Sexo Silencioso
Nuestro protagonista por fin tiene oportunidad de cenar con la chica de sus sueños, una mujer caliente y morbosa llena de fantasías.
Por fin ha llegado el momento, después de meses de espera, aquí está, la mujer de mis sueños, delante de mí, y de nadie más. Todo empezó en una cena caliente, y no lo digo por la temperatura de los platos, en la que no cesaron los comentarios picantes, ni las insinuaciones, incluso llevó a cabo una de mis mayores fantasías, con su pie, rozando de una manera tan sensual, que hasta podría considerarse masturbación. Eso solo fue el entrante, para cuando llegó el primer plato yo ya estaba tan caliente, que no dudé en bajarme la cremallera del pantalón para que ella pudiera tocar mejor. Era una sensación tan increible que apenas podía probar bocado. Notaba su pie desnudo sobre mis boxer, subía y bajaba por mi pene con muchísima habilidad. Yo lo notaba ya grande y caliente, no me cabía ni siquiera en el pantalón, asi que le paré los pies, nunca mejor dicho, y traté de mantener la compostura y terminar la cena lo mejor posible, pero ella no paraba de hacer insinuaciones. Sabía que me vuelve loco y lo aprovechaba, nunca entenderé por qué esperó tanto para cenar conmigo. Sus cristalinos ojos me miraban continuamente, finjiendo una timidez que no demostraban sus actos ni sus palabras. Para cuando el postre llegó, yo estaba ya enfriado, aunque seguía estando deseoso, podía pensar con algo de claridad.
Al terminar, subimos a mi coche, ella se mantuvo callada durante todo el viaje, un silencio abrumador. ¿Qué le pasaba? ¿ De repente habia dejado de gustarle?. Las dudas se agolpaban en mi cabeza, no sabía si esa noche acabaría como la noche inolvidable de mis sueños, o como el mayor batacazo de mis pesadillas.
Por fin llegó el momento, llegamos a su casa. Su puerta. Despues su ascensor. Y ahora su cama. Todo ha ocurrido tan rápido, tan extraño, que ni siquiera sé qué ha pasado para haber acabado aquí, ni una palabra, ni un sonido, solo acciones, acciones que casi me han empujado a este mullido colchón. Sus carnosos labios rojo carmesí se juntan con los míos en un torrente de saliva y pasión. Cuando se separan, ella tiene en sus manos un pañuelo. Sigue sin hablar, parece que el hielo del postre la haya dejado muda. Se pone el pañuelo en los ojos y se recuesta. Ahí está, quieta, esperando una acción, más bien, una devolución, ella sabía que mi mayor sueño eran sus pies, ahora quiere que le devuelva el favor.
Suavemente acaricio sus muslos. Su piel, blanca y brillante, pasa por debajo de mis dedos como si de seda se tratase. Ahora pasa por debajo de mis labios. Recorro la totalidad de sus piernas, de su barriga, de sus pechos. Noto como ella se estremece con solo pasar mi lengua por sus rosados pezones. Vuelvo a bajar por su cuerpo, ya noto el olor y la humedad del amor, asi que mi lengua lo recoge de abajo a arriba con el ansia de un niño hambriento.
Puedo observar como hay un frutero estratégicamente colocado en su escritorio. Me dueño de un plátano, le quito la piel, y lo paso suavemente por los labios de ella, que los va abriendo poco a poco hasta que no puede evitar engullir el plátano. Una sonrisa se dibuja en su rostro, parece que su boca no ha encontrado lo que esperaba, asi que me coloco a su altura y pongo mi pene, trazando circulos en sus labios. Esta vez si, lo engulle con ansia y lo chupa con flameante avidez.
Al fin, lo saca de su boca y lo empuja hacia abajo, sigo su movimiento con pasividad, hasta que coloca el pene a la entrada de su vagina. Yo no aguanto más ella parece que tampoco, asi que arremeto contra él, penetrandolo de una sola vez. Solo se oye el sonido de nuestros sexos al rozar. Yo noto su cuerpo estremecerse en una pasión ciega durante unos minutos, hasta que por fin, llega el gran estertor, acompañado de un largo gemido que rompe el silencio de los mejores minutos de mi vida.