Sexting ii (38-39)

Segunda parte de "Un poco de Sexting"

38

Caminaban de la mano por el bulevar, de vuelta a casa. Jorge con la vista hacia el frente, pensativo y poco hablador esa tarde. Magda lo había notado, pero pensó que solo se trataba de un bajón, cansancio provocado por el trabajo y la sesión de sexo que habían tenido antes cenar y salir a tomar una copa. Ella trataba de compensar, mostrándose alegre y vivaracha, lo que no le suponía ninguna dificultad, pues realmente estaba contenta. Todo parecía marchar bien: Sonia no daba señales de vida, Jorge estaba cómodo y aparentemente feliz a su lado, la convivencia se había estrechado, ya que habían tomado la costumbre de que se fuera a pasar el fin de semana completo a su estudio, y en general ninguna nube estropeaba el horizonte, amenazando lluvia. Cierto que a veces el chico tenía sus momentos de bajón, como parecía estar sucediéndole ahora, era comprensible, estaba todo tan reciente, pero ella se encargaba de animarlo de la mejor de las maneras: metiéndose en su cama y dejándolo agotado con un repertorio sexual cada vez más intenso y osado.

Precisamente lo que no sabía, es que Jorge había escogido aquel momento para sincerarse con ella por ese motivo. Siempre encontraba la manera de distraerlo, de tentarlo, de sumirlo en un cariño incondicional y un placer extremo. El placer que solo pueden proporcionar quienes también disfrutan dándolo. Su disponibilidad, su entrega sin reservas y su disposición a enredarse en besos y caricias, para acabar con sexo duro y sucio (el más placentero), era un freno que dejaba a Jorge con la palabra en la boca, sin llegar a tocar el tema espinoso que le preocupaba. En otra ocasión. Otro día. Ahora no…siempre encontraba una excusa para abandonarse a aquellos manjares, a aquel olvido gozoso, al dulce adormecimiento que calmaba el dolor.

Así que debía ser ahora, cuando ella no podía enredarlo entre sus muslos ni ofrecerse húmeda y tibia a su abrazo íntimo.

- Magda, el otro día me preguntaste que éramos ¿te acuerdas?

- Sí, contestó ella poniéndose súbitamente seria y desviando la mirada hacia el suelo. Era consciente de que su chico estaba preocupado por alguna cosa.

- Hay una cosa que me dijo Sonia y me está haciendo pensar mucho…

Vaya, así que su rival la amenazaba aun desde el más allá. Venga suéltalo amor ¿Qué te dijo esa tía que te tiene tan preocupado? Masculló para sí misma aunque no dijo nada, esperando que su novio continuara.

- Ella sabe que estuvimos saliendo en el instituto. Y también que lo dejamos porque yo…

- Porque aún no estábamos preparados para tener una relación seria, acotó Magda con rapidez…

- Bueno, creo que era yo el que no estaba preparado…

Cierto, no pudo evitar estremecerse ante lo bien que Jorge había señalado el problema, poniendo los términos en su sitio: Yo no quise seguir, yo fui quien lo dejó, no tú.

- Vale, concedió , es verdad, pero te portaste muy bien conmigo. Pudiste aprovecharte de mí y no lo hiciste.

Ambos seguían dando rodeos, era evidente que la situación había sido una ruptura que Magda en modo alguno quería, pero que había tenido que aceptar. La separación fue amistosa pero forzada por una de las partes.

- Jorge, otro no hubiera tenido reparos en tomar todo lo que yo estaba dispuesta a ofrecerte. Entonces tú no viste clara la relación, es lo que decías, no estábamos preparados e hiciste lo más honrado.

- ¿Y ahora? ¿Qué estoy haciendo ahora?

- Ahora es diferente… apuntó tratando de transmitirle el mismo convencimiento que ella sentía.

- Hay algo que no te dije, no fui tan honrado. No es solo que no estuviera listo para una relación, es que tu…bueno, no te veía como…

- ¿Cómo tu pareja?

- Si, eso es …concedió, apesadumbrado por confesarlo. Magda, no me gustabas…lo suficiente.

Ella se estremeció. En realidad le estaba diciendo que cortaron no solo porque no la amaba, sino porque no le gustaba. Era solo sexo. Nada que no hubiera supuesto, pero que dolía escuchar porque la devolvía a la pregunta del millón:

- Y ahora… ¿Sí te gusto?

- Sí, sí, me gustas mucho, dijo él deteniéndose y abrazándola. He cambiado, ya no soy un adolescente que se fija en tonterías, pero es que Sonia me preguntó si todo esto no sería una repetición, si no iba ahora a hacerte el daño que en su día evité. Va todo tan rápido y yo aún estoy tan confuso... Sé que me gustas, que estoy bien a tu lado, pero… Jorge trataba de encontrar las palabras…

- Pero ¿Qué más es necesario? nos gustamos y estamos bien juntos… ¿Cuál es el problema?

- ¿Y si al final esto no cuaja? ¿Y si más adelante descubro que es solo cariño y deseo pero no amor? Yo estoy dolido y tu enamorada, no soy tan tonto como para no darme cuenta ¿sabes? ¿Que habrá en mi corazón cuando se pase el dolor? No quiero fallarte, tú me has ayudado mucho y has estado a mi lado. No quiero hacerte daño como pronosticó Sonia que haría…

- ¿Quién es esa tía para hablar de hacer daño a nadie? Exclamó exasperada. No tiene derecho a decirte como tienes que gestionar la vida que ella misma te jodió…

Los dos guardaron unos instantes de silencio sin deshacer el abrazo. Finalmente Jorge insistió.

