Sexting II (7)

Segunda parte de "Un poco de Sexting"

7

Jorge se sobresaltó de repente. No sabía el tiempo que llevaba allí. Miró el reloj y asombrado comprobó que bastante más de una hora. Sus compañeros lo habían dejado en la esquina de siempre, pero fue incapaz de irse a casa. Estaba agotado tras una noche en vela y una jornada de trabajo continuado, pero lo peor era lo que le estaba reconcomiendo por dentro.

Anoche resultó todo muy fácil. Había pillado a su novia, así que adiós muy buenas, quédate con el tipo del calzoncillo y no quiero saber nada de ti. Pero Jorge sabia no iba a resultar tan simple. Sonia querría verlo y él no podría evitarlo. Tendría que enfrentarse a ella aunque solo fuera para decirle a la cara que lo suyo terminó. La conocía bien y sabía que si no lo hacía personalmente y de frente, ella no lo dejaría en paz. No es de las que aceptan indirectas ni se conforman. Hasta que no lo oyera de sus labios, su novia no lo aceptaría.

Y ¿Cómo se sentiría él cuando la viera? Cabreado seguro, pero…hasta hace un solo día la quería tanto que… ¿podría cortar sin más? ¿Y si ella le suplicaba perdón y prometía que nunca lo volvería a hacer? ¿Y si se daban un tiempo? Joder, era imposible, no paraba de dar vueltas a la cabeza, zarandeado por los sentimientos, como un barco a la deriva en medio de un tifón.

Ahora necesitaba un puerto seguro al que arribar, un refugio hasta que pasara la tempestad y luego…bueno ya vería lo que pasaba. Anoche su rompeolas había sido el silencio, el cortar la comunicación y no querer hablar con ella. Adiós y punto. Parecía sencillo y fácil, pero eso no duraría, tarde o temprano se tendría que enfrentar a su presencia. Pensaba que el nuevo día le traería algo de paz, pero seguía estando expuesto y maltratado por la tormenta y en esas condiciones no podía pensar en cual debía ser ahora su nueva ruta, a donde debía dirigir su vida. Así una y otra vez, dando vueltas sobre lo mismo ¿no era hora ya de irse a casa?

- Hola Jorge.

Levanto la cabeza casi con trabajo. Esa voz le resultaba muy familiar. Vaya, era Magda, la chica de la confitería. Su vecina del barrio y ex compañera de instituto.

- Hola Magda.

- Perdona, pero ¿te encuentras bien?

Era la primera persona hoy que le preguntaba sinceramente y no como forma de reprocharle que se encontraba totalmente ido. Tocaba dar una excusa y retirada, pero sin saber cómo, su subconsciente habló por él.

- No, no me encuentro nada bien. Estoy aquí alelado y sin saber para dónde ir.

- No hace faltas que lo jures, no hay más que verte. Esta mañana ya te lo noté cuando no te llevaste el pan. Y ahora te veo aquí sentado. Pareces un perrito abandonado en una gasolinera…

Por primera vez en el día Jorge sonrió.

- Que observadora…

- Es que me fijo mucho… por mi trabajo, ya sabes…veo tanta gente.

- Bueno es que... He tenido un mal día.

  • Todos lo tenemos de vez en cuando. No te preocupes, se te pasará. Sea lo que sea, al final todo siempre pasa.

Magda puso la mano sobre el hombro de Jorge.  Por algún motivo, él se sintió reconfortado. No lo percibió como un contacto extraño.

-  Vete a casa a descasar Jorge, mañana te serviré yo el café. Y espero encontrarte más animado.

Cuando ella hizo ademán de retirarse, Jorge masculló entre dientes:

- Me ha engañado.

Magda no llegó a oírlo, sabía que había dicho algo pero no lo había podido entender.

- ¿Perdona?

Jorge se aclaró la garganta tragando un poco de saliva:

- Mi novia me ha engañado. Anoche. La llamé y estaba con otro...

- ¿Estás seguro?

  • Bastante.

- Pero...

  • No me equivoco, te lo puedo asegurar, Magda.

