Sexting ii (41) Epilogo

Segunda parte de "Un poco de Sexting"

41

6 meses después.

-¿Estás segura? repitió Vanessa echándose para atrás en su sillón y fijando la vista en las fotos que colgaban de la pared, justo enfrente de la mesa de su despacho.

- Estoy segura , repitió la voz al otro lado del móvil . Creo que hago lo correcto.

- Si tú lo dices...eres la mejor de mis diseñadoras, pero no puedo esperarte más, lo siento mucho, Sonia…

Vanessa centró su mirada en una de las fotos. Una imagen en la que ella y Sonia aparecían juntas en la inauguración, precisamente, de la tienda donde tenía el despacho, una de las primeras que abrió la cadena.

Apenas tres años y parecía qué había pasado todo un mundo.

- Lo sé, Vanesa, y te agradezco que me hayas guardado el puesto todo este tiempo. No estabas obligada...

  • Bueno, entonces ahora ¿qué vas a hacer? ¿Tienes algo a la vista?

- Algo hay, nada importante, pero suficiente para sobrevivir.

- ¿Aquí en Madrid?

  • No, solo estoy para arreglar unas historias: me voy en cuanto acabe... De hecho, me gustaría verte, pero tengo una cita que no puedo anular.

  • Pues entonces, a la próxima tenemos que tomarnos algo juntas y me cuentas

- Claro que sí, ahora ya sabes dónde vivo, así que tampoco estaría mal que tú me hicieras una visita.

  • Ya sabes cómo es esto, cielo, si no me pilla de paso es complicado sacar tiempo… quizá cuando coja vacaciones.

  • ¿Vacaciones? ¿Tú sabes qué es eso?

-Jajaja, algo me han contado, algún día tendré que probarlo…

- Oye, en serio, muchas gracias por todo Vanessa, tú siempre me has apoyado… estamos en contacto.

  • Si anda, cuídate.

Bueno, pensó Vanessa tras colgar, pues parece que es definitivo. Suspiró profundamente: la verdad es que sí, que siempre había apoyado a Sonia. No era solo que le cayera bien y que fuera una de las compañeras de los viejos tiempos, de cuándo empezaron a trabajar, cargadas con mochilas y con los tubos de plástico donde iban las maquetas y los diseños que habían dibujado para las tiendas. Prácticamente, Sonia era la única que quedaba de la guardia vieja. También ocurría que la chica tenía talento y Vanesa podía olerlo a kilómetros. Sabía que era su sucesora natural y que llegaría lejos. Cada vez que ella daba un pasito hacia arriba en la escalera hacia el éxito, Sonia la acompañaba un peldaño justo por detrás. Su apoyo y su escudera.

Le hubiera gustado que las cosas siguieran igual, pero en el tablero de la vida las fichas no se mueven como tú quieres. Nunca sabes lo que va a salir en el dado.

Bien, pues tocaba reorganizar.

- Raquel, dile a Víctor que se pase por mi despacho.

Mientras esperaba, meditó la decisión, aunque había poco que pensar. No tenía mucho margen de maniobra y además, ya le había dado las suficientes vueltas porque algo le decía que Sonia no iba a volver.

- ¿Me has llamado Vanessa?

  • Sí, entra un momento. A partir de mañana dejas de ser dependiente y pasas a diseño de tienda. Trabajarás con Paqui las primeras semanas hasta que te puedas hacer cargo tú solo.

A Víctor se le iluminó la cara y se le puso la misma sonrisa de un chimpancé descubriendo una pelota de playa en su jaula...

- ¡Gracias Vanessa! No te fallaré, ya verás como en unas semanas...

  • Sé que no me fallarás, porque si lo haces te despido... le cortó Vanessa irónica.

- Claro, claro... la sonrisa del chico se amplió tratando de seguir lo que suponía una broma de su jefa... oído cocina...

Vanessa lo miro de arriba abajo pensando si debía sacarlo de su error, o por el contrario no convenía espabilarlo demasiado para que no se acojonara y metiera la pata. Lo cierto es que no necesitaba un dependiente ni un reponedor. El único motivo de que lo hubiera mantenido todos estos meses, es porque ya formaba parte de la empresa y también como recambio, por si se producía la vacante más que previsible de Sonia. Si no era capaz de hacer su trabajo, estaba decidida a despedirlo o mandarlo de vuelta a Cuenca.

- Pues mañana empiezas... Y Vanesa volvió la vista a la pantalla de su portátil cómo dando por terminada la cuestión.

- Vale, una vez más muchas gracias.

Víctor se quedó de pie esperando no se sabía qué.

- ¿Todavía estás ahí?

- Buen ya me voy, contestó moviendo por fin su culo y saliendo de la oficina un poco atropelladamente, mientras Vanessa lo miraba por encima de las gafas y movía lentamente la cabeza de un lado a otro.

- Joder, qué cuadrilla tengo... resopló...

Apenas cruzó el pasillo, Raquel le salió al paso.

- ¿Qué pasa? ¿Para qué te ha llamado?

  • Me ha pasado a diseño y reformas. Por fin, ya era hora.

- ¡Ostras qué bien! Dijo Raquel mientras se abrazaba su cuello y le daba un beso. Te lo mereces. ¿Ves cómo te lo dije? Solo había que tener paciencia.

- Ya estaba harto de ser el chico de los recados...

  • A partir de ahora todo va a ir genial. Esta noche tenemos que celebrarlo , le comentó al oído Raquel mientras ponía aquella sonrisa que pretendía ser seductora, pero que era más una mueca boba que otra cosa.

- Claro, claro, esta noche en casa descorcharemos una botella.

  • Ay sí y ¿qué más?

- Tú ya sabes que más... Le dijo Víctor consiguiendo que ella se ruborizara... Un nuevo beso y vuelta a su puesto en recepción que Víctor aprovechó para darle una palmada en el trasero.

La observó mientras se alejaba sonriendo satisfecho: la verdad es que no estaba nada mal el plan para celebrar su ascenso. Por fin parecían encauzarse del todo las cosas. Llevaba ya tres meses viviendo en casa de Raquel, con lo cual se ahorraba el alquiler y el sueldo empezaba a lucirle un poco. Había tardado también bastante tiempo en hacerse perdonar la pillada en la oficina, aquella tarde que Sonia y Vanesa los sorprendieron. Pensó que ese sería su fin en la empresa y más, cuando lo trasladaron otra tienda durante unas semanas. La verdad es que allí sobraba y apenas tenía tareas.

