Sexting ii (24)
Segunda parte de "Un poco de Sexting"
24
- Lucía ¿me podrías hacer un favor?
- A ver, déjame que adivine: ¿cambiamos el turno? hoy cierro yo y mañana abres tú…
- Tía ¿qué pasa, eres bruja o qué?
- No hace falta ser bruja para ver tu cara de satisfacción leyendo el whatsapp. Te ha escrito Jorge ¿no? seguro que va a ser la gran noche, solo te ha faltado relamerte como una gata en celo. En fin, que sí, que vale, pero ya conoces el trato: mañana me lo tienes que contar todo, quiero saber el último detalle de tu estreno…
Magda le lanzó una mirada de suficiencia y le sonrió con tranquilidad, con demasiada tranquilidad…
- Oye, oye, oye, tú no habrás... Serás pedazo de... Cochina ¡ya lo habéis hecho! ¿Verdad? Si serás guarra… y no me has dicho nada… pues ahora no te cambio el turno.
- Ya es tarde, mañana vengo yo y tú cierras hoy, se siente…
Lucía se situó a su lado, ignorando a una señora mayor que levantaba la mano para llamar su atención.
- Magdalena, tía, que yo soy tu amiga y siempre te apoyado, con lo rarita que eres y ahora vas y me dejas al margen.
Es que ya sabes que hablar de esto me cuesta mucho. Si se lo tengo que contar a alguien será a ti Lucía, pero es que es tan reciente y…uf, no sé si esto funcionará.
He visto cómo te mira: ya lo creo que va a funcionar, so tonta. Tú solo tienes que jugar bien tus cartas.
La Abuela volvió a levantar la mano impaciente, quería que le tomaran la comanda…
- Ya voy, ya voy, gritó Lucia… Por lo menos dime si es bueno en la cama...
Que inevitable Lucía, que previsible, Magda no pudo por menos que sonreír:
- Sí tía, es bueno…siempre que estás con alguien que te gusta es bueno … pensó para sí misma.
- Con eso me vale… de momento. Pero ya hablaremos tú y yo. Lucía se dirigió hacia la vieja: ¡ voy señora !
Magda recordó como solo unos días atrás había quedado con Jorge. Igual que otras noches (y habían pasado ya algunas desde aquella que la dejó plantada y luego la había invitado a cenar para desagraviarla), él había pasado para verla a la vuelta del trabajo, en teoría, para confirmar la cita que ya tenían. Pero Magda sabía de sobra que era para verla, porque no necesitaban confirmar nada. Le dio la impresión de que Jorge no podía esperar una hora a que ella saliera de currar para saludarla. Se fue a su casa a darse una ducha y a vestirse. Esa noche volverían a cenar juntos. Ella se acicalaría en el lavabo de empleadas, como siempre. El detalle de que pasara a verla y la perspectiva de una noche juntos la habían puesto de muy buen humor.
Pero justo unos veinte minutos después, todo cambió. El destino se divierte con nosotros a veces. Y es muy cabrón porque cuando lanza los dados, no entiende de que es lo que merecemos y lo que no. No le importa una mierda nuestro historial ni nuestros méritos. En su caso, no le importaba nada el tiempo que Magda había esperado para tener otra oportunidad de ser feliz, ni que sus sentimientos fueran auténticos y verdaderos.
Aquella chica entró a la cafetería y se dirigió directamente a la barra a encararse con ella. Magdalena lo supo desde el primer instante, lo leyó en sus ojos, fijos en su persona mientras caminaba sin mirar a ningún otro lado, ni interesarse por nada ni nadie dentro del local: era Sonia, la novia de Jorge.
- Hola ¿sabes quién soy?
Me lo puedo imaginar…
Bien, chica lista, así no nos andamos con rodeos, me gusta ir al grano ¿sabes?
Pues estupendo porque me pillas trabajando y no tengo demasiado tiempo ¿qué quieres?
¿Qué crees que estás haciendo con mi novio?
Ya no es tu novio.
Eso lo tendremos que decir nosotros, no nos hace falta tu ayuda ¿sabes?
Pues mira guapa, creo que te equivocas, no hace falta que lo digáis vosotros, basta con que lo diga él: si uno no quiere dos no forman pareja.
