Shadow Angel. Golpe de calor.

El sofoco se apoderará de nuestra heroína mientras intenta rescatar a unos rehenes. El sistema de calefacción calentará el ambiente en más de un sentido.

Detroit, altas horas de la madrugada

El sonido del teléfono móvil rompió la quietud de la habitación. Mikoto Amy se levantó de la cama, sacándose las legañas de sus ojos, contempló la pantalla del teléfono antes de responder. A su lado, el ruido de las sábanas le indicó que Tom, su pareja, también se había despertado.

  • ¿En serio?- Dijo el chico con voz dormida.- ¿A estas horas?

  • Lo siento, tengo que cogerlo. Es urgente.- Le susurró Amy dándole un tierno beso mientras salía de la cama.

Totalmente desnuda, se dirigió al salón para no molestar al chico. Mientras hablaba, contempló las luces y las siluetas de los edificios de la ciudad de Detroit. El ático en el que vivía, situado en pleno centro, tenía unas vistas inmejorables. La conversación duró menos de dos minutos, cuando colgó, sin hacer el más mínimo ruido, volvió a su habitación y abrió el armario.

De un compartimiento disimulado, sacó un baúl que llevó al comedor. Lo abrió y observó detenidamente su interior. A parte de varios conjuntos de ropa negra como la noche, confeccionada con una fibra flexible pero a la vez resistente a cortes y puñaladas, había un variado repertorio de armas blancas y otros artilugios. Sai, estrellas y cuchillos arrojadizos, un arco corto, cuchillos de tamaños y formas distintas, una larga y fina cuerda, granadas de humo, cegadoras, dardos tranquilizantes, garfios… Entre las armas y utensilios, destacaba la vaina de una katana, un arma con más de dos siglos de antigüedad, ricamente decorada con incrustaciones de oro.

Mientras se ponía su ropa interior, cómoda y flexible, que no limitara sus movimientos ni tampoco irritara su piel, su mente divagó unos instantes sobre lo sucedido en los últimos meses.

Ahora tenía 24 años y había empezado el tercer curso de ingeniería en la Universidad. Des de su llegada a Detroit, su vida había sido como un torbellino. De pequeña había recibido un duro entrenamiento como ninja, dotándola de unas habilidades en combate, táctica y sigilo sin parangón. Habilidades que ella utilizaba para proteger a los más débiles y enfrentarse a criminales a los que la policía no podía hacer frente. La prensa le había dado un bonito nombre: Shadow Angel.

Hacía ocho meses, Shadow Angel había sufrido una dura derrota. Su identidad se vio expuesta de forma humillante ante todo el mundo. Pese a que, no sin ayuda, logró salir victoriosa, aquello representó un duro revés para la chica. Si ella no tiró la toalla fue gracias al apoyo de sus amigos y el ánimo recibido en redes sociales y mediante cartas de agradecimiento. Pero Amy no era una ilusa, su identidad había sido revelada, de forma que su vida personal, y la de sus amigos, estaba en peligro.

La primera decisión que tomó fue acerca de si cambiaba de vivienda o no. Varios motivos fueron los que la motivaron a continuar con el alquiler de su céntrico, moderno, y caro ático. Y no fue por sus magníficas vistas, que a ella le encantaban. Cambiarse a otro domicilio tampoco impediría al cien por cien que pudieran localizarla. Acudiendo a los planos del Ayuntamiento, descubrió que su edificio, construido hacía menos de 10 años, se había edificado sobre otro anterior. En el sótano del bloque de pisos se conservaban aún los restos del aljibe del anterior edificio. Aljibe que comunicaba directamente con las alcantarillas de Detroit.

El sótano del edificio tenía varios trasteros, la mayoría en venta y sin utilizar. Amy en seguida tuvo claro cual compraría. Aprovechando parte de las vacaciones de verano, en que la mayoría de residentes se iban fuera, la chica realizó una serie de “obras”. Taladró el suelo del trastero hasta dar con el antiguo aljibe. Desde allí, podía acceder al sistema de alcantarillas. Si sentía que alguien la seguía, o se veía en algún apuro, tan solo tenía que meterse en un callejón y adentrarse en una alcantarilla. Y a través de la extensa red que se conocía de memoria, podíallegar hasta su edificio, dónde estaría a salvo.

Gracias a sus contactos con la policía, contrató a una fiable empresa de seguridad privada. La chica gastó el resto de sus ahorros en reformar el apartamento. Retiró los cristales de los amplios ventanales y los sustituyó por cristal blindado. Eso pondría las cosas difíciles a cualquier francotirador que intentara eliminarla desde los bloques adyacentes. También reforzó su puerta de entrada, instalando una blindada. En pocas semanas convirtió su piso en un búnker en las alturas. Los conocimientos adquiridos en la facultad de Ingeniería le fueron muy útiles. A escondidas, hizo otra “reforma”, taladró la pared de su habitación, y ella misma instaló allí una puerta corredera disimulada, que se ocultaba tras un falso plafón en su armario. Si por cualquier cosa alguien lograba entrar en su piso, allí tendría una vía de escape. A través de la escalera de mantenimiento del ascensor, podría descender hasta el sótano, llegara su trastero y desde allí perderse en las alcantarillas, o subir hasta la azotea y saltar al bloque contiguo. La chica había planeado cualquier escenario posible como si de una partida de ajedrez se tratase.

En esos meses, Shadow Angel se había vuelto una estrecha colaboradora de la policía. Muchas veces actuaba como refuerzo a las fuerzas del orden. Aquella sinergia fue idea de Jill, agente de policía con la que mantenía estrecha relación. Si había alguna situación que sobrepasaba a las fuerzas del orden, Jill la llamaba y Shadow Angel acudía rauda al lugar.

Gracias a Shadow Angel, que golpeaba al crimen dónde menos se lo esperaba, el índice de criminalidad de Detroit había mejorado notablemente. Y sobretodo, había algo que motivaba a Amy. En todos esos meses, Shadow Angel no había sufrido ninguna otra derrota, aunque no todo era un camino de rosas.