Sin embargo, parece que no trascendió su aventura. Se ve qué Vanessa no había contado nada y Sonia, simplemente, había desaparecido. El trato era cortante y seco pero no mucho más de lo habitual. No parecía avanzar mucho profesionalmente, pero tampoco parecía que peligrara su trabajo. Raquel le recomendó esperar y tener un perfil bajo, sin dar mucho la nota hasta que la cosa se olvidara un poco. Entretanto, su relación se había consolidado hasta el punto que ella le ofreció que se fuera a vivir a su casa.

No es que estuviera enamorado, pero era una oportunidad de ahorrar y de garantizarse al menos un desahogo, y no solo en el sentido económico, sonrío para sí mismo: menudo descubrimiento la Raquelita, ahí con esa pinta de mojigata y de no enterarse de nada. Una vez que le dio a probar el sexo, la chica se vino arriba. Tan rápido que casi costaba creerlo. Ella le juraba que sus relaciones anteriores habían sido de todo menos morbosas. Y de repente allí estaban, follando en un despacho. Y resulta que a ella le gustaba el morbo de hacerlo en cualquier sitio, que le dieran fuerte y los jueguecitos de todo tipo que la ponían como una moto...

Recordó hacía apenas un par de noches, el numerito que montaron con unas esposas, una porra de goma y una mordaza para la boca. Le vino a la mente la imagen de Raquel esposada al cabecero de la cama, a cuatro patas, con las medias negras, el culo en pompa y las bragas de encaje blanco que hacía que destacara aún más su culo, rojo por los azotes. Recordó como se la folló pero sin quitárselas, solo rompiéndolas lo suficiente para que polla entrara sin molestias, y luego, bombeando a un ritmo endiablado mientras Raquel no paraba de gemir y de llenar de babas la mordaza, hasta el punto que pensó que igual se asfixiaba.

Menudo polvazo. La verdad es que esa chica era una caja de sorpresas. Sí, las cosas le iban bien: tenía piso gratis, buen sexo y lo acaban de ascender.

Se dirigió a la parte del mostrador, al fondo de la tienda y sin visión directa de la entrada dónde estaba la recepción. Lidia, la nueva dependienta, lo vio llegar sonriente y con un aspecto de autosuficiencia que apestaba a un kilómetro a la redonda.

- ¿Buenas noticias?

- Las mejores. Me acaban de ascender.

Ella lo miró con sus ojos color miel que destacaban en su carita redonda y morena. Una sonrisa se dibujó en su rostro mientras le ponía la mano en el hombro y le decía: ¡hombre, enhorabuena!

Esa mano se quedó más tiempo del debido apoyada, detalle que no le pasó desapercibido a Víctor.

La chica era muy distinta a Raquel. Morena, guapa y delgada… quizás demasiado delgada y menuda, pero lo compensaba con esa carita de ángel travieso que Víctor tenía cada vez más presente. Se le aparecía cada vez con más frecuencia, incluso en momentos inadecuados como la otra noche cuando estaba follando con Raquel. Cuando le estaba dando fuerte a cuatro, cerró un momento los ojos y a quien se imaginó esposada al cabecero fue a Lidia, con aquellos muslos largos y delgados, ofreciéndole un culito mucho más estrecho y firme y con la cabeza vuelta, mirándolo con esos ojos melosos...

- Que digo que enhorabuena, que esto habrá que celebrarlo ¿no? Decía la chica de nuevo, lanzándole una mirada provocativa, convenientemente disfrazada de inocencia.

No, no era nada de tonta la chavala. Todo lo hacía de forma natural, como sin querer, pero con cada uno de sus gestos dejaba un mensaje. No tenía la envergadura de Raquel, pero poseía una sensualidad, un morbo y un descaro bien disimulado en una apariencia de corderita recién llegada al rebaño.

La mirada se le fue al hombro, como si necesitara cerciorarse de la evidencia de que la mano continuaba allí posada. Sí, allí seguía, hasta que ella finalmente, cuando lo consideró conveniente, la retiró muy despacio.

- Pues sí me gustaría celebrarlo. ¿Te puedo invitar a algo una tarde de estas?

  • ¿Viene Raquel? Preguntó ella con un tono provocador. No le dijo que no, ni tampoco que le pareciera que su compromiso fuera un problema, simplemente expuso de forma clara y concisa el problema: ¿qué pasa con tu novia?

El mensaje estaba claro: organízate para que no te pillen y quedamos

- Bueno Lidia, ya sabes que Raquel está muy ocupada por las tardes, cuándo cierra va a clases nocturnas. Tendría que ser nosotros solos. Y tampoco es que ella se tenga que enterar, simplemente es tomarnos una copa…

  • Vale, si es así...tú me avisas que día…Contestó ella con una sonrisa, dándose la vuelta y dirigiéndose a una clienta que se acercaba con una prenda la mano.

Jorge esperaba sentado en la terraza, dándole vueltas a una taza de café. No estaba nervioso, pero si un poco inquieto ante la perspectiva de una cita de la que no sabía que esperar. Ojalá llegue a su hora … pensó deseoso de no prolongar más la incertidumbre.

Un Hola Jorge… sonó a sus espaldas. Se levantó mientras Sonia se situaba a su lado y lo saludaba con una sonrisa que él trató de descifrar. Parecía relajada, y también daba la impresión de estar contenta por verlo. No parecía venir en pie de guerra tal y como le había prometido cuando cerraron la cita.

Suficiente, pensó Jorge, así que se decidió a romper el hielo con un par de besos en la mejilla y un saludo de circunstancias, volviendo luego a interponer distancia, sentándose en su silla e invitando a Sonia a sentarse al otro lado de la mesa.

- Te veo bien …comentó Jorge, deseando que se mantuviera el buen clima entre los dos antes de entrar en materia, sea cual fuera esta, que aún no lo tenía claro.

- Sí, la verdad es que estas vacaciones me han ayudado mucho: tendrías que haberme visto cuando me fui de Madrid. Estaba hecha una mierda.

Aquello no sonó como un reproche, ni para ella ni para él, sino como la constatación de un hecho objetivo, cosa que agradeció Jorge.

- Y a ti ¿cómo te va? ¿Sigues con la camarera?

  • Magdalena.

  • Si, perdona, Magdalena… respondió ella conciliadora

- Sí, seguimos juntos.

  • Me alegro.

