Sexo, Vicio y Control 1
¿Cómo que no? Cuando tu hermoso culo. Metí mi mano bajo de él. Y tu maldito pene también quiere. Le dí un leve toque a su agujero y luego una nalgada. Su polla dió un brinco. Oh... Parece que te gusta. No, espe- ¡RA! Le dí otra nagalda. Su polla dió otro brincó y se mojó.
Un Verdadero Semental.
Desde pequeño, siempre fui alguien a quien le gustaba mucho practicar de todo; bici, fútbol, béisbol, natación, artes marciales, hasta pintura y dibujo. Cualquier cosa que me interesara o me llamara la atención, lo practicaba.
Mis padres siempre alardeaban y se burlaban sobre el hecho de nunca me quedaba quieto, que siempre estaba haciendo algo.
Aún así, a pesar de todo eso, siempre fuí muy introvertido, sumiso, diría yo; me costaba mucho hablar con otros y socializar, incluso mirarlos a la cara; durante mi tiempo en el instituto apenas había tenido relación con alguien y en mis pasatiempos, siempre estaba enfocado en mis tareas, nunca en los demás.
Podría decirse que siempre contenía a mí mismo, siendo alguien del montón. Ojos negros, pelo negro, piel café con leche, soy bajito y tenía un serio complejo por la forma de mi polla; no era extremadamente guapo, ni un don perfección; no hacia las cosas mal, pero tampoco sobresaliente... Como dije, era del montón, y, por más que tratara de destacarse o encontrar mi lugar en el mundo, entrando en todo tipo de actividades, jamás lo hallaba.
Soy Francisco Gómez y este relato es sobre la primera vez que me sentí libre e identificado, que perdí la virginidad, y que sometí y follé a alguien, a mi bullying personal, de hecho.
Pese a mi callada y sumisa forma de ser, nunca había sido víctima de bullying en mi instituto, tal vez tenía que ver con el hecho de que era un secreto a voces elque practicaba artes marciales debes en cuando y que ayudaba muchas veces al profesor de educación física en sus clases, que era el hombre más temido en el lugar.
Pero fue una cosa muy distinta cuando estaba a seis meses de cumplir dieciocho.
Quería trabajar más mi cuerpo y tenerlo más tonificado y grande; quería que mi cuerpo reflejara mi deseo por destacar al menos una vez en algo, por lo que le pedí a mi padre que me anotara en el gimnasios más cercano a casa.
Recuerdo claramente cuando empezó mi calvario, fue justamente el día en que comencé a ir al gimnasio. Mi padre me había dejado frente al local.
—Bueno, peque —dijo mi padre con una gran sonrisa; esa era la forma cariñosa para llamarme de toda mi famila—. Ya arreglé todo, tienes tres meses de inscripción. Ah, solo tienes que hablar con la recepcionista, ella te enviará con tu entrenador personal. Nos vemos más tarde.
—Gracias papá, nos vemos —murmuré lo suficientemente alto como para que me escuchara. Él sonrió y arrancó.
Cuando desapareció por la esquina, suspiré y me giré para entrar.
No me di cuenta que había alguien detrás de mí, así que choqué de lleno con él.
—¡A-ah!... L-lo siento mucho —dije sin verlo a la cara, solo observando su deportivos rojos y sus potentes pantorrillas. Jamás había visto alguien con pantorrillas tan grandes.
El chico no respondió, solo soltó un gruñido y se metió en el gym. Suspiré y entré detrás de él.
El lugar era amplio, todas las paredes y los muros divisorios estaban llenos de espejos, incluso el techo; con areas separadas y específicas para cada tipo de máquinas.
Me dirigí a la recepcionista, que eran bajita como yo y con un culazo de escándalo, lo sé porque en ese momento estaba de espaldas a mí, tratando de alcanzar un folio en una estantería.
Hasta esa época de mi vida, nunca me había sentí atraído sexualmente por nadie, ni siquiera atraído o que me llamara la atención, pero sabía admirar la belleza de otros debido a mis gusto por los dibujos. Sabíía todo lo que tenía que saber sobre las pajas y la porno, pero esos vídeos me incomodaban y yo tenía un serio complejo con mi pene, así que nunca me tocaba. Era muy casto y muy, muy, muy puritano, me incomodaban toda conversación relacionada al sexo.
Así que apenas me fijé en el trasero de la chica, desvíe la mirada y esperé pacientemente a que ella me notara.
Una vez terminó, se giró y me miró.