Que Amy hubiera salido en un vídeo afirmando ser una prostituta fue un duro golpe para la reputación de la familia Mikoto. El vídeo llegó hasta Japón para vergüenza de su familia, la rígida aristocracia japonesa no toleraba ciertas conductas. Sus padres nunca aceptaron el hecho que su hija mayor se dedicara a perseguir criminales disfrazada. Su intención era hacer regresar a su díscola hija a Japón, concertar un matrimonio para ella y olvidar para siempre a Shadow Angel. Para ello, retiraron su asignación mensual y dejaron de costear su vivienda y matrícula en la Universidad. Aquello no amedrentó a Amy, decidida a permanecer en Detroit como mínimo hasta que terminara su carrera. Allí había hecho buenos amigos y había encontrado un chico al que amaba.

En agradecimiento a la lucha y sacrificio de Shadow Angel, el Ayuntamiento becó la cara matrícula de la Universidad, de forma que Amy tan solo tenía que preocuparse por el caro alquiler de su piso y sus gastos personales. Por primera vez en su vida, Mikoto Amy tuvo que trabajar para ganarse el pan, y estrecharse el cinturón. Afortunadamente, gracias a su fama y reputación, no le fue imposible encontrar un trabajo que le permitiera satisfacer sus necesidades y compaginar sus estudios y su actividad como Shadow Angel. Aunque eso le dejaba escaso tiempo para dedicar a sus amigos.

Mientras se vestía, pensó en cierta villana, Felina, seguía chantajeándola. Amy aún no había encontrado la manera de sacársela definitivamente de encima. Y además, había ese reciente “episodio” con los gremlins, del que no quería hablar, y prefería olvidar. Se reprochaba a si misma el hecho de haber sido tan ingenua como para cometer el mismo error dos navidades seguidas.

Pensar en aquellos malditos bichos, le causó un hormigueo entre las piernas. Con un rápido gesto, se vistió con sus oscuras mallas, resistiendo la tentación de acariciar su entrepierna. El fluido que segregaban los gremlins, era altamente afrodisíaco. Tras su primer encuentro con aquellas criaturas, sufrió un auténtico infierno, movida por una incontenible ansiedad sexual. Esta vez, gracias al hecho que tan solo había topado con tres de esas criaturas, el efecto sobre su organismo era algo menor.

Tom tan sólo notó un pequeño cambio en su pareja. Amy estaba mucho más activa sexualmente, y cada noche lo invitaba a compartir su cama. Cuando reanudaron las clases, después de fin de año, Tom y Amy, de vez en cuando, se “saltaban” algunas clases. Escondidos en alguno de los baños, Amy se desabrochaba sus pantalones y dejaba que Tom acariciara su húmeda entrepierna mientras ella hacía lo mismo con el chico.

Un día, Amy había sorprendido al chico acudiendo a clases en minifalda y sin ropa interior. En medio de una aburrida clase, simulando abrazarlo, ella agarró la mano del chico y la acercó a sus muslos, dirigiéndola hacia la calidez y humedad de su entrepierna. Aquella “travesura” provocó un gesto de sorpresa en el rostro del chico que llamó la atención del profesor. Amy, movida por el éxtasis, no pudo evitar una mal disimulada sonrisa. Incluso Claire, su mejor amiga, sentada detrás suyo, se dio cuenta de que algo sucedía entre ambos, llegando a susurrarles que “se buscaran un motel”.

Después de ese episodio, y satisfecha la excitación del momento, Amy sintió como los colores se le subían al rostro. Los gestos del chico, y la expresión de ella habían captado la atención de más de un compañero de clase, y el comentario de Claire había generado risitas entre sus amigos. Pese a todo lo sucedido des de que había llegado a Detroit, Amy seguía teniendo cierta timidez, y velaba por mantener una imagen respetuosa ante sus compañeros de clase. Y momentos como ese, no ayudaban a mantener su buena reputación.

Pero esa vergüenza no evitó los fugaces encuentros en los baños de la facultad, motivados por la libido de la chica. Generando más de algún murmullo y comentario acerca de la fogosidad de la pareja. Afortunadamente, no eran los únicos que utilizaban los baños de la Universidad para satisfacer ciertas “necesidades”, así que, su comportamiento, algo indecoroso para una aristócrata, y que en Japón hubiera generado un buen escándalo, en Detroit no era distinto al de otros compañeros de curso.

Una vez equipada con sus armas y complementos, Amy se acercó a la cama y dio un beso de despedida a Tom.

  • Lo siento, debo irme.- Le dijo a modo de disculpa.

  • Me dijiste que esa noche no tenías previsto salir.- Le reprochó el chico medio dormido.

A Tom, la actividad de Amy como Shadow Angel, le producía sentimientos contrapuestos. Por un lado, estaba orgulloso de ella por su altruismo y voluntad de proteger a los más desafortunados. Pero tampoco terminaba de gustarle esa doble vida, pese a querer a Amy, a veces se preguntaba si su relación tenía futuro. También sentía cierto temor cada vez que ella salía a patrullar o a resolver alguna emergencia. En el tiempo que llevaban saliendo juntos, Shadow Angel había sufrido duras derrotas, la había visto expuesta públicamente, totalmente humillada, sabía que eran varios los criminales que habían gozado con su cuerpo. Cada vez que Shadow Angel salía, el chico no dejaba de preguntarse, preocupado, si sería la última vez que la vería, o si se convertiría en el juguete sexual de los criminales de esa noche. Sus amigos, en especial Claire y Elsa, tenían puesta toda su confianza en las habilidades de Amy, pero él no las tenía todas consigo. Sus amigos no sentían lo que él sentía por ella.

  • Ha surgido un imprevisto.- Le susurró ella mientras le daba un beso.- Te prometo que todo irá bien.

Con su doble vida, a Amy se le hacía difícil encontrar tiempo para sus amigos, y en alguna ocasión, temía que Shadow Angel llegara a romper su relación con Tom. Ella intentaba siempre, destinar como mínimo dos noches a la semana al chico. Pero a veces, los imprevistos surgían.

Sin hacer el mínimo ruido, Amy dejó al chico solo en sus pensamientos, abrió una ventana y, con la ayuda de un garfio, subió hasta la azotea de su edificio. Antes de dar el salto al edificio contiguo, se quitó la máscara y la contempló unos instantes. Muchos pensarían que, ahora que casi todo el mundo conocía su doble identidad, la máscara era un complemento inútil. Pero ella no lo consideraba así,la máscara no sólo la ayudaba a esconderse mejor entre las sombras, ocultando la pálida piel de su rostro, sino que además, le daba carácter. Sin ella, no era más que Mikoto Amy, una simple estudiante, en cambio con ella puesta, se convertía en Shadow Angel, implacable luchadora. La máscara infundía respeto en sus enemigos. Sacudiendo su cabeza, volvió a ponérsela y se dirigió al lugar indicado.

