Sexting ii (22-23)

Segunda parte de "Un poco de Sexting"

22

Víctor miró el reloj una vez más. El tiempo no es que transcurriera lento, es que parecía ir hacia atrás en vez de avanzar hacia la hora del almuerzo. Apenas llevaba un par de días allí y ya se había dado cuenta que la rutina del trabajo era exactamente igual que en Cuenca. Reponer, colocar, ayudar con los recados y vender detrás del mostrador. Aquello no parecía que fuera una ocasión de prosperar ni de impulsar hacia ningún sitio su carrera profesional. Pareciera que todo lo nuevo, venia de la mano de Sonia. Ella era la única que hacia cosas diferentes y de mayor rango, y convertirse en su ayudante, como había ordenado Vanessa, era su mejor oportunidad. Podía enseñarle y abrirle puertas, recomendándolo para otras responsabilidades, si no fuera porque parecía tener cosas mejores que hacer que prestarle atención (concretamente tratar de poner orden en su vida sentimental, puesta patas arriba desde que lo conoció), y también por la engorrosa circunstancia de que Sonia simplemente no estaba: llevaba dos días de baja y no atendía ninguna de sus llamadas ni mensajes.

Aquello no era el sueño que había imaginado. Nada le estaba saliendo bien y empezaba a plantearse que quizás Cuenca no estuviera tan mal. No pensó que pudiera echar de menos su vida anterior tan pronto.

Recordó como la conoció y como entonces, nada hacía presagiar que quince días después, estaría viviendo en Madrid y cuestionándose si el acostarse con ella había sido buena idea.

Era simpática, decidida, pura energía. Eso es lo que le transmitió nada más verla. Y lógicamente se le puso dura enseguida, le iban las chicas atrevidas. A su lado, la mañana pasó volando y se dejó envolver por aquella actitud frenética y desinhibida, que encajaba bien y sin aparentemente molestarse por sus insinuaciones. Tanto, que subió el tono, quizá demasiado rápido, pero no era chico de medias tintas ni de los que pecaban de inacción. Prefería que lo mandaran a la mierda antes de quedarse corto. Y ella respondió. Pareció establecerse una buena sintonía entre ambos, a pesar de que la tienda estaba llena de gente que no paraba de interactuar. Como si un fino hilo los uniera a los dos, que intercambiaban miradas y gestos, que Víctor creía exclusivos para él.

Almorzaron con el resto del equipo, pero se las ingenió para sentarse a su lado. Todo parecía indicar que había base para dar el salto, así que se lanzó sin mirar si había red o no. La propuesta de cenar esa noche llevaba implícita que lo harían solos, sin el resto de la gente y ella lo entendió así a la primera. De momento solo obtuvo un “ya veremos” que solo al final de la tarde se convirtió en un “de acuerdo”, como si hubiese necesitado media jornada para pensárselo. Incluso durante la velada nocturna, no las tuvo todas consigo: Sonia parecía divertirse y también aceptar con agrado sus requiebros e insinuaciones. Le gustaba jugar, eso era evidente, pero ¿llegaría más allá?

Sin embargo todos los juegos tienen un desenlace, un final de partida, y para Víctor llegó cuando ella dijo que se iba ya al hotel y él le propuso acompañarla ¿A la puerta, a la calle, a la misma habitación? No hubo mención explícita, pero quedó muy claro que ese era el momento crucial. Sonia se lo pensó un rato, consciente de lo que podía implicar su aceptación, para al final, acabar asintiendo con una sonrisa pícara. A partir de ahí no hubo más dudas, llegaron al hotel, cruzaron el hall y subieron sin que ninguno de los dos hiciera ninguna alusión al hecho de que se encaminaban solos a la habitación de Sonia, como si eso fuera la conclusión natural y sobreentendida a su cita. Cuando Víctor cerró la puerta y la chica le pidió un segundo para ponerse cómoda, a vez que se metía en el baño tras coger de su maleta algo que le pareció que eran unas bragas limpias, ya supo cómo iba a acabar aquello.

La oyó claramente mear y luego también percibió claramente el sonido del agua corriendo, indicando que se estaba aseando. Víctor se sentó en una silla, sin saber muy bien que hacer. Cuando la puerta se abrió, una desenvuelta Sonia apareció con solo unas braguitas de encaje negro y la camisa que llevaba puesta antes, pero desabotonada sobre sus tetas que se movían libremente sin sujetador que las contuviera.

