Sexo y más sexo

Un hombre casado se introduce cada vez más en el mundo del sexo gay, descubriendo nuevos placeres.

Martín seguía mamando mi chimbo con ganas. Su boca lo cubría en gran parte y la punta de su lengua salía para acariciarme el tronco hinchado y las pelotas cargadas. Yo estaba sentado desnudo en una silla de la sala mientras Martín, arrodillado en el tapete, también desnudo, succionaba con avidez el mástil que mostraba el deseo por ese hombre. Mis manos acariciaban su pelo y pasaban a los lóbulos de las orejas que yo acariciaba con suavidad y pasión. "Sigue así amor...oh, oh, sigue...sí…sí...qué placer…oh papi mío, mi amor, lindura sigue...sigue...". Alcé mis piernas para pasarlas por encima de sus desnudos hombros.

Él inició un lameteo de mis pelotas, chupándolas, besándolas. "Ah, cabrón cómo mamas de rico...ah...ah...oh, papi,...uf...uf...lindo, cómo te deseo, uf...uf…", gemía yo al tiempo que movía mi cuerpo estremeciéndome cuando él comenzó a abrir mis nalgas y acariciar mi ano que deseaba ser sometido, penetrado, comido. Un dedo se introdujo, pero Martín seguía con su lujuria mamando todos mis genitales, besándoles, dándoles lengua, como dos machos se pueden dar en un placer erótico que no es posible sentirlo con una mujer. Inicié una caricia a mis tetillas, apretándolas cada vez más duro, generándome un agradable dolor. Mientras apretaba mis tetillas con más fuerza y Martín seguía mamando con avidez, sentí cómo crecían mis pezones, algo que me excitó sobremanera llevándome a mover mis dedos en círculos al tiempo que gemía y pedía más y más de Martín: "Sigue amorcito ¡qué es esto tan sabroso, qué ricura!....oh papi, papito mío...papi, tú eres mi papi...sigue, sí, sí, sigue, oh...mira mis pezones querido...". Al oír esto Martín alzó sus ojos aún con mi chimbo en su boca y su dedo en mi ano. Sacó el dedo, soltó mi verga y subió hasta mis pezones que comenzó a chupar con furia. Sentí su caliente verga, mojada, sobre mis rodillas. Hice el esfuerzo y mandé mi mano derecha a acariciarla, a estrujarla, a manosearla de arriba abajo. Con la otra mano le acaricié el pelo. "Ven papi", le dije. Él se acercó a mí y nuestras bocas se unieron en un excitante beso en que intercambiábamos nuestras lenguas. "Vamos a la cama, te quiero comer ya", me espetó con voz entrecortada. Ambos nos paramos, él adelante y yo detrás. Veía como sus nalgas se movían cadenciosamente como un buen macho las puede mostrar, con soltura, con elegancia, con erotismo.

No aguanté y me le acerqué por detrás. De nuevo nuestras bocas se unieron y trastabillamos cayendo al suelo cubierto con el sofá. Yo encima, él debajo, de frente, con nuestros chimbos tocándose, mojados en la plenitud de la lujuria. "Cómo te deseo querido", le dije con un suave susurro mientras mi lengua jugaba con su oreja. "Y yo a ti, mi mariquita lindo", me replicó mientras sus pies aprisionaban mis nalgas. Chimbo contra chimbo, boca con boca, manos en culos, éramos dos cuerpos que se acariciaban, se mecían y se unían apasionadamente. Quise bajar a mamarle su hermoso chimbo y comencé a deslizarme. En esas él trato de hacer lo mismo, resultando que cruzamos nuestras piernas en forma de tijera. Iniciamos un movimiento suave, luego frenético. Con nuestros movimientos mi pie descalzo quedó en su cara. Martín inició un suave lameteo de mi pie, chupando mis dedos y pasando la lengua desde ellos hasta el talón, y de éste hacia aquéllos, mientras aún, con nuestras piernas cruzadas chocábamos pelotas con pelotas y chimbo con chimbo. Me puse también a besarle su pie, lindo pie, a chuparle sus dedos, pasando la lengua entre ellos, a metérmelos en la boca, los que más me cabían.

