Shadow Angel. Cap 10 Los gremlins de la navidad

Sus amigos advierten a Amy que no salga de casa la noche de navidad. Pero, ¿por qué debería temer la heroína a unas pequeñas y débiles criaturas?

Detroit, salida de la Universidad, 24 de diciembre

Amy salió ilusionada de la universidad, empezaban las vacaciones de navidad, y la chica, lejos de su familia, quería pasar la nochebuena con sus amigos. Para su sorpresa, ninguno de ellos pensaba salir de casa esa noche ni hacer ningún plan. Es más, le recomendaron que esa noche se quedara en su apartamento y no saliera. Extrañada, Amy preguntó por el motivo de esta reclusión.

  • ¿Es que no sabes nada acerca de los gremlins?- Le preguntó extrañada Elsa.

Amy, al venir de Japón y llevar sólo unos meses en Detroit, nunca había oído hablar de esos gremlins, pensó que se trataría de alguna tradición local. Elsa le explicó la historia.

  • Nadie sabe qué son ni de donde salen. Únicamente sabemos que sólo aparecen la noche de navidad, son unos bichos pequeños y asquerosos. Invaden la ciudad durante toda la noche, causando destrozos por doquier. A la mañana siguiente han desaparecido como si se los hubiera tragado la tierra dejando una estela de vandalismo a su paso. Nadie sale esa noche para evitar encontrarse cara a cara con esas criaturas, a saber lo qué podrían hacerte. No no, por favor, esta noche quedate en tu casa encerrada y ya nos veremos mañana.

Amy se despidió de sus amigos extrañada por las palabras de Elsa. No terminaba de creer aquella historia, le parecía sacada de un cuento de terror para niños ¿le estarían gastando una broma? Pero los chicos parecían realmente preocupados. Por otro lado, ¿qué amenaza podían suponer esas supuestas pequeñas criaturas para un adulto en plena forma? Sería una noche entretenida para Shadow Angel.

Zona comercial de Detroit, noche del 24 al 25 de diciembre

Shadow Angel, enfundada en su traje de ninja compuesto de unas mallas y una camiseta de flexible y resistente tejido, con botas y guantes proveídos de artilugios y una máscara cubriendo su rostro, patrullaba la ciudad, escondida entre las sombras. Un cinturón táctico lleno de gadgets y una afilada katana en su espalda completaban su atuendo.

La ninja llevaba unas dos horas circulando por el centro de Detroit y no se había cruzado con un alma. Incluso las habituales bandas de pandilleros y malhechores parecían haberse esfumado. Por supuesto, tampoco vio ningún singo de actividad de los misteriosos gremlins. Bostezando, pensó en volver a su apartamento cuando escuchó un ruido dentro de una gran tienda de juguetes.

Se acercó a investigar. A través de la persiana del escaparate no se veía nada sospechoso. Decidida a hacer una última comprobación antes de irse a la cama, sacó una ganzúa de uno de sus guantes y abriendo la puerta entró en la tienda.

Dentro reinaba la penumbra, había un montón de estantes llenos de juguetes y varios más expuestos en el suelo, pero todo parecía estar en su lugar. Un ruido procedente de una de las estanterías del final la llevó a investigar. Sigilosamente se dirigió hacia donde procedía el ruido y únicamente vio una muñeca en el suelo, caída de un estante. Fue a colocar la muñeca en su sitio cuando un ruido a su espalda la hizo girarse de golpe.

Sorprendida, vio ante suyo el ser más repugnante que había visto nunca. Tenía forma humanoide y debía medir entre 60 y 70 centímetros de alto, su piel era de color verde oscuro y llena de verrugas, tenía unas orejas puntiagudas y unos grandes ojos amarillentos. Su única prenda consistía en un taparrabos que cubría sus genitales.

Antes de que la ninja pudiera reaccionar, el gremlin ágilmente saltó hacia su rostro. La ninja con un hábil golpe interceptó en el aire a la criatura, que cayó al suelo inconsciente.