—Ah. Hola, ¿en qué puedo ayudarte? —dijo con una amable sonrisa.
—H-hola, soy Francisco Gómez. Eh. Mi papá estuvo recientemente aquí y-y...
—¡Oh. Ya! Eres ese chico —dijo sacando un carpeta debajo del mesón—. Soy Ana Heredia, un placer. —Me tendió a mano, que atendí suavemente—. Espero que te guste el gimnasio. Ven, debemos de rellenar tu formulario y que me expliques qué deseas conseguir en el gym.
Yo le expliqué que deseaba construir mi cuerpo a un nuevo nivel, que estaba acostumbrado al ejercicio y al deporte, pero que quería mejorar mi cuerpo aumentando mi peso y luego definiéndolo mejor.
—Oh... Entiendo. —Me dijo a la vez que me toman una instantánea con una cámara y la guardaba junto a mi carpeta, no sé para qué hizo eso, pero la dejé estar—. Creo que ya se quién debería de entrenarte. Por favor, sígueme y te enseñaré las instalaciones.
El gimnasio ciertamente era grande y con bastante aditamentos, los vestidores también era amplios y me enseñó la duchas, que noté que curiosamente tenían muros de separación, pero no puertas, aparte de el pasillo hacía una "U" siendo las últimas duchas las más discretas y ocultas. El lugar incluso tenía un sauna de tamaño medio.
No era relativamente grande, ese gimnasio era realmente grande. Jamás había visto unas instalaciones así de curiosas. Ana se rió un poco al ver mi ceño fruncido.
—Bueno, vamos con tu entrenador, él ahorita debería de estar en la zona de las barras.
Nos dirigimos hasta al final de las máquinas de hacer barras, donde un hombre ayudaba un tipo realmente grande a levantar unas barras que debían de tener el doble de mi peso en cada lado.
—Richard, tengo carne fresca para ti —dijo la chica, divertida. Tragué duro al escucharla, algo intimidado.
El hombre que le sostenía la barra al otro, levantó el rostro. No lo sabía, pero frente a mí estaba el hombre que cambiaría mi vida por completo.
Richard Alcántara era todo lo que siempre quise ser.
Alto grande. Debía de medir un metro noventa de puro músculo y suave piel clara; un suave cabello castaño, casi rubio cortado al estilo miitar; ojos de un suave verde azulado; facciones fuertes, muy masculino, con un aire atractivo y misterioso; un torso y unos brazos que cualquier modelo o estrella porno envidiaría.
Pero lo que realmente destacaba en Richard, era su tren inferior. Unos troncos por piernas totalmente cinceladas; duras y marcadas, con un culo de escándalo más grande y redondo que el de la propia Ana o cualquier trasero que haya visto antes.
También tenía un paquete más que respetable; pero incluso, aunque era algo llamativo, no era rival para su culazo.
Y él lo sabía muy. En un principio no lo supe, pero Richard acostumbraba siempre a hacer ejercicio con unas gruesas mallas negras que se le pegan a la piel y le marcaban hasta la cabeza de la polla y la raja del culo, y una camiseta sin mangas con los huecos tan grandes que no le cubrían ni los grandes pezones que tenía, perforados con anillos dorados, por cierto.
Era en toda regla, un hombre hipercañón.
—Okey, Ana querida, dame un momento para terminar con Sergio y voy con el novato —dijo con una enorme sonrisa, para luego guiñarme un ojo.
Yo me cohibí por completo, totalmente intimidado por qué un macho de ese calibre me estaba viendo. Ana le dió las grasas y me dió una hoja con los apuntes que hizo sobre mí.
Richard rápidamente terminó de acompañar los ejercicios de la mole que ahora sabía que se llamaba Sergio, y a los cinco minutos se paró frente a mí cruzando los brazos, hinchando con ello todos los músculos y marcando las gruesas cenas que me distajeron unos segundos.
—Haber niño, dame la hoja que te dió Anita. —Se la entregué ni bien había terminado de hablar. Arqueó una ceja para luego mirarme detalladamente.
Entiendo que me mirara algo escéptico. Vestía una camiseta gris dos tallas más grande de la que debería y unos holgados pantalones de deporte hasta un poco más abajo de las rodillas y zapatos deportivos... Me veía más flaco y esmirriado de lo que era en realidad.
Antes de que pudiera decir algo, dejó la hoja en un lado y comenzó a palpar mi cuerpo.
