Sexting ii (33-34)

Segunda parte de "Un poco de Sexting"

33

Sonia iba de copilota en el coche que conducía Vanessa. Era la hora de almorzar, pero preferían estacionar cerca de su local y dejar las cosas ya en la tienda. Aunque tuvieran menos tiempo, al menos almorzarían tranquilas, sin las prisas por volver y buscar aparcamiento en la zona, que solía estar bastante complicada a esas horas.

La mañana había sido intensa, cosa que Sonia agradeció, porque tras la conversación con Jorge prefería tener la cabeza amarrada a algún ancla, antes que dejarla a la deriva por mareas de rencor o autocompasión. Pero a pesar de todo, Sonia no había podido evitar pensar en el asunto que había puesto patas arriba su vida: desde que cometió aquel error con Víctor todo había ido de culo, cuesta abajo y sin frenos.

¿Se podía tener peor suerte? Pero no, no era solo una cuestión de suerte, acabó concluyendo. Ella había intentado jugar al menos sus cartas y estaba segura, que si el idiota de Víctor no hubiese aparecido por Madrid y la petarda de la cafetería no hubiese entrado de nuevo en la vida de Jorge, el éxito habría podido acompañarla en su empeño de recuperarlo.

Si, estaba bastante segura de que esa furcia manipuladora era la peor de todos y había influido decisivamente en Jorge. No podía olvidar las palabras ni las miradas que se intercambiaron aquella tarde. Sabía reconocer perfectamente a una rival nada más verla. Aquella tía quería joderla de la peor forma posible: de la forma en que te joden aquellos que quieren quitarte lo más importante. No porque le cayera mal o por quedar por encima de ella, simplemente quería fastidiarla porque era la única forma de obtener aquello que necesitaba. Lo había visto en su mirada: ella necesitaba a Jorge, estaba enamorada, tan claro cómo que mañana volvería a amanecer.

No peleaban por ver quién era la que le ganaba a la otra, ni siquiera peleaban por un chico, lo hacían por “el chico”.  Las dos estaban enamoradas del mismo tío y eso entre dos mujeres jóvenes y decididas era lo mismo que decir guerra sin cuartel, pelea a degüello, sin reglas, sin hacer prisioneros…y por lo que se ve, ella había perdido. Pues bien. A tomar por culo. Tiraba la toalla. Ya daba igual quién hubiera empezado la guerra ¿Habían acabado? Pues entonces ¿Qué le impedía hacer lo mismo que Jorge? Si de todas formas estaba convencido que seguía liada con Víctor y no quería darle otra oportunidad, pues que así fuera. Esa misma tarde le daría una cita y si no era tan estúpido como para meter la pata, acabaría echando un buen polvo con él en su pensión. La verdad es que lo necesitaba. Unos brazos que te recojan al caer, como decía la canción de Madonna…o algo así. Igual hasta se permitía enviarle también un video a esos dos, ella también sabía algo de lo que le gustaba a Jorge ¿Qué le parecería verla haciéndoselo a otro?

Sonia no sabía si llegaría tan lejos, pero notó el dulce sabor de la venganza al pasarse la lengua por los labios, aunque solo fuera imaginada.

El reencuentro con su jefa también le supuso un aliciente. La puso al día de todo lo sucedido en esa semana en el trabajo pero no obstante, al estar rodeados de gente, no habían podido entrar en temas más personales. Ahora tenían la suficiente intimidad, y fue Vanessa quien dio el primer paso.

- Oye, y tú ¿Cómo estás?

- Estoy jodida, Vane…

- ¿Es ya definitivo lo de la ruptura? No sabes cómo lo siento, de verdad que Jorge me caía bien…

- No solo te cae bien a ti…

- Joder Sonia ¿hay otra? No me digas que ha sido por eso.

- Tuvimos problemas, por decirlo de alguna manera…y al final nos hemos distanciado. Fui yo quien metió la pata ¿sabes? Creo que lo empujé a hacer lo que ha hecho, lo que no impide que esté muy cabreada por la rapidez con que se ha buscado a alguien para lamerse las heridas.

Vanessa hizo un mohín como si estuviese oliendo una lata de conserva echada a perder.

