Sexting ii (14)

Segunda parte de "Un poco de Sexting"

14

Magdalena despachaba pan y dulces tras el mostrador, mientras Lucia se ocupaba de la barra y servir en las mesas. Era una hora tranquila, ya pasados los desayunos, así que podía pensar mientras atendía. En los momentos de mayor estrés era imposible.

Se le vino enseguida a la cabeza la confesión de su compañera de cómo había sido su primera vez, y eso le hizo pensar en la suya. El otro día, Lucía no insistió, pero la conocía bien para hacerse ilusiones al respecto: no cejaría hasta que ella no le contara también como fue la pérdida de su virginidad. Era demasiado cotilla para para dar por cerrado el asunto. Para ella, la confianza entre amigas consistía precisamente en cosas como esa, un toma y daca de confesiones mutuas a las que ambas estaban obligadas. Si yo te cuento, tú me cuentas…por eso Magda callaba más de lo que hablaba. Una vez Lucia olía un asunto jugoso de su intimidad, tarde o temprano acababa sacándoselo con una mezcla de pesada insistencia y chantaje emocional. Así que se preparó, pesando hasta donde le iba a contar cuando, más bien pronto que tarde, ella encontrara la ocasión y llegaran las preguntas.

De repente se vio transportada a los meses siguientes a su ruptura con Jorge. Cuando ya resultó evidente que no iba a volver, Magda pasó por una etapa depresiva ¿Volvería a tener otra oportunidad con él? ¿Le pasaría lo mismo si se enamoraba de otro chico? En su mente se forjó la idea de que su virginidad había sido la culpable de todo. Quizá de no ser virgen, Jorge no habría puesto reparos a tener sexo completo con ella. Quizá entonces, el vínculo entre ambos hubiera sido mayor y es probable que lo hubiera podido convertir en algo definitivo. O al menos, sabría lo que se siente al tener a la persona amada dentro, aunque no hubiera sido correspondida.

Bien, la próxima vez no existiría ese inconveniente. Para ella el himen se había convertido en un engorroso problema que había que solucionar. No lo quería en su vida. A la menor oportunidad se lo quitaría de en medio. Pero iban pasando los días y sabía que su personalidad antisocial y la falta de ganas de relacionarse, no le reportarían muchas oportunidades, así que decidió ir a tiro fijo.

Fue con su vecino Damián, el único chico con quien se hablaba aparte de Jorge. Vecino de rellano con el que a fuerza de encontrarse, había establecido cierta confianza. Friki de todo lo relacionado con informática y videojuegos, tampoco es que fuera alguien que se relacionara mucho en la vida real. Sus padres habían intentado que establecieran algo parecido a una amistad, preocupados por su falta de relación con los demás y ellos habían empezado con mal pie, recelosos y ariscos ante lo que consideraban una imposición. Pero curiosamente el hacer causa común contra sus progenitores los unió y acabaron por entenderse. Nada parecido a una amistad profunda y mucho menos a un noviazgo, pero suficiente para instaurar una relación de confianza recíproca.

Una invitación a ver una peli de alquiler, palomitas y coca cola bien aderezada con licor, sus padres y hermana en la casa del pueblo…solo faltaba ver como reaccionaba Damián. Y lo hizo como ella esperaba. Tampoco es que le dejara mucha opción, recordó mientras sonreía para sí.

Fue todo tan explícito…

Magda lo recibió con una bata muy corta y ajustada que le quedaba un par de tallas menor. Le hizo gracia: esa prenda era de cuando tenía 15 años. Ahora, apenas podía contener sus pechos y cuando se sentaba, sus muslos y su entrepierna quedaban prácticamente a la vista.

Ni ella estaba muy versada en el arte de seducir, ni Damián en las maneras del cortejo. Pero supo que era suficiente, porque durante los primeros quince minutos de película no le quitaba los ojos de encima y un bulto empezaba a adivinarse en su pantalón. Prorrogar aquello no tenía mucho sentido, lo único que podía pasar es que ambos se pusieran nerviosos y se arruinara la cita, así que Magda avanzo de frente y sin mirar a los lados.

- ¿Quieres que lo hagamos?, soltó de improviso.

- Te refieres a ... Comenzó a preguntar un indeciso Damián, que no sabía si le estaban tomando el pelo o si aquello le estaba pasando de verdad.

- Sí, claro, me refiero a eso… centró rápida la conversación, mientras se desabotonaba la parte superior de la bata.

Sus tetas eran la artillería pesada, su rasgo más distintivo y el que más llamaba la atención de su físico. Cualquier reparo que hubiera podido tener Damián, quedó inmediatamente relegado al exilio de aquel lugar de su mente, dónde guardaba las cosas intrascendentes.

