Sexo entre tres ejecutivos.
De cómo Gonzalo sustituyó a Adrían
Es una continuación del relato Sexo entre ejecutivos, que podéis encontrar en mi perfil.
Cómo era de esperar, después de lo que había pasado el viernes, Adrían me llamó a su despacho a las 6 de la tarde del lunes. El muy cabrón estaba descalzo jugando con sus zapatos de antifaz. Se estaba descojonando. “¿Qué tal estás? Me has evitado todo el día y yo que quería quedar contigo en los baños, ja ja”
“Yo no quiero comprometerte, normalmente nos decíamos solamente hola y nada más, no quiero que nadie piense mal, más por ti que por mí, por eso lo he hecho”. El me lo agradeció y me dijo si podía volver a pasar una noche conmigo. Le contesté que no me había quitado su polla de la cabeza durante todo el fin de semana, pero pedí que no se viniera arriba, que en la oficina pasaba, estaba sentado en su silla, descalzo con su pantalón de traje a reventar y con las piernas muy muy abiertas, me estaba poniendo cardíaco.
Se calzó, se colocó la polla mirándome fijamente y me dijo que estaba loco por una mamada mía. Le dije que se enfriara, que luego quedábamos a tomar algo y salí de allí a terminar mi tarea diaria. A las 8 y media nos encontramos en el bar de enfrente. Me decepcioné porque no estaba solo, estaba con Gonzalo, un pijazo también mayor que yo, os recuerdo que tenía 23 años por entonces, que era, este sí, un tío guapísimo. Tenía 6 años menos que Adrian, 39 y era más alto que él. Entre rubio y castaño claro, ojos marrones y repito, muy muy guapo. Juntos parecían un anuncio de esos de grandes almacenes vendiendo trajes, perfectos y como curiosidad con los mismos zapatos, pero cada uno de un color. En Adrian negros con ejecutivos azules y mientras que Gonzalo los tenía burdeos con calcetines del mismo color.
Me hicieron una señal y me uní a ellos con una cerveza. Me extrañó que Gonzalo, con quien había trabajado en un proyecto, no mostrara sorpresa ante mi repentina amistad con Adrian, pero no le di más importancia y nos pusimos a charlar. Cuando pedimos la segunda ronda y en un momento que Gonzalo se va al baño, Adrian me dice que se lo ha contado todo. A mi que supiese Gonzalo que yo era marica me daba igual, lo sabía ya mucha gente, pero que el gilipollas de Adrian le hubiese contado el polvo que me había pegado el viernes, me enfureció.
“No eres mi pareja, no eres un follaamigo, eres el uno de los jefes con el que he tenido un polvo, tío, esto nos puede traer problemas” “Tranquilo, Gonzalo es muy abierto de mente y entiende lo que no ha pasado, de hecho, quiere participar”.“¿Un trio? ¿Y qué te hace pensar que a mí me guste la idea?” Se empezó a partir el culo, a reírse en mi cara y a decirme “venga, ya, si yo te gusto, Gonzalo te tiene que flipar, cuando le veas la polla vas a alucinar”, ahí se quedó el tema porque el susodicho regreso del baño y viendo mi cara dijo “veo que habéis hablado ya, ¡la última en mi casa!”
Adrian cogió su coche y yo fui en el de Gonzalo explicándole que lo de Adrian había sido excepcional y me coge la mano, la lleva a su paquete y me suelta “Mira Pablito, desde que me enteré de que eras gay tengo unas ganas de reventarte el culo que no veas. Pensé que se mi insinuaba te ibas a sentir acosado, pero después de lo de Adrian…” casi no le escuchaba, mi mano se había quedado en su paquete, una polla bestial, no podía creerlo iba a probar al tío más bueno de toda la oficina y para colmo tenía una polla enorme.
Cuando llegamos a su casa le dijo a Adrian que se pusiera cómodo, y éste se quito la americana y la corbata, pero a mí me dijo que me desnudara. Su carácter era más autoritario, se puso muy cerca de mí, y cuando ya estaba en calzoncillos me empezó a morrear y a magrear a lo bestia. Era un tío fuerte, musculado y olía muy bien a una colonia muy fuerte. Yo instintivamente le desabroche la camisa y casi me da un soponcio. Un cuerpo perfecto lleno de pelos castaños que e hizo olvidar que Adrían estaba por allí. No paraba de decir que yo le encantaba, que qué ganas me tenía y de la envidia que sentía porque Adrian me hubiese follado primero.