Sonia entorno los ojos hasta que formaron una línea casi horizontal. Si sus ojos fueran colmillos…hay cobras que no son capaces de lanzar el veneno tan lejos ni tan certeramente como lo hubiese hecho ella.
- Te crees muy lista ¿no? ten cuidado, la soberbia es un pecado muy feo y te puede traer muchos problemas. A Jorge no le gustan las chicas soberbias.
- ¿Y las que son infieles sí? seguro que está encantado contigo…
Sonia volvió a resoplar, como una res antes de embestir. No esperaba que esa puta se defendiera tan bien, estaba resultando un hueso duro de roer.Pero si creía que se iba a achantar y ponérselo fácil, es que no la conocía.
- ¿Crees que no sé lo que pasa? le has echado el ojo a mi novio y te estás aprovechando de nuestra crisis para quitármelo, pero no te va a resultar nada fácil, no, porque yo no te voy a dejar.
- Mira guapa, siento tener que ser yo quien te de la mala noticia, pero alguien tiene que hacerlo: no va a volver contigo, cuanto antes lo asumas mejor para todos, incluida tú misma.
- Eso ya lo veremos…
- Si, ya lo veremos… repitió Magda con tono retador …pero será otro día, ahora tengo trabajo ¿sabes?
- ¿Te pongo nerviosa? ¿Ya quieres echarme? ¿Y si no me da la gana irme? ¿Y si le cuento a todos lo que eres?
- ¿Qué les vas a contar? ¿Que estas cabreada porque tu novio te ha dejado tras ponerle los cuernos? No creo que te interese montar aquí follón.
- Eso lo decidiré yo. Igual sí que me apetece…
- Pues entonces igual yo hago lo mismo en tu trabajo. Aquí nadie me va a criticar por echar a la calle a una loca celosa e infiel. Pero ¿saben allí que le pones los cuernos a tu novio con otro compañero?
Sonia se quedó callada, manteniendo todavía la sonrisa desafiante pero sin poder engañar a Magda. Touché, pensó esta última.
- Volverás a tener noticias mías , le dijo mientras volvía grupas y se alejaba al paso en dirección a la puerta, sin darse demasiada prisa. Quería dejar claro que no se sentía derrotada, aquello solo era la primera escaramuza.
Pero la he ganado yo, pensó Magda. No era mal inicio.
- ¿Que quería esa? Preguntó Lucía que acababa de salir del almacén, justo a tiempo para ver las caras de malas pulgas de ambas al despedirse.
- Nada, una gilipollas con ganas de bronca.
- De esas ya hemos cubierto el cupo esta semana …observó sin darle más importancia, el tener clientas desagradables entraba en su rutina diaria. Por favor pon el cartelito de no más imbéciles por hoy…
Ambas se rieron, pero más tarde, Magda se puso a darle vueltas a la cabeza. Jorge vendría a buscarla en un rato. ¿Cómo podía afectar esto a sus planes? Estaba claro que ya no podría seguir actuando desde la sombra. Su rival había descubierto su existencia y eso no era bueno. Quizás tocaba ya dejarse de sutilezas e indirectas. Si quería ir por delante tendría que ser más audaz.
Cuando Jorge fue a recogerla lo recibió con expresión cariacontecida. Visiblemente alterada y con gesto nervioso le pidió que se alejaran del trabajo de Magda.
- ¿Pero qué pasa? Preguntó él preocupado. Nunca la había visto así.
- No me encuentro bien , dijo desviando la mirada al suelo.
Jorge le levantó la barbilla y la miró a los ojos:
- Cuéntame, sé que te sucede algo.
- Ha estado aquí…
- No…comprendo ¿Quién ha estado aquí? Dijo un Jorge perplejo.
- Sonia. Ha venido a la cafetería y me ha montado un show que no veas…
Siguió con la expresión confusa, aun tardó unos instantes en asimilar y comprender la situación.
- ¿A ti? Pero…por qué…
- Dice que yo soy la culpable de vuestra ruptura…
- Pero eso no tiene ninguna lógica ¡esta tía es idiota!
Ella se acercó y se aferró al brazo del chico. Sus caderas estaban en contacto y sus alientos muy cerca. Compuso un gesto muy afectado y habló con voz trémula.
