Sexo sin barreras matrimoniales - VI

Cuando mi esposa, sonriendo, separó sus glúteos para que yo viese el enorme agujero que la gruesa polla de Pepe le había hecho al follarla tan salvajemente, y cómo desde ese cráter anal salía su espeso y abundante esperma, supe que ya nunca abandonaría su nueva vida sexual. Nuestro matrimonio ya no era de dos.

Bueno, pues otra vez me toca a mi daros la paliza con estos cuentos sexuales de mi amado esposo Toni y de esta puta esposa llamada Amparo. Tal y como él os ha contado en Sexo sin barreras matrimoniales V, los años fueron pasando y ya llegamos a 1985 con 24 años yo y 29 Toni. Yo había terminado la carrera el año anterior y gracias a la influencia de un tío mío, me colocaron en la administración autonómica “por la puerta falsa”. Toni seguía trabajando en la empresa de su familia, teníamos nuestro pisito como magnífico picadero y lugar de relax, y los dos teníamos un sueldo que nos permitía gastar y al mismo tiempo ahorrar. Todo lo contrario de lo que pasa en el 2020.

Yo me había acostumbrado ya a ir con tacones altos (6-7 cm para la calle, 10 cm para bailes y otros actos y 12 cm para circunstancias especiales y siempre sin plataformas, de aguja), iba con faldas mini y con midi, y estas con aberturas laterales muy sugerentes y que para salir por las noches me llegaban casi hasta las caderas, escotes que dejaban mis maravillosas tetas a la vista sin nada a la imaginación y muchas veces sin sujetador… y naturalmente con un enfado monumental de mi pobre madre, con lo que parte de esta ropa la tenía guardada en el pisito, para que mi progenitora no me viese convertida en algo peor que una puta para su forma de pensar.

En este tema, me estaba dejando convencer por mis amigas Pilar, Felisa y Amparín, que eran extremadamente provocativas, bastante más putas de lo que yo nunca había pensado, sin ningún tipo de complejos y con novios que les dejaban toda la libertad del mundo y con los que organizaban orgias, a las cuales yo me negaba a ir. Al resto de las amigas de la infancia las estaba dejando de lado, aunque de vez en cuando nos veíamos en alguna fiesta o cumples, pero cada día me iban pareciendo “demasiado decentes”.

Llegó el verano y mi amiga Amparín me llamó para decirme que se iba a comprar unos biquinis y alguna cosa más, ya que se iba a la playa de Cullera con sus padres y que si la podía acompañar. Claro que sí, ninguna mujer se resiste a ir de compras y menos con una de sus mejores amigas. Así que quedamos en una cafetería cerca de la tienda de Ana, nuestra proveedora de ropa interior y de alguna cosa provocativa de importación. Nos tomamos unas cervezas y desde allí nos fuimos a la tienda. Ana ya sabía por Amparín que íbamos a ir y algo de lo que queríamos, y nos hizo pasar a la cómoda trastienda donde había dejado ya algunos biquinis y otro tipo de ropa de verano; nos invitó a probarlo todo y como de costumbre, ya que eran biquinis y ropa interior, nos desnudamos.

Antes quiero hablaros de Ana un poco. Era casada y con tres hijos, 48 años, una talla 40, buen culo y unas tetas grandes ligeramente caídas que exhibía con orgullo. Era muy culta, amable, educada, extrovertida y liberal. Con ella no te encontrabas molesta nunca al desnudarte y al hacerte cualquier comentario sobre tu cuerpo, o que te rozara con sus manos para ajustar la ropa y cosas así. También su marido era muy liberal y formaban una muy buena pareja, pero él trabajaba en otro sitio.

Empezamos a probarnos los biquinis y había uno que me gustaba, pero el tanga dejaba salir gran parte de mi mata de pelo muy abundante en mi entrepierna, así que lo deseché. Al verlo, Ana me dijo:

  • Amparo, ¿por qué no te recortas de una vez esa mata de pelo como tus amigas, yo misma y tanta gente? Y al decirlo, se levantó la falda y vi un tanga precioso gris perla que apartó a un lado para que yo pudiese ver su coño solo con un triángulo peludo y con el vello afeitado alrededor de los labios vaginales, tal y como yo se lo estaba viendo a Amparin en ese mismo momento.

