Sexo, Vicio y Control 2

Ni se te ocurra meterlo o sacarlo, o te castigaré —advertí lentamente—, aguanta. —S-sí, amo —susurró con dificultad.

La brisa del cambio.

Una vez, uno de mis amantes me dijo que sí me viera en la calle, jamás pensaría que un chico como yo, podría ser semejante dominante, macho, semental y cabrón en la cama, el cambio era demasiado extremo para ser algo normal o alguna táctica de ligue.

Él es psicólogo y siempre me repetía que yo debía de tener un leve caso de transtorno de identidad disociativo, originado de algún trauma basado en mi frustración hacia mi personalidad sumisa y todos mis complejos, y puede que él tuviera razón.

Después de todo, cuando dominé a Alex en ese baño y me desquité con él, fue como si estuviera presente y la vez no, como si una fuerza superior a mí me intoxicara y alentará a hacer y decir, todo lo que ocurrió.

Pero, honestamente prefiero la explicación que me dió Richard, para todo lo que hice y por qué hasta el día de hoy, sigo siendo como soy. Alguien que vive dos personalidades a la vez.

Él siguiente relato, trata de cómo lidié con las acciones que cometí en ese baño, y el cómo Richard se volvió en la puerta que me conectó a un mundo, con el ni siquiera imaginé en mis sueños más locos.

Cuando salí de esa ducha, ni siquiera noté que no me había limpiado los restos de semen y sangre que tenía en mi polla, corrí a todo cañón a mi locker y en un minuto me vestí y salí de ahí.

Richard no me había seguido, supongo que para ayudar a Alexander por la reverenda follada que le había metido.

Pero eso estaba bien, porque no sabía cómo hubiese reaccionado si me hubiera seguido.

En ese momento estaba asustado, aterrado de mi mismo y de lo que era capaz; mi alteración llegaban al extremo de que salí a a calle mientras llovía con fuerza.

Corrí todo el camino a casa, empapado por la lluvia... Recordando una y otra y otra y otra vez, sin parar, el cómo había sometido, amarrado y follado a Alexander.

Revivía el exquisito placer de ver su rostro gemir y pedir más, la sensación de dominio y poder absoluto sobre su cuerpo.

La sensación de descargar mi semen en su culo, preñándolo violentamente.

Cuando llegué a mi casa, cerré la puerta con fuerza y me apoyé en ella hasta caer sentado en el suelo, como si eso lograra dejar afuera los pensamientos que me perseguían.

Entonces me quité de golpe el bolso que carga y me arranqué toda la ropa que tenía encima.

Miré mi polla.

Todavía tenía algunos restos muy leves de semen y sangre que la lluvía no había podido quitarme.

Y tenía la polla dura, dura como nunca antes y correando precum sin parar.

Estaba asustado, aterrado de mí mismo... Y excitado, terriblemente excitado, sentía que mi glande iba a estallar si no me hacía una paja.

Me cubrí la boca con una mano, con la otra cubrí toda mi polla con mi precum y comencé a frotar mi enorme glande, el escalofrío de placer que sentí no fue normal.

Rotaba mi mano sobre el glande y luego friccionaba la palma sobre la punta, cuando sentí que me iba a correr, me detuve y comencé a pajearme desde la base hasta justo el borde del glande, recordando lo tibio, suave y húmedo que estaba él interior de Alexander, el cómo me pedía más polla como una vulgar puta.

Ni siquiera duré cinco minutos, solté unos cuatro trayasos sobre mi torso que me llegaron hasta el cuello... Y antes de darme cuenta, ya estaba pasando mis dedos sobre el semen y lo devoraba. Sabía delicioso, muy dulce para mí sorpresa.

—Eh... —fue todo lo que dije, cuando entendí las implicaciones de haberme comido mi corrida de esa manera tan desesperada.

Me sujeté la cabeza con las manos, asustado por esos cambios tran drásticos que me estaban volviendo loco.

—¿Q-qué me está pasando? —susurré perturbado.

No estuvo nadie para responderme.

Lo peor de todo, es que por más que deseaba sentirme asqueado u horrorizado por lo que hice; por las noches, antes de dormir, debía religiosamente masturbarme al menos una vez, ya que los recuerdos de los que tanto huía, volvía a mí.

No volví a ese gimnasio, y, por más que mis padres trataban animarme a ir, no podía, tenía demasiada vergüenza y culpa encima, aparte de que me daba pánico ver a Richard, y que este sacara el tema sobre lo que hice... Ver el rostro decepcionado y horrizado de mi entrenador cuando me viera.

No creo que sufra del corazón, pero sentía que me empezaba una arritmia con el solo pensamiento de darse esa situación.

Y el hecho de estar solo, en medio de todos ese cambios, no ayudaba para nada.

Una semana después haber huido del gimnasio, durante la cena, fui abordado por mis padres.

