Sexo intenso con mi profesor de la universidad

Mi profesor me levanta el ánimo y el vestido para cogerme una y otra vez sobre su escritorio...

Hola de nuevo, les habla Lola de Argentina. Tengo 20 aunque esto pasó el año pasado. Para los que no me conocen soy blanquita, tengo un buen culo y unas grandes tetas. Soy muy charlatana pero ese día yo estaba muy triste, me sentía profundamente desdichada. Mi hermana estaba muy mal de salud, me había ido mal en una entrevista laboral y había terminado con mi novio unos días antes. Quien me conozca en persona sabe que suelo tener esa chispa, soy de hablar mucho y participar. Pero me sentía devastada, sobrepasada por muchas situaciones y cada mínima cosita iba sumando. Ese cuatrimestre me había tocado cursar a la noche en vez de a la mañana y yo había tenido un día larguísimo. No había estado durmiendo bien y cuando el profesor de Derecho empezó a explicar no tardé mucho en quedarme dormida al fondo del salón. Me desperté con un ligero golpe en la mesa. Sentí que habían pasado sólo unos segundos pero cuando me incorporé me di cuenta de que ya no quedaba nadie en el salón. El profesor me miró desde arriba con una cara mezcla de preocupación y decepción.

-Lola, me sorprende este comportamiento de tu parte.

-Disculpe profesor, le juro que nunca va a volver a pasar, es que tuve unos días muy difíciles…

Comencé a explicarle y las lágrimas llenaron mis ojos. Él me hizo una caricia en la cabeza y yo seguí disculpándome.

-Lola, querida, por favor calmate. Contame, ¿qué pasa? ¿Es por algún muchachito?

-En parte, sí, un poco.

-No quiero sonar atrevido pero semejante mujer como vos no debería estar llorando por un boludo, Lolita.

El comentario me hizo reír. El profesor se había sentado en una silla al frente mío. Era de mis cátedras favoritas, siempre fui de leer mucho y me interesaba el derecho internacional. Me miró fijo mientras yo secaba mis lágrimas. Para una chica del sur como yo, las noches de Buenos Aires son un infierno. Esa noche hacía bastante calor, y yo llevaba un vestidito corto rosa con tacones no muy altos a juego. Siempre fui muy coqueta sin ser exagerada. Llevaba el pelo atado en un rodete y una cartera blanca. Si bien el vestido no era tan escotado, se me pegaba al cuerpo marcando mis curvas de mujer.

-Vení, te comparto un poco de agua para que te tranquilices -me dijo el profesor-.

Nos paramos y lo acompañé a su escritorio.

-Me siento patética -exclamé-.

-¿Y eso por qué?

-Son las once de la noche de un viernes y yo estoy llorando en la facultad.

-¿Y qué te gustaría estar haciendo? -preguntó él en un tono curioso pero a su vez sugerente-.

No supe qué responderle así que tomé un buen trago de agua. Una gota resbaló por la comisura de mi boca y él la secó muy lentamente, tocando mi labio mientras me miraba fijo a los ojos.

-Cuidado Lolita, si vas a tomarla toda hacelo lento.

Esa frase hizo que me dieran escalofríos y que algo en mí se encendiera. El profesor era un hombre de unos treinta y tantos, llegando a los cuarenta. Bien cuidado, muy intelectual, soltero y sin hijos. Debo admitir que si hay algo que siempre me llamó muchísimo la atención es cuando las personas saben mucho. Para mí, un hombre inteligente es muchísimo más atractivo que uno bonito de cara. Es como si ese sex appeal fuera más fuerte que otras características. De repente comencé a notar todo lo que antes no había visto de él. Era muy alto, como de un metro noventa, y sus brazos se veían fuertes a través de la camisa. Estaba ligeramente bronceado, su barba estaba bien cortada y tenía ese olor a perfume de hombre que me volvía loca. Tenía sus ojos clavados en mis labios así que los relamí de forma pícara, mordiendo ligeramente el inferior.

-¿Le molesta si me la tomo toda? -pregunté poniendo mi mejor cara de inocente, señalando la botella que me había pasado-.

-Para nada, tengo más por si te quedás con sed.

El hecho de que me siguiera el juego sólo lograba calentarme más. Yo tenía 18 años pero no era ninguna tonta. Todo lo contrario, siempre fui una joven muy viva y atenta. Me apoyé contra el escritorio, cruzando las piernas haciendo que mi vestido subiera un poco más sobre mis muslos. Empecé a tomar de la botella y no paré hasta terminarla.

-Veo que estabas sedienta, ¿te sentís mejor?

Asentí sin dejar de mirarlo.

-Le agradezco mucho, profesor.