  • Pues no se Ana, me da no se que el hacer eso y además, yo sola no sé si sabría hacerlo bien, sin cortarme.

  • (Ana) Pues no hay problema, te vienes por mi casa y yo te lo recorto cada semana y te afeito los laterales. Así podrás gastar toda clase de braguitas y tangas.

  • (Amparín), de eso nada monada, es mi amiga y a ella la afeito yo. Además, tiene otras amigas que nos lo afeitamos cada una a la otra. Así que nosotras estamos primero.

Nos reímos las tres, y Amparín dijo algo así como que yo soy una tonta por no ir a playas nudistas (pocas y escondidas) o exhibir mis tetas en top-les en las playas, con ese cuerpazo que yo tenía y esas tetas que la volvían loca. Yo ahí empecé a desorientarme, ya que tal y como Amparín estaba hablando, empezó a cogerme con sus manos mis dos tetas y me las estaba masajeando como una posesa, lo que me empezó a calentar, pero al mismo tiempo estaba roja de vergüenza al ver que frente a nosotras estaba Ana, con el coño al aire pero vestida, mientras Amparín y yo estábamos las dos en pelotas. Pero aquello se estaba calentando y Ana se bajó los tirantes dejando sus pechos libres y dejando caer su vestido al suelo.

Se acercó a Amparín, le empezó a sobar sus tetas y antes de darme cuenta yo de nada, no solo le sobaba las tetas, sino que la empezó a besar en los labios con fuerza y pasión, y mi amiga del alma empezó a corresponderle y cambió todo el panorama. Apartó su mano derecha de mi pecho y me la puso en el coño acariciándomelo y empezando a meterme dos deditos dentro. Yo no sabía qué hacer ya que eso de masturbarnos en grupo lo habíamos hecho en el cole (en las duchas) muchas veces pero me estaba poniendo caliente como una burra por el morbo de tener en medio de las dos a Ana, que por cierto empezaba también a masturbar a Amparín. Dada mi calentura, abrí un poco más las piernas y así empezó a masturbarme de verdad.

El conjunto era raro y a la vez lujurioso. Tres mujeres desnudas, dos mujeres masturbándose mutuamente y besándose como locas y otra (yo), mirando a las otras dos y siendo a la vez masturbada por una de sus mejores amigas. Por cierto, que Amparín y yo, a pesar de estar besándose con Ana, no nos quitamos los ojos de encima la una a la otra. Sinceramente yo jamás había pensado tener sexo completo con mujeres.

Es cierto que en el colegio y por influjo de una amiga loca que follaba desde los 12 años, y un poco por las insinuaciones de nuestra profesora de gimnasia y básquet, muchas veces después de las correspondientes duchas, varias de las amigas y compañeras de deporte, nos masturbábamos cada una mirando y siendo miradas por las otras y otras veces en un circulo de varias de nosotras, cada una masturbaba a la que tenía a su derecha, pero solo era eso (al menos para mí), un placer juvenil, entre risas, entre amigas y sin más. Y también es cierto que una vez me quedé a dormir en la casa, la habitación, y la cama de Pilar y casi borrachas las dos, nos masturbamos mutuamente en la cama y nos besamos… sin nada más, ni al levantarnos, ni en el tiempo siguiente.

La encantadora mano de mi amiguísima Anparín, me estaba volviendo loca. Dos dedos dentro de mi vagina y su pulgar por fuera, jugaban con mi clítoris y otras zonas muy sensibles de mi coño, mientras nuestros ojos prometían millones de placeres mutuos. Pero en pocos minutos y mientras estábamos así y procurando no hacer ruido por la gente y las dependientas que estaban en la tienda, pasó por mi mente el deseo de hacer esto mismo y mucho más, con cada una y todas mis amigas. Estos momentos de placer me estaban haciendo profundamente bisexual, aunque yo no lo estaba viendo así.

Solo veía que Ana “me molestaba” para poder hacerlo a gusto y bien con Amparín. Me molestaba que mi amiga besase a Ana y no a mí, y mientras todos estos pensamientos se acumulaban en mi mente, me vino un orgasmo fantástico que me tuve que tragar en silencio y que me estremeció profundamente, mientras mi amiga y Ana seguían con lo suyo.

