Sexting ii (17-18-19)

Segunda parte de "Un poco de Sexting"

17

Jorge se sorprendió al ver que anochecía, apenas se había dado cuenta de la hora que era. Sentado en un banco sobre una colina desde la que se veía buena parte de la ciudad, había dejado pasar el tiempo. Desde que echó a andar tras el encuentro con esos dos, no había parado en ningún lugar. El salir a pasear era algo que hacia siempre que estaba preocupado o inquieto. Vagabundear, preferentemente por sitios nuevos y poco conocidos, era algo que lo relajaba. Así había acabado al otro extremo de la urbe, sin saber muy bien cómo. Pero el sitio le había gustado, aquel parque encaramado a la falda de una colina, estaba tranquilo y solitario. El aire fresco en el rostro que le provocaba algún escalofrío al recorrer su cuerpo, también se agradecía.

Entonces ¿ya está? Se preguntaba. ¿Realmente se había acabado todo entre ellos? No terminaba de hacerse a la idea. Hasta hace una semana se planteaba toda una vida al lado se Sonia, y ahora…bueno, le costaba asimilarlo. La verdad es que se sentía bastante orgulloso de su reacción frente a “la parejita”. Quizás fuera un triste consuelo el poder mantener la compostura y tomar la iniciativa, el haber actuado con aparente frialdad y desapego, diciendo todo lo que tenía que decir, de forma contundente e inequívoca, pero a él le servía. Los primeros momentos fueron de euforia por la adrenalina acumulada, y también liberadores, nada era peor que no saber qué camino tomar. Comenzó a andar deprisa, impulsado por el deseo de separarse de la tienda, como si así se alejara también en el tiempo de su recién terminada relación. El móvil le sonó dos veces. Pensó que era de nuevo Sonia, pero comprobó que eran mensajes del trabajo. Se daban por enterados de su incorporación al día siguiente y le avisaban que lo recogerían en el sitio habitual. Decidió apagar el teléfono. Ahora no estaba para nadie y tampoco quería que Sonia lo atosigara, suponiendo que tuviera la idea de intentar contactar de nuevo. Anduvo largo rato hasta que se fue calmando y cuando bajó el ritmo, se dio cuenta que estaba en el otro extremo de la ciudad. Pero al relajarse bajó la guardia, como un duelista descuidado, y su subconsciente le metió una estocada por el hueco que había dejado abierto.

No era tan fácil. Aquella pequeña victoria no podía hacerle olvidar que era una situación amarga. Había roto con la chica que amaba y además había sido por la peor causa de todas: una infidelidad. Que su reacción y decisiones fueran impecables, no evitaban el dolor. Y además, había detalles que no le acababan de cuadrar. ¿Por qué Sonia se había echado en sus brazos y estaba tan afectada? Si realmente se la estaba todavía pegando con ese tío y hacían planes juntos, lo suyo debería haber sido vergüenza y contrariedad, pero lo que vio reflejado en su rostro fue más bien desesperación y dolor, mucho dolor ¿Había algo que se le escapaba? ¿Pudiera ser que en el fondo hubiese una explicación y ella realmente lo amara después de todo? pero es que los hechos eran incontestables. Y efectivamente, ella no dio respuesta a nada, simplemente se limitó a llorar. Jorge admitió que precisamente él no había dado opción a explicaciones ni había permitido que hablaran a solas ¿Debía llamarla y tener una última conversación?

Joder, no, se había sentido tan orgulloso de su reacción y de cómo los había dejado planchados, que ni se planteaba flaquear ahora. Apenas habían pasado un par de horas y ya estaba de nuevo vacilando ¿Otra vez las dudas? de eso ni hablar, no volvería a sentirse mal.

Se puso en pie y caminó de vuelta al barrio. Le quedaba un largo trecho. No podía evitar seguir pensando en todo aquello. Parecía que su corazón se tranquilizaba un poco, pero su cabeza volvía a girar como una batidora. Una media hora después, se vio parado en un cruce, ya cerca de su casa. Allí al lado Vivian sus padres, no muy lejos de su pequeño estudio de alquiler ¿Cuánto hacia que no los visitaba? Visitarlos de verdad, para interesarse por ellos y sentarse un rato a charlar, no el clásico pase rápido a ver si le podían lavar ropa o a recoger un tupper con su guiso favorito. Siguiendo un impulso, decidió pasar por el portal y tocar el porterillo.

La voz de su madre sonó sorprendida y a la vez alegre cuando contestó, invitándole a subir. Jorge lo hizo, contento de tener alguien a quien darle un beso y un abrazo de los de verdad. Lo cierto es que lo necesitaba.