- Mira Sonia, no sabes el coraje que me da que en estas cosas, nosotras siempre carguemos con la culpa. Los tíos son unos irresponsables y mientras nos preguntamos que hemos hecho mal, ellos lo tienen claro, se ponen rápidamente a buscarnos sustituta. No veo en que forma has podido empujarlo a dejarte, pero si lo ha hecho tan rápido, es que a lo mejor no estaba a tu altura, incluso aunque tú trates de cargar con la falta.

Sonia asintió agradecida por el piropo que le dedicaba su amiga y jefa. Era cierto, Jorge no había peleado por ella, aunque se cuidó muy bien de decir cuál fue el motivo del inicio de todo este drama. Después de los ánimos que le daba Vanessa no se encontró capaz de confesarle que todo había partido de una infidelidad suya.

- Ah, los líos de amores ¿Por qué es todo siempre tan complicado? Por cierto, me ha llegado un rumor de un tema de faldas en la empresa ¿no sabes?

- ¿Un rumor? Algo se removió dentro de Sonia, que procuró que no se le notara, aunque su voz había sonado algo quebrada…se limitó a hacer un gesto a Vanessa para que continuara, sin atreverse a tomar la iniciativa de preguntar nada.

- Parece que tenemos dos empleados liados…Pero aún no se quiénes son los tortolitos…he pillado a las dependientas haciendo algunos comentarios, pero no he querido preguntar más.

- Claro, esto…bueno, quiero decir que al fin y al cabo cada uno en su vida privada hace lo que quiere ¿no?

- Pues eso. Mientras no mezclen trabajo y cama…mira, allí hay un sitio…

Vanessa aparco apenas a unos metros de la tienda, satisfecha por su suerte.

- Dejamos las cosas en la oficina y nos tomamos algo rápido ¿vale?

  • Perfecto.

Cuando Vanessa llego a la puerta de la tienda, observó que la persiana estaba bajada pero sin el candado.

- ¡Uy! Aquí hay alguien...

  • Seguramente será Raquel, indicó Sonia, que sabía que la recepcionista habitualmente se traía la comida de casa. Sin embargo era raro, porque ella no dejaba la persiana echada, solo cerraba la puerta.

Abrieron y entraron sin hacer mucho ruido. La recepción estaba vacía y las luces apagadas. Las dos se miraron con gesto extrañado.

- Oye, a ver si se ha colado alguien…

  • No creo, mira, el candado está en la mesa de Raquel. Nadie ha forzado la puerta.

  • Estará seguramente en el servicio.

  • ¿Con las luces apagadas?

Vanessa se encogió de hombros.

- Bueno vamos a ver... Y comenzó a caminar hacia la trastienda, seguida de Sonia.

Precisamente en la oficina de esta última había luz. No tenía ventanas a la calle, pero emitía un tenue resplandor que permitía andar por el pasillo sin tropezarse.

Cuando llegaron a la puerta, Sonia giró el pomo con cuidado, no exenta de cierta inquietud. Se oía un ruido apagado dentro, como unos golpes sordos. Tras una mirada entre ambas, Vanessa le hizo un gesto cómo animándola. “Venga, vamos a ver de una vez que pasa aquí”.

Abrió la puerta con el mismo cuidado que había girado el picaporte, dispuesta a pasar lo más desapercibida posible en el caso que dentro le esperara una sorpresa desagradable. Nada hacía presagiar una intrusión violenta, pero por si acaso.

Las dos se quedaron patidifusas con la imagen que se ofreció a sus ojos.

Raquel estaba de rodillas sobre una de las sillas giratorias, el respaldo de ésta apoyado sobre la mesa, al igual que sus brazos. El vestido por encima de sus caderas, dejándola desnuda de cintura para abajo. La cara pegada a la mesa, entre sus manos, con los ojos cerrados y la boca abierta emitiendo sonoros jadeos que ahora ya no llegaban como murmullos sordos una vez franqueada la puerta. El cuadro lo completaban unas bragas de encaje blancas tiradas en el suelo, sobre la moqueta.

Detrás de ella, con los pantalones bajados y sin camisa, Víctor la penetraba agarrándola por la cintura. Se oía el golpeteo de sus muslos contra los glúteos y podían ver la verga entrar y salir del coño de Raquel. Estaban de lado, perpendiculares a ellas, con lo cual todos los detalles quedaban la vista.

