar un poco pero Hugo le cortó el rollo nada mas empezar. A la salida del aeropuerto les esperaba un hombre de avanzada edad con pelo canoso, los guió hasta el coche, un todoterreno negro con los cristales a juego, y se dirigieron a la base de la CIA. No conversaron nada importante salvo los saludos típicos, el hombre se llama Dmitry.

En apenas media hora llegaron al recinto secreto de la CIA, cada uno puso su clave personal y entraron por unas largas escaleras subterráneas. La poca iluminación hizo que Hugo fuese mas lento de lo normal, no veía casi nada. Se volvieron a encontrar otra puerta blindada con una pantalla táctil, otra vez las claves y entraron. Ahora era muy distinto a lo recorrido, muchos ordenadores, una pantalla gigante en la pared, y luz, mucha luz.

Les dio la bienvenida el Coronel Smith, una leyenda de la marina con cientos de muertos a su espalda. Hombre serio donde lo haya, no le gustaba las bromas ni los malos modos cuando se referían a el, nadie le faltaba el respeto.

-Agentes –saludó Smith- Puntuales, como siempre –dijo mirando a Hugo con cara seria.

-Coronel –saludaron Hugo y Karen totalmente erguidos.

Smith les señaló las sillas que rodeaban la gran mesa de cristal, al sentarse escucharon un grito muy desagradable;

-¡Ayyy me quiero morir! –gritó Seth- ¡Maricón! Que bueno que estas –volvió a gritar mientras se abanicaba con las manos.

-Seth… -dijo Hugo intentando no reír.

-¿Que tal nena?, ¿cuantos rabos….? –preguntó Karen riendo.

-Si tu supieras… me las comía dobladas –informó sentandose en una de las sillas, la que mas cerca estaba de Hugo.

-No se si sabéis quien soy. –dijo Smith- ¡Seth deja de hacer el gilipollas coño! –gritó sacando las carcajadas de Karen y Seth- No me tenéis ningún respeto condenados.

Cuando ya todos estuvieron cómodos y dejaron de hablar y reír, comenzaron;

-Bueno os he llamado por varios motivos, -comenzó Smith- primero felicitaros por vuestras últimas misiones, han sido perfectas –dijo con cara de aprobación- y segundo para encargaros una nueva misión.

-Gracias señor. –dijeron a la vez los tres.

-La misión no es ningún juego de niños, es peligrosa y muy difícil. –dijo mirando serio a los tres- Llevamos quince años intentando desmantelar a un gran circulo de corrupción, tanto drogas como de blanqueo de capital, pasando por asesinatos y prostitución ilegal.

-¿Cuantos agentes de campo están involucrados? –preguntó Hugo.

-En esta misión han trabajado mas de veinte agentes diferentes, cada vez que uno nos dejaba, –haciendo un gesto parecido a una cruz- entraban otros nuevos, tanto mujeres como hombres. Algunos están bastante infiltrados como pareja, cuñados, sobrinos salidos de la nada…

-Parece que no es una broma… -dijo Karen mirando a Hugo y a Seth.

-Aquí –dijo Smith tirando unos cuadernos en la mesa- Tenéis toda la información que hemos conseguido desde que comenzamos la misión, nombres, fechas, lugares… todo.

-Parece poca cosa… -dijo Seth con su voz afeminada.

-Es poca cosa, pero ahora tenemos un as en la manga –dijo Smith mirando a Hugo.

-¿As en la manga? –preguntó Karen mirando a el coronel y a Hugo.

Hugo abrió el libro ojeando por encima, se encontró una sorpresa;

-Señor, tiene que haber un problema con estos nombres… -dijo Hugo pálido.

-¿Que problemas ves? –preguntó con ironía Smith.

-Pedro Gálvez, Luis Gálvez y Alejandro Gálvez… esos son mi abuelo, padre y hermano –dijo Hugo mirando serio al coronel Smith.

Karen y Seth miraron a Hugo pálidos, serios, no sabían acerca de la vida de su compañero pero si les había contado algunas cosas sobre su familia;

-Tu eres el as, Hugo –dijo Smith entrelazando sus manos- Tienes la tapadera perfecta, el nieto de unos de lo capos de la mafia y droga. Es perfecto.

-Señor yo no puedo hacer esto… -Hugo se levantó nervioso- No quiero hacerlo, usted sabe toda mi historia, por que aquella noche llamé a su puerta pidiendo ayuda…

-Hugo –dijo Smith serio- Estos diez años sólo han sido un entrenamiento para que empezases esta misión, sabíamos quien eras, sabíamos que nos ayudarías, Alhambra sabía que nos ayudarías.

-¿Alhambra? –preguntó Hugo- Alhambra… es mi… -Smith lo cortó.

