Sexting ii (10-11)

Segunda parte de "Un poco de Sexting"

10

Sonia marcó el número de Jorge. No esperaba que le cogiera la llamada, aun no, lo hizo simplemente para que supiera que ella estaba ahí e intentaba hablar con él. Que estaba preocupada y ansiosa por retomar el contacto. Solo como recordatorio. Para que dentro de un par de días, cuando se calmara y aceptara hablar de nuevo, tuviera en cuenta que no había pasado un solo día sin que ella estuviera pendiente.

Joder, iba de líder y había demostrado solo ser una cabeza loca, influenciable e irresponsable. Lo que más le jodía era haber quedado como el culo con su novio. Había contemplado la posibilidad de ruptura otras veces. Quizá se le cruzara otro amor, otro tío que le revolviera el cuerpo y la mente, eso siempre era posible. Le gustaba lo cariñoso, detallista y enamorado que estaba Jorge de ella, el sexo también era bueno, pero ¿y si aparecía otro chico en su vida, como un torbellino, arrasándolo todo? o tal vez podía pasarle a él. Todo era posible, eran muy jóvenes y tenían mucha vida por delante. Lo que nunca imaginó fue que sucediera así, por una infidelidad tonta y estúpida. Arrastrada por el morbo, por sus amigas y por la idea de que nadie se iba a enterar. Y al final, unos calzoncillos habían jodido su plan sin fisuras y de paso su existencia. Menuda gilipollas estaba hecha. Cuando la gente se enterara, sería el hazmerreír de todos. Por si no tenía bastante con sentirse mal por la posibilidad de perder a su novio.

Para su sorpresa, tras cuatro o cinco tonos de llamada Jorge respondió con un seco ¿qué quieres?

No lo esperaba después de casi dos días sin cogerle el teléfono, ni contestarle mensajes y mucho menos, después de la agria conversación que tuvieron por la noche.

- Ho...hola. Solo quería saber cómo estabas. Yo me siento fatal, me quedé muy mal anoche. Sé que me lo merezco. Pero quería saber cómo estabas tú. Jorge, lo siento tanto...

- Sí, ya me lo dijiste anoche.

  • ¿Crees que podrás perdonarme?

  • Mira Sonia, ahora no puedo perdonar. En realidad ahora mismo no sé ni siquiera lo que puedo o no puedo hacer. Lo único que te pido de verdad es que me dejes tranquilo.

  • Jorge, pero es que me da mucho miedo que no quieras volver a hablar conmigo nunca más.

  • No te preocupes, no voy a dejar de saludarte si te veo por la calle.

Sonia sintió un pellizco en el estómago.

- Sabes a lo que me refiero: a que dejemos de ser pareja. Yo todavía creo que podemos superarlo, estoy convencida...

  • Yo no estoy tan seguro. Te lo vuelvo a repetir: por favor, dame un tiempo, ahora no quiero hablar contigo ni me apetece verte.

  • ¿Cuánto tiempo? dímelo por favor, necesito saber cuándo volveré a tener noticias tuyas.

  • No lo sé.

Un sollozo se filtró al otro lado de la línea.

- Jorge, por favor...

  • Dame una semana, luego hablamos.

  • Vale, vale. Si quieres hablar antes llámame ¿sí?

  • Bien, adiós Sonia.

  • Adiós cariño.

Esa última palabra sonó rara para ambos. Para Jorge estaba fuera de lugar en ese momento. Y Sonia, aunque la había dicho de todo corazón, sintió lo mismo, que resultaba extraña en sus labios.

11

- Mira quien viene por ahí…

Magda giró la cabeza y vio a Jorge acercándose por la acera. Al volver la cara se encontró con la mirada cómplice de Lucía, que terminaba de echar el cierre.

- Se ve que le gusta que lo consueles… comentó irónica.

- Tu chitón, guapa, que te conozco.

- Soy una tumba…no te preocupes que no te lo voy a espantar.

- Ya vale Lucia… le reconvino Magda, tenían a Jorge casi encima.

- Hola chicas ¿Ya habéis acabado por hoy?

- ¿Qué tal?, pues sí.

