Sexo furtivo -III-

Traición, ¿extorsión? Y SEXO. No necesariamente en ese orden.

La vida tiene momentos muy peculiares. Sucede una desgracia como es el COVID-19 y hay negocios, empresas que van a pique, mientras otras se aprovechan de la desgracia ajena. Luego están las que sin esperarlo se ven agraciadas, porque su actividad pasa a ser de pronto un valor en alza. Luego están los buitres que se quieren aprovechar del trabajo ajeno.

Victoria ya empezaba su excedencia y me decía en plan de broma, con un toque de sarcasmo y con otro toque de compromiso… “Ahora te quedas tú solo dirigiendo el fuerte, si me necesitas no lo dudes silva y estaré aquí” no pude más que reírme y ella no entendía lo que había dicho, que pudiera tener tanta gracia. En el momento que ya se iba para Madrid… “Acuérdate de que mañana vienen de la empresa… para una reunión. Puede ser un filón, porque si nos necesitan, podrás poner tus condiciones sin problemas” después de terminar de darme la charla me recordó que si venía el gran jefe, era un hombre mayor y le gustaba que al dirigirse a él, siempre estuviera el don por delante.

Era una de las cosas buenas de Victoria, controlaba hasta el último detalle de cualquier reunión, como la iba a echar de menos. Porque no pensaba molestarla. Victoria tenía una costumbre, como las palabras se las llevaba el viento en muchas conversaciones, las reuniones de negocios las grababa, con o sin conocimiento del resto de asistentes. Luego con tranquilidad escuchaba una y otra vez, para en una segunda reunión tener todo mejor atado. Por eso la reunión se celebraría en la sala que usaba Victoria.

La reunión empezó con mal pie. Porque al llegar la otra parte, se negaban a hacerse el test. Me avisaron y la respuesta fue fácil, si no querían hacérselo, no había reunión. Nada más ver a las dos personas que llegaban, comprendí que ninguna era el gran jefe que decía Victoria. Porque eran solo un poco mayores que yo. Eso sí, tenían pinta de chuletas y de esa gente que se cree estar por encima del bien y del mal.

Nos presentamos y después de un rato, tengo que interrumpirlos, porque no venían a contratar nuestros servicios, venían a comprarnos, algo que ni Victoria sabía, porque me lo habría dicho. Les digo de forma categórica que no estamos interesados en ofertas de ese tipo. Pienso que deben ser sordos, porque entonces me empiezan a dar cifras. Les reitero que no estoy interesado y entonces con una aire de prepotencia desconocido para mí, se levanta y acto seguido se levanta su acompañante. Me dejan dos carpetas y me dicen que mañana estarán a la misma hora con sus abogados para cerrar el acuerdo, que estén los míos y así todo quedará finiquitado mañana, que una vez que lea bien su oferta veré que es irrechazable.

Una de las carpetas es de como quedaría todo, valores y formas de pago, básicamente. Lo que me había resumido de palabra. Eso sí todo muy detallado, pero aunque quisiera aceptarlo no se ajustaba al valor real. La segunda carpeta ponía dossier personal. Así de pronto entendí que sería como quedaría el resto del personal. Pero no, era un dossier sobre mi vida y milagros. Dejé todo en la mesa y pensé. Se me ocurrían mil barbaridades. Era por la mañana y no era habitual en mí, pero qué mejor manera de pensar que con un buen café acompañándome.

Me fui a mi cafetería habitual y al tercer café iba a llamar a Victoria para que me dijera de algún despacho de abogados penalistas. Porque con los que trabajamos nosotros se dedicaban al derecho mercantil, laboral, administrativo y fiscal. Lo más sencillo nos lo llevaban desde Valencia por un despacho recomendado por el que nos llevaba lo más importante que estaba en Alicante. Llame a los de Valencia y sin darles muchas explicaciones les solicite información sobre un buen despacho penal. Se ofrecieron a hacer la gestión, les dije que era algo urgente y que necesitaba que estuvieran en mi despacho al día siguiente a las cuatro de la tarde. Muy sutilmente quiso saber el motivo y menos sutilmente le conteste que no era necesario que lo supiera. Solo que me era muy urgente y necesario.

Me llamaron y me confirmaron la asistencia, por lo que llamé a los que habían venido de Madrid y les dije que por un compromiso ineludible, no iba a poder ser por la mañana pero si a las cinco y media de la tarde. Note una voz de satisfacción cuando me contestaron que estarían puntuales. Antes de la hora llegaron los abogados recomendados. Eran tres, Cesar el titular del despacho y de unos 70 años, Carmen su hija de unos 45 y una mujer físicamente de romper y rasgar, 1,70, algún kilito de más que la hacían más atractiva y Fernando de 50, hombre de gimnasio, marido de la hija y el que se veía que mandaba.

Fernando no me gustó nada, si hubiera tenido tiempo de buscarle un sustituto le habría mandado a segar. Quiso saber nada más llegar de que se trataba y mi contestación fue adrede un poco misteriosa… “Puede que no sea nada o puede que sea mucho, para eso están ustedes aquí” como vio que no me sacaba nada mas, trato de hacer proselitismo ofreciéndose para que su despacho o el de su suegro, nos llevaran el resto de las necesidades que tuviéramos. De entrada me pareció feo porque se supone que les había recomendado alguien que llevaba parte de nuestras necesidades y este quería quitárselos de en medio. La cara de suegro y esposa no fueron de agrado.