Habíamos terminado de comer, yo me disponía a colocar la vajilla en el lavaplatos y lavar todos los trastes en el fregadero, cuando mi padre se posó en la entrada de la cocina y mi madre se sentó en la barra de desayuno.

—Hijo, tenemos que hablar —dijo mi madre suavemente con el ceño algo fruncido, preocupada.

—Así es, peque, nos preocupa el cómo te has comportado últimamente —explicó mi padre con una liviana sonrisa, pero con los serios.

Yo me abracé, incómodo.

—N-no sé de qué hablan, todo está bien —indiqué para luego volverme para terminar de colocar las cosas en el lavaplatos.

—Pero hijo... Apenas si hablas en casa y ahora no estás comiendo como antes —soltó mi madre—, sin contar con que no quieres ir al gimnasio, luego de que lo pediste por tanto tiempo.

—Hijo, tu madre tiene razón, tú no eres de los que renuncia tan fácilmente, incluso ahora practicas tus demás hobbys —explicó mi padre—, ¿por qué no quieres ir al gimnasio?, ¿pasó algo allá?

Solté lo cubiertos que estaba enjuagando y me volteé.

—¡Sí, sí pasó algo en el gimnasio! —casi grité, al borde de la histeria. Me sostuve la frente—. ¿E-eso es lo que querían oír? ¡Pues sí, pasó algo, pasó algo! —Me cubrí el rostro, tratando de tapar mi vergüenza.

—Oh. Cariño —dijo madre asustada, corriendo a abrazarme.

Y no era para menos, era la primera vez que me veían en ese estado... Aunque últimamente me sentía así, al borde del precipicio a punto de perder la cordura.

—Madre —dije abrazándola también.

Normalmente siempre soy muy unido a mis padres, ellos siempre han sido muy atentos y cariñosos conmigo, junto con el resto de a familia, eran las únicas personas con las que yo podía hablar sin sentirme incómodo o extraño.

Mi madre, Paula de Gómez, siempre fue una mujer hermosa y deslumbrante, muy inteligente y con un sentido del humor muy ingenioso, era a clase de mujer que a donde fuera, siempre destacaba entre las personas pese a que medía un metro sesenta y tanto, justo como yo.

Era realmente bella, no solo de facciones, sino también por su largo, brillante y laceo cabello oscuros, ojos gris oscuro, piel morena, grandes curvas un busto mediano, lo que más destacaba de ella era su mirada con aire de misterioso y sus piernas de infarto. Mi padre siempre se jactaba de decir, que el motivo principal por el que había caído a los pies de mi madre, eran sus esculturales piernas.

Por otro lado... Mi padre, Alfonso Gómez, era un hombre muy curioso.

Él siempre fue mi modelo a seguir; mi sueño, siempre fue llegar a ser como él.

Mi padre no era especialmente hermoso, si varonil y muy alto, de casi dos metros; pero, decir que era guapo, lo que se dice guapo, pues no lo era, era más bien del montón, lo único llamativo en él era su balanceado y musculado cuerpo, producto de lo múltiples deportes que práctico en su adolescencia y de su predilección por la natación y la escalada.

Aún así... Mi padre es algo más que alguien con una cara del montón y bonito cuerpo, él tenía un no sé qué, que siempre imponía respeto y obediencia a quienes lo conocían, incluso es un poco intimidante, lo cual es ridículo de pensar, porque mi padre es siempre ha tenido una sonrisa en su rostro desde que recuerdo, nunca levantaba la voz o se molestaba, ni siquiera se ponía serio del todo, aparte de sus malos chistes y el hacer travesuras como si fuera un niño chiquito.

Pero incluso con todo eso en su arsenal, mi padre se imponía entre otros hombres mucho más serios y de aspecto intimidante, esa extraña y curiosa característica de él fue lo que conquistó a mi madre y lo que me hacía anhelar ser como él.

Quería ser igual al hombre que se acercó a mí madre y a mí y nos abrazó a los dos.

—Vamos a la sala y hablamos de esto con un chocolate caliente, ¿les parece? —comentó él con su suave sonrisa.

Yo solo pude asentir, tratando de prepararme para explicarle a mis padres que había pseudoviolado a un chico, y que me había encantado.

Mi confianza con mis padres era tan grande y mi estrés y confusión era tan grande, que ni siquiera pensé en las implicaciones de que estaría confesando indirectamente mis inclinaciones homosexuales.

Pero cuando mi padre terminó de hacer el chocolate y mi madre se sentó junto a nosotros con unos bocadillos para los tres, antes de darme cuenta, lo que comencé a explicar fueron los abusos y ataques de Alexander hacia mí, ni siquiera tartamudee o se me enredó la lengua, expliqué todo a detalle sobre las cosas que me hicieron, incluso la amenza con follarme.

Y automáticamente mi padres creyeron que ese fue el motivo de mi estado, claro que lo iban a creer. Mi madre se levantó de la mesa, asqueada y furiosa.