Desfiló ante él sin perderle la mirada y con formas insinuantes se echó en la cama. Se exhibía sin pudor, provocadora y segura del terreno que pisaba. Estaba claro que era de aquellas mujeres que una vez tomada su decisión, no se andaban con vacilaciones ni rodeos.

Unos muslos potentes y bien torneados permitían a las braguitas negras enmarcar un triángulo abultado que resaltaba sobre su piel clara. Un pecho asomaba provocativo entre la tela, con un pezón que la rozaba enhiesto y rosado. Y entonces vino la pregunta, insinuante y provocadora, como si le tirara un desafío a la cara, a ver de qué pasta estaba hecho. Si era de los que se dejaban llevar o de los que tomaban la iniciativa.

- ¿Me haces un favor?

- Pide, que soy todo oídos , consiguió articular Víctor mientras trataba de recomponer la cara de alelado para construir una expresión más de chico interesante y de mundo, aunque sospechaba que no lo iba a conseguir: la baba se le formaba imparable y tenía que tragársela para evitar que le cayera por la comisura de los labios, exactamente igual que si fuera un perro hambriento oliendo un filete. Solo le faltaba menear el rabo y agachar la cabeza solícito, esperando recibir una caricia y la aprobación de su dueña.

- ¿Por qué no te quitas la ropa? Quiero ver lo que tienes entre las piernas.

- ¿Y si no te gusta?

- Entonces no podrás quedarte…lo siento mucho pero tengo un estándar mínimo…

Víctor no sabía si hablaba en serio o solo provocaba, pero consiguió que se empalmara hasta dolerle. Él consideraba que sus 19 centímetros eran una marca más que razonable, aunque hubiese preferido pasar la barrera psicológica de los 20. Pero esa longitud, unida a un buen grosor y a unos muslos de deportista y un cuerpo atlético, constituían su principal ventaja frente a otros competidores. Sabía que para un polvo de circunstancias, como era el caso, podía fiar a su físico su mejor baza.

La mirada aprobadora de Sonia le indicó que las cosas iban por buen camino, especialmente cuando se quedó solo en boxes y con un giro de su mano la verga salió tiesa y disparada de su encierro. A Víctor se le subió la sangre aún más a las sienes al ver la expresión de vicio de la chica, que miraba su entrepierna mordiéndose el labio en un gesto involuntario de lujuria. Se situó junto a la cama y ella se arrastró hasta el borde para tomarla con la mano y acariciarla, al principio de forma suave, pero luego tratando de abarcarla y medirla, para finalmente apretar los dedos sobre su base, lo que provocó que una gota de líquido pre seminal saliera de la punta y resbalara por el falo, como una perla brillante que finalmente se paró al topar con sus dedos.

Luego, para éxtasis de Víctor, la chica acercó su boca, abriendo los labios y cerrándolos en torno a su glande. No intentó todavía tragar más, simplemente se dedicó a chuparlo y a juguetear con su lengua un buen rato. Él deseaba y a la vez temía que se la introdujera más, no sabía si podría aguantar sin eyacular si ella envolvía todo su falo con aquel húmedo calor, si lo recorría con la lengua. Era todo demasiado morboso. De repente lo hizo, sintió su aliento avanzar precediendo a la presión de los labios que resbalaban por el contorno de su polla, hasta casi hacer tope en sus huevos. La sensación de placer intenso lo mareó y cerró los ojos, dejándose hacer. Sentía cada lametón, la coerción de aquellos carnosos labios y la humedad de la saliva que lo envolvía. Y de golpe, notó que su miembro se contraía, un estremecimiento súbito que indicaba que apenas en unos segundos, soltaría toda su leche de forma incontenible e irremediable. Pronto, demasiado pronto. Aun no la había siquiera acariciado íntimamente. Eso sería un fracaso para su orgullo y un mal comienzo, así que tomando su cabeza con las manos, intentó separarla. Sonia ofreció resistencia, obcecada en lamer aquella verga como si fuera una niña a la que tratas de quitarle su golosina.

- Por…favor…todavía no… consiguió musitar él, logrando que ella por fin entendiera, no sin cierta resistencia aun, que quedó patente en un último repaso goloso a su glande. Estaba claro que estaba muy excitada, Dios sabía por qué. Víctor no era muy dotado en cuanto a entendederas, pero si tenía un instinto para el sexo muy desarrollado, así que podía percibir que las ganas y el deseo acumulados en aquella chica, quizá por el tiempo sin follar, quizá por el morbo de la situación, en fin, ¿qué más da? El caso es que allí la tenía, para él, toda ansiosa.