Llegó la otra parte y sus abogados eran Mayra de unos 42 años delgada, bastante pecho, 1,65 y una cara de mujer fatal, el que la acompañaba era su marido Manuel, que sería de la misma edad, luego me enteré que era así y que habían hecho la carrera juntos. Ellos se conocían y las dos mujeres se quedaron extrañadas al verse. Supongo porque sabían que cada uno llevaba una rama distinta del derecho. Pasamos a la sala de juntas grande, para que hubiera más espacio, poder estar más amplios y sin necesidad de mascarillas, ya que estábamos todos sanos.

En un lado ellos y en otro lado nosotros. Hice que Carmen estuviera a mi derecha, Fernando quedó a mi izquierda y su suegro junto a él. Me hacía gracia, todos con bolígrafos, bloc grande para tomar notas y yo con un simple mando. Empezó a hablar el que llevó la iniciativa el día anterior, parecía que era el que mandaba sobre todo y era como si yo no estuviera. Prepotente y sobrado. Le dijeron a sus abogados, que les pasaran a los míos los contratos por si había alguna pega o algo que modificar. Cogieron los contratos que les pasaron y se quedaron mirándome sin saber qué decir o hacer.

Fue cuando con mucha tranquilidad hable… “Bien… parece que ya puedo hablar. Ayer les dije que no había ningún tipo de negociación y ahora les digo, que mucho menos con malas artes. Me entregaron un dossier de una parte de mi vida. Con mis gustos sexuales. Si hubieran escarbado un poco mas, se hubieran dado cuenta de que aunque tampoco lo vaya pregonando, me da igual que la gente sepa, que me gusta tener sexo con parejas, mujeres casadas… es muy simple me gusta follar y no debo hacerlo mal. No estoy casado, no tengo pareja… ¿De verdad pensaban que me iban a acojonar? Que este burdo dossier les iba a valer para extorsionarme, coaccionarme, amenazarme, chantajearme o cualquier otro término que se les ocurra, aunque vinieran con cien abogados, ¿De verdad lo pensaban?”.

Los primeros que saltaron como si les quemara el culo el asiento, fueron sus abogados que no sabían de lo que hablábamos y les creí. El listo del día anterior, una vez que se recuperó del primer zambombazo, con mucha naturalidad mentía diciendo que no entendía de qué le hablaba y que le estaba ofendiendo. No dije una palabra, cogí el mando y en una pantalla de ochenta y cinco pulgadas, casi dos metros de ancho de pantalla, aparecía la escena del día anterior, la parte final, cuando chulescamente me sueltan las carpetas y se van. Se ve como sin cortes las abro y aumentando la imagen se ve cómo pasó las páginas según voy leyendo, se ve a la perfección todo y más con la imagen ralentizada.

Mayra y Manuel se levantan, diciendo que se salen de la sala, que eso no va con ellos. Carmen es la primera en reaccionar y les dice de carrerilla por todo lo que les va a demandar. Se levantan y se van nerviosos, además de descompuestos. Ahora Fernando quiere llevar la iniciativa… “No me hacen falta tres abogados, con uno me sobra y quiero que sea ella, si les parece bien sigo con sus servicios, si no les parece bien, pasen la minuta y un placer”, Fernando iba a decir algo y su suegro, me extendió la mano y acepto lo que dije, mandando al yerno callar y marcharse. Quedándose Carmen, que se le hincho el pecho de satisfacción.

Al salir de la sala estaba el otro matrimonio de abogados esperando, Manuel se puso a hablar con los hombres y Mayra pidió pasar, disculpándose de lo sucedido. Les había pasado lo mismo que con ellos. Desde Madrid contactaron con ellos para llevar lo que se suponía un acto normal de absorción o compra. Salí por unos refrescos y cuando regresé estaban las dos mujeres leyendo el famoso dossier que estaba sobre un mueble bajo a la espalda de donde estaba sentado. Ni se enteraron de que había entrado de nuevo. Se pusieron rojas cuando me vieron. Manuel y Cesar se fueron juntos diciendo que iban a buscar una solución y ellas se quedaron hablando conmigo y Carmen hizo la gran pregunta… “¿Y ahora qué?”, mi contestación no pudo ser más franca… “Por lo que he averiguado en 24 horas, estos han mordido la presa, que en este caso soy yo y no la van a soltar por las buenas, pero han cometido un gran error” y entonces Mayra preguntó cuál.

Le dije que como era lógico siendo su abogada no le iba a facilitar las cosas y ella me aseguro, que no iban a llevar nada con ellos, porque habían sido contratados para una asunto completamente distinto que a lo que se podía dirimir ahora. Sin saber porque las invite a cenar a mi casa, diciéndoles que era muy buen cocinero. Las dos al unísono me dijeron que era muy difícil y de todas maneras les di la dirección a las dos, amablemente cogieron las tarjetas donde estaba puesta la dirección y se fueron. Las posibilidades de que asistieran las dos era remota y para mis intereses me era más fácil que asistiera una sola. ¿Cuál de las dos? Me daba igual.

La primera persona con la que hice algo de amistad, cuando llegue a Valencia, aunque realmente no éramos amigos, por lo menos no era esa mi consideración. Fue con un hombre que tenía una gestoría y me soluciono algunos trámites. Se llama Manolo de unos 47 y su mujer Macarena de unos 45. No eran nada del otro mundo, me refiero físicamente, pero sí de ahí flaqueaban, del resto desbordaban. Un matrimonio genial, buena gente, amables y muy hospitalarios. Ellos me presentaron a algunas personas, pero con ellos tampoco entable una gran amistad, éramos de momentos conocidos.