—¡Vamos a denunciar a esos chicos! —exclamó fuera de sí—. ¡Demandaré al tal Alex, a sus amigo, al puto gimnasio!, ¡Demandaré si es necesario a media ciudad!, ¡Eso malditos niños lo pagarán!

Mi padre suspiró.

—Paula, cálmate —le dijo él, sosteniendo a mi madre del antebrazo, como si ella fuera a salir a esa hora de la noche a cortar cabezas... Cosa que tampoco dudaba que fuera capaz de hacer—. No puedes demandar a todos solo porque sí, además, no creo que nuestro peque quiera hacer eso, ¿No, Frank?

Negué con la cabeza rápidamente, horrorizado ante la idea de esto fuera a a niveles judiciales y con ello saliera mi sucio secreto.

Mi madre suspiró.

—¿Qué propones hacer entonces? No podemos quedarnos así —dijo exasperada. Él hizo una mueca de disculpa.

—Lo siento querida, pero lo mejor es dejarlo estar, después de todo, nuestro peque no planea volver a ese lugar y las cosas realmente no fueron a niveles extremos. Dudo que esos chicos fueran a cumplir su palabra, así que tranquilizate y veamos qué hacer a continuación —explicó mi padre con una calmada sonrisa.

Mi madre lo observó unos segundos en los que ninguno dijo nada, ni siquiera pestañearon. Al final ella suspiró.

—No puedo contigo —dijo mi madre, sentándose nuevamente, antes de mirarme—, Frank, hijo, todo va a estar bien, ¿vale? Tu padre te va encontrar otro gimnasio más seguro y todo esto solo será un mal sabor de boca, ¿vale? —asentí aliviado.

—Gracias madre, en verdad —dije con un sonrisa... Ella terminó de serenarse.

—Ah. Este tema me hizo tener antojo de dulces. —Se masajeó las sienes, para luego tomarse su bebida de golpe, como si fuera alguna clase de bebida alcohólica—. Voy a preparar algo más dulce, ¿quieren?

—Por supuesto —dijimos mi padre y yo al mismo tiempo.

En ese momento mi madre fue a la cocina. Mi padre y yo nos quedamos a tomarnos nuestros chocolates. Él se me quedó viendo de pronto.

—Francisco, ocurre algo más, ¿no? —dijo de pronto.

Casi escupí mi chocolate.

—¿Q-qué? —dije sin saber qué más decir. Él sonrió misteriosamente.

—No desacreditaré lo que nos dijiste, porque no parecía ser mentira, pero no creo que sea todo. —Dió un sorbo a su taza—. Si solo esto fuera todo, este comportamiento lo habrías tenido desde hace tiempo, no sería tan abrupto —explicó sin cuidado, como si no fuera nada—. Hasta ahora nunca nos habías mentido, hijo, así que no lo parece, pero estoy realmente preocupado por ti. ¿Pasó algo realmente malo como para que lo quieras ocultar? —entonces se borró la sonrisa de padre y quedó serio, realmente serio...

Él nunca perdía la sonrisa.

De pronto sentí como si una enorme presión me aplastar hasta casi romperme. Frente a mí no estaba mi padre... Podría decir que más bien era como una especie de bestia enjaulada.

Tragué en seco, hasta había comenzado a sudar frío.

—P-padre, n-no pasó nada tan grave... Según como se mire —admití levemente.

—¿La otra parte tomará alguna acción legal? —Negué rápidamente, dudaba que Alexander hiciera algo así. La sonrisa volvió al rostro de mi padre—. Bueno, me alegro de al menos esto haya terminado todo contigo vengándote de ese tal Alex —Sonrió brillantemente.

"Papá, no tienes ni idea" Pensé incómodo a la vez que me sonrojaba por el comentario.

El recuerdo de Alexander debajo de mí, hizo que mi polla diera un leve brinco. Mi padre observó hacia arriba, distraído, y dijo:

—Bueno, entiendo que no quieras volver a ese gimnasio, yo tampoco querría ver la cara ese pobre desgraciado. Entiendo que tengas miedo porque fue tu primera vez, pero todo se solucionará, peque; pensé que no saldrías así, pero veo que sí... Supongo que la manzana no cae tan lejos del árbol.

Miré confundido a mi padre, y, antes de que pudiera preguntar de qué estaba hablando, mi madre lo llamó desde la cocina y él se fue, y olvidé el tema, estaba más preocupado y aliviado por el hecho de que no fui descubierto en medio de mis medias verdades.

Todavía no era capaz de entender, hasta qué nivel mi padre había visto a través de mí esa noche... Y hasta qué punto mi padre y yo éramos parecidos.

Después de eso, las siguientes semanas las cosas, poco a poco siguieron su curso. Empezaba a superar mi trauma sobre lo que hice en ese baño, se puede decir que más bien estaba aprendiendo a vivir con ello, así que mis padres no volvieron a preguntar por ello.

