Sexo en una iglesia (2)

Recorriendo el camino hacia un excitante destino de iniciación sexual en trío (PARTE FINAL).

SEXO EN UNA IGLESIA (II).

Mi bajo vientre se había congestionado de sangre y también mostraba actividad. Una mezcla de emoción, excitación y nervios me embargaba. Ninguna película, revista o historia porno me había antes logrado poner así. En aquel sitio sólo se escuchaba el húmedo sonido del machacar de esa verga en la jugosa boca de mi mujer y los ocasionales gemidos de placer por parte del cura. Libere a mi miembro de su encierro y comencé a pajearme lentamente. Me fui acercando a ellos para apreciar mejor del espectáculo y pude notar como el sacerdote iba introduciendo cada vez más su tolete hasta lograr que la nariz de Cynthia se hundiera en su mata de vello, ella con la boca bien abierta, tragando todo ese pito, pudo todavía sacar la lengua y lamerle las bolas, retirándose a continuación muy lentamente hasta sacársela de la boca.

Mi mujer nos sonrió alegremente, orgullosa de su proeza, su cara estaba muy ensalivada y con aquel lustroso miembro bamboleándose enfrente de su rostro.

No resistí más, la lleve hacia el viejo escritorio acostándola, puse su pierna izquierda en mi hombro, separando como podía la entrepierna de su braga y le introduje mi polla en su encharcada panocha, al tiempo que mantenía su pierna derecha separada y pegada a la mesa del escritorio.

Mi pene entraba y salía muy fácilmente de ese húmedo y apretado coño, nunca lo había sentido tan caliente y jugoso como en aquella ocasión. El párroco logró acomodarse apropiadamente, levantando su pierna derecha, para que mi esposa le volviera a lamer las bolas. Volvió a introducirle el falo y reiniciaron otra vez el excitante juego de lamidas y chupadas.

Durante un buen rato mantuvimos esa posición y pude observar como la calva cabeza del padre comenzó a llenarse de pequeñas gotas de sudor, hasta los cristales de sus lentes parecían empañados.

A ratos, él tomaba su verga y con ella azotaba el rostro de Cynthia en la boca, quien con cierta desesperación esperaba a que se detuviera el dulce castigo para volver gozosamente a mamar.

A continuación, el sacerdote se acostó sobre el escritorio y mi mujer procedió a colocársele encima, se arremango su falda en la cintura, tomando la monda con la mano derecha la dirigió a la entrada de su depilada pucha, manipulándola para podérsela insertar.

Mientras el padre halaba con una mano su pantaleta azul hacia la nalga izquierda de ella. Poco a poco, aunque fácilmente ese ancho trasto se introducía en aquella húmeda cuca, hasta que finalmente solo quedo el enorme paquete de los testículos afuera. El cura aprovecho aquello para colocar sus dos manos en cada glúteo de mi esposa sujetando su braga todavía, después abrio ampliamente sus gordas piernas flexionando sus rodillas hacia arriba, momento que aprovecho mi mujer para colocar sus pies en esos huecos y al hacerlo, él dejo caer otra vez el peso de sus piernas aprisionando los talones de Cynthia.

Con este singular abrazo de piernas, ambos se aprisionaban mutuamente como temiendo que el otro se retirara, empezaron a mecerse y el párroco amasaba las grandes nalgas de mi esposa, sobándole el culo con parsimonia.

Jadeos de gozo y el olor del sexo inundaron el ambiente. Yo hale una silla y me senté en ella para poder contemplar la follada y pajearme. Era muy excitante ver el rojizo y gran trasero de Cynthia, como era manoseado por aquel hombre, quien le separaba las nalgas abriéndole la hendidura del culo, como queriendo mostrarme con lujo de detalle la cogida que le daba a ella. La pieza central de esa visión, era la grotesca verga entrando y saliendo de la mojadísima pucha de mi mujer, distendiéndole los labios vaginales al máximo. Estos brillaban por el abundante flujo de jugos y lo mismo ocurría con la polla que salía relumbrante del coño, haciéndose más notable la serie de gruesas venas que la cubrían.

Luego aquel abrazo de piernas donde contrastaban los mofletudos y peludos muslos del padre con los bien torneados muslos de ella, enmarcaba el precioso culo de la hembra.

Nunca imagine que un hombre así fuera el primero que se cogiera a mi mujer frente a mí, logrando lo que otros de mejor apariencia no consiguieron con Cynthia y sobre todo por su condición social. No obstante, para ser un sacerdote, el hombre se la follaba como el mejor y más hábil de los machos, haciéndole sentir hasta el último centímetro de su enhiesta carne y arrancándole gozosos gemidos de placer.