- Jorge, me ha dado un poco de miedo. Estaba muy exaltada. Y además, ha sido muy desagradable.
- Me imagino , contestó envolviéndola con su brazo y sintiendo como ella se acurrucaba bajo él, como una avecilla buscando protección. Ésta se va a enterar.
-No, no más líos. Igual ha sido un calentón y ya no vuelve.
- Esto no va a quedar así, no tiene derecho a meterte a ti por medio. Es lo que faltaba…ha perdido el norte.
- Pero ¿Cómo sabía que yo…?
- Me ha seguido hasta casa. Nos vio esta tarde juntos. Piensa que estamos liados.
- ¿Te ha seguido? ¿Y qué quería?
- Lo de siempre, enredar y liar la madeja para confundirme y que no la deje. Por lo que se ve, ya se ha convertido en una rutina venir a pedir perdón y otra oportunidad, para luego darme el navajazo por detrás en cuanto me doy la vuelta.
Caminaron un rato sin rumbo y abrazados. Magda sonrió para dentro, procurando que no se le notara ni deshacer el gesto compungido. Era placentero estar a su lado, sentirlo contra ella, ver que se preocupaba…pues démosle otro empujoncito.
- Jorge…
- ¿Si?
- No me apetece salir esta noche…no me encuentro bien ¿Y si nos la encontramos? ¿Y si nos ha vuelto a seguir?
- No te preocupes que estás conmigo. Si hace acto de presencia y te vuelve a molestar le doy una torta que la mando a su casa volando.
- Aun así, preferiría no salir, no tengo cuerpo esta noche para ir de bares…
- Si quieres, te llevo a casa.
- Pero a mí me apetece estar contigo ¿No podríamos subir a tu apartamento y pedirnos una pizza?
- Claro que sí. Vamos, está aquí al lado.
Lo demás vino rodado. No le costó demasiado jugar el papel de chica asustada y a la vez interesada en él. Contacto, conversación e intimidad, fueron los vientos que los envolvieron esa tarde hasta llegar al primer beso, lento, profundo y con lengua. Jorge pareció sorprenderse a pesar de todo, como si las cosas no estuvieran suficientemente claras, pero no la rechazó, que era el principal miedo de Magda. Hubiese esperado que fuera más activo, que tomara la iniciativa para que ella pudiera seguir en su papel y dejarle protagonismo, lo que sin duda lo ataría aún más, pero al final tuvo que arrastrarlo hacia la trampa de sus muslos y su sexo húmedo. Sin gran esfuerzo, eso es cierto, apenas tuvo que marcarle el camino y darle un empujoncito.
Y al fin lo tuvo dentro, muy dentro de ella. Magda se sintió muerta de gozo al recibirlo, al notar su polla entrar por fin a la que era su casa, su sitio. Cuanto lo había deseado…fue dulce y a la vez apasionado, justo como ella lo había soñado tantas veces. Pero no se dejó llevar. Lo que estaba en juego era demasiado importante. Tenía que romperlo de placer, dejarlo exhausto e impactado, deseoso de volver a verla aun antes de que se separaran esa noche. Así que se subió encima, deshaciendo la postura del misionero y colocando su verga de nuevo en la entrada de la vagina. Jorge alargó el brazo hacia la mesita de noche, donde la caja de preservativos aguardaba, pero ella le sujetó la mano y se inclinó hacia delante una vez su coño se la tragó entera, dejando caer su peso sobre él e impidiéndole moverse. Las tetas le rozaban el pecho, sudorosas y excitadas, los pezones se enredaban con el vello de sus pectorales y sus vientres entraron en contacto, mientras ella iniciaba una cabalgada lenta, permitiendo que la verga recorriera su interior y volviera a salir, dejando solo la punta en la vagina.
