Shadow Angel Cap. 11. Atrapar a un ladrón

El efecto del fluido de los gremlins tortura a nuestra heroína. ¿Está Shadow Angel realmente capacitada para luchar contra el crimen?

3 semanas después del ataque de los gremlins

Para Amy aquellas tres semanas habían sido un auténtico infierno. Los días siguientes a su derrota a manos de los gremlins, notó un cambio en su cuerpo. Notaba una excitación que no cesaba de crecer. Constantemente se sentía excitada y con un deseo sexual incontrolable, necesitaba sexo cada día y a todas horas.

Los días siguientes a navidad, Tom, había disfrutado con el cambio en su pareja. Le gustó ver a Amy con ganas de pasar más tiempo con él y sexualmente más activa. Con el paso de los días aquello se convirtió en una pesadilla para la pareja.

Ambos jóvenes no podían dormir, Amy se pasaba la noche pidiendo sexo a Tom, el chico quedaba totalmente agotado en la cama pero ella seguía insaciable. La mañana siguiente, se despertaban agotados y con las sábanas totalmente empapadas. Aquellos eran los orgasmos más intensos que ambos habían experimentado nunca. Tom era la primera vez que veía a una chica segregar tal cantidad de fluidos al alcanzar el clímax.

Lo que en principio fue algo positivo, terminó desgastando la relación. Tom veía como cada noche terminaba agotado y Amy encima suyo pidiéndole más, intentando estimularlo más allá de lo que el atlético cuerpo del chico podía darle.

Transcurrida la primera semana, Amy en un momento de lucidez, se infiltró en el archivo del hospital de Detroit. Allí descubrió que no era la única a la que le ocurría aquello. Cada año había alguna chica que presentaba los mismos síntomas. La causa era la misma, un encuentro desafortunado con aquellos malditos gremlins. Allí descubrió que el semen de los gremlins si bien era inocuo a los efectos de fecundar una humana, tenía un fuerte componente afrodisíaco. No había tratamiento alguno, los informes indicaban que los efectos se desvanecían solos pasados entre unos días y una semana. Pero algo inquietó a Amy. Los hechos analizados por el hospital describían encuentros de hasta cinco gremlins. Ella en cambio había tenido contacto con ¡quince! de esas criaturas durante una noche entera. Era obvio porque después de una semana, su cuerpo seguía notando los efectos. Había absorbido una cantidad ingente de esa sustancia la noche del 24 de diciembre.

Amy volvió a su apartamento cabizbaja. Mientras meditaba sobre la información obtenida en el hospital, recordó el único momento en su vida en que había tenido una sensación similar. Fue meses atrás, estando prisionera de una red de prostitución cuando un tipo la untó con una sustancia viscosa que la hizo arder de placer. “De alguna forma, aquello debía proceder de uno de esos malditos gremlins” pensó la chica. Como magro consuelo, al menos había descubierto de dónde procedía el potente afrodisíaco que usaba aquella banda.

Después de fin de año, cuando empezaron las clases de la Universidad, la cosa fue aún peor para Amy. Acudía cada día con cara de no haber dormido en años y pasaba todo el día con una insaciable necesidad de sexo. Para no deteriorar más su relación con Ton, ella empezó a masturbarse compulsivamente. En más de una ocasión, Claire su mejor amiga, la había sorprendido en el vestuario del gimnasio, pero no lo comentó con nadie. Amy era incapaz de aguantar dos clases seguidas sin tener que levantarse e ir al lavabo a masturbarse. Sus amigos en seguida se percataron que a la japonesa le ocurría algo. Su comportamiento era extraño y su actitud irascible. Era cuestión de tiempo que sus demás compañeros de clase sospecharan de su actitud. La situación se volvió insostenible. Muerta de vergüenza y sin poder dar una explicación a sus amigos que justificara su reciente actitud, Amy faltó a clase algunos días.