Seguía pajeándome y observando como el párroco continuaba poseyendo a mi esposa con singular enjundia, cuando hubo un cambio de estrategia. Él se quedo quieto, retiro sus manos de las nalgas de mi mujer y solo se mantenía halando la pantaleta con su mano derecha. Cynthia comenzó a culear lentamente y luego en forma progresiva acelero sus movimientos, con los cuales el cipote del cura volvía a entrar y salir. Después al alcanzar la máxima penetración, cambiaba el movimiento a rotaciones en círculos como queriendo marear a esa gruesa picha.

Deshicieron su abrazo de piernas y ella sin sacarse la monda, apoyándose sobre sus pies y manos bien firmes sobre el escritorio, empezó a subir y bajar sus caderas con movimientos cada vez más rápidos. Daba gusto el ver aquellas preciosas nalgas estrellarse y bambolearse contra los mofletudos muslos del padre, haciendo un singular ¡clap!¡ clap! que retumbaba por todo el lugar y como aquella jugosa puchita engullía la ancha y grotesca herramienta de su peculiar amante.

Ahora era ella la que se lo follaba deliciosamente, volteo su cabeza y fijo su vista en mí, su mirada era alegre y contenta de mostrarme con su culo al aire la forma en que se cogía al buen cura. Mucho lamente el no contar con una cámara para registrar tal evento.

Me aproxime a ellos y colocando ambas manos en las nalgas de Cynthia, las presionaba hacia abajo cuando ella descendía sus caderas, para que se ensartará la mayor cantidad posible de la dura carne del sacerdote. Ensalivándome el dedo medio de la mano derecha recogía parte de los flujos de ellos y emprendí la tarea de lubricar el pequeño ano de mi esposa. Ellos volvieron a rehacer el abrazo de las piernas y se mecían suave y dulcementemente. El párroco volvió a sujetar y estrujar las nalgas de mi mujer separándolas para abrir su hendidura, facilitándome el trabajo, al mismo tiempo empezaron ambos a juguetear con sus lenguas en un extraño beso de arrechura..

Aprovechando que estaban entretenidos de esta manera y sobre todo del movimiento de mecerse. , introduje mi dedo en el ano de Cynthia sin que al parecer ella se perturbará, luego le introduje dos y tampoco le causaron molestia. Rápidamente me despoje de mis pantalones y ropa interior. Me subí con cuidado también sobre el escritorio, cuidando de no pisarlos. Afortunadamente aquel viejo escritorio de madera era bastante amplio y me permitió acomodarme apropiadamente arriba del trasero de mi esposa.

Coloque la punta de mi verga en aquel pequeño orificio y el diligente padre separó más las mejillas anales para facilitar más la penetración. Comencé a doblar mis rodillas y a efectuar presión sobre ese culo. Ahora no era un dedo sino una cosa dura y redonda que entraba muy lentamente por la pequeña hendidura de esas preciosas nalgas. Poco después la penetración resulto perfecta y solo quedaban fuera mis peludos testículos.

-¡Oh, Siiiii! Grito Cynthia con ansia. De la forma más insólita una de nuestras fantasías se había hecho realidad, gozábamos de la primera doble penetración de nuestras vidas, algo que solo habíamos visto en revistas y videos porno. Ahora lo podíamos disfrutar gracias a la ayuda de aquel bondadoso párroco del pueblo.

Lentamente iniciamos nuestros movimientos como disfrutando cada cual de las novedosas emociones. Yo regularmente enculaba a mi mujer, pero en esta ocasión la sensación era diferente, se sentía más apretado y podía sentir el roce del grueso y venoso miembro del cura alojado en la cuca de mi esposa. Igualmente note que él sentia lo mismo y ambos disfrutábamos de una maravillosa y nueva sensación. Cynthia se encontraba como extasiada, emitiendo suaves gemiditos que denotaban su disfrute.

Paulatinamente fuimos incrementando y sincronizando nuestro martilleo sobre ella, hasta llegar a aserrarla con nuestros miembros con un buen ritmo. Otra vez un alegre ¡clap! ¡clap! sonaba en la pequeña oficina, al golpear la parte interna de mis muslos con las nalgas de mi mujer. Las vergas entraban y salían cada una en su respectivo agujero columpiándose con ellas su respectivo paquete de testículos, al mismo tiempo mi esposa utilizando sus brazos se empujaba y se mecía hacia atrás, como queriendo recibir la mayor ración posible de este sándwich de pollas. Los gemidos se unieron a los ruidos del ambiente. La excitación y el disfrute era tal, que si alguien atraído por los extraños sonidos que retumbaban en la Iglesia nos hubiera sorprendido con esta follada, lo hubiéramos ignorado y habríamos proseguido clavando a mi mujer hasta alcanzar el clímax.