Jorge se quedó un momento callado provocando un silencio algo embarazoso. Magdalena le echó una mirada a su compañera: estaba claro que alguien sobraba allí. Pero Lucía se hizo un poco la remolona.

-  ¿Qué tal Jorge? ¿Querías algo? ya hemos cerrado pero...

  • No, nada, solo quería comentar una cosa con Magda.

  • Vale, bien. Bueno, no os preocupéis que yo ya me iba. Os dejo a solas, dijo con un tonillo que pretendía ser gracioso.

- Adiós Lucía, mañana nos vemos.

  • Claro guapa.

Todavía se volvió un par de veces a mirar a la pareja que dejaba atrás. Los dos estaban callados, sin duda esperando que pusiera distancia entre ellos. Lucía sonrió para sí. Esto seguía poniéndose interesante y mañana su compañera la pondría al día.

Apenas se quedaron solos, Magdalena tomó la iniciativa. Jorge parecía algo cortado.

- Bueno ¿qué tal te ha ido el día? ¿Has podido descansar? ¿Estás mejor?

  • Sí, sí estoy mejor algo más despejado, menos mal, porque la cabeza me iba a explotar. De hecho hasta he salido a dar un paseo. Y me preguntaba, bueno en realidad yo quería...

Magda puso cara de incógnita, invitándolo a continuar.

- Ayer me ofreciste una copa y he decidido aceptarla. Es decir, si a ti te viene bien. Igual estás ocupada ahora...

A Magda le costó un auténtico esfuerzo hacer como que se lo pensaba. Se obligó a contar hasta tres antes de responder.

- Bueno, creo que podré entretenerme un rato contigo.

  • Pero pago yo ¿de acuerdo?

  • Claro, es lo menos que puedes hacer con tu consejera sentimental.

  • Jajaja mira que eres mala. Pero lo cierto es que tienes razón: eres la única con la que puedo hablar de lo que me pasa ¿Dónde te apetece ir?

  • Hace buena tarde: vamos a una terraza dónde podamos hablar tranquilos.

- Genial.

Comenzaron a andar lentamente hasta el Boulevard. No había prisa por parte de ninguno de los dos.

- ¿Has tomado alguna decisión? inició Magda la conversación.

  • Todavía no. De todas formas me he dado una semana para pensarlo.

  • ¿Una semana? Bien... Así no decides en caliente.

  • Me ha llamado esta tarde. Le he dicho que no intente contactar más conmigo, que dentro de una semana ya la llamaré yo. Está muy asustada pensando que la voy a dejar.

- Y ¿la vas a dejar?

- Te repito que no lo sé, Ahora casi no puedo pensar en eso. Pero no creo que pueda continuar con ella ¿Tu qué harías?

¿Qué haría yo? Darle una patada en su redondo culo… pensó. Pero no podía contestar eso.

- No soy yo Jorge, no me traslades esa responsabilidad. No quiero influir en vosotros.

- Te lo preguntaré de otra forma: ¿tú podrías perdonar una infidelidad?

Solo si es tuya… volvió a fantasear… joder, Magda, céntrate que al final se te va a ver el plumero.

- No lo sé, así a botepronto no. Pero hay que verse en la situación. Hay tantas circunstancias, tantos sentimientos de por medio...

Jorge no se sintió muy satisfecho. Ella evitaba la cuestión. Tenía la impresión de que en su lugar, Magda rompería la relación, pero en verdad no quería responsabilizarse dándole un consejo así de directo.

- Mira Jorge ¿por qué no decides primero el punto de vista de la pregunta?

Él enarcó las cejas, en un mudo gesto de interrogación ¿a qué se refería?

- Deberías empezar por decidir si quieres o no perdonarla. Si no quieres, es inútil preguntarse si puedes. Y si deseas continuar con la relación, entonces es cuando deberás enfrentarte a ese problema. Ve paso a paso. Tienes una semana, recuerda.

Jorge se detuvo, mirándola intensamente. Parecía sorprendido de la agudeza de Magda, jamás se la hubiera supuesto. Parecía tan distinta a aquella chica con la que salió unas semanas años atrás.

- ¿Dónde nos sentamos?