En todos ese tiempo, Shadow Angel no salió a patrullar. No estaba en condiciones de detener a ningún maleante.

Finalmente Amy tuvo una idea. Decidió comprarse por internet un consolador que podía controlar a través de un pequeño control remoto. Aquello mejoró notablemente su situación. Cuando sentía deseo, disimuladamente activaba el consolador a través del discreto mando y la vibración entre las piernas calmaba a la excitada chica. Gracias al consolador, Amy pudo volver a las clases y a quedar con sus amigos. El vibrador era tan silencioso que ninguno de sus compañeros, ni tan siquiera Tom, sospechó nada. Sí que notaron que la irritabilidad de Amy había bajado, la japonesa excusó su actitud irascible a un cambio temporal en sus hormonas.

Como precaución, la chica evitaba el contacto sexual con su pareja. Al menos hasta que el efecto del afrodisíaco abandonase definitivamente su cuerpo. Cosa que el chico, en cierto modo, agradecía. Aquellas semanas habían sido sexualmente demasiado intensas, incluso para un joven en plena forma como Tom.

Después de una semana llevando el consolador, Amy notó que poco a poco su vida volvía a la normalidad. El efecto del fluido afrodisíaco incluso parecía mitigar. En un arrebato optimista, se atrevió a patrullar como Shadow Angel por primera vez en tres semanas. Evidentemente, no iría detrás de ningún pez gordo, buscaría una presa fácil, un delincuente solitario y no muy atlético. No quería correr riesgos.

Viernes por la noche.

Amy contempló unos minutos su uniforme, su katana, su cinturón táctico y todos sus accesorios. Antes de enfundarse en él, acarició especialmente su resistente tela anticorte. Pese a que era un tejido creado expresamente para durar, en sus últimos encuentros había perdido ya varios de sus trajes. A ese ritmo pronto se le agotarían los recambios. Se vistió con su característico atuendo, y con ayuda de una cuerda con un garfio salió por la ventana y trepó hasta la azotea de su edificio. Gracias a su agilidad, a la flexible y resistente cuerda y a un polivalente garfio, la ninja podía saltar de azotea en azotea, sin ser vista.

Buscando un delincuente al que pudiera vencer sin dificultad, la heroína se plantó en la zona residencial de Detroit. Una tranquila urbanización de casas de dos plantas con jardín. Estuvo una hora patrullando hasta que finalmente vio un maleante que cumplía sus requisitos.

La presa elegida por Shadow Angel era un simple ladrón de viviendas. Cuarentón, de complexión más bien gordo y con canas en la barba. La ninja lo siguió hasta el interior de una vivienda que intentaba desvalijar aprovechando la ausencia temporal de sus dueños. No parecía un tipo peligroso. “Seguramente un oportunista ladrón de joyas” pensó la heroína al ver que el ladrón iba a pie y no parecía tener ningún vehículo de apoyo.

La ninja contempló agachada entre las sombras como el ladrón con destreza forzaba la cerradura de la puerta de atrás y entraba en la casa de dos plantas.

Mientras esperaba, Shadow Angel notaba como la excitación volvía a adueñarse de su cuerpo. Como no quería correr riesgos, sacó de su cinturón el pequeño control de su consolador y lo activó. Estuvo unos minutos, escondida entre los setos, hasta que alcanzó el clímax. Según tenía más o menos calculado, ahora disponía de un par de horas antes que su cuerpo le pidiera otro orgasmo. Tiempo que estimó más que suficiente para detener al ladrón. Se volvió a guardar el mando en su cinturón y sigilosamente entró en la vivienda.

Encontró al ladrón en el comedor, examinando un reloj y varias pulseras, dispuesto a guardarlas en sus bolsillos. Al ver a la heroína el ladrón se asustó, soltó las joyas e intentó escapar por la ventana. La ágil ninja lo cogió por los hombros y con facilidad lo inmovilizó contra el suelo. Aquel tipo no era rival para sus habilidades.