Imagen toda llena de erotismo. Solté su pie y comencé a acariciarme las tetillas, empujando mi cuerpo hacia su cuerpo y él haciendo lo mismo. "Qué placer papi...rico...rico…qué sabrosura, vamos amorcito…muévete,...así...así...oh...oh....qué.....dicha...parecemos dos lesbianas arepiando...oh...uf...uf..", gritaba yo en medio del placer, mientras Martín me decía: "Sí, somos dos putas lesbianas...esto hay que seguirlo haciendo...ah…veo tu cara de placer y tu ves la mía...somos dos putas...". "Sí, soy tu puta y tu eres la mía, amor mío, mi amor, qué rico...sigue...ah…ah...muévete más duro maricón...oh..oh.". Seguimos moviéndonos cada vez más rápido. Estaba que explotaba. Un nuevo envite de su cuerpo contra el mío y exploté, sí exploté, la leche me salía a borbotones. "Tómala…tómala..ah…ah…tómala". Al decir esto también Martín explotó y su leche salió también a borbotones cubriéndome el pecho. Nuestros chimbos quedaron mezclados en nuestras propias leches. Me separé y me recosté en el sofá quedándome dormido.

Dormí como dos horas. Cuando desperté, ya casi anocheciendo, fui, así desnudo como estaba, a buscar a Martín. Lo encontré en la cocina. Se había bañado, sólo estaba con los suspensorios blancos, transparentes por delante y las dos tiras traseras realzaban sus nalgas mostrando un culo apetitoso subido y apretado por los suspensorios, que se ofrecía como un manjar que el mundo gay me había dejado descubrir. Lindo culo. "Estoy preparando unos pasantes para que nos tomemos unos tragos de ron. Ya casi acabo", me dijo con cierta alegría. "Hay que celebrar esa nueva forma de pichar, estuvo muy buena", continuó. "Sí, espectacular. Voy al baño a asearme y ya regreso", le contesté. Fui al baño, no me bañé, pero, luego de orinar, sí me mojé el chimbo y lo limpié bien. Regresé a la sala donde ya estaban puestos los pasabocas y media botella de ron. Me serví un trago y encendí un cigarrillo. Martín se sentó a mi lado con su vaso de ron y encendió el televisor.

Hablábamos de cosas intrascendentes: fútbol, política, etc. Luego de un rato fue a servirse otro trago y mi mirada quedó fija en su culo. Mi verga comenzó a pararse. Al regresar Martín, me dijo: "Con que ya estás alborotado". "Sí, ven papi". El se sentó de nuevo. Me arrodillé a su lado y le bajé los suspensorios. Su chimbo brotó en todo su esplendor. "No soy el único alborotado", le dije. Incliné mi cabeza arrimando mi boca a ese hermoso chimbo. Le estampé un suave beso en toda la punta, luego lo introduje en mi boca succionando con ganas. Mi mano derecha acarició sus nalgas y abriéndolas mi dedo índice inició un suave masajeo en su botón del amor, en su arrugado y precioso ano, en su puerta trasera. Solté el chimbo, saqué le lengua y de arriba abajo inicié un lameteo.

Mi saliva se mezclaba con sus jugos. Cogí con la boca las pelotas para mamárselas con ganas. Mi cara se restregaba contra esa linda verga. "Sí…sí...sí...oh, sí, sí, mariquita mío, mama, chupa..ah..ah..", gemía Martín. Alzó sus piernas dejando al descubierto su divino botón, arrugadito y grande. La punta de mi lengua lo tocó lamiéndolo todo. Luego lo penetré con la lengua. "Ah, maricón, cómeme, hazme el amor con la lengua...tómame...", gimió. No me hice rogar. Mi lengua entraba y salía de ese hermoso culito. Estuve así un rato, mientras con una mano me masajeaba mi chimbo enhiesto y mojado. Volví a su verga a darle chupadas, a acariciarla, a colocarla contra mi cara. La miraba: sus venas brotaban, era un palo divino. "Estoy que me vengo amor", dijo Martín. Y en verdad que su chimbo había crecido y palpitaba. "Si lo tocas de nuevo me vendré", fueron las palabras de Martín. Me separé y suavemente le estampé un beso en toda la punta observando cómo ese chimbo se movía y con furia arrojaba leche por todos lados."Ah, ah, ah, me vengooo...me vengoooo, amor, me vengooo". Mi cara quedó impregnada de su leche. Yo aún no había arrojado la mía. Rápidamente lo hice voltear en cuatro patas. Abrí sus nalgas, mi nariz penetró en ellas hacia su ojete y mientras olía ese dulce olor de su culo me masajeé la verga hasta que descansé con mi leche arrojada al piso. Me tomé otros dos tragos, me bañé y me vestí. Mi esposa me esperaba sin saber que su esposo era marica. Me despedí de Martín.