Jorge la miraba con ojos vidriosos y se dejaba hacer. Buen chico. Dejó de intentar llegar a los condones, en muda aceptación de la situación. El calor en la entrepierna era tremendo, el roce, sus muslos anchos y la falta de ventilación semejaban un horno encendido, con un calor pegajoso y húmedo que subía por sus vientres. Pero Magda no aflojaba, dejándose caer en sentones y clavándosela hasta el fondo hasta sentir como el chico se estremecía retorciendo las caderas, en un breve anticipo de su eyaculación, que acabó llegando incontenible y abundante. Ella ralentizó el ritmo sin llegar a detenerse, notando como el semen en su interior la lubricaba aún más y la verga resbalaba en su coño grande y empapado, como un cuchillo en la mantequilla. El esperma debía estar chorreando fuera, escurriendo en sus testículos y mojando la cama.
No fue necesario que llegara al orgasmo ella misma para sentir un profundo placer y desear prolongar aquel momento. Tenía a su chico dentro por fin. Luego, por fin lo dejó respirar, descabalgándolo y sin atreverse a dejarlo solo para ir a lavarse, se acurrucó a su lado. Lo observo atentamente, aprovechando que tenía los ojos cerrados, como si durmiera. Sostenía una expresión relajada, como si por fin se hubiera quitado un peso de encima.
Que todo estaba bien, pudo confirmarlo un rato después, cuando intentó levantarse y le sostuvo el brazo para que siguiera en la cama.
- ¿Dónde vas?
- Tengo que hacer pipí…no te preocupes que no me escapo…
- Vuelve pronto.
Tan pronto como descargó la vejiga y se dio un repaso de agua fresca en el chichi, aprovechó para mirarse un momento en el espejo del baño. Tenía la cara colorada y un poco hinchada, el pelo revuelto y enmarañado, pero se vio bella a pesar de todo. O quizás gracias a todo. Era como una luz que la hacía brillar. Tal vez solo fueran imaginaciones suyas. En cualquier caso, volvió a la cama, al abrazo de Jorge y a sus besos, al tacto de una polla de nuevo enhiesta y temblona de deseo.
Se abrió de piernas en una clara invitación a que la volviera a montar. Quería que se la metiera hasta el fondo y que se quedara allí para siempre. Jorge lo hizo, penetrándola hasta enterrar completamente su verga en la vagina y luego manteniendo la posición, con los ojos brillantes de lujuria. Parecía hipnotizado por sus pechos. Ahí, pensó Magda, tenía pocas rivales. Ninguna chica que conociera de su entorno tenía unas tetazas tan bien puestas de ese tamaño. Sonrió con satisfacción al ver su mirada fijada en ellos, y más aún, cuando alargó una mano para apretar uno de ellos, intentando abarcarlo y tras comprobar que era tarea imposible, concentrarse en pellizcarle el pezón que remataba una gran aureola oscura.
Ahora sí, en ese momento le vino el placer a ella, que empezó a mover su pelvis para sentir mejor la polla. Su coño era mucho coño, así que tenía que moverla para poder estimularse e incluso, se tuvo que ayudar con los dedos, que acariciaron un clítoris hinchado y muy sensible. El sofoco se le subió a las mejillas y los jadeos comenzaron a marcar el ritmo de las embestidas de Jorge, que estaba a punto también de correrse por segunda vez. Fue maravilloso coincidir en el inicio, aunque el placer de Magda se prolongó bastante más, retorciéndose y apretándose ella misma un pecho con la mano mojada que acababa de retirar de su coñito, inútil ya, puesto que el orgasmo estaba desencadenado y no necesitaba más estimulación.
Mucho después de terminar sus convulsiones y cesar los últimos espasmos de placer, todavía lo mantenía atrapado por sus muslos, que se cerraban como zarpas en torno a su culo y caderas, evitando que pudiera salir de su interior. Aquel momento era suyo y ya no se lo podría quitar nadie, nunca…
- Quiere una tostada de pan integral…
- ¿Eh?
- El vejestorio de la mesa cuatro. Hija vuelve a la tierra, que ya estás pensando en lo de esta noche ¿no? Si ya has catado el melón ¿qué es lo que la hace tan especial? ¿Vais a probar posturitas nuevas?
Magda entendió que debía echarle algo de carnaza a su compañera o no la dejaría tranquila. Al fin y al cabo le había hecho el favor.
- Es la primera noche que pasamos juntos. Salimos a cenar pero duermo en su casa.
- Genial, más tema para contarme. Mañana no te escapas.
Magdalena dibujó una sonrisa resignada mientras preparaba la tostada…