18

- ¿Estas bien?

- Si, es que me ha sentado mal la comida, ya salgo.

- Sin prisas Sonia, que no tengo que entrar, solo era ver como estabas…

Pues no parecía que se encontrara muy bien, porque la había oído vomitar, pensó Raquel. Se dirigió a la exposición, donde Víctor colocaba ropa. Se acercó a él, quizá demasiado, podía sentir su aliento húmedo y caliente en la cara, pero eso, a ninguno de los dos pareció importarle. Como si fuera una cuestión secreta entre ambos (de hecho lo era, nadie más parecía haberse dado cuenta de la situación de Sonia), le susurró al oído:

- ¿Pero qué le pasa a esta?

- Ha discutido con su novio.

- ¿Con Jorge? Ah, claro, que tonta, de ahí las voces que había escuchado. Era con él con quien discutía, se debían haber encontrado a la salida. Pero ¿Por qué?

- Yo no sé nada Raquel, cosas de pareja…

Ella asintió con expresión grave, como si eso resolviera todas sus interrogantes…

- Entiendo, una discusión…

- Y de las gordas…créeme, mejor no le digas nada…creo que ya está bastante molesta porque yo estuviera delante mientras se peleaban…

- Si, Sonia es muy reservada. Vale, entonces será nuestro secreto dijo Raquel dedicándole una sonrisa boba. Luego se dio la vuelta y volvió con paso lento y ondulante a su mesa.

Víctor la observo con detenimiento. No había reparado en que estaba bastante potente. Alta, con un buen culo y ese movimiento de caderas…era la cara lo único que no le gustaba demasiado, por eso no le había prestado hasta ahora atención, pero aquella forma de dirigirse a él con esos cambios de tono, unidos a como caminaba sabiendo que la estaba mirando…bueno, registrado quedaba para más adelante, ahora con la que estaba cayendo, no era momento para hacer experimentos. Lo mejor, pasar desapercibido hasta que la tormenta amainara…

19

Magda resopló nerviosa. Llevaba más de una hora y media en aquel banco, el mismo donde se sentaba Jorge a esperar a sus compañeros de trabajo, casi a la vista de la cafetería donde trabajaba y él no aparecía. Había perdido la cuenta de las veces que se había levantado a estirar las piernas, caminando alrededor o mirando los escaparates cercanos, pero siempre a la vista del lugar de su cita habitual.

No sabía que pensar, pero todo lo que se le ocurría era malo ¿Por qué no se había presentado? Quizás la reunión había finalizado de mala manera. Quizás ella le había hecho alguna jugada a su Jorge. O peor, igual había conseguido evitar la ruptura y reconciliarse. No lo creía probable, pero ¿que otro motivo podía tener él para dejarla plantada o no contestar a sus mensajes? Ya le había escrito cuatro, todos en tono amigable e interesándose por cómo le estaba yendo, y ni siquiera los había abierto. Estaba claro que algo lo mantenía muy ocupado y Magda no quería pensar que fuera ninguna de las cosas que ella temía.

- Joder, Jorge, mira el móvil hombre, que me has dejado aquí tirada…por lo menos dime cómo estás y si vas a aparecer, masculló entre dientes…

Nueva mirada al reloj. Bien, estaba claro que ya no iba a venir. Justó cuando se levantaba para irse, una voz sonó a su espalda.

- ¿Se puede saber qué haces aquí todavía?

Lucía la miraba con expresión inquisitiva.

- Te he visto al cerrar. No creía que fueras tú y me he acercado a comprobar ¿Qué pasa? ¿No se ha presentado?

Ella negó con la cabeza.

- Tal vez haya tenido un problema…

Lucia miró el móvil que apretaba en su mano e hizo un gesto de negación con la cabeza. No necesitaba demasiadas explicaciones, lo cogía todo al vuelo.

-  No te ha llamado ¿verdad?

No respondió, se limitó a levantar la mirada del suelo y fijar los ojos en su amiga.

-  Todos los tíos son iguales Magda…

- Jorge…

- Jorge también, es posible que en menos concentración, pero está hecho de la misma pasta bruta e insensible que todos los demás ¿Quién coño se cree que es para dejarte plantada sin ni siquiera una llamada? Si me entero que ha vuelto con la tipa esa que le puso los cuernos, te juro que le escupo en el café. Si es así mejor que no vuelva por aquí.