El ladrón al verse en el suelo desesperadamente intentó golpear a la heroína. Shadow Angel ni se inmutó, la resistente tela de su uniforme amortiguaba los torpes puñetazos del delincuente. Hasta que uno de ellos impactó en su cinturón oyéndose un crujido de plástico roto. De golpe, la heroína dejó de sujetarlo y se arrodilló en el suelo, con sus manos en la entrepierna, gimiendo.

El ladrón la contempló unos instantes, totalmente sorprendido y sin entender nada. Hasta hace unos segundos estaba completamente en manos de la ninja y su puñetazo, a parte de débil, había impactado contra su cinturón. Imposible que ese golpe pudiera inmovilizar a la heroína de dolor. Lo que él no sabía era que su golpe había impactado contra un pequeño mando que la ninja llevaba en su cinturón.

Al notar como se activó su vibrador, Shadow Angel había soltado al ladrón, arrodillándose intentando mitigar el estímulo entre sus piernas, intentando desesperadamente sacar de su cinturón el control a distancia. Notaba desesperadamente como su cuerpo se iba excitando por momentos. Debía parar ese vibrador antes que su placer fuera incontrolable y su deseo por un orgasmo la hiciera incapaz para la lucha.

La heroína comprobó asustada que el puñetazo del ladrón había roto el mando. Frenética, apretó los botones con la esperanza que la vibración se detuviera antes de que fuera demasiado tarde. Pero sus intentos eran en vano, el consolador no se detenía y su cuerpo empezaba a temblar de excitación. Otro efecto del fluido de los gremlins era que el mínimo contacto sexual, aunque no estuviera previamente excitada, la encendía irremediablemente.

Presa del pánico la ninja se incorporó de golpe y decidió salir corriendo de allí antes que fuera demasiado tarde. Con tan mala fortuna que tropezó con un jarrón y cayó al suelo.

El ladrón no podía creer la suerte que estaba teniendo. Al ver la heroína en el suelo, sin dudarlo un instante, saltó encima suyo e intentó inmovilizarla. La chica se debatía debajo del cuerpo de su adversario, pero sus esfuerzos cada vez eran más débiles. En un momento dado, la mano del ladrón presionó su entrepierna y la heroína no pudo reprimir un gemido.

  • Su… suéltame.- dijo la heroína entre jadeos intentando, sin fuerza, apartar al ladrón de su cuerpo. El vibrador la estaba dejando sin voluntad para luchar y con unas ganas enormes de un orgasmo. Notar el cuerpo del hombre en contacto con el suyo, su sudor, su calor corporal, y su creciente erección, aún empeoraba su situación.

Para su desgracia, por alguna extraña razón, el consolador dejó de funcionar cuando la chica estaba en el punto álgido de placer, dejándola totalmente ansiosa por llegar al orgasmo. En aquel momento Amy fue presa de sus instintos más primarios.

El ladrón notó, cada vez más excitado, como la heroína agarraba su mano y se la acercaba a su entrepierna mientras lo miraba con unos ojos vidriosos y llenos de deseo.

El ladrón no se hizo rogar, "oportunidades como esta no se presentan todos los días" pensó mientras seguía sin entender lo que estaba pasando. La heroína que hacía unos minutos lo estaba deteniendo ahora le pedía que la masturbase. Chica que por cierto, tenía un físico envidiable. El ladrón no desaprovechó su oportunidad.

Con una mano firmemente sujeta al pubis de la ninja, con la otra le intentó quitar el cinturón y las botas. Shadow Angel entendió el gesto y ella misma le facilitó el trabajo. Con ambas manos el ladrón le bajó sus mallas deportivas, revelando unas firmes piernas y un tanga oscuro. Palpando la vagina de la chica, el tipo se percató de lo que escondía entre las piernas.

  • ¿Combates a los ladrones con un consolador entre las piernas? ¿Qué eres, una puta lasciva?- Preguntó sorprendido.

