Sexting ii (37)

Segunda parte de "Un poco de Sexting"

37

Sonia conducía por la autovía, a media tarde, con una ventanilla bajada a la mitad para sentir el aire en la cara, sin importarle demasiado el ruido del motor. Le gustaba esa sensación del viento en el rostro y en el pelo. Parecía como que le limpiaban los malos humos y de paso las malas vibraciones que su cuerpo iba acumulando. Conducía despacio, total, su utilitario no estaba pensado para pisar pedal, tenía sus limitaciones, pero a ella no le importaba. En este caso el viaje era tan importante o más que el destino, así que no tenía prisa.

Le había estado dando vueltas un día entero, en el que solo tuvo claro que tenía que salir de Madrid, lo necesitaba. Debía romper con todo, al menos unas semanas. Para poner en orden sus sentimientos, para tomar un rumbo, para pasar página si esto es lo que tocaba ¿de verdad se había acabado todo entre Jorge y ella? Le costaba asumirlo. La evidencia era que sí, pero su mente se resistía a aceptarlo. Solo la distancia la podía ayudar, porque todo lo que hacía últimamente era empeorar las cosas. Hizo un breve repaso a todos sus errores, la quinta vez ese día, pero al final decidió que ya estaba bien de mortificarse. Sí ella la había cagado, pero si no hubiera sido por el idiota de Víctor (comenzando por la metedura de pata de los calzoncillos y suma y sigue), todo podría haberse evitado o incluso arreglado.

Por otro lado, Jorge, en cierto modo la había decepcionado. Sí, es cierto que ella había sido la infiel, pero ¿por qué no había intentado siquiera conservarla? O al menos ¿tenía que echarse inmediatamente en brazos de esa tía? ¿Era por despecho, o porque su amor no era tan profundo como parecía? Ya dudaba de todos…

Hombres, hombres, hombres... Sonia prefería a las chicas. Sus amigas nunca le habían dado tantos problemas… ¿por qué no podía ser como ellas? Pero ¿realmente podía ser ella así? Precisamente el intento de comportarse como sus amigas, de forma hedonista y despreocupada, es lo que le había jodido la vida.

O cambiaba su forma de ser o cambiaba su forma de actuar, pero estaba claro que tenía que elegir, o mejor dicho, que tenía que haber elegido: ahora ya era tarde. Había pretendido hacer todo lo que su cuerpo de chica joven le pedía, tal y como hacia su grupo de amigas y a la vez mantener su relación con un novio prudente y fiel, poco amigo de ese tipo de excesos.

A la vista estaba que se había equivocado de todas, todas.

¿Cómo sería su próxima relación? ¿Se buscaría a alguien más liberal en una relación abierta o repetiría con un noviazgo formal? Porque lo que si tenía claro, es que no volvería a cometer el error de tratar de quedarse en medio.

Y ahora estaba allí, poniendo kilómetros de distancia entre ella y el mundo que se estaba derrumbando a su alrededor. Había estado toda la noche decidiendo donde iba a ir, aunque en realidad la decisión estaba tomada. El considerar varias opciones solo había sido una excusa para ganar tiempo, mientras decidía si se atrevía a volver a dónde había comenzado todo.

Hasta que al final reunió el valor y resolvió. Cuando se montó en el coche supo que iba a volver a aquel pueblo costero dónde vivía esa parte de su familia.

En otra etapa de su vida similar, en qué también se hallaba perdida y desorientada, allí encontró una mano amiga y buenos consejos. Había conseguido cambiar su vida. Del pueblo salió una Sonia distinta sin dejar de ser la misma. Así que volvería al lado de su prima María, con la que llevaba un par de años sin apenas intercambiar algún que otro WhatsApp.

Sí, porque ella fue la artífice del cambio, un cambio que no se limitaba solo a mejorar su aspecto físico o su actitud. María hizo algo más que darle un empujón motivacional y sabios consejos. Lo que finalmente la hizo despegar en su vida, fue el que por primera vez, descubrió en ella sensaciones asociadas al placer, a la excitación, al morbo y a la pasión. Toda una inteligencia emocional que le permitió explorarse de piel para dentro, conocerse y aprender a manejarse, y así, manejar a los demás…

Entiéndase, no es que Sonia no conociera el sexo. Ya sabía lo que era masturbarse, pero era un acto mecánico, más movido por la curiosidad y el gustito que daba, que la expresión de un verdadero deseo sexual. Había oído a otras chicas hablar de ello como si fuera él no va más, sobre todo, cuando fantaseaban con sus amores posibles o imposibles mientras se tocaban, pero ella no le encontraba más gusto que el instante del orgasmo. Placentero, sí, pero nada tan excepcional que la hiciera perder el control o engancharse a ello como una droga. Pensaba que el sexo estaba sobrevalorado.