En esa semana Martín tuvo que viajar a Barranquilla. Traté de aguantarme pero no pude. Estaba con ganas de tener un macho a mi lado o masturbarme viendo machos. Mi esposa se encontraba en una finca cercana a Medellín. Busqué en una guía por internet y encontré un bar gay que anunciaba servicios de cabinas privadas para internet y películas, revistas, masajes, shows de jóvenes. Decidí ir. Me coloqué unos suspensorios rojos que me gustaban mucho porque sus correas eran estrechas y hacían resaltar mi culo, lo que comprobé de nuevo mirándome en el espejo, unos jeans forrados, camiseta azul también estrecha, en malla y sin hombreras, tenis de bota Converse azules, y una chaqueta de cuero. En cierra forma tenía tendencia exhibicionista.

Fui después de las 7 PM Me gustó el lugar: música suave, un bar agradable y luces que daban el toque necesario, ni mucha ni poca. Me dirigí a una mesa y pedí un trago de ron. Me sentía un poco raro, ya que era un lugar para gays, pero al mismo tiempo contento. Sabía que todos los que estaban allí eran gay pero también sabía que todos entendían que yo era uno de ellos. Debo reconocer que me excitó la idea de que todos los asistentes allí me veían como gay. El mesero, claro, lo suponía. Me preguntó luego de servirme el ron si deseaba algún servicio en especial. Le respondí que deseaba una cabina. Me preguntó si cabina de internet o de videos. "De videos", le dije. "Debe pagar antes", se expresó con solemnidad. Supuse que había algunos maricas que se masturbaban y luego eludían el pago. Pagué el costo y me entregó un tiquete señalándome dónde quedaban las cabinas. Al llegar me tropecé con un joven que iba para otra cabina, nos sonreímos pero cada uno entró a la suya. Previamente había escogido una película gay que me llamó la atención por las fotos en la carátula: hombres vestidos de cuero en tremendas orgías.

Puse la película y me bajé los jeans dejando mi verga afuera, mojada, me quité la camiseta y así me senté en una pequeña silla que allí se encontraba. Mientras la veía me daba masajes masturbatorios tratando de aguantar al máximo y pensando en el joven de al lado que debía estar haciendo lo mismo. En esos instantes se fue la electricidad y el VH se apagó. Quedé como un tonto con mi chimbo parado sin saber qué hacer. Pasados unos minutos y viendo que no regresaba el fluido eléctrico me subí los pantalones, me puse la camisa y salí a averiguar qué pasaba. Allí estaba el joven hablando también y recibiendo explicaciones. Parecía que el daño se iba a demorar en ser reparado. Nos miramos y él tomó la iniciativa: "Tomémonos un trago" me dijo. Le contesté que bueno y fuimos a una mesa a charlar.

El lugar estaba en penumbras con unas velas sobre las mesas. Iniciamos una charla que de aspectos generales fue pasando a temas más particulares. En medio de nuestra conversación yo lo miraba con ganas y me imaginaba haciendo el amor con él. Sólo me preocupaba su edad. Descansé cuando dijo tener un poco más de 18 años. No quería nada con menores, aunque no sé qué hubiera hecho con este bombón todo chimba si me hubiera dicho que era menor de edad. Me contó de su vida. Era costeño y estaba estudiando en Medellín, su nombre era Juan Luis, vivía en un apartamento con otro amigo costeño que también era gay. Yo le conté que apenas me estaba iniciando, que era casado y que había tenido algunas experiencias homo. "Tu eres mucho mayor que yo, pero sabes, a mí me gustan mayores. Más si son casados. ¿Quieres que hagamos algo?", dijo en rápidas palabras. "Okay, ¿dónde?", le respondí. "Vamos a mi apartamento. ¿Tienes carro? Yo me transporto en bus", contestó. "Sí tengo carro, vamos", le dije.

