Sexo y Rap

No le saco ni de mis sueños

Siempre había estado acostumbrada a ser la dominante en cada una de mis relaciones. Siempre tomaba yo la iniciativa, siempre era yo la que la que dominaba la situación, la que se hacía desear. Hasta que aquel día en aquel concierto, todo cambió. Le vi en el escenario, y nunca antes le había visto a pesar de haberle escuchado varias veces. Bajó del escenario a saludar a mi amiga y ahí comenzó mi locura. Le vi un par de veces más, intercambiábamos palabras. Pero yo no podía prestar atención a todo lo que me decía, porque cada vez que me miraba, mis piernas temblaban y mis bragas se mojaban sin remedio. Me recorría un sudor frío y la piel parecía arder. Por mi mente pasaban todo tipo de situaciones que si él las supiera probablemente me retiraría la palabra.

Aquel día, volvíamos de fiesta, él y yo solos. El resto había decidido irse a sus casas y yo le acompañaba a la suya, no tenía nada que hacer. Me invitó a pasar y fuimos a su cuarto. Me quedé en ropa interior mientras él se iba al baño y me deslicé entre las sábanas, buscando conciliar el sueño. Al rato, el volvió, y sin decir palabra se metió conmigo en la cama, también en ropa interior. En el preciso instante en que la piel caliente de su torso tocó la piel de mi espalda, un escalofrío subió por mi espina dorsal, erizándome el cuello y calentándome un poco más abajo. Me mordí el labio y miré fijamente a la pared, lo poco que podía hacer, mientras un pensamiento poco bueno me venía a la mente. Me eché un poco hacia atrás, fingiendo buscar una postura más cómoda para dormir, acercando mi culo a él. Mis nervios estaban a flor de piel, ardiendo, temblaba entera.  Yo, aquella chica que nunca había sentido un cuelgue sexual semenjante ahí estaba, en aquella cama, a aquella hora, con aquel hombre que la hacía sudar sólo con su presencia. Entonces sentí como un brazo me rodeaba por la cintura mientras se acercaba a mí totalmente y su respiración en mi nuca. Fui a girarme, pero entonces me susurró 'Ni te muevas', con una mezcla de autoridad y sensualidad, y por la manera de decirlo, intuí que tenía en su cara esa sonrisa tan característica suya, como de medio lado. Otra sonrisa asomó a mis labios mientras me mordía y besaba el cuello, me cogía del culo y lo acercaba a aquel principio de erección, acariciaba mis pechos, mientras susurraba algunas incoherencias, o tal vez, palabras que yo no alcanzaba a comprender en aquel instante. Decidí que disfrutaría cada segundo de lo que me diera. Sus manos se movían por mi cuerpo dibujando con sus dedos mis curvas, notaba su respiración irse acelerando, su erección cada vez más dura, bajó una de sus manos por dentro de mi tanga y yo me retorcía entre gemidos que trataba de contener inútilmente mordiendo la almohada. Me tenía al borde del orgasmo constantemente, mi piel ardía y mi cuerpo me pedía tenerle dentro. Me giré violentamente y le abracé, comiéndonos la boca como dos salvajes, me subí sobre él a duras penas. Le mordí el cuello, se lo besé y subí hasta su oído donde me paré, y le susurré arrastrando cada sílaba, para que me oyera bien, 'Ahora el que se va a estar quieto vas a ser tú, rey.' Bajé recorriendo con mi lengua cada centímetro de su piel, hasta llegar al borde de sus calzoncillos. Levanté la vista un segundo para mirarle la cara, lo justo para cazarle mirándome con cara de pedir más. Sonreí para mis adentros y se la saqué. Estaba dura y caliente, y por un segundo mi cuerpo me pidió subirme sobre él y cabalgarle, pero me lo pensé mejor. Me la metí en la boca, chupándola a conciencia, cada centímetro de ella, pasando repetidas veces por la punta. Él me cogía del pelo y me acercaba a él mientras se aceleraba su respiración cada vez más y su miembro se endurecía más aún en mi boca cuantas más veces pasaba por la punta. Seguía lamiéndola y chupándosela entera, mientras le miraba a la cara ya sin vergüenza alguna, esa noche yo iba a ser su puta y él lo sabía. Me la saqué de la boca y la deslicé entre mis tetas, donde la acogí. Comencé a subir y bajar, ofreciéndole una cubana a aquel dios del morbo que tenía en una cama desconocida para mí, mientras oía como disfrutaba. En una de esas que bajaba, rompí el último hilo de su resistencia y con una mezcla de violencia y cuidado me quitó de encima suyo y me dio la vuelta. Subió por mi espalda mientras notaba su miembro duro en mi sexo mojado y me susurró ' Ahora sí que vas a gozar, golfa', provocándome otro escalofrío y un calor ya insoportable entre mis piernas. Me cogió las manos y las apoyó contra la pared, y al girarme para morderle el labio me miró con aquella mirada autoritaria que me prohibía mover las manos de allí. Me cogió por la cintura y empezó a follarme brutalmente, con ganas, con pasión, con deseo, arrancándome gemidos, me decía que era su puta, que me había portado muy bien con él. Me tiraba suavemente del pelo, me azotaba con la fuerza justa en el culo, me mordía el cuello. Una vibración fue recorriendo mi cuerpo y llevándome a las puertas de un cielo superior a los que había alcanzado anteriormente, desembocando en una serie de gemidos mientras clavaba las uñas inútilmente contra la pared y él se corría por mi espalda.

Al rato nos dormimos y al despertar, vi su cara frente a la mía mirándome con una sonrisa intrigante.

Y de nuevo, un escalofrío sacudió mi cuerpo.