Ambos pasearon la vista a lo largo del boulevard, recorriendo las terrazas. Casi al unísono, se fijaron en la misma. La más tranquila, de un bar de copas que se llenaba por las noches, pero que ahora se vislumbraba apacible y recogida. Sofás blancos y telas ibicencas, que daban un aire íntimo al lugar en medio de la avenida.

Se miraron y no tuvieron que decir nada, simplemente encaminaron hacia allí sus pasos.

Cuando se acomodaron uno junto al otro, ella tomo de nuevo la iniciativa.

- Mira, dedica mañana el día a pensar en lo que hemos hablado. Hoy descansa ya. Si consigues dejar de cavilar aunque sea un rato en ello, las cosas se aclaran, tu mente se descongestiona. Así que date vacaciones unas horas. Distráete e intenta desconectar. Cuando te levantes y desayunes, lo verás todo con otra perspectiva.

- Es fácil decirlo. Pero ¿en qué otra cosa voy a pensar ahora? ¿Con que me distraigo? ¿Sabes qué? las imágenes que me mandó…no te lo he dicho, pero me envió unas fotos suyas en la habitación.

- ¿Con el otro?

- No, claro que no, sola. Pero el otro estaba allí. Cometió un fallo y la descubrí. Así fue como me enteré…

- ¿Salía un pie suyo por una esquina o algo así?

Jorge dudó un momento…bueno, que carajo, total ya se lo había contado casi todo…

- Se hizo unas fotos desnuda para mí. A veces, cuando estamos separados…bueno, lo hacemos.

Miró a Magda buscando su comprensión antes de continuar…ella asintió seria:

- Lo entiendo , dijo invitándolo a seguir.

- Se había dejado unos calzoncillos en la cama. Cuando amplié la foto se veían con detalle.

- ¿Unos calzoncillos?

- Si. Ella no pudo negarlo. Al final confesó.

Magda siguió contenida unos segundos, luego una sonrisa se dibujó en su boca.  Se llevó la mano a la cara en un torpe intento por disimular, que lo único que consiguió fue que la carcajada estallara con más fuerza. Jorge la miró con cara abatida, pero luego sonrió a su vez, consciente de lo cómico de la situación. Y pronto se unió a ella, con una risa más tenue pero liberadora al fin y al cabo.

- Perdona, perdona, no quería reírme de ti, es que…

- Si alguien tiene que hacerlo, prefiero que seas tú. Mira, me has hecho reír a mí también. ¿Ves? ¿Cómo quieres que me olvide unas horas? Cierro los ojos y veo la imagen que me mandó, allí desnuda en la cama y enseñándome todo…a mí y al hijo de puta que estaba a su lado.

Magda asintió.

- No lo sé. Te propongo algo. Hablemos de ti y de mí sin mencionar para nada a Sonia. Solo temas tuyos que no estén relacionados con ella. Y yo te contaré historias mías.

Jorge sonrío.

- ¿Qué? ¿Te parece mala idea?

  • Me parece una idea genial. Estaba pensando que hacemos una extraña pareja. Aquí juntos de nuevo después de tres años.

- ¿Ves? ya estás pensando en otras cosas y en otras personas: vamos bien. Así que el tema es nosotros aquí juntos de nuevo. Vale. Sí, a mí también me resulta un poco extraño. Hasta ayer ni me lo hubiera imaginado. Parece que hay ahora más confianza entre nosotros que cuando estábamos saliendo.

  • Eso es cierto. Entonces fue todo tan... rápido y alocado.

Jorge arrugó un poco la frente, como si la nube de una sombra hubiera pasado por su mente.

- Magda me gustaría decirte... Bueno, en aquel momento creo que no fui justo contigo. Nunca te lo dije, pero siempre lo he pensado.

- ¿A qué te refieres?

- A la forma en que lo dejamos. Creo que te debo una explicación. Fue tan de golpe que… Jorge no supo cómo continuar. No había previsto hacer esa confesión y ahora no encontraba las palabras adecuadas ….yo no quería engañarte, ni hacer nada que luego te pudiera...

- Lo sé.

El la miró sorprendido.

- ¿Lo sabes? El día que cortamos…bueno, de repente comprendí que no era honesto lo que hacía y tuve que hacer algo. Creo que no fui muy delicado, la elegancia no es una de mis virtudes. Te vi muy afectada.