- No seas bruta… comentó magdalena exhibiendo algo parecido a una sonrisa. Le había hecho gracia eso de escupir en el café…

- ¿Sabes qué? Ya que estas tan guapa, nos vamos a ir a tomar unas cervezas.

- No me apetece, de verdad.

- Y una mierda te vas a meter ahora en casa a darle a la pelota, que te conozco. Venga, tira, que a la primera invitas tú…

Mientras ellas caminaban hacia el bulevar, en la tienda de Sonia aun había luz encendida. Había pasado la tarde aislada en su estudio y había despedido a Raquel, la última en irse, ofreciéndose ella a cerrar la tienda.

- Pero ¿estás bien?

- Me encuentro regular, pero no te preocupes que cojo un taxi en cuanto acabe , afirmó para quitársela de encima.

- Chica, me da cosa dejarte aquí sola, así…

- No importa, de verdad, casi se me ha pasado.

Deseaba quedarse sola, ya no podía aguantar más. Aun encerrada en su despacho, no tenía la suficiente intimidad, cualquiera podía entrar, así que se contuvo tratando de ocuparse trabajando sin parar. Agradeció que Víctor hiciera mutis por el foro, más allá de un torpe intento de acompañarla a su casa al final de la jornada. Ni siquiera insistió, consciente de la tormenta en que se hallaba envuelta, desapareciendo sin más de la tienda.

Pero todavía tenía algo que hacer. Marcó el número de Vanessa, que a esa hora ya debía estar en casa.

- Hola ¿Qué tal ha ido la tarde? ¿Ha sido provechosa?

- Sí, creo que está casi todo. Oye, tengo que pedirte un favor. Mira, me encuentro fatal y no sé si podre venir mañana a trabajar.

- Bueno, tomate el día libre y ya te mando a casa la agenda para el jueves.

- No creo que el jueves esté bien.

- Pero ¿qué te pasa? No puedo prescindir ahora de ti, ya sabes cómo estamos…

- Vane, necesito unos días. Mañana iré al médico a pedir la baja.

Su jefa suspiro al otro lado de la línea. Trataba de asimilar el contratiempo.

- ¿Tan grave es? Estás empezando a preocuparme.

Un sollozo se le subió a la garganta. Apenas podía ya contenerse. Decidió que no era momento de andarse con rodeos, no con su jefa. Aspiró hondo para reunir fuerzas y respondió:

- Jorge me ha dejado.

- ¿Cómo? Pero… ¿por qué?

- Vanessa no te lo puedo explicar, ahora no, perdóname, pero es que… de nuevo las palabras se le ahogaban antes de llegar a sus labios… de verdad que no puedo…

- Vale, vale, sobreviviremos. Menos mal que tenemos a Víctor que algo de experiencia trae de Cuenca, así que intentaremos apañarnos. Descansa y recupérate, te necesito pronto operativa. Cuídate ¿vale?

- Gracias…

Sonia colgó y se quedó mirando a la pared, como si esperara ver allí pintada como un grafiti la solución a sus problemas. Leves temblores la hacían tiritar y de repente, las compuertas cedieron y por fin soltó toda la tensión acumulada. Ahora podía desahogarse llorando sin medida ni contención. Y fue lo que hizo, anegarse en un mar de lágrimas mientras se preguntaba por qué todo le había salido tan mal esa última y negra semana de su vida.

Víctor llego a la pensión donde paraba desde su llegada a Madrid. Nada más entrar a la habitación, se quitó los zapatos y se tumbó sobre la colcha. Su mirada vagabundeó por el techo hasta posarse en el desconchón oscuro junto a una de las esquinas: seguía en el mismo sitio que anoche y posiblemente continuaría ahí para ser observado por un par de generaciones más de jóvenes recién llegados a la capital.  Un olor a rancio y húmedo lo envolvió. La noche anterior había podido comprobar que si bien las sábanas eran limpias, el cobertor de la cama llevaba tiempo sin ver una lavadora. La habitación no tenía mucha ventilación y acumulaba el rocío acuoso, que una pátina de pintura plástica evitaba que se evaporara. Echó de menos su casa en Cuenca.  Resopló con vehemencia, vaya diíta que había pasado. Si ese era el estreno en el Madrid de sus ilusiones, vaya una mierda…como todo fuera igual en adelante…

Empezaba a pensar que quizás se hubiera equivocado al iniciar esa aventura, aunque al menos, era algo que podía tener marcha atrás. Ya veríamos cuanto aguantaba si las cosas no mejoraban. Estaba claro que había tenido un error de cálculo en lo referente a Sonia. No esperaba que la primera noche lo metiera en su cama, estaba claro que allí tenía su novio y quizás tocara ser más discretos. E incluso cabía esperar que no quisiera cuentas con él, por miedo a ser descubierta, pero ¿cómo podía saber que la cosa ya había estallado antes de que él llegara? Había aterrizado en medio de una batalla campal. Y encima formando parte de ella, aunque fuera de forma involuntaria, a pesar de lo cual, Sonia le echaba la culpa ¿pero quién iba a esperar que apareciera su novio y los pillara juntos? Fue todo tan repentino e inesperado que ninguno de los dos pudo reaccionar.

