Sexo por trabajo (relato de fición)
Tuve que convencer a mi jefe para que no me despidiese demostrándole de lo que era capaz.
Los rumores de una reducción de plantilla eran cada vez más insistentes.
Hacía un par de meses que mi pareja se había quedado en el paro porque su empresa había cerrado y nuestras dificultades económicas estaban creciendo. Además, estaba en juego el piso que con tanto esfuerzo e ilusión habíamos comprado, por el que debíamos pagar todos los meses un hipoteca, que en el caso de quedarme también yo sin trabajo nos resultaría imposible cumplir e irremediablemente nos veríamos de patitas en la calle, como indigentes, sin tener a donde ir.
De ninguna manera podía perder el empleo.
Decidí que lo mejor sería hablar con el jefe, una persona exigente pero cordial y que siempre nos había dispensado un buen trato. Nadie mejor que él para aclarar esos rumores. Fui a su despacho.
- Buenos días Jorge, ¿se puede?
- Adelante Lucía. ¿Qué se te ofrece?
- Verás, circulan rumores sobre una inminente reducción de plantilla y…
Interrumpió mis palabras y dijo
- Cierra la puerta y siéntate.
Hizo una breve pausa y me miró fijamente a los ojos.
- Ya sabes que últimamente el trabajo ha descendido mucho, la crisis se está dejando notar también en este despacho y si continuamos mucho tiempo así no voy a poder mantenerlo abierto. Por esa razón me estoy planteando reestructurar todos los departamentos ajustándolos a las necesidades actuales. No creas que me gusta hacer esto, pero o lo hago así o tarde o temprano tendré que cerrar.
- Si yo lo entiendo, pero ya sabes que Marcos se ha quedado sin empleo, su empresa también cerró, y solo entra mi sueldo en casa, y está la hipoteca……si me despides perderé mi casa.
- ¿Y quien de todos tus compañeros no tiene algún problema? Nadie quiere ser despedido y todos creen que debe ser otro quien pierda su empleo. No puedo hacer eso Lucía. He de reestructurar los departamentos y quedarme con las personas que más aporten a la empresa y que le supongan un menor coste. Si me eres útil te quedarás.
Salí de su despacho decepcionada y todavía más preocupada que cuando entré. Sus palabras habían incrementado mis dudas. Podía haberme dicho que contaba conmigo, pero no lo hizo. Probablemente sería una de las que se tendrían que marchar. ¿Acaso yo no le era útil?
Estuve toda la mañana dándole vueltas al asunto hasta que se me ocurrió una idea que por otra parte me parecía una auténtica locura. En la última cena de empresa, Jorge visiblemente bebido, estuvo tirándome los tejos de forma bastante descarada. Como era el jefe tuve que aguantar el chaparrón de la forma más elegante posible y sin poder soltarle una fresca, ya que no quería poner en riesgo mi empleo. Era evidente que yo le gustaba aunque sobrio se cuidaba mucho de mostrar sus debilidades. Además estaba casado y no podía permitirse el lujo de levantar ese tipo de rumores. Por eso sus intentos no pasaron de esa noche. Pero ahora esta situación podía jugar a mi favor. Definitivamente podía serle “útil”.
Cuanto más pensaba en ello, mas descabellado me parecía. Además estaba mi pareja y yo no quería serle infiel. Solo con pensar en ello me venía abajo. Aunque por otra parte no podía definirlo como infidelidad, en realidad solo era un sacrificio que debía afrontar para preservar nuestro futuro como pareja. Estaba hecha un lío, pero tenía claro una cosa, ahora no podía perder mi empleo.
Empecé a pensar como llevar a cabo mi plan. No sabía de cuanto tiempo disponía antes de que decidiese con quien se quedaba y a quien despedía, pero no podía ser mucho, así que mi acción debía ser inmediata. ¿Pero como?, ¿le entraba directamente, ofreciéndome descaradamente o lo hacía de forma sutil?. Sopesé ambas posibilidades y concluí que sería mucho mejor ofrecerme como cebo y dejar que fuese él quien me cazase. E ideé un plan que si funcionaba sería definitivo.
Eran las siete de la tarde y el personal del despacho empezaba a marcharse. La salida era escalonada dependiendo del trabajo que se estuviese haciendo y la urgencia en terminarlo. Yo estaba toda afanosa terminando un proyecto que al día siguiente había que presentar a los clientes.
- ¿Te quedas Lucia? Me pregunto una compañera.
- Si, he de terminar este proyecto que tenemos que presentar mañana a los clientes.
- ¿Necesitas que te ayude a terminarlo?
- ¡No!, no hace falta, en media hora como mucho lo termino.
- Vale, como quieras, hasta mañana.
- Hasta mañana.
Ni que decir tiene que el proyecto llevaba un buen rato terminado y bien guardado en mi cajón, pero me sirvió de perfecta excusa para quedarme sola y esperar a la salida de Jorge, que siempre se iba el último. Aproveché el momento para ir rápidamente al baño, quitarme el sujetador, soltarme el pelo y desabrochar algún botón más de mi camisa. (había elegido concienzudamente la ropa que debía ponerme para facilitar la operación). Puse el aire acondicionado a tope para que mis pezones reaccionasen y resultase mucho más evidente la falta de ropa interior. Aunque si tardaba mucho en salir podía quedarme tiesa como un pajarito. Afortunadamente, a los pocos minutos sus pasos resonaban por el pasillo y su figura aparecía finalmente frente a mí.