- Se nos está yendo la olla, Magda, cada dos por tres follamos sin condón y al final vamos a tener un susto.

- ¿Eso es lo que te preocupa? ¿Dejarme embarazada? Yo nunca te voy a exigir ninguna responsabilidad, te lo prometo. Pero si ese es todo el problema, a partir de ahora lo hacemos con preservativo , dijo ella calmando el tono a otro más conciliador y mimosa, dedicándole una caricia en la cara.

- Creo que será mejor. Por lo menos hasta que nos aclaremos ¿no te parece?

- Claro, tienes razón…

- Bien…

De momento, el muchacho pareció conformarse. Ya era un avance dejar claro que no había nada claro. Otra cosa es que Magda no hubiera tomado buena nota del asunto. Tenían que esperar hasta que pasase un tiempo y pudieran aclarar sus sentimientos, ya sin la sombra de la ruptura con Sonia y sin el contrapeso del consuelo que hallaba Jorge en ella. Entonces se vería cuanto de auténtico había en esa relación. Y eso podía suceder dentro de un mes o dentro de un año. Pero ¿Por qué hablaba en plural? Ella ya lo tenía más que claro. Lo único que podía salir mal es que pasara lo mismo que años antes, que Jorge entendiera que no le gustaba lo suficiente para comprometerse en firme. Pero estaba convencida que esta vez era distinto. La naturaleza de su relación actual era más madura y más íntima. Y cada día mejoraba, pese a las dudas de Jorge, que ella se ocuparía de despejar. Sí, se aseguraría que cada vez estuviera más atado a ella. Sabía cómo complacerlo y también como estar presente en cada momento para él, pero sin agobiarlo. Esta vez no fallaría, se prometió, convencida de que estaba en su mano retenerlo.

39

Sonia se detuvo frente a la casa. Una construcción de dos plantas antigua, adosada por un lado a otra de las viviendas y por el otro dando la vista al mar. Parecía descuidada, con desconchones en las paredes encaladas de un blanco ya desvaído, algunas hierbas en el tejado y ventanas necesitadas de una mano de pintura. La casa no es que fuera gran cosa, así que llego a la conclusión que si la había elegido su prima era por las vistas al mar. Pocas casas estaban tan cerca y disfrutaban de una panorámica igual en el pueblo.

Comprobó la dirección y vio que efectivamente no había pérdida: era la que le había pasado su tía al WhatsApp. La verdad es que se vio sorprendida al saber que su prima ya no vivía en casa de su madre, ni siquiera en el mismo pueblo, sino en una pequeña aldea costera a unos kilómetros de distancia.

Estuvo tentada de llamar al número nuevo de teléfono que le habían dado, pero no se atrevió. Si María le contestaba con evasivas, ella no sabría qué hacer y entonces igual se daba la vuelta y se tenía que volver a Madrid, que era lo último que pensaba hacer. Así que se instaló en la única fonda que había en el lugar, ocupando una pequeña habitación con ducha y vistas a un callejón. Así se obligaría a pasar al menos unos días y no iniciar de nuevo otra huida, o peor aún, una retirada a la capital si su plan fallaba.

Pero ¿es que acaso a lo que estaba haciendo se le podía llamar plan?

Aquello era como correr en medio de un tiroteo: simplemente consistía en no estarte quieta para evitar que te dieran. Algo así como mantener la mente ocupada y el cuerpo lejos del foco de ansiedad.

Inspiró profundo y finalmente decidió pulsar el timbre.

Se oyeron unos pasos y la puerta se entreabrió brevemente dejando salir algo de luz. No tenía mirilla y la persona que había al otro lado no parecía esperar visitas, así que aprovechaba el pequeño margen para echar un vistazo a ver quién era la persona que molestaba a esas horas.

Un flequillo rubio asomó debajo de unos ojos azules que la examinaron con curiosidad, no exenta de cierta prevención. Algo no cuadraba porque su prima era morena con los ojos marrones.

- ¿Si?

  • ¿Está María?

  • ¿Quién eres?

  • Soy Sonia, su prima de Madrid…

Entonces, la puerta se abrió lo suficiente para que pudiera ver a la chica, que no obstante, le seguía cortando el paso, examinándola de arriba abajo. Mientras esperaba su veredicto, Sonia hizo lo propio: pelo muy rubio y ojos azules cómo ya había visto, peinado como un tupé y rapado por los lados, con una pequeña coleta asomando por detrás de su hombro derecho; llevaba una camiseta de tirantes de las de deporte, con mangas cortadas casi por la cintura sin nada debajo. Cuando finalmente se giró para dejarla pasar, una vez terminado el examen visual, pudo ver prácticamente sin ningún problema a través de la manga, uno de sus pechos, redondo, duro y firme. Llevaba un short corto de deporte que se ajustaba a sus caderas, culo y pubis como una segunda piel. Curvas rotundas y musculadas que armonizaban con unos hombros y brazos fuertes, igual que sus muslos y piernas. Constitución fuerte y pulida a base de gimnasio y ejercicio, seguramente.

La chica no hizo más preguntas, pero no dejo de observarla mirándola directamente a los ojos. Sonia no sabía si retadora o intrigada, posiblemente, las dos cosas mezcladas. De alguna forma sintió como si estuviera invadiendo territorio ajeno. Una chica dura, sin duda, de pocas palabras y que hablaba mucho con la mirada y los gestos.