Pero mi mundo volvió a temblar en un fin de semana, aproximadamente un mes después de que sometí a Alex.

Ese día no tenía absolutamente nada que hacer. Había terminado mis tareas para el instituto, no había planeado ir al gimnasio o a practicar artes marciales, de hecho, era uno de esos raros días en los que había decidido quedarme en casa y no hacer nada. El día anterior, mis padres se habían ido a un spa por tres días con los gastos pagos, gracias a la empresa para la que mi padre trabajaba.

Así que estaba totalmente solo, sin ningún plan, jugando videojuegos porque era eso o destrozarme la polla a base de paja, al recordar lo que le hice a Alex.

Fue por eso, que me congelé en el momento en que escuché el timbre de la casa sonar, ya que creí que había sido una ilusión.

Pero no, al minuto volvió a sonar.

—¡Voy! —grité desde mi cuarto, poniéndome algo de ropa porque solo estaba vestido con un bóxer rojo. Recuerdo que me puse un pantalón de deporte hasta medio muslo negro y una camiseta de tirantes de mallas, que se pegaba a mis pectorales como si fuera a fusionarse con ellos.

El timbre volvió a sonar justo cuando llegué la sala.

—¡Ya voy, ya voy, Dios! —exclamé confundido.

"¿Será que mis padres esperaban un paquete y no me dijeron?" Pensé justo antes de abrir la puerta.

Pero no era un paquete lo que había afuera.

—Perdón, niño, no escuché que habías dicho que venías la primera vez.

Richard se rascó la nunca, algo avergonzado.

Le cerré la puerta en la cara. Grité a todo pulmón.

—¡¿Qué diablos?! —Me sostuve la cabeza y me apoyé a la puerta, hasta le puse seguro.

¿Qué hacía Richard aquí? ¿Cómo encontró mi casa? ¿Qué quería de mí? ¿Venía por lo de ese día? ¿Me quería insultar? ¿Me quería denunciar? ¿Me que-?

—Oye, escuché ese grito, ¿y por qué le pusiste seguro a la puerta de nuevo? —lo escuché decir al otro lado de la puerta, antes de suspirar—. Oye, niño, solo quiero hablar contigo, solo eso, y, por si te lo preguntas, recuerda que le diste tu dirección a Ana en el gym. Vine porque esperé por ti en el gimnasio... Pero nunca veniste —terminó algo triste al final.

Apoyé la frente a la puerta.

—N-no quería ir, no podía, n-no después de lo de- —no pude terminar la frase—... No podía verte a la cara luego de lo que hice.

Richard no respondió por unos segundos.

—... Entiendo, pero por favor, vamos a hablar, me gustaría ayudarte.

—... ¿Ayudarme con qué? —pregunté con algo de pánico.

—Niño, eso que le hiciste a Alexander... ¿Sabes exactamente por qué lo hiciste o qué te impulsó a hacerlo? —La pregunta me sacó por completo—... ¿No te gustaría tener el control sobre "eso" para que no pase de nuevo?

Con esas preguntas ya me había convencido, aún así, una parte de mí no quería abrir la puerta, la parte de mí que sabía que si abría esa puerta, no volvería a ser el mismo.

Aún así, suspiré y abrí la puerta.

Frente a mí apareció Richard de nuevo, con su hermoso cabello castaño claro, sus ojos verdes azulado y sin un rastro de repudio u odio en su hermoso rostro. Vestía una chaqueta que se ajustaba a sus impresionantes brazos; una camiseta roja y unos pants de espandex que parecían pintados sobre sus potentes piernas, sobre todo en su culazo; cargaba una bandolera.

Lo dejé pasar.

—Gracias por darme esta oportunidad —dijo inclinándose un poco, como pidiendo permiso.

—Eh. P-pasa —dije sin saber, abrumado por su gesto tan fuera de lugar. Él sonrió mucho más, observándome de arriba a abajo.

—En verdad eres más de lo que esperaba... Con permiso —dijo misteriosamente antes de pasar a la sala. Cerré la puerta, le puse seguro y fuí a la cocina un momento.

—E-eh. ¿Q-quieres agua, refresco o-?

Me callé al volver.

Me encontré a Richard sin camisa y quitándose el pantalón, más concretamente resabrochándoselo. Mis ojos fueron directo a sus gordos pezones perforados como si estos me llamaran antes de verlo al rostro.

—¿Q-qué estás haciendo? —dije confundido. Él se encogió de hombros.

—¿Quitándome la ropa? —dijo burlón, continuando hasta quitarse el pantalón y quedar en un diminuto bóxer gris oscuro que apenas si le cubría el paquetón que le hacía su polla.