Me sentí avergonzada, me aparté de ellas, busqué con que limpiarme mis flujos y cogiendo un rollo de papel, me limpié y empecé a vestirme. En ese mismo momento y casi al unísono, se vinieron Ana y Amparín que, soltando sus manos de los coños que habían masturbado, se abrazaron y besaron con una intensidad desconocida para mí y que me molestó profundamente. Una vez ya vestida yo, se separaron ellas y entonces me vieron ya vestida y con cara de pocas amigas, Ana me dijo:

  • Amparo, anda se buena y dame un beso profundo y déjame que te sobe un poco.

  • Ana, yo no soy tortillera, no sé qué ha pasado, pero esto no ha pasado y nada más.

  • (Ana) Entonces ¿tú no eres bisexual como tus tres amigas inseparables?

Yo no entendí entonces lo de mis inseparables amigas “tortilleras”, estaba tan nerviosa que ni me fijé en ese detalle. Pero solo unas horas despues me lo harían saber ellas, y entonces lo recordaría, y entendería muchas cosas de nuestra relación de amistad. Las miradas entre ellas, cómo se rozaban cuando creían que no las miraba y el deseo con que me miraban a mi fijamente. Realmente no sabría explicar porqué no follábamos las cuatro, porque en realidad nos deseábamos y la culpable era yo. Mis miedos no solo me agarrotaban a mí, también las atenazaban a ellas y no se atrevían a romper nuestra amistad. Para ellas (y para mi) nuestra amistad es más importante que el sexo.

Pero Ana se quedó parada. No solo se había equivocado conmigo, sino que al decir eso de mis amigas, las había descubierto ante mí, a pesar de que no lo entendí. Muy nerviosa cogió unos biquinis y unas prendas de ropa, las puso en una bolsa y me las dio, diciéndome que me regalaba aquello y que le perdonase si me había ofendido, que quería seguir siendo mi amiga y que ella y su tienda estaban a mi servicio. Aún sigo sin saber por qué se las cogí, pero las cogí y me las quedé. Luego he pensado muchas veces si aquella vez fue la primera vez que cobré por un acto sexual, ya que acto hubo entre las tres y el regalo es dinero, una forma de pago ¿no lo creéis?

Salí muy enfadada con la gran bolsa en la mano y vi frente a la tienda un estanco que siempre había estado allí, pero que a mí, como no fumaba desde que terminé el bachillerato, no me importaba su presencia. Entré en el, pedí un paquete de rubio americano y una caja de cerillas de madera, prendí un cigarrillo y busqué un taxi para irme a casa. Me sentía fatal, con los ojos llorosos y vi que por el retrovisor el taxista me miraba de vez en cuando, supongo que preguntándose el por qué de mis silenciosas lágrimas. Al llegar a casa no me pude contener y al cerrar la puerta comencé a llorar, tiré la bolsa a un sillón y yo me arrojé en el sofá, volví a coger otro cigarrillo y a fumar como una loca entre lágrimas y mocos. Y de repente vi aparecer a mi novio por la puerta de la cocina mirándome fijamente, ello me dio fuerzas para llorar de nuevo, Toni se acercó al sofá, se sentó a mi lado, me abrazó y no dijo nada.

IMPORTANTE: Lo que Toni no ha dicho en el Capítulo V donde relata esta parte suya, es que como hombre NO previsor, al dejar la cocina para venir a ver que me pasaba, no quitó la cena del horno (unas pechugas de pollo con champiñones, cebollitas y espárragos regado con vino blanco valenciano) ni bajó la temperatura, con lo que la cena se quemó ¡hombres! ¿a qué a nosotras es más difícil que nos pase eso?

Yo cogí otro  cigarrillo, seguí llorando en silencio y limpiándome los mocos y al final no pude más, tire el cigarrillo al cenicero y me abalancé sobre Toni que no sabía qué coño hacer conmigo. Le puse la camisa guarra de colores del maquillaje y noté como su mano acariciaba mi espalda, realmente eso se lo agradecí un montón. Poco a poco se lo fui contando todo y me fui dando cuenta que el “paquete” de Toni empezaba a cobrar vida y a crecer ¡el muy cabrón se estaba empalmando con lo que yo le contaba!