-Sí... y hoy seré toda para tí... venga ya sabes qué tienes que hacer- Respondió Shadow Angel, sorprendida por sus propias palabras, mientras se retiraba el inútil consolador.

Para Amy era indiferente que el ladrón no fuera precisamente atractivo, el efecto del semen de los gremlins en su cuerpo la mantenía excitadíssima. Su mente únicamente le pedía un orgasmo, daba igual quien fuera que se lo diera, pero lo necesitaba ya. Le daba igual estar indefensa ante un ladrón, y en una casa que no era la suya, cuyos dueños podían volver en cualquier momento. Necesitaba urgentemente que aquél tipo la penetrara y la llevara al clímax. En ese estado Amy no habría reaccionado diferente en caso de estar en pleno día en la zona más céntrica y concurrida de Detroit.

El ladrón le terminó de quitar las mallas y apartando el tanga de la heroína pero sin retirárselo empezó a penetrarla. Hacía mucho que no tenía sexo con alguien, y nunca había tenido la suerte de tener una chica tan bonita en sus brazos. Su miembro entró sin dificultad en la húmeda y suave vagina de la chica. Mientras la penetraba, le quitó también su camiseta táctica, revelando un top oscuro que ocultaba unos firmes pechos. Mientras la heroína lo ayudaba a quitarle el top, él seguía sin creer lo que estaba sucediendo. Un don nadie, un ladrón cualquiera estaba follándose a la más temida heroína de Detroit. Aquello tenía que ser un sueño pensó mientras se corría dentro la heroína con un sonoro gemido de placer.

Amy no se preocupó por las posibles consecuencias de la eyaculación, aunque mientras estuviera bajo los efectos del afrodisíaco, no podía quedarse embarazada, ella seguía tomando precauciones al respecto. Lo único que inquietaba a la heroína era que él había alcanzado el clímax pero ella aún no. Con sus manos agarró la cabeza del ladrón y la dirigió hacia su vagina.

-Más...necesito más.- Le rogó.

El ladrón no necesitó más explicaciones. Le quitó el tanga a la ninja y empezó a lamer la suave vagina de la chica. Sin prisa, explorando cada recoveco del sexo de la heroína con su lengua. El hombre besaba su depilado pubis, provisto de un sensual tatuaje, succionaba sus labios vaginales, y recorría toda la zona con su lengua. Él nunca había hecho nada así a una chica tan hermosa así que se recreó en el momento. Los gemidos de la heroína le indicaban qué zonas estimular más y allí dirigía la punta de su lengua. Hasta que finalmente, entre gemidos, la chica alcanzó el orgasmo, inundando a boca del ladrón con sus fluidos femeninos.

La ninja apartó el rostro del tipo de su entrepierna. Totalmente incapaz de asimilar lo que había sucedido, el ladrón fue pensando en lo que acababa de pasar. Era evidente que no era su cara bonita lo que había provocado ese deseo en la ninja. “Seguramente estará bajo los efectos de alguna droga” pensó el tipo. Fuere lo que fuere era evidente que después de aquello, la ninja no lo dejaría irse de rositas. Ella no dejaría que un tipo como él pusiera en juego su reputación. Seguramente cuando se recuperara del éxtasis lo detendría “o algo peor que detenerme” pensó mientras contemplaba la katana de la ninja, tirada en un rincón. “Esa espada seguro que está bien afilada" dedujo.

Aprovechando que la chica aún estaba aturdida por el orgasmo, la cogió en brazos y la dejó en la mesa del comedor. La chica, aún extasiada, se dejó hacer sin oponer resistencia. El hombre aprovechó las mallas de la chica para atar sus manos por encima de su cabeza a una de las patas de la mesa. No era la mejor atadura del mundo, pero le daría tiempo a escapar. Cuando se disponía a salir, oyó que la ninja le dijo entre gemidos:

-¿Piensas dejarme así?... Cuanta gente conoces que dejarían a una chica como yo en ese estado... ¿no vas a hacer ninguna travesura conmigo?- La excitación volvía a subir por el cuerpo de la heroína. Era la misma sensación que había experimentado estas últimas semanas cuando dormía con Tom. Una vez empezaba a excitarse ya no podía controlarse.