Se sentaron en el sofa, ya los dos sin camisa, pero con los pantalones y me pidieron que les quitara los zapatos y me comiera sus pies. Los dos tenían el mismo número y unos pies enormes que me afané por chupar, oler y lamer. Cuando los fui desnudando y ya solo tenían slip me percaté del pollón de Gonzalo, aun más grande que el de Adrian y en sus pelotas perfectas llenas de pelo. Se peleaban por meterme la polla en la boca, a veces las tenía las dos y no me entraban. Ellos ni se tocaban entre sí, solo querían usarme a mí. Adrian notó que la polla de Gonzalo me volvía loco y se levanto para ir a mi culo hasta que oyó “ni se te ocurra, hoy me lo follo yo, no quiero que me lo abras” y resignado volvió a poner su polla en mi cara mientras que Gonzalo se afanaba en meterme su monstruo.
No cabía, el tio gruñía y empujaba más hasta que de golpe me la metió. Estaba ensaretado en dos pollas, pero con Gonzalo parecía que había perdido la virginidad, era tan grande que estaba al borde del desmayo y ni me percaté que Adrian me llenaba de leche la boca. Noté que estaba algo cohibido por la potencia de Gonzalo y no sé hasta que punto se arrepentía de haberme compartido. Gonzalo seguía empujando y yo estaba casi perdiendo el conocimiento cuando de una estocada me llenó el culo de leche, una cantidad inmensa y siguió un rato empujando para cerciorarse que me llegaba bien al fondo. Nunca me había sentido tan lleno. Se desplomó sobre mi dándome besos en el cuello y yo me corrí sin apenas tocarme.
Adrian el pobre, se estaba vistiendo y me dijo, con la amabilidad que siempre había mostrado, que si quería que me llevaba a casa. Gonzalo enseguida se puso serio “De eso nada, tu te piras, pero Pablo se queda aquí y como vea que te vuelves a acercar a él te meto una paliza” Adrian estaba estupefacto pero miedoso, tanto que me dio hasta pena. “hazte a la idea que Pablo es para mí, además, Pablete, di que polla te gusta más” yo me callé para no avergonzar a Adrián que se despidió triste y nos dejó solos. Aún más joven, Gonzalo era más hombre y por bocazas, Adrian se había dejado ganar por él.
“Hoy te quedas aquí” yo le dije que estaba muy bueno y todo lo que quisiese pero que el rollo amo/esclavo no era para mí. Que no era el primero ni iba a ser el último y que yo decidía lo que iba a hacer. Mucho más suave, abrazándome me dijo, “por favor, me gustas mucho, quédate” y me desarmó.
Me hizo enjuagarme la cara y la boca, “no quiero que tengas la lefa de ese gilipollas que cuenta intimidades” y me invitó a su cama. Me volvió a abrazar y a pedir que no me fuera y se quedó dormido. Me desperté antes que él y al verlo sentí que me había enamorado. Era perfecto, un adonis y se había fijado en mí. Acaricié su pecho y lo destapé para ver el tremendo empalme mañanero que tenía. Me llevé la polla a la boca y se la estuve chupando un rato mientras dormitaba, cuando se despertó empezó a acariciarme la cabeza y a decirme que le encantaba que lo despertase así y se volvió loco cuando le dije que quería beberme su leche. Seguí chupando y masajeando sus huevos hasta que apretándome la cabeza contra su cuerpo me llenó la garganta de semén. Contento, me abracé a el y me pajee mientras tenía mi cara metida en su sobaco, eso le hizo gracia, pero se dejó hacer.
Por la mañana fue todo amabilidad. Me duche en su casa, me dejó unos calzoncillos y unos calcetines para cambiarme (algo que me gustó mucho) y me preparó el desayuno. Fuimos juntos a la oficina, yo estaba algo ilusionado y me dijo “No decía lo de Adrián de broma, como vuelva a verte con él se la carga, es un gilipollas que va de homófobo y luego bien que te folla, que le den por el culo. Yo no me avergüenzo y quiero que todas las mañanas entremos juntos, no me importan lo que digan” A mí me dio pena y no le iba a hacer caso porque Adrián había sido superamable conmigo, pero es que Gonzalo me volvía loco.
En el ascensor me besó y autoritario me dijo “no hagas planes para el resto de la semana, te vienes conmigo a casa” yo lo miré como diciendo ¿de que vas?, pero su sonrisa me desarmó, “cuenta con ello” de dije mientras se cerraban las puertas.