- María…

Una voz llegó desde la planta de arriba.

  • Si ¿qué pasa?

- Baja, ha venido una prima tuya…

  • ¿Una prima?

Unas piernas aparecieron por la escalera, largas, morenas y bonitas, acabando también en un short corto deportivo. Tras ellas, unos brazos más delgados y menos musculados, un busto con algo más de pecho y finalmente, una cara en la que pudo reconocer perfectamente a María, con expresión algo más madura y seria, pero sin duda era su prima. Con el cabello negro y largo, recogido en una coleta que colgaba por delante, tapándole el pecho izquierdo, embutido en una camiseta blanca ancha.

Se detuvo a medio bajar, observándola sorprendida. Lo último que hubiera esperado aquella noche es ver aparecer a su prima de Madrid sin previo aviso en su salón, eso estaba claro, pero no obstante, no perdió la compostura, si acaso una mirada interrogativa preguntándose qué hacía ella allí y porque había aparecido de repente, después de algún último contacto hacía más de un año.

Por lo demás, en su rostro se dibujó una sonrisa que parecía acogedora y alegre, dando entender que fuera cual fuera el motivo, la sorpresa no la había desagradado.

- Vaya, vaya, vaya, primita ¿qué haces tú tan lejos de Madrid?

- Yo, bueno, ejem… Sonia había esperado algo más íntimo y se sentía cohibida por la rubia de ojos azules que parecía atenta a cada suspiro suyo… tenía unos días libres y pasaba cerca de aquí, así que decidí hacer una parada. Y en tono mucho más bajo añadió: la verdad es que me apetecía verte, hace tanto tiempo… cómo avergonzada de que la rubia tuviera que escuchar esto.

María caminó hacia ella y abrió los brazos para acogerla contra su pecho.

- Pues no sabes lo que me alegra que hayas tenido la idea de venir y hacerme una visita, la verdad es que sí, que estamos las dos muy perdidas.

El abrazo le pareció sincero y cálido a Sonia, que aguantó más allá de lo que la cortesía indicaba cómo prudente. Cuando abrió los ojos al sentir aflojar la presión, se encontró con la mirada fría de la rubia que las observaba con atención, con demasiada atención quizá.

- Te quedas a cenar ¿verdad? tenemos que ponernos al día...

  • Es que no quiero molestar…

  • Íbamos a hacer ensalada y tortilla, así que un poco más de lechuga y dos huevos más y listo, no molestas para nada. ¿Oye dónde te alojas?

  • En la venta de Larios, a la entrada de pueblo, he reservado por teléfono.

  • ¿En ese cuchitril? ni se te ocurra, vamos.

  • Es que no había ningún otro sitio…

-Te quedas en casa: tenemos una habitación. Elena despeja un poquito su gimnasio y te hacemos hueco ¿verdad Elena?

- Claro, murmuró la tal Elena con la misma alegría que si le hubiera mordido una rata en el culo. Tenemos un colchón para los invitados.

- No sé, tendría que llamar y cancelar…

  • Pues estás tardando. Llama y tráete tus cosas.

Media hora después, las tres cenaban alrededor de una tortilla de patatas y un bol de ensalada del que se iban sirviendo. Conversación de circunstancias, puesta al día sobre familia, trabajo y demás aspectos, sin tocar el tema de la pareja o situación sentimental. Con su prima irradiando buen rollo y Elena limitándose a asentir, haciendo alguna pregunta en apariencia sencilla, pero con cierto fondo de mal rollo y sarcasmo que no le pasaron inadvertidos a Sonia. La sensación de que su prima y esa especie de bruja nórdica eran pareja resultaba cada vez más patente.

Así que su prima había salido del armario. Bueno no podría asegurarlo con rotundidad, quizás solo fueran compañeras de casa y amigas, pero si hubiera tenido que apostar se hubiera jugado todo a la primera opción.

En la planta baja disponían de una habitación qué hacía las veces de gimnasio, con una bicicleta estática, unos juegos de pesas, un banco de abdominales y varias esterillas de goma espuma. Parecía ser que la tal Elena era monitora en el gimnasio de un pueblo cercano. Le hicieron sitio poniendo un par de colchonetas, pusieron encima un colchón que tenía, vistiéndolo luego con sábanas limpias. María tuvo que regañarle a su compañera porque se movía con cierta indolencia, amenazándola con que igual era ella la que se tenía que quedar a dormir allí. Si había alguna duda acerca del tipo de relación que mantenía, quedó disipada cuando Sonia subió al servicio y no pudo evitar echar un vistazo al amplio dormitorio que había arriba, con una sola cama de matrimonio. Ya era mucha casualidad que estuvieran juntas. A pesar de los buenos oficios de María, Sonia no pudo evitar pensar que allí estaba de más, como parecía encargarse de recordarle constantemente y de forma indirecta, el dóberman de ojos azules que parecía seguir a su dueña a todas partes y estar por todos sitios, impidiendo la necesaria intimidad para que Sonia pudiera confesarse con María

Finalmente, todas se retiraron a descansar, ellas dos arriba y Sonia en el colchón, que por cierto, resultó ser muy cómodo al estar apoyado en el suelo. A través de la ventana apareció una ráfaga de luz de la baliza que había en el rompeolas. También pudo notar el olor a sal y oír el rumor de las pequeñas olas mediterráneas rompiendo contra el espigón. Sonia hubiera deseado que María viviera sola. Aquel era un buen sitio para quedarse un mes a lamerse las heridas, le daba paz y la tranquilizaba, pero la situación era bastante incómoda, así que decidió que al día siguiente se marcharía. Tomaría el camino de la costa, buscaría un sitio pintoresco y barato y alquilaría una habitación. Se compraría una botella de whisky o de bourbon y posiblemente se emborracharía y luego… ya vería lo que hacía con su vida.