Sobre las ocho de la tarde me llegó una llamada de Carmen diciéndome que le había sido imposible cambiar un compromiso que tenía esa noche y no mucho después fue Mayra la que a través de un WhatsApp se disculpó por no poder asistir a la cena. Como mi padre decía… “Días de mucho, vísperas de nada” no se si era una frase suya o de algún sitio que leyó. Dos calabazas de dos, todo un exitazo. Estaba a punto de marcharme y me llama Manuel que me tenía unos papeles que le había pedido que me gestionase, asunto privado y me dijo que por la rapidez merecían una cena y acepte.

Quedamos en un sitio que desde que estaba en Valencia iba siempre que podía porque hacían un arroz buenísimo. Aunque era de noche tenía intención de cenar un buen plato de arroz, no sabía si por la noche lo hacían. Al final nos juntamos Manuel y su mujer, Héctor y Amalia, que eran de la misma edad y Amalia sí que estaba de muy buen ver, lo único que guardaba las distancias por no molestar a Manuel y antes de sentarnos se nos unió otra mujer que había visto alguna vez que era mujer de un policía que trabajaba esa noche y ella había ido a comprar algo de cenar para llevárselo a casa.

La invitaron a quedarse. Como la mujer de Manuel ya había tratado de encasquetarme a la hija de algún conocido, tuve que pedirle que por favor no hicieran de celestinos y desde que se lo dije se acabó. Lo digo porque no habíamos terminado de pedir, cuando Héctor hace un comentario que se me escapó parte de él, en referencia a una mujer. Se produjo un leve tumulto entre las mujeres, que se levantaron y se fueron hacia una mujer. Besos entre todas, todas hablaban a la vez, no se entendía nada. Se acercaron y me la presentaron, se llamaba Amparo seria de mi edad, era casi de mi altura, si le descontaba los tacones mediría casi 1,80. Era una mujer escultural. Vestido muy corto, ajustado y unas piernas larguísimas, muy morena.

Se sentó al otro extremo y me fije bien en ella. Unos ojos grandes y bonitos, castaña pelo largo ondulado. Una linda cara y llena de tristeza, ojeras disimuladas con maquillaje. Todos menos yo la preguntaban. Lo que me quedó claro fue que estaba divorciada o en trámites. Por los distintos comentarios el ex era un cabrón, que la presionaba para volver y ella ahora estaba indecisa o me lo parecía. Había perdido con esto de la pandemia su trabajo, encontró otro pero que no tenía nada que ver con lo que ella había estudiado y encima mal pagado.

Lo que comprobé rápidamente es que era un poco borde. Me había limitado a escuchar y no intervenir, porque no sabía los antecedentes y no teníamos ningún tipo de amistad. Manuel me sopló que en febrero se dieron un plazo su marido y ella. Ya habían traído la cena y todos estaban más pendientes del cotilleo que de cenar, no quería resultar insensible, pero cenaba mi arroz tranquilamente. Eso le debió molestar porque sin venir a cuento me dijo… “Así que madrileño (tono desagradable) aunque no me lo hubieran dicho, me lo hubiera imaginado, por la insensibilidad que estas demostrando”, Manuel salió al paso para rebajar la tensión, pero mis batallas me las lucho yo solo.

“Mira señorita o señora borde, lo único que he demostrado es primero que tenía ganas de comerme un buen arroz aunque sea por la noche y segundo, fíjate si tengo sensibilidad que no he querido meterme en un asunto tan personal, porque no nos conocemos y dicho esto, ignórame y seguiré cenando”, se quedó callada, le saltaron las lágrimas y se fue al baño, con la corte de mujeres detrás. Manuel y Héctor querían explicar al detalle lo que le pasaba y les dije que no quería, porque no iba a tener ningún tipo de amistad con una tía tan borde, por muy buena que estuviera. Pero no se quedaron callados, no, siguieron hablando y yo cenando.

La ruptura venía principalmente porque ella quería ser madre y el marido no quería hijos. Héctor le decía a Manuel… “Yo siempre lo he dicho que él es maricón. Según Amalia follaban poco y mal” Manuel no le quitaba la razón pero trataba de reconducir la conversación. Manuel habló de ir a tomar una copa al acabar de cenar y se lo dije… “No os molestéis, pero paso de ir con esa tía a ningún sitio. Ir vosotros que a mí no me importa, que seguro que le vendrá bien distraerse”, me trataron de convencer pero no cedí. La primera que apareció fue Macarena y me pidió de por favor que cuando llegase Amparo me iba a pedir perdón, que no fuera malo y las aceptara.

Las disculpas fueron graciosas… “Oye que lo mismo me he pasado un poco, ya está, no sé qué más decir, pero tú también te quedaste a gusto”, se quedó esperando que dijera algo y todos en silencio, Macarena me hacía una señal de que me tranquilizara… “No creo que sea el momento de decirte lo que el cuerpo me pide, pero por mi todo zanjado” Amparo quería que le dijese lo que fuese y me abstuve, no por ella. Las mujeres entraron al quite y le preguntaron si en seis meses no había ligado. Ella con resignación decía que nadie se le arrimaba. Con mujeres tan buenas suele pasar. Y añadió que los que se acercan son penosos, no saben ni entrar a una mujer. Me estaba mordiendo la lengua, por no soltar un disparate.

Para ellos yo era un autónomo, que tiró un dardo al mapa de España y dio en Valencia, por eso lo de estar allí. Acepté ir a tomar una copa, lo único que tomé fue un helado mientras todos bebían alcohol y Amparo volvió a soltar una de sus perlas… “Pues suelo desconfiar de los que no beben”, la ignore por completo y la ignore mas, cuando trato de saber más de mi vida personal y profesional. De todas maneras se veía que un poco pija era y estando bien, me daba la intuición que debía de ser una chica maja. Fui al baño por no oírla más, por despejarme. Al salir me tope con ella que me estaba esperando.