“No parecen tan peligrosos” pensó Shadow Angel al ver la facilidad con qué lo había dejado fuera de combate. Un ruido a sus espaldas la hizo girarse. Delante suyo tenía cuatro de esas criaturas que saltaron hacia la heroína intentando agarrarla. Hábilmente la ninja se deshizo de los molestos gremlins y los dejó fuera de sentido en el suelo, para ver como corriendo entre las estanterías, otros cinco se dirigían a ella desde dos direcciones distintas.

Aquello empezaba a cansar a Shadow Angel, que se dirigió al primer grupo de gremlins cuando sin saber por qué se vio de bruces en el suelo. El primer gremlin, al que creía fuera de combate, había recuperado el sentido y, sin que la ninja lo notara, había atado entre sí los cordones de sus botas. Los otros, saltaron encima de la heroína tratando de inmovilizarla.

Aún con los cordones atados, los gremlins no pudieron con Shadow Angel que, con rápidos movimientos con sus brazos se los quitó de encima noqueándolos en el suelo. Cuando terminó con ese grupo de cinco, vio como los otros gremlins que había dejado inconscientes se habían levantado. Volvía a tener cinco gremlins delante suyo.

Un ruido a sus espaldas cambió la expresión de su rostro. Al otro lado del pasillo habían aparecido otras cinco criaturas llevando todo tipo de cosas. Ahora tenía que enfrentarse a diez gremlins. “¿De dónde salen esos malditos bichos? Hace unos minutos esta tienda estaba desierta” pensó preocupada la heroína.

Sin dar tiempo a Shadow Angel para pensar una estrategia, los diez gremlins se lanzaron encima de la ninja tratando de inmovilizarla. Para su desgracia, los cinco que recientemente había noqueado, con una habilidad sorprendente, se volvieron a levantar. La ninja tenía ahora quince de esos diminutos y molestos gremlins encima. “¿Cómo pueden levantarse tan rápido? Esos golpes habrían dejado inconsciente durante horas a cualquier persona” pensó la ninja agobiada.

La cosa no pintaba bien para Shadow Angel que, como útlimo recurso, se dispuso a hacer uso de su inseparable katana. Con un hábil gesto dirigió su mano a la espalda pero sorprendida, notó como su arma se negaba a salir de la vaina.

Amy empezaba a estar asustada, con un movimiento desesperado se quitó a cinco gremlins que tenía sobre su espalda y desanudó la cuerda que sujetaba su katana a su espalda. Al tener la enfundada arma frente a ella supo porque la hoja no se liberaba. Un pegote de una sustancia viscosa sellaba la empuñadura con la vaina. Los esfuerzos de la ninja fueron en vano, la hoja no salía. Horrorizada, arrojó la inútil arma y dirigió sus manos hacia su cinturón, llevándose otra desagradable sorpresa.

En algún momento de la refriega, los gremlins la habían despojado de su cinturón, en el que tenía guardados diversos shurikens, cuchillos arrojadizos y otros artilugios. Intentando dominar su creciente pánico, la chica siguió luchando contra las quince criaturas. Al dar un puñetazo a uno de ellos, otros cuatro sujetaron su mano. Al intentar golpearlos con su mano libre, otros tres se agarraron a su muñeca y la empezaron a envolver con cinta adhesiva.

Amy se dio cuenta de su error demasiado tarde. Al intentar golpear su mano libre a los gremlins que sujetaban su muñeca, había colocado ambas manos lo suficientemente cerca como para que los otros tres gremlins pudieran sujetarle ambas manos con cinta adhesiva. A la desesperada, intentó cortar la cinta con una pequeña cuchilla escondida en sus guantes, pero los gremlins, advirtiendo su movimiento, no cesaron de envolver las manos de la ninja con tiras y tiras de cinta.

Impotente, Shadow Angel contempló como sus manos quedaban enterradas bajo una enorme bola de cinta adhesiva, impidiendo cualquier tipo de movimiento. Su diminuta cuchilla nunca podría cortar a través de una capa tan gruesa.

Fue entonces cuando se dio cuenta que la lucha estaba perdida y que únicamente le quedaba una opción. Amy se puso en pie como pudo, dispuesta a salir huyendo de la tienda. Con sus cordones atados únicamente podía dar pequeños saltos, pero aún así, parecía que dejaba atrás a los gremlins. La chica sólo tenía una cosa en mente, llegar a la puerta de la tienda y escapar. No se dio cuenta que varios de ellos, saltando ágilmente de estantería en estantería, le estaban dando alcance.