Hasta aquella tarde…

Sonia jamás se lo había contado a nadie. Era su secreto. Si no fuera porque conducía, habría cerrado los ojos como tantas veces, para poder rememorar hasta el último detalle.

Había mucha humedad y calor era sofocante. Una sensación de agobio pegajoso que supuraba por los poros de la piel. Un intento de dormir la siesta con su prima, un cuarto en penumbra, ambiente más cerca de los sueños que de la vigilia. La dos en la misma cama, cómplices y felices. Susurros y confidencias al oído. Sonia llevaba unos días exultante. Pequeños pasos para María, que le llevaba mucha delantera, pero muy importantes para ella, que por fin sentía que había encontrado su sitio.

- No basta con atraer a los chicos. A ti también te tiene que gustar gustarles…

- ¿Qué quieres decir?...no te entiendo…

- Son cosas que ellos notan, aunque no sepan por qué, ni se den cuenta...si no te gusta disfrutar, si con tu aspecto dices una cosa pero con tus gestos y tus palabras otra, ellos sabrán que vas de farol, que no eres auténtica…

- Entonces ¿me dices que debo acostarme con ellos solo para demostrar que soy capaz de ir hasta el final? ¿Eso es ser auténtica?

- No, lo que te digo, es que tienes que disfrutar de verdad. Tienes que hacer lo que desees y te guste. En el sexo también.

- No sé si me va a gustar el sexo con los chicos. Son brutos y…aburridos. Solo piensan en meter.

- Por eso tienes que enseñarlos. Debes averiguar qué es lo que te pone, y conseguir que ellos lo hagan. Si algo no te gusta párales los pies. Primero tienen que satisfacerte ellos a ti y luego ya decidirás si se merecen tus caricias y….que les dejes meter.

- No sé lo que me gusta María…todavía no he…

- Pues experimenta. No tengas miedo.

- Solo me masturbo…y tampoco me parece que sea para tanto el gusto que se siente…

- ¿Has probado a sentir otra mano sobre ti? Eso lo hace muy diferente, te lo aseguro. Todo cambia cuando es otro tacto, otra respiración en tu piel, escuchar a alguien jadear de placer a tu lado…

Sonia se sentía transportada por las palabras de su prima ¡Todo era tan morboso en aquella intimidad tan húmeda y sofocante! Y además se sentía cómoda, como si en vez de María, fuera ella la que se hablaba a sí misma. Todo era tan intenso…nunca había sentido tal cumulo de emociones ni había tenido los sentidos tan a flor de piel.

- A ti ¿te han masturbado ? Preguntó con una risita nerviosa, casi avergonzada de hacerlo planteado.

- Si…

Sonia se giró de costado, apoyándose en el codo, con los ojos aun entrecerrados pero atentos.

- ¡Cuéntamelo!

- Bueno, la primera vez fue un poco brusco. El chico no sabía…y no se dejaba guiar. Yo tampoco es que fuera una entendida, era mi primera vez, pero al menos sabía lo que me gustaba y lo que no. Pensé que esto del sexo era un rollo, lo mismo que tú. Pero la segunda vez traté de asegurarme…

- ¿De asegurarte?

- Si, me busqué a uno que ya fuera algo más experto.

Sonia abrió los ojos incrédula ¿a qué se refería? Hizo la pregunta solo con la mirada, sin palabras.