Pagué la cuenta y salimos. Durante el viaje a su apartamento me mandó la mano al bulto que tenía entre mis piernas y luchaba por estirarse. Cuando llegamos yo estaba muy mojado. Al abrir la puerta no me aguanté y comencé a abrazarlo y a besarlo en su boca que respondió con fuego. Mientras nos besábamos nos íbamos quitando la ropa. Su verga era casi del tamaño de la mía, estaba completamente depilado en sus genitales, la punta del chimbo goteaba. Apreté con una mano. "Rico, rico...no te apures papito...despacio que hay tiempo", me dijo mostrando su experiencia en estas lides. Se separó, me miró fijamente diciéndome: "Quiero comerte todito. Ponte los tenis que me gusta verte así". Yo estaba completamente desnudo y me puse de nuevo los tenis.

"Ven, vamos al cuarto", me indicó. Entramos a un pequeño cuarto que por lo visto estaba destinado al placer. Tanto al frente como a los lados había espejos que reflejaban y multiplicaban las imágenes. En un pequeño estante vi consoladores, cremas, correas, todo lo necesario para un buen placer sexual. Observé que al frente, en medio del espejo, estaba fijado como una especie de toallero. Nos besamos de nuevo. "Cómeme papi, quiero que me taladres", le dije con voz excitada y entrecortada. "Vamos hacia allí", dijo señalando el toallero. "¿Para qué es?, pregunté. "Ya verás. Agáchate y pon tus manos en la barra", respondió. Así lo hice. Mis manos cogieron el toallero dándome una posición inclinada. Al colocar las manos, suavemente me acarició la espalda y luego me colocó unas esposas en las manos. No tenía manera de acariciarlo ni de acariciarme. Pero la imagen en el espejo me excitó. Me veía allí en posición equina, sí como un caballo amarrado. Me ví en los espejos de al lado. Veía un hombre desnudo, con sus tenis puestos, sus nalgas en posición sodomita. No sé, pero cada vez estaba más excitado. Comencé a sentirme dominado, sometido, y en verdad que quería ser dominado por ese joven que me había encontrado por casualidad. Observé mi chimbo completamente parado, con la cabeza roja de tanto manoseo y chupadas.

"Así quería verte, y así te comeré", dijo Juan Luis. Se puso debajo de mí metiéndose mi verga en la boca, chupando mis pelotas y acariciando mis nalgas. Todo esto lo sentía y lo veía en el espejo. "Sigue....qué placer...sigue...", le suplicaba. Me vi en el espejo: mis ojos estaban alborotados y mi boca entreabierta. ¡Qué excitación! ¡Qué placer! No podía haber nada mejor que esto. Se despegó, salió debajo de mí y con la lengua recorriendo mis muslos y piernas llegó a mis pies. Desató los cordones de mis tenis y los apretó al máximo haciendo el nudo en la parte de atrás que también apretó. Me tallaban los pies, pero, curiosamente, me sentí más dominado. No aguanté más: "Hazme tuyo, hazme lo que quieras", fueron las palabras que con pasión salieron de mi boca. Juan Luis se colocó detrás de mí con su chimbo entre mis nalgas. "¿Lo quieres?", preguntó. "Sí, sí, cómeme", le supliqué. No había acabado de responderle cuando sentí la primera nalgada.