Magdalena se sentó junto a él. Muy próxima. Años después, los dos de nuevo sentados en un banco, pero en circunstancias bastante distintas.

- Lo siento, Jorge.

  • Más lo siento yo. ¿Sabes? Nunca lo hubiera imaginado. Todo estaba bien. No tenía motivo para...

No pudo continuar. Apenas se creía que estuviera hablando esto con su antigua compañera de instituto. Estuvieron unos segundos callados. Luego, Magda, puso la mano sobre su muslo y le habló muy bajito, como si también le estuviera haciendo una confidencia.

- Para estas cosas no hay que tener motivo. Solo querer hacerlo. No sabes lo que lo siento, Jorge, tú no te lo mereces...

  • Yo nunca hubiera... Joder... Yo nunca se lo hubiera hecho.

- Tú no tienes la misma condición: tú eres distinto, Jorge.

  • No sé, no… no me conoces

  • Te conozco muy bien, aunque tú no lo creas. Ya te he dicho qué observo mucho a las personas. Sé que tú no eres de los que engañan, lo sé bien...Y si ella si lo hace, es que no te merece.

Jorge no contestó, pero dejo que estas palabras calaran en su interior. Magdalena tenía razón. No hacía falta motivo. Y aunque lo hubiera ¿tenía derecho a hacer eso?

  • ¿Cómo lo supiste?

  • No tiene importancia, lo supe y ya está. Ella cometió un error y la pillé.

  • La pillaste con...

  • No, yo no estaba allí, pero sé que estaba con otra persona.

  • Y entonces ¿habéis roto?

  • No he querido hablar con Sonia, pero sí, se podría decir que hemos roto.

  • Si no has hablado con ella... Igual hay una explicación... Espera por lo menos a ver qué te cuenta ¿no?

  • No hay nada que explicar y no tengo que esperar a nadie. No quiero escuchar cuentos chinos ni excusas. Me ha hecho mucho daño ¿sabes?

Magda no supo que responder. Ella misma estaba sufriendo una mezcla de sentimientos. No soportaba ver a Jorge tan triste y roto pero, por otro lado, la mano que apoyaba en su muslo le transmitía un calor añorado. Estaba a punto de cortar con su novia y eso lo ponía de nuevo a su alcance. ¿Debía alegrarse o no?

Venga Magda, no te aceleres que ahora mismo el chico está hecho polvo. Paso a paso. Ya veremos qué es lo que sucede: tú ahora, simplemente, mantente cerca de él. Te lo ha contado a ti la primera. Posiblemente nadie más lo sabe. Ayúdale a sobrellevarlo y quizás más adelante tengas tu oportunidad…pensó ella.

- Jorge ¿te apetece tomar una copa? Quizá te venga bien. Vamos a tomarnos algo y me lo cuentas todo ¿vale?

Jorge la miró con sorpresa. Magdalena pensó por un momento que había dado un paso en falso.

- No, no, mejor me voy a casa. No me encuentro nada bien, necesito dormir un poco.

  • Sí claro, perdona, dijo Magdalena retirando la mano de su muslo.

Jorge se incorporó.

- Bueno adiós y... gracias por escucharme.

Magda respiro aliviada. No parecía enfadado.

- De nada Jorge. Verás cómo mañana te despiertas mejor. Solo tienes que descansar un poco y eso te ayudará a aclararte.

Él, forzó otro intento de sonrisa.

- Mañana me tomaré ese café.

  • Te estaré esperando.

Justo cuando se iba se volvió.

- Es curioso...

  • ¿Qué es curioso, Jorge?

  • Tú siempre has estado ahí ¿no?

  • ¿Te refieres en la cafetería? Sí claro, llevo dos años trabajando…

  • Me refería a... Pareció dudar un momento. Bueno, sí, eso, a la cafetería. Siempre atendiendo con una sonrisa y siempre pendiente de los demás.

- Es mi trabajo.

  • Hay muchas formas de hacer un trabajo.

Los dos se quedaron un momento mirándose fijamente a los ojos. Hasta que Jorge volvió a bajar la cabeza cansado.