- Verás, hace un par de años vino de vacaciones otra chica, Pepa, también pariente de una amiga, que estuvo saliendo con un chaval de un pueblo cercano. Ella nos lo contaba todo. No follaban pero se masturbaban cada vez que se veían. Buscaban un lugar apartado (aquí no faltan) y se iban a hacer sus cosas…

Mas risas cómplices…

- Ella nos contaba que el muchacho la hacía llegar siempre al orgasmo, que era muy hábil y también muy cuidadoso con ella. Al final del verano ya se conocía su coñito mejor que su propia picha. En una ocasión nos contó que se corrió tres veces en una sola sesión. Tenía el coñito súper sensible y casi irritado de tanto frote. Estábamos en la playa tomando unas cervezas. El novio se acababa de ir y ella había venido a buscarnos. Entre risas le pedimos que nos lo enseñara y, Pepa, ni corta ni perezosa, se bajó las braguitas y nos enseñó todo su papo. Estaba oscuro, pero por lo poco que vimos lo tenía un poco hinchado aun y húmedo. Las bragas estaban manchadas de su flujo.

- ¿Os lo enseñó?

- Claro. Todas nos lo enseñábamos para ver como lo teníamos. Cada coñito es diferente y teníamos curiosidad ¿Quieres ver el mío?

A Sonia se le subieron los colores. Ya había visto antes a su prima desnuda, pero por pudor, había tratado de no fijarse demasiado. Ella no esperó a que le contestara. Ambas echaban la siesta en bañador, así que se sacó la parte de abajo y se abrió de piernas para mostrarle un coñito depilado. Dos labios gruesos pegados y separados por una línea que delineaba su rajita, oculta de momento. Una protuberancia rugosa por encima de ellos, mostraba el capuchón que escondía su clítoris. Usando los dos dedos índices, los separó un poco, dejando ver una oquedad rosa, la entrada a su vagina. Abriendo un poco más, pudo ver un clítoris erguido y tembloroso, como un pequeñísimo pene arropado por los pliegues de su coñito. Sonia la miraba absorta, como si aquel agujero húmedo y palpitante la llamara. Balbuceando, consiguió romper el tenso silencio:

- Y ¿Qué pasó con ese chico?

- Bueno, Pepa se volvió a la ciudad y él quedó libre.

- Os hicisteis novios…

- No, novios no, amigos si acaso… Solo lo quería para una cosa… dijo María con voz grave…

- Y ¿Era bueno?

- Muy bueno, Pepa no había exagerado.

A Sonia no le pasó desapercibido el cambio de tono de su prima, ni tampoco como se había acercado a ella, casi hasta tocarla. Podía notar su aliento en la cara.

- ¿Me dejas ver el tuyo?

- ¿El, el…mío?

- Si, yo te lo he enseñado...

Sin tener claro si era buena idea o no y a pesar de la vergüenza, Sonia se bajó el biquini, deslizándolo por sus tobillos y arrojándolo a los pies de la cama. Eran amigas ¿no? Ella también debía corresponder a la confianza que le había demostrado María, enseñándole lo más íntimo que tenía. Mantuvo los muslos juntos. Se sentía mojada, y le daba un poco de corte que su prima lo notara.

- Vaya, cuanto pelo… ¿cómo van a encontrar los chicos tu botoncito de placer así? Bromeó María. ¿Sabes?, es lo que te decía, unos dedos distintos, un tacto distinto, un placer distinto e intenso…eso sentí cuando Fabián me tocó por primera vez. No es solo que supiera donde y como tocar, es que era…diferente…

Y entonces, llevo su mano su rodilla. Empujó para moverla y obligarla a separar las piernas. Sonia jamás había estado tan expuesta ante nadie. Sintió una ola de calor que le subía desde su vientre y por el pecho, hasta atenazar su garganta…

- ¿Qué haces? Musitó con voz ronca cuando María posó la mano en su coñito.

- Pues demostrarte lo que te estoy diciendo ¿A que el tacto es distinto?

Sonia no pudo responder. Estaba encendida pero paralizada. Sintió la mano de su prima posarse en su monte de venus y luego, tras enredar un poco en su vello púbico, descender a sus labios mayores. Contuvo la respiración cuando notó que presionaba, provocando que estos se abrieran, dejando dos de sus dedos a la entrada misma de su vagina. Se asustó un poco, pero permaneció abierta y sin reaccionar. Un súbito placer iba sustituyendo a la aprehensión inicial. Temió y deseó a la vez que aquellos dedos penetraran en su coñito aun virgen.

- Cierra los ojos, imagina que es un chico quien te acaricia…

Sonia obedeció.

- ¿Ves? ¿A que da mucho gustito?

- S….sí. Pero por favor, dentro no…

- No seas tonta, no voy a desvirgarte. Tú déjate hacer.

