Sexy, contenta y confiada (1)

Alicia va a la librería y el librero le propone dejarse sacar una fotocopia en colores de su culo. Alicia acepta, muy halagada, aunque prefiere que lo llamen "cola".

Sexy, contenta y confiada (1)

Por Bajos Instintos 4

Bajosinstintos4@yahoo.com.ar

El hombre de la casa de fotocopias me había estado mirando la cola con mucha insistencia, bueno la que mi cola merece, porque tengo una cola muy linda. Al final, se ve que no aguantó más, y me propuso: "¡quiero tener una fotocopia de ese culo!"

"Cola" le corregí, ya que me gusta el lenguaje delicado. Una cosa es que una tenga una colita alegre y respingona y otra cosa es que la llame con un lenguaje vulgar. "Pero no se..." agregué, pensando en mi novio que es tan celoso. "¿Voy a tener que levantarme la faldita?"

"¡Claro!" dijo el hombre, "¡Pero sólo la máquina le verá su cola por abajo!" Eso me tranquilizó, no me habría parecido bien que el hombre me viera la cola. Más que apenas nos conocíamos.

"¡Y le saco la fotocopia en colores!" agregó entusiasmado. Eso me terminó de convencer. Mi cola tiene hermosos colores y era una pena que se perdieran en la fotocopia.

"¡Entonces ya está!" dijo el librero y fue a cerrar la puerta del negocio. Yo me sentía un poco rara, encerrada con un hombre que me quería fotocopiar la cola, pero bastante halagada.

Y no tenía por qué contarle a mi novio, porque seguro que no le habría parecido bien, sobre todo por el aspecto inocultablemente viril del señor. Aunque la diferencia de edades hubiera debido tranquilizarlo. Yo tengo apenas diecinueve añitos y el librero debía tener cuarenta y uno o cuarenta y dos, es decir, un señor mayor.

Tomándome por la cintura el hombre me sentó sobre el vidrio de la fotocopiadora. "¡Está frío!" me quejé, tratando de distraerme de la impresión que me habían producido sus fuertes manos velludas, y la facilidad con que sus brazos levantaron mi cuerpito.

"Sáquese la bombachita" me indicó, lo que me pareció lógico. "Bueno, pero usted no mire", acepté, sacándome las braguitas con un par de movimientos. "Quédese tranquila, yo sólo voy a mirar las fotocopias." Eso no me molestó, porque no es lo mismo a que le vean a una la cola en vivo y en directo. Curiosamente, al sentir la fría superficie del vidrio contra la piel de mi cola, me humedecí un poquito. Por suerte el hombre no se daría cuenta, y mi novio jamás lo sabría.

El hombre apretó la tecla y sentí una luz caliente que iba barriendo la superficie de mi cola, como una caricia atrevida. Así que me humedecí un poco más.

"Salió bastante bien", dijo el hombre, examinando la fotocopia, "pero vamos a tener que repetir, apriete más el culo contra el vidrio" me pidio.

"Cola" le corregí, mientras procuraba aumentar el contacto de esta con la lustrosa superficie.

Otra barrida con la luz caliente, que esta vez sentí hasta en mi agujerito, produciéndome un escalofrío que erizó mis pezones.

"Pero no se ve bien" comentó el hombre. "Póngase a caballo sobre la máquina y abra bien los muslos" Le hice caso, ya que al fin de cuentas, el técnico es él. Esta nueva barrida me acarició también la entrada de la vagina con su luz caliente, y esta respondió con un poco más de humedad.

"Apoye el estómago contra el vidrio, así sale mejor la vagina" me indicó el hombre. Y cuando lo hice sentí el barrido de luz caliente acariciando mi cola primero, mi vagina después y mi clítoris finalmente. La verdad es que me estaba calentando.

El hombre insistió en esa toma y no pude dejar de ver que mientras la repetía se agarraba un gran bulto haciendo punta en el pantalón. Cinco veces repitió la operación, haciéndome sentir la lengua caliente de la luz acariciando mis intimidades. La última vez no pude reprimir un gemidito, ni tampoco evitar que mis humedades empañaran un poco el vidrio de la máquina. El hombre debe haberlo notado en la fotocopia, porque se seguía apretando el bulto.

"Ahora vamos a fotocopiar los pechitos" me indicó, mientras me ayudaba a bajar de la máquina. Lo hizo de tal modo que mi cuerpo se fue frotando con el suyo todo a lo largo, hasta hacerme sentir en mi intimidad su enorme bulto caliente. "Sáquese la blusita" dijo, ayudándome con los botones, lo que me pareció una gentileza de su parte, aunque sus manos se detuvieron un poco en cada uno de mis pechos, como sopesándolos. Seguramente a mi novio no le habría parecido bien, esto último. Pero no tendría por qué comentarle nada.