Bah, tampoco es que hubiera servido de mucho, el tema estaba claro ¿Qué iban a decir que sirviera de algo? Lo peor de todo, es que había esperado que Sonia le ayudara a despegar profesionalmente en Madrid. El otro gran motivo para emigrar. Si no había sexo con ella, al menos, seguro que se sentía de alguna forma obligada a ser su mentora. Y quien sabe si con el tiempo y el roce…pero ahora todo indicaba que tendría que apañárselas solo, como mínimo hasta que ver como se aclaraba todo este embrollo.

Decidió que se daría una ducha y bajaría a comerse un kebab a la esquina. Luego, quizás un paseo antes de meterse en la cama y esperar que mañana las cosas mejoraran un poco…joder, ni por asomo pensó que echaría de menos Cuenca ya el primer día…

Jorge, salió de casa de sus padres ya tarde. Su madre se había empeñado en que cenara con ellos y aunque no le apetecía comer, cualquiera le dice que no. Al final tuvo que reconocer que le había sentado genial un poco de comida casera y bien preparada en el estómago. Las penas con pan son menos ¿verdad? Ahora marchaba hacia su apartamento con una bolsa con varios tupper que le solucionarían la papeleta para un par de días. Otro empeño de sus padres al que no opuso resistencia. La verdad es que no solo su estómago resultó agradecido y salió reconfortado de la visita. El ánimo también subió un par de enteros. Un abrazo cálido y un sitio donde te admitan sin cuestionarte y sin preguntar, era lo que necesitaba en ese momento. Creía que su madre había intuido algo, que para eso era madre y mujer. De alguna forma supo que la visita solo era casual en parte. Jorge advirtió un leve tono de preocupación al preguntarle por Sonia. Era una pregunta de cortesía pero tanto quien la hacía, como quien la contestaba con un “no está mal, un poco liada”, notaron en el otro cierta inflexión de desasosiego. Seguramente no le había pasado desapercibida la atribulación de su hijo, pero se había guardado mucho de profundizar estando allí su padre, que por otro lado, permanecía ajeno completamente al intercambio de miradas con las que ellos parecían comunicarse a otro nivel mucho más soterrado. Sabía que si Jorge no contaba nada era porque no estaba preparado. Pero hizo lo que hacen las madres: dar sin preguntar, ayudar sin que nadie se lo pidiera, anticiparse al dolor para estar ahí cuando éste les reclamara consuelo.

Al llegar a su estudio, resistió la tentación de encender el móvil a ver si tenía llamadas de Sonia. Se metió en el baño y se dio una larga ducha, dejando que el agua caliente lo amorrara. El vapor pareciera que eliminaba los malos humos, igual que el incienso alejaba a los espíritus malditos. No obstante, una sensación de que algo no iba bien lo asaltaba, impidiendo que se relajara. Como si no todo estuviera dicho o decidido, como si faltara una pieza para completar el puzle de ese día lleno de emociones.

Jorge se envolvió en su albornoz y dedicó quince minutos a preparar la ropa que utilizaría mañana para el trabajo. Luego, se metió en la cama, agotado por un día intenso de emociones. Cerró los ojos y el sueño acudió raudo. Esta vez, el peso de las decisiones a tomar y el esfuerzo por tratar de comprender lo que sucedía con Sonia ya no estaban presentes, como días atrás, en lo que constituía una barrera que le impedía conciliar el sueño. Se sentía cansado pero libre y a pesar de todo... aquella sensación de qué no acababa de cerrar el círculo seguía viva en un rincón de su consciencia, pareciendo indicarle que había un cabo que seguía suelto... Trató de desechar el pensamiento y empezó a sumirse en un pesado sueño.

¡Mierda!... ¿Cuánto tiempo había pasado? Miró el despertador y vio que solo llevaba media hora durmiendo. Lo suficiente para relajarse y para que el cabo suelto apareciera nítido y claro con nombre y apellidos.

¡Se había olvidado de la cita con Magda!