Ya casi había llegado a la puerta, su única salvación para salir indemne, cuando cuatro gremlins saltaron encima suyo desde una estantería. Ella no esperaba una acción así, por unos segundos perdió el equilibrio. Segundos que dieron tiempo a los demás para echarse encima de ella y derribarla contra el suelo.

Mientras los gremlins le quitaban sus botas y ataban sus piernas con cintas de colores, la ninja intentó gritar llamando auxilio. Aunque sabía que la probabilidad que alguien acudiera en su ayuda era remota, no tenía otra salida. Los gremlins estallaron en risas al escuchar los gritos de auxilio de la ninja, parecían divertirse con la desesperación de la chica.

Amy hizo todo lo posible para intentar liberarse de sus ataduras, pero todo era en vano. Impotente, vio como las quince criaturas la arrastraban por las piernas hasta el final de la tienda, alejándola de la puerta y de su anhelada salida. “Maldición, casi lo había conseguido” pensó resignada mientras intentaba resistirse a ser arrastrada como un fardo. Las constantes risas de los gremlins no anunciaban nada bueno para ella.

Shadow Angel contemplo aterrorizada como dos gremlins con sus dientes empezaban a morder su ropa y a hacer trizas el resistente tejido anticorte de su uniforme, desnudándola poco a poco mientras los otros la devoraban con la mirada. Amy intentó sacudírselos de encima, mientras pateaba a los otros para impedir que se acercaran. Aquello únicamente los divirtió aún más.

Con miedo en el rostro contempló como uno de ellos le arrebataba su máscara y la hacía trizas delante suyo. “Al menos estos no van a ir por el mundo revelando mi identidad” pensó la heroína como magro consuelo. Los gremlins parecían divertirse a lo grande. Apareció uno con una espada de juguete y en un idioma incomprensible se dirigió a sus otros compañeros.

Los gremlins estallaron en risas, obligando a su cautiva a ponerse a gatas ante ellos, con sus manos y pies firmemente sujetos y sin poder defenderse, Amy no tuvo otra opción que contentar aquellas criaturas.

Amy se asustó al ver a uno acercándose a ella con unas tijeras, pero se relajó al ver que solo las utilizaba para cortar sus prendas de ropa interior, dejándola completamente desnuda ante los quince gremlins.

Uno de ellos trajo una cuerda de saltar y la colocó entre los dientes de Amy. Acto seguido saltó sobre la espalda de la heroína y empezó a tirar de la cuerda como si de unas riendas se tratara. Otro de ellos con la espada de juguete empezó a golpearle el trasero mientras gritaba en un idioma incomprensible.

Amy tardó unos segundos en comprender lo que querían y empezó a moverse. Sus ataduras únicamente le permitían gatear lentamente, casi arrastrándose. La heroína se sintió patética, aquellas criaturas la estaban utilizando como si montaran un poni, y parecían divertirse con ello. Turnándose fueron montando encima de la cada vez más asustada y agotada ninja y con risas triunfales fueron paseándola por toda la tienda.

Al acercarse de nuevo a la puerta, Shadow Angel intentó de nuevo escapar hacia la calle. Pero el gremlin que tenía encima tiró de la cuerda, como si intentara frenar un caballo desbocado. El otro empezó a golpearla en el culo con la espada de juguete. La fuerza empezó a abandonar el cuerpo de la ninja, la cuerda en su boca empezaba a hacerle daño, así que nuevamente vio frustrado su segundo intento de escapar.

Entre gemidos indicó a los gremlins que tenía encima que parasen, que no iba a escaparse, pero no parecían entenderla. Únicamente cesaron cuando vieron que su cautiva gateaba de nuevo hacia el interior de la tienda. Como castigo por el intento de fuga, uno de esos bichos acudió con un palo de caramelo y antes que la ninja pudiera reaccionar se lo metió en el culo. Aquello hizo que el resto estallara en risas. La ninja al notar el caramelo penetrando en su culo no pudo más y en un arrebato de furia, con sus últimas fuerzas, intentó zafarse de los gremlins que tenía encima.

