Sexy, contenta y confiada (2)

Alicia sale a pasear con su novio, que es muy celoso, pero ella no hace caso a sus críticas, pues recuerda la sesión de fotocopias de su cola. Después van al cine, y Alicia simpatiza con el acomodador.

Sexy, contenta y confiada (2)

Por Bajos Instintos 4

Bajosinstintos4@yahoo.com.ar

El sábado fui a pasear con Miguel, mi novio. Fuimos a los bosques de Palermo para ver un poco de verde. Un día maravilloso, quizá un poco demasiado cálido. Por suerte me había puesto una faldita breve y liviana y mis lindos muslos se aireaban libremente. A Miguel no le gusta esto, porque los muchachos me miran mucho las piernas. Pero también me miran la cola y los pechitos. Lo que pasa es que Miguel es celoso. Pero yo no le hago caso. Aunque a veces pienso que tiene razón en celarme tanto. Él piensa que yo soy muy inocente y confiada. Pero si de veras soy así, que le voy a hacer.

"¿Cómo te fue con las fotocopias?" me preguntó Miguel, como al pasar. "Al final no las hice", le mentí. Y vinieron a mi cabeza imágenes de mi segunda visita al hombre de la librería. Las imágenes eran fuertes. La que más me impactó fue una fotocopia color de mi cola desnuda.

"¿Viste como te miraron esos muchachos?" me dijo Miguel en tono recriminatorio. Pero mi mente estaba en otro lado. El librero me había propuesto que me dejara sacar una fotocopia de mi cola y, un poco por la novedad del asunto, y otro poco por el modo en que me la miraba, me sentí halagada y acepté.

"¡Lo que pasa es que vestís de un modo demasiado provocativo!", siguió Miguel.

El librero me sentó sobre la fría superficie del vidrio de la fotocopiadora y le dio a la tecla. Recién pude ver el resultado en mi segunda ida a la librería. Una hermosa fotocopia de mi rotunda colita en colores. Estaba preciosa, aunque un poco cachonda para una fotocopia. La segunda fotocopia me la había sacado apretando mi cola un poco más contra el vidrio. Así que salió también mi pequeño agujerito. Era más cachonda que la otra.

"¡Y lo peor es que no te importa!" continuó Miguel, con tono de enojo.

Y la verdad es que no me importaba. Recordaba la placentera sensación de la barra de luz de la fotocopiadora lamiendo mi cola. Y cuando el hombre me pidió que me montara a caballo sobre la máquina, con los muslos abiertos le hice el gusto.

"¡Y mira que te lo he dicho!" "¡Tantas veces te lo he dicho!"

En la siguiente serie de fotocopias, se veía mi vagina Y como el hombre insistió en la toma, tuve que sentir la caliente lamida de la luz muchas veces. Y claro, me humedecí, y eso se notó en la fotocopia. Mientras me mostraba esa serie, el librero había comenzado a meterme mano en la cola.

"¿No se te ha ocurrido nunca que con esas ropas provocas a los hombres?" Siguió Miguel, cada vez más enojado.

La mano del hombre me acariciaba la cola en forma muy sensual, metiéndose entre mis glúteos. Y la verdad me estaba poniendo muy cachonda. La siguiente serie de fotos era de mis pechos, que me hizo aplastar contra la máquina. Claro que a esas alturas yo estaba desnuda, encerrada con el librero dentro del negocio cerrado. Fue una serie bastante larga, pues el hombre le daba y le daba a la tecla, mientras me apoyaba su bulto entre las nalgas. A la mitad de la serie el hombre había pelado su erguido instrumento, y pronto se abrió camino dentro de mi cuevita que a esas alturas estaba burbujeando.

Miguel se había encerrado en un mutismo hostil. Pero si esperaba que yo dijera algo iba a esperar en vano. Mi mente evocaba la viril mano del librero que se internaba entre mis glúteos mientras yo veía la tercera serie. Sus dedos llegaron hasta mi agujerito, y uno de ellos me lo penetró un poquito. Una ola de erotismo me invadió, comenzando por mi cola, muy halagada por la tierna caricia.