—A-ah... ¿Q-qué? —balbuceé nervioso
—Perdón por el tocarte, pero necesitaba confirmar si soportarías la rutina —comentó encogiéndose de hombros, sin inmutarse y seguió palpando mi cuerpo, incluso pasó distaidamente su mano por mi polla—. No deberías de vestir tallas tan grandes. Eh. Tienes un cuerpo bastante formado, serías bastante popular con las chicas. —Volvió a guiñarme un ojo.
Yo no sabia dónde esconderme, sus halagos me tenían muy avergonzado. Él se carcajeó al ver mi reacción.
—Tranquilo, niño, solo estoy bromeando. —Volvió a revisar la hoja, sin perder su sonrisa—. Tengo entendido que nunca has ido a un gimnasio, así que hoy te pasaré por todas las máquinas para que te acostumbres a ellas. Respira profundo, que hoy te voy a machacar como es debido —terminó pícaro.
Y realmente me machacó en el gimnasio. Durante unas tres horas me estuvo pasando por cada máquina, corrigiendo mi postura y dándome clases de nutrición para facilitar mi desarrollo muscular.
Para cuando terminé, apenas si podía caminar derecho, sintiendo cada músculo de mi cuerpo adoloridos como nunca antes habían estado.
Suspiré cuando fui a entrar a los vestuarios.
Choqué de golpe con alguien más, tan duro que me aplasté la nariz. Me la froté algo adolorido.
—E-eh. Lo sien-
En ese momento me empujaron contra la puerta, lo que me hizo pegar la cabeza contra esta. Antes de que pudiera reaccionar, un golpe aterrizó justo al lado de mi cabeza, haciéndome encoger aterrado.
—¡Puto niño de mierda! ¡¿No sabes hacer otra cosa que fastidiarme?! —exclamó furioso. Noté que eran de nuevo las enormes pantorrillas y los deportivos rojos.
—L-lo sie-
—¡Mírame a la cara, coño!
Me encogí me nuevo, subiendo la cara.
Vestía solo unos shorts a medio muslo de color marrón y cargaba una toalla en el hombro; era de piel pálida con algunas pecas; no estaba tan musculoso como Richard, pero si extremadamente fibrado; de cabellos rubios y ojos de un intenso gris.
—L-lo siento, perdón, no volverá a pasar —dije rápidamente, casi histérico.
Él colocó su mano encima de mi cabeza.
—Más te vale, enano de mierda, o te voy a hacer pasar un infierno.
Me presionó con su mano hasta que me tiró al suelo y a un lado, entonces salió de los vestidores... Suspiré algo aliviado, todavía con el susto encima.
"Debo de tener más cuidado" Fue lo que pensé en ese momento.
Lo que no entendí, fue que ese chico realmente me haría pasar un infierno me gustara o no.
En los días siguientes, siempre mantuve un ojo encima de mi hombro, pendiente de todo a mi alrededor, aunque eso significara que Richard me regañara unas cuántas veces al día por no prestarle atención a los ejercicios.
Al principio de la semana siguiente, me encontré de lleno a ese chico hablando con otros dos en los vestuarios. Me dirigí al locker que normalmente usaba, prestando algo de atención a lo que decían, solo por curiosidad.
—Diablos, está haciendo mucho calor hoy —dijo uno de ellos.
—¿Alguno de ustedes tiene algo de dinero para la máquina de bebidas? Me dejé todo en la casa —dijo otro.
—No, no tengo —suspiró el chico que me intimidó. Hubo unos segundo de silencio, así que no presté más atención—... Oye, bastardo...
No entendí que era conmigo, hasta que de pronto me giraron de golpe y azotaron contra los lockers con los pantalones a medio muslo.
Él chico que me molestó estaba encima de mí.
—Oye, enano, ¿tienes dinero?
Negué nerviosamente, algo aterrado.
—¿Seguro, enano bastardo? —dijo entrecerrando los ojos para luego darme una leve bofetada—. Vamos mocoso, anda y compranos una bebidas, antes de que te rompa esa cara de empollón que te gastas. Te lo digo por las buenas.
Cerré los ojos, asustado.
—E-está bien, solo déjame cambia-
—No, ve ahora, maldito vago. —Chasqueó la lengua, dándome un manotazo en la nuca, empujándome a la salida.
No quería comprarles nada, pero el miedo fue superior a mí y fui.
Antes de salir de los vestuarios, escuché claramente sus risas.
—¿Vieron que si es un cagado de mierda? Será fácil hacer con él lo que queramos —dijo el rubio muerto de la risa.