Aquella reacción divirtió aún más a los gremlins. La enfurecida ninja intentó levantarse y sacudirlos de encima. Mientras la heroína se levantaba un gremlin saltó y se agarró a sus pezones. El dolor en sus pechos hizo que Amy volviera a cuatro patas entre sollozos.

  • Por favor… parad ya… dejadme en paz… ya os habéis divertido suficiente...- Imploró la derrotada heroína ante unos sonrientes gremlins. Sonrisa que indicaba cualquier cosa menos compasión.

Un gremlin volvió a saltar sobre su espalda y con una pala de ping-pong empezó a azotarle el trasero. Amy sentía su culo enrojecido y dolorido, pero su tormento estaba lejos de cesar. Otros gremlins empezaron a subirse encima de la heroína y a saltar sobre ella. La ninja, cansada por el esfuerzo de la lucha, intentó suplicarles que pararan, que les seguiría el juego. Pero instantes después se derrumbó sobre el suelo totalmente agotada.

Al ver a la chica tumbada en el suelo varios varios gremlins acudieron con rotuladores de colores y empezaron a dibujar distintas formas y siluetas por su desnudo cuerpo como si de una pizarra se tratara. El contacto de la fina punta de los rotuladores produjo pequeñas cosquillas en el cuerpo de Amy, que no pudo reprimir una risita. Los gremlins sonrieron al darse cuenta de ello y ver como se erizaba la piel de su cautiva ante el tacto de los rotuladores y empezaron a cosquillearla.

Por mucho que lo intentó, Amy no pudo reprimir sus carcajadas al sentirse cosquilleada por treinta pequeñas pero hábiles manos. Los gremlins palpaban cada rincón de su cuerpo, buscando los puntos que más cosquilleo producía a la chica, sonriendo cada vez que daban con un punto sensible. La base del cuello, las axilas, las caderas, los muslos, las plantas de sus pies, la espalda… Amy nunca había sentido un cosquilleo similar recorriendo todo su cuerpo, incapaz de contener la risa, poco a poco notó como aquella situación incluso la excitaba ligeramente. Era la primera vez que notaba que con el cosquilleo se estimulaba sexualmente, así que dejó que aquellos bichos jugaran a placer con su cuerpo.

Al cabo de un rato, parecieron aburrirse al ver que su cautiva no se resistía. Por un momento Amy tuvo la esperanza de que la dejarían en paz. Pero uno de ellos notó la humedad de su vagina e inmediatamente tuvo una idea. La cogió del pelo y empezó a tirar de él.

El tirón en el pelo sorprendió a Shadow Angel, que soltó un chillido. La mirada del resto de gremlins no dejaba lugar a dudas, querían que les siguiese el juego, así que decidió ponerse otra vez a gatas para deleite de los gremlins. Tirándola del pelo y con tres gremlins subidos a su espalda, llevaron a la heroína hasta una banqueta. Un gremlin acudió con tiras del uniforme de la ninja.

Amy no entendía que querían hacerle, pero al ver una de aquellas criaturas con un cúter se asustó. Entre todos le sujetaron fuertemente los brazos mientras el gremlin cortaba cuidadosamente la cinta aislante que inmovilizaba sus manos. Al ver que aún conservaba los guantes, se los arrancó con una carcajada. Al notar sus manos libres, Amy intentó con sus últimas fuerzas zafarse de aquellas odiosas criaturas, pero eran demasiados y no le quedaban fuerzas para vencerlos.

Sujetándola por los brazos, la arrastraron, boca abajo, encima de la banqueta. Shadow Angel contempló impotente como usaban los restos de su uniforme para atar sus muñecas a las patas de la banqueta. Por mucho que lo intentó, no pudo liberarse. Los gremlins repitieron la operación con los pies de su cautiva. Al cabo de unos instantes, la heroína estaba fuertemente atada a las cuatro patas de aquella banqueta.

Indefensa, la ninja meditó sobre qué había hecho mal. Con anterioridad se había enfrentado a grupos numerosos de maleantes y había salido vencedora. Shadow Angel había cometido un grave error. Se había dejado llevar por una falsa sensación de seguridad ante el pequeño tamaño de los gremlins y ahora lo estaba pagando caro. Aquellas criaturas, pese a su diminuta estatura eran de todo menos débiles, poseían una resistencia fuera de lo común y una fuerza y agilidad nada acordes con su tamaño.