Solo ahora lo entendía vagamente. Era el morbo de la infidelidad, de probar otro cuerpo y otra polla distinta lo que probablemente la tuviera en ese estado.

Pero en ese momento Víctor no estaba para muchos análisis, sus prioridades eran otras más vulgares y urgentes, como llegar al sexo de Sonia, cosa que hizo retirando a un lado la braguita negra y dejando a la vista unos labios vaginales gruesos y ya húmedos. Todo un señor coño que hinchado y deseoso, esperaba sus caricias. Víctor fue generoso en ese sentido, tenía que relajar su propio deseo porque amenazaba con correrse sin ni siquiera tocarse, así que se esforzó en darle placer, yendo de menos a más, cuidando las caricias, atento y empático ante los gestos y gemidos de su compañera de cama, que en este caso no tuvo la más mínima intención de reservarse ni contenerse. Cuando posó su boca en la húmeda raja y la recorrió hasta su clítoris, ella se dejó ir en un orgasmo salvaje y delirante.

Todavía estaba conmocionada por la explosión de gusto, inerme en la cama, cuando Víctor la penetró. El tiempo justo de ponerse el condón y posicionarse dominante entre sus piernas. Una embestida suave y otra después, para luego ir aumentando el ritmo mientras ella despertaba del letargo, tomando el relevo en la iniciativa. Volteándolo y sentándose sobre él, clavándose la verga hasta el fondo y moviendo sus caderas para sentirla a tope. Demasiado para un Víctor que ya no se pudo contener y se corrió entre convulsiones de placer. Un polvo épico, que sin embargo no acabó ahí. Ella quería tener otro orgasmo, y sin importarle que ya hubiera descargado, no hizo el intento de apartarse, si no que continuó con movimientos cada vez más frenéticos de su pelvis, buscando su propio orgasmo, que no tardó en llegar. Fue tan brutal que temió que se rompiera o saliera el condón. Estaban chorreando ambos sexos ¿Cuántas pajas se había hecho recordándolo?

Luego vino el bajón. Aún estaban enganchados cuando sonó su móvil. Un mensaje al que para su sorpresa, ella prestó suma atención. Recuerda, como a cámara lenta, a Sonia dejándose caer a un lado y su miembro saliendo de su húmeda cueva lentamente, con un ploff final del aire acumulado con el bombeo al que había sometido a su vagina. Su coñito aun dilatado con su agujero rosa rezumando flujo, mientras ella contestaba en esa posición tan obscena. El sudor empapaba su piel, colorada a roeles allí donde la lucha y el roce habían sido más intensos. Estaba tan guapa y tan hermosa…y tan seria de repente ¿Qué es lo que pasaba?

Pudo intuir que algo no marchaba bien. De repente estaba ausente, preocupada. Rechazó su contacto cuando le trató de acariciar el muslo, alejándolo y espetándole un “estate quieto un momento” que no le gustó nada. Algo se había roto para su desesperación, que ya imaginaba una noche con varios asaltos cuerpo a cuerpo como el primero.

Tras varios intercambios de mensajes, ella, consciente de su perplejidad solo dijo dos palabras, lapidarias y aclaradoras:

- Mi novio…

- ¿Cómo?... fue lo único capaz de articular. Mierda, nadie había hablado de novios, cierto que él no había preguntado, pero ¿No era ella la que tenía que haber avisado de que estaba comprometida? Cierto que tenía que reconocer que eso no le hubiera supuesto ningún problema ni evitado lo que había sucedido, pero aun así, ¡coño! tenía que haber sabido que la chica estaba comprometida.

A partir de ese momento solo fue espectador del intercambio de mensajes y de una extraña sesión fotográfica.

- Sal de la cama. Y coge tus cosas, que no se vea nada…

- ¿Pero es que no se fía de ti? ¿Tienes que mandarle fotos cuando viajas? La verdad es que, visto lo visto, tampoco podía reprochárselo…

- No es eso, es que nos mandamos…bueno tu haz lo que te digo , le espetó impaciente, como si no tuviese que dar explicaciones.