Los pechos de la chica rebotaban con cada embestida de Víctor que estaba aumentando el ritmo y la intensidad de la follada. Se podían ver saltar sus huevos con el movimiento, de la misma forma que encogía su culo cada vez que arremetía contra ella.

Las dos se quedaron con la boca abierta, embobadas con aquel espectáculo que tenía más de salvaje y animal qué de erótico. Joder con Raquelita, con lo modosita que parecía. Y ahí estaba agachando la cabeza hasta apoyar la cara en la mesa, para poder levantar mejor el culo y sentir hasta lo más profundo como la verga la penetraba. Y Víctor dándole caña con las manos aferradas como garfios a sus glúteos y a sus caderas, disfrutando de ese señor culo que no parecía transmitir las vibraciones de los empellones que le metía, porque era un trasero duro de fitness, extasiado por el roce dentro de ese coñito que tragaba polla, glotón, como si quisiera atiborrarse de la carne ajena.

Ninguno se apercibió de la intrusión, todos sus sentidos estaban enfocados a la cópula. Ellas dos se quedaron allí pasmadas, sin saber muy bien que hacer, pero sin poder retirar la mirada de la escena. Hasta que el chico, con un berrido como si fuera un ciervo en celo, la apretó contra él, dejándosela metida en lo más profundo y apretando su vientre contra las nalgas, que se pusieron blancas allí donde las manos se aferraban a ellas.

Como si Raquel hubiera estado esperando ese momento también, empezó a correrse, levantando la cabeza de la mesa, subiendo mucho la barbilla y extendiendo los brazos hacia atrás, como si quisiera pegarse aún más, si esto fuera posible, a su amante. Sus jadeos fueron sustituidos por un grito ronco y prolongado.

En esa postura, Víctor alargo la mano y la pudo coger del pelo, tirando hacia atrás de ella y provocando que se incorporara. Luego, retirando la mano que aún tenía en su cintura, le agarró uno de sus pechos pellizcando su pezón. Esto pareció prolongar el placer, haciendo que Raquel culeara sobre el pubis del chico, seguramente para sentirla más. Aspiró como pudo un par de bocanadas de aire, jadeante y sofocada, y por fin abrió los ojos, aunque su mirada parecía perdida y sin enfocar.

Sonia no tuvo dudas: la acababa de dejar muerta… muerta de gusto, claro…

Todavía prolongaron un poco más la cúpula, manteniéndose enganchados, ella boqueando mientras iba recuperándose, sin duda notando la verga que todavía la llenaba empujando desde atrás para mantenerse en su interior; y él mirando hacia el techo, tratando también de acompasar su pulso, con ligeros estremecimientos que seguramente respondían a cada contracción que el todavía hinchado coño de Raquel provocaba en su falo.

¡Menudo cuadro! Sobre todo cuándo Raquel se percató de que tenían espectadores. Fue la primera en darse cuenta que Vanessa y ella, estaban cada una a un lado de la puerta con los ojos como platos y la boca abierta. En un gesto reflejo, también se llevó ella la mano a la boca, limpiándose un rastro de saliva y emborronando de paso el carmín de sus labios, que quedó restregado por su mejilla.

Luego, con la prisa que daba el haber tomado ya plena conciencia de la situación, intentó levantarse, pero seguía formando un sándwich entre el respaldo de la silla y la polla de Víctor, que seguía apretando contra ella y manteniéndola en la posición. Tuvo que soltar un pequeño grito, cómo tratando de avisarlo y con un movimiento brusco de su culo, consiguió zafarse del abrazo. Sonia puedo ver perfectamente cómo se abrían los labios de su coño mientras la verga resbalaba de su interior.

Inmediatamente, se dio la vuelta y bajándose el vestido se sentó en la silla cruzando las piernas. Compuso una expresión compungida, mientras evitaba el contacto visual mirando al suelo, seguramente a donde estaban sus bragas tiradas. ¡Oh Dios! debió pensar, ¿qué hago? ¿Me quedo quieta o voy a recogerlas? El shock había sido tan imprevisto que de repente unas lágrimas asomaron a sus ojos y optó por tapárselos con las manos, como las niñas pequeñas que piensan que si no ven la realidad, ésta no existe.