Me hizo inclinar hasta que todo mi tetamen estuvo en contacto con la superficie del vidrio, ya no tan fría. De modo que me quedé prácticamente desnuda, con la cola al aire, mientras el hombre se colocaba detrás de mí para ayudarme a mantener la presión con su manota sobre mi espalda desnuda. Y empezó a darle a la tecla, mientras yo sentía su enorme bulto presionando contra mis nalgas.

Después de diez intentos, sentí que el hombre había liberado su miembro del pantalón, y me lo estaba apoyando en la cola. Di un gran suspiro, pensando que a mi novio no le habría parecido bien ese suspiro, ni la situación toda.

Bueno, que a las veinte fotocopias ya me había levantado la cola con ambas manos, para poder acomodar su polla a la entrada de mi vagina. "Quédese bien quietita, así la fotocopia no sale movida", me indicó, mientras su polla entraba un primer tramo en mi muy húmeda cuevita. Yo, obediente, me quedé quieta, no fuera cosa que las fotocopias salieran mal. Así que pronto estuve completamente ensartada por el gordo miembro del librero, mientras mis glúteos acariciaban los ensortijados pelos de su base. Sin duda que a mi novio no le habría parecido bien el modo en que el librero hacía los avances y retrocesos de su gran tronco dentro de mi dilatada cuevita, pero era tan grande el entusiasmo que ponía el hombre, que mis ojos pronto se desenfocaron, porque yo bizqueo a veces, y después mi mirada se puso turbia, y los ojos se me elevaron al cielo, y me corrí en medio de temblores mientras el hombre continuaba con su serruchada. Pensé que mi novio quizá tuviera razón en las recomendaciones que me daba de que no fuera tan confiada, pero la serruchada continuaba y continuaba, así que dando nuevos gemidos y jadeos cada vez más fuertes hasta llegar a un gran alarido, me volví a correr bajo los enérgicos embates del técnico. Cuando me sacó su enhiesta virilidad quedé planchada con el torso sobre la fotocopiadora, lamentando que el baile hubiera terminado. Pero me equivocaba, el hombre no había eyaculado, y enfilando su nabo a la entrada de mi agujerito posterior, y ayudado por la abundante lubricación que mi cuevita le había brindado a su guerrero, poco a poco me fue abriendo el camino del oscuro conducto. No era la primera vez que me lo hacían, aunque con mi novio nunca, así que ya le había tomado el gustito. Mi colita se abrazó a su rudo visitante, y el hombre le dio unos enterrones tan ricos que con los ojos vueltos para arriba me corrí. Podía sentir toda la longitud y dureza de su gordo embajador, mientras el hombre me sostenía por las caderas, para darle mejores enviones. Así que con los ojos turbios, mientras recordaba las recomendaciones de mi novio, me volví a correr dos veces más, la última cuando sentí las explosiones de semen que estallaron en mis entrañas, cuando su visitante se enterró hasta el fondo, pulsando y pulsando.

Me quedé exhausta con su polla adentro, que poco a poco iba recuperando su tamaño normal. Y sentí que, aunque no había estado bien, me había gustado mucho, y que el librero no me parecía un mal hombre. Y que tenía su mérito al haberse sobrepuesto a las dificultades de su mayor edad, en las intimidades de mi diecinueve añitos.

Así que cuando me la sacó, y guió mi cabeza hacia su entrepierna, entendí que alguna gratitud le debía, y comencé a darle besitos y lamiditas a su oloroso miembro hasta que se le paró completamente, y ahí metí su glande en mi caliente boca, y lamí y lamí, y besé y chupé, succionando con agradecimiento, hasta que el hombre me obsequió con una inevitable descarga, que saboreé y tragué hasta la última gota que conseguí sacarle con mi apasionada succión.

Quedamos en que en un par de días debería pasar nuevamente, para ver como habían quedado las fotocopias. Antes de dejarme ir me estrechó contra sí, dándome un sabroso beso de lengua, tan largo y rico, que me dejó un poco turulata. Así que le pedí que no le contara nada a mi novio, le chupé un poco más su caliente lengua, le acaricié su gorda tranca un ratito y cuando sentí que estaba listo, me corrí para que su eyaculación no me manchara la faldita. Pero, eso sí, se la sostuve con mi manita caliente, durante todo el tiempo en que le estuvieron saliendo los chorros. No sé por qué pero me gusta mucho hacer eso, y siempre se lo hago a mi novio. Y no sólo a él. Pero es que me gusta ser amable con el hombre. Y también agarrar un buen miembro, especialmente cuando está echando leche.

Después lo llamé a mi novio al trabajo y arreglamos para la noche. Le conté que tenía que hacer algunas fotocopias y bromeó "¡Cuidado con el librero, eh!" "No te preocupes, es un señor mayor..." le dije entre risas. Después lo pensé y me di cuenta de que mi novio no sabría de que me reía, pero me pareció bien, por celoso.

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