Poco a poco, mi monólogo se fue convirtiendo en un diálogo, y la verdad es que mi novio me fue tranquilizando. Y ese relajamiento hizo que, sin darme cuenta, yo misma me estaba empezando a calentar recordando todo lo que había pasado. Acariciando sin disimulo la dura polla todavía guardada en los pantalones de mi novio que pedía guerra, no tuve más remedio que reconocer que efectivamente, si no hubiese estado Ana delante, no habría tenido ningún reparo en entregarme a mi amiga Amparin y hacerme así bisexual (para no hacerlo largo os recomiendo lo leáis en "Sexo sin barreras matrimoniales – V") así que mi ya mojada cuevita me estaba pidiendo guerra, mi mano, acariciando sin parar su polla, estaba haciendo hervir a Toni y éste, sin más preámbulos, me cogió en brazos, me llevó al dormitorio y me dejó caer en la cama, ese altar especial que teníamos para sacrificarme a los dioses del deseo y el placer.

No tarde nada en desnudarme ni tampoco él. Tenía hambre de sexo, mucha hambre y deseo, así que tendida le cogí la polla entre mis manos y me la llevé a la boca. Me gustaba y mucho el sabor de esa polla, y más de una vez me pregunté si las demás tendrían el mismo sabor y tamaño. Aunque Toni no lo sabía, yo estaba empezando a tener deseos de ser follada por otros hombres y encima, esa tarde Amparín me había calentado demasiado y necesitaba sexo, y ya casi no me importaba si me lo ofrecía hombre o mujer.

El cabrón de mi novio, mientras se la mamaba con todo mi amor y deseo, cada vez más profundamente clavada en mi garganta, me estaba acariciando la entrepierna y jugando con sus dedos en mi coño, así que no tarde en correrme. Su rostro reflejaba que le estaba haciendo una mamada de categoría y él para no correrse en mi boca, me la sacó toda tiesa, se tendió a mi lado boca arriba, yo me puse de rodillas sobre él y me empalé en esa polla maravillosa. Me cogió de las tetas (me gustaba cada vez más que me cogiese fuerte de las tetas como si me ordeñase y moviese de esta manera todo mi cuerpo) y entre sus manos y mis piernas, fui subiendo y bajando empalándome toda y teniendo una nueva explosión de placer que prácticamente coincidió con la de Toni.

Entre gritos y estremecimientos de los dos, nos paramos unos segundos mirándonos a los ojos, y cuando vi que empezaba a moverse para sacarla de mi coño, le dije que quería más, mucho más, y empecé a mover mis caderas, lentamente, en rotación, nos mirábamos a los ojos y yo le sonreía, veía en su cara el placer que le estaba dando y notaba dentro de mí, como su verga empezaba a crecer de nuevo. Las tías somos así de cabronas, nos gusta gustar al macho y darle más de lo que él nos pide… pero quien tuvo una nueva corrida fui yo y ahí Toni cambió un poco.

Le había calentado yo demasiado y él quería más. Así que me volteó, me puso a cuatro patas y se metió detrás de mí, sabía que me quería encular y aunque mi culo ya estaba bastante dilatado, con el grosor de su polla y el deseo que tenía en sus ojos, sabía que él iba a gozar y yo a dolerme. Le dije que no me diera por el culo y aún le excité más, sin preparación ninguna me la metió y me hizo daño, y no solo eso, sino que desde atrás me volvió a coger de mis doloridas tetas como si fueran las brines de una yegua para dirigirme y mi cuerpo se entregó totalmente a él. Le insulté, le grité, intente escaparme, porque en ese momento me hacía daño de verdad y él me trató como un objeto, buscó hacerme daño y demostrar que era el macho dominante y le dejé hacer, me rendí a él.