Seguramente, si hubieran sido menos, los habría vencido. Hasta con diez gremlins tal vez hubiera salido vencedora. Pero quince gremlins habían resultado ser un hueso demasiado duro de roer para Shadow Angel.

Amy, totalmente desnuda y fuertemente atada, se sentía como un pavo de Navidad. Y así la veían también los gremlins, que no dejaban de contemplarla con una sonrisa burlona en el rostro mientras cuchicheaban entre ellos. La chica los escuchaba reír detrás suyo, con lágrimas en los ojos imploraba que que la dejaran así, que fueran a divertirse a otro sitio, que la dejaran en paz. Pero la diversión de los gremlins no había hecho sino empezar.

Se dividieron en tres grupos de cinco. Dos de ellos se situaron detrás de la ninja. Amy giró la cabeza para intentar ver lo que pretendían hacer. Con sus manos no cesaba de luchar contra sus ataduras, pero la tela de su uniforme era demasiado resistente para ella y las pequeñas manos de aquellas criaturas habían hecho unos nudos realmente buenos.

Con la cabeza girada, concentrándose en los que tenía detrás, no había advertido que de los cinco gremlins que tenía delante, uno se había quitado el taparrabos, y completamente desnudo, se había acercado a ella. Demasiado cerca se su cabeza.

Amy sólo reaccionó cuando el gremlin le tiró del pelo. Con un gesto de sorpresa en el rostro se encontró con el desnudo gremlin que introdujo en su boca un pene desproporcionadamente grande para su tamaño corporal.

La ninja intentó todo lo posible para quitarse aquél endurecido y verde miembro de su boca, intentó morderlo, pero ello en lugar de dolor, el gesto hizo estallar en carcajadas a la criatura mientras movía su pene dentro de su boca con más vigor.

Algo sorprendió a Amy. Contra todo pronóstico, el tacto del pene de la criatura en su boca, no la asqueaba. Tenía un tacto y un sabor que no le resultaba desagradable. Pero otro asunto desvió la atención de la ninja.

Un gremlin había introducido su pene dentro de su vagina. Su temor se incrementó cuando notó que le retiraban el caramelo de su trasero, y de alguna manera otra criatura fue introduciendo en él algo más grueso y caliente.

Futilmente la ninja intentó resistirse, pero estaba completamente indefensa y a merced de aquellas malditas criaturas. Sus forcejeos no hacían sin divertir al resto, que contemplaban como tres de sus compañeros penetraban a la vez a su bonita prisionera.

Amy, pese a no ser la primera vez que era penetrada por sus tres orificios a la vez, nunca había sentido nada igual. Se sorprendió al notar que, pasados los primeros minutos de miedo, la sensación no era del todo desagradable para ella. En lugar de dolerle, el contacto de los endurecidos penes de los gremlins relajaba sus músculos, y poco a poco, la iban encendiendo de placer.

Ella, pese que ya venía excitada por las cosquillas, no terminaba de entender como la penetración simultánea de tres asquerosas criaturas le podía producir tanto placer. Pero así se sentía, cada vez más relajada y cada vez sucumbiendo al placer que le causaban las embestidas de aquellas criaturas.

El primero en eyacular fue el que tenía su miembro metido en su boca. Inundando la garganta de la chica de un espeso líquido que no la asqueaba. Aquél fluido tenía un sabor dulzón, casi agradable.

Segundos después, los otros dos eyacularon abundantemente en el trasero y la vagina de la chica, llenándola de su cálido fluido. El resto de gremlins aplaudieron al unisono a sus compañeros

Amy se dispuso a escupir el semen que tenía en la boca, pero casi no tuvo tiempo de hacerlo. Otros tres ocuparon el lugar de los primeros y sin que la chica pudiera hacer nada para impedirlo, volvían a penetrarla simultáneamente.

Ante esa segunda embestida, la ninja adoptó una actitud diferente, ya no forcejeaba ni intentaba liberarse. No sólo porque su resistencia era inútil sino porque empezaba a disfrutar con ello. Por alguna extraña razón, cada vez se sentía más excitada y más placer le producían aquellas malditas criaturas. Esta vez los tres eyacularon a la vez dentro de la chica.