Ese fue el principio de un total sometimiento de mi parte a los deseos de Alexander, que así se llamaba mi abusador. Mucha veces tenía que interrumpir mis sesiones de entrenamiento con Richard para satisfacer sus deseos, a pesar de que cuando mi entender se daba cuenta de que lo hacía, los regaños que me daba no eran normales.
Que si tenía que comprarles bebidas o prepararles la ropa para luego de sus duchas, o darles jabón o champú, incluso a veces me hacían darles masajes.
Me convertí en el chico de los mandados de esos cabrones, muchas veces teniendo que soportar sus risas y sus burlas por mi patética sumisión.
Mantuve todo esto en secreto de mi familia y lo mejor que podía de Richard... Me avergonzaba el hecho de admitir que me dejaba sin siquiera mover un dedo para defenderme.
Me sentía estúpido. Nunca había tenido problemas por mi forma de ser, pero en ese período comencé a odiarme en verdad por mi naturaleza cobarde y a preguntarme, por qué no podía ser más valiente, más extrovertido.
Por qué no podía ser más como Richard, o como mi padre.
El día antes de que mi vida cambiara, me tocaba piernas, y Richard siempre era especialmente vicioso a la hora de trabajar las piernas, tenía cierta obsesión con ellas y siempre decía que un hombre era verdaderamente sexy cuando tenía un par de piernacas y un culazo de escándalo, que a las chicas les mataba eso.
¿Y cómo decirle que no, cuando él era tan sexy con ese tren inferior?
Así que tuve un riguroso entrenamiento donde me sacó hasta el alma, al punto de que salí con las piernas tembando.
—Bueno muchachón, eso es todo por hoy, ya puedes ir a tomar una ducha —me dijo pícaro, dándome una nalga. Yo solo pude sonreír, ya acostumbrado a su trato.
Pero mi risa murió cuando entré al vestidor, solo para ver a Alexander y a sus amigos ya vestidos y sentados cerca de mi casillero.
—¡Ah. Hasta que por fin llega! —exclamó uno de los amigos de Alexander, quién bostezó en ese momento.
—Oye, enano de mierda, estámos algo cansados porque nos tocó pierna hoy, ¿por qué no te pones en cuatro patas y sirves de reposa pies? —preguntó divertido. Los otros dos se carcajearon.
—Hombre, Alex, en serio que te pasas —dijo uno ellos.
—Tranquilos, chicos, miren que el enano me va a hacer caso, ¿o no? —preguntó frunciendo el ceño.
Apreté el puño, frustrado... Pero al final me arrodillé y me puse en cuatro. Ellos se partieron de la risa y montaron sus pies sobre mí.
Mi entraron unas fuertes ganas de llorar. Me dolían las rodillas y mis piernas apenas si aguantaban.
—Este mocoso hará lo que le digamos —soltó Alexander con suficiencia, montando sus pies en mi cabeza—, apuesto que si queremos follarlo, él se dejará como toda una perra.
Abrí los ojos asustados, a la vez que dí un respingón al sentir algo húmedo en la espalda... Él me había escupido.
Los otros dos soltaron una carcajada al verme ahí, tirado.
En ese momento se abrió la puerta de los vestidores. Por lo que los tres se pararon de golpe.
Aún así, la persona que entró lo hizo corriendo... Por lo que me vió tratando de pararme, mientras que los otros trataban de disimular.
—Hey. Niño, ¿qué haces ahí tirado?
Sentí el frío correrme en la sien cuando noté que era Richard. Me levanté de golpe, aunque mis rodillas cedieron y caí sentado en la banca.
Alex y sus amigos salieron corriendo. Mi entrenador se acercó a mí.
Trató de agarrarme, pero lo esquivé algo nervioso.
—A-ah... E-es que me fallaron las p-piernas y no me podía parar —dije atropellado. Richard me miró fijamente antes de asentír.
—Está bien. Vamos, te ayudo a llegar a la ducha. Ya verás que con un buen baño se te pasa.
Él me dejó en la ducha y se colocó en otra... Yo no podía sentirme más patético y humillado, había sido un milagro que Richard no me viera en esa posición tan ridícula.
Cuando salí y me vestí. Richard apareció en el vestidor con una minúscula toalla.
—Hey, hey. Niño, ¿tienes algo que hacer hoy? —dijo de pronto, tomándome desprevenido.
—E-eh. ¿N-no? —dije nervioso sin saber a dónde ver, con las gotas de agua cayendo del espectacular cuerpo de Richard o su pezones perforados, el bulto en su toalla, o sus lindos ojos, o su sexy cabello hu-
—¿Eso fue una pregunta o una respuesta? —dijo divertido, sacándome de mis pensamientos
—A-ah... Pues tengo algo de tarea, p-pero poca...