  • ¿Te alegras en serio? dijo él fingiendo cara de sorpresa.

- Si, Jorge, me alegro: si es lo que tú quieres y si estáis bien… ¿estáis bien?

  • Claro, estamos muy bien, contestó, aunque no pudo evitar un cierto deje de incomodidad en la respuesta que no le pasó desapercibido a Sonia. Bueno pues tú me dirás... contestó, intentando cambiar de tercio.

- Pues la verdad es que quería hablar contigo a solas. Creo que ya ha pasado suficiente tiempo para que podamos decirnos las cosas sin ponernos nerviosos. Estoy rehaciendo mi vida, parece que por fin levanto un poco de cabeza...

  • Me alegro por ti ¿vuelves a Madrid?

  • No, mi lugar ahora está en otro sitio. No me veo aquí trabajando, ni volviendo con mis amigas, ni a mi vida anterior...Donde estoy ahora me encuentro bien, por primera vez en los últimos meses. Pero hay algo que no me deja tranquila. Tenía que hablar contigo.

- Pues entonces, dime.

  • Quiero pedirte perdón Jorge.

  • Ya me has pedido perdón varias veces y creo que la última vez que hablamos te dije que te perdonaba, que no le dieras más vueltas al asunto…

- Sí y también me dijiste que te dejara en paz. A eso me refiero Jorge. No era sincera cuando te pedí perdón. Estaba más preocupada por mí que por ti. Quería recuperarte a toda costa, en parte porque de verdad te quería, pero también de forma egoísta, porque me sentía mal por lo que había hecho. Era mi forma de recuperar el equilibrio. Una forma equivocada y estúpida, ahora lo sé. No fui sincera contigo y por eso estoy hoy aquí, para decirte que me perdones, esta vez de verdad, no para sentirme yo mejor sino porque te debo esa disculpa. Quiero que sepas que he tenido mucho tiempo para reflexionar a cuenta del daño que te hice. Primero, engañándote con Víctor, aunque te dije la verdad cuando te comenté que no era algo premeditado, pero lo cierto es que cometí un error. Y luego cometí otro más gordo al no querer asumir las consecuencias. Quería que me perdonaras y estaba dispuesta a hacer cualquier cosa, pero no te puse a ti primero. Admito que fui egoísta y que lo único que hice fue empeorar las cosas.

Jorge la miro y asintió con la cabeza, como indicando que comprendía y aceptaba su disculpas.

- ¿Solo eso? ¿Es todo?

- Sí, es todo; quizás no sea mucho, pero para mí es importante que lo supieras. No espero que me perdones pero tenía que decírtelo. Esta vez, es de verdad, Jorge...

Sonia permaneció a la espera: ya había dicho todo lo que tenía que decir, así que permaneció callada aunque no sabía si habría respuesta.

Jorge volvió a asentir con la cabeza. Lentamente como si le costara trabajo. Era buena señal. Lo estaba procesando. Si lo hubiera resuelto fácilmente, quizás habría significado que era algo que quería quitarse de encima sin más. Pero parecía realmente preocupado, mientras digería las palabras que le acababa de dirigir su exnovia. Unos segundos después, llegó la respuesta. No lo hizo en forma de palabras, ni tampoco con un nuevo gesto de asentimiento. Jorge llevó la mano a su bolsillo y saco una memoria USB que puso encima de la mesa.

- Toma: es para ti.

Sonia lo miró extrañada:

- ¿De qué se trata?

- Son tus fotos…bueno, nuestras fotos. Todo lo que tenía tuyo y mío juntos. Justo cuando te fuiste, después de la última vez que discutimos... Bueno, Magda me pidió... En fin, pensamos que lo mejor era romper amarras con el pasado. Entiéndeme, entonces no quería saber nada de ti.

- Te comprendo, Jorge...

  • Así que decidimos borrarlas todas. Bueno ya sabes que es mi afición y tenía un montón de nosotros dos.

A Sonia no se le escapaba el plural con el que Jorge definía la toma de decisiones que había llevado hacer un borrado total de las imágenes de su relación. Que definiera a Magda como la inductora era algo innecesario, ella tenía la certeza de que había sido idea suya sin necesidad de que Jorge la señalara.

- Lo siento.

  • Yo también. Me da mucha pena porque pasamos muy buenos momentos ¿verdad? Pero tampoco os lo puedo reprochar. Yo hice muchas tonterías, no soy la más adecuada para echar nada en cara.

- Pero antes de borrarlas hice una copia. Están ahí en esa memoria.

Sonia miró el USB

- ¿Es para mí, entonces?

- Sí, es la única copia que hay y me gustaría que la guardarás tú. Puedes hacer con ella lo que quieras.

  • ¡Vaya! gracias Jorge, respondió Sonia un poco apurada cogiendo la memoria y sosteniéndola en la palma de la mano, como si se pudiera calcular el peso de los recuerdos…

- ¿Sabes? creo que aunque nos equivoquemos, es un error tratar de borrar nuestro pasado.

Ella confirmó con una ligera sonrisa.

- Yo pienso que no las has borrado porque tienes alma de reportero. Ya sé que a ti te gustaría ganarte la vida como fotoperiodista y un buen fotógrafo jamás destruye su obra, por mucho que sean imágenes que duelan.

- Esas, quizás las que menos... Murmuró casi más para sí mismo que para Sonia.

- Jorge, te lo agradezco, las voy a guardar y si algún día quieres recuperarlas no tienes más que pedírmelas.

Él asintió con alivio. Después de tanto tiempo y de todo el lío que se había montado casi se podría decir que estaban a gusto el uno con el otro. Que se había recuperado cierto clima de complicidad. Lo que dio pie a Sonia para hacer la siguiente pregunta.

- ¿Qué tal os va a Magda y a ti? de verdad te lo digo, espero que estéis bien…

Jorge resopló:

- Uffff. Hasta ahora bien, dentro de poco ya no sé...

  • Vaya ¿qué quieres decir? preguntó sorprendida.

- Bueno… a Jorge parecía costarle encontrar las palabras. Dudaba entre esquivar el asunto o soltarlo sin más. Mira, llegados a este punto, no era cuestión de ir con secretos: total, al final se iba a enterar... Magda está embarazada...

- Ostia tú ¿qué vas a ser padre? los ojos se abrieron como platos a Sonia, que no esperaba esa noticia.

- Si, la verdad es que yo tampoco me acabo de hacer a la idea, pero Magda ya está de varios meses.