Media hora después.

Shadow Angel llegó a un barrio humilde, mal iluminado, con altos bloques de pisos de cemento gris. Las luces de varios coches patrulla le indicaron el lugar: un supermercado que abría las veinticuatro horas. La ninja se dirigió a una joven agente de policía que señalaba un plano desplegado sobre el capó de un coche policial mientras hablaba con otros dos corpulentos agentes.

  • ¿Cual es la situación?- Preguntó Amy, directa.

  • Un simple atraco que se ha complicado.- Respondió Jill, la joven agente, levantando la cabeza.- Cuatro hombres han entrado armados a robar el dinero de las cajas, los trabajadores no han opuesto resistencia. Pero justo cuando salían, se han topado con una de nuestras patrullas que hacía la ronda. Al ver las luces azules, han vuelto a entrar en el supermercado, dónde se han atrincherado tomando a los trabajadores como rehenes.

  • ¿Han hecho alguna petición?

  • De momento ninguna, pero tememos por la situación de los rehenes, esos individuos están muy nerviosos. Tal vez bajo los efectos de alguna droga.

  • Hay cinco civiles dentro.- Añadió otro agente.- A estas horas el establecimiento tiene el personal mínimo. Tres mozos de almacén y dos cajeras. Los cuatro atracadores están armados con pistolas, salvo uno, que lleva una escopeta.

  • Están en el centro del local.- Otro agente le acercó una pantalla que mostraba la situación en el interior, captada por una cámara térmica.- Rodeados de estanterías, es imposible que podamos abatirlos desde fuera.

  • Entrar también es muy arriesgado.- Añadió Jill mientras se anudaba su cabello castaño con una coleta- El supermercado tiene solo dos entradas, la trasera, por el almacén, está cerrada con una persiana metálica. Imposible abrirla sin hacer ruido y alertar a los atracadores. La otra es la entrada principal del establecimiento, una puerta automática de cristal. Imposible entrar des de allí sin ser vistos. Si entramos, se podría producir una carnicería. A cada minuto que pasa, esos tipos están más nerviosos, incluso les hemos ofrecido marcharnos y dejarles salir. Pero no se fían.

  • ¿Y qué esperáis de mi?- Preguntó Amy intrigada.

  • Justo por encima de sus cabezas, pasa el circuito de ventilación del supermercado. Los conductos son relativamente anchos, suficiente para permitir el paso de una persona no demasiado robusta.- Dijo Jill señalando el plano desplegado sobre el capó.- No conocemos a nadie más que pueda deslizarse por esos conductos sin hacer el mínimo ruido. Hay una rejilla justo encima de sus cabezas, caerías directamente sobre ellos. ¿Podrías hacerlo?

Amy se mesó el mentón, mirando alternativamente el plano y la fachada del supermercado.

  • La última vez que planeamos algo parecido, la cosa no terminó demasiado bien para mi.- Dijo con una media sonrisa.

Jill la miró con el rostro preocupado, abrió la boca para decir algo, pero la ninja la interrumpió.

  • Puedo hacerlo.- Dijo secamente.

  • Para facilitarte la cosa.- Añadió otro agente.- Podríamos cortar el suministro eléctrico, a oscuras ni tan siquiera te verían caer.

  • Mejor no.- Añadió la chica.- Si cortáis la luz en seguida se darían cuenta de que algo va a suceder. Podría ponerlos aún más nerviosos e incentivarlos a hacer alguna tontería.

Shadow Angel se alejó, en dirección a las sombras del otro lado de la calle para acercarse al edificio. Justo cuando se escondía detrás de un contenedor, Jill le dio alcance.

  • ¿Seguro que puedes hacerlo?- Le dijo.- No es que no confíe en tu habilidad, pero tu comentario anterior… Si no te ves capaz, o tienes dudas, no pasa nada. Todos somos humanos. Encontraremos otra opción.

  • Tranquila.- Respondió la heroína poniendo la mano sobre su hombro.- Todo saldrá bien, confía en mi.

La ninja llegó a una pared lateral del edifico, desprovista de ventanas. Con la ayuda de su confiable garfio, trepó hasta el tejado del supermercado. Sacando una herramienta multiusos de su cinturón, desatornilló la enorme reja exterior que daba acceso al sistema de ventilación del edificio. Justo cuando se dispuso a entrar, un golpe de aire caliente le hizo apartar la cabeza.

Amy no había caído en que, a esa época del año, el sistema de calefacción del establecimiento funcionaba a pleno rendimiento. Por los conductos de ventilación circulaba aire muy caliente. “Desconectar la electricidad no hubiera sido tan mala idea” pensó la chica mientras se introducía en el conducto.

El aire caliente llenaba sus pulmones, en un par de ocasiones tuvo que hacer auténticos esfuerzos para reprimir un ataque de tos. Los ojos se le secaban, el sudor perlaba su frente, y bajo los guantes, notaba sus dedos totalmente húmedos. Cada paso que daba le suponía un auténtico esfuerzo, para ella, la sensación era la misma que si hubiera entrado vestida en una sauna.

A medida que avanzaba, notaba como su uniforme se pegaba a su cuerpo como una segunda piel. Sentía los dedos de sus pies hinchados, la piel de su cintura, sus muñecas y su cuello empezaba a irritarse por el roce de su ropa.

Antes de pasar de la zona de almacén a la del supermercado, llegó a una intersección entre dos conductos. Allí la chica tenía algo más de espacio y pudo incorporarse un poco. Se palpó la espalda, notó la tela de su uniforme totalmente empapada en sudor, en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo eso podría causarle un tirón muscular. Mientras jadeaba, medio ahogada por las bocanadas de aire caliente que llenaban sus pulmones, tomó una decisión. Se quitó la katana de su espalda, y se desprendió de la camiseta de malla. Su piel, sin la protección del uniforme, estaría expuesta a cortes y cuchilladas, pero era mucho mejor que pelear con una prenda totalmente empapada.

