Sexting ii (40)

Segunda parte de "Un poco de Sexting"

40

Sonia pasea por el espigón hasta el faro/baliza que ya está encendido. Le gusta ir de noche, paseando con el mar a un lado y el puerto al otro, oyendo el vaivén del agua golpeando y metiéndose entre los cubos de hormigón. Cuando llega al final, se sienta en un escalón y contempla las luces del pueblo. Es un momento de paz, en el que espanta a sus demonios y trata de encontrar solución a sus problemas.

Pero la respuesta no acaba de llegar. Más bien tiene la sensación de qué lo único que consigue con cada cosa que hace, es complicarse más la vida y complicársela a los demás.

La situación en la cena es bastante tensa, porque es el momento en que coinciden las tres y la tirantez entre ella y Elena se puede cortar. Más bien de Elena hacia ella, pero es que tampoco se lo puede reprochar. ¿Sabrá lo que ha pasado entre su prima y ella esta mañana?

Si no lo sabe lo sospecha, porque la situación hoy ha sido bastante desagradable. Ese es el motivo de que haya salido pasear sola. Las dos se han quedado hablando en casa, después de que Elena le haya espetado bastante malhumorada que por qué no ha abierto la tienda. En un pueblo tan pequeño todo se sabe.

Una despreocupada María le ha dicho que, simplemente, esa mañana le apetecía quedarse con su prima hablando de cómo organizar la tienda y de proyectos para la misma, sin darle más importancia, pero la rubia de ojos azules la ha taladrado con la mirada, como si fuera transparente, sabiendo que allí había algo más, mucho más. Lo bueno y a la vez lo malo de esta chica, es que no se corta a la hora de poner las cartas boca arriba: “Empiezo a estar hasta el coño” , ha dicho enseñando los dientes y mirándola directamente a ella.

  • ¿Qué le pasa a ésta? ¿Que no sabe lo que quiere? pues que se vaya a aclararse a otro sitio.

  • No hace falta ser desagradable, Elena, es mi prima.

- ¡Cómo si es la reina Leticia en persona! no la quiero aquí. Desde que ha llegado estás muy rara, María. No sé qué narices pinta en nuestra casa.

  • Yo no quiero molestar...

- ¿Ah no? y ¿qué coño haces todavía por aquí entonces? ¿No tienes decidida tu sexualidad? Si quieres yo te puedo ayudar a probar, a ver si así te aclaras...

  • Yo no tengo nada que probar contigo...

- Eso ya lo veo, prefieres tontear con María... Pero si crees que yo me voy a quedar como una gilipollas viendo como invades nuestras vidas para no se sabe qué, vas lista...

  • Veo mucha tensión aquí, vamos a tranquilizarnos todas un poco… intervino María, especialmente tú Elena...

- Si te parece, montamos un trío…

  • Pues mira, igual no sería mala idea, así limamos asperezas…

- No tiene gracia , respondió Elena con sus ojos descendiendo varios grados más en la escala Fahrenheit y tratando de convertir a Sonia en estatua de hielo, como en las crónicas de Narnia.

Sonia trató de no dejarse intimidar, en un gesto reflejo, manteniendo la mirada y retándola. Una cosa es que la rubia tuviera razón y otra muy distinta es que ella se dejara vapulear.

María trato de mediar sin mucho resultado, quizás un paseo nocturno les ayudara a despejar los malos humos.

- No me apetece nada salir, respondió cruzándose de brazos, vete tú con ella y así completáis el día romántico...

- Sonia, ¿puedes dejarnos solas un momento?

  • Sí, claro, saldré yo a pasear, necesito pensar un poco, dijo mientras recogía su bolso y un pañuelo tipo fular. Se detuvo un momento al girar bajo la ventana que daba para el espigón y pudo oír cómo discutían. Frases apagadas que llegaban desde el salón, que no se entendían, pero tuyo tono transmitía enfrentamiento y tensión.

Finalmente, una frase que sí pudo entender al haber elevado Elena el tono:

- O se va ella o me voy yo...

Luego encaminó sus pasos hacia la baliza dónde se encontraba ahora.

Por un lado, pensó que no sería nada malo que su prima se deshiciera del dóberman. Fantaseó durante un momento con ello, con ocupar el lugar de la rubia, mandarlo todo a paseo en Madrid y quedarse a vivir con su prima en aquel pueblecito alejado y tranquilo. Se imaginó las aventuras que vivirían juntas, disfrutando la una de la otra, cómplices, amigas y amantes, incorporando quizá algún chico de vez en cuando para romper la rutina, para complacer su parte heterosexual. Empezando de nuevo, ahora ya de forma abierta, sin tener que esconderse de nada ni de nadie: un nuevo tipo de relación dónde ambas se tuvieran y a la vez fueran libres.

Se obligó a dejar de soñar despierta. No convenía confundir sus deseos con la realidad. No debía repetir errores pasados. Porque lo cierto es que no había llegado a ninguna conclusión y el lío seguía servido. Sea como fuere, Elena había dado un ultimátum y ella no quería que su prima se viera en la obligación de elegir. No podía hacerle eso. No podía seguir perjudicando a toda la gente que le importaba. Estaba decidida a dejar mañana a la casa y seguir camino hacia ninguna parte (¿Realmente lo estaba?) Joder, qué confuso todo...

Volvió sobre sus pasos, hacia el pueblo, tratando de disfrutar del camino. No lo consiguió. Llamo expectante a la puerta, sin saber lo que se iba a encontrar.

Una circunspecta María le abrió.

- Pasa, tenemos que hablar…

  • ¿Y Elena?

  • No está...

Sonia enarcó las cejas interrogándola con la mirada ¿Qué narices significaba “no está”?

A modo de respuesta, su prima le dijo:

  • Sonia, lo siento mucho, pero tienes que irte mañana. Es mejor que nos dejes solas...