Sexy, contenta y confiada (3)
Alicia va haciendo buenas migas, con el hermanito de su novio, con el papá de su novio y con el primo de su novio. Y le da mucho gusto a medida que se va compenetrando con la familia de Miguel. No pueden imaginarse cuanto gusto...
Sexy, contenta y confiada (3)
Por Bajos Instintos 4
Carlitos, el hermanito de mi novio Miguel.
Carlitos tiene doce años y es un chico de aspecto un poco rudo, pero en realidad es tímido. Por eso decidí ayudarlo un poco.
Me había dado cuenta de que yo le gustaba por el modo en que procuraba no mirarme cada vez que estaba en mi presencia.
Claro, debía ser un problema para él, evitar posar su mirada en mis pechitos, bueno algo más que "pechitos", o en mi cola, o en mis piernas tan a la vista cuando me siento y se me sube la faldita, que ya de por sí es breve. Pero creo que también le cuesta mirar mi carita, y no lo culpo, porque tengo una carita muy sexy.
Encontré la posibilidad de comenzar a ayudarlo en la fiesta familiar de fin de año. Como había baile y mucho bullicio, lo saqué a bailar. El chico aceptó, pero siempre sin mirarme, con gesto hosco. Pero ya sabría yo como sacarle el gesto hosco. Lo primero que hice fue apoyar mi muslo en el lugar del pantalón donde debía estar su tranca. Y no me equivoqué, yo nunca me equivoco en eso, su joven virilidad reaccionó a los roces de mi caliente muslo. Y pronto estaba frotando un pito duro y excitado. Mi novio estaba por otra parte, bromeando con sus amigos. Con mi mano atraje la cintura de Carlitos de modo que su polla estuviera más a merced de mis rozamientos. Y de paso le hice sentir toda la turgencia de mis pechos contra el suyo. El chico estaba envuelto en el perfume de mi cuerpo. Yo le hablaba con voz cálida y el tema era su iniciación con las chicas. Él me contestaba con monosílabos, pero yo comprendía su situación. Y se lo hice saber en forma no verbal, acentuando la presión de mi muslo contra su polla. Me di cuenta de que no me iba a durar mucho más. Sentía su respiración acelerarse a la altura de mis pechos, así que se los apreté casi rodeándole la cara y aumenté la presión de mi mano sobre su cintura. La fricción del baile hizo el resto. Los monosílabos se habían vuelto cada vez más roncos y entrecortados, y cuando con mi otra mano atraje su nuca, sumergiendo su cara en mi cuello en las cálidas y perfumadas inmediaciones de mi tetamen, eso fue demasiado para el pobre chico, y se quedó temblando entre mis brazos, mientras su polla comenzo a pulsar y pulsar. Eso me calentó un poco Pero bueno, mi objetivo era altruista: estaba ayudando a un niño, y no tenía importancia mi propio placer. Así que luego de que lo hice descargarse, continué bailando con él, que se dejó llevar blandamente. Pude sentir en la piel de mi muslo la pringosidad de su acabada, que había atravesado la tela del pantalón. Y se la seguí frotando con el muslo. Cuando terminamos el baile, el chico estaba nuevamente al palo. Pero yo hice como que no me daba cuenta.
Después me sacó a bailar el padre de Miguel, que anda por los cuarenta y cinco y por el modo en que apretó mi cintura contra su cuerpo, se veía que me tenía ganas. Yo hice como que no me daba cuenta. Lo que fue más difícil cuando me hizo sentir su dura polla contra mi intimidad. Intenté separarme un poco, pero la mano del hombre empujó mi cola hacia su miembro, acariciando uno de mis glúteos. Y comprendí que no iba a tener caso oponerme. Y tampoco muchas ganas, ya que el padre calzaba un pedazo aún mayor que el de mi novio. Así que me dije "relájate y goza", mientras su dura y caliente polla comenzaba a restregarse contra mi intimidad. Y mis manitas se crisparon contra su fuerte espalda. Y restregada tras restregada, su polla fue elevando la temperatura de mis intimidades hacia el punto de no retorno. Cuando con su otra mano, tomándome por la nuca, apretó mi rostro contra su pecho velludo, el olor de su piel y el roce de sus pelos me trastornaron, y mis manos comenzaron a acariciar su espalda. Ya no me importaba donde estaría su esposa ni mi novio, y permití que mi lengua tomara el sabor de esos pelos en el pecho. Eso lo sorprendió, pero sin duda muy gratamente, porque su mano acarició mi nuca y su otra mano guió mi cola para aumentar la restregada contra mi intimidad. Yo comencé a gemir. Y a eso siguieron los jadeos. A mis diecinueve añitos el contacto con su cuerpo viril fue demasiado y sus restregadas me pudieron y me derretí en sus brazos, sin que su dura polla hubiera soltado sus chorros. "El padre ha vengado al hijo" me dijo con una amplia sonrisa en su varonil rostro, que yo veía algo desenfocado. Y me dejó ir, media tarumba.