Los dedos comenzaron un movimiento de rotación en su himen, pero sin presionar hacia dentro. Su coñito ya estaba muy empapado y sentía pequeñas descargas de placer que recorrían su espina dorsal. Luego, recorrieron el camino hasta su clítoris. Su prima sabía muy bien dónde dirigirse. Al contrario que el de María, el suyo no tenía forma de pequeño pene ni sobresalía. Había que apartar los labios y era como un pequeño botón, como una pequeña semicircunferencia rosada y brillante. María lo acarició con mucha delicadeza y muy despacio. Los calambres aumentaron, Sonia arqueó el cuerpo y gimió sin abrir aun los ojos, dejándose llevar.

- Ya verás cuando sea un chico quien te lo haga…cuando puedas agarrar su pene y restregártelo por aquí abajo ¿Sabes? Yo lo he usado para masturbarme…como si fuera un dedo grande. No sabes el gusto que da…

Sonia volvió a emitir un gemido que pronto se convirtió en un jadeo, pausado al principio, pero que pronto se fue acelerando, hasta convertirse en un resoplido frenético conforme se acercaba el orgasmo. El calor la sofocaba ahora y casi le costaba respirar, pero por Dios, que no se detuviera su prima. Ya no había vergüenza, ni miedo, solo un tobogán de sensaciones por el que ella caía, sabiendo que al final la esperaba una explosión de placer. María, notando que llegaba el instante, dejó de frotar y aprisionó el clítoris de su prima entre dos dedos, masajeándolo. En el momento culmen, lo pellizcó, atrapándolo entre sus dedos, mientras Sonia se revolvía y convulsionaba, incrédula ante lo diferente que era sentirse masturbada en vez de hacerlo ella misma, sobrepasada por una mezcla de gozo y dolor que jamás creyó que pudiera ser tan placentera. Sintió que su coño expulsaba un chorrito de algo que parecía orina, empapándola todavía más.

Luego perdió la consciencia. Debieron ser solo unos segundos, pero ella se sintió fuera de este mundo. Solo podía ver sombras, su cuerpo aun convulso pasando a un estado de relajación que la hacía sentir una gran pesadez en sus miembros. Los parpados se negaban a levantarse y el sonido de su corazón palpitando lo llenaba todo.

- Me has puesto la mano chorreando ¡Vaya corrida prima! María la reclamaba a este mundo, eso sí, con voz melosa, sin prisa, mientras le acariciaba su muslo con la mano húmeda y pegajosa.

Ella solo pudo sonreír. Aun no podía hablar. Pero aquella sonrisa fue su forma de decirle que no se arrepentía de lo sucedido. Gracias prima.

Esa no fue la única vez. La hora de la siesta se convirtió en su momento secreto, aunque no fue el único, si fue el más habitual. No faltaron una metida de mano en un portal, de vuelta a casa por la noche y con la excitación que provocaba el miedo a ser descubiertas, ni un revolcón en la playa, la primera vez que tenía un orgasmo al aire libre, instantes que ya se quedaron en su mente grabados. Instantes de intimidad y confidencias, de aprendizaje gozoso, de aclarar sentimientos:

- Me gustan los tíos María…

- A mí también, prima.

- Pero ¿entonces por qué…?

- No hay por qué. Nos tenemos la una a la otra. Lo nuestro es aparte de todo lo demás.

Ella le enseñó que se podía tener una vida oculta, separar sentimientos, tener una amistad pura y no mezclarla con el resto de tu existencia, que el sexo no tenía genero…que podían seguir siendo amantes independientemente de sus novios de pacotilla y resto de relaciones eventuales ¿Había influido quizás eso en su error con Jorge? Mierda, ¿por qué insistía en llamarlo error? Fue una infidelidad consciente. Si creyó que su relación con María (libre y aceptada por ambas partes) se parecía en algo a lo que hizo con Jorge, es que estaba muy mal de la cabeza.

Una vez más, no era capaz de explicarse a sí misma. Como si hubiera vuelto a los 16 años. Necesitaba ver a María. Seguro que ella la volvería a ayudar, a pesar de no haber tenido apenas noticias la una de la otra desde hacía un par de veranos. Era más un deseo que una realidad, porque lo cierto es que no sabía si se encontraría a la misma chica que conoció. Pero ¿Qué tenía que perder? ¿Acaso había algún lugar más al que dirigirse?