-Por favor, tuteame, decime Martín.

-Gracias Martín, sos muy amable.

-No hay de qué.

Para sorpresa de ambos, las gotas de lluvia comenzaron a golpear contra la ventana. Me miré los pies, enojada conmigo misma por haberme confiado y no haber llevado abrigo. Estaba en vestido y tacos y tenía que caminar varias cuadras antes de llegar a mi departamento. Él notó mi cara porque instantáneamente me preguntó cómo volvía.

-Caminando, olvidé mi billetera en casa.

-Si no tenés apuro dejame alcanzarte, estás muy desabrigada como para andar así en la lluvia y encima de noche.

Lo pensé. No tenía nada que hacer realmente, pensaba llegar y llorar toda la noche.

-Dale, no tengo ningún compromiso. En serio, muchas gracias.

Nos pusimos a charlar de banalidades, y terminé contándole de mi ruptura amorosa.

-Si yo tuviera la oportunidad de estar con una jovencita como vos…

Y dejó la frase en el aire. Pero me dio mucha curiosidad, así que le pregunté.

-¿Qué harías, Martín? ¿Qué le harías a una jovencita como yo?

Me miró de arriba a abajo, comiéndome con esos ojos azules.

-Creeme que muchísimas cosas.

-Mostrame entonces.

Él se acercó a mí. A pesar de mis tacos, tenía que inclinar la cabeza para verlo. Me apoyó suavemente contra el escritorio y empezó a besarme. Su beso era firme y decidido, su lengua recorría mi boca pero se notaba que tenía experiencia. No besaba como los chicos con los que solía estar, con esa hambre propia de la juventud. Besaba como quien decide cuándo y qué comer y eso me gustaba. Me agarraba de la cintura y acariciaba mi mejilla. Se separó, me miró a los ojos y se alejó, cerrando la puerta del aula con llave y apagando algunas de las luces, pero no todas. Se acercó a mí de nuevo, esta vez tomándome fuerte. Agarró mis caderas y me levantó, sentándome en el escritorio. Lo envolví con mis piernas y me colgué de su cuello, dejando su bulto a la altura de mi tanguita ya mojada. Mi vestido se había subido hasta el ombligo, dejando mi joven vientre a la vista. Él parecía no tener prisa alguna, pero tampoco era lento al nivel de ser aburrido. Los besos húmedos bajaron por mi cuello, recorrieron toda mi clavícula, pasaron por mis hombros y mis orejas. Pasó suavemente su cara por mis pechos por arriba del vestido y se arrodilló para seguir besando mi vientre, mis caderas, mis rodillas, mis muslos. Cada tanto mordisqueaba y lamía, me estaba calentando mucho. Al llegar a la cara interna de mis muslos, creí que seguiría por mi vagina pero en lugar de eso, volvió a incorporarse y besó mis brazos, mis manos, mi boca. Me hacía suaves masajes y caricias, dejándome muy relajada. Su bulto pedía salir del pantalón, se notaba que estaba bien dotado. Mientras él me besaba, lo acerqué para desabotonar su camisa. Un pecho sorprendentemente trabajado apareció por debajo. Estaba en buena forma y era bastante lindo así que no entendía cómo es que estaba soltero. Después de sacarle la camisa, le desabroché el cinturón y metí la mano en su bóxer, liberando al fin su grueso pene. Me moví para pegarme más a él, y él me alzó. Lo abracé para que no tuviera que hacer tanta fuerza y él manoseó todo mi culito respingón. Agarró su pene y comenzó a pasear la punta por mi vagina, que ya estaba completamente empapada.

-¿Querés que la meta? ¿Que te dé bien fuerte?

-Sí, por favor, dame duro, haceme tuya.

Me acostó en el escritorio, se puso al frente y empezó a tocarme. Corrió mi tanguita de hilo dental y pasó sus dedos por mis labios para mojarlos con mis fluidos antes de meterme dos de una. Con esos dos dedos recorrió mis paredes internas, haciendo ese movimiento similar al de “vení para acá” que tanto placer me genera. Acercó su cara y me olió, dándome un beso que me hizo estremecer.

-Mmm, Lolita, te voy a hacer mía y vas a salir de acá con las piernas temblando. Ese olor a putita joven me calienta tanto. Veo que estás bien limpia y depilada, me encanta.

Empezó a pasar su lengua firme de abajo hacia arriba, de lado a lado y haciendo círculos, mientras al mismo tiempo seguía introduciendo sus dos dedos en mi huequito. Yo me apretaba los pezones sobre el vestido.

-Ya no aguanto Martín, necesito sentir tu pija bien adentro.