Amy ya sabía a que atenerse, otro grupo de tres, relevó al segundo grupo, volviendo a llenarla con sus fluidos.

Amy no entendía como su cuerpo podía absorber tal cantidad de aquél maldito fluido que no hacía más que estimularla y estimularla. Ya había llegado a varios orgasmos, pero su excitación no cesaba.

Ya no le importaba tragar el semen que inundaba su boca, y aquél fluido se iba deslizando fácilmente por su garganta. La sensación para ella no era muy diferente a la de tragar taza tras taza de espeso y dulce chocolate caliente.

Cuando los quince gremlins terminaron de correrse dentro de su prisionera, se detuvieron unos instantes a contemplar a la chica. Sus tres orificios chorreaban un oscuro fluido, que resbalaba por su piel. Amy se sentía agotada, sin fuerzas, pero rebosante de placer, jadeando fue recuperando el aire perdido por los múltiplos clímax que había alcanzado con esas criaturas. Su mente no podía pensar en otra cosa que en el intenso placer que sentía.

La ninja no opuso resistencia ni intentó luchar cuando los gremlins la desataron y la tumbaron sobre el frío suelo de la tienda. No cesaban de murmurar entre ellos. Amy suspiró aliviada al sentirse libre de sus ataduras, pero los gremlins estaban lejos de haber terminado.

Aprovechando que la heroína estaba tumbada boca arriba, uno de ellos se sentó en su barriga y acercó su endurecido miembro a los pechos de la chica. Amy contempló impotente como aquella criatura cogía sus pechos con sus pequeñas pero fuertes manos y con ellos empezó a masajear el endurecido pene que había situado en su escote. Intentó quitárselo de encima con sus manos pero inmediatamente varios gremlins la sujetaron firmemente. Otros dos, al ver como se divertía su compañero, decidieron sumarse a la fiesta. Amy volvió a notar como volvía a tener un gremlin entre sus muslos, penetrándola poco a poco. Intentó quejarse pero al abrir la boca, otro de ellos le introdujo su miembro en ella. El éxtasis volvió a apoderarse de Shadow Angel.

Pasadas unas horas, todos los gremlins habían vuelto a gozar de la heroína. Amy estaba en el suelo, exhausta, con las piernas abiertas y los brazos estirados a los lados. Sus pechos y su barriga estaban cubiertos de aquél semen oscuro y espeso, que la inundaba y a la vez la embriagaba de placer.

Amy contempló a los gremlins, esta vez parecían satisfechos, por fin su pesadilla había terminado. La chica intentó limpiar su cuerpo de aquella viscosa sustancia, frotándose con sus manos, pero al cabo de unos instantes se sorprendió masturbándose. Su agotado cuerpo aún le pedía más.

Concentrada en su placer, no se dio cuenta que diez de los gremlins habían desaparecido durante unos minutos, y que ahora volvían, sonriendo, cargando diversos objetos, ante las risas de sus otros compañeros. Amy alcanzó su orgasmo y, exhausta, se derrumbó inconsciente entre los quince sonrientes gremlins.

Horas después, a primera hora de la mañana siguiente

Cada Navidad era igual, la ciudad amanecía llena de destrozos causados por aquellas extrañas y molestas criaturas que nadie sabía de dónde procedían y que con las primeras luces del alba desaparecían como si se las hubiera tragado la tierra.

El dueño abrió preocupado la puerta de su tienda de juguetes. Como cada año, preocupado por ver qué destrozos habrán causado en su establecimiento. Por muchas persianas metálicas y muchos refuerzos que pusiera la puerta, aquellas malditas criaturas siempre encontraban un hueco por donde entrar.

A primera vista, no había nada demasiado fuera de lo común, algunos juguetes caídos de sus estantes, cajas abiertas, pero no parecía que los gremlins se hubieran ensañado demasiado con su negocio.

Mientras iba reponiendo los productos caídos, comprobando si había alguno roto, un ruido desde el fondo de la tienda captó su atención. Era un ruido amortiguado, como si algún pequeño animal hubiera quedado atrapado. Entre preocupado y curioso, se dirigió poco a poco al lugar de dónde procedían los ruidos. Casi cae al suelo de la sorpresa.