—E-eso y-ya l-lo sé —balbuceé torpemente sin saber a dónde ver, sentía mi rostro caliente—, p-pero, yo, y-yo, lo q-que quiero saber-

—¿Es "por qué me desnudo"? —preguntó él con naturalidad, tanta que me dió algo de envidia—. Es porque, antes de que entrar en el tema, quiero ver de qué estás hecho, niño mandón.

Entonces se quitó el bóxer, mostrándome su polla, sin un solo vello, de unos diez centímetros en reposo, algo regordeta.

—Así que follaremos primero —terminó divertido, colocando las manos en jarra en sus caderas.

En ese momento, debería de relatar que mi otro lado, mi otro yo, volvió a surgir y que me volví en una salvaje bestia, que dominé totalmente a Richard y le dí la follada de su vida, justo como con Alexander.

Pero la verdad es que me desmayé de la impresión, caí redondo en el suelo.

Cuando desperté, estaba acostado en mi cama, mirando el techo.

—Niño, tú sí que sabes darme sorpresas.

Me levanté de golpe, solo para ver a Richard sentado en la silla de mi computadora, solo que ya no estaba desnudo, ahora usaba un suspensorios hecho con gruesas cintas y una huevera semitransparente, todo de negro, aparte de que de la cinturilla, tenía sujetas unas cintas elásticas oscuras que se conectaban a unos ligueros que le quedaban a medio muslo; las cintas también subían por los costados de su torso y hacían un especie de arnés de tiras que se ataba en sus hombros, debajo de sus pectorales y en su cuello.

No sé de dónde había sacado eso, pero se veía endemoniadamente sexy... Su apariencia era muy morbosa.

—N-no lo entiendo. ¿P-por qué haces esto? Richard, yo...

—Francisco, ¿acaso no lo notas? —preguntó confundido, con el ceño fruncido. Lo miré con la mente en blanco, para luego sonrojarme.

—¿Q-qué debería...?... ¿N-no entiendo qué...?

Entonces me miró sorprendido, como si descubriera algo.

—Por Dios... Ni siquiera sabes con exactitud qué hiciste en ese baño, ¿no?, lo que eres en realidad —Se levantó de la silla. Miré hacia abajo, esquivando su cuerpo—. No... Francisco, mírame, por favor, míreme...

Algo en su voz, en la forma en que habló, la... Necesidad, la súplica indirecta, que me hizo verlo.

Estaba de espaldas a mí, con las manos separando sus nalgas.

Algo cónico y blanco estaba atorado en su entrada.

—¿Le gusta lo que ve, amo? —prenguntó suavemente.

No pude despegar mi mirada de esa cosa, sintiendo algo de dolor de lo rápido que me creció la polla. Me sostuve la entrepierna.

—Vamos, amo, déjelo salir, lo necesita —murmuró lentamente—. Estoy seguro, de que desea mucho más que solo pajas y recuerdos cada vez más borrosos de lo que le hizo a A- ¡Lex...!

Gimió al final, porque me había levantado en silencio y me arrodillé frente a su culo, adorándolo, para tocar ese cono blanco y moverlo un poco.

Se apoyó de la pared, jadeando levemente.

—A-amo...

Se le cortó la respiración cuando giré el cono, tenía curiosidad por lo que tenía alojado en su interior.

Tenía tantas ganas acumuladas de repetir lo que había hecho, que sin darme cuenta, volví a ser el Francisco del baño... Solo que esta vez era casi por voluntad propia.

Le dí una fuerte nalgada y abrí su culo de golpe, mostrando claramente el pedazo de plástico.

—Te crees muy inteligente, ¿no? —dije palmeando sus nalgas para volver a abrirlas—. Vienes a MI casa, interrumpes MI paz, sueltas un montón de mierda sobre MÍ, ¿y todo para qué?, ¿para follar? —Comencé a rotar el juguete en su interior. Soltó un alarido—. ¡No sabía que eras tan puta, Richard? —solté sarcástico.

Antes de que pudiera decir algo, tomé el juguete con los dientes y jalé fuerte. Richard gruñó levemente antes de sentirlo pujar.

En ese momento comenzó a salir, era un cono, un cono cada vez más ancho e imposiblemente grande, muchísimo más grueso que mi glande.

Había visto eso en una de las pocas pornos que había vistos, pero desconocía su nombre.

Cuando llegó a la que consideré la parte más gruesa, la dejé ahí. Richard gimió frustrado.

—Ni se te ocurra meterlo o sacarlo, o te castigaré —advertí lentamente—, aguanta.

—S-sí, amo —susurró con dificultad.

Abrí su culo hasta que su boquete y sus nalgas se tensaron, y pasé mi lengua suavemente por todo el borde de juguete y el contorno de su hueco. Las piernas de Richard empezaron a temblar a la vez que gemía cada vez más duro.

Tomé juguete y lo inserté hasta el fondo, al punto que desapareció por completo. Él gimió con un leve gruñido.

—... ¿Qué quieres haga? —dije suavemente, metiendo tres dedos para tomar el juguete de nuevo.