Haciendo un bulto con la camiseta, se secó el sudor de su frente y sus axilas. La goma sudada de sus mallas, seguía irritando su cintura. Estuvo tentada de quitárselas, pero el pudor se impuso. La ropa interior que llevaba debajo era demasiado reveladora. Luchar en top era una cosa, pero enseñando sus nalgas… preferiría llevarse una buena irritación en sus glúteos antes de que los secuestradores y los rehenes la vieran luchar enseñando el culo.

Dejó su camiseta allí, se acomodó la katana a su espalda, y volvió a deslizarse por el conducto. No podía perder más tiempo pensando en su comodidad mientras la vida de cinco personas estuviera en riesgo.

Sin hacer el mínimo ruido, se plantó en una reja, cercana a la zona de cajas, pero detrás de una estantería llena de latas de conserva. Allí, atrincherados estaban los cuatro atracadores. Dos de ellos, a través de los huecos entre las latas, apuntaban con sus armas a la enorme puerta corredera de cristal. El único acceso al establecimiento. Los otros dos, apuntaban a las cinco personas que, con la cabeza agachada y manos en la nuca, temblaban asustadas.

Llegó el momento más delicado. Amy se olvidó del aire caliente que recorría el conducto, del sudor y de su incomodidad. Todo su cuerpo se puso en tensión, su respirar se volvió mucho más lento. Poco a poco, con sumo cuidado y sin hacer el más mínimo ruido, con la ayuda de un destornillador con un brazo extensible, empezó a desatornillar la reja. La punta magnética de la herramienta impedía que los tornillos cayeran al suelo, alertando a los secuestradores. Los cuatro individuos estaban tan nerviosos, preocupados por una posible entrada de la policía y por los posibles movimientos de los asustados rehenes, que en ningún momento se les ocurrió pensar que el verdadero peligro les vendría de arriba.

Cuando faltaba un sólo tornillo, Shadow Angel sacó una granada cegadora de su cinturón y acercó su otra mano a la empuñadura de la katana, a fin de comprobar que el arma se deslizaba de la vaina correctamente. No era una asesina, pero no le temblaría el pulso si tenía que matar para proteger la vida de los rehenes. Lanzó el artilugio entre los dos hombres que miraban hacia la entrada. De esa forma, cegaría a los cuatro. Aún así, debería actuar rápido.

El atracador no llegó a identificar el esférico y oscuro objeto que cayó del techo. Justo cuando el artefacto pasó a la altura de sus ojos, un destello cegador nubló su vista. Su cerebro se bloqueó durante unos instantes.

Con la rapidez de un felino, tan pronto como la granada destelló, Amy pateó la reja y se dejó caer por el hueco.

La ninja aún no había tocado el suelo que, con una certera patada desarmó a uno de los atracadores. Flexionando las piernas, absorbió el impacto y aterrizó entre los asustados rehenes. Sin perder un instante se abalanzó contra el otro hombre que apuntaba a los civiles. Con una mano desvió el arma hacia la estantería, mientras descargaba un potente rodillazo contra su barriga y con su mano libre lo golpeó el el cuello. El hombre se desplomó, inconsciente sin tan siquiera haber apretado el gatillo.

Los otros dos ahora se habían dado la vuelta y apuntando erráticamente se disponían a disparar sus armas. Con una ágil voltereta mientras desenvainaba su katana, se plantó entre ellos. Con una ágil patada, le arrebató a uno su pistola. El otro, que usaba la escopeta, desvió el cañón hacia Amy. El filo de su espada golpeó la recámara del arma, obstruyendo el sistema de disparo. Cuando el hombre apretó el gatillo, tan sólo se escuchó un “click”, el proyectil no llegó a detonar. A la ninja tan solo le bastó un certero golpe en el cuello con el contrafilo de la katana para dejarlo sin sentido.

Justo cuando el otro hombre se agachaba a recuperar su arma, la heroína lo golpeó en la frente con su rodilla. Haciendo una rápida llave de presión sobre su cuello lo dejó inconsciente. Eso hacían tres atracadores fuera de combate. El último, cuyos ojos se iban recuperando del destello cegador, desistió de recuperar su arma y se abalanzó sobre la ninja, aprovechando que la tenía de espaldas.

Shadow Angel paró la caída con los brazos. Mientras intentaba darse la vuelta, notó la rodilla de aquel individuo apretando sus glúteos, su mano agarrándola por el pelo mientras la otra se apoyaba en su espalda.

Con un ágil movimiento de piernas y, en parte gracias a su piel sudada, la chica logró darse la vuelta. No pudo evitar una extraña mueca al sentir la rodilla del atracador apretando directamente su pubis, notando la presión contra sus labios vaginales. Todo su cuerpo se estremeció, ante ese estímulo involuntario, el afrodisíaco que aún corría por sus venas empezó a hacer efecto. “Maldición, por que precisamente ahora” pensó frustrada mientras el hombre intentaba sujetar sus brazos por encima de su cabeza.

Mientras se debatía, Amy se fijó en los ojos enrojecidos del tipo, había cierta lascivia en su mirada. Creyendo tenerla dominada, con una mano la agarró del top, intentando levantar la prenda. Un intenso hormigueo empezó a apoderarse de su entrepierna. Pese a su cada vez más intenso deseo, consiguió mantenerla concentración. Liberó uno de sus muslos y golpeó al tipo justo dónde más duele. El hombre gritó de dolor y aflojó su presión. Con un fuerte y bien dirigido cabezazo, la heroína lo dejó sin sentido.

Cuando se incorporó, vio que la policía ya había accedido al interior del establecimiento y estaba esposando a los otros tres hombres.

Shadow Angel aceptó la mano que le tendía Jill.

  • Disculpa si antes he llegado a dudar de tus habilidades.- Le susurró justo cuando la heroína se incorporó.- Ha sido increíble, des de que has saltado, los has reducido en menos de un minuto. Nosotros no lo hubiéramos logrado en tan poco tiempo…

Amy se sonrojó un poco ante los halagos de la agente. Ella respiraba agitadamente, relajando su cuerpo después de la tensión de la pelea, sus pulmones agradecían las bocanadas de aire tibio.

  • Ehm… por cierto...- Le susurró Jill mientras señalaba su pecho.