  • Sé que no está siendo mi mejor noche, pero la tuya tampoco.

  • Pues es en lo único que coincidimos.

  • Si no me has dado la razón en nada y te has encarado conmigo… ¿Por qué te has acojonado no diciendo lo que querías decir?

  • Creo que lo vas a entender. Manuel y Macarena, me acogieron con los brazos abiertos desde el primer día que nos conocimos y si puedo evitarle un mal trago se lo evitó, que es barato y no cuesta nada, así que no te confundas que no me he acojonado.

  • Pues suelta lo que sea, aquí entre los dos, que no le diré nada a Macarena.

  • Muy bien. Tienes un berrinche por tu separación, hay cosas peores en la vida te lo aseguro. Coño que estas viva que no es poco. Espabila y no seas tan pija, tan ñoña y avanza.

  • Tu que sabrás…

  • Lo que sé es que te haría falta una buena paliza, como una niña pequeña en ese culo que tienes y se te quitaría todas las tonterías.

  • Y quién me iba a dar la paliza… ¿TU?

  • Podría, claro que podría.

  • Que chulito, típico madrileño.

Me fui y regresé con los demás. Nos íbamos ya todos, cuando se ofrecieron a llevar a Amparo y todos nos quedamos perplejos con su respuesta y el que más yo… “No que me lleva Carlos, que hemos hecho las paces y me ha prometido que me iba a dar una cosa” algunos me miraron y no dije nada. Como ella llevaba su coche le dije que me siguiera, pero aun así le di mi dirección por si me perdía. Iba conduciendo y veía que no conducía mal, no me perdía. Al llegar a mi casa, me baje y como había visto que no había sitio donde aparcar, le indique que se metiera en la cochera detrás de mí. Tenía dos plazas y ahora una la tenía vacía. Subimos hablando sobre que conducía muy rápido y que si es que quería dejarla atrás… Fuimos directamente a la terraza y le puse un refresco, porque decía que no bebía mucho y que no le gustaba perder la perspectiva de las cosas.

  • Amparo, no te quedes ahora en silencio, es el momento en el que me cuentas porque estás aquí.

  • ¿De verdad te lo tengo que explicar?

  • Inténtalo. (Aunque sabía de sobra lo que iba a pasar)

  • Por lo que me han contado mis amigas, somos muy iguales y lo que yo he visto, que eres un poco chulo y cabroncete.

  • No creo para nada que seamos iguales. Y si es en el sexo mucho menos, porque en eso soy el que manda y soy bastante duro.

  • Pues lo contrario de mi marido, porque todavía es mi marido. Lo que no me gusta de ti, que eres un mentiroso.

  • ¿Por qué dices eso?

  • Porque esta casa y lo que hay en ella, no es de un simple autónomo. Tonta no soy. ¿A qué te dedicas?

  • Jajaja… a trabajar.

No quise avanzar más en esa conversación y minutos después, se puso a dar vueltas por el salón, hasta que se dirigió a las habitaciones y no sé si por lógica fue a la mía, que era la última. Viendo que tardaba más de lo normal, me acerque a la habitación y estaba en la cama completamente desnuda. Era una mujer descarada, con decisión, las que me gustan. Al verme se puso a acariciar su coñito y me decía… “Llevo medio año consolándome así, espero que me consueles mejor”me acerque y mientras lo hacía me iba desnudando. Cuando me vio desnudo y empalmado hablo y casi estropea todo… “Madre mía, estas mejor surtido que mi marido, porque el…” y le dije que no me hablara mas de su marido salvo que la preguntara.

Me puse en el costado de la cama diciéndole que a que esperaba. Se puso de rodillas y me empezó a comer la polla. Desde mi posición, se le veía una forma de culo muy bonita. Aunque no se veía al completo. Hacía muy bien la mamada, me agache, acaricie su culito y toque su coñito, estaba bien mojado. Acaricie la entra de su culito, respiro profundo y no se quejó, menos mal que no era de esas que se asustan e imaginaba que no era la primera vez que se lo hacían.

Me acosté en la cama y nos pusimos a hacer un 69 que empezó normal y acabo de forma bestial. Porque ella estaba arriba y cuando se fue poniendo al máximo, se apretaba contra mi boca, moviéndose como una culebra, de un lado para otro hasta que se corrió. Para hacerlo se quitó la polla de la boca y otra cosa que me gusto, no es que chillara, pero se vació para correrse, no se contuvo. Quería que la follara pero me dijo… “Te tienes que poner algo, porque ni tomo nada, ya no llevo el DIU y no me esperaba estar en esta situación” se la veía agitada, lo normal después de una buena corrida, me estire y de un cajón saqué un condón, se lo di para que me lo pusiera, se echó a reír diciéndome que jamás había puesto uno.

No hacía falta que lo jurara, tardó un poco pero lo puso. Dudaba, sabía que era porque posición tomar, se tumbó boca arriba y era una visión perfecta de sus tetas y del resto de su cuerpo, no tenía ni un gramo de grasa, las tetas aunque no estaban rígidas, se veían perfectas, un pezón mas puntiagudo que grande, de color rosado. Como seguía un poco nerviosa, cogí mi polla y se la pase por el coñito sin metérsela, logrando ver como cerraba y abría sus ojos, como lo hacía también con su boca. La cara de nervios de tensión, se le iba quitando y la cambiaba por una cara de excitación suprema. Ya se iba animando y trataba de cogerme por las caderas estirándose, para atraerme hacia ella. Se puso todo mucho más caliente cuando pegue mi polla a su clítoris, soltaba gemidos, era tan extensos como duraba mi polla en su clítoris.