—¿Q-q-qué... A-amo? —balbuceó con la voz frágil. Me gustó ver que usó el apodo incluso en un momento así.

—¿Quieres que saque tu juguete?, ¿quieres que siga jugando con él? Ya que eres tan listo, entonces tú mandas —comenté divertido a la vez que volvía a tomar el juguete y comencé a sacarlo lentamente. Richard jadeó unos segundos.

—A-amo, eso se llama plug a-anal... Y-y sáquelo por favor.

Sonreí al escucharlo. Cuando el plug otra vez llegó al límite de su ancho, lo saqué de golpe.

Me sorprendí al ver que su culo no se cerró y permaneció ese enorme boquete abierto.

Mi excitación llegó al límite.

—Que buen control tienes de tu culo —lo alabé sin poder evitarlo. Escuché cómo se rió por lo bajo.

—No ha visto nada todavía, a...

Soltó un grito ahogado cuando metí mi cara y llené su interior con mi lengua.

—¿Ah. Sí? —dije sacando mi cara—. Por cada gemido que sueltes mientras me ceno este culo, te meteré veinte nalgadas. Haber si eres tan bueno como presumes. —Volví a meter mi cara en su culo.

Tener a Richard así, tan sumiso y dispuesto, sentir su rico interior con mi lengua... Volví a tener ese chute de adrenalina, con mi polla chorreando hasta mojar toda mi ropa.

Masajeé lentamente sus nalgas, mientras revolvía mi lengua por todo el camino, empezá a sentir la necesidad de recorrer esos pliegues, esta vez con mi polla.

Le abrí más las piernas y lamí suavemente su entrepierna hasta la base de sus testículos, para luego chupar su piel hasta dejarlo lleno de chupetones. Metí cuatro dedos que entraron como si nada, mientras comenzaba a chupar sus huevos. Richard dió un respingón, comenzando a temblar al contener sus gemidos.

Presioné mis dedos contra la pared detrás de su polla y su respiración empezó a acelerar como si estuviera en una maratón.

—Apuesto a que te mueres por gemir —dije divertido, abriendo mis dedos en su interior—, pero no, no puedes gemir, no todavía.

Saqué mis dedos de su interior y saqué sus huevos de mi boca con un sonido de succión. Richard cayó en el suelo, respirando por la boca para evitar gemir.

Me senté en la cama, masajeando mi polla por encima de mí pantalón corto, que tenía una enorme mancha de precum; sentía mi bóxer todo mojado.

—Ven aquí, Richard, muéstrame lo que sabes hacer —comenté divertido.

Él volteó de medio lado, para luego andar hacia mí gateando, observé sus ojos fijos en mi bulto y también sus nalgas infladas como globo y que rebotaban con cada paso.

Masajeó levemente mis rodillas, para luego tomar mi pie y lamerlo.

Un estremecimiento de puro placer me llenó.

—Mi amo... —dijo observándome a los ojos, para luego chuparme el dedo gordo piel. Gemí suavemente, sorprendido.

Esta clase de placer y poder, era definitiva y excitantemente nueva.

Chupó lentamente cada dedo de mi pie y luego lamió todo el empeine, hasta llegar a mi talón, donde depositó un beso, luego repitió lo mismo con m otro pie. Masajeé mi polla sobre la ropa, algo impaciente y ansioso por su próximo movimiento.

Lamió desde mi talón hasta la rodilla, para luego meter sus manos entre las perneras de mi pantalón, donde metió las manos en mi bóxer.

Cuando sintió mis huevos húmedos y pegajosos por mi precum, se lamió los labios inconscientemente. Me quitó las prendas de golpe, haciendo que mi polla rebotara y soltara gotas de precum que mojaron su cara y mi camisa.

Me puse tenso al ver su mirada fija en mi polla.

Yo tenía un trauma con la forma de mi polla, que no era para nada a como eran las pollas que había visto. Era recta y curvada hacia arriba, con el glande extremadamente grande y poco a poco adelgazaba y se ponía más dura, de unos veinte centímetros, con unos huevos esféricos y compactos en un saco ajustado... Para mí sexo era horrible.

Pero Richard me miró a los ojos como si leyera mis pensamientos y susurró.

—Es hermosa y parece muy sabrosa.

Algo dentro de mí tembló y satisfació a mis dos partes por igual.

—Calla y traga.

Lo tomé de los cabellos y clavé mi polla en lo más profundo de su garganta y su cara chocó con mi piel. Solté un alarido de placer cuando sentí claramente cómo soltaba un chorro de precum que Richard tomó sin problemas.

Saqué mi polla de su boca, solo para ver cómo mi polla soltaba chorretones de precum como nunca antes había soltado. Richard comenzó a sorber y lamerlo todo, casi en frenesí.

—Vamos, lámelo todo, que mi precum no toque la cama —jadeé levemente por el placer que sentía.