Cuando el orgasmo se lo provocaba el consolador, la chica tenía un par de horas hasta que su cuerpo volviera a encenderse. Pero de alguna forma, tener sexo con una persona, aunque fuera con ese tipo poco atractivo, la sobreexcitaba mucho más. Amy lamentó no haber pensado en ello. Sólo habían pasado unos minutos y ella volvía a anhelar un orgasmo Ahora su cuerpo y su mente estaban completamente a merced de su deseo, y a merced de un individuo con no muy buenas intenciones.

El ladrón había quedado exhausto y la chica aún le pedía más. Realmente era difícil decir que no en esta situación. Seguramente nunca más tendría una oportunidad así. Notando como su miembro se volvía a endurecer se dirigió hasta la mesa donde Shadow Angel estaba atada y volvió a penetrarla. Por un instante temió que la mesa no soportara el peso de ambos, pero la resistente madera de nogal aguantó. Entre los gemidos de la chica, volvió a correrse dentro. Ella, aún excitada seguía pidiéndole más.

-Más? Qué eres algún tipo de ninfómana insaciable?- Por toda respuesta vio a la heroína contorsionarse por la mesa, no con ánimo de liberarse sino con ánimo de excitarlo para que volviera a penetrarla.

Esta vez si que el hombre había quedado exhausto, había vaciado sus testículos y no tenía energía para volverla a penetrar. Había tenido dos orgasmos intensos y seguidos. Pero tampoco pensaba desaprovechar la situación.

-¿Así que necesitas más eh? ¿qué te parece esto?- Dijo mientras cogió la katana de la ninja y acercó la empuñadura de la misma a la vagina de Shadow Angel.

Por toda respuesta, el ladrón vio como la ninja movió las piernas, intentando acomodar la empuñadura de su katana dentro de su vagina. Aquello en cualquier otra situación habría significado una dura humillación para Shadow Angel, pero en su estado actual, solo anhelaba que algo duro la penetrara. Y su katana era un objeto que podía proporcionarle ese placer que tanto necesitaba.

El ladrón contempló boquiabierto como la heroína babeaba de placer mientras él metía y sacaba la empuñadura de la katana de su vagina como si de un objeto sexual se tratase. La chica no parecía importarle la humillante situación en que se encontraba, sólo parecía concentrada en su éxtasis. Mientras la penetraba con la katana, él aprovechó para recorrer todo el cuerpo de la ninja con su mano libre. El hombre notó como la piel de la chica se ponía de gallina al tacto de su mano, cada una de sus caricias era acompañada por un gemido de placer por parte de ella. Su vientre plano, sus curvas femeninas, sus suaves y firmes pechos, sus axilas, sus muslos, su trasero, con la mano recorrió todo el cuerpo de la japonesa mientras suavemente la penetraba con la empuñadura de su arma. Al acercar su mano a los labios de Shadow Angel ella empezó a chupar sus dedos. El tipo notaba como su miembro volvía a endurecerse al notar los hermosos labios de la chica succionar sus dedos.

Cuando la chica se fundió en un orgasmo, sofocado por los dedos del ladrón en su boca. El delincuente retiró la katana y se puso encima de ella y volvió a penetrarla. La cara de la chica le indicaba que no le importaba que la volviera a penetrar y enseguida sus gemidos se sumaron a los suyos, y al cabo de unos minutos, ambos estallaron de placer. Esta vez de forma simultánea.

Al alcanzar el orgasmo, la vagina de Amy empezó a segregar fluido de forma intensa y constante, sorprendiéndola a ella tanto como al ladrón. La mesa había quedado totalmente impregnada de fluido. La chica jadeaba mientras ponía sus ojos en blanco y su boca no cesaba de salivar. El hombre se apartó, sorprendido ante el “squirting” de la chica.