Una cosa curiosa fue que no nos habíamos besado, nos habíamos comido el coñito y la polla, pero ni un solo beso. Porque desde el principio me di cuenta de que no quería besos. Lo mejor de esta situación, es metérsela cuando menos se lo espera y así lo hice, porque se llevan una buena impresión cuando la metes y con Amparo no fue distinto. “OOOOOHHHHHHHH… que bestia, pero que bueno, ahora si por favor, dale hasta agotarte lo necesito” y no la defraudé, observe que cuando me pegaba mas a ella, Amparo lo disfrutaba mas, por eso me quede más pegado. Era muy sutil y no me dejaba su boca a tiro, pero sí me comía su cuello, sus orejas y bien cachonda que se ponía.

Note que se iba a correr y solo la putee un poco bajando el ritmo, me gusto su protesta con murmullos sin decir nada y cuando acabo de protestar me puse a tope embistiéndola. Esta vez se corrió más fuerte y apenas había acabado de correrse, tuvo dos corridas más seguidas. Donde fue el desparrame gritando, esta vez sí que fue potente. No baje el ritmo, porque me quería correr también y ella con un hilo de voz me preguntaba… “¿Es que no te cansas nunca?” ni la conteste estaba a lo mío, a punto de recibir mi placer. Amparo empezó a decir… “Madre mía, madre mía… otra vez, no puede ser… AAAAAHHHHHHH… JODER DAME MAS FUERTE NO PARES…” y así fue hasta que empezó a correrse ella y poco después lo hice yo, empotrándola bien.

Nos quedamos tumbados los dos boca arriba y le dio la risa y antes de que le preguntara el motivo… “Perdona que me ría, pero tú también debías de llevar tiempo sin meter, porque… ¿Te has visto el condón? Porque lo estoy viendo en vivo y directo, que si no diría que había truco… tu con esa cantidad dejas a cualquiera preñada en la distancia, que bárbaro”, no hice ningún comentario a lo que había dicho y solo hable cuando me preguntó si podía fumarse un cigarro. Nos fuimos a la terraza. Me fui tal cual, completamente desnudo, con una toalla grande para ponerla en la hamaca. Ella se colocó una camisa mía.

  • Fíjate Carlos, nos acabamos de conocer, no sé nada de ti, salvo que no eres autónomo, no eres lo que dices. Lo mismo hasta eres un traficante o el hijo de alguien importante. No lo sé. Sin saber tu tampoco nada de mí y me has ayudado mas que nadie.

  • En algunos momentos, la vida se vuelve muy puta. Te jode por todos los sitios. No te acabas de recuperar de un hostiazo, te llega otra hostia y después otra… lo importante es saber aguantarlas y recuperarte, que algunas dejan cicatrices para toda la vida. Tus cicatrices por ejemplo están ahora mismo en tus ojos, pero con el tiempo volverán a estar perfectos.

  • Me da que tú has recibido unas cuantas. ¿Por eso estás en Valencia? ¿Huyes de algo?

  • Jajaja… Precisamente llegué a Valencia no huyendo.

  • Pero veo que te arrepientes de estar viviendo aquí o eso intuyo. No te gusta mi Valencia.

  • Jajaja… no se trata de si me gusta o no me gusta. Me he encontrado con todo tipo de gente, pero me quedo con gente como Manuel y Macarena. Pero para responderte mejor toma nota de esta canción y la escuchas, “THIS CITY DE Sam Fischer” en ella tienes la respuesta a tu pregunta.

  • Pero qué dice la canción…

  • Cúrratelo un poco. Tradúcela tú y si nos volvemos a ver… ya me contarás.

Me empezó a detallar lo que le había ocurrido. No me apetecía oírlo, pero la escuché. Al final vino la gran pregunta… “¿Tu qué opinas? ¿Qué crees que debo hacer?”, me supo mal, no me pude contener y pegue una de las mayores carcajadas de mi vida… “JAJAJA… JAJAJA… a donde has venido a preguntar. Sabes ese refrán que dice… `Consejos vendo y para mí no tengo´, pues sería una incoherencia que yo te pudiera asesorar o contestar a esas preguntas” se le quedó cara de no entenderme.

Se levantó se acercó a mí y no me dijo nada se agacho y nos dimos un morreo que valía por todos los que no nos dimos esa noche y luego me dijo sonriente… “Don Carlos… el hombre misterioso… jajaja y besa bien el condenado” se fue a la barandilla de la terraza y decía que tenía buenas vistas. Le respondí entre risas que mejores vistas tenía yo, rápidamente supo a qué me refería y movió el culo un par de veces. Esos movimientos me provocaron lo justo para levantarme y colocarme detrás de ella. Subí la camisa para poder ver bien el culo. Apenas había luna, aun así se veía un buen culo. Me pegue del todo a ella, para ver lo que veía.

Mi polla creció entre sus piernas y no nos decíamos nada. Me movía y con la ayuda de mi mano, apretaba la polla, para que rozara todo su coñito desde atrás hasta su clítoris. Le lograba sacar buenos jadeos. Su respiración aumentó ostensiblemente y sin pensárselo se la metí en el coñito, de momento no se quitó, pero me decía… “Por favor sácala que contigo la marcha atrás es poco, que si echas solo la mitad que antes me dejas preñada seguro, no seas malo sácala”, mi idea había sido solo mojarla, para lo que quería hacer y se la coloque en la entrada del culito.