Por la mañana la despertaron ruidos en el piso de arriba. Se removió inquieta, tratando de volver a coger el sueño, pero no lo consiguió. la vejiga le pedía ir al baño, así que se levantó con cuidado, subió las escaleras procurando no hace ruido, a pesar de que se hacía de día y suponía que las habitantes de la casa no tardarían mucho en levantarse para ir al trabajo. Se encontró la puerta del baño entreabierta, filtrando la luz del sol que incidía en la ventana. Sonia entró y se encontró inesperadamente que ya estaba allí Elena, que se acaba de duchar y se secaba el pelo con una toalla. Intentó articular un buenos días pero por algún motivo las palabras se negaban a salir de su boca. Elena se giró hacía ella. Estaba totalmente desnuda: unos pechos firmes y macizos, tan redondos y erguidos que no parecían naturales. Un vientre marcado por abdominales delineados, contrastaban con su coñito que por el contrario, aparecía pequeño y perdido aparentemente entre sus muslos, en vez de marcar la prominencia abultada que por hacía el de Sonia. Pudo observarla a placer porque estaba totalmente depilado. Un tatuaje en el vientre y otro en el hombro que la noche anterior no había podido ver, completaban el cuadro.

No tenía grasa, parecía todo músculo, todo con una apariencia firme y dura. Ella se consideraba una chica jamona, como su primo le había definido años, atrás pero Elena daba un aspecto de fuerza y potencia que infundía respeto y aún más, con aquellos ojos gélidos que la desafiaban como la intrusa que era, llegada para a perturbar su existencia. Estaba claro que allí no quería inoportunas y menos todavía, si parecían caerle tan bien a su prima.

Y allí estaban las dos, mirándose sin decir nada. Sonia inquieta y desubicada; la otra, segura, pisando terreno firme, al fin y al cabo jugaba en casa.

Elena terminó de secarse el pelo con la toalla sin dejar de mirarla y sin pronunciar tampoco una sola palabra. Luego, cogió un peine y salió en dirección al dormitorio. Al pasar junto a ella por la estrecha puerta, se rozaron y entonces, se giró desnuda como estaba, pues no se había molestado en taparse con la toalla que llevaba en la mano.  Sonia pudo sentir los pechos tocando su espalda y su aliento en el oído cuando con tono burlón le comentó: el termo está enchufado y en la placa ducha hay gel… si necesitas algo, avisa.

Agradeció que por fin se fuera y la dejara sola. Sí, sin duda una ducha le vendría bien. Anoche, después del viaje, apenas se había lavado un poco la cara antes de acostarse. Se sentó en el váter y orinó. En uno de los estantes vio que había dos toallas dobladas. Cogió una y dejándola a mano, se metió en la ducha para darse un baño de agua templada.

Unos minutos de relajante baño después, cortó el agua y se envolvió en la tela, renunciando a ponerse las bragas usadas y su camiseta. Descendió hasta su improvisado dormitorio y se dejó caer de espaldas en el colchón, abriéndose la toalla y quedando completamente desnuda. Agradeció el frescor de la suave brisa marina que entraba por la ventana sobre su piel, notando una sensación de frío que la hizo sentir viva.

¿Qué voy a hacer?  Fue lo primero que pensó.

Estaba claro que había sido un error aquella visita. Su prima ya tenía su vida hecha, parecía contenta, feliz y estable, después de lo que suponía había sido una salida del armario. Su tía en ningún momento hizo referencia a que vivía acompañada cuando le dio la dirección. Sin duda se había hecho la tonta o había preferido que se enterara por sí misma. Quizás también fuera es el motivo que se hubieran ido a vivir allí, a esa pequeña aldea donde sin duda no le importaba que el reducido grupo de parroquianos la mirara raro al principio. Una vez se acostumbraron, sin duda ya dejaron de llamar la atención y debían encontrarse cómodas, sin tener que dar demasiadas explicaciones o ver caras de sorpresa al enterarse de su relación.

Un ambiente estable e íntimo que ella había venido a alterar. A pesar de que su prima la había recibido bien, la pareja no estaba en absoluto por la labor de facilitarle un rato de intimidad con su María y tampoco podía reprochárselo: ¿quién era ella para aparecer de repente en sus vidas, pensando que el milagro se iba a repetir por segunda vez y su prima, como hizo años antes, la iba a rescatar de una existencia que estaba patas arriba? Una vez más se había comportado de forma egoísta y estúpida. Así que se despediría, recogería sus cosas y carretera y manta…

Oyó la puerta de la calle abrirse y unas pisadas pesadas alejarse: supo que Elena había salido para ir a trabajar. Y por algún motivo se sintió aliviada sabiendo que estaba fuera de la casa.

No paso mucho rato hasta que su prima asomo la cabeza por la puerta. La pilló desprevenida. Seguía tumbada sobre la toalla, totalmente desnuda y con las piernas abiertas

- Buenos días Sonia ¿qué tal has dormido?