—¡Genial, ¡Entonces vamos a tomar algo! —dijo aplaudiendo. Lo miré fijamente.
—... ¿Qué?
Esperé afuera a que Richard se vistiera... Si me quedara adentro, probablemente me habría dado un paro cardíaco.
Me llevó a una cafetería cercana al gym.
—Vamos, pide lo que quieras, que yo invito —dijo entregándome el menú.
Pedí un café expreso... Mientras que Richard se devoró un pastel de fresa con un batido de chocolate. Lo observé sorprendido.
—¿Qué pasó con la dieta y el gimnasio? —pregunté confundido.
—¿Quién dijo que sigo un dieta estricta y todo eso? —comentó divertido—. Solo tengo que hacer ejercicio; además, uno siempre debe de darse gusticos, el factor de psicológico de las recompensas también es importante.
—A usted lo que le gusta es el dulce —soté divertido. Él en respuesta me sacó la lengua, antes de mirarme fijamente.
—Oye, Francisco, espezaba a creer que nunca te sacaría una frase entera —dijo sorprendido—, ¡Y resulta que hasta tienes humor y todo!
Agaché la mirada, sonrojado.
—G-gracias —murmuré sin saber qué decir. Él me alborotó el cabello.
—Oye, niño, yo te traje aquí no solo por la comida —dijo dándole un trago tan grande a su malteada que se tomó la mitad—, te traje para hablar sobre lo que vi esta tarde, o mejor dicho, lo que concluí al ver a esos chicos.
En ese momento me ahogué un poco con el café. Él sin inmutarse tomó un servilleta y me limpió diligentemente a boca. Me sonrojé con violencia.
—R-Richard, yo...
—Solo quiero decirte algo —me interrumpió, ahora serio—, no nos conocemos mucho, pero tengo un buen ojos para las personas y medirlas, y, puedo ver que eres un chico grandioso, solo tienes que soltarte... Y nunca dejar que nadie te menosprecie, ¿entiendes?
Solo pude asentir, desviando la mirada.
—No puedo ayudarte si tú no me dejas. No logré ver mucho y no tengo pruebas, pero si ellos intentan hacerte algo de nuevo, me lo dices a mí, a Ana, o algún otro monitor y te ayudaremos, ¿Vale?
Asentí de nuevo, cohibido.
—Gracias —dije simplemente, tratando de controlar mi voz. Él solo sonrió.
Al día siguiente cayó un diluvio que duró prácticamente todo el día, al punto de que el instituto suspendió las clases. Yo pude ir al gym, solo porque mi papá me llevaba a todos lados.
Recuerdo que ni tiempo me dió para despedirme, salí corriendo y entré al gym; aún así, ya estaba todo empapado por completo. Ana se levantó en la recepción, asustada.
El gym estaba prácticamente vacío..
—¡Fran! —exclamó asustada—. Mírate, estás todo empapado y Richard no a llegado todavía.
—Ah. ¿N-no ha llegado? —dije sorprendido. Ella negó.
—No, está atrapado por la lluvia, está a diez minutos quede aquí, que en cuanto pueda viene. Por ahora, ve a darte una ducha que te va a dar un resfriado —indicó preocupada.
—E-está bien, gracias Anita —susurré yendo al vestuario. Ella me sonrió de regreso.
Me desvestí, me coloqué una toalla y fui a una de las primeras du-
De pronto me empujaron, haciendo que casi me cayera, de no ser porque trastabillé y me sostuve de uno de los muros de separación.
Alexander estaba frente a mí, vestido, observándome fijamente.
—Miren qué tenemos aquí. —dió un par de pasos hacia mí—. Pero si es el enano bastardo.
Lo miré asustado, entrando el otro pasillo de las duchas, él me siguió.
—A-Alexander, p-por favor no-
—¿Qué, idiota?, ¿por favor qué? —pregutó retador—. Te vi saliendo con la perra de Richard de aquí. Seguro le contaste todo, maldito.
—N-no, no le he dije nada —negué rápidamente entrando en el último corredor de la "U" del baño.
—¡Ja. Y yo me chupo el dedo, puta! —Me señaló—. Voy a matarte, puta, voy a reventar de adentro hacia fuera con la paliza que te voy a dar y luego le vamos a dar una sorpresita a Richard.