Él limpió diestramente todo el precum hasta llegar a mi glande, que metió en su boca y aplastó contra su paladar. El placer se intensificó.

—Vamos, chupa, chupa, chupa —dije extasiado, follando velozmente su boca, amando como se frotaba mi glande en su boca.

Richard era un diestro mamador, a saber cuántas pollas se habrá comido con anterioridad.

Metí mi polla hasta el fondo de su boca. Richard comenzó a gruñir suavemente, tragando; sentía cómo masajeaba mi glande con su garganta.

Saqué mi polla y lo hice chupar mis huevos, él los masticó y lamió suavemente, chupando desesperado la base de mis huevos. Le daba pollazos en la cara, mostrándole quién mandaba.

Sus ojos estaban llorosos, pero llenos de morbo y placer.

Abrí un poco más las piernas para darle espacio, pero Richard me las levantó. Gemí por todo lo alto cuando sentí su lengua pegada a mi entrada.

Le sostuve los cabellos para que se quedara ahí. Él en respuesta comenzó a apretarme los pezones, que los tenía parados.

Jamás me había tocado los pezones, y me encantó cómo lo hizo. Caí acostado en la cama, dejándolo chuparme deliciosamente culo y jugar con mis pezones, mientras mi polla bañaba mi abdomen y parte de mi pecho de precum.

Estaba en la gloria.

De pronto sentí un dedo tratando de entrar en mi culo, le agarré la muñeca en el acto, soltando levemente un gruñido de advertencia.

—No te pases de listo... No te has ganado esa clase de derecho —susurré filosamente, clavando mi mirada en él. Richard tragó y asintió.

—L-lo siento, Amo.

—Bien, ven y limpiame mi precum, vamos por el plato fuerte.

Me senté de nuevo. Richard tomó mi polla y le dió un par de chupadas, para luego lamer mi cuerpo, subiendo lentamente; chupó brevemente mi pezones, lo que me hizo gemir al sentirlos sensibles al tacto.

Entonces se irguió por completo, mirándome desde arriba, arrodillado con las piernas abiertas entre mi regazo.

Con mi glande besando levemente su entrada.

Nos miramos fijamente unos segundos.

—... No me gusta cómo me vez, Richard —solté.

Antes de que pudiera contestarme, lo tomé de las caderas y me elevé, clavándole mi glande de golpe. Richard soltó un quejido, encorvándose.

La posición era super incómoda para mí, pero apenas si lo noté, al contrario, me elevé un poco más, sintiendo como mi glande terminaba de entrar y mi polla era fácilmente devorada debido a su forma. Richard soltó un alarido, no sé si de placer o dolor, solo sé que se puso muy, muy rojo.

Respiré acelerado al sentir como su cuerpo me apretaba y me soltaba lentamente.

—E-es tan grande, Amo —susurró Richard con la mirada algo perdida—. Se siente como si tuviera un puño en mi culo.

Yo lo observé unos segundos.

Tenían un hombre que estaba súper bueno, más alto y más musculoso que yo, delirando y suplicando por mi polla.

Fue un golpe de placer y poderío para mi. Lo tomé de la cara.

—Bésame —gruñí antes de devorarle la boca.

Fue mi primer beso, el meterle la lengua hasta fondo. Me dejé caer en la cama y él me siguió, solo para que mi polla no se saliera.

Nuestra saliva chorreaba por todos lados mientras nuestras lenguas se frotaban dentro y fuera de nuestras bocas, fue un beso animal, súper sucio, nos lamiamos la cara, nos mordíamos el cuello. Rodamos por la cama hasta que él estuvo debajo de mí.

—Puedes gemir ahora —gruñí, comenzando a bombear con todas mis fuerzas. Richard gritó como si lo estuvieran matando.

Matando de placer.

Sentía como apretaba el culo con todas sus fuerzas, haciendo que mi glande se atorara con su entrada cuando lo quería sacar.

—N-no la saqué por favor, Amo, no la saqué, n-no la saqué... —gemía sin parar, con los ojos en blanco. Se la enterré hasta el fondo.

—Qué puta eres, con lo machito que vas por la calle —jadeé comenzando a follarlo con fuerza de nuevo—, pero te gusta la polla más que a un tonto un lápiz.

—¡Sí, sí, sí, Deme duro por favor! —gritó convulsionando levemente, sintiendo cómo su culo me ordenaba la polla.

Observé su polla a través de la tela medio transparente, palpitando sin parar dentro de la huevera que apenas la contenía, se veía enorme.

Se comenzó a correr en ese momento. Seguí follándolo sin importarme eso. Richard jadeaba sin parar.

—Ja, ja, ja, ja, ¿Cansado? —solté divertido. Él me observó entre gemidos.

Sentí automáticamente como me aplastaba la polla.

—No soy cualquier sumiso o un simple pelele, amo.