- Bien, consiguió balbucear ella girándose de costado y juntando las rodillas para componer una pose que pretendía ser menos pornográfica. María no pareció darle ninguna importancia, al contrario, sonreía como divertida… se acercó a ella y se sentó en el colchón poniendo una mano sobre uno de sus muslos, lo que provocó que una corriente eléctrica la recorriera de pies a cabeza y aunque pretendió mantener la compostura, no pudo evitar un estremecimiento que sin duda su prima pudo percibir nítidamente. A pesar de ello, su sonrisa no cambió, es más, casi diría que se intensificó.

- Voy a desayunar, en un rato tengo que abrir la tienda ¿te apetece un café y una tostada?

  • Sí claro, me visto te ayudo…

- No, pareces cansada, quédate aquí y yo traigo el desayuno: hoy haremos desayuno en la cama ¿te parece bien?

- María, no quiero molestar… Más aún, no sé si ha sido buena idea venir.

- Ha sido muy buena idea: ¡me alegro mucho de volver a verte! no te creas que no me he acordado de ti…

- Me da vergüenza que hayamos perdido el contacto, mi vida ha sido un poco loca en el último año…

  • Bueno, espérame que vuelvo enseguida y ahora me cuentas qué es lo que te pasa. Porque está visita no ha sido casualidad ¿verdad? Primero desayunamos y luego tendremos un ratito para nosotras, hasta las 10 no abro la tienda.

Una taza de café y una tostada después, ambas permanecían juntas, sentadas con los pies cruzados sobre el colchón. El desayuno les había permitido establecer un clima de complicidad que Sonia sintió que era la misma, o muy parecida, a la que habían tenido en aquel verano. Aunque llevaran tiempo sin verse, el vínculo entre ellas permanecía activo, así que se sintió con ánimos y fuerzas, y anticipándose a que María le preguntara, fue ella la que empezó a hablar. Se había puesto unas bragas limpias y una nueva camiseta. María tenía un vestido largo de tirantes de gasa clara que al pasar delante de la ventana dejo transparentar sus formas desnudas.

- Me hizo tanto bien aquel verano contigo, prima… salí de aquí distinta…

- Sí, ya me contaste y también me dijiste que te habías echado novio, un tal Jorge creo ¿no?

- Sí, dijo ella con voz un poco apagada.

- ¡Vaya! ¿Es posible que por ahí hayan venido los problemas? por la forma en cómo has pronunciado su nombre y con la cara que has puesto…

  • No te equivocas, ese es el motivo de que me haya cogido vacaciones. Tenía que irme de Madrid, todo se estaba derrumbando a mi alrededor.

Le tomó la mano y se inclinó un poco, acercando su cabeza: cuéntame qué ha pasado…

- Hace unas semanas tuve que viajar a Cuenca: allí conocí a un chico, fue una aventura de una noche, la verdad es que no sé lo que me pasó, simplemente deseaba eso, tener una aventura y ni siquiera me paré a pensar lo estaba haciendo, convencida de que nadie se iba a enterar. María, me apeteció, fue como un impulso que no pude detener o más bien, que no quise detener, no voy a tratar de disculparme…

  • Vale, vale, yo no te voy a juzgar, no te preocupes, eso le puede pasar a cualquiera, te sentiste atraída por ese chico…

- Ni siquiera había sentimientos, eso es lo peor de todo, no lo hice por sentirme arrebatada por él, lo único que me apetecía era eso, tener una aventura. Era excitante sentirme deseada por un chaval bien parecido: me puse cachonda, me dio mucho morro morbo, solo fue un impulso sexual…Te puedo asegurar que para mí desgracia, cuando lo conocí más adelante, cada vez que me encontraba con él me caía peor, la verdad es que era un perfecto gilipollas.

- Y ¿qué pasó?

  • Es tan tonto que me da hasta vergüenza contarlo. Mi novio y yo a veces, cuando estamos separados nos grabamos con el móvil, nos hacemos fotos y nos las enviamos. Es como un juego ¿sabes?

- ¿Sexo telefónico? Preguntó María, que parecía más divertida que escandalizada.

  • Algo así. Sexting lo llaman ahora, porque no solo es hablarte, también es enviarte imágenes, vídeos… ya sabes, incluso hacer videoconferencia. La verdad es que soy una completa imbécil, tenía que haber supuesto que él me iba a llamar. El caso es que me pilló en faena con el otro chico. En ese momento tenía que haberlo echado de la habitación. Pero cometí la torpeza de dejarlo allí y contestar a Jorge. Me sentía fatal porque estaba hablando con mi novio mientras el otro estaba a mi lado, de pie, mirándome en pelotas, como esperando que acabara para continuar.

- Pero ¿lo habíais hecho ya?

  • Sí, una vez. Pero te aseguro que se me cortó el rollo, ya no quería seguir...Le mandé unas fotos a Jorge y quedamos en que dentro de un rato nos llamábamos. Le dije que no me apetecía hacer videoconferencia, se suponía que se iba a masturbar con lo que le había mandado y yo también con lo que él me mandó. Después hablaríamos... Comentó ruborizándose.

- Muy bueno, jajajaaa, es un juego divertido...