En ese momento, con las prisas ninguno de los dos reparó en el dichoso calzoncillo blanco sobre la colcha. Él retiró sus pantalones y ropa del suelo y de la silla junto a la cama, pero el dichoso bóxer…quedó allí, para desgracia de Sonia y de todos los sueños de Víctor, tanto los de cama como laborales. Cuando la vio posar con una sonrisa, poniendo poses eróticas y tratando de satisfacer en la distancia el morbo de su novio, supo que ya no había nada que hacer esa noche. Al final de la sesión, ella lo echó del cuarto sin ninguna opción. Educadamente pero sin dudar en mostrarle la salida, con un rictus que denotaba la lucha interior y la desazón que aquella interrupción le había provocado.

Si, también Víctor había cometido un error, o varios según se mirara. Creyó que aquello solo era un contratiempo, que al día siguiente ella ya se habría recuperado y que todavía disponían de una tarde más para disfrutar juntos. Ahora entendía su actitud y por qué había salido disparada de cuenca. Él la había pillado. Joder, tenía que haber llamado antes de plantarse en Madrid, si lo hubiera sabido se lo habría pensado mejor…pero estaba tan obnubilado que ni se cuestionó confirmar que ella le recibiría y mantendrían una relación, al menos profesional. Eso era muy suyo, no dejar que la realidad le estropeara sus planes…y allí estaba ahora, preguntándose eso, cuando la puta realidad lo iba a devolver a su ciudad y al mundo del que trataba de escapar: ¿un día, dos, una semana?

- Hola ¿sales a comer?

Víctor levanto la cabeza y enfocó la vista para volver al presente. Era Raquel.

- Sí ¿te vienes?

- Claro, contesto ella alegre. Recojo y estoy en un momento.

La observo volverse a su puesto en recepción caminando de forma ondulante. Vista desde atrás tenía tipazo, aunque no se acababa de acostumbrar a aquella sonrisa caballuna y esos gestos afectados que trataba de poner para hacerse la interesante. Pero por lo menos, alguien le prestaba cierta atención, se consoló.

23

Sonia no se lo podía creer. Había llegado solo unos instantes tarde al sitio donde sabía que dejaban a Jorge los compañeros del trabajo. Tenía que verlo. Quizá no era posible ya arreglar nada entre ambos, pero no aceptaba que se despidieran así. No después de dos años tan intensos y todo lo que habían sentido el uno por el otro. Debía hablar con él, para que supiera lo arrepentida que estaba, para que entendiera que no había buscado de nuevo a Víctor, que su presencia en Madrid había sido algo ajeno a ella. No era excusa, eso lo sabía, pero al menos que tampoco fuera un agravante que lastrara su recuerdo hacia Sonia, porque eso no, si tenían que cortar pues bien, pero lo había amado, aun lo amaba y no soportaría que la recordara como una puta manipuladora. Eso no respondía a lo que ambos sentían y por tanto no podía ser el final de todo. Cometió un terrible error y estaba de acuerdo en cargar con la culpa. Si la relación se rompía, bien, era por ella, pero hasta ahí. Que supiera que lo quería a pesar de todo, que lo tuviera claro cuando le volviera a pedir que saliera de su vida.

Había dejado pasar unos días para dejar que la cosa se enfriara, pero también para armarse de valor. A pesar de ello, no podía evitar estar nerviosa, lo cierto es que no era trago de buen gusto, pero estaba decidida a verse las caras con él.  Y ahora se presentaba tarde, vaya una mierda ¿habría llegado ya? Decidió que lo mejor era ir a su casa y esperarlo allí. Si en media hora no aparecía, lo llamaría al móvil y a ver si quería cogerle la llamada, no tenía más opciones.

Entonces fue cuando lo vio salir de la cafetería. Sonriente y relajado, como un niño que se ha zampado una cuña de chocolate gigante. Pero no salía solo. Una chica con uniforme de camarera se situaba a un lado de la puerta y hablaba con él. Desde el primer instante supo que allí había más que palabras. Su forma de mirarlo, el balanceo de sus caderas, la cara iluminada por una sonrisa…nada de esto le pasó desapercibido. Pero ¿de qué iba ésta con Jorge?

Pero lo peor llego casi enseguida cuando tuvo que poner en plural la frase. Él le tomaba la mano en un gesto tan almibarado que casi le provoca una arcada y se despedía con un beso en la mejilla ¿pero de que iban estos dos? ¿A que jugaban?