- ¡Qué fuerte Jorge! me alegro por ti , añadió después, tomándole la mano y apretándosela. Qué rápido vais ¿no?

- Si te soy sincero no ha sido algo imprevisto, pero ya que ha sucedido, decidimos seguir adelante…

Sonia no tenía nada claro ese “ decidimos”, pero se abstuvo de decir nada. No quería criticar a Magda ni entrometerse. No estaba allí para eso. No quería empañar su disculpa con Jorge pareciendo que quería malmeter, el objetivo era pedir perdón, esta vez de verdad y si es posible, obtenerlo. Lo demás ya no era cosa suya, aunque sospechaba que su exnovio no caminaba por el sendero que él había elegido libremente.

- Pues chico, te va a cambiar la vida, pero creo que, en fin, es muy bonito tener un hijo. Si estáis seguros creo que puede haceros felices.

Sonia arrastro ese "si estáis seguros" sin maldad pero con toda la intención. Algo le decía que la decisión no había sido tan compartida. La reacción de incomodidad de Jorge, que rápidamente decidió cambiar de tema, pareció confirmar sus sospechas.

- Y a ti ¿cómo te va? ¿Tienes ya...? Jorge se detuvo, consciente de que la prisa por desviar la atención del tema que le incomodaba, le había hecho formular una pregunta quizás un tanto indiscreta.

- ¿Pareja? No te preocupes, puedes preguntarme lo que quieras... Sí, ya tengo pareja. De hecho, me ha ayudado bastante estos meses, creo que no hubiera podido superarlo sola. Me animó a hablar contigo y a tratar de cerrar de una vez este episodio. Creo que le debo que estemos hoy aquí... Y que, en fin, que haya podido disculparme. Esto es importante para mí, Jorge.

- Creo que es bueno para los dos... Así que dale las gracias de mi parte. Te lo digo en serio, me tenías preocupado...

  • A ti lo que te preocupaba es que volviera a aparecer en tu vida para hacerte la puñeta... rio Sonia...

- Pues mira, también. Las últimas veces te había visto muy descolocada y la verdad es que dabas un poco de miedo.  Bueno, yo no te tenía miedo, pero me preocupaba Magda: no sabía cuáles eran tus intenciones respecto a ella. Me ayudó bastante ¿sabes? y yo no quería que ella saliera perjudicada de todo esto.

  • ¿Qué pensabas? que le iba a dar una paliza o algo...

- Sonia, yo no sabía de qué eras capaz. También pensé que jamás me serías infiel y mira...

Sonia asintió sin poder responder. Tenía toda la maldita razón. Y no le quedaba más remedio que masticar la pulla y luego tragársela, eso formaba parte de su penitencia.

- Bien, tengo que irme...

  • Yo también Jorge... De nuevo gracias por hablar conmigo.

  • Reconozco que tenía mis dudas, no sabía con qué me iba a encontrar, pero ahora me alegro de haber venido.

  • ¿Un abrazo?

  • Pues claro…

Cuando los dos entraron en contacto y Jorge la sintió contra su pecho, trató de evaluar cuáles eran sus sentimientos. No experimentó nada especial. Quizás algo de morriña por aquel cuerpo que conocía tan bien y algo de nostalgia al sentir los pechos de Sonia clavándose en el suyo, pero poco más, concluyó satisfecho. Ni odio ni rencor, pero tampoco deseo o algo parecido a sentir de nuevo amor. No sabía si aquel momento llegaría, pero lo temía, por no saber cómo iba a reaccionar: todo estaba bien entonces.

- ¿Te llevo algún sitio? preguntócuando deshicieron el abrazo.

- No, vienen a recogerme.  De hecho aquí está… dijo mirando por encima del hombro ¿Quieres conocer a mi nueva pareja?

Jorge se volvió sorprendido e incómodo, no, no le apetecía para nada conocer a su nueva pareja, pero no costaba nada mostrarse amable.

- ¿Tu pareja? Bueno, sí claro…

Sonia observó divertida como trataba de encontrar con la mirada, pero ningún chico se acercaba a ellos...Jorge volvió de nuevo a fijarse en ella con un signo de interrogación en la cara.

Unos pasos se detuvieron a su lado y entonces Sonia le dijo:

- Jorge, te presento a María...

Jorge pensó en pasarse por la confitería a saludar a Magda y quizás a esperarla. Apenas faltaba media hora para el cierre, pero en el último momento, pasó de largo en dirección a casa y se sentó en el parque que había un par de esquinas más abajo.

Necesitaba estar solo y pensar. Quería digerir el encuentro con Sonia. La verdad es que había salido bastante bien. Prefería acabar así, si no como amigos, al menos tampoco como enemigos. Se había pasado todos estos meses preocupado por su reaparición, que tarde o temprano llegaría. Temía un enfrentamiento entre ella y Magda, una vuelta a las hostilidades. No sabía cómo le estaban sentando las vacaciones a su ex y si reaparecería con ganas de guerra, o por el contrario, trataría de pasar página, como ya había hecho él.

Lo único que quería era tranquilidad. Así que la actitud de Sonia le pareció la mejor de las noticias. Quizás ya pudiera cerrar definitivamente esa parte. Todo parecía estar bien, pero si era así ¿por qué notaba esa extraña congoja en el pecho? Debería alegrarse de haber roto por fin amarras con Sonia y tener tranquilidad para seguir adelante con Magdalena. Se avecinaban tiempos muy intensos: tener un hijo no era poca cosa. Necesitaba un entorno estable, Jorge era de los que asumían mal los cambios y ese era un cambio muy gordo que iba a requerir toda su atención. No podía tener varios frentes abiertos.

Pero ahora que la cosa parecía quedar entre él y Magda ¿por qué no acababa de sentirse bien?

Recordó cuando empezó a salir con Sonia.

No hubiera dado un duro por su relación ¡eran tan distintos! Él, pausado, reflexivo, discreto hasta rayar en la timidez. Ella un torbellino, impulsiva, activa, inteligente… Jorge trabajaba en la reforma de uno de sus locales. Sonia se pasaba el día allí, haciendo bocetos, dándole vueltas a cómo se iban a distribuir los espacios y a cómo se iban a decorar.

Jorge, que veía un cuadro en cada sitio que fotografiaba. Le hacía fotos a todo. Sospechaba de un mensaje en casi cualquier rincón, en cada composición de imagen y en aquella reforma más aún, hasta que se dio cuenta que era ella la que le inspiraba a sacar el móvil o la cámara que siempre llevaba consigo y disparar.