—Así me gusta, cabrón.

Le saqué la polla de golpe, él soltó un alarido, seguramente de dolor porque no me dejaba sacarla.

—Tú eres mío, bastardo, tú no decides donde pondré o meteré la polla, yo soy quién decide cuándo y dónde meterte mi polla o cualquier otra cosa, en ese culo de zorra viciosa que tienes. —Le escupí en la cara. Observé fascinado cómo recogió la saliva de su cara y la comió, mirándome como toda una puta viciosa.

Le dí la vuelta y lo puse en cuatro patas, haciendo que apoyara el pecho en la cama, me monté sobre él y le pisé la espalda alta, eso hizo que arqueara la espalda al límite y su hueco quedara casi que vertical.

No sólo era una puta viciosa, sucia e insaciable con un cuerpo escultural, también era muy flexible, ese Richard lo tenía todo.

En esa posición le metí la polla, sintiendo que la metía más profundo. Richard jadeó y yo comencé a reventarle ese culo de nuevo.

—Ah, ah, ah. Dios, eres justo lo que esperé, Amo —vociferó entre gemidos.

—¿S-sí?, ¿y qué soy? —pregunté clavándole la polla entera, mientras comenzaba a rotar mis caderas.

—U-un macho que sabe cómo, dónde cuándo quiere sus cosas... Mi macho, mi amo —gimió mirándome de lado co sus ojos llorosos.

Eso me mató. Comencé a follarlo cada vez en más duro.

—Mierda... Voy a correrme —jadeé sacando mi polla del todo, para metérsela de golpe.

—C-corrase adentro, p-por favor —gimió apretando cada vez más el culo, acelerando mi orgasmo.

—Cállate, que igual pensaba hacer-¡Looo! —gruñí por lo bajo, sintiendo que me iba a correr—. ¡Te voy a hacer queso en ese culo de puta tuyo!

Solté unos seis chorros bien grandes, pero sentí que se perdían en su interior, que se sentía como si me succionara la polla mientras lo follaba incluso cuando empezaba a perder la erección... Era increíble.

Caí cansado sobre él, Richard se acomodó de manera que estuviera sobre él y dentro de él.

Poco a poco volví en mí. Sentí mi cara calentarse al darme cuenta de lo que había hecho y las cosas que había dicho.

—R-Richard, y-yo...

—Está bien, Amo, no tiene nada de qué avergonzarse —dijo de pronto, como si leyera mi mente, otra vez.

Salí de su interior y me senté en la cama, cubriendo mi rostro.

—Mi nombre es Francisco... Y-y no me gusta ese apodo.

—Oye, oye, niño —dijo Richard volviéndose a mí. Quitó mis manos de mi rostro—, no has hecho nada malo, ¿vale? Y lo que hicimos aquí tampoco lo fue, de hecho de grandioso.

—P-pero, lo del baño... —dije sin poder terminar. Richard se rió un poco.

—Ese idiota se merecía lo que le hiciste... Además que fue muy morboso, me siento orgulloso de ti. —Me alborotó el cabello como siempre, con su hermosa sonrisa.

Fue como si me quitara un enorme peso del cuerpo. Lo abracé con fuerza, comenzando a llorar. Él masajeó suavemente mi espalda.

—Ya, ya, está bien, mi niño, todo está bien —me consoló suavemente con su voz y sus abrazos.

Me separé un poco y lo miré a los ojos.

—R-Richard, ¿Q-qué me está pasando? —dije temeroso.

Él no me respondió en seguida, simplemente me tomó de la barbilla y me besó.

No fue para nada como el anterior, este beso se sintió suave, dulce, lleno de amor.

Puedo decir que ese si fue mi verdadero primer beso.

Su lengua entró lentamente en mi boca y yo la acepté, gustoso, comenzando a frotarla contra la mía. Hice que se acostara sin despegar nuestros labios.

Pero al final, él me soltó.

—No te ocurre nada malo, simplemente, estás empezando a descubrir lo que siempre fuiste de verdad —susurró entre nuestros labios—. Ahora tómame de nuevo y sé mi nuevo Amo, yo te enseñaré todo lo necesario para mantenerte control y para aceptar está nueva faceta tuya... Paraque t aceptes por quién eres, Francisco.

Yo sólo asentí, sintiendo cómo "eso" volvía a tener el control de mí, solo que no tan violentamente como hacía poco.

Así que le levanté las piernas y, mientras chupaba uno se sus perforados y grandes pezones. Le penetré de nuevo, sintiendo su culo totalmente abierto y lubricado.

A partir de ese día, Richard me enseñó tantas cosas, que nunca podré agradecerle del todo, jamás.

En mi siguiente relato, explicaré cómo aprendí a controlar y a experimentar con mi lado dominante... Así como también descubrí que me había enamorado perdidamente de mi entrenador, mi maestro en el sexo y mi primer sumiso.

Continuará...