Al fondo de la tienda, había la chica más bonita que había visto nunca. Estaba completamente desnuda, atada a una columna con varias luces de colores parpadeantes, cintas de colores y jirones de oscura ropa. Cuando vio al dueño, intentó decir algo pero de su boca tan solo salieron débiles gemidos. Una bola dorada en su boca la impedía hablar. Con una mezcla de sorpresa y excitación, el hombre contempló a la chica, que parecía envuelta como si de un regalo de Navidad se tratara. Un lacito rojo cubría su pubis. Sujetado mediante pinzas en sus pezones había un pequeño cartel que rezaba “MERRY CHRISTMAS”.

La chica luchaba inútilmente para liberarse de sus ataduras. El hombre estuvo varios minutos, que parecieron horas, contemplándola completamente embobado. Aquella hermosa visión era la experiencia más excitante que había tenido nunca. En la fina piel de la chica había dibujados con colorines diversos copos de nieve, estrellitas y otros motivos navideños, formando bonitas cenefas.

Liberarla fue un acto totalmente placentero, se sentía como abriendo un regalo de Santa Claus. Desconectó las luces de colores y poco a poco retiró los cables de su hermoso cuerpo. Con unas tijeras fue cortando con delicadeza las cintas que la mantenían sujeta a la columna, dejando únicamente unas tiras de ropa que la mantenían atada por las muñecas y los tobillos. Con suavidad, retiró las pinzas de sus pezones, dejando caer al suelo el cartel plateado. Se detuvo unos instantes, a contemplar sus endurecidos y hermosos pezones. En cada uno de ellos había una bonita estrella dibujada, las pinzas habían dejado marca en ellos así que masajeó aquellos suaves y cálidos pechos. Los gemidos de la chica a través de la bola no parecían indicar que aquello le fuera desagradable, es más, el tendero notaba como la chica en la medida que lo permitían sus ataduras, acercaba su pubis a su entrepierna, buscando el roce.

Con una mirada de deleite, deshizo en lacito, revelando un pubis fino y depilado marcado por un diminuto tatuaje. Su regalo estaba casi desenvuelto.

Notando la excitación en su entrepierna, el hombre empezó a recorrer con sus manos la suave piel de la chica. Era plenamente consciente que tan pronto como la liberara de sus ataduras, ella se iría, así que quería aprovechar al máximo su buena suerte. Sorprendido, notó como la chica no intentaba luchar contra sus caricias, al contrario, movía su cuerpo como si le pidiera más. Hilos de saliva, descendían por su boca silenciada por la bola.

El hombre decidió quitarle la bola, le preocupaba que la estuviera asfixiando, aunque era plenamente consciente que cuando lo hiciera la chica pediría ayuda y se acabaría su diversión.

Una cascada de saliva salió de la boca de la chica cuando la liberó de la bola que la amordazaba. Deslizándose por sus hermosos pechos.

  • De… Desáteme… po… por favor.- Balbuceó la chica sin llegar a gritar.

El dueño se agachó para quitarle las ataduras de sus lindos y suaves pies. Y finalmente, recorriendo con sus ojos toda la silueta de la chica hasta su cintura, contemplando un colorido copo de nieve dibujado en su ombligo. Al cabo de unos instantes procedió a desatar sus muñecas.

Justo cuando la chica se vio libre, el hombre tuvo su regalo de Navidad. Sin darle tiempo a preguntarle como estaba, ni qué le había pasado, la chica como una fiera hambrienta se abalanzó sobre él.

Con sus caderas lo sujetó contra la pared mientras sus carnosos labios recorrían su rostro, buscando su lengua hasta encontrarla. Las hábiles manos de la chica le desabrocharon la camisa y los pantalones. El hombre no pudo reprimir un intenso gemido cuando la chica le bajó su ropa interior y acercó su boca a su endurecido pene.