La ninja entonces se percató de las miradas de reojo que le dirigían los policías, y las embobadas miradas de los tres rehenes varones. Soltó una exclamación y, muerta de vergüenza, se dio la vuelta. Con las mejillas coloradas, se acomodó el top lo mejor que pudo. En el fragor de la pelea no se había percatado de que el tipo le había medio levantado la prenda y ella iba mostrando la parte inferior de su pecho izquierdo, revelando incluso parte de la rosada aureola de su pezón. “Genial, lo que me faltaba” pensó mientras se despedía tímidamente de los policías y se dirigía hacia afuera.

  • Oye.- Le dijo Jill alcanzándola justo cuando salía del supermercado.- ¿Y la parte superior de tu traje?… ¿Seguro que todo ha ido bien?

  • Sí… sí.- Masculló Amy.- Es sólo que he tenido que quitármela por…

Al salir fuera, una brisa de aire fresco recorrió el sudado cuerpo de la chica. Toda su piel se erizó y un escalofrío la recorrió de arriba abajo. Mientras le contaba a Jill lo sucedido, alguien les interrumpió.

  • ¿Shadow Angel, es cierto que tu sola has logrado dejar fuera de combate a cuatro atracadores armados? ¿Podrías darme algunos detalles sobre la técnica que has empleado?

Amy miró al hombre que la bombardeaba a preguntas. “¿No ves que me estoy muriendo de frío?” pensó con cara de fastidio. Ante ella tenía a Mike Terry, reportero del “Local News” un periódico de tirada local pero que cubría bastante bien los sucesos de los barrios.

  • ¡Una foto para la prensa! Mañana saldrás en portada.- Dijo el reportero con entusiasmo, tal vez demasiado entusiasmo, al ver que la chica hacía caso omiso a sus preguntas.

El destello del flash cegó a la chica antes de que pudiera decir nada.

  • Vete a casa, descansa.- Le dijo Jill apoyando su mano sobre su hombro.- Te lo tienes ganado, yo me ocupo del periodista. Por cierto, ¿quieres que mande alguno de mis hombres a buscar tu camiseta?

  • Gracias, pero no.- Le respondió Amy torciendo una sonrisa mientras temblaba de pies a cabeza.- Sólo será un momento.

Mientras la ninja saltaba de nuevo a la azotea del supermercado, vio como los agentes se llevaban esposados a los cuatro atracadores y los metían en un furgón. “Pese a todo, ha sido una acción impecable” pensó orgullosa.

Esta vez Amy agradeció el golpe de aire caliente al meterse de nuevo en el conducto. No tardó en alcanzar el punto en el que había dejado su prenda. Justo cuando la recogió, el sonido de unas voces la hizo detenerse y acercarse a la reja de ventilación del almacén.

  • Fue una suerte que nos forzaran a tener la cabeza agachada. Así esa bomba no nos cegó.- Decía uno de los mozos de almacén.- ¡Os juro, tíos, que es la cosa más erótica que he visto nunca!

  • Siempre pensé que las imágenes que había visto estaban retocadas.- Decía otro.- Pero vista de cerca, Shadow Angel está mucho más buena de lo que imaginaba.

  • ¿Te fijaste cómo se le enterraban las mallas en el culito?- Dijo el tercero.- Como si no llevara nada.

  • ¡Joder si me fijé!- Añadió el primero.- ¡Y por delante! Los llevaba tan apretados que se le marcaban los labios del coñito. Aún no se me ha bajado la erección.

  • La verdad, no se que hacía así sin camiseta con el frío que hace esta noche.- Dijo otro gesticulando con las manos.- De lo único que me arrepiento es de no haber aprovechado que la tuve cerca para poner mi mano en esas curvas tan sensuales.

  • ¿Y cuando se le echó encima aquél tipo?- Interrumpió el segundo hombre.- Os juro que por un momento deseé que lograra vencerla. No puedo dejar de pensar en lo que habría hecho aquél hombre con ella.

  • ¿Sólo un momento dices?- Volvió a interrumpir el primero.- Te juro que estuve tentado de levantarme e ir a ayudarle. Lo que hubiera dado por agarrar esas esposas que colgaban de su cinturón e inmovilizarla con ellas.

  • Tíos.- Añadió el tercero.- ¿Y cuando le levantó ese top? Lástima que no se lo quitara del todo. ¿Y cuando la chica se levantó después de noquearlo, mostrando media teta como si nada?

  • Lástima de esa policía aguafiestas. Estoy seguro que si no hubiera sido por ella Shadow Angel aún estaría paseando por allí enseñando medio pezón.

Mientras Amy escuchaba ruborizada, empezó a notar de nuevo un hormigueo en su entrepierna. El sofoco de antes, la adrenalina de la pelea, su excitación no satisfecha y ahora esos comentarios estaban volviendo a despertar su libido. Con la oreja pegada a la rejilla escuchaba como los tres hombres discutían y fantaseaban sobre la posibilidad que ella hubiera sido derrotada. Incluso se lamentaban de no haber intervenido en ayuda del atracador.

El sudor volvía a perlar su frente, su escote y su barriga. Su respiración era lenta y pesada. Sentía su entrepierna empapada, aunque no a causa exclusiva del calor. Casi inconscientemente, se quitó un guante.

“¿Así que eso os hubiera gustado eh?” pensó ella mientras escuchaba atentamente sin perder ni una palabra. Su mano derecha, frotaba su cintura, por debajo de la ropa, aliviando el escozor que el sudor había provocado. Involuntariamente, a medida que escuchaba, su mano empezó a palpar sus humedecidos labios vaginales. “¿Qué problema hay en que me de un momento de alivio?” Pensó ella. Al fin y al cabo, des de allí nadie la podía ver.

Tan absorta estaba escuchando los comentarios de los tres hombres que no se percató de algo importante. El conducto de ventilación, pese a su amplitud, no estaba diseñado para resistir el peso de una persona. La primera vez había aguantado el fugaz paso de la chica. Pero ahora, tras varios minutos apoyada en el mismo punto, los tornillos que mantenían el conducto anclado al techo empezaban a desprender polvo de cemento, señal inequívoca que el anclaje se estaba debilitando.

  • Como os decía chicos, cuando acabe el turno voy a llegar con un calentón enorme a casa. Estoy por…

Pero el mozo no llegó a terminar su frase. Un estruendo encima de sus cabezas sobresaltó a los tres hombres.