A partir de ahí, los recuerdos de Magda eran confusos. No porque no supiera lo que había ocurrido y como, sino por el maremágnum de sensaciones y sentimientos contradictorios que experimentó, bastante alejados de lo que había previsto.

Ahora que lo pensaba con más tranquilidad (nunca le había dado demasiada importancia episodio y pocas veces había vuelto a visitarlo y mucho menos a analizarlo), en realidad sí experimentó lo que esperaba. Porque ella sabía que aquello no iba a ser como si fuera con Jorge: un poco de dolor, excitación, morbo, placer, remordimiento y melancolía, vergüenza, alivio...Lo único que sucedió fue que no pasó en las mismas dosis que pensaba y además en distinto orden. Eso fue lo que la desconcertó. Esperaba sentir un poco de vergüenza al inicio, porque no sabía cómo iba a reaccionar su vecino; luego esperaba transmitirle morbo, que acabaría en una buena dosis de excitación para ambos, lo cual los prepararía la siguiente escena. Si se encontraba deseosa, dolería menos. Quizás muy poco o nada. Y después, vendría el placer. Y para finalizar, el alivio de saberse ya libre del yugo de su himen. Posteriormente, quizás algo de melancolía y remordimiento al acordarse de Jorge.

Pero nada sucedió así. La verdad es que todas estas emociones se enmarañaron en un remolino, dónde en cada momento podía sentir una distinta o a veces varias a la vez, confundiéndola y desconcertándola.

Sintió vergüenza mezclada con placer cuando llegó al orgasmo, ayudándose con su mano y con la verga de Damián todavía en su interior.

Abrigó remordimiento y algo de nostalgia al principio, echando de menos a Jorge: era quien debería haber estado a su lado en el sofá. Trató de ponerle a Damián su cara, imaginarse que eran sus manos las que la acariciaban, pero la cosa no funcionó, solo la confundió aún más.

El morbo y la excitación llegaron después de irse su vecino, cuando ella se quedó a solas en la cama, justo en el momento reservado a la melancolía y los recuerdos de la relación con Jorge. Sin esperarlo, revivió la escena de su desfloración y ahora sí, un súbito calor la invadió... Tuvo que masturbarse con cierto cuidado porque aún tenía muy sensible el sexo: aunque su clítoris respondía al estímulo, las contracciones de placer le provocaban una sensación rara en su vagina aún dolorida.

Eso era lo único que parecía estar en su lugar. El dolor, no demasiado intenso y bastante soportable, eso sí, de la rotura de la membrana que franqueaba el paso de su himen. Dolor cristalizando en una molestia que la acompañó durante todo el tiempo, incluso en el momento del orgasmo, convirtiendo éste en una sensación rara, más parecida a un parto (doloroso pero liberador) que a una explosión de placer.

Fue todo tan extraño y desordenado que aún hoy le resultaría difícil describirlo.

Luego, siguieron varios encuentros, en los que una más relajada Magda pudo disfrutar del sexo (esta vez sí), sin demasiadas preocupaciones. Había conseguido su objetivo, estaba sin novio pero disponía de un chaval discreto y en celo para satisfacerla. Todo era muy sencillo, porque no estaba emborronado con sentimientos ni culpas. Solo algo parecido a un amigo con quien desfogar, alguien con quien aprender a follar de forma satisfactoria. Así, hasta que los padres de Damián se tuvieron que marchar por temas de trabajo a otra ciudad, y él con ellos.

La verdad es que llegó a echarlo de menos, con ese chico todo era transparente y fácil. Jamás le dio una preocupación, solo entrega y placer.

Bueno, si Lucía preguntaba, le contaría una versión light del asunto. Un vecino apañado y una chica deseosa de empezar en el mundo del sexo compartido, que se le estaba ya pasando el arroz. Y poco más. Porque ahora lo que la preocupaba es que ese día Jorge iba a tomar una decisión. Se lo contó anoche, en su ya habitual paseo nocturno. No habían vuelto a mencionar el tema de la infidelidad hasta ese momento. En los últimos días, solo dos amigos que habían quedado tres o cuatro veces, copa de por medio, con más silencios que conversación, pero consciente ella, de que su sola presencia tranquilizaba y parecía sanar a un atribulado Jorge, que nadaba entre dos aguas sin atreverse a decidir por que corriente se dejaría arrastrar.

Anoche parecía algo nervioso, como si se presentara a un examen. Quería hacerla participe de su decisión, la que le iba a comunicar a Sonia, como si fuera precisa su aprobación. Se ve que en estos días, su amistad se había estrechado tanto que confiaba en ella y no quería dar ese paso sin consultárselo. Una buena muestra de confianza, sin duda, pero algo que había que manejar con mucha precaución, no se fuera a volver en su contra, pensó Magda.