El contacto de la boca ensalivada de la chica con su miembro casi hace estallar al tendero de placer. Aquello era mucho más de lo que nunca había gozado. Cuando tuvo su miembro bien humedecido, la chica lo cogió por los hombros y lo obligó a tumbarse en el suelo de la tienda. Cuando estuvo en el suelo vio como poco a poco la chica iba acercando su húmeda vagina hacia su endurecido pene.

Otro gemido salió de su boca cuando notó su miembro dentro de la cálida y suave vagina de la chica. Recostando su cuerpo contra el suyo, la chica empezó a mover sus caderas, primero con suavidad y poco a poco incrementando la intensidad. Sentir los gemidos de la chica cerca de su oreja excitó en sobremanera al tendero, que no pudo evitar correrse dentro de la chica sin cesar de gemir.

Amy estaba lejos de haber terminado con el tendero. Su cuerpo aún no había alcanzado el clímax, así que siguió moviendo sus caderas hasta volver a notar como dentro suyo, como el miembro se endurecía de nuevo. Los incesantes gemidos de placer de la chica, volvieron a excitar al hombre que empezó a gozar de nuevo.

Esta vez fueron ambos los que alcanzaron el clímax simultáneamente, entre jadeos y gemidos. El hombre quedó tumbado en el suelo, casi inconsciente, tratando de asimilar lo que había sucedido.

Al alcanzar el orgasmo, la mente de Amy volvió a trabajar. No terminaba de entender lo que le había sucedido, sólo que su cuerpo necesitaba ese orgasmo con urgencia. Rápidamente se dio cuenta de que no sólo estaba desnuda sino que además tenía su rostro al descubierto. Aquel tipo podría reconocerla. Inmediatamente, se levantó y buscó en la tienda cualquier cosa con la que cubrirse, decantándose por un disfraz de Santa Claus. La barba y el gorro le permitirían ocultar su rostro hasta llegar a un lugar seguro. Recogió del suelo su cinturón, su katana y los restos de su indumentaria, los metió en una bolsa y salió de allí.

Poco antes de que abrieran las tiendas, una silueta vestida de Santa Claus abandonó a toda velocidad la tienda de juguetes.

Dentro de la tienda, el hombre tardó en levantarse, su primer pensamiento al ponerse en pie fue que se había golpeado en la cabeza y que todo aquello había sido un sueño. Pero las luces, las cintas y una bola de navidad húmeda de saliva, le hicieron volver a la realidad. Definitivamente, había sido la mejor Navidad de su vida.

Confundido, el dueño se vio incapaz de recordar el rostro de aquella hermosa joven, en cambio recordaba a la perfección cada rincón de su hermoso cuerpo y el suave tacto de su piel. Si por casualidad volvía a cruzarse con ella, vestida, sería incapaz de reconocerla.

Una hora después

Amy llegó agotada y confundida a su apartamento y enseguida se metió en la ducha. El contacto del agua caliente, los chorros de hidromasaje, y su jabón perfumado la relajaron. Poco a poco fue recuperándose de la reciente experiencia. A sus pies, varios colores se mezclaban en el agua a medida que la tinta de los rotuladores abandonaba su piel. Estuvo aproximadamente una hora, bajo la cálida y reconfortante agua, meditando acerca de lo sucedido.

Una vez tuvo su cuerpo limpio y seco, y calmados sus nervios, otra sensación la preocupó. No entendía lo que le sucedía a su cuerpo. A duras penas habían transcurrido más de dos horas desde su encuentro con el dueño de la tienda pero su cuerpo le estaba pidiendo otro orgasmo. Notaba su vagina humedecida de nuevo. No le preocupaba un embarazo, ya que desde hacía unos meses tomaba precauciones. Lo que la inquietaba en sobremanera era esa excitación que sentía en su cuerpo y que no parecía disminuir. Casi involuntariamente se tumbó en la cama, dejando caer la toalla al suelo, completamente desnuda, empezó a masturbarse.

Amy aún no lo sabía, pero el semen de los gremlins, aunque no tenía capacidad para dejarla embarazada, era un potente afrodisíaco. Y su cuerpo había absorbido mucha, demasiada, de esa substancia. Aquello le acarrearía más de un problema las siguientes semanas.

CONTINUARA

PD: A veces quedarse en casa es la mejor opción. Deseo a todos mis lectores unas Felices Fiestas pese las actuales circunstancias.