En ese momento me dí con la última ducha de la sala. Algo dentro de mi tembló al escuchar la amenaza explícita hacia mi entrenador.
—C-con Richard no te metas —murmuré.
—¿Qué dijiste imbécil? —soltó molesto.
—¡C-con Richard no te metas! —exclamé al fin, sintiéndome extraño. Él sonrió sádicamente.
—¿Y por qué no? Ese maromo tiene un culazo de escándalo, mejor que el de cualquier mujer que conozco —soltó divertido con una carcajada—. Debe de ser una delicia follarse ese boquetito, y si lo grabamos y lo amenazamos con ese video, seguramente tendremos más de ese delicioso culito. —se rió sin parar.
Algo dentro de mí se quebró cuando escuché esa amenaza.
Hasta hoy en día, no sé con exactitud qué es "eso" que vive dentro de mí, esa segunda personalidad, pero esa vez fue la primera vez que salió a relucir y se apoderó de mí.
Me separé de la pared y salí de la ducha, parándome frente a Alexánder. Lo miré fijamente.
—Repite eso que dijiste —dije lentamente, apretando los puños. Él me sonrió aún más.
—Qué voy a follarme el culazo de-
En ese momento lo tomé de la camisa y me giré, haciendo palanca con mi cuerpo.
Le hice una llave de judo, golpeándolo conta la fría y dura baldosa.
No sé porqué le tenía tanto miedo a ese chico, si solo con eso quedó desmayado.
Para cuando me dí cuenta, le había arrancado la camiseta, mostrando su cuerpo musculoso, la había hecho jirones y rápidamente le amarré los brazos a la espalda y las piernas, las suficientes veces como para que no se soltara, también le quité la correa y le amarré con ella las piernas.
Lo arrastré y lo metí a la última ducha, me quité la toalla y abrí la llave, mojándonos y empezando a despertarlo con eso.
Él comenzó a despertar y a gemir de dolor mientras lo tenía bocabajo, abriéndole el botón del pantalón y bajándoselos hasta donde los amarres me permitían.
—¿A-ah? ¿Q-qué dia-?
Le dí una nalgada tan fuerte que gritó de dolor. Se le quedaron marcados claramente cada dedo de mi mano.
—¿Qué pasa, bella durmiente? —dije divertido, ni siquiera reconocí mi voz.
Me sentía como si viera todo, pero no fuera yo quien hablara o se moviera.
Me sentía diferente... Me sentía poderoso e intoxicado.
—¡Maldito enano bastardo! ¿Qué mierda te-?
Volví a nalguearlo con fuerza. Esta vez Alexander apretó los dientes.
Lo miré condescendiente, decepcionado de no oír su gemidos de dolor.
—Bueno, si así lo quieres...
Giré mi brazo y lo acomodé ante su atenta mirada, entonces pisé su espalda y le azoté con todas mis fuerzas. Alexánder berreó de dolor.
Y lo azoté una y otra y otra vez, le azoté sin parar hasta no ver todo su gran y duro culo todo hinchazón y rosado con puntitos rojos.
—¡Argth, Argth! ¡Espera, espera! ¡No!
Lo palmeé sin parar, hasta que lo ví comenzar a llorar.
—¡Oh. Pobrecito Alex! El niño quiere llorar —me burlé haciendo un puchero. Alexander me miró fúrico.
—¡TE VOY A MATAR CABRÓN, TE VOY A MATAR! —chasqueé la lengua.
—Qué ridículo. Si ni quiera pudiste conmigo estando desnudo, ¿por qué crees que podrías conmigo luego? La verdad es, que ahora estás a mi merced... Bajo mi poder —susurré, acariciando distraído su hinchado culo. Él dió un respingón.
—¿Q-qué estás haciendo? —dijo nervioso.
—Querías meterte con mi Richard, ¿no? —Ni siquiera me di cuenta en ese momento que dije "mi Richard"—, así que ahora me meteré contigo.
Metí mis dedos en su raja.
—¡Espera, espera, espera! —dijo rápidamente, pero no le hice caso. Estaba absorto con la sensación.
Sentir mis dedos entre sus nalgas, la suave sensación de la línea.
Él inquietante botón que parecía más abierto de lo que debería en una situación así.
—Vaya, vaya, este culito como que tiene hambre, ¿no te parece? —dije sutilmente, pasando la punta de mi denso por el borde de su agujero abierto.
Sentí claramente como su cuerpo se estremeció, su agujero bloqueó levemente y su culo tembló ligeramente.