Así que cuando me quitó la braguita dejé mi cola a su disposición. El dedo en mi agujerito había llegado bastante adentro, y pronto lo siguió otro. La cosa me estaba calentando mucho, así que me dejé hacer, abriendo lo más que podía la cola. Cuando el hombre comenzó a hundirme su grueso miembro en mi intimidad trasera, lo único que pude hacer fue ofrecérsela. Y cuando la sentí completamente enterrada, me corrí sin remedio. Pero el librero apenas comenzaba, y estuvo barrenando mi tierno agujerito haciéndome sentir un deleite que nunca había experimentado con Miguel. Pero bueno, Miguel era mi novio, y no le podía permitir las mismas libertades que se habían tomado otros muchachos.

Mirándolo de reojo, vi que Miguel continuaba con su cara de enojado. Peor para él, pensé.

Bueno, que el hombre se dio –y me dio- el gran gusto con mi cola. Finalmente me obsequió su acabada, muy abundante debido a la inspiración que le produjo mi cola. Y mi cola agradecida.

Luego me agaché y metí su polla vencida dentro de mi boca.

"Miguelito, ¿por qué no vamos a ese cine? Le propuse en tono alegre, señalándole la entrada. Miguel seguía con expresión enfurruñada pero me dejó guiarlo. Y entramos.

Su polla tenía el sabor del semen pringoso en toda la superficie. Así que se la limpié con ganas. Cuando terminé, su polla estaba nuevamente enhiesta. Se acostó sobre el mostrador y me invitó a un sesenta y nueve. Y entonces comenzó con unos lambetones a mi cuevita que me hicieron prenderme con ganas a su guerrero indómito.

Dentro del cine estaban dando una película de Meg Ryan, una chica que a Miguel le gusta mucho, y que a mí me pone un poco celosa. Así que deslicé mi mano hacia su pinga y comencé a acariciársela, pera que no se concentrara demasiado en la película. La polla de Miguel reaccionó inmediatamente.

El recuerdo de la caliente situación vivida con el librero, le dio una inusitada sensualidad a mis caricias. Y pronto lo tenía a Miguel volando. La lengua del hombre, gruesa y caliente, me entraba muy adentro de la cuevita mientras su barbilla me frotaba el clítoris. Me sentí muy puta, está mal que lo diga, pero me sentí reputa, mientras el viejo ese me daba gusto en mi cuevita.

Y el recuerdo de esos momentos puso alas a mi mano y desabrochando la bragueta de Miguel, comencé a pajearlo directamente, haciéndolo entrar en éxtasis.

El hombre también me lamía el agujerito posterior. Y yo me prendí como loca a su valiente virilidad. Se la chupé y se la lamí con una pasión inusitada para con un hombre al que apenas veía por segunda vez. Pero ya la primera vez me había culeado, y bien culeada. Y no esa primera vez no era mi primera vez de dejarme coger por un casi desconocido. Es que yo, por las buenas trancas me pierdo. Especialmente si saben acariciarme.

La paja que le estaba haciendo a mi novio iba adquiriendo una velocidad frenética. Y la verdad es que mi otra mano estaba acariciando con el mismo frenesí mi intimidad. El olor a sexo de nuestros asientos se debía estar expandiendo por los alrededores. Por suerte el cine estaba bastante vació. Aunque el acomodador se sentó cerca nuestro para mirar. Pero Miguel ya no se daba cuenta de nada.

Tanto le chupé y chupé el enorme nabo al librero, que en medio de mis besos y succiones el hombre se corrió de nuevo, llenándome la boca de leche. Y en ese momento me corrí, pensando que Miguel acaso tuviera algo de razón en que no debía darle tanta confianza a los desconocidos.

Y el recuerdo de ese momento se tradujo en un movimiento de frenesí en mis ambas manos. Así que me corrí como loca, y por suerte Miguel también. De su polla comenzaron a brotar los chorros, y algunos llegaron hasta cuatro filas más adelante.

El acomodador nos miró admirado. También él había sacado su tranca afuera –hermosa tranca- pero no había podido acabar.

Cuando salimos del cine me colgué del brazo de Miguel, que andaba como entre nubes por la paja que acababa de hacerle. "¿Ves, mi vida, que no tenés que ser tan celoso?" Y antes de irme le di una amplia sonrisa al acomodador polludo, y para acomodarme bien la falda, primero la levanté hasta la cintura, obsequiándole con un excitante vista de mi soberbia colita. Y luego, mientras lo miraba con simpatía, me bajé la faldita.

El muchacho me había caído bien, y seguramente la próxima vez que fuera al cine iría solita, y nos haríamos amigos. Pero no se lo mencioné a Miguel, ya que él es bastante celoso.

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