El instinto de conservación del ladrón le recomendó salir de allí lo antes posible. Los dueños de la casa podrían volver en cualquier momento. Aunque le sabía mal largarse sin más. Nunca más en la vida volvería a tener una oportunidad así. Le había tocado la lotería entre más de un billón de posibilidades.

La heroína estaba exhausta y no daba signos de luchar contra sus ataduras. Se había quedado jadeando encima de la mesa, impregnada de sudor y de sus propios fluidos. Aquello había sido demasiado intenso para ella y aún no sabía como reaccionar. Una parte de ella le decía que se moviera, se liberase y dejara fuera de combate al ladrón antes que hiciera nada más con ella. Otra parte de si misma, la impulsaba a seguir tumbada, deseando que volviera penetrarla. Ganó la segunda.

El ladrón se preparaba para abandonar la vivienda cuando escuchó a la heroína decir entre jadeos:

  • Más...necesito más…

El ladrón no daba crédito a lo que estaba sucediendo, él estaba completamente exhausto y la chica, desnuda excepto por su máscara, atada a la mesa, le seguía pidiendo más. Él no tenía fuerzas para volver a penetrarla, en ese momento lamentó profundamente haber ido a pie a robar. Si se hubiera traído una furgoneta, ahora podría llevarse a la chica. Desgraciadamente, no podía llevársela. Tuvo otra idea.

El ladrón recogió el tanga de la heroína y se lo metió en su boca. Amy saboreó la tela empapada en sus fluidos y le dejó hacer sin oponer resistencia. El ladrón cogió la katana de la ninja y volvió a meter su empuñadura por su vagina. Shadow Angel emitió un gemido placentero al notar otra vez algo duro en su interior. El ladrón se quedó unos segundos contemplando el bonito espectáculo, la hermosa chica atada a la mesa con sus propias mallas, con su tanga metido en la boca y la empuñadura de su katana en su coño. "Lástima no tener una cámara para inmortalizar ese momento" pensó.

Como último detalle, el ladrón recuperó el consolador y, con suavidad, se lo metió por su trasero. Shadow Angel ahogó un grito al notar como se introducía en su ano, de forma totalmente desprevenida.

Al meter el consolador por su bonito culo el ladrón pensó que había ido demasiado lejos, que la heroína no toleraría aquello, que se desataría y le pegaría una paliza. Pero se sorprendió al ver la facilidad con que el vibrador se introducía en aquel precioso culito "así que no es tu primera vez con el sexo anal, ¿eh putita?" pensó. Lo que al principio fue un grito de sorpresa por parte de la heroína pronto se convirtieron en gemidos de placer. El ladrón contempló satisfecho como la ninja movía sus caderas, buscando el placer en los dos objetos que tenía introducidos.

El efecto causado por los fluidos de los gremlins tenía a Shadow Angel en un éxtasis profundo, como si estuviera flotando en una nube, y terminó gozando con aquella doble penetración.

"Menuda zorra está hecha. No entiendo como puede tener aterrorizada a los Grandes Jefes del crimen. Si la vieran así..." pensó antes de salir de la casa. Aquella había sido la mejor noche de su vida, escapó sin tan siquiera intentar llevarse nada del domicilio. "Si lo cuento a alguien no me van a creer" pensó mientras huía a pie por la calle. Estaba tan sorprendido por lo que había sucedido que ni tan siquiera se había planteado desenmascarar a Shadow Angel y descubrir quién se ocultaba bajo su máscara.

Minutos después, mientras volvía a su domicilio, el ladrón pensó en ello. “Una verdadera lástima, si supiera quien es, podría chantajearla”, aunque no todo estaba perdido.