—No... Por favor, por favor —murmuró Alexánder levemente.
—¿Cómo que no? Cuando tu hermoso culo. —Metí mi mano bajo de él—. Y tu maldito pene también quiere.
Le dí un leve toque a su agujero y luego una nalgada. Su polla dió un brinco.
—Oh... Parece que te gusta.
—No, espe- ¡RA!
Le dí otra nagalda. Su polla dió otro brincó y se mojó.
Y no solo por el agua. Esa reacción casi me enloqueció.
Comencé a darle más y más nalgadas, al punto de que su culo quedó ya totalmente rojo, realmente rojo, y Alex soltaba ya gritos agudos, casi de chica.
—¡Para, para por favor, me vas a destrozar el culo! —gritó ya llorando.
Pero su polla temblaba sin control, al igual que su boquete.
Fue entonces cuando noté mi erección, mi polla.
Me detuve unos segundos, observándome.
Mi polla mediría por esa época unos veinte centímetros; curvada hacia adelante y arriba; ligeramente parecida a un gancho con la punta hacia arriba; de un glande morado y grande, muy grande y muy chorreante, con casi del grosor de una botella de cerveza y que luego se volvía más y más delgado haya la base, pero más duro. Era una forma totalmente anormal a como son las pollas.
Normalmente me habría incomodado, pero en ese momento, vi en mi grotesca polla otra posibilidad.
Me agaché y comencé a lamer su hinchado culo. Él soltó un respingón y un gemido.
—¿Q-qué me haces? —jadeó sorprendido.
Algo misterioso y poderoso, que no podía comprender, empezó a suceder en esa ducha.
Lamí lentamente cada rincón de sus nalgas, aliviando el picor de su culo, llenándolo de saliva. Alex suspiró de alivió, soltando algunos leves gemidos.
Entonces abrí su culo, observándo fijamente su agujero, que ahora está bien abierto. Conecté mis labios con los bordes, metiendo lo más que podía mi lengua, lamiendo su interior. Alexánder grito ahora sí, sin parar.
Aunque no sé si de placer o de dolor.
Lamí lentamente, saboreando la textura de su interior y luego metí y saqué la lengua sin parar lo más rápido posible, lo que le hizo gritar sin parar. Pasé mi lengua lentamente por el borde de su agujero semi abierto, par luego soltar un par escupitajos en su interior. Su ano boqueó levemente.
—Oh. Dios... Oh. Dios —murmuraba Alex sin parar, devolviéndose.
Entonces metí un dedo en su hueco, que entró sin ningún problema, así que revolví mi dedo, acariciando sus paredes.
Lo único que se escuchaba en el baño, eran los gemidos de Alex y la ducha.
Entonces metí un segundo dedo, bañándolo con la saliva de su interior, para luego estirar su hueco y rotarios. Alex gruñó de dolor, devolviéndose.
—Cálmate, Alex, que tengo que prepararte bien para lo que viene.
Él ahogó un gemido, cuando enterré mis dedos por completo y presioné detrás de su polla, dando golopecitos en su interior con la punta de mis dedos. Soltó un alarido.
Entonces metí un tercer dedo con algo de dificultad y los agité rápidamente, escupiendo un poco en su boquete para luego meter y sacar mis dedos un rato.
Cuando lo consideré listo, me coloqué en sus piernas y forcé mi polla hacia abajo, dando justo a su hueco. Él agua de la ducha empezaba a fastidiarme, así que la cerré.
Me coloqué de nuevo y le dí golpecitos con mi glande en la raja, para luego pasarlo adentro, escurriendo mi precum por toda la zona.
—E-eso —dijo Alex asombrado, seguramente al notar el tamaño de mi glande. Comenzó a revolverse—. ¡No, para!, ¡v-vas a destro-ZAAAAARRRR!
Presioné con mi glande cada vez más duro en su boquete, que al principio me aceptó sin problemas, pero mi glande era mucho más grande de lo que estaba abierto, así que me apoyé en su espalda con mis manos y empujé mis caderas.
Sentí que su ano dió un brusco espasmo seguido del alarido de Alex, aunque su boquete se extendió y me aceptó un poco más, dí otra embestida y la mitad de mi glande perforó un poco.
Dí otra embestida y mi glande entró por completo, y al ser mi tronco mucho más delgado, mi polla lo atravesó de par en par, hasta el fondo.
Alex soltó un largo alarido a la vez que tenía espasmos.
Yo me aferré a él, sintiendo como su interior temblaba sin parar.
