Sexo entre ejecutivos.
Uno de los jefes de mi empresa se entusiasma después de una copas.
Tenía yo 23 años por entonces. Había entrado a trabajar primero como becario y luego me había quedado como consultor junior en una gran empresa. Bien parecido, estaba contento con mi 1.80 de estatura, una cara agradable y un peso normal sin estar muy definido. En los días de verano de Madrid, aprovechaba las tardes para ir a un gimnasio que había cerca la oficina porque además de las salas de máquinas tenía una gran piscina.
Mucha gente de la oficina iba al mismo gimnasio y eso era algo que me imponía un poco. Todos eran conscientes de mi condición sexual y soy muy afortunado porque nunca hubo ni un mal gesto, ni ningún reparo contra mí. A mi me gustaban algunos de los hombres de la compañía, pero solo en mi imaginación, ni se me pasaba por la cabeza algo con ellos.
Adrian tenía 45 años entonces y era uno de los jefes. Yo había cruzado pocas palabras con él, pero me resultaba atractivo. Muy moreno con canas, siempre trajeado y con sus zapatos mocasines de borlas, era el típico hombre que me gustaba. Un viernes por la tarde, un día en que el gimnasio está medio vació me lo encontré allí. Estaba en el vestuario a medio vestir, llevaba la camisa blanca abierta, unos slips del mismo color y tenía los calcetines ejecutivos puestos hasta casi la rodilla. Me quedé embobado mirándole. Me encantan los hombres a medio vestir y el se dio cuenta y me dijo: “Vaya Pablo ¿también entrenas está tarde?"
Por fortuna parece que no se había dado cuenta del impacto que causó en mi y se siguió desnudando para ponerse la ropa deportiva. Era de los que deja los zapatos fuera de la taquilla, con los calcetines metidos dentro así que cuando se fue para la sala y consciente de que estaba solo, me senté en el banco y me los llevé a la nariz. Primero los zapatos, un número 44 muy usado con sus borlas y luego los calcetines, porque me encanta en olor de un tio después de currar.
Como no podía hacer nada, me cambié, hice mi rutina y nos volvimos a ver ya saliendo del gimnasio los dos duchados y perfumados. Me sorprendió cuando me dijo que si quería tomar una cerveza y aprovechar para hacer algo de aftework. Ya en el bar pude olerlo bien y recrearme en su aspecto. Tenía barba de unos días, no se afeitaba los viernes, y con los botones superiores desabrochados, ya se podía el vello de su pecho. Olía a un perfume de esos muy fuertes que me encantan así que aun no pudiendo hacer nada, por lo menos me podía conformar para después recordarlo.
Después de hablar un poco de la oficina, de los planes para el fin de semana y otras banalidades me preguntó por mi situación. Él estaba al tanto de mi sexualidad y me preguntó si me había resultado difícil salir del armario. A mi franqueza contestando, siguió preguntando hasta que llegó a preguntarme "¿Y tu como ligas?"
En aquellos años no había aplicaciones, pero ya conseguía quedar con gente en chats, a veces iba al ambiente, pero la mayoría de las veces conocí a gente a través de chueca.com y así de lo comenté. No pude evitar fijarme en su entrepierna mientras hablaba e intuí que se estaba poniendo cachondo, algo que yo creía impensable.
Tomamos un par de cervezas más, él un par de copas, y me soltó una bomba “¿Se la chuparías a un tío como yo?” yo me reí, lo tomé a coña. Le dije que sí, que a mi me gustaban mayores que yo y que el era un tío atractivo, eso lo envalentonó y siguió “¿te gustó?” y volví a reírme porque le dije que esa era la tipa pregunta que me hacían al conocer en vivo a alguien del chat y le contesté “Estás muy bien, si eso te sube la autoestima, pero yo soy consciente de que no todos los tíos son gays o se pueden tomar bien un piropo así que prefiero callarme” y nos reimos los dós.
Me dijo que me llevaba a casa e insistió en coger su coche. Le dije que estaba bebido, que lo dejará allí y que cada uno tomase un taxi para su casa. Cuando nos íbamos a despedir, me da la mano, pero noto que tira de mi y me dice al oído “quiero que me la chupes”. Yo no me lo tomé en serio entonces cogió mi mano y se la llevó a su entrepierna diciéndome “así me tienes toda la tarde, ¿me crees ahora?”.
Llegamos a mi casa en 20 minutos y allí le confesé que había toqueteado sus cosas en el gimnasio, algo que lo volvió loco. Se sentó en el sofá y me dijo que hiciera lo que quisiera, pero que me yo me desnudase entero. Me arrodille y le quite los zapatos uno a uno metiéndome en la boca el pie con el calcetín. Eso nos puso a mil a los dos, le quite los calcetines con la boca y una vez descalzo pude ver su pies grandes y peludos que me encantaron.
Enseguida le desabroché yo la camisa y pude ver de cerca su pecho lleno de pelos con algo de tripa que bese, chupe y olí todo lo que pude hasta que me subió para arriba y me plantó un beso brutal. Yo masajeaba su polla por encima del pantalón y la intuía muy grande. Le bajé la bragueta y mordí el slip blanco que había visto y que tan cachondo me había puesto. Cuando se lo baje un pollón de 20 centímetros y grueso me golpeo la cara. Satisfecho me dijo “¿te gusta?" y ni le respondí porque ya tenía la boca llena de su instrumento.
Se la chupe mientras la masajeaba con la mano y eso lo volvió loco, gemía diciendo que parara que se iba a correr. Yo no podía parar, estaba hipnotizado por semejante polla de la que colgaban dos huevazos muy peludos llenos de leche. Cuando se los empecé a chupar me preguntó si quería leche en mi boca y me amarré fuerte a su tronco hasta que me llenó la boca de su esperma.
Se quedó alucinado. Yo pensé que se arrepentiría y se iría, pero me dijo si quería que se quedase y yo contesté que sí, que podía quedarse a dormir si quisiera. Se puso el calzoncillo y verle así me puso otra vez muy cachondo solo con mirarle. El se colocaba la polla para ponerme aún más burro y me decía que si me gustaba, que la oliese, que le acariciase el slip. Yo estaba saladísimo y nos metimos en la cama. Con la bebida se durmió enseguida y yo me quedé algo decepcionado por tener semejante espécimen en mi cama, pero sin poder hacer nada. Verlo dormir, con la polla morcillona metida en el calzoncillo me excitó, me hice una paja y me dormí.
Como a las tres de la mañana siento que me toquetea, se saca la polla y la pone entre mis nalgas y me dice “voy a preñarte”. Yo sin dilatar, ni estar preparado ni nada, le digo que no, que me va a doler mucho y el me dice que solo me meterá la puntita. Cuando me escupe en el culo e intenta meterla me dice, “solo la puntita, solo la puntita…” y de repente zas, me la mete de un pollazo que me hace hasta saltar las lágrimas. “Ya eres mío” me dice, y comienza un mete saca salvaje. Me empieza a preguntar sobre si me gusta su polla, si es el que mejor me ha follado, si la quiero dentro y yo gimiendo le digo a todo que sí. Me estaba follando sin haberse sacado de toda su ropa interior y yo mordía la almohada del gusto hasta que de un empujón se derramó dentro de mí, me pidió que se la limpiase con la boca y luego se la guardo en su slip para volverse a dormir.
Horas después me desperté oyéndole mear en el baño. Cuando salió, con media sonrisa, me paso el paquete por la cara para que lo oliese bien y se vistió. Estaba guapísimo con su traje, pero se puso sus mocasines sin los ejecutivos diciéndome: “te los dejo de recuerdo, nos vemos el lunes”.