  • Sí, salvo que te pillen en medio de una infidelidad. El muy idiota se dejó una prenda encima de la cama y yo no me di cuenta. Pero mi novio sí: me mandó la imagen ampliada y supe que me había descubierto. Cometí muchos errores esa noche y solo tuvo que ir atando cabos. Y después todo se complicó sobremanera. El idiota de Cuenca se presenta en Madrid y pide traslado a mi tienda. Cuando me lo encontré en mi oficina, no me lo podía creer…comentó llevándose una mano a la cabeza… Para colmo, Jorge nos pilló entrando al trabajo: se había enterado que era un compañero de Cuenca, así que tampoco tuvo que darle demasiado al coco. Lo peor de todo, es que se pensó que seguíamos liados. Por mucho que yo intenté explicarle que no había sido cosa mía el que se viniera Madrid, no me creyó. Cualquier oportunidad que hubiera podido tener de recuperarlo se fue a la mierda.

- Vaya, lo siento…

- Y por si faltara algo para tener la función completa, hay una lagarta exnovia de Jorge que se aprovecha de la situación para recuperarlo y quitármelo y además, me encuentro con que el pavo de Cuenca se está follando a la recepcionista en mi oficina...

La risa de María llenó la habitación mientras se tiraba de lado en el colchón, sin poder contener las lágrimas.

- ¡Qué putada prima! Consiguió articular...

Sonia no pudo por menos que sonreír. La verdad es que era para echarse a reír, sí...

- Pero te puedo asegurar que a mí no me parece nada de gracioso. Se me ha venido abajo la vida y todo por mí mala cabeza.

  • Vaya, ahora entiendo tu escapada ¿Qué piensas hacer?

- No lo sé, de momento desconectar, estoy tan jodida y tan confusa... María, no era mi intención venir a molestar, la verdad es que no sé por qué me he presentado aquí sin ni siquiera avisar...

  • No me vuelvas a decir que me molestas... Dijo María poniendo una mano sobre su rodilla: has hecho bien en venir. Puedes quedarte todo el tiempo que necesites.

- Mira aquí estoy de más, yo... No la dejó continuar, María puso dos dedos en sus labios... De nuevo, acerco la cara a la suya casi como si fuera a besarla.

- ¿Por qué has venido a mí, Sonia?

Sonia bajó la mirada hacia su regazo.

- Porque no tengo a nadie más. Ya me salvaste una vez, María, y pensé que me haría bien volver. Sé que llevamos tiempo sin vernos, pero por algún motivo extraño pensaba que quizás tú me escucharías, que es posible que contigo fuera como aquella vez. Sé que es una tontería, pero es el único sitio donde se me ocurrió que podría ir.

- Has hecho bien, claro que sí , respondió María la vez que la abrazaba. Me voy, tengo que abrir la tienda ¿quieres venirte conmigo y te la enseño? Igual hasta me puedes dar alguna idea para organizarla o decorarla mejor…

- Claro, me apetece mucho... era cierto, cualquier cosa menos quedarse allí a darle vueltas a la cabeza...

La mañana transcurrió rápida, con una Sonia encantada de verse ocupada y sentirse útil, tanto ayudando en la tienda, cómo dando consejos de experta a su prima para mejorar la misma.

No es que hubiera mucho trabajo en un pueblo tan pequeño y fuera de temporada, había más trasiego y movimiento que realmente ingresos, pero por lo que le dijo María, era más que suficiente para mantenerse, sumándole lo que aportaba Elena como monitora.

Una Elena que cuando volvió al mediodía para almorzar, le lanzó otra agria mirada al ver lo compenetradas y risueñas que estaban los dos. Era un tema que había evitado hasta el momento hablar con su prima, aunque resultaba más que evidente que aquellas dos estaban liadas y que, como parecía indicarle Elena con cada gesto, con cada mirada y con cada palabra, Sonia era la que sobraba. Era su reacción natural al vínculo especial que parecían mostrar las dos primas, a pesar de llevar tanto tiempo sin verse. Es posible que hasta el día anterior, la novia de María ni siquiera supiera que ella existía.

Dos o tres días pasaron hasta que finalmente Elena dio la cara. No era una chica que gustara de las ambigüedades ni tampoco parecía tener demasiada mano izquierda: se ve que no le gustaban los rodeos ni tampoco era de las que tenía mucho tacto, así que debió pensar que las cosas claras y el chocolate espeso.

Una tarde que coincidieron las dos en casa solas, María estaba en la tienda, Helena la sorprendió saliendo de la ducha. Iba en braguitas y con la toalla en la mano, cuando salió al pasillo y se la encontró de frente, apoyada la espalda la pared, esperando aparentemente para usar el baño.

Sonia la trató de rodear, pero ella la arrinconó contra la pared cortando el paso. No era muy sutil la forma de comenzar la conversación, pero sí efectiva, porque no pudo esquivarla de ninguna de las maneras. Desde el incidente, la otra vez también en el baño, no la había vuelto a tener tan cerca de ella y no pudo por menos que fijarse en sus musculados antebrazos, en los hombros firmes y de nuevo, en aquella mirada azul y gélida que se clavaba en sus ojos.

- ¿Puedo preguntarte algo? le soltó a bocajarro sin ningún preámbulo. Sonia no contestó, se limitó a asentir levemente con la cabeza tratando de componer también una mirada aguda, para no dejarse intimidar.

- ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Qué es lo que buscas?

- Solo estoy de vacaciones: necesitaba un descanso, la cosa se me había complicado en Madrid… solo son unas vacaciones para ver si puedo desconectar.

  • Si, ya, ya me sé todo eso de que te ha dejado el novio y todo el lío…pero ¿por qué tienes que venir aquí precisamente? ¿Por qué María?