- Sí, estaba un poco desconcertada, la verdad es que no me lo esperaba, pero sé por qué lo hiciste. Jorge, si algo me gusta de ti es que eres transparente, se te adivina todo lo que pasa por tu interior.

- Pues serás la única que me entiende…

- Pues seré… rio ella.

- Entonces ¿no me guardas rencor?

- Sé por qué lo hiciste. Y no, no te guardo rencor… estamos aquí sentados ¿no?

Jorge se sintió algo más ligero. La culpa, aunque sea antigua, es un peso que siempre es bueno liberar.

- Cierto. Y habíamos quedado en que te invitaba a una copa ¿pedimos?

- Claro. Te voy a salir cara, eso sí, me apetece un buen bourbon.

- Lo que tú quieras.

Magda recordaba perfectamente el día que rompieron.

Después de la noche de la graduación, las siguientes citas habían seguido un patrón similar. Comenzaban la noche con un evento. Cine, música, cena, lo que se terciara. Luego, unas copas y al final, buscaban la intimidad allí donde pudieran encontrarla, ya fuera en un parque, en un oscuro portal, o incluso como era el caso de esa noche particular, en un coche.

Entre ellos las cosas parecían ir razonablemente bien, al menos para el gusto de Magda. Los dos parecían disfrutar con la presencia del otro, los silencios que de vez en cuando se creaban, no parecían incómodos y el sexo era intenso y bueno, aunque que no habían pasado de la estimulación oral y manual.

Es cierto que el chico no parecía demostrar una gran pasión, lo que indicaba que no era una relación amorosa propiamente dicha por su parte, pero eso podría cambiar con el tiempo. A Magdalena le bastaba con tenerlo a su lado. Estaba tan eufórica que todo lo demás no le importaba. Era lo más parecido a tener novio que había estado en toda su vida. Y además, con el chico que le gustaba. Un bonito sueño del que no tardaría en despertar. Suele pasar cuando en tus sueños eres feliz. Siempre hay algo que los interrumpe, la vida te suele pone esos malditos despertadores de felicidad, que te devuelven al jodido día a día.

Sí, Magda recordaba cabalmente el momento en que su sueño se interrumpió. Todo marchaba bien y según la rutina habitual. Ese día, no habían bebido tanto como la primera vez. Ya no necesitaban animarse a romper la distancia, ni a dar el paso de conocerse más íntimamente. La costumbre había diluido un poco la timidez de él y la fobia social de ella. Apenas un par de cervezas y se fueron a una zona apartada. Esa noche disponían del coche del padre de Jorge, lo cual aportaba bastante más intimidad de la que habían tenido hasta el momento.

Besos y ansiosos magreos en la penumbra. Sus manos ya sabían el recorrido, a dónde tenían que dirigirse y como tenían que acariciar. En esta ocasión, Magda, pudo desnudarse completamente para que Jorge se diera un atracón de carne tibia, para que pudiera dibujar con sus manos el contorno de sus curvas, para que pueda pudiera besar y lamer a placer.

Por primera vez pudo verlo también a él totalmente desnudo. Acariciar su pecho, su vientre… sentir el contacto de su verga en su pubis hinchado por el deseo, mientras piel contra piel, notaba el aliento de su querido en su boca y su peso aplastando sus pechos.

Aquello no era la habitación nupcial que ella habría podido soñar: el coche era incómodo y limitaba mucho los movimientos, pero eso no impidió que Magda llegara al séptimo cielo cuando él desapareció entre los muslos y le hizo un cunnilingus que la dejó totalmente empapada y a punto del orgasmo. Jorge percibió que ella se iba a correr y aumentó el ritmo con su lengua, a la vez que frotaba por fuera con sus dedos.

Era bueno, muy bueno, pero esa noche ella quería más. El vehículo le daba una intimidad que hasta ese momento no habían tenido, así como la posibilidad de un contacto mucho más profundo. Magda tomó su cabeza entre las manos y tiró de él hacia sí misma, forzándolo a acoplarse entre sus muslos. Sus sexos entraron en contacto, provocando un estremecimiento que la recorrió entera. Ella movió la pelvis forzando el rozamiento. Su clítoris se frotaba contra la base del falo y este se humedecía en contacto con sus labios mojados.