-Si es ella, lamento tener que decírtelo yo. –Smith se levantó de la mesa- Creo que es momento de que pongas al día a tus compañeros, esto tiene que salir perfecto. –terminó Smith saliendo por la puerta.

Durante varios minutos nadie dijo nada, Karen y Seth aguardaron en silencio esperando que Hugo comenzara a hablar. Sabían que para Hugo iba a ser difícil hablar sobre su vida, era un hombre serio y reservado, hablaba poco y no le hacía gracia abrirse a los demás.

-Hugo… -dijo Karen acariciándole la mano.

-Podemos esperar, cuando estés preparado puedes hablar –dijo Seth.

-Veamos, -comenzó Hugo a hablar bastante nervioso- Tengo que empezar desde el principio… -dijo cerrando los ojos.

Su familia eran una de las mas ricas de España, del mundo, todo a su alrededor era pura ostentación. Siempre estuvo rodeado de cosas caras, nanas y juguetes. En su familia el que mandaba era su abuelo Pedro, Pedro Gálvez, era el patriarca, al que todos obedecían sin rechistar. Lo adulaban por ser un tipo honesto, un hombre que de la nada se hizo rico con una empresa de importación y exportación. Las historias que contaba su abuelo eran increíbles, un muchacho compró con sus ahorros de toda la vida un camión y un pequeño almacén donde recibía los encargos. En diez años tenía una flota de cien camiones y su pequeño almacén se convirtió en un rascacielos con oficinas.

Tras treinta años de ganar dinero a espuertas le pasó los mandos a su primogénito,

Luis Gálvez. Los primeros diez años consiguió doblar las ganancias, se casó con una mujer llamada Eloisa Liceso y tuvo tres hijos; Alejandro, Hugo y Leire. Alejandro un año mayor que Hugo era el consentido de su padre, Hugo llegó por culpa de un accidente inesperado y Leire cerraba la familia.

Ser un hijo querido no era nada agradable para Hugo, creció sin amor de sus padres, ni su hermano que cada vez que podía le hacía la vida imposible. El único apoyo era su tía Azucena y mas tarde su hermana Leire. Por ellas es que Hugo aguantó todos esos años de maltratos, dieciocho años aguantando malas palabras de toda su familia. Año tras año eran mas ricos, año tras año el era mas maltratado. Ojala el supiera por que lo trataban así, ¿Qué había hecho el para ser tratado así? Era toda una incógnita, tampoco Hugo pedía que le tuvieran respeto, si eso fuera ocurrido se reirían de el.

Parecía que el dinero crecieran en los árboles, su familia era envidiada por todo el mundo, mas de una vez intentaron secuestrar a algún miembro de la familia sin suerte. Gracias a eso todos tenían que salir escoltados de casa, todos menos Hugo. No pasaría nada si le pegasen un tiro en la cabeza, nadie lo echaría de menos; es lo que escuchó decir un día a su padre. Claro que en cuanto su tía Azucena escucho aquellas palabras por parte de su hermano por poco se lo come, aquello parecía una guerra entre Azucena y Luis. No llegaron a las manos por que el ‘abuelo’ medió entre ellos.

Si solo fuera sido esa la única bordería de su padre… no había día en el que no le dijeran algo parecido a eso, lo odiaba, cada día mas. Los hijos se guían mirándose a sus padres, o eso dicen… pues Alejandro era el digno retrato de su padre, incluso le ganaba en ser mas hijo de puta. Hugo pensaba que entre ellos había una especie de competición para ver quien era mas cabrón de los dos, tanto con su madre, su hermana… cualquiera era válido para comenzar su competición.

Luego llegó ella, Victoria. Una muchacha preciosa que no pasaba inadvertida para nadie, menos para el género masculino. Desde que la vio Hugo se quedó prendado de ella, su pelo ondulado color azabache, su piel pálida y sus ojos color miel lo atraparon casi al instante.

Cursaba primer año de derecho cuando mientras hablaba con sus amigos de cómics, apareció ella haciendo que todos los presentes giraran para analizarla lentamente. Hugo que estaba distraído leyendo el ultimo número de Superman, no se dio cuenta cuando la chica se sentó a su lado;

-Hola –dijo Victoria sonriente- espero que este sitio esté libre.

Hugo levantó la mirada y giró el cuello hacia la derecha encontrándose a esa preciosidad;

-N.. no está ocu… pado –dijo nervioso.

-Bien –dijo Victoria con gesto de satisfacción.

Luego llegaron las presentaciones, casi congeniaron al instante, tenían muchas cosas en común los dos, les gustaba el mismo grupo de música, las mis películas e increíblemente, a los dos les encantaban los cómics. Era su mujer perfecta, su media naranja.

Cada día tenían mas confianza entre los dos, quedaban para estudiar en la biblioteca municipal, cenaban en alguna pizzería cercana tras la larga sesión de estudios que les habría el apetito… Era perfecto. Hugo comenzó a abrirse con ella, le contaba todos sus miedos, sus secretos, la relación con su familia. Era un gran apoyo para el.