  • Nunca olvidaré tu voz, seguramente algún día me cruzaré contigo en la calle por casualidad. Si escucho de nuevo tu voz, te reconoceré.- Se decía a si mismo el ladrón mientras entraba en su piso- ¡Esta no será la última vez que nos veremos Shadow Angel!

Mientras tanto, en la casa.

Amy quedó unos minutos, ¿o fueron horas?, moviendo sus caderas, dándose placer con la empuñadura de la katana y disfrutando de su consolador en su trasero. Un ruido despejó su mente de golpe. Un coche acababa de aparcar enfrente de la casa, los dueños estaban de vuelta. Afortunadamente, gracias a los múltiples orgasmos previos su libido estaba suficientemente calmado para permitirle actuar razonablemente. Había que largarse de allí, no podían encontrarla en esta situación de ninguna manera.

Sin casi esfuerzo, la ninja se libró de sus ataduras, se quitó el tanga de su boca y retiró el consolador y la katana. Su tanga estaba empapado, así que renunció a ponérselo y lo arrojó a un rincón. Se vistió, recogió sus accesorios, y justo cuando se abría la puerta principal y los propietarios entraban en la vivienda, Shadow Angel salió por una ventana trasera.

Los dueños enseguida notaron algo extraño, el comedor estaba revuelto. Primero pensaron que les habían entrado a robar pero no faltaba nada. Extrañados notaron un olor a sudor y "¿sexo?" , observaron la mesa de su comedor impregnada con un líquido pegajoso. La mujer sacó un tanga empapado de un rincón del comedor. "¿No habrá tenido nuestra hija la desvergüenza de venir con su novio mientras estábamos fuera?" fue lo que pensaron.

Amy regresó a su apartamento confundida con el corazón a mil por hora, pensando en lo que había pasado. Un simple ladrón la había dejado fuera de combate y ella se había comportado como una perfecta ninfómana. Para tranquilizarse, la chica se preparó un relajante té, se sentó en alfombra de su comedor y adoptó una postura meditativa. El olor del té y la meditación aprendida de su maestro, le permitieron controlar sus nervios y pensar fríamente en retrospectiva.

El ladrón no la había desenmascarado, además tampoco había tomado fotos ni vídeos de su encuentro con ella. De ninguna forma, podría reconocerla. El ladrón lo desconocía, pero un pequeño aparato bajo su máscara hacía la voz de Amy irreconocible. Aunque hablara con él por la calle, sería incapaz de identificar la voz de Mikoto Amy como la de Shadow Angel. Y, en el peor de los casos, si el tipo fuera contando su encuentro con Shadow Angel por la ciudad, ¿quién iba a creer a un don nadie? Debido a su patética actitud, es posible que aquél ladrón dudase incluso de haberse encontrado con la auténtica Shadow Angel.

Pese a su nefasta actuación, de alguna forma, la suerte la había sonreído. Si alguna cosa había hecho bien era escoger a su rival. Si el tipo hubiera tenido algún vehículo a mano aquello podría haber terminado mal, realmente mal para ella. Pero afortunadamente, todo había terminado en un susto. Su identidad y su reputación seguían a salvo. La heroína se relajó un poco, al menos había aprendido algo. No podría volver a salir como Shadow Angel hasta que aquel maldito afrodisíaco no desapareciera definitivamente de su organismo y ella volviera a ser dueña de su deseo sexual.

Al cabo de unos días Amy notó como el efecto de los gremlins abandonaba su cuerpo definitivamente. Había transcurrido casi un mes, pero la chica volvía a ser la misma de siempre, para alivio propio y de sus compañeros, especialmente de Tom.

Shadow Angel volvió a patrullar las noches de Detroit descubriendo sorprendida como el crimen, pese a la ausencia de la ninja durante semanas, era casi inexistente. Las habituales bandas de maleantes, los violadores escondidos en los callejones, los narcotraficantes… parecían haberse esfumado. Amy aún no lo sabía, pero a Shadow Angel le había salido competencia.

CONTINUARA