- ¿Aun estás aquí?
- Si, tengo que terminar el proyecto de PRODUCSA que hay que entregarles mañana.
- ¿Te falta mucho?
Mientras me hablaba, sus ojos se habían clavado en mis pechos desnudos que dejaban entrever sus formas a través de la camisa, y de mis pezones duros y prominentes, acrecentados en tamaño por efecto del aire acondicionado.
- No, termino enseguida, pero quiero comprobar que todo está en orden.
- Déjame que lo vea contigo
¡¡¡BINGO!!! El plan había dado resultado. Jorge se colocó a mi lado, inclinándose hacia delante como si se fijase en la pantalla, pero en realidad buscaba la posición más cómoda para ver mis pechos por el generoso escote. Cruzamos algunas palabras en relación al proyecto y aprovechó para colocar una de sus manos sobre mi hombro, con una familiaridad que nunca antes se había tomado. El cortejo había comenzado. Por mi parte y para dar continuidad a estos esperanzadores inicios, retiré la melena hacia el lado opuesto al que se encontraba, dejando libre y dispuesto mi cuello al tiempo que simulando un calor que no existía, ablusonaba con ambas manos la camisa para que corriese el aire y así permitir que pudiese contemplar de forma más generosa la totalidad mis pechos.
Mientras hablábamos del proyecto, su mano empezó a moverse por mi hombro, pasando de estar apoyada a obsequiarme con unas evidentes caricias, a las que obviamente respondí con una clarificadora sonrisa. En ese instante creyó que ya era el momento de atacar sin tapujos.
- Por cierto Lucía, hoy estás especialmente guapa.
- Gracias, pensé que no te fijarías.
- Como no voy a fijarme, si eres la mujer mas hermosa de toda la oficina.
Por un momento guardó silencio, pero enseguida continuó
- Tus ojos son muy hermosos y llaman la atención, pero tus pechos superan con creces su belleza. Y con la melena suelta estás especialmente hermosa.
Mientras me dedicaba estas palabras, su mano empezó a deslizarse lentamente por debajo de mi camisa y su boca se acercaba peligrosamente a la mía. Yo le miraba inmóvil, sumisa, como presa a punto de ser abatida. Por un momento me vino la imagen de mi pareja y me sentí mal, pero rápidamente superé ese momento de debilidad y me centré en poner todo de mi parte para que el plan tuviese los frutos esperados.
Cerré los ojos cuando sus labios se posaron dulcemente sobre los míos. Un sensual beso lleno de ternura y deseo, mientras con su mano me proporcionaba una cálida caricia que agradeció mi congelado pecho. La inicial ternura dejo pasó a un incontenido deseo tantas veces reprimido que dejaba ver la parte mas animal del casi siempre correcto Jorge. Me despojó de la camisa y girando la silla hacia su posición, se arrodilló para devorar frenéticamente mis pechos. El deseo le consumía y mis pezones, tan extremadamente sensibles a causa del frío, sufrían del ansia de su boca, haciéndome emitir leves sonidos de dolor que parecían excitarle todavía más. Pronto se deshizo de mi falda y sin pérdida de tiempo me arrancó el tanga para tener ante sus ojos mi sexo, especialmente depilado para la ocasión. Lo miró y dijo:
- ¡Dios! Cada rincón que descubro de ti es más bello que el anterior
Y sin más palabras se abalanzó sobre mi sexo al tiempo que con sus manos levantaba mis piernas para hacérselo más accesible. Su boca hizo presa fácil y su lengua recorrió todos y cada uno de mis pliegues vaginales, con especial dedicación a mi clítoris, donde se detuvo proporcionándome unos momentos de intenso placer. Yo no tenía previsto disfrutar de esta relación, era tan solo un medio para lograr otros objetivos, pero lo cierto es que me estaba gustando, estaba disfrutando con todas y cada una de las cosas que hábilmente Jorge me hacía. Estaba confundida, yo no quería disfrutar mientas le ponía los cuernos a mi novio, debía haber sido algo fingido, pero la realidad es que el placer se había adueñado de mí.
Con mis manos sobre su cabeza guiaba sus movimientos. Su lengua recorría todo mi sexo, desde el clítoris hasta el ano, deteniéndose en el camino para explorar internamente mi vagina. Estaba cachondísima, tan caliente que ya no sentía el frío del aire acondicionado, aunque mis pezones seguían extremadamente duros, esta vez por otras razones distintas. Abandonada a los placeres que Jorge me proporcionaba, era cuestión de tiempo que un fuerte orgasmo me poseyese con furia, como así sucedió. Mientras su lengua se afanaba trabajando mi clítoris, una explosión de placer nacida de mis entrañas recorrió todo mi cuerpo erizando mi vello y haciéndome sentir un placer salvaje e impuro que disparó como nunca antes mi lado animal.