Estaba claro que de la misma forma que resultaba evidente su relación con María, ella también se había dado cuenta de que entre las primas, parecía haber algo más que amistad y recuerdos compartidos de hacía un par de veranos.

- ¿Te gusta María? preguntó reduciendo aún más la distancia entre ellas a la vez que también se reducía el margen de las posibles respuestas de Sonia. Directa al grano. Quería saber si había venido a quitarle la novia.

- Me gustan los hombres...

  • Jajaja….rio ella descarada, mientras llevaba su mano a la entrepierna de Sonia y la situaba en su pubis, abarcándolo con sus dedos sin ejercer presión y causarle daño, pero forzando el contacto a través de la fina braguita.

- No es lo que me ha contado María.

  • Lo que pasó fueron cosas de crías: ahora es distinto, no estoy aquí por eso. Dijo Sonia agarrándola por la muñeca y retirándole la mano de su coño.

- Seguro que no …respondió burlona. Mira, si lo que buscas es una nueva experiencia, yo te puedo dejar satisfecha para que no tengas que andar molestando a María , dijo tomándole la mano y llevándosela a un pecho duro y firme. Sonia pudo sentir a través de la fina tela el pezón y la aureola de Elena.

Ahora fue ella la que retiró su propia mano con rapidez. No le gustaba aquel contacto, quizás porque la situación la turbaba. No la rechazó por asco, es más, incluso la situación propició que se le revolvieran un poco las hormonas, poniendo su cuerpo en tensión.

- ¡Déjame en paz! le dijo mientras se zafaba del marcaje y ponía distancia entre las dos por el pasillo, esperando y deseando que no la siguiera.

- ¡Déjala en paz tú! oyó que le decía a sus espaldas.

Era evidente que ella defendía lo suyo, que la consideraba una intrusa y que le acababa de hacer una advertencia muy explícita. Sonia tuvo claro que aquello era una trampa: la había provocado para ver cómo reaccionaba.

Entró en el cuarto y cerrando la puerta, se tumbó en el colchón. No podía reprocharle a aquella chica que defendiera su territorio, ni que tuviera un ataque de celos, aunque ella no había dado ningún motivo. Solo quiere estar con su prima, se siente bien a su lado: la escucha, la anima, la empodera… tan solo unos días más y está segura que se encontrará mejor.

Pero es consciente que su presencia allí está creando problemas. Pero ¿a quién? su prima parece estar encantada, es la marimacho aquella la que no la quiere allí: pues mira Elenita, jódete, porque necesito unos días, solo unos días más…

Aquella noche, durante la cena, la situación se vuelve tensa. María se huele que algo ha pasado entre su novia y su prima, porque la animadversión entre ambas ha subido muchos enteros. La incomodidad de Elena ante la presencia de Sonia se ha transformado ya en enfado evidente, mientras que esta última, que se había limitado a ignorarla hasta ahora, le lanza furibundas miradas cargadas de antipatía.

- ¿Salimos a dar un paseo? hace buena noche… creo que nos vendría bien a las tres despejarnos un poco , afirma María.

- Yo me quedo, dijo Sonia, estoy un poco cansada y prefiero acostarme pronto.

No le apetecía en absoluto aguantar a Elena, que se pegaría María como una lapa, aunque solo fuera para afirmar su exclusividad sobre ella. A la mañana siguiente se despertó cuando la rubia se fue al gimnasio, temprano, a comenzar su jornada. Empezó a dar vueltas en la cama y también a darlas en la cabeza.

¿Debía irse ya? No quería hacerlo aún, pero tampoco se trataba de estar con una situación tensa, no porque le tuviera miedo a Elena o le importara una mierda lo que ella hiciera o pensara, sino porque no quería perjudicar a su prima. No tenía ningún derecho a aparecer allí y crearle problemas. Lo cierto es que no esperaba encontrarse esa situación. Esperaba a su prima sola, viviendo en casa de su tía y acogiéndola y recuperando el grado de confianza que tenían antes. Quizás con novio, pero eso no tenía por qué suponer un problema. Lo que no imaginó, fue que hubiera salido del armario y estuviera viviendo con un doberman nazi.

El pensamiento de que ella hacía daño a la gente que le importaba, revoloteó un poco por su mente, haciéndola sentir mal. Le había fallado su novio, a su jefa y ahora, estaba a punto de crearle problemas a María. Sí, quizás fuera hora de hacer la maleta e irse adónde solo pudiera hacerse daño a sí misma.

La puerta se entreabrió y apareció María con una bata corta, aún despeinada y con cara de sueño.

- Buenos días dijo y después, se acurrucó al lado de ella en el colchón. Hoy no me apetece abrir la tienda. ¿Quieres que desayunemos y vayamos de excursión con la bici?

- Pues vaya una empresaria… ¿qué van a pensar tus clientes si te ven paseando con la bici y con la tienda cerrada?

- Estamos fuera de temporada y aquí somos cuatro gatos. Cada uno hace lo que le da la gana, así que nadie se va a extrañar si me ve de paseo.¡Eh! ¿Qué dices? un zumo y unas tostadas y salimos…

  • María, no me apetece demasiado salir.

- Bueno, pues entonces desayuno en la cama... Dijo ella apoyando la cabeza en su vientre.

- María...

  • Dime.

  • Estoy muy a gusto aquí contigo, pero creo que es hora de que me vaya...