Se agarró bien a la barandilla y no dijo nada. Una vez que entro un poco, me agaché más y empecé a acariciar su clítoris. Me follaba su culito con paciencia y sin dejar abandonado su clítoris. Tenía metida la mitad de la polla más o menos, cuando me dice… “Ya puedes” y entendí lo que entendí, de un solo golpe de caderas le metí la polla de golpe, se le escapó un “ASIIII…” y mi ritmo fue cada vez más frenético. Para serlo más tuve que dejar de acariciar su clítoris y agarrar bien sus caderas, para empotrarla en condiciones, como merecía y como no podía ser de otra manera en mí, azote suavemente su culo, al no protestar fui en aumento de la cantidad de azotes y de la intensidad. Hasta que Amparo me dijo… “Si esperas que te diga que pares vas de culo” nuestras corridas fueron espectaculares y ella me decía riéndose… “¿Pero cuánto llevas sin meter? Que no veas lo que está cayendo al suelo” Se quedó dormida en la hamaca mientras se fumaba un cigarro. Se lo quite de la mano, lo apague y fui por una sábana para taparla.

Me quede dormido en otra hamaca y me desperté antes que ella. No sabía si tenía que levantarse y si lo tenía que hacer tampoco sabía a qué hora. Me duché, me vestí y le preparé el desayuno. Como no sabía que desayunaba. Le prepare un tazón de leche caliente, café, le lleve un bote de cacao, cereales y unas tostadas, para que le pusiera aceite, mantequilla y mermelada, lo que quisiera. Entonces la desperté. Estaba más sonriente que en la cena. “Que sepas que no quiero hacerte un feo, pero no me voy a desayunar todo esto, jajaja…”, al final se tomó un café con leche y una tostada con aceite.

Estaba de turno de tarde. Entraba a las dos de la tarde. Me contó su vida profesional, era como Victoria licenciada en ADE, pero había trabajado en todo menos en lo suyo. Algunos trabajos con un poco más de relación, pero la mayoría nada. Mande un WhatsApp avisando que llegaría más tarde. Miro la hora y dijo si es tarde y tú tendrás que ir a trabajar. Al decirle que no había prisa, sonriéndose de nuevo… “Uy, uy… cuánto misterio… va ganado traficante… que lo sepas” dijo que se iba a dar una ducha y que con mi permiso se tomaba otro café.

Tardo y salió duchada, el pelo mojado y vestida. Hice café para los dos y nos sentamos en la isla de la cocina. Vibro su móvil, era Amalia. Amparo no cogió el teléfono y puso el altavoz…

  • Amparo soy Amalia.

  • Ya lo he visto, dime.

  • Como que te diga… ¿Qué pasó? ¿Qué te tenía que dar? ¿A qué hora os despedisteis? Todas esas cosas.

  • Espera un momento que me entra una llamada (me pregunto si mentía o podía decir lo que quisiera y mi respuesta fue la misma que suelo dar, haz lo que tu creas que tienes que hacer) Ya estoy, pues nos fuimos a tomar algo.

  • ¿Pero qué era lo que te tenía que dar?

  • Pues me dijo que me merecía unos azotes y chica…

  • Venga déjate de tonterías.

  • Que no son tonterías, no nos hemos despedido porque todavía estamos en su casa y si, estuvimos follando como cerdos.

  • ¿A ver cómo es su casa?

  • Pues no me he fijado mucho la verdad, estaba en otras cosas. Te puedo decir como es la cocina que es donde estamos tomando el café. Mira mejor que te salude Carlos (Me limite a decir buenos días Amalia)

Amalia le pidió disculpas por molestar y que ya la llamaría. Me decía que llevaban meses presentándole tíos y diciéndole que lo que tenía era que follar con alguien, que así las penas eran menos penas y que ahora le censurarían que haya sido conmigo, ya verás. Ya nos fuimos y la conclusión que saqué, que follaba bien, pero que seguro que follaba mucho mejor, que había estado tensa. Buen día creía que se me presentaba e iba a ser agridulce. Al llegar tenía una llamada de Cesar el que tenía el despacho de abogados. Hable con él y tenía algo importante que decirme, que vendría su hija cuando pudiera hablar con él. Porque su yerno estaba de juicios. Le dije que cuando quisiera, que ya estaba trabajando.

Carmen la hija de César venía que rompía. Un traje rojo pantalón ajustado y chaqueta, con una blusa negra con botones y zapatos con tacón negros. Llevaba un botón de más desabrochado, insinuando más que enseñando. Me las prometía muy felices, sobre todo por la sonrisa y mirada picara, todo hasta que hablo… “Para que veas que trabajamos bien… tienes un serio problema en tu casa”, trato de disimular mi desconcierto ante esa afirmación y como si no le diera mucha importancia le pregunto, aquí ya me costaba disimular… “Una persona de aquí, le ha pasado información de todo tipo a quienes te han visitado, por eso sabían tanto. No me refiero a lo personal, me refiero a la valoración, proyectos…”, ya me estaba poniendo enfadado, porque me costaba creer que fuera cierto, me fiaba de las personas que manejaban esos tipos de datos y llego mi pregunta lógica, si sabían quién era.

No titubeó diciendo el nombre y si me pincharan en ese momento no me saldría sangre, no podía ser. Era la número dos de Victoria. Se ofreció a investigar más y le dije que no, que lo sabría en menos de una hora. Llamé a la central y como hago muchos días le dije que se pasara por aquí. Mientras hablamos de asuntos legales, porque no estaba para otra cosa. Cuando llegó le pedí a Carmen que me dejara solo. Nada más entrar fui directo, aunque ella estaba abriendo su cartera para enseñarme no sé qué papeles. “Te quiero hacer un máximo de dos preguntas, según la respuesta de la primera haré una segunda o no. ¿Le has pasado información a XXXXX?”, se quedó demudada y aunque no me respondiera ya sabía la respuesta, me contestó que sí. La segunda pregunta fue… “¿Por qué?”, encogió los hombros y respondió un lacónico no lo sé. “Deja aquí esos documentos, no vuelvas por el despacho y te llamare, ahora fuera”.