No sabía que le había molestado más, si el beso en la mejilla o la mirada cómplice que intercambiaron. Porque de eso se trataba, de complicidad y de una confianza impropia que se le clavaba en el alma como una puñalada. Se ve que no había perdido el tiempo y mira, puestos a indignarse, casi hubiera preferido pillarlos follando antes que asistir a esa escena. Sí, porque hasta podría entender que dolido, decidiera pagarle con la misma moneda. Que buscara venganza. Follas con otra y equilibras la balanza. A partir de ahí ya hablamos de perdón o de lo que sea, te pones a mi nivel como adúltero y eso no es que me guste ¿sabes? Pero en cierta forma es una solución y me vale, porque ya no puedes reprocharme algo que tú también eres. Pero he dicho follar, no enamorarte, imbécil ¿Qué haces mirándola con esa cara, tomándole la mano y dándole un besito en la mejilla?

Sonia se enjugó una lagrima ¿tan solo había tardado tres días en abrirle su corazón a otra? Eso solo podía significar que Jorge no la quería como ella suponía. Si realmente la amó, ¿cómo explicar que ya estuviera repuesto del golpe y listo para enamorarse?…a menos que…aquella tipa lo estuviera manejando, se hubiese aprovechado de su confusión para meterse en su cama y en su corazón. Si, tenía que ser eso…Jorge era demasiado noble y transparente para engañarla, aquella bruja debía de haberle sorbido el coco aprovechando toda esta movida. Joder, si ni siquiera estaba tan buena como ella. Con el uniforme y esa coleta tenía más pinta de chacha que de otra cosa. Buenas tetas, sí, pero más gorda que ella y con peor tipo.

Sonia se apresuró a seguir a Jorge, ya volvería más tarde sobre esa furcia aprovechada, ahora lo primero era alcanzarlo antes de que llegara a su casa, no fuera a ser que una vez dentro, no quisiera abrir la puerta.

Tras una apresurada carrera, y solo cuando estuvo a unos metros de él, se permitió llamarlo.

- ¡Jorge!

Se volvió y al verla, pareció molesto por la sorpresa. Bueno, molesto era mejor que enfadado, pensó ella.

- ¿Qué haces aquí?

  • Quería hablar contigo.

  • Creo que ya no tenemos demasiado que hablar, no te parece…

- Pues yo creo que sí, Jorge, nos amábamos, hemos estado dos años juntos. ¿No deberíamos habernos contarnos lo que ha pasado antes de cortar? si esto tiene que acabar, quiero que al menos oigas mi versión.

Jorge hizo un gesto cansado y aflojó los hombros, tratando de respirar tranquilo y relajarse. Buen síntoma, pensó Sonia: no quiere pelear, quizás me escuche…

- Mira Sonia, esto se parece demasiado a lo de hace una semana: yo no quería escucharte, me pediste que te diera la oportunidad de explicarte, lo hiciste y unos días después, te vuelvo a encontrar con ese tipo otra vez. ¿Vamos a jugar a lo mismo? ¿No entiendes que ya no puedo confiar en ti?

  • Solo te pido que me escuches. Creo que me lo merezco, fuimos pareja y hemos sido muy felices ¿de verdad esto tiene que acabar así?

  • No sé qué es lo que pretendes, ¿qué quieres? ¿Que acabemos como amigos? ¿Qué te dé una segunda oportunidad? no te entiendo, comentó Jorge impaciente.

- Ojalá me dieras una segunda oportunidad, ojalá no me odies si no me la quieres dar, pero de momento, lo único que quiero es que me escuches.

La semana pasada reconocí mi error y te dije que lo sentía. No sabes lo arrepentida que estoy… sé que no te sirve de consuelo, ni me puede servir de excusa, pero te vuelvo a decir que no llegamos a consumar: tu llamada me hizo recapacitar sobre el error que estaba cometiendo. Lo eché de mi habitación y la verdad, es que él lo volvió a intentar al día siguiente. Me llamó un montón de veces, por eso decidí adelantar ni vuelta a Madrid: tenía que verte, que hablar contigo, que pedirte perdón, no deseaba volver a verlo. Sentía mucha vergüenza y miedo, pero a pesar de todo vine a verte y a enfrentarme a todo lo que me tuvieras que decir.

  • Pues muchas gracias y muy valiente por tu parte, ya me siento mejor...

- Jorge, es cierto todo esto, el otro día él se presentó en la tienda y yo ni me lo imaginaba. En ningún momento le di esperanzas de continuar, es más le pedí en Cuenca que no volviera a llamarme.

  • Pues parecíais muy acaramelados cuando volvíais de comer juntos, para estar tan enfadada con él no parecías sentirte muy molesta a su lado.