Jorge entendió que eso le daba placer, así que continuó deslizando su verga. Despacio y presionando, haciéndola poner los ojos en blanco y provocando temblores a flor de piel en Magda.  La verga se deslizaba cada vez con mayor facilidad por la lubricación, deteniéndose a veces en la entrada de su vagina, pero Jorge evitaba empujar cuando esto sucedía, para desesperación de una Magda que deseaba que esa fuera la noche. Le daba igual que fuera en un coche, oliendo el cuero de los asientos mezclado con la humedad de la lluvia reciente, en vez de en una suite nupcial rodeada de pétalos de rosa. Lo importante para ella es que estaba con el chico que le gustaba y no sabía si habría otra oportunidad.

Tomó la iniciativa y le hizo ponerse abajo. Durante un momento, jugueteó metiéndose el glande en la boca y chupándolo con delectación. Luego, se subió afirmando sus grandes muslos a los costados de Jorge. Dejo caer su culo hasta que su coño trabó contacto con la polla de José. Entonces, lo restregó ya sin ninguna dificultad. Ahora tenía ella el control. Sus labios se abrían abarcando el falo, sintiéndolo rozarse en toda la extensión de su rajita. El chico cerró los ojos y una mueca de placer se configuró en su rostro. Aquello era tan excitante…solo se oía el chapoteo de su coño encharcado frotándose contra la verga. Magda introdujo su mano entre las piernas buscándola. Cuando pudo aferrarla, se elevó un poco sobre sus rodillas y la apuntó a su vagina, dirigiéndola con la mano hasta que creyó encontrar la entrada. Luego se dejó caer lentamente, intentando vencer la resistencia que ofrecía su himen aun intacto. No sentía dolor, no de momento, solo un cierto escozor que iba en aumento.

De repente, Jorge, abrió los ojos y la observó fijamente, con las pupilas dilatadas por la sorpresa. Con un movimiento de su cadera, intentó retirar su polla del coño de Magda sin conseguirlo, ya que esta la aferraba con fuerza, pero al menos, logró que la punta saliera un poco, lo suficiente para romper contacto con su himen.

- ¿Qué haces? Estás loca.

- No te preocupes, no me hace daño…

- Pero vas a sangrar y…

- Lo haremos despacito…

El mundo al revés, sonrió Magda mientras recordaba: ella tranquilizando y tratando de convencer al chico que la desfloración no dolía…

- Magda, no, no quiero…

- ¿No te gusta?

- Claro, pero…no debemos.

Jorge se había puesto tenso y tenía la expresión compungida. Sus manos empujaron con determinación los muslos de su amante. Magda se dio por vencida, no convenía forzar la situación. Retiró la polla y poniéndola horizontal, se dejó caer de nuevo encima. Se frotó sobre ella hasta que Jorge se corrió. A pesar de la tensión del momento vivido, estaba tan caliente que no pudo evitarlo. Tuvo la esperanza de que el orgasmo le hiciera olvidar el incidente. Varios chorros de semen caliente salieron disparados, empapándose su propio vientre y también el coñito de Magda, que aunque más lentamente, siguió frotando y dejando caer su peso sobre la verga, hasta que le extrajo la última gota de líquido seminal. Después, mientras él reposaba, se masturbó usándolo como lubricante aunque no lo necesitara, solo por el placer de sentir en su clítoris el esperma de su chico. El orgasmo fue fuerte pero controlado, por sus expertos dedos, acostumbrados a darse placer a sí misma.

Ese fue su último momento de intimidad. Mientras volvían a casa, Magdalena observaba a un Jorge encerrado sobre sí mismo, pensativo y sombrío que parecía buscar la forma de decirle algo que tenía todo el aspecto de que no iba a gustarle.

Estaba claro qué algo rebullía el interior de Jorge ¿Sería capaz de decírselo o la dejaría esa noche con la incógnita? Pues fue capaz. Si algo que tenía Jorge, era que no podía estar haciendo algo mal y callárselo. Era demasiado noble para eso.