Un día se dio cuenta que Sonia aparecía casi en todas las fotos que había hecho. Era ella a quién buscaba con su cámara, aunque parecía no querer reconocerlo.

Y Sonia, inteligente y avispada, se plantó un día delante de aquel muchacho serio, que en principio no le había llamado la atención pero que le inspiraba curiosidad porque siempre estaba pendiente de ella.

- ¿Puedo ver las fotos?

- ¿Las fotos?

  • Si, llevas tres días fotografiándome. Me gustaría ver las fotos.

Jorge se las enseñó avergonzado. Suponía que le iba a pedir que las borrara, pero Sonia se quedó con la boca abierta. Había esperado imágenes suyas, más bien chabacanas, que aquel chico sacaba para Dios sabe qué interés oculto o morboso. Quizá fotografiándola cuando se agachaba marcando culo o cuando se estiraba para medir y sus tetas se marcaban contra la camiseta.

Pero descubrió imágenes profundas, momentos que captaban su concentración, su preocupación por definir el espacio, el estrés o el cansancio o incluso la alegría cuando le surgía alguna idea. Aquel chico tenía talento. En algunos casos, no hacía fotos sino que pintaba cuadros, captando la esencia de la imagen que tenía frente a él.

Comenzaron a hablarse, a buscarse, quedaron para tomarse una copa después del trabajo y hablar de fotografía, de diseño, de arte, cada uno aportando sus conocimientos y mezclándose los dos, complementándose en un resultado que sorprendió a ambos.

Sí, Jorge jamás hubiera pensado que saldría con una chica como ella y sin embargo, descubrió que la diferencias al mezclarse daban un resultado coherente y satisfactorio para los dos. Se complementaban, se agradaban porque el uno encontraba en el otro, cosas diferentes y nuevas.

Quizá por eso había sentido lo que había sentido por Sonia contra todo pronóstico.

Incluso su madre (nadie te conoce como tu propia madre) cuando se la presentó, arrugó la nariz y más tarde, en un momento de intimidad, le hablo con la franqueza y con la claridad que solo puede hacerlo la persona que te ha parido:

- No creo que esta chica sea para ti...

Una madre siempre tiene razón, al final siempre acierta, pensó Jorge con un leve regusto amargo. Pero fue bonito mientras duró. Se había convencido que podía ser para siempre. Lo que no esperaba era un golpe bajo como ese ¿De verdad tenían que terminar por una infidelidad estúpida?

Bueno, ya no tenía sentido darle vueltas porque, aunque le costó aceptarlo, él supo desde el primer momento que era algo que no podía pasar por alto, que siempre se interpondría entre los dos si continuaban con la relación.

Ahora estaba con Marga, que curiosamente sí le había gustado mucho a su madre.

Cuando él le preguntó, se limitó a hacer un gesto con la cabeza cuyo significado quedó muy claro para Jorge:

- Esta sí que te pega. Con esta sí.

Entonces, si él estaba tan a gusto con Marga y todo iba tan bien entre ambos ¿por qué se sentía tan preocupado? ¿Por qué tenía la impresión de que algo no estaba bien?

La chica era cariñosa se preocupaba por él, tranquilizaba su espíritu, lo cual no era óbice para que se transformara en la cama en un torbellino que lo dejaba exhausto, rendido y feliz por no tener qué pensar en nada. Era mucho más complaciente y lanzada que Sonia y sin embargo faltaba esa chispa que Jorge había sentido con ella.

¿Realmente lo estaba haciendo bien? ¿No tendría razón su ex cuando le dijo que se equivocaba y que acabaría haciéndole daño a la chica? ¿No había un punto de obsesión en la actitud de Marga hacia él? ¿En su obstinación para seguir adelante con el embarazo?

Pero era tanto lo que le daba, encajaban tan bien los dos, que no podía estar errado ¿o sí?

Era la hora de cerrar la cafetería, decidió ir a recoger a Magda.

Bueno, pensó levantándose y negándose a seguir dándole vueltas en la cabeza al asunto, alguien le había dicho que esa chica era para él y una madre al final siempre acierta ¿no habíamos quedado en eso?

Magda se estiró, pegando su cuerpo al de Jorge. Su ingrávida barriga quedó apoyada contra su costado.

Uno de sus muslos, ancho y carnoso, descansó sobre la pierna de Jorge, entrelazándose, mientras sus manos le acariciaban el vientre dibujando figuras sobre él, pero sin bajar aún hasta su sexo.

- Entonces, ¿dices que todo ha ido bien...?

-Sí, no viene con ganas de guerra, solo quería disculparse: se ve que le remuerde la conciencia.

  • ¿A estas alturas?

  • Eso creo, aunque han pasado muchos meses, el remordimiento no la dejaba en paz.

  • No sé, Jorge, de esta no me creo nada...

  • Hazme caso, la conozco bien, sé que esta vez va en serio: nos va a dejar en paz...

- ¿Cómo estás tan seguro? insistió tercamente Magda.

- Va a empezar una nueva relación y es como si quisiera borrar la mancha que tuvo conmigo. Necesita que la perdone. Créeme, no nos volverá a molestar.

- Se ha echado un nuevo novio entonces...

Jorge no pudo evitar una sonrisa...

- No exactamente un nuevo novio...

  • ¿Qué quieres decir...? ¿Es alguien conocido? preguntó Magda, aparentando interés.

- Está con otra chica.

  • ¡Es bollera! ¡No me lo puedo creer! ¿Sonia lesbiana?

  • Pansexual, creo que ahora se llama así...

  • ¿Pansexual?

- Sí, que le pega a todo vamos. Parece que para ella no hay diferencia entre hacerlo con una chica, con un chico, con un transexual...

  • ¿Estás de broma?

- No, su novia María me lo ha explicado muy bien... Te puedo asegurar que la cara que puse fue todavía peor que la tuya. Menuda sorpresa. Nunca lo hubiera imaginado. No pensé que a Sonia pudieran gustarle a las chicas, mientras estuvimos saliendo nunca pude percibir esa inclinación suya: debía tenerla escondida muy hondo.

- Bueno, igual pensó que como no tenía suerte con los hombres...