Por su parte, Víctor, continuaba de pie, desnudo a excepción de los calcetines y los zapatos, sobre los que descansaba su pantalón y calzoncillo. También las miraba con la boca abierta, aunque lo que más llamaba la atención, era ver el arco que describía su verga mientras iba perdiendo erección.

Un pesado silencio cayó sobre los cuatro, hasta que Vanessa decidió arrojar luz sobre las apuestas de quién sería el primero en hablar.

- Pues al final va a ser verdad el rumor de que había un lío de faldas en la tienda...

34

Sonia apuraba su café. Mala idea , pensó, lo último que me hace falta ahora es tomarme un café bien cargado, pero es que era su costumbre para no perder fuelle después de la comida del mediodía. Se sentía bastante cabreada. Ella pensando en darse una alegría con Víctor y se encuentra con que otra vez le han tomado la iniciativa. Ni siquiera follar con ese idiota. La mosquita muerta de Raquel se lo había levantado en sus narices. Pensó que después de una semana estaría tan desesperado que podría manejarlo a su antojo, pero otra vez, la que quedaba fuera de juego era ella…suma y sigue. Vaya una mierda, no le salía una a derechas y además estaba quedando como el culo en cada ocasión. ¿Le habría contado Víctor lo suyo a Raquel? Conociendo al nene no era una opción a descartar ni mucho menos. El solo pensamiento de que lo hablaran entre ellos la puso muy de mala leche.

Una risa medio contenida interrumpió sus pensamientos. Vanessa se reía para sí, seguramente recordando la situación que habían vivido apenas hacía tres cuartos de hora.

- ¿Qué te hace tanta gracia? preguntó un poco mosqueada…

  • Joder, vaya situación ¿no te parece? En el fondo tiene su punto cómico.

- Sí, díselo a ellos…

  • Es verdad: los pobres han pasado un mal rato.

  • Yo no diría que estaban pasando un mal rato, más bien todo lo contrario.

  • Bueno, al menos al final.

- Y ¿qué piensas hacer al respecto?

El tono brusco y desabrido sorprendió a Vanessa.

- No sé ¿qué piensas tú? ¿Crees que debo despedirlos? aventuró retándola.

Sonia se retrajo un poco.

- No, no creo que haya que llegar a tanto. Pero creo que se merecen un buen susto.

  • ¿Más todavía del que se han llevado?

  • ¡Ostia Vane, estaban follando encima de mi escritorio!

- Vale, vale. La empresa no es un picadero. Se lo voy a dejar muy claro.  Enviaré unos días a Víctor a otra tienda, con un par de semanas separados será suficiente. Yo creo que la vergüenza es su peor castigo, sobre todo para Raquel. Estaba muerta ¿te has fijado? Blanca como la leche.

  • Sí, la mosquita muerta, mírala...

- A ver Sonia: ¿qué narices te pasa? yo también estoy enfadada, la oficina no es lugar para hacer esas cosas y me he llevado una sorpresa, no lo esperaba de Raquel, pero no estaban en horas de trabajo, la tienda estaba cerrada y creo que con el susto que se han llevado no van a volver hacer algo así ¿Por qué te lo tomas como algo personal? ¿Solo porque estaban en tu despacho y haciéndolo encima de tu mesa? si quieres castigarla ahora le dices que coja el bote de limpiador y un trapo y te limpie bien la mesa y la silla…

  • No se trata de humillar a nadie, no estoy diciendo eso.

  • Bien me alegro de que estemos de acuerdo, es un buen comienzo. Entonces ¿qué te parece que debo hacer?

Sonia retiro la mirada a un lado y resoplando concedió:

- Lo que has dicho está bien, una semana separados y luego a ver qué pasa.

  • Bien, ahora creo que eres razonable ¿volvemos?

  • Sí, claro.

Vanesa levanto la mano para pedir la cuenta y de repente otra risita le volvió al rostro. Sonia la miraba interrogativa:

- ¿Y ahora qué pasa?

  • ¿Te imaginas que entramos y los pillamos otra vez?