  • ¿¡Pero qué!?- Gritaron asustados mientras, raudos, se apartaron.

Ante ellos, con un con un ruido ensordecedor, una sección del conducto de ventilación cayó al suelo. Y de él, salió una aturdida Shadow Angel que aún llevaba su camiseta y su guante apretujados en su mano izquierda.

  • Ho… hola chicos...- Masculló tímidamente.

Mientras tanto, en la zona de cajas.

  • ¿Qué habrá sido ese ruido?- Preguntó una cajera a su compañera.

  • Esos idiotas… Seguro que han tumbado alguna estantería… son tan torpes.

  • ¿Voy a mirar?

  • No, déjalo, que se las apañen solos. Bien que nos han dejado solas para responder a las incómodas preguntas de la policía, pues ahora que arreglen ellos su estropicio.

  • Cierto, tienes razón. Menudos caraduras.- Y ambas chicas siguieron con lo suyo como si nada hubiera pasado.

En el almacén

  • Vaya, eso sí que es un regalo caído del cielo.- Dijo uno de los chicos mientras rodeaba con su brazo la cintura de Amy, palpando su húmeda piel.- ¿Te encuentras bien?

  • Po… por supuesto… Ahora chicos… debo irme.- Balbuceó ella mientras escapaba del abrazo y retrocedía unos pasos.

Shadow Angel, presa de los nervios, tropezó con la barra de un pequeño elevador, trastabilló varios pasos hacia atrás, soltó el bulto de ropa intentando recuperar el equilibrio pero cayó de espaldas sobre unos sacos de frutos secos a granel.

  • ¿Estás bien?- Dijo uno de los trabajadores mientras con su mano recorría la suave piel del vientre de la chica, acariciando su ombligo y recorriendo una fina cicatriz a la altura del hígado, trazando círculos con las gotitas de sudor.

Los otros dos hombres no desaprovecharon la ocasión. Amy notó como uno de ellos empezaba a masajearle los hombros mientras los dedos de otro recorrían su cintura, buscando el cierre de su cinturón. Su cuerpo reaccionaba a cada uno de los estímulos, su piel se erizaba por allí dónde pasaban los ásperos dedos de los hombres.

  • Chicos… ya basta… de… dejad de tocarme.- Dijo ella con un hilo de voz no demasiado convincente.- Si no, tendré que...

  • O sino ¿qué?- Respondió uno de ellos en tono autoritario mientras sus manos empezaban a recorrer su escote.- ¿Nos vas a cortar en filetes?

  • N… no… pe… pero.- Balbuceó ella sin saber muy bien que decir. Sabía que aquello estaba mal, no debía dejarse llevar por sus caricias y los estímulos que sentía, pero el afrodisíaco de los gremlins aún recorría su cuerpo, debilitando su voluntad.

  • Deja esto, podrías hacerte daño.- Dijo uno mientras le quitaba la katana de su espalda. Amy tan sólo emitió un quejido a modo de protesta, pero se dejó hacer.

La mano de uno de los hombres bajó por su cintura, palpando su entrepierna, apretando los labios vaginales que se marcaban a través de la tela.

  • Noto hasta tu humedad a través de la tela. Y no creo que sea el sudor.- Dijo él con una sonrisa traviesa.- ¿Estás segura que quieres que paremos?

Amy se limitó a negar con la cabeza. El hombre que le había quitado la katana fue bajando sus manos por las caderas de la chica. Se detuvo unos instantes a recorrer su cinturón, y a través de él, metió su mano dentro de las mallas. Amy suspiró de alivio al notar la mano del hombre al palpar la irritada piel de su cintura. Y otro, mucho más placentero cuando notó su mano callosa palpar sus labios vaginales.

La libido ya se había adueñado completamente del cuerpo de la chica. Ahora mismo, entre sudores, jadeos y excitación, lo último que deseaba era que ellos se detuvieran. Si se marchaba de allí sin satisfacer su intenso deseo, lo más probable sería que se arrojara a los brazos del primer transeúnte que encontrara implorándole que se la follara en cualquier callejón oscuro.

  • ¿Cómo se quita eso?- Inquirió un hombre tirando de su cinturón.

La ninja, con un gesto entre torpe y perezoso, apretó el cierre del cinturón. El hombre, como si de un trofeo se tratara, lo levantó por encima de su cabeza.

  • Mirad que tengo.- Dijo a sus dos compañeros mientras quitaba el cierre de las esposas.

  • ¿No decías antes que te gustaría hacer algo con ellas?- Dijo la heroína cariñosamente mientras le tendía sus manos.

Los tres hombres no salían de su asombro. No se terminaban de creer que la chica que, minutos antes había noqueado a cuatro hombres armados en un abrir y cerrar de ojos, ahora les estuviera pidiendo que la amarraran con sus propias esposas.

  • Pon algo de tu parte también, ¿no querrás que lo hagamos todo nosotros?- Dijo uno tirando suavemente de la costura del top de la chica.

Ante la asombrada mirada de los tres hombres, Amy levantó sus brazos, dirigiéndoles una mirada de la que no cabía interpretación posible. Dos de ellos se apresuraron a levantar la oscura prenda, revelando unos pálidos y voluminosos pechos. Años de duro entrenamiento, le habían dado a la chica unos senos firmes y redondeados.

Los tres hombres contemplaron unos instantes los endurecidos pezones. Un ligero olor a sudor llenó sus fosas nasales. Uno de los mozos, impaciente, acercó su rostro a sus pechos, deleitándose en el olor a transpiración que desprendían, sacando su lengua, recorrió la suave piel de sus senos, degustando el sabor salado de las gotitas que perlaban su escote.

La heroína rodeó la cabeza del hombre con un brazo, apretando su rostro contra sus pechos . Con su mano libre, agarró la mano masculina que, instantes antes frotaba su entrepierna y volvió a acercarla allí entre jadeos.

Pero el tercero sujetó los brazos de la chica y la hizo incorporar ligeramente. Amy se dejó hacer sin oponer resistencia, notó como aquel tipo juntaba sus manos detrás de su espalda y segundos después escuchó un leve “click”.