- Magda, creo que nos estamos equivocando.

  • ¿En qué nos estamos equivocando?

  • Me refiero a lo de esta noche...

  • ¿A qué te refieres concretamente? ¿A lo de follar? Ella no era chica de eufemismos, ni de darle vueltas a las cosas. Como siempre, directa al grano.

- Si. Creo que se nos ha ido un poco la mano, podría hacerte daño...

  • No te preocupes, ya soy mayorcita y eso no me da miedo.

  • No me refiero a daño físico o al menos no solo eso. Magda, no tenemos una relación. Solo estamos... Bueno creo que me entiendes. Deberías guardar tu virginidad para cuando de verdad encuentres a alguien que...

  • Alguien que me quiera ¿no? ¿Es eso lo que tratas de decirme?

Jorge retiró la mirada y agachó la cabeza.

- No creo que sea justo para ti...

  • ¿Por qué no me dejas que decida yo eso?

  • Creo que es mejor que dejemos de vernos.

  • Si eso es lo que quieres… pero podemos seguir siendo amigos, no pasa nada, está todo bien Jorge, o ¿acaso no disfrutas conmigo?

  • Ese es el problema Magda, precisamente ese es el problema, que disfruto mucho contigo pero tú no te mereces...

Bla bla bla bla bla bla, palabras… Magdalena ya no oía...envoltorios de sentimientos que estaban muy claros, tan claros que eran innecesarias. Ahí estaba la pura y simple verdad, que ella había conocido desde el principio pero se había limitado a ignorar, feliz por estar con Jorge: Él no la quería, no al menos de la misma forma. Y cuando estuvo a punto de perder la virginidad reaccionó. Se sentía responsable porque no era esos chicos que se aprovechaba de la situación para meter. Estaba preocupado por ella, eso es lo que pasaba, que aunque no estaba enamorado le tenía un cierto cariño. Y luego estaba su conciencia. Sí, Jorge, eres un chico peculiar que antepones el dormir tranquilo a echar un polvo.

Y cuánto más tardara en hacerlo más dolería, por eso se lo dijo esa misma noche.

Quedaron como amigos, en que se llamarían y se tomarían algo, pero esa llamada al final nunca llegó. Y cuando fue ella la que lo intentó, Jorge respondió con evasivas.

Dejó pasar un tiempo, esperando que se cambiaran las cosas, al fin y al cabo lo tenía a mano y lo podía ver muy a menudo por el barrio. Pero al poco se echó novia. No era la Sonia esta, la que le había puesto los cuernos, era otra, su primera novia. Pero ya estaba claro que resultaba del todo improcedente un cercamiento en esas circunstancias.

Magdalena pasó una semana muy cabreada, no sabía si con Jorge, consigo misma o quizás, estaba enfadada con el mundo entero.

Pero todo este episodio no hizo sino reforzar la atracción que sentía por el muchacho. No era tan antisocial como para no enterarse de lo que pasaba a su alrededor, en clase, con su reducido grupo de aquellas a las que llamaba amigas, pero que en realidad solo eran conocidas. Era consciente de que muy pocos chicos habrían renunciado a la golosina de una joven dispuesta a hacer y dejarse hacer de todo. Lo normal es que se hubieran aprovechado de la situación y en cuanto hubieran dado con otra que realmente les gustara, entonces la hubieran abandonado como un juguete del que uno se harta.

No, si Jorge había cortado no fue porque le gustara otra o porque se hubiera aburrido de ella. Magda era plenamente consciente de que él se lo pasaba bien a su lado y de que le había supuesto un esfuerzo cortar la relación. Lo hizo por ella, porque era un chico noble y no quería causarle daño. Su atracción salió reforzada de aquella ruptura.

- ¿No lo pruebas?

  • ¿Eh?

  • El Bourbon.

- Ah, sí, perdona...

  • Se te ha ido un momento el santo al cielo ¿en qué pensabas?

  • Nada, era eso qué has dicho, que es curioso que años después volvamos a estar sentados juntos, hablando de nuestras cosas.

Hubo una nueva sonrisa de complicidad entre ambos. La noche era fresca. Casi sin darse cuenta se aproximaron uno al otro.