  • No, en serio, estábamos muy unidos, yo lo hubiera sabido. Es verdad que en alguna ocasión la vi bromear con alguna amiga de la pandilla e incluso, una vez, se dieron un beso con lengua delante de mí pero era pura provocación, estoy seguro. No era atracción. La verdad es que no me explico este salto a la acera de enfrente...

-Más bien al medio de la calle, si es pansexual como tú dices...

Los dos rieron la broma...

Después, Magda dejo las caricias y tomando la mano de Jorge la llevó a su vientre abultado. Era un gesto que repetía muy a menudo, como si quisiera reforzar el vínculo entre su novio y el crío que estaba por llegar. Y también, porque su nueva y prominente barriga se había convertido en un estímulo sexual más, una novedad que no desagradaba a Jorge. A estas alturas del embarazo, salvo algunas náuseas iniciales, Magda no había notado cambio alguno en sus ganas de hacerlo. Es cierto que las alteraciones hormonales le aportaban algunas sensaciones y estímulos distintos, pero eso era casi más una novedad para disfrutar de forma diferente que un hándicap.

Lo que le preocupaba era mantener el deseo en su chico, que no sabía cómo iba a responder a sus cambios físicos. Así que utilizaba todas las armas, incluido el morbo del embarazo. Una consecuencia agradable de esa situación, era la posibilidad de follar a pelo en cada ocasión. Era muy placentero para los dos que Jorge se derramara cada vez dentro.

Al principio, tras el susto y el impacto de saber que la había dejado preñada, le costaba. Pero finalmente, todo el mundo se acostumbra a lo bueno y ahora, Jorge, disfrutaba llenándola de semen cada vez que se corría.

Esa novedad era interesante, porque el vientre abultado de Magda había facilitado que el ombligo saliera un poco hacia fuera, casi eliminando esa hondonada de placer que tanto le gustaba. Pero Magda había encontrado otro fetiche más en su búsqueda incansable para mantener excitado a su Jorge.

Se sitúo a cuatro sobre Jorge, con sus pechos hiper hinchados colgando, anticipando su próxima maternidad. Subida a horcajadas sobre su chico, depositó un húmedo beso en sus labios y luego fue bajando andando hacia atrás, mientras rozaba con su vientre y pechos toda la anatomía de Jorge, hasta situarse a la altura de su verga.

Él se dejó hacer, consciente de que ella había empezado un ritual ya conocido. Su polla también sabía en qué iba a acabar todo aquello y reaccionó hinchándose ante los primeros lametones. Magda no se la metió en la boca: se limitó a lamer como si fuera una gata comiéndose un yogur esparcido por el suelo.

Cuando consideró que estaba lo suficientemente dura, le restregó uno de sus pechos, recorriendo el tronco con el pezón, desde los testículos hasta el glande. Magda apretó y unas gotas de leche cayeron sobre el falo, provocando un estremecimiento de placer de Jorge, que miraba hipnotizado los pechos de su amante (más grandes aún si cabía de lo normal), que parecían a punto de explotar, con las venas marcadas y la aureola mucho más oscura, como correspondía a una mujer en periodo de lactancia

Lo cierto es que se habían visto sorprendidos, porque a pesar del aumento de las mamas, se suponía qué Magda no debería haber empezado a producir leche hasta después del parto, pero hacía apenas unos días, los pechos se le habían llenado. Parece ser que era por un medicamento que estaba tomando y que había adelantado esa reacción en su cuerpo.

Magda presionó sobre sus dos pechos y esta vez no fueron unas gotas las que cayeron sobre el miembro, sino dos chorros de un líquido blancuzco y tibio. Ahora sí, Magda la levantó con la mano y se la introdujo en la boca, envolviéndola con su cálido aliento, mezclando la saliva con la leche materna e iniciando una succión lenta, pero muy intensa.

No pasó ni un minuto cuando Jorge ya respiraba de forma entrecortada.

No, no te vayas todavía, no tan rápido. Quiero que acumules placer para que lo sueltes luego todo de golpe.  Cualquier fulana puede hacerte una mamada, pero yo te voy a vaciar entero, voy a hacer que toques el cielo para que sepas que nadie te la va a chupar como te la chupo yo... pensó ella.

Para desesperación de Jorge se la saca y la deja reposar, pegajosa sobre su vientre.

De nuevo presiona sus pechos, haciendo pinza con los dedos y varios chorros de leche salen disparados a presión, regando su vello púbico, encharcando su vientre como si fuera un pantano, escurriendo en finos hilos que empapan sus testículos...Pero la que recibe la principal ducha es la verga, que se levanta cabeceando cada vez que un chorro impacta en ella. Magda mira con vicio, con una promesa de lujuria en los ojos y sin dejar de hacerlo, se la introduce de nuevo, glotona y traviesa en la boca, apenas tocándola con los carnosos labios.

Lame, chupa, succiona, todo en ese orden y no otro, lentamente, respondiendo a un ritual ya ensayado y probado, sabiendo que así lo lleva al límite pero evitando todavía la explosión final, consciente que de esta forma, el estallido de placer será aún mayor.

Cuándo éste llega, Magda se detiene para no provocar unas inoportunas cosquillas en el momento álgido del orgasmo. Sabe que Jorge la tiene muy sensible cuando se corre y que prefiere una presión sostenida sobre su glande al roce.

Varios chorros de leche (de la otra esta vez, de esa, espesa y viscosa, que la ha dejado embarazada), impactan en su paladar y llenan en segundos su boca, desparramándose por las comisuras de sus labios y forzándola a tragar el sobrante, para poder respirar de nuevo tras haber contenido el aliento lo más posible.

Nada de esto le supone ningún problema. Tiene práctica después de tantas veces recibiendo a Jorge en su boca, se dice para sí con orgullo. Sí señor, una señora mamada con final feliz. A ver quién te va a hacer algo así ahí fuera, amor...

Luego se la saca, acompañando el falo con sus labios mientras sale, para acabar recogiendo la última gota que pende de su prepucio.

Jorge está con los ojos cerrados, en otro mundo. Pero Magda está muy despierta. Se tumba de nuevo a su lado, el hinchado vientre contra su costado. Jorge lleva su mano entre los muslos y la deja allí, apretándole uno de ellos en un intento de llegar a su coño, misión imposible a menos que Magda se abra un poco de piernas. Poco a poco la presión disminuye, él se está durmiendo. La respiración cada vez se hace más pausada, el pulso se calma…

Magda decide dejarlo descansar. Sabe que ha tenido un día duro de trabajo y como ha quedado con Sonia, no se ha podido echar la siesta. Ella misma está cansada, aunque ahora solo hace el turno de tarde, pero el aumento de peso le mata los tobillos y cada vez soporta peor tantas horas de pie. La verdad es que le apetecería follar, o al menos una buena comida de coño, de esas que Jorge le hace tan bien, pero prefiere dejarlo dormir. Ya le pondrá las pilas cuando se despierte, tienen todo el tiempo del mundo.