  • ¿Qué os parece chicos?- Dijo burlón mientras los otros dos se separaban y contemplaban lascivamente a Amy.- Imagínate que en lugar de ser unos buenos trabajadores, fuéramos los atracadores de antes. ¿Qué crees que habrían hecho aquellos hombres de tenerte en esa situación?

Las piernas de Shadow Angel colgaban de los sacos de frutos secos. La chica balanceaba sus piernas intentando incorporarse mientras movía nerviosa sus brazos, como si no fuera consciente de que tenía las manos esposadas a su espalda. Por un instante la chica se dio cuenta de lo “poco heroica” de su situación, sin importarle en absoluto, les devolvió una mirada llena de deseo.

  • ¿Os vais a detener aquí? ¿No vais a terminar lo que habéis empezado?- Dijo ignorando completamente sus comentarios.

Con una sonrisa en los labios, los tres hombres volvieron a acercarse a ella. Sus fantasías, que minutos antes se imaginaban en voz alta, se estaban haciendo realidad. Evidentemente, aquello era demasiado bonito para ser verdad, pero sus endurecidos penes pensaban por ellos. En ningún momento, ninguno de ellos llegó a cuestionarse si no había algo raro en todo ello, y si la chica no estaría bajo los efectos del alcohol u otra sustancia. Simplemente, no iban a cuestionar el regalo que, literalmente, les acababa de caer del cielo.

Con gestos torpes y apresurados, le quitaron las botas. A causa del sudor, la tela de las mallas se había pegado a los muslos de Amy como una segunda piel. Ansiosa, la chica tuvo que hacer movimientos rápidos con sus piernas para facilitar el deslizamiento de la prenda.

Quitarle el tanga fue mucho más fácil. Totalmente desnuda, salvo por su guante y la máscara, la chica se acomodó entre los sacos. No se dio cuenta de que el polvo que estaba levantando con los movimientos de su cuerpo se estaba pegando a su espalda y, especialmente, en su culo.

Dos de los mozos la ayudaron a acomodarse entre los sacos mientras el tercero se encaramaba encima suyo. Amy, ardiendo de deseo, abrió lascivamente sus piernas, invitándolo a entrar.

El chico contempló unos instantes la hermosa silueta que años de duro entrenamiento le habían dado.

  • Que atrevida.- Masculló al observar una diminuta huella de gato tatuada en el pubis rasurado de la chica.- Ojalá mi novia se hiciera uno así.

  • ¿Te has subido aquí sólo para hablar?- Masculló Amy impaciente.- Tal vez debería subir uno de tus amigos y…

Las palabras murieron en un intenso gemido al notar el duro miembro del hombre penetrar en su interior. Era tal la excitación y la humedad de la chica, que el falo entró con suavidad y sin necesidad de tener ayudarse con la mano.

Con ímpetu, pero sin brusquedad, el mozo empezó a penetrarla, guiándose por los jadeos y gemidos de la chica.

El rostro de Amy no sabía dónde mirar, ella, ahora besaba al hombre que la estaba penetrando como giraba su rostro y dirigía un travieso lametón a uno de los dos que tenía a su lado, jugando con sus pechos, esperando su turno.

Shadow Angel rodeó con sus piernas la cintura del hombre y lo apretó contra su cuerpo. Los otros dos hombres se separaron un poco, dando a la pareja su espacio, deseando que llegara su momento. El mozo se desprendió de su jersey y apoyó su velludo cuerpo contra la suave y sudada piel de la chica. Amy movió un poco la cabeza al notar el cálido aliento de él contra su cuello, sin importarle la incomodidad de los sacos sobre los que estaba tendida.

  • Estoy a punto de correrme.- Le susurró él al oído.

Amy le devolvió una sonrisa mientras asentía ligeramente con la cabeza.

  • Yo también.- Le respondió entre jadeos.- Adelante, no te detengas.

En ese instante, no había nada que ella deseara más que notar la cálida eyaculación del chico en su interior. Des de hacía tiempo, ella tomaba puntualmente sus precauciones de forma que no era un riesgo que él se corriera dentro.

Amy apretó aún más sus piernas mientras cerraba con fuerza su boca. Aquello casi dejó al chico sin respiración, no había estado nunca con una chica con tanta fuerza y energía. El cuerpo de la ninja tembló ligeramente y su clímax vino acompañado de un largo y sonoro suspiro. Instantes después, llegó la eyaculación, llenándola de cálido fluido.

  • Uff...- Masculló el mozo mientras se separaba de su cuerpo.- Eso ha sido… ha sido… ¡Uau!

La ninja notaba el espeso fluido deslizarse por sus muslos, su cuerpo estaba algo más relajado pero su respiración seguía agitada. Había sido un buen orgasmo, pero no suficiente para ella. Afortunadamente, aún había dos hombres en plena forma.

  • Bueno chicos...- Dijo sonriendo.- ¿Os vais a quedar mirando toda la noche?

Algo más de una hora después.

El sudor volvía a perlar el cuerpo desnudo de Shadow Angel. La chica aún jadeaba, tumbada encima de los sacos, agotada pero a la vez con el cuerpo relajado.

  • Ehm… ¿chicos?- Dijo mientras sacudía las esposas.

Los tres hombres intercambiaron una mirada dubitativa. Planteándose si debían liberarla o no.

  • Chicos… Hemos pasado todos un buen rato.- Continuó ella adivinando sus intenciones.- He sido una chica buena y vosotros, no habéis sido del todo malos… Pero no forcéis la situación.

Un hilillo de saliva resbalaba por sus labios mientra hablaba. Los tres hombres volvieron a mirarse. Si fuera por ellos, la “fiesta” continuaría. Oportunidades como esa no se tenían todos los días. Bastó un simple cambio en la mirada de Amy para que se dieran cuenta que no les convenía ir más allá. Hasta el momento, habían gozado los cuatro, pero no les convenía tener a malas a una chica que había logrado dejar fuera de combate a cuatro individuos armados. Aún desnuda y esposada, la mirada de Shadow Angel no daba lugar a dudas. “Pasaros de listos y os arrepentiréis” transmitían esos fieros ojos oscuros.

  • En fin… supongo que somos chicos buenos.- Dijo un tipo con un suspiro mientras sacaba las llaves del cinturón.- Por muchas ganas que tengamos, no vamos a hacerte nada que no quieras.