Cuando mis espasmos orgásmicos finalizaron, Jorge separó la cabeza de mi sexo y se incorporó ofreciéndome un lujurioso beso impregnado del sabor de mi propio orgasmo. Tendida sobre el sillón con tan solo las medias y los zapatos como todo vestuario, contemplé como mi jefe se desnudaba enfrente de mí, mostrándome su pene erecto y deseoso de ser complacido. Había llegado la hora de serle “útil”.
Me incorporé en la silla y me acerque hasta atrapar con mi boca su nada despreciable polla. Me pareció que ya no era momento para sutilezas, por lo que desde el principio le practiqué una entusiasta mamada. El correcto y educado jefe que nunca decía una palabra más alta que otra, estaba soltando por su boquita frases que jamás hubiese imaginado que pudiese decir, “ chúpala, si, así, fuerte, hasta dentro ” o “tu ya sabías que eras mi puta preferida, demuéstrame que no estaba equivocado”. Nunca antes me habían hablado así, pero lejos de molestarme me resultaba excitante. Me trataba como a una perra y lo sorprendente era que me gustaba. Cuantas más obscenidades me decía, más ganas de chupársela me entraban. Visualizaba la situación como de si una película porno se tratase y eso me encendía todavía más. Me estaba sorprendiendo a mi misma. Si pudiese ver mi novio lo que le estaba haciendo a mi jefe, seguro que no me reconocería. Mientras tanto y casi con desesperación, metía y sacaba su polla de mi boca hasta que no daba más de si mi garganta, aunque en ocasiones me atragantase. Jorge ayudaba empujando por su parte cada vez que me la introducía. Cuando ya estaba preparada para recibirle en mi boca, se detuvo y me dijo:
- Hoy quiero probarte toda entera
Parecía una clara declaración de intenciones. Me incorporó de la silla y me flexionó sobre la mesa, apoyando mi mejilla sobre el inacabado proyecto.
- ¿Llevas condones?, me preguntó.
- En el bolso, le respondí.
Había venido preparada para la ocasión, situación que no le pasó desapercibida.
- Bien, putita -me dijo- veo que no se te escapa detalle cuando te quieres follar a un tío.
Dicho aquello, se colocó el preservativo y de un solo golpe me la clavó hasta lo más profundo de mi sexo. Estaba hiperlubricada y su polla entraba y salía con una facilidad pasmosa. Mi jefe era pura lujuria, me follaba como un poseso una y otra vez. Sujetándome de las caderas me ensartaba completamente cada vez que me penetraba. Con cada empujón, alguno de los papeles de encima de la mesa caía al suelo derribado por mi rostro. Estaba empezando a sentir que un segundo orgasmo estaba próximo a invadirme cuando Jorge me anunció que también quería follarme por el culo. Ni si quiera me había preguntado si yo lo hacía por ahí, si todavía era virgen. Era evidente que estaba en un estado de excitación que necesitaba saciar todos sus impulsos. Y tampoco podía olvidar que había sido yo quien había provocado el encuentro, aunque eso no le daba derecho ha hacer conmigo todo lo que quisiese. La cuestión era que por un lado mi estado de excitación favorecía las relaciones anales y por otro no consideraba conveniente contrariarle, pues me jugaba mucho precisamente ahora. Dispuesta a llevar mi apuesta hasta las últimas consecuencias le dije que en mi bolso llevaba un bote de crema hidratante que podía hacer las veces de la vaselina y le rogué que me lo hiciese con mucho cuidado para que no me doliese. Extendió una abundante cantidad de mi carísima crema sobre mi ano y alrededor de su pene enfundado en el condón y con toda la calma de la que fue capaz, colocó su polla en mi orificio anal y empujó con fuerza hasta metérmela entera. Gracias a la crema hidratante se deslizó suavemente en mi interior pero provocándome al tiempo un agudo dolor al forzar mi esfínter de una forma tan imprevista. Le pedí que se detuviera para que me acostumbrase, pero él estaba muy excitado para hacerlo, tanto que tan solo unos pocos empujones después tuvo que sacarla y quitarse rápidamente el condón para poder correrse en mi boca como era su deseo. Su primer chorro de semen me lo lanzó a la cara, sin tiempo de llegar a mi boca, donde prosiguió descargando borbotones de esperma que tragaba con dificultad ya que mientras se corría buscaba una penetración tan profunda que casi me asfixiaba. Sin sacarla de mi boca se sentó rendido en el sillón disfrutando de una felación larguísima que acabó con su pene absolutamente flácido.
De rodillas sobre la moqueta y con el intenso sabor de su orgasmo en mi boca, le miré a los ojos y le pregunté:
- ¿Ahora ya crees que te soy útil?
- ¡Mucho más que mi mujer!. Después de lo de hoy no podría prescindir de tus servicios .
Finalmente mi plan dio sus frutos y conservé mi empleo e incluso un aumento de sueldo, pero a costa de una dedicación plena y tan exigente que jamás imaginé tener que llegar a hacer para conservar mi empleo.