- Hasta mañana.

  • Adiós, que descanses.

Jorge caminó hacia su casa. Por algún motivo, ahora tenía prisa por llegar. La conversación con Magdalena parecía haberle insuflado algo de energía. Le había hecho bien. No se había atrevido a decírselo, pero de repente cayó en la cuenta que desde hacía dos años que habían acabado el instituto, prácticamente la veía casi todos los días. Ella nunca dejaba de saludarle cuando se cruzaban por el barrio. Al primer día de ir a la confitería ya se había aprendido como le gustaba el café. Y también, qué tipo de pan se llevaba. Apenas había prestado atención, hasta ahora, pero lo cierto es que siempre lo recibía con una palabra agradable o con una sonrisa.

Sí, ella siempre había estado ahí. Y ahora aparecía en su peor momento para consolarlo y darle ánimos. Gran chica esta Magdalena, pensaba mientras enfilaba por su calle. La charla, aunque corta, le había hecho bien. Consiguió sacarlo por un momento del mundo de frustración en que ahora se encontraba envuelto. El contarle a alguien lo que le sucedía supuso liberar parte de la tensión y además, parecía tener algo similar a un plan, aunque este solo consistía en irse a casa a darse una ducha y tratar de dormir. Su horizonte actual era llegar a ese café por la mañana y que Magda lo viera un poco más recuperado… un poco aunque fuera. No podía ponerse objetivos más ambiciosos por el momento, pero ya era algo. Necesitaba un estímulo, cualquiera, para poder levantarse de la cama el día siguiente.

Llegaba a su portal y de repente, otra voz lo llamó por su nombre.

- Jorge, Jorge, espera…

No necesitó volverse, la hubiera reconocido entre otras mil. Siguió caminando…

- Jorge por dios, habla conmigo…

Sonia se interpuso en su camino, dispuesta a no dejarlo entrar.

- No hay nada que hablar, déjame pasar…

- Escúchame solo cinco minutos…

- ¿Me lo estas ordenando?

Sonia dejo caer los hombros y encorvó un poco la espalda. Su expresión tensa se relajó un instante, transmutándose en otra de ruego.

- Por favor, por favor…no podemos dejarlo así, he conducido muchos kilómetros y he venido directa a verte. Dame la oportunidad al menos de hablar.

Jorge resopló. Todos los pasitos que había dado para tratar de comenzar a enderezarse en los últimos minutos, parecían no haber servido para nada. De cabeza al problema otra vez. Comprendió que, como había sospechado, no iba a ser fácil quitársela de encima. Bien, pues los malos tragos, cuanto antes mejor.

- Venga, di lo que tengas que decir y acabemos de una vez con esto.

- Jorge, entiendo que estés enfadado, yo también lo estaría, pero aún estamos a tiempo de solucionarlo. Déjame decirte en primer lugar que admito mi error y que soy la tía más pringada del mundo. No sé cómo se me ocurrió dejar subir a ese tío a mi habitación…de verdad que ni yo misma me explico…

En ese momento la emoción y la tensión le ganaron terreno y un sollozo la interrumpió. Dos lágrimas le corrieron por las mejillas y tuvo que pasarse la manga por la cara, para secarlas y retirar los mocos que también acompañaron al acceso de llanto.

- No es lo que parece, de verdad…

- ¿Qué no es lo que parece, Sonia? ¿No me acabas de reconocer que había un tío en tu habitación? Mierda, ibas muy bien y ya la estas cagando…no me tomes por imbécil, eso ni se te ocurra…ya tengo bastante con ser cornudo.

- ¡No lo hicimos! ¡No llegamos a follar! ¿Lo entiendes? Tu llamada lo evitó. Estaba a punto de cometer el error de mi vida y gracias a Dios tú me cortaste el rollo. No lo voy a negar, estábamos en mi habitación y yo desnuda. Hubo algún beso y me metió mano pero…

- ¡Ahórrate los detalles! no quiero conocerlos.

