Sexo sin amor

Soy un tímido al que le gustaría tener una mujer para hacer con ella lo que quiera. Conocí una chica en página de contactos. Era sumisa.

SEXO SIN AMOR

Me llamo Rodolfo. Tengo 38 años. Soy atractivo y tengo el cuerpo más bien atlético. El rasgo principal de mi carácter es la timidez.

Suelo estar con frecuencia con mujeres. Tengo un problema soy demasiado tierno hasta el punto de que alguna chica me ha llegado a llamar blando o demasiado bueno.

La experiencia que me ocurrió fue tan sólo hace un mes.

Una mujer me había dejado. Como es normal me sentía dolorido. Pasaba las horas en internet viendo fotos y videos de esos. Me detuve en una web de contactos. Había de todo tipo pero sobre todo se referían a encuentros sexuales. Me llamó la atención un anuncio: "Chica de 25 años, guapa y exhuberante busca un hombre para sexo sin amor".

Dos días después volví a la página y busqué el mismo contacto. Quizás ese sería la solución de mi problema. Pero la verdad es que el anuncio y la chica me atemorizaban.

Necesitaba hacerme el duro con una chica. Tener sexo escondiendo mis sentimientos como esos actores de las películas porno. No sabía que decirle pero acabé mandándole un email contándole como era yo y cual era mi problema. La verdad es que no me esperaba que me respondiese pero dos días después encontré en mi correo una respuesta suya y me decía que le había gustado y que le daba muchísimo morbo. Intercambiamos fotos y me dijo que le gustaba. Ella era rubia, bella, atlética y pechugona. Al verla me ruboricé. Natalia que es como se llamaba llevaba un tatuaje en su brazo derecho, una mariposa. En su trabajo era nada menos que directora, yo en cambio soy un simple empleado. Tenía pareja. Le pregunté que porque quería tener una relación así. Me contestó que no quería tener una relación sino sexo solamente y que había intuido que podía ser yo el que la hiciese tocar el cielo. No era un chulo, ni un maltratador y podría transformarme en duro. Me dijo que necesitaba algo así porque era muy estimulante. La excitaba muchísimo y que siempre había soñado con tener una experiencia así. Ella era lo contrario de mí. Estaba harta de mandar y de que le dijeran que sí siempre. Y le atraía mucho la idea de someterse y de que se dejasen de tantas atenciones y cariños por un momento.

En fin, tras un mes de enviarnos un email semanal, ella decidió el día y la hora de la cita en su casa. Al final del mensaje me decía: "No tengas miedo que no va a pasar nada".

Su casa estaba radiante. Muy elegante. Nos besamos en la cara y luego levemente en los labios. Estábamos serios. Fuimos a su dormitorio. Olía de forma maravillosa, igual que ella. Esa mujer era irresistible. Se fue desvistiendo. Y no pude contenerme y la besé dos veces en la cara. Me desnudé y Natalia me bajó el slip. Se puso a chupármela. Le dije que la quería. Ella se detuvo.

Toma tus cosas y márchate- me dijo.

Había vuelto a ser el blandito Rodolfo.

Imaginaros lo que sentí los días siguientes y lo que pensaba que le hacía. Prefiero omitirlo. No me gusta la violencia.

A la semana se me pasó por completo.

Un mes después por casualidad me encontré con ella por la calle. Yo la saludé y ella ni se inmutó. Esa tarde me volví a enfurecer.

Unos quince días después me fui de copas con un amigo. Y dio la casualidad de que la puerca, guarra y puta de Natalia estaba ahí sentada. No le vi acompañante masculino. Estuve a punto de marcharme pero por casualidad apareció una jovencita conocida mía que no estaba nada mal ¡Tuve suerte! Ya había estado otras veces con ella.

Terminamos besándonos y tocándonos disimuladamente. Durante uno de los morreos mis ojos se dirigieron a donde estaba Natalia que efectivamente me estaba mirando ¡Y no se comía una rosca! En cambio yo estaba disfrutando de lo lindo.

A las dos horas mi amiga se marchó. Me tomé una última copa. Mi amigo también terminó marchándose. Pensaba volverme en taxi. Cuando salí vi un coche aparcado. Era Natalia. Al principio dudé pero finalmente subí.

Llévame a casa- le dije.

Y efectivamente tomó ese rumbo.

Cambié de opinión.

No. Llévame a la tuya.

Vale- me respondió con una sonrisa y un ojo entornado.

Había recuperado mi ego. Me sentía fuerte y con ganas de descargar mi erección.

Subimos a su casa y entramos en el salón.

Quieta ahí- le dije.

Me desnude. Tenía solo el slip.

Desnúdate tú- le dije.

Estaba siendo muy grosero. No debía decirle que la quería. Me gustaba mucho.