No quería llamar a Victoria y menos para esto, pero tenía que hacerlo, era casi familia de ella, la selecciono y… Hice la llamada… “Jajaja… como sabía que me ibas a echar de menos, que poco has tardado. ¿Dime que incendio has provocado?”, no me anduve por las ramas y le detalle todo, varias veces tuve que preguntarle si seguía en línea. La conocía bien, estaba aguantando llorar y eso que era dura… “Carlos haz lo que tengas que hacer, lo que harías con cualquier otra persona en las mismas circunstancias y la única culpa es mía por haberme equivocado con ella”, al final me tocó consolarla y logre sacarle una sonrisa. Una vez acabe la conversación, fui a buscar a Carmen y seguimos hablando de la línea que íbamos a tomar.

  • Ya está todo claro, se lo expondré a mi padre y a mi marido. Pero ahora quiero hacerte una pregunta que me llena de curiosidad… ¿A qué vino la invitación a cenar, a dos mujeres y sin sus maridos?

  • Pues a que va a ser… ¿Y siendo abogada me preguntas eso?

  • Pues sí. porque si me lo hubieras propuesto a mi sola o a Mayra, pues estaba claro, pero a las dos… y sigo diciendo, SIN MARIDOS.

  • Jajaja… y si hubierais venido las dos, ¿Qué hubiera pasado?

  • Aquí sí te puedo dar una respuesta segura. Conozco a Mayra desde hace unos dieciocho años y ni a ella ni a mi nos van las mujeres.

  • Pues nunca sabréis cuáles eran mis intenciones exactas. Lo que sí me he dado cuenta que lo habéis hablado y eso no es mala señal, ah y lo de los maridos, fue por el tuyo, que no me ha caído bien.

  • Pobrecillo, si no lo conoces.

  • Soy de primeras impresiones y lo vi muy subidito, sobre todo contigo y en algún momento conmigo. No lo mande a la mierda porque estabas tú. Ahora me pregunto yo, ¿Si Mayra dijera que sí a la cena, tú qué harías?

  • Te diría que sí, pero te va a decir que no.

Le dije que no dijera nada. Llamé a Mayra, no me cogió, le dejé un mensaje para que me llamara y al rato me llamó. “Hola Mayra, mira estábamos hablando Carmen y yo, ha salido lo de la cena y ha dicho que por ella no hay problema, ¿Tú te apuntas?” dudo un poco y la respuesta fue muy buena… “Lo de cenar es imposible del todo sin Manuel, pero… una comida o una merienda, sin problemas” le dije que a las dos y media en mi casa. Carmen riéndose me decía que era un tramposo un farfullero, pero aceptó y me dijo que se iba para poder buscarse una coartada. Iba a salir por la puerta, se volvió… “Soñar es gratis, pero no te hagas ninguna ilusión, posibilidades CERO”, me sonreí.

Me vino a mi cabeza otra vez el dicho de… “Días de mucho, vísperas de nada” aunque mi intuición me decía que con ella había muchas posibilidades. Empecé a pensar en una comida que se pudiese hacer rápida, nada de las que me llevan dos horas. Rápida y suave. Me marché bastante antes y pase a comprar algunas cosas frescas y como siempre en el Corte Inglés, que tenía de todo. Como ya llevaba la idea en la cabeza, tardé muy poco en comprar y por la hora que era, iba ajustado. Llegaron las dos a la vez, venían juntas. Mayra venía más discreta, más sencilla y formal que Carmen. Una falda negra y una blusa blanca. Las hice pasar y les dije que podían dejar sus cosas donde quisieran, porque venían con dos carteras. Carmen se quitó la chaqueta y buen cuerpazo. Ahora se le notaban más las tetas.

Tenía preparada la mesa en la terraza y solo quedaban unos minutos de horno. Les puse un vino y se vinieron a la cocina conmigo, porque no se creían que cocinara. Avanzare el relato y decir que la comida fue un éxito y nos tomábamos unos licores. La cabeza se me iba a lo sucedido en el trabajo, seguía con mal sabor de boca. Y me preguntaron qué me pasaba, diciéndoles para salir del paso que estaba pensando en “maldades” y ellas me preguntaron con curiosidad. Para salir del paso dije sin pensármelo y en ese momento sin intención… “Pues jugar un póker” y Carmen como si hubiera dicho una tontería… “Pues vaya… ¿Dónde está ahí la maldad?” y mirándolas ahora si con intención… “Es que no jugaríamos dinero, era jugándose las prendas”, Mayra decía que cuando era joven jugó alguna vez y siempre salió bien parada. Llegaron las fanfarronadas, que si era porque no jugó contra mí, Carmen que ella era la mejor con los faroles… y me lo pusieron a huevo, las rete. Se quedaron en blanco. Se miraron y al final aceptaron, pero no querían jugar en la terraza aunque no nos viera nadie y nos metimos dentro.

Me disgusto, porque donde guardada los juegos, no estaban las barajas de cartas. Me acordé de Ray y todo su árbol genealógico, menos mal que después de mirar en varios sitios las encontré. Como estaba en desventaja, porque tenía nada más que tres prendas y ellas una más, quedamos en que la primera que perdiera yo, no contaba. Si todo iba normal, ya no bien, en pocas manos estaríamos si no desnudos, con una buena visión.

Las primeras dos prendas las perdió Mayra, que se quedó demudada pero no se amilano. La ropa interior era negra y transparente, de buen gusto. Se le trasparentaban los pezones, eran oscuros. Vamos perdiendo prendas, quedándose ellas en ropa interior y yo en bóxer. Mayra que empezó lanzada, ya no perdía una mano. Era un momento crucial, quien perdiera la próxima mano, le tocaría enseñar algo, por mi parte no había problema.