Así que, tras haber decidido guardarse las ganas para luego (un orgasmo en diferido, que diría Dolores de Cospedal), Magda se acaricia el vientre, retirando la cabeza del pecho de Jorge y apoyándola en la almohada, no vaya a ser que el peso lo despierte o le haga sentirse incómodo.

Ella se siente razonablemente contenta por cómo han transcurrido los acontecimientos del día, aunque sigue sin fiarse de Sonia.  No cuando lo que está en juego es Jorge. Y menos aún con el crío en camino.

No está dispuesta a que nadie le joda la vida, ahora que por primera vez, parece que las cosas le salen bien. Todo va según ella había previsto, quizás con un solo punto de tensión. El quedarse embarazada fue el envite definitivo. Una apuesta a todo o nada. Efectivamente, Jorge se asustó. Sí, realmente estaba más asustado que enfadado, lo cual fue un alivio para Magda. Ella podía ayudarle a superar su miedo, pero hubiera resultado mucho más complicado resolver su cabreo si llegara a considerar aquello como una traición. Técnicamente no lo era, porque los dos eran muy conscientes de lo que hacían y a lo que jugaban: Magda se cuidó muy bien de no engañarle afirmando que tomaba algún anticonceptivo. Cierto es que cada vez, él se negaba más a hacerlo sin protección, pero de vez en cuando la pasión y la lujuria le podían y ella conseguía atraerlo a su interior.

Más difícil fue justificar por qué no abortaban. Ella alegó retrasos habituales y fue dilatando la noticia hasta que cuando se hicieron la prueba, ya llevaban casi 3 meses y entonces, fue cuando vino el órdago: se negó en redondo a abortar por considerar que era demasiado tarde y que quería tener al crío.

Fue el momento de mayor tensión, pero Magda echó el resto y finalmente convenció a Jorge, en lo que constituyó el punto crítico de su relación, porque en lo demás, ella se preocupó muy mucho de que todo fuera bien. Más que bien: ideal.

No parecía haber una compañera mejor para Jorge, vistas las cosas desde fuera: enamorada, fiel, pendiente de sus deseos, confidente, apasionada, amiga, y ahora…madre de su hijo. Pero Magda no bajaba la guardia. Eso no bastaba, aunque la mayoría de los hombres hubieran matado por encontrar la mitad de todo eso en sus parejas. De puerta para dentro debía ser igual, Jorge prácticamente había superado la ruptura anterior y ahora era el momento de llenar el vacío con todo ello, tenía que estar plenamente convencido de que marga era la elección correcta para el resto de su vida.

Y de repente, aparece de nuevo la furcia de su ex. Entiéndase, no es que no esperara que en algún momento reapareciera, es que era inoportuna, como todas las ex: ¿Qué coño esperabas Magda? ¿Qué te lo pusiera fácil? Todavía no tenía a Jorge del todo convencido, lo de su inesperada paternidad lo había desconcertado, así que era una situación delicada donde debía intensificar su cerco de amor y sexo, así como reforzar su conexión intima para empujarlo hacia ella definitivamente. En resumen, la puta esa aparece en un momento de debilidad. ¡Qué oportuna! Tan solo unos meses después y ya sería imposible que Jorge se le escapara. Conocía al chico y sabía que se derretiría aún más al verle la carita a su hijo. Una vez que fueran tres, todo sería irreversible y definitivo, estaba segura.

- ¿Una cita? No deberías ir Jorge, de esa no puedes esperar nada bueno, solo tratará de complicarte la vida, como siempre , comentó cuando él le anunció ayer que Sonia había vuelto y quería verlo.

- Pues yo creo que sí, es hora de dar carpetazo a esto de una vez. Mientras no cerremos lo nuestro siempre la tendré dando vueltas a mi alrededor, no nos dejará en paz ¿Es que no lo entiendes?

- Pero ¡si hace meses que no os habláis! ¿Es que no está claro todo?

- Para ella no, la conozco. Si me llama después de tanto tiempo es que hay algún cabo suelto, estoy seguro.

- Sigo sin entender porque no lo podéis hablar por teléfono.

- Mejor cara a cara, sea lo que sea. Magda, tengo que asegurarme que esta vez lo entiende. No más llamadas, no más encuentros, cada uno por su lado. No sé si viene con otras intenciones, pero si es así le dejaré muy claro que si nos molesta iré contra ella.

- Está bien, entonces te acompaño…

- De eso nada, si la cosa se pone desagradable no quiero que estés tú de por medio, y menos estando embarazada. Magda, no va a haber más encuentros, este es el último, haré lo que sea para que ella lo entienda. Si estamos solos será más fácil.

Lo cierto es que tuvo que reconocer que con ella allí, aquello se convertirá en una riña de gatas y la situación se haría difícil de manejar incluso si Sonia venia de buen rollito. Magda tuvo que ceder, Jorge se había mostrado bastante inflexible y ella era lo suficientemente lista para saber hasta dónde podía tensar la cuerda sin romperla y perjudicarse a sí misma. Jorge tenía razón, no era nada tonto, ella sabía que no debía confundir timidez y complacencia con estupidez. No cometería el error de subestimar a su novio como había hecho Sonia, que acabó perdiéndolo, pero maldita la gracia que le hacía que esos dos se encontraran a solas…

Por eso se alegró cuando supo que por fin Sonia aceptaba el fin de la relación y además estaba ya con otra persona. Seguía sin fiarse, no lo hacía de nada ni de nadie, pero era el mejor resultado que podía esperar del encuentro. Se alegró pero no se sorprendió, porque aunque preguntó con fingido interés a Jorge por su encuentro, había muchas cosas que ella ya sabía.

Magda le había seguido. Con la excusa de ir al tocólogo, se ausentó una hora de la confitería, dejando a Lucía al cargo. Desde una distancia prudencial primero, mientras Jorge se dirigía al lugar de encuentro y desde más cerca después, una vez llegó Sonia y se sentaron juntos. Cuando se estuvieron quietos y en una posición determinada, no le costó encontrar el sitio adecuado para ver sin ser vista. Casi hasta podía oír a veces alguna palabra de las que decían. Ojala hubiese sabido leer los labios. Pero no era necesario, porque pudo analizar cada gesto, cada movimiento y cada expresión de ambos.

