Sexo y juguetes
Un relato donde una chica inventa formas de disfrutar de una vida sexual intensa...
Querida Claudia, escribió Marta en la carta que después envió a su mejor amiga, las cosas han cambiado mucho desde que decidí seguir tus consejos. Sabios consejos. Mi vida sexual ya no me parece, en absoluto, aburrida. No es previsible, ni rutinaria ahora todo es maravilloso. Y esa mejora te la debo a ti, guapa. Comenté con mi novio tus ideas, y le parecieron espantosas!, así que decidí que nuestra relación no tenía sentido y corté con él. Acto seguido, salí a la calle dispuesta a aprender de tus enseñanzas. Entré en dos pubs sin ningún resultado positivo y en el tercero le encontré.
Alto, de tez blanca, ojos muy azules, mirada pícara y cabellos claros. El típico irlandés
En mi apartamento le dejé muy claro desde el principio que no me iba a conformar con el clásico polvo, yo quería más. El chico parecía estupefacto, pero aceptó encantado. De todas las cosas que me sugeriste me apeteció empezar por la fruta. Nos desnudamos en medio minuto. Mi piel morena brillaba al lado de la suya, tan pálida. Estaba bastante bien dotado, y su abdomen bien trabajado me puso a cien. Tendría más o menos mi edad
Nos tumbamos en el suelo de mi dormitorio, más salvaje no deseaba nada convencional. Comenzamos a tocarnos, teníamos tantas ganas el uno del otro que muy pocas caricias bastaron para encendernos, yo sentía cómo el coño me palpitaba, se humedecía y su pene crecía y prometía unas embestidas bastante dignas. En ese momento fue cuando opté por coger el primero de los juguetes que pensaba utilizar. Tomé un cepillo de dientes, de color verde, y se lo puse en la mano, a ver qué se le ocurría. Lo miró durante un instante, perplejo, y después lo introdujo lentamente en mi boca.
Lo succioné, como si fuera un pene, me divertía mamar aquel instrumento tan delgado, con un tacto tan duro. Brian lo retiró entonces de mis golosos labios, y me acarició todo el cuerpo con él. Dibujó sinuosas curvas a través de mi geografía femenina, y procedió al instante a penetrarme con aquel cepillito que tanto nos estaba divirtiendo. Me ponía cachonda, como una zorrita, cada vez que mi nuevo amigo empujaba aquel objeto a través de mis húmedas cavidades vaginales, yo sentía unos escalofríos de placer que me recorrían por dentro.
Cogí, ya que los dos estábamos como locos, ansiosos como animales, las dos pinzas de la ropa que previamente había seleccionado. Una, la amarilla, acabó prendida de uno de sus pezoncillos. Él gimió, se retorció, como una serpiente, aulló de dolor pero el tamaño de su polla me inducía a seguir, estaba excitado. Le invité a hacer lo mismo conmigo, y fue una de mis tetas la que recibió aquella descarga. La pinza apretaba mi carne, como si se tratara de una tenaza, y me dolió como nunca me había dolido nada. Pero resultaba muy grato, me mojaba más y más aquella situación. Jugamos con las pinzas hasta que acabamos demasiado doloridos. Yo la prendí en sus nalgas y él en uno de mis sonrosados labios íntimos, él la lució en el cuello y yo la soporté en la parte posterior de la rodilla
Después, supe que había llegado el turno de utilizar la vela. Qué socorridas son siempre las velitas Me folló él, con ella, era gruesa, por delante y por detrás. Y, aunque mi culo ya había sido desvirgado, noté escozor, y me moví, mi movimiento hizo que la penetración resultara más plácida, y suspiré me estaba encantando aquella aventura sexual. Cuando yo le estaba haciendo cosquillas en los testículos, con la vela, él propuso que la encendiéramos. Sonreí, consciente de que el juego iba a llegar lejos, y me relajé para gozar de la nueva diversión
La encendimos, y nos entretuvimos observando cómo se iba consumiendo, cómo el fuego dibujaba nubes de humo de formas inquietantes, y esperamos, a punto de corrernos de tanta ansiedad como sentíamos, que la cera empezara a derretirse. Cuando se derritió, una gota cayó sobre la piel de su abdomen, y él gritó. No pude saborear su grito, otro chorrito de calor abrasador se estrelló contra mi muslo, y mis alaridos provocaron que su esperma saliera disparado hacia mi cara.
Después, para refrescarnos, nos dimos una ducha. Combinamos agua fría con agua casi hirviendo más tarde yo expliqué a Brian de qué modo podíamos divertirnos con todo lo que allí había Comenzamos enjabonándonos con aceite corporal después nos lamimos, a cuatro patas
En fin, guapa, tú me recomendaste que empleara juguetes para reanimar mis encuentros sexuales y es lo que he hecho. Tal vez te refirieras a otra clase de juguetes, pero Dublín es carísimo, y no tengo dinero para gastarlo en esas cosas. Así que he tenido que usar mi imaginación para procurarme un buen repertorio de juguetitos. Te envidio, tú en las playas de Cádiz y yo en Irlanda perfeccionando mi pobre inglés pero también es verdad que estoy progresando mucho en las siempre complejas artes del sexo.
Muchos besos, cariño, y gracias de nuevo.