Una vez libre, la chica se frotó sus muñecas y estiró sus brazos. Ajena a la bobalicona mirada de los tres hombres, que contemplaban absortos el balanceo de sus pechos mientras hacía sus estiramientos.

  • Oye...- Dijo uno medio balbuceando.- Si alguna vez tienes ganas de repetir… puedes pasarte por aquí cuando quieras y…

  • Corta el rollo.- Lo interrumpió ella con una sonrisa en el rostro. Ahora que había satisfecho su libido, su mente estaba despejada.- Que haya pasado un buen rato con vosotros, no significa que eso vuelva a repetirse. Espero que ese momento os haya quedado bien grabado en la memoria porque no volverá a suceder.

Cuando se terminó de vestir, uno de los chicos le tendió su cinturón y katana mientras otro le abría la puerta metálica. Despidiéndose con un beso, Shadow Angel desapareció entre las sombras de la calle.

Menos de una hora después

Amy llegó agotada a su apartamento. Dejó su uniforme tendido en el sofá, se quitó toda la ropa y se metió en la cama. Con suerte, aún dispondría un par de horas de sueño antes de levantarse para ir a la Universidad.

Pese a que su actuación había sido un éxito rotundo, Amy no podía dejar de sentir cierta frustración y remordimiento. Por segundo año consecutivo, el fluido afrodisíaco de los gremlins había vuelto a jugarle una mala pasada. Llevándola a perder el control sobre su cuerpo. Había sido imprudente salir con el afrodisíaco aún recorriendo su cuerpo, pero por otro lado, estaba convencida que la policía sola no habría logrado poner a los cuatro atracadores fuera de combate sin que saliera herido ningún rehén. Afortunadamente, el fluido no tardaría más de unos días en disiparse completamente. Lo sabía por experiencia.

  • ¿Todo bien?- Murmuró Tom, que se había despertado con el movimiento de sábanas.

  • Ha ido perfectamente.- Le susurró ella mientras le daba un beso en la frente y se acurrucaba junto a él, notando la calidez de su espalda contra su cuerpo.

El chico se dio la vuelta y estrechó el suave cuerpo de la chica con sus brazos y piernas. Amy cerró los ojos, apoyando su cabeza en el musculoso pecho del chico.

  • ¿Qué es eso que tienes pegado a la espalda?- Le preguntó al notar el polvo de los sacos adherido a su piel.

  • Hubo una pelea en un almacén.- Le respondió.- Había mucho polvo en el ambiente, supongo que parte de eso habrá penetrado el tejido de mi uniforme.

Sin decir nada más, ambos jóvenes no tardaron en quedarse dormidos.

La mañana siguiente. Universidad de Detroit

Como cada mañana, antes de reunirse con sus amigos a desayunar en el bar de la facultad, Amy dedicaba una hora de duro entrenamiento en el gimnasio. Después de una gratificante ducha, mientras secaba su cuerpo, contempló su rostro ante el espejo. Pese a que su cuerpo estaba entrenado para aguantar varios días sin dormir, la falta de sueño dejaba huella en su rostro. Mientras contemplaba, absorta, sus enormes ojeras, una voz detrás de su oreja la sobresaltó.

  • ¡¿Has visto el “Local News”?! Sales en primera plana.- Dijo una esbelta chica pelirroja.- Y muy… muy sexy, todo hay que decirlo.

Amy le arrebató el periódico a Claire, su mejor amiga. A los instantes de desplegarlo su mirada cambió instantáneamente, de cansada a enojada.

  • ¡Maldito idiota pervertido!- Masculló ajena a los gestos de su amiga para que bajara la voz.- ¿Cómo se atreve a sacarme así en primera plana?

La portada del periódico hacía eco de la hábil actuación de Shadow Angel para resolver un atraco que había derivado en una delicada toma de rehenes. A decir verdad, el artículo no hacía sino alabar la rápida y certera actuación de la ninja. “ Los atracadores no llegaron a ver la sombra angelical que se abalanzó sobre ellos. En menos de un minuto,nuestra protectora dejó inconscientes a cuatro hombres fuertemente armados ” decía la noticia. Pero lo que frustraba a Amy era la fotografía que acompañaba el artículo.

En ella se veía a Shadow Angel junto a Jill. La heroína salía en top, luciendo su pálida barriga marcada por una cicatriz, con una mueca en el rostro debido al destello del flash. Pero no sólo era eso. La alta resolución de la cámara, permitía apreciar en la fotografía los pezones de la chica que, endurecidos por el frío de la noche, se marcaban a través de la fina tela del top, así como sus labios vaginales que su ropa interior y sus mallas, pegadas a su piel por el sudor, no disimulaban.

El sólo hecho de imaginarse a sus compañeros de clase contemplar esa imagen la mataba de vergüenza.

  • Oye, no pongas esa cara.- Le dijo Claire con una sonrisa.- Deberías alegrarte, ¿sabes lo que daría yo por lucir así de sexy en la primera plana de un periódico?

  • ¿Sexy?- Protestó Amy.- ¿Pero tu has visto la foto? Si no deja lugar a la imaginación… parece… parece que no use ropa interior bajo mi uniforme… ¿Qué pensará de mi la gente? ¿Qué… que respeto me tendrán los criminales si me ven así?

  • Pues pensarán que tienen suerte de tener en su ciudad a la heroína más sexy del planeta.- Respondió la pelirroja tomándola por el brazo.- Además, son todo ventajas… seguro que ahora, mientras pelees con ellos, los maleantes pensarán más en tus pezones o en tus… labios… que en el filo de tu katana. ¿La distracción no es una de tus armas? Pues yo creo que los vas a tener bien distraídos como vean esa foto. Venga, vístete o no nos quedará tiempo para desayunar.

Mientras Amy se vestía, reflexionaba sobre las últimas palabras de su amiga. Todos sus compañeros de facultad la habían visto desnuda y totalmente humillada, y se sentía avergonzada por la foto que acompañaba un artículo que se deshacía en halagos hacia ella. “No debería ser tan tímida” pensó mientras se terminaba de vestir.

  • Me muero de ganas por ver la cara de los chicos cuando les muestre esa foto.- Dijo una entusiasmada Claire mientras salían del vestuario.

Amy sólo pensó, con un nudo en el estómago, si Tom se daría cuenta que lo que relataba el artículo difería ligeramente de lo que ella le había contado.

CONTINUARA