Su interior caliente y resbaladizo por mi saliva y precum.
En ese momento tuve una especie de sobredosis de adrenalina, de poder. Tener a ese chico, más grande, más fuerte, temblando debajo de mí, entre el dolor y el placer.
Me sentí realmente poderoso y me bañé con eso.
Sin que Alex dejara de temblar, comencé a moverme con fuerza. Saqué mi polla hasta que mi glande chocó con su entrada, totalmente atrapado en su interior, y luego empujé hasta que mi cadera chocó con su culo.
Poco a poco comencé a acelerar, sintindo su interior vas vez más húmedo por mi precum. Le perforé sin piedad el culo, haciéndolo gritar sin parar, le dí tan duro, que hasta lo movía poco a poco hacia adelante.
—¿Te gusta perra?, ¿te gusta? —jadeé mientras me movía a toda velocidad.
Alex no respondía solo gruñía y gemía sin parar.
—¡Habla! —rugí molesto, agarrándolo por la garganta y apretándolo un poco.
Alex gimió con fuerza de nuevo y volvió a temblar sin control.
—¡Sí, Dios mío, sí! —gritó mientras rotaba mis caderas, restregando mi polla lo mejor que podía en su interior—. ¡F-follame, follame duro, por favor! —suplicó con un gemido.
—¿Sí, quieres que te follé? —dije mientras volvía a moverme lentamente, muy lentamente.
—S-sí, por favor, s-sí... T-te lo ruego, muevete más rápido, E-ena-
Me detuve en seco.
—Mi nombre es Francisco y para ti soy tu puto y malditos amo, ¿entiendes?
—¡Sí, sí!
—¿Sí qué?
—¡S-sí amo! —dijo rápidamente—. P-por favor, amo, violeme con su polla, deme mi merecido, hágame sentir una m-mujer.
Eso que dijo, tan sumisamente, me puso la polla aún más dura.
—Aprendes rápido, perra —susurré comenzando a moverme de nuevo, violándolo más duro.
—¡Sí, sí, más por favor, amo!
Lo embestí más duro, sintiendo mi glande resbalar contra sus paredes. Metí mis manos debajo de él hasta llegar a sus pezones y los retorcí sin piedad. Alex gritó más duro mientras golpeaba su interior con mi polla sin parar.
—¡Tu maldito culo es mío! ¿Entendiste? ¡Solo mío! —gruñí cada vez duro, sintiendo mis bolas pegarse a mi polla, a punto de descargar.
—¡Sí, sí, soy suyo, amo, solamente suyo!
Solo cuando escuché que él era mío, sentí el morbo suficiente como para correrme. Le metí mi polla hasta fondo y grité sin parar, mientras le llenaba el culo con mi semen, chorro tras chorro. Alex también gimió por lo bajo, temblando otra vez sin control.
Desaté sus manos y saqué mi polla de su culo, subí un poco y le giré la cara, que la tenía toda llorosa y llena de babas, jadeando sin parar.
Le abrí la boca y le escupí en ella. Alex me observó fijamente.
—Traga...
Él cerró la boca y tragó sin dudar. Sonreí extasiado, lamiendo mis labios, gesto que no pasó desapercibido por él.
Me decidí tomar su boca y poseerla así como lo hice con su culo.
Pero cuando fui a hacerlo, de por casualidad miré al frente.
Al principio de la esquina del baño, estaba Richard parado, congelado, observándonos.
Con una enorme carpa bajo su toalla.
Ver a Richard ahí, observando atónito sabrá Dios cuanto tiempo lo que hice, fue un golpe para lo que sea que me había poseído en ese momento.
Volví en mí y me levanté, tomando mi toalla para cubrirme y salí corriendo de ese lugar.
Salí corriendo del semental, el dominante amo y el macho que era en realidad... Y en el que me convertiría después.
Continuará...
Hola chicos, y sí, esta es otra historia, cómo verán, muy distinta a las otra tres, especialmente porque a base de esta historia es el sexo, se podría decir que es una historia solo válida para Todorelatos.
Es la historia de Francisco, y de cómo poco a poco se volvió en un verdadero empotrador y como se auto descubrió como hombre y persona.
Es un capítulo prototipo, dependiendo de cómo lo tomé el público podría seguir o quedar así, por lo que les pido que comenten y/o valoren sin ninguna pena o, dí no tienen cuenta en TR, escríbanme a adeth.maldito@gmail.com
Para mañana publicaré un capítulo de otra de mis historias, que pasen buen día, señoras y señores...