- Y ¿entonces? ¿Qué le vas a decir?

- Que de momento lo dejamos. No me veo capaz de seguir con ella como si no hubiera pasado nada.

Ese “de momento”, no le gustó nada, pero decidió no decirlo todavía…era mejor sugerir.

- ¿Pospones la decisión?

- Digamos que por el momento ya no somos novios, solo amigos. Ya veremos qué pasa dentro de unas semanas. Si ella continúa manteniendo el interés o se busca otro. Y también a ver cómo me siento yo, si tengo ganas de volver a verla o si no me importa…

- Jorge has tenido una semana, deberías estar seguro de lo que haces ¿Tú crees que ella entenderá eso de “ya no somos novios de momento”? Sonia querrá una respuesta clara.

Jorge levantó malhumorado la voz.

- Pues si quiere tenerlo claro cortamos y así no tendrá que esperar a nadie…

- Mira, yo solo digo que no puedes titubear ahora. Esto de “nos damos un tiempo a ver qué pasa”, no suele funcionar.

- Si fuera tu caso, ¿preferirías que te dejara directamente, sin ninguna otra oportunidad? “Ya lo hiciste cariño” , pensó Magda con tristeza… Así al menos, puede ser que dentro de unas semanas, no sé, que pase algo que nos haga recapacitar e intentarlo. Yo creo que le estoy dejando una puerta entreabierta. Es lo más que puedo hacer ahora mismo y es mejor que cerrársela definitivamente en las narices ¿no?

- No creo que eso le sirva, Jorge. Y además, deberías pensar en ti también, no solo en ella ¿de verdad lo quieres rumiar más? Yo creo que si es cierto que deseas darle una oportunidad, debe ser ahora, no dentro de unas semanas. Es ahora cuando debes enfrentarte a lo que ha pasado. Y si no eres capaz de perdonar…

Jorge asintió apesadumbrado. Ella tenía razón, solo estaba buscando escusas para no tomar una decisión: vamos adelante con todo, a ver qué pasa o adiós muy buenas. No cabían medias tintas.

- Magda ¿tú qué harías en mi lugar?

- Yo soy yo, y por tanto mi respuesta no te vale…

- Pero ¿crees que esto funcionará si…?

- No lo sé. Ni tú, ni Sonia…nadie lo sabe hasta que no probéis.

- No estas convencida ¿verdad?

- ¿Quieres que sea sincera?

- Claro.

- Mira Jorge, no quiero influir en tu decisión, es tu vida, pero esa chica te ha engañado y creo que… lo va a volver a hacer. No me malinterpretes, sé que ahora no, que está muy arrepentida y todo eso, pero tengo el pálpito de que no será una relación para siempre. Creo que si con solo un año y poco más de novios, no pudo evitar hacer lo que hizo…tarde o temprano volverá a pasar.

Hala, ya estaba dicho. Su mensaje no podía ser más claro y directo. Hubiese preferido no poner sus cartas tan pronto boca arriba, pero sabía que era lo mejor.  Es ahora cuando tenía la oportunidad de influir. Si la jugada le salía bien, ella ocuparía el vacío que dejara Sonia. Si salía mal y él le daba una oportunidad, es más probable que esta no fructificara si estaba el tema en caliente.

Jorge la miró con expresión enfadada. No sabía si por lo que le había dicho o porque tenía que posicionarse.

- No es tan fácil.

- No, no lo es…perdona mi franqueza, no quiero inmiscuirme…

- No tienes que disculparte por dar tu opinión, he sido yo el que te la he pedido…

“Ya, pero parece que no te ha gustado la respuesta” , pensó Magda.

- Mira, no hablemos más del asunto, hagas lo que hagas estará bien, estoy segura. Si te parece quedamos por la noche y me cuentas como te ha ido ¿vale?

- Si, bien. Mañana te recojo cuando salgas y te cuento.

Se despidieron y vio a Jorge irse pensativo. Caminaba despacio con las manos en los bolsillos. Éste todavía no sabe lo que quiere , se dijo Magda, preocupada por la incertidumbre de lo que pasaría a día siguiente. Pero ya no estaba en su mano, ellos tenían que encontrarse a solas y decidir, y seguro que su novia pelearía. Ella misma también lo hubiese hecho. Había tratado de fomentar la duda que anidaba en Jorge y también de influir en él. Más no podía hacer de momento.

- Jorge!!!!

-Él se giró para mirarla.

- ¡Hasta mañana!

El joven le dedicó una sonrisa y asintió. Entonces Magda se dio la vuelta a su vez y caminó despacio hacia casa. Esa sonrisa era cuanto necesitaba para irse contenta.