Para disimular mi turbación y tranquilizarme un poco, me fui hacia los fondos del jardín. Por suerte mi novio no me siguió. El que sí me siguió fue su primo Roberto, el que siempre festeja con los ojos mis redondeces. Al notar mi expresión algo desmayada, Roberto me tomó en sus brazos, recibiéndome con su gran cuerpazo. Me encontró en un momento de debilidad, sino no me habría abrazado a él, aunque en más de una ocasión no me habían faltado ganas, en verdad. Y con dulces palabras animadoras, me fue acariciando la nuca y la espalda. Muchas veces. Y del algún modo algo fue cambiando y mis manos inconscientemente comenzaron a acariciarle la espalda. Lo que todavía podía tomarse como un gesto fraternal de afecto. Pero cuando su polla se endureció, los sentimientos fraternales pronto fueron virando de color, en dirección al rojo. Y se ve que a él le estaba ocurriendo lo mismo. Y tomando mi cabeza, la fue bajando todo a lo largo de su corpachón, hasta dejarla frente a la parte de su pantalón que denotaba su erección. Y una es humana, después de todo- y mi boca se abrió para capturar su enorme prominencia. Y sin más se la comencé a chupar. Creo que la situación lo calentó mucho, pues pronto la cabezota pareció hincharse, comenzó a pulsar, y a través de la tela pude saborear su espesa emisión de semen. Totalmente perturbada por su sabor, chupé y chupé hasta dejarle el pantalón bien limpio. Y así, de rodillas frente al primo de mi novio, me corrí, abrazada a sus fuertes piernas.
Entonces Roberto, conmovido sin duda, sacó su polla completamente erecta y mirándome a los ojos me dijo "dame ese hermoso culo, prima" "Cola" le corregí mientras me ponía en posición y me bajaba la bombachita, "pero no le cuentes a Miguel, porque a él no lo dejo..." Y me callé porque el primo no estaba para perder tiempo, y lubricando su polla con los jugos de mi cuevita, me fue penetrando con mucha decisión. Allí estaba yo, en los fondos de la casa de mi novio, con las manos apoyadas contra la pared y mi deliciosa colita ofrecida, recibiendo los enterrones del que con suerte seria mi primo político. Digo "con suerte" porque dicen que casarse es una suerte, y porque yo quería volver a tener esa gruesa tranca dentro de mi cola tantas veces como se pudiera. Roberto me la movía con ganas, y yo se la apretaba con las nalgas, y todo a lo largo de mi caliente agujerito, que en esos momentos no podía llamarse con ese diminutivo. Así que otra vez con los jadeos y gemidos de placer que surgían de lo más hondo de mi ser, en todo el sentido de la palabra.
A cada enterrón sentía los pelos de la base de su tremenda virilidad, contra las suaves redondeces de mis glúteos. Al final, al sentir sus chorros y las pulsaciones contra las tiernas paredes de mi túnel, las piernas me empezaron a temblar y me corrí, con Roberto abrazado a mi cintura, ofreciéndole mi cola para su máxima penetración. Nos quedamos así como por cinco minutos, mientras su bolla iba perdiendo rigidez y nuestras reparaciones se normalizaban.
Después que me la sacó, me dio vuelta y me planto un cariñoso beso de lengua que no pude menos que devolver con agradecimiento apasionado. No son muchos los hombres que tienen ese gesto de ternura después de culeársela a una. Entre beso y beso, y mientras le acariciaba la tranca, nuevamente dura, le recordé a Roberto que no debía decirle nada a mi novio, porque nunca le había dejado que me hiciera la cola. "Ni tampoco le cuentes nada de lo demás" agregué mientras le pajeaba su hermosa tranca" "No te preocupes, primita, ese será nuestro secreto, ahora dame la conchita" y acostándome de espaldas con los muslos bien abiertos, se enterró en mi intimidad, haciéndomela sentir hasta la garganta. "Lo que pasa..." le expliqué mientras iba sucumbiendo ante el entusiasmo del muchacho "es que... Mi... guel... es muy ce... lo... so..." "Puedo comprenderlo" dijo Roberto dándole al serrucho en mis intimidades. "A... pu... rate... que a lo me jor vie... ne..." jadeé, tratando de hablarle a la cara, pero la mirada ya se me estaba poniendo turbia, y estaba acabando mientras la pollota iba escupiendo sus chorros de leche en las profundidades de mi íntima cuevita. Me quedé recibiéndolos tan abierta como hubiera estado si quisiera que me embarazaran. Me regó muy bien regada. Y finalmente me la sacó, la guardó en el pantalón y se volvió a la fiesta. Yo me subí las braguitas, pero me quedé tendida sobre el pasto, para reponerme. Y me quedé dormida.
Me despertó la voz de Miguel: "¿Dónde estabas? ¡Te estuve buscando por todas partes, y vos aquí, durmiendo!" "¡Te podría haber encontrado alguno de mis parientes y abusado de vos!"
"¡Qué ideas, Miguel! ¡No tenés que ser tan celoso!"
Y volví con él a la fiesta, contenta de estar integrándome a su familia. Ese día había dado tres pasos importantes. ¡Y apenas podía esperar a los que seguirían...!
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