Se quitó la ropa muy rápidamente.

Agáchate- le dije.

Me estoy pasando pensé.

Mi calzón estaba muy sudoroso y con algunas manchas de líquido preseminal. Pero lo pero es que tenía también algunos palominos. No pude evitar ponerme colorado. Sus bragas estaban bien limpitas.

¿Has visto lo sucios que están?- le dije.

No están tan sucios- me contestó.

Pues ahora vas y te los pones.

Y eso es lo que hizo.

Que guarrada pensé.

La vi jadeando. Parecía excitada. Mi pene se puso completamente en erección al ver a aquella perra encelada.

Chúpamela venga.

Y es lo que hizo. Yo tenía ganas decirla cuanto la quería. Pero no lo hizo.

Trágatela toda.

Y se la metió hasta el fondo de la garganta. Llegó a toser y tuvo una arcada. Al verla quería pedirle perdón pero no lo hice. Al contrario. La agarré de su cabeza.

Deja las manos quietas. No te agarres- le dije.

Y lentamente le hice varias gargantas profundas. Las lagrimas se le saltaban por las nauseas. Se le había corrido el rimel. Estuve a punto de marcharme en ese momento pero no lo hice. Me di la vuelta.

Ven detrás de mí.

Y la llevé hasta el servició. Levanté la taza del water.

Chúpame el culo.

Y es lo que me hizo mientras yo me la pajeaba.

Me encanta, me gusta mucho lo que me haces- le dije.

No conseguía correrme a pesar de la excitación pero estaba gozando física y emocionalmente.

Nos fuimos a su dormitorio.

Escúpeme en la cara- me dijo.

A eso no estaba dispuesto.

No pienso escupirte porque no me sale de los cojones- le grite.

Méteme una paliza.

Tampoco le iba a pegar una paliza pero reaccioné. Se me ocurrió darle una ración de palmadas en el trasero.

He tomado píldora- me dijo.

Ella apoyó sus brazos en la cama. Y así se la metí. Dándole por detrás. Al estilo perro. Me di cuenta de que me temblaban las piernas.

No pasa nada cariño. A mí también me tiemblan- me dijo.

Eso hizo que me repusiera. Comencé a darle cachetes en el culo. Pero no conseguía relajarme. Opté por sacársela. Y comencé a darle manotazos en las nalgas que fueron yendo a los costados y hasta las tetas dejándole la piel roja.

Se la volví. a meter consiguiendo una follada larga y dura. Notaba como se corría. Ella era una bestia que disfrutaba con lo que le estaba haciendo.

Jamás creí que fuese a suceder esto algún día, vida mía – me dijo.

Sentía ganas de abrazarla pero seguí y seguí. Esta vez las arcadas venían de dentro de su vagina. Al cabo de un cuarto de hora lo tuve que dejar viendo que yo era incapaz de eyacular.

Lo único que tenía eran ganas de mear. Estaba como arrepentido. Me vestí. Me iba a marchar. Pero no había conseguido correrme.

Te vas- me dijo- tú mismo.

Me daba cuenta de que estaba desaprovechando una ocasión. Ella también se había vestido. De pronto me bajé los pantalones. Los calzoncillos y saque mi polla. Apunté en su dirección. Estuve a punto de mearme encima de ella.

Pero, ¿de qué vas? ¿de qué vas?- me dijo.

Ese comentario me sentó mal.

Desvístete- le dije.

Si eso te va a poner tranquilo vale pero no te pases eh.

La cogí de la mano y la llevé a uno de los baños.

Desnúdate y métete en la ducha- le dije.

Me desabroché la bragueta y me mee en el water.

¿Te gusta ese sonido?- le dije.

A ella le empezaron a dar arcadas.

Y ahora me voy a correr encima de ti.

Me desnudé y me metí en la ducha.

Agáchate- le dije.

Se agachó y así yo me la meneaba sintiéndome su amo y señor. Como una de mis pertenencias.

Pon la cara- le dije.

Y así me corrí encima de ella. Sintiendo un escalofrío y un jadeo estremecedor. Al caerle el semen en la cara tuvo más nauseas.

Nos lavamos con el agua de la ducha que nos alivió de nuestra suciedad. ¡Que loca estaba! ¡Y anda que yo!

Antes de irme vino lo mejor. Nos quedamos abrazados en un sofá. Le pedí perdón todo el tiempo. Y le besaba en la cara. Y ella a mí.

Tengo que verte más veces.

No. Tengo novio- me dijo- lo siento.

En fin tras la última despedida de pronto ella me dijo:

Ha sido muy bueno y sucio lo que hemos hecho. ¡Qué bueno!

La verdad es que no había estado nada mal. Aunque seguía tropezando en las mismas piedras.