Terminó por enamorarse locamente por ella, deseaba besar sus labios, abrazarla y decirle cuanto la amaba. Pero el miedo a no ser correspondido le hacía dudar, si lo rechazaba todo cambiaría, se distanciarían mutuamente, tenía pánico de separarse de ella.

Un día al llegar a clase vio como Victoria lo estaba esperando con su preciosa sonrisa;

-Que pronto has llegado… -dijo Hugo sentándose en su sitio.

-rió- Si verdad…-dijo pensativa.

-Haber que te preocupa, estás muy pensativa –preguntó Hugo.

-Es que se me hace raro que todavía no me hallas invitado a salir, no se quizás una cita… -lo miró seria.

-¿Q… que? –preguntó tartamudeando.

-Pues eso, que me invites a una cita. Estoy harta de esperar que des el paso –dijo aún mas seria.

Se puede decir que desde ese instante eran novios, novios empalagosos, no se separaban para nada, todo el día juntitos. Hugo era el hombre mas feliz del mundo. Parecían un matrimonio, muchas veces ella se quedó a dormir con el, otras el con ella…

Casi sin pestañear pasó todo un año, un año lleno de amor. Hicieron el amor por primera vez, y después de esa muchas veces mas. Las vacaciones de verano la pasaron juntos, los dos, en un pisito en la costa de Andalucía. Unos meses de infarto, cada día era una aventura, playas nudistas, sexo en mitad del océano… era pura lujuria.

Luego de unas vacaciones de ensueño llegó el periodo universitario, segundo año, había que ponerse a estudiar en serio. Hugo se fue a vivir con su tía Azucena, por fin iba a estar lejos de la casa de locos. Y como era de esperar, Azucena encantada de que su ojito derecho se fuera con ella. Además que ella al pasar bastante tiempo de viaje en viaje, no estaba mucho en casa, así que su sobrino se la cuidaría.

Hugo y Victoria casi no salían de casa, todo el día en la cama o estudiando juntos. Pero de repente todo se empezó a enfriar, las veces que disfrutaban del sexo iba disminuyendo considerablemente, Victoria estaba as susceptible de lo normal. Hugo hacía todo lo posible para que todo volviera a ser como antes, casi todos los días le enviaba un ramo de rosas blancas a su casa con una tarjeta escrita de su puño y letra. Cada día le decía algo bonito, algo nuevo y refrescante. Sin embargo, todo seguía a peor, peleas casi diarias y del sexo ni hablar, ella ya no era la misma.

Un día tras otra pelea mas, y eran unas cuantas, quiso darle una sorpresa. Prepararle una cenita romántica para reconciliarse y ,por supuesto, una gran ración de sexo. Con toda la felicidad del mundo entró en el piso de su flamante novia, dejó las bolsas en la cocina y al escuchar un ruido dejó de respirar para escuchar mejor. Siguió el sonido hasta llegar a la habitación de Victoria, el sonido de la cama chirriar le hizo un nudo en el estómago. Los jadeos de su novia eran ensordecedores al estar tras la puerta que separaba a el de ella, abrió la puerta de un golpe y lo que se encontró… lo que se encontró le partió el corazón.

Victoria cabalgaba furiosamente sobre un hombre, Luis, su hermano mayor. Al oír el ruido de la puerta los amantes se revolvieron desnudos mirando hacia Hugo que estaba completamente lívido;

-Dios mío…. –dijo Victoria tapándose la cara con las manos.

Luis muy nervioso se puso de pie y corriendo se largó de la habitación desnudo con la ropa en los brazos;

-¿Pero que estas haciendo? –preguntó Hugo cuando pudo hablar.

-Mi amor esto no es… Perdóname por favor –lloró Victoria.

Hugo dándose la vuelta recorrió todo el pasillo hacia la puerta de la casa de Victoria, esta lo alcanzó con una sábana para taparse su desnudez. Lo cogió del brazo haciendo que este se parara;

-Te amo… -dijo Victoria con un hilo de voz.

Hugo al escuchar esas palabras la cogió del cuello y la empotró contra la pared;

-¡No vuelvas a mentirme! –gritó Hugo con la mano izquierda agarrando el cuello de Victoria.

-De verdad yo te… -se calló.

Hugo la calló alzando su puño cerrado, comenzó a dar golpes a la pared donde Hugo la tenía empotrada con su mano agarrando el cuello. Una y otra vez, puñetazo a la pared, una, y otra, y otra… Sus ojos comenzaron a vomitar lágrimas, su puño derecho se encharcaba de sangre;

-¡Te odio! –gritó Hugo soltándola y saliendo por la puerta sin mirar atrás, para nunca volver a ella.