Me di cuenta que me gustaba que me tratara sin respeto, que lo hiciese como si fuese una puta de mierda, que me provocase dolor, ya que eso, sin saber aún el por qué, me excitaba y me daba más placer ¡qué diferencia de la mujer que conoció a la mujer que era yo ahora gracias a él! Su polla penetraba en mi culo totalmente, la sacaba y la volvía a meter sin reparos ni descanso. Se ladeo un poco para que esa preciosa polla rozase lo máximo posible con mi anillo anal y me provocase fuertes dolores y placeres múltiples. No lo entendía, pero ese dolor me excitaba brutalmente y sacaba de mi interior, los deseos más sucios y pervertidos.

Pero todo en esta vida, tiene su fin. Nos corrimos los dos casi al unísono y yo ya no pude más, demasiadas emociones y corridas en esa tarde-noche. Me dejé caer sobre la cama, esperé unos momentos mientras él hacía lo mismo a mi lado, me levanté y me fui al salón. Cogí el paquete de tabaco y un cenicero, encendí el cigarrillo y volví al dormitorio, me tendí junto a Toni, puse el cenicero sobre mi estómago y fumé lentamente, luego no recuerdo si fume otros dos más, y así estuvimos durante bastante rato, en silencio y mirando el techo.

Dejé el cenicero sobre la mesita y me giré un poco, y  mirando a Toni le dije:

  • Siento lo de antes Toni, he sido una cría. No debí haberme puesto así en la tienda, ni con Amparín y mucho menos contigo. Ya sabes la educación que he recibido, pero también sabes que me estás convirtiendo en otra mujer, y esta mujer tan sexual me gusta más que la que tu conociste. Tienes razón y te pido perdón una vez más. Y con Amparín debo decirte que me la hubiese follado allí mismo, conozco el cuerpo desnudo de mis amigas como ellas el mío y debo reconocer que las deseo y de que con ellas, sí me haría bisexual del todo ¿te importaría eso a ti?

  • Para nada Amparo. Ya sabes que me gusta que seas, al menos, tan liberal como ellas, no tengo reparos en que te acuestes con ellas, o con sus novios, o con quien quieras, sea hombre o mujer, eres tú quien pone reparos a participar en orgías, no yo. Y si nunca has tenido ninguna relación sexual con mujeres, es casi normal que te hayas quedado así.

  • No he tenido relaciones completas con mujeres, y sí las he tenido. Con Pilar me acosté una noche que veníamos de una fiesta hace años y lo hicimos desnudas en su cama, estábamos bebidas y apenas nos acostamos ella empezó a tocarme, yo hice lo mismo y empezamos a besarnos y terminamos masturbando la una a la otra mientras nos besábamos apasionadamente. Cuando nos despertamos nos miramos, sonreímos, y ya no dijimos nada ni entonces ni nunca. Y francamente  disfruté, me gustó mucho.

  • Pues no lo entiendo Amparo. Si tus amigas te gustan y sabes que son bisexuales ¿por qué no eres tu quien da el primer paso y te ofreces a ellas? Sabes de sobra que no solo no te rechazarán, sino que les darás una profunda alegría, ya que ellas no quieren ofenderte y por eso no se meten contigo.

  • Por miedo Toni, por miedo. Me estoy descubriendo demasiado sexual, mucho más de lo que nunca me hubiese imaginado y eso me da más miedo. Si me entrego a ellas y a otros, se que nunca pararé y eso me da miedo, aún me falta tiempo, bastante tiempo, para poder entregarme a una vida sexualmente libre, como ellas, o como a ti te gustaría.

Y diciendo todo esto y quedándome un poco triste por mi falta de valentía para entregar mi cuerpo a quien lo desease usar, me levanté de la cama, me fui a la ducha y mientras estaba allí duchándome sin prisas, pensando lo idiota que era perdiéndome juergas y haciéndoselas perder a Toni, fue cuando llamó Amparín y habló todos los detalles íntimos y sexuales que Toni os cuenta en el capítulo anterior (el V) y que me abrió mucho el camino del sexo total.

Luego nos fuimos a casa con el coche de Toni (cada uno a la suya), sin cenar, ya que como os he dicho antes, a Toni se le quemó la cena y ya os seguiré contando mis experiencias en el capítulo VIII, el VII es para que Toni os haga el relato de lo que pasó a continuación de este relato. Un beso muy grande para todas/os y gracias por vuestras cartas y por comprendernos.

Amparo