Se paró, colocó la punta en mi entrada y empujó lentamente. La cabeza entró con fuerza, a pesar de lo lubricada que estaba. Cuando metió toda la base, yo solté un gemido que lo animó y empezó a darme con ganas. Cada vez que la metía y la sacaba, yo sentía que tocaba el cielo. Fue aumentando el ritmo, sin dejar de frotar mi clítoris. No tardé mucho en tener el primer orgasmo de la noche, que me hizo llenar de fluidos todo. Necesité parar un segundo para recomponerme de lo fuerte que fue ese orgasmo. Él, con la pija durísima, me agarró y me hizo poner de espaldas, con los codos apoyados en la mesa y el culo levantado. Abrí un poco las piernas para que él siguiera metiendo su miembro en mí. Por atrás la sentí incluso más, yo estaba muy apretada y él la tenía muy gruesa e hinchada. Me sacó el vestido por arriba de la cabeza y agarró mis grandes tetas para cogerme como su putita. Yo levantaba y movía el ojete para darle una buena vista. Él recorría mi cuerpo con sus manos fuertes y yo con las mías me agarraba de la mesa para seguirle el ritmo.

-Te voy a acabar en ese culo hermoso que tenés, Lolita, y cuando termine vas a pedirme más.

-Por favor Martín, llename de leche el ojete. Quiero sentir todo tu semen caliente en mi piel.

Me dio muy fuerte y la sacó justo a tiempo para acabar de un chorro en mi culo y espalda baja. Su espeso líquido blanco estaba ahora en mis nalguitas. Respiró unos segundos y metió su pija, todavía dura como un mástil, adentro mío de nuevo. SIguió embistiéndome un buen rato, y la segunda corrida no tardó tanto en llegar.

-Quiero que te la tragues esta.

Yo, muy obediente, me puse en cuclillas abierta de piernas, aún con los tacos rosas. Mi vagina chorreaba el piso y yo me metía los dedos mientras abría la boca y sacaba la lengua. Él metió su pene entre mis labios, y yo lo succioné hasta que sentí cómo se me inflaron los cachetes y se me llenaba la boca de ese delicioso líquido. Lo tragué todo y le limpié la verga con la lengua, masajeando también sus testículos. Me sorprendió lo mucho que estaba durando con el pene tan duro. Yo ya había tenido tres orgasmos tremendos, uno tras otro.

-Todavía no terminamos pendeja, te dije que de acá no te ibas hasta que te tiemblen las piernas.

Me agarró del culo y me llevó contra la pared, dejándome en el aire siendo su pija mi único sostén. Volvió a penetrarme, esta vez muy rápido y duro. Mis nalgas chocaban contra la pared y mi cabeza reposaba en su hombro mientras me daba besos en el cuello. Me agarró y me sacó el corpiño y la tanga. Mi profesor me estaba cogiendo únicamente en tacos. Mi rodete se había desarmado hace rato y estaba con el pelo suelto y húmedo pegado a la espalda. Me movía con fuerza, queriendo meter hasta el último centímetro de esa verga dentro de mi conchita. Mi orgasmo fue tan fuerte que no pude hacer fuerza y me desplomé sobre él. Martín se dio cuenta y en vez de parar, hizo algo inesperado. Siguió cogiéndome y frotándome el clítoris. Yo estaba moviéndome fuertemente, los espasmos de mi cuerpo eran prueba del tremendo orgasmo que estaba disfrutando, y él seguía. Yo sentía que iba a explotar y también sentía cómo él también estaba a punto de llegar al límite así que junté las pocas fuerzas que me quedaban y empecé a saltar en su verga. Nuestros gemidos sonaron y llegamos a un orgasmo juntos. Esta vez se corrió dentro de mi vaginita, mezclando su semen con mis flujos.

Completamente agotados, nos cambiamos, acomodamos el escritorio y nos fuimos a su auto. Me llevó hasta mi departamento, como había prometido. Desde aquel día sus clases se volvieron mis favoritas porque cada vez que hablaba, recordaba cómo me había hecho suya en aquel escritorio, hecho que se repitió más de una vez.

Espero que les haya gustado esta experiencia, por cuestiones obvias cambié el nombre del profesor pero el resto es real. Ante cualquier duda o sugerencia estoy disponible vía correo electrónico en escritoslola@gmail.com pero les recuerdo que NO MANDO FOTOS NI PASO MI NÚMERO así que no se molesten en pedirlo. Dicho esto, les agradezco por leerme, por los comentarios positivos y los mails que me llegan a diario. Les agradecería si votan y comentan por acá ya que me motiva mucho a seguir. Cuentenme si les gustaría que suba alguna otra experiencia con mi querido profesor, ya que tuvimos varios encuentros después de eso. Les mando un beso muy grande, Lola.