- Entonces llegó tu llamada y yo me vine abajo, me di cuenta de la tontería que estaba a punto de hacer. Me separé de él y trate de ganar tiempo mientras chateaba contigo, pensando en que tenía que echarlo de allí. Estaba asustada, muy asustada, no quería que te enteraras. Si lo echaba directamente me podía formar un espectáculo. Debía hablar con él y convencerlo de que se fuera por las buenas. Todo fue un tremendo error por mi parte. No quería que te enteraras y sufrieras, solo quería arreglarlo y dar marcha atrás. Por eso tardé tanto en responderte.

Sonia dio un paso hacia él, tratando de tocarle la cara con una mano temblorosa e insegura.

- Jorge perdóname. No llegamos a acostarnos. Perdóname y te prometo que jamás volverá a pasar algo así. Te juro por Dios que he aprendido la lección.

- ¿No llegasteis a follar? ¿Ese es tu argumento?

Ella lo miraba implorante. Sí, esa era básicamente su única línea de defensa. Había barajado todas las posibilidades, incluida la de negar la mayor, pero era lista y sabía que su novio no se tragaría cualquier excusa. No le quedaba otra que admitir aquello que no podía negar, que había un chico en su habitación, y tratar de convencerlo de que eso no volvería a suceder. Si lograba que Jorge le diera un tiempo, se desviviría por lograr que confiara de nuevo en ella. Eso es, sería la novia más mimosa, complaciente y fiel del mundo. Dame la oportunidad, cariño, y no te arrepentirás…por favor…

Jorge meneó la cabeza, apesadumbrado y triste.

- Y ¿que cambia eso? Si no te hubiese hecho la llamada ¿te habrías acostado con él? ¿Es lo que tratas de decirme? ¿Que ha sido una cuestión de suerte? Para mí no hay diferencia entonces…

- Te quiero a ti…lo otro fue un error…esa es la diferencia . Los ojos de Sonia volvían a humedecerse. Percibía que aquello distaba mucho de arreglarse y ya solo se aferraba a la esperanza de que su novio no cerrara la puerta definitivamente. Jorge, ahora estas cabreado y lo entiendo, pero por favor, deja que todo se calme un poco antes de decidir nada. Te lo pido, dame una oportunidad y no te volveré a fallar.

- Sonia, con los cuernos no hay segundas oportunidades, una vez puestos, puestos se quedan…

- Pero yo no…

- ¡Ostia puta, estalló , no me vuelvas a decir que no llegó a metértela! Me da igual…estabais en pelotas en tu habitación. Vi sus calzoncillos en la cama. Y cuando me enviaste las fotos él estaba allí ¿verdad?

Sonia apartó la mirada. No podía negarlo. Le estaba cayendo un chaparrón y no había paraguas bajo el que guarecerse.

- Estabais desnudos. Y tú posando y sonriéndome. ¿Es suficiente para sentirme un cornudo? ¿Tú qué opinas? ¿Hacía falta consumar o era suficiente con ese “me metió mano” que me acabas de decir?

Sonia no sabía que responder. Estaba sobrepasada y la culpa era suya. No podía sentirse peor. Ahora, el llanto ya fue incontenible.

Jorge la rodeó y enfiló hacia su portal.

- Jorge… hipó ella entre sollozos en un último intento de provocar en él una reacción positiva.

- Ya has tenido tus cinco minutos, adiós.

Sonia se quedó sola en la acera. Era consciente que no disponía de ninguna carta más que jugar, salvo el volver a reclamar su perdón y confiar en que se le pasara el cabreo. Jorge no olvidaría, esas cosas nunca se olvidan. No podía pedirle eso. Él tenía razón, eran unos cuernos se mirase como se mirase, y una vez puestos, puestos se quedaban. Pero quizá una vez más tranquilo, pudiera aferrarse a la no consumación para mantenerlo a su lado. Tenía que ganar tiempo. No hacer nada que pudiera irritarlo más. Mostrarse abatida y destrozada…en fin, con eso no tendría ningún problema, realmente lo estaba.

Lo dejaría descansar y mañana trataría de contactar con él. Y pasado. Y cada día de esa semana. Que supiera que ella seguía ahí. Esperando su perdón.