Su mano se había extendido sobre mi nalga derecha. Luego me dio otra en la otra nalga. Me pegó de nuevo un poco más fuerte. "Pégame papi, pégame". Y comenzó a darme nalgadas mientras yo reculaba ante el ardor y le pedía más y más porque me encontraba en un estado de sometimiento que nunca había sentido. A cada nalgada yo movía mi cuerpo y giraba mi cabeza viendo en el espejo cómo ese muchacho que acaba de conocer mandaba sus manos a mis nalgas. Éstas ya estaban rojas de los golpes. "Uf, ay, uf, sí…sí...ay...ay...oh...ay, ay...", gemía yo ante la tunda que me estaba dando. "Ay, ay...rico…uf...ay...oh...oh...ay…ay...ay...pégame más amor...ay...ay...uf...", continuaba yo en mi delirio al tiempo que movía mis nalgas. Dejé una pierna apoyada al suelo y alcé la otra girándola hacia la izquierda como un bailarín de ballet, exhibiendo mi nalga en forma impúdica y obscena, lo que llevó a que Juan Luis se excitara más y en medio de palabras ofensivas y obscenas como "así mariconcito, así ábrete que eres mío, eres mío", repitiéndolo varias veces y dándome nalgadas más fuertes. Mi chimbo quería crecer más y más, goteaba líquido preseminal casi como si estuviera orinando. "¿Sabes?. Me gusta comerme hombres mayores que yo y saberlos y sentirlos sometidos. ¿Te gusta que te someta? Dime que eres mío", manifestó excitadísimo, lo que supe porque cuando acercaba su verga contra mis nalgas sentía lo mojado que estaba. "Sí papi, soy tuyo, cómeme, por favor cómeme".

Puso la punta de su chimbo en todo mi ano. "¿Lo quieres adentro?", preguntó. "Sí, sí, hazle", le respondí. Juan Luis se colocó un condón y suavemente habló: "Dime que eres marica y puto". "Soy marica, soy marica y puto", repliqué. "Dime que eres una maricona", exigió. "Soy una maricona, si tu maricona, oh papi...cómeme ya...", le supliqué. "Aún falta maricón, repite varias veces que eres mi puta", alzó su vez mientras me daba otra nalgada. La posición que me cansaba, mis pies tallando y los golpes me llevaban a sentirme completamente dominado, más aún a querer serlo, por lo que dije: "Soy tu puta, tu putica, me gusta ser tu puta....ah, mételo ya...por favor papi, clávame que estoy desesperado", dije con voz entrecortada. Él siguió con su chimbo entre mis nalgas, pasándolo de arriba abajo. Recostó su cabeza sobre la mía y en un susurro me espetó: "Quiero que te sometas del todo. Reconoce que eres mi mujer. Anda, dilo". "Soy tu mujer, soy tu puta...oh...oh...papi sí, soy tu mujer, seré tu mujer...ah...clávame", supliqué de nuevo.

"Así me gusta", dijo Juan Luis mientras su punta comenzaba a abrir mi ano y asomarse en mi interior para horadarme. Le pedí que se untara vaselina, pero no quiso, respondiéndome que así sentiría más y le rogaría con pasión que fuera suyo. Era la primera vez que me clavaban sin lubricante. Mi ano se distendió un poco al empujar la cabeza de su verga. "Oh, oh, sí, sigue, así cariño...sigue", exclamaba yo mientras ese palo seguí tratando de abrirse camino entre las paredes de mi recto en un bello acto de sodomía. Empujó más y metió buena parte de su chimbo. "Oh, oh, sigue", gemía mientras él seguía metiendo más y más hasta que entró del todo.