  • No fuimos a comer solos: la jefa Vanessa me pidió que lo pusiera el día de la tienda y vino también Raquel con nosotros, lo que pasa que ella se adelantó para abrir la tienda y a mí me vino bien quedarme sola con él para poner las cosas en su sitio, para pedirle explicaciones de qué hacía allí y para decirle que a mí ni se acercara. Jorge, si tú quieres, dejare el trabajo, pediré el traslado, haré cualquier cosa para demostrarte que entre él y yo no pasó ni va a pasar nada. Ni con nadie más, te juro que he aprendido la lección.

La mirada de Sonia era suplicante pero no parecía hacer mella en un Jorge envarado y a la defensiva.

- Sonia, es que yo no sé si te puedo creer, de verdad.

  • Necesito que me perdones.

  • Si lo que necesitas es mi perdón pues de acuerdo, no voy a negar que todavía sigo enfadado, pero creo que tienes razón: después de todo lo que tuvimos, no puedo odiarte, estoy de acuerdo contigo, no podemos acabar así. Te perdono, pero ahora déjame.

  • ¿Me darás una segunda oportunidad? ¿Te lo pensaras por lo menos?

  • No te voy a dar esperanzas, no creo que podamos volver, al menos de momento. Todavía estoy muy dolido, tienes que entenderlo. Dejémoslo como amigos y ya está.

Sonia torció el gesto. Las palabras brotaron de sus labios como reproches en forma de dardos impulsados por su ofuscación.

  • SÍ, ya sé que estás muy dolido, te acabo de ver con esa camarera, tú tampoco pierdes el tiempo ¿verdad?

Jorge pareció asombrado, no se lo esperaba.

- ¿Me has estado espiando?

- No, no te preocupes, que no te estoy espiando, os he visto por casualidad: fui a buscarte al sitio donde te dejan tus compañeros… ¿Quieres vengarte, es eso? ¿Echar un polvo para hacerme daño? ¿Quieres devolverme el dolor? ¿Acaso es ese es el juego? Si tengo que pasar por ello, mira, estoy dispuesta, disfruta bien y luego vuelve a mí, si ese es el castigo que tengo que soportar.

  • No entiendes nada ¿pero qué estás diciendo? Solo es una amiga…

- ¡Ostia puta Jorge! no me tomes por imbécil, yo te estoy diciendo la verdad y tú me tratas como si fuera idiota: he visto como os mirabais, no es una amiga ni de coña, es una furcia que se está aprovechando de la situación para quitarme el novio y mira, igual me lo merezco por gilipollas, en eso estamos de acuerdo, pero no vengas con que estás muy apenado para sentarte hablar conmigo y tratar de solucionar esto, como si te hubiera destrozado completamente la vida diez minutos después de haberte estado dando besitos con esa… Sonia hizo una pausa, como si le costara encontrar otro calificativo aun peor que el anterior. Luego, pareció serenarse un poco y con mucho esfuerzo pronunció unas palabras que jamás pensó en decirle a su novio:

- ¿Quieres follar con otra para castigarme?…vale, yo te esperaré, te hartaras de ella y descubrirás que no es ni una sombra de lo que yo soy ni de lo que yo te puedo dar.

- No tengo por qué hablar de esto contigo…

  • Madura Jorge, eres un niñato.

  • Es posible que sea un niñato pero yo no empecé esta guerra, la cara de Jorge se puso roja y se ensanchó, desfigurándole el gesto mientras elevaba la voz, yo te quería, te quería de verdad ¿lo entiendes? tú y nadie más que tú lo estropeaste ¿a qué cojones has venido? ¿Quién te crees que eres para echarme en cara nada? yo por lo menos los besitos los doy después de haber cortado con mi novia, no antes.

Sonia decidió corregir un rumbo que no la beneficiaba. Atacando a su novio no ganaba nada, así que habló con contención y tratando de dar tranquilidad a su réplica, en voz más baja, procurando envolver su propuesta con cierta frialdad distante que la hiciera más lógica y también más fácil de aceptar.

- Jorge, esa tía no te va a hacer feliz, es solo una buscona, lo sé, lo presiento. Podemos rehacer nuestra relación…Está en tu mano, tú elijes: yo ya me he equivocado una vez, no te equivoques tú ahora

- Lo siento, Sonia, tengo prisa, me están esperando ¿sabes?

Y sin esperar respuesta Jorge se dio la vuelta y entró en su portal, sintiendo la mirada de su exnovia clavada en su nuca.