El tenso inicio de la conversación, con su novio a la defensiva, expectante y con la desconfianza pintada en la cara. La aparente tranquilidad de Sonia y su pausada forma de hablar. Se fijó en cada detalle de su rostro. No parecía transmitir emociones preocupantes, como celos, furia, morbo…parecía solo aquella amiga que te habla desapasionadamente pero con confianza. No le cuadraba, ella la consideraba una enemiga, la peor enemiga, así que estaba dispuesta a ponerse en lo peor, en que fuera todo una trampa, aunque sus gestos dijeran otra cosa.

Más adelante Jorge se fue relajando. Asentía con la cabeza y parecía relajar su expresión. Trató nuevamente de buscar cualquier atisbo de complicidad impropia entre ambos, algún gesto que denotara un rebrote de los sentimientos que compartieron en el pasado, pero todo parecía normal. Solo una educada conversación. Lo más cerca que estuvieron de tener un momento íntimo, fue cuando Jorge le dio un objeto, que a Magda le costó identificar ¿Qué coño era eso? ¿Y por qué se lo había entregado?

No le pasó desapercibida la mirada de Sonia, entre agradecida y sorprendida. Afortunadamente no se lo guardó, sino que lo dejó entre sus dedos, jugueteando con él un buen rato mientras hablaban, lo que al final le permito identificar de qué se trataba. Era una memoria USB. Y Magda supo al momento que es lo que contenía. Ya había registrado las cosas de Jorge en varias ocasiones y no le había pasado desapercibido ese pendrive de color morado. Eran sus fotos juntos. Habían quedado en eliminarlas, pero él había guardado una copia para disgusto de Magda, que a pesar de todo, se cuidó mucho de decir que lo sabía.

¿Qué mierda significaba aquello?

Peor aún: ¿por qué Jorge se lo había ocultado?

¿Quedaba todavía un rescoldo sin apagar en su corazón? El tema preocupaba mucho a Magda, que sabía el incendio que podía provocar una pequeña brasa aún activa.

Nada en su pareja parecía indicar que quisiera volver con ella. Pero es que así son estas cosas, que a veces, ni uno mismo las sabe y sobre todo cuando se es tan noble como ella consideraba que era Jorge. Basta con que esté ahí el sentimiento, aletargado, oculto, como un virus esperando esa mutación que repente lo activa y lo propaga incontenible por todo el organismo.

Magda no sabía si era una buena o mala noticia que Jorge le hubiera dado las fotos. ¿Se estaba deshaciendo de ellas? ¿Daba por concluida una etapa entregándoselas? Debía de ser algo así, pensó tratando de tranquilizarse. Esa era posiblemente la única copia y si Jorge la entregaba, es porque no quería tenerla. Quizás era su forma de decir adiós y de romper definitivamente: un gesto para indicar a Sonia que lo suyo había acabado. Como la entrega de llaves de una ciudad cuando es derrotada. Jorge era muy amigo de la simbología y de hacer gestos.

Y hablando de gestos, esos dos mantenían la distancia, otra buena noticia. Parecían relajados y con cierto grado de intimidad pero eso era hasta cierto punto normal, después de todo, por mucho que le molestara a Magda, habían sido pareja dos años.

No cruces la raya, Jorge, por favor, no la cruces.

Luego, conversación aparentemente distendida, alguna cara de sorpresa como si se estuvieran haciendo confidencias y poco más. Finalmente la despedida. Magda contuvo el aliento cuando los vio abrazarse, contando los segundos que estuvieron juntos y tratando de contener su corazón. Cada momento que estuvieron en contacto (y apenas fueron dos o tres instantes), fue un latigazo en su alma, pero tuvo que reconocer que no parecía haber nada oculto. Solo un adiós. Mejor así.

Y luego, la sorpresa. Una chica se sumó a ellos cuando parecían despedirse. Cuantos más fueran, mejor, pensó Magda. Que Jorge y ella pasaran a solas el menor tiempo posible. Lo extraño fue la manera en que se cogió de la cintura de Sonia y como se fueron juntas de la mano. Podría ser que…bueno, eso ya le importaba menos, ya le sacaría a su novio por la noche toda la información para complementar aquella parte de la cita que no había podido ver ni adivinar.

Finalmente, la separación. Magda se apresuró a volver a la cafetería, por si a Jorge le daba por pasarse por allí. Por el camino hizo balance de lo visto y como podía afectar a su relación. De hecho, desde que Jorge le comentó que se iba a ver con Sonia, la cabeza no paraba de darle vuelta, tejiendo hipótesis, haciendo planes, planteando escenarios.

Jorge se removió inquieto en la cama y ella se separó un poco para dejarle espacio. No quería que se despertara aun ¿por dónde iba? Ah, sí, se preguntaba si tenía que preocuparse o no, después de completar los trozos del puzle con lo que su chico le había contado. Decidió que de momento no haría nada, continuaría con sus propósitos aunque hizo votos de no confiarse con nada ni con nadie. Era demasiado lo que estaba en juego, tanto, que estaba dispuesta a cualquier cosa para defender lo suyo. Un pensamiento sombrío le cruzo la cara. Una no sabe de lo que es capaz hasta que tratan de robarle lo que más quiere.

¿Hasta dónde era ella capaz de llegar? Mejor no tener que averiguarlo, pensó con el pulso frio y la mente caliente. Se había planteado varios supuestos, entre los que estaba una posible reconciliación o un intento de Sonia de recuperar a Jorge. Y las cosas que se le habían ocurrido no eran para decirlas en voz alta. Porque no iba a consentir que se lo arrebataran. Y menos aún con un hijo suyo en camino. Solo había un destino posible para ellos tres y era estar juntos para siempre. Seria así o no sería. Por su propio bien, por el bien de todos, esperaba que Sonia no fuera de farol y saliera de una puta vez de la vida de su novio.

Magda cerró los ojos, ahora podía permitirse un descanso después de dos días de tensión, pero no pudo dormir. Velaba el sueño de Jorge, atenta a su respiración y sintiendo el calor de su cuerpo cercano. Descansa, mi amor, yo seré lo primero que veas al despertar.

FIN