"Ohhhhhhh, ahhhhh", gimoteé, ya completamente rendido a ese palo que me hurgaba las entrañas y distendía todo mi ano. Qué culiada, me sentí en la gloria, mirando el espejo y viendo cómo yo que tanto había culiado mujeres, estaba allí, en iguales condiciones con un chimbo dentro de mi culo, deseando que se quedara allí. "Oh, oh, papi, qué rico, sí, qué ricura...ah….rico…ahhhh…huyyyy…sí…sí…ah...papi... papito...sigue...eso... sigue…así...oh...ah...rico...rico... clávame....oh...ohhhhhh........ sí..........sí.....así.......... muévelo...estrújame...oh...oh…rico...qué placer...esto es la gloria...qué placer...oh…oh...dame...dame amor...dame más...cómeme el culito que es tuyo...oh...oh...", repetía yo una vez y otra. "Oh, oohhhhh", exclamé cuando sacó parte de su chimbo y lo volvió a meter con fuerza. Nunca me habían comido tan bueno. Estaba totalmente sodomizado. Juan Luis inició un mete y saca que hacía que mis ojos giraran y la saliva saliera un poco por la comisura de mis labios. Me agarré con fuerza en la barra del toallero. "Hazme venir, dale...dale...más duro...eso...así...dale...dale a ese culo que es tuyo...duro papi...así...así, sabroso, sí…sí..dale al culo, cómetelo papacito…ohhhh…qué dicha…qué dicha…dame más, dame duro amor", seguía pidiéndole. Juan Luis acercó su cabeza a la mía y metió su lengua en mi oreja besándola toda, chupándome el lóbulo, haciéndome cosquillas placenteras con su puntica dentro de mi oreja, dejando quieto el chimbo en mi culo.

"Bésame", le supliqué. Su boca no alcanzaba la mía por la posición en que nos encontrábamos, pero giré lo que más pude mi cabeza y saqué la lengua, haciendo él lo mismo. Eran dos lenguas que se tocaban y se acariciaban con placer. Me le entregué con ganas, lamentando haber descubierto el placer homosexual muy tarde. Inicié un movimiento de mis nalgas tratando de que ese chimbo se entrara más al fondo, es decir, reculé con fuerza iniciando un vaivén. Juan Luis comenzó un mete y saca, diciendo: "Muévete mariquita, mueve esas nalgas...sí…..así…qué culito...estrechito...lindo...oh…qué culito...ahhh...ah,

...muévete más mi maricón, así....eso…aprieta…ah…ahhhh, aprieta más maricona", decía con voz excitada. Empujó dos veces duro y en su último empuje hizo que mi chimbo se estremeciera botando leche y más leche en medio de mis gritos de placer. Juan Luis aún no había acabado. Con una de sus manos acabó de escurrir mi verga y siguió un mete y saca rápido. Parecía que aguantaba mucho, ya el culo me estaba doliendo aunque seguía con el chimbo parado y aún botando pequeñas gotas de leche. Miré en el espejo y vi su imagen moviéndose con fuerza, mete y saque, mete y saque, mete y saque.

No lo creía pero mi verga comenzó a estremecerse de nuevo y a botar otro poco de leche, ya aguada, no mucha, pero lo suficiente para sentir el placer en extremo. Fue tanto el placer que casi lloro, no lo podía creer, qué emoción, que excitación, qué alegría. Cómo un hombre puede sacar placer de su culo es algo que muchos desconocen. Pero allí estaba yo, sodomizado por completo, sintiéndome sodomita, marica, estremecido y simplemente sometido a ese joven que me perforaba de forma acelerada. Juan Luis seguía en su sodomía dándome, clavándome. "Mueve el culo...oh...oh...qué culito...sabroso...sabroso...qué culo tan divino...estrechito...ah...ah...me…..

me…sí…me vengo...sí...toma, toma, cabrón...toma...me vengo...ah, ah....ahhhhhhhh", gritó Juan Luis mientras su leche inundaba el condón y arremetía con fuerza queriendo meter el chimbo lo más profundo que podía. Sentí cómo su verga temblaba en mi interior.

Juan Luis sacó su verga de mi culo, que ya lo tenía adolorido, y me quitó las esposas. Al pararme sentí como escurría su leche entre mis muslos, ya que se había quitado el condón. Nos besamos. "Qué tremenda culiada", le dije. "Sí, tremenda. Te invito a que un día de estos pichemos con mi compañero, creo que le vas a gustar", respondió sonriendo. Luego de vestirme me despedí quedando en que otro día nos veríamos. Salí de allí adolorido, sabiendo que esa noche no podría caminar bien, pero con ganas de más culiadas. Cuando llegué a mi casa me lavé bien el culito y me eché una crema para calmar el dolor y el ardor que aún sentía, pero que se justificaban por el placer que había obtenido.