Seguimos culeando intensamente, el apretado ano de Cynthia me oprimía deliciosamente el largo del tronco de mi pene y a la vez sentia en el fuste del glande el roce producido con la gruesa y corrugada picha del sacerdote, una sensación única de placer y gozo. Al parecer él sentia lo mismo y alcanzó su primera eyaculación, pude sentir a través de mi pene como inundaba de leche la cuca de mi mujer y como ella se convulsiono y tuvo un fuerte orgasmo al sentirlo, teniendo también pequeñas contracciones de su ano sobre mi tolete. Fue tal la cantidad de semen que arrojo y su verga ocupaba tan completamente el coño de mi esposa, que la leche empezó a escurrir fuera de la vagina deslizándose por el tronco del miembro, dejando pringoso y espumoso el todavía insertado cipote y a los huevos del clérigo. Aprovechando esto último, me mantuve culeando a Cynthia con renovados bríos, que tuvo efecto sobre la picha del padre que se mantuvo dura. Sumía mi erecta polla en el culo de mi mujer como queriéndolo castigar por haberme hecho esperar el conocer este exquisito placer antes. Metía completamente mi verga hasta que mis bolas pegaban en su ano, mi glande mientras tanto se restregaba con la rugosa monda del cura, y la retiraba casi sacándola totalmente frotando ahora el ano la punta del glande. Estuve así un muy buen rato aprovechando las bendiciones de la doble penetración, ya que conque solo uno de los participantes se mueva bien se logra el pleno disfrute de los tres amantes. Cynthia logro una serie consecutiva de orgasmos, retorciéndose y teniendo pequeñas convulsiones. El párroco también se notaba que estaba en el séptimo cielo.

Comencé a sentir como mi leche empezaba a entrar en ebullición y a llenar mi pija, me mantuve clavándola al mismo ritmo en el trasero de mi esposa, hasta que se volvió incontenible y saque mi pene que empezó a desbordar el semen, disparándolo en fuertes trallazos de leche algunos que se estampaban en el culo de Cynthia y otros que entraban limpiamente en el abierto ano de ella. El buen padre con ambas manos sujetaba los cachetes anales ayudando a que el agujero se mantuviera abierto y recibiera completamente su baño de leche. Algunos reguerones del semen que cayo sobre la hendidura del culo comenzaron a fluir lentamente hacia el interior de ese estupendo ano.

Al retirarme yo, el párroco volvió a bombear a mi mujer por un corto tiempo, le saco el grueso cipote y le dijo que se arrodillara para darle su bendición. Ella muy obediente así lo hizo, abriendo su boca y sacando su lengua permitió que el sacerdote restregara la cabezota de su verga en ella, pajeándose a la vez, hasta que él principió a descargar el contenido de sus testículos.

Un fuerte disparo inicial de leche bendita y caliente surco y cruzo la cara de Cynthia cayendo también en su cabello, seguido por un flujo más lento y espeso que salía y escurría depositándose en la lengua de mi mujer. Un segundo trallazo reventó fuertemente otra vez en su rostro, un tercero más débil cayo directamente en el interior de la abierta boca de mi esposa y finalmente otro flujo de nata acabo por cubrir su lengua, ella la metió de vuelta en su boca y lo degusto como el más exquisito manjar, tragándola toda. Perfectamente bautizada con ese baño de esperma, Cynthia muy sonriente permitió que el sacerdote le golpeara la boca y las mejillas con su gordo y venoso instrumento, esparciéndole todavía más el semen restante. Ella volvió a tragar la cabezota de esa polla, chupándola hasta sorberle las últimas gotas y restos de leche, y finalmente le dio un dulce beso en la punta provocándole un espasmo al cura, quien agotado busco recuperarse sentándose en la silla.

Mi esposa se irguió mientras gruesos reguerones de semen corrían por sus muslos descendiendo de su entrepierna y culo, se acomodo sus ropas lo mejor que pudo después de haber recibido la mejor follada de su vida, que le dejo inundados de leche sus tres orificios. Igualmente yo me vestí en lo que recobraba fuerzas después del esfuerzo hecho.

Estuvo fabuloso- comento Cynthia.

  • Fabuloso e increíble- replique yo. Ha sido la sesión más satisfactoria de mi vida y todo gracias a Ud. Padre.

No hay porque darlas, siempre hay que aprovechar las oportunidades de hacer una buena obra a nuestros semejantes. Contesto cansado el cura. Lamentablemente todo lo bueno termina y por hoy ha sido suficiente, es hora de descansar.

Al salir de la iglesia nos tomamos de las manos y regresamos caminando como rejuvenecidos, con una alegría parecida a cuando éramos novios, mi esposa muy sonriente y feliz erguía su rostro todavía cubierto con el semen del párroco y en su mirada aprecie el profundo amor que sentia por mí. Habíamos encontrado al sacerdote ideal con el que consagraríamos nuestros votos en cada aniversario de nuestra boda.

Asmodeo0@excite.com