Pierde Carmen. Se podía quedar sentada para quitarse el sujetador, pero no, se levantó, hizo una exhibición quitándose el sujetador que era blanco y no enseñando nada, porque en un visto y no visto, sus brazos los taparon. Se sentó y una vez que lo hizo apartó los brazos, dos tetas grandes algo caídas y los pezones marrones claro en su erección máxima. Pierdo yo y solo tenía una prenda, en vez de levantarme, me la quite y la mesa tapaba el que no pudieran ver nada. Protestaron en plan jocoso, pero por dentro con muy mala leche. Me hicieron poner de pie. Se miraron, se pusieron rojas y no dijeron nada.

No perdí ni una mano más y las siguientes las perdió Mayra que se quedó desnuda como yo. estaba depilada completamente. Carmen se aplaudía ella sola y como le quedaban las braguitas, acordamos castigos. Mayra recalcó que fueran suaves, que no valía pasarse. Volvió a perder Mayra y acordamos que le tenía que dar un beso a uno de los dos. Dijo que a ella no y que a mí solo un piquito, Carmen que estaba muy lanzada, dijo que de eso nada que por lo menos los labios bien pegados un par de minutos.

Se resignó y al tener la erección que tenía, no sabía cómo colocarse, me ofrecí a dárselo yo estando ella sentada. Pegue mi boca a la suya y no la abría, abrí la mía un poco, saque la lengua, ella apretó más la suya y segundos después nos dábamos un morreo de escándalo, de más de dos minutos y mi polla rozándola. Todo llevaba buen ritmo y de pronto en contra de todo pronóstico, Carmen que era la más lanzada de las dos, sin saber el motivo, se vistió a toda marcha, dijo que se iba y nos dejó sin darnos tiempo a nada.

Mayra fue al baño e imaginaba que se marcharía después de la espantada de Carmen. Mayra según apareció… “No entiendo nada de lo que ha pasado, ¿Me he perdido algo?”, no pude más que encogerme de hombros porque estaba igual que ella. Cogió su vaso bebió, se acercó a mí, se sentó horcajadas sobre mí y nos besamos. Mi polla otra vez se puso en alza. Se pegaba a mí y su coñito se rozaba a todo lo largo de mi polla, cambiándole la respiración. Quedándose bien pegada, me dijo que un momento, se levantó y fue a su bolso, sacó su móvil y llamó a su marido, para decirle que se había encontrado con un par de amigas, por si se retrasaba.

Se pusieron a hablar de asuntos profesionales y me acerque a ella, metí mi cabeza entre sus piernas y con mi lengua empecé a jugar con su coñito. Me gustaba verla pasar de frases con contenido, a simples monosílabos o frases muy medidas para que no se le notara nada. La mano que tenía libre la usaba para apretar mi cabeza contra su coñito, viéndole como me hacía gestos de que estaba muy cachonda. Pase a lamer y comer su clítoris, mis dedos dentro de su coñito y en el momento que atrape su clítoris con mis labios, para luego pasarle la punta de la lengua, no podía aguantarse y a lo contrario que suelo hacer, de pararme para que se desesperen, esta vez fue lo contrario, hice que se corriera. Lo hizo en silencio, mordiéndose los labios, haciendo gestos exagerados.

Como el marido era un plasta, porque a pesar de que ella le decía que luego lo hablaban, seguía hablando sin parar. Me puse un condón y mientras lo hacía, ella movía la cabeza diciendo que no y señalándome con su mano libre que esperara un poco. Me senté junto a ella, forcejee un poco con ella, hasta que se sentó encima, coloque mi polla y ella la agarro, la colocó en la entrada de su coñito y se fue sentando suavemente sobre ella, hasta que el último tramo se sentó de golpe y le salió un ruido por la boca, que disimuló con un carraspeo.

Los primeros movimientos eran imperceptibles, pero poco a poco se fue animando, sobre todo cuando le empecé a comer las tetas. Puso el altavoz y dejó el móvil en el cabecero del sillón, se abrazó a mi cuello mientras se movía ahora con más brío y de fondo teníamos la voz de su marido, hablando de asuntos legales. Abracé su culito y le metí un dedo, que de forma rápida ella me quitó la mano y mirándome seria me decía con la cabeza que no.

Estaba tan cachonda que le dijo a su marido que le llamaban sus amigas que luego hablaban y el cómo despedida… “Pásatelo bien amor”y ella le contesto… “No te preocupes que me lo estoy pasando muy bien, como nunca”, lo mejor que lo dijo con mucha naturalidad. Desconecto el móvil y se puso como una fiera. Estaba tan cachonda que ahora no protestaba por tener un par de dedos en su culito, es mas le gustaba. Estuvimos follando por un buen rato y decía que ya se tenía que ir, pero quería follarme ese culito y se lo dije, Mayra como con pena… “Eso es solo de Manuel…” me parecía una tontería y se lo dije.

No quise insistir más, para ser la primera vez no había estado mal. Se fue al baño llevándose la ropa y salió vestida. Se sentó y dijo que ya no la podía tocar. Me pareció extraño y me contó el motivo… “Es que cuando hago el amor se me ponen unos ronchones rosados y necesito relajarme para que se me quiten. Porque si mi marido me ve así se dará cuenta”, era verdad, porque encendí mas luces y tenía unos ronchones muy llamativos. Mientras me confesó que exceptuando una vez que se morreo con un desconocido, jamás le había sido infiel a su marido, salvo de pensamiento.