  • Y eso ¿cuándo lo has decidido? ayer en la tienda me comentaste que te gustaría quedarte unos días más…

  • Sí, pero es que ¿sabes? creo que es mejor que me largue... No quiero crear problemas, que parece ser que últimamente es mi especialidad...

Su prima emitió una leve risita a la vez que le pasaba un dedo en círculos alrededor del ombligo.

- Lo dices por Elena ¿verdad? No tienes que preocuparte: es así con todo el mundo, no es que te tenga especial manía a ti. Le enseña los dientes a todo el que se me acerca, pero luego es bastante inofensiva...

- A mí no me lo parece... Contestó Sonia recordando el episodio del día anterior.

- ¿Qué te preocupa, prima? La cuestión quedo suspendida en el aire, antes de que María siguiera lanzando preguntas con un cambio de tono que no le pasó desapercibido. Profundo, más ronco, casi más animal… ¿De qué tienes miedo? De ella o de mí... Dijo mientras su dedos dejaban de hacer círculos en el ombligo y se deslizaban dibujando eses muy lentamente hacia su pubis.

Sonia se quedó petrificada. Pensó en cogerle la mano como había hecho con Elena y detenerla, pero sus brazos parecían de plomo, era incapaz de levantarlos. Una sensación electrizante la recorrió entera. Algo que hacía mucho que no sentía. Ese sabor acre que te deja la boca seca ante el peligro y la duda. Ese sentimiento que te atrae y te repele por igual, en una danza endemoniada que te estalla en la tripa sin saber en qué dirección saldrá disparado. Como cuando tienes vértigo y sin embargo no puedes evitar la atracción del abismo, asomándote al borde del precipicio.

Y de repente, el contacto de las yemas de sus dedos, abriéndose paso entre la fina tela de La braga y su piel.

Mientras su mente todavía se debate entre si aquello es correcto o no, si lo desea o no, su cuerpo ya ha respondido. Su clítoris reacciona, las estrellas de sus pechos se ponen pitoneras, su aliento se acelera, su voz se pone grave para pronunciar el nombre de María en una súplica que ninguna de las dos sabe, si es para que se detenga o para que continúe.

Una falange se desliza abriéndole los labios vaginales y la punta del dedo, se entretiene en su entrada sin llegar a penetrar. Una respiración húmeda y caliente se acerca a uno de sus pechos y los labios se cierran sobre el pezón. Mas dedos se unen al masaje y Sonia reacciona abriendo sus muslos y dejándose hacer a la vez que deja caer la cabeza hacia atrás y cierra los ojos, abandonándose.

Recuerdos de hace varios veranos vuelven a su cabeza, en una habitación más oscura y sofocante, donde dos adolescentes alcanzan un grado de intimidad que no volvió a tener hasta que conoció a Jorge. Pero es una conexión distinta, un placer extraño y diferente. Se da cuenta que lo ha echado de menos aunque no quiera reconocerlo. Es como si volviera a casa, al lugar donde realmente siente que es ella misma.

No ve nada, se niega a abandonar aquel lugar oscuro donde todo se siente tan real, abriendo los párpados a una realidad que se le ha puesto tan en contra. Y de repente, una oleada de placer, no sabe si han sido segundos o minutos lo que han transcurrido, pero de repente, nota una lengua deslizándose golosa por su coñito, estimulándola y empapándola, y luego, un dedo penetrando en la vagina y curvándose hacia arriba de forma que acaba haciendo un sándwich de placer con la boca, una por fuera y otro por dentro. El contacto es cada vez más intenso e insistente, su vientre se levanta demandando que el orgasmo llegue ya de una vez.

Su prima alarga el brazo libre y la mano se aferra a su pecho, estrujándole la punta.

Sonia no puede más y se mueve convulsionando y acompañando el orgasmo. Grita sin importarle quién la oiga, en un lamento ronco e ininteligible que parece no apagarse durante unos segundos eternos. ¿Hemos dicho segundos o han sido minutos? ¿Tal vez horas?...

Abre los ojos cuando nota que finalmente su prima saca dos dedos empapados de su coño y ve que se los lleva a la boca, en un gesto obsceno que la hace estremecerse de nuevo. Luego se estira sobre ella, pecho contra pecho, los vientres adheridos, los pubis rozándose, las bocas buscándose en un beso con lengua repleto de sabores, que lejos de producirle asco, le vuelven a activar el deseo. Y entonces, Sonia deja de ser pasiva.

Mezcla de salivas, enredo de lenguas, abrazo íntimo de los cuerpos, en el que recorre con sus dedos la espalda, el culo y los muslos de su prima, aferrándose a sus nalgas e intentando desde atrás llegar a su conejito.

El tiempo se vuelve confuso, la realidad parece ir hacia atrás o hacia delante, según se detiene a recobrar el aliento. Hay un momento en el que acaban revueltas haciendo un 69, donde el placer de ambas se confunde y dónde a cada bocado que le pega a aquel sexo húmedo y escurridizo, le responde otro en el suyo propio.

Su prima se corre por primera vez, incorporándose y abandonando su entrepierna para levantarse sobre ella y pegar su coño a la boca de Sonia, evitando que se interrumpa el contacto, asfixiándola y llenándole la cara de fluidos cuando llega al clímax. Se lo restriega por la cara, con su clítoris hinchado y sensible a cada contacto.

Luego, vienen más caricias relajadas, descansando y preparándose para un nuevo asalto.

Sonia se levanta y baja las persianas: quiere oscuridad...

El tiempo se para... Esa mañana, la tienda permanece cerrada.