Sexo en las nubes

Un músico que viaja a Londres para grabar su primer disco conoce a una mulata en el avión, y tienen un vuelo verdaderamente suave.

El avión estaba medio vacío. Nadie viaja en martes. Debe seguir funcionando eso de que en martes, ni te cases ni te embarques. Me tocó asiento de ventanilla. Podría ver las cuadriculadas manzanas del Eixample bajo un tibio sol de amanecer en cuanto despegara rumbo a Londres. Allí me esperaban los demás de la banda. Por fin habíamos conseguido una buena producción para nuestro disco, incluso nos habían dado suficiente dinero como para grabar algunos arreglos. Los demás se habían adelantado, yo no pude ir antes por el puto trabajo en la fábrica. Me sentía a punto de perder de vista esa vida. Nos esperaba una dura semana de curro, pero estaba ante mi gran oportunidad.

Encendí el portátil antes de despegar para escuchar una vez más las maquetas previas; el arreglo de vientos para esa canción aún sin título que había escrito en el secuenciador no me acababa de convencer, me parecía demasiado pretencioso y poco musical, no acabaría de conectar con el público, ni siquiera conmigo, que soy el público más exigente. El caso es que la base era buena, funky y saltarina, pero ni la letra ni la actitud funcionaban. No conseguía alcanzar ese groove que se te pega al estómago y te pone la polla dura. Mi canción se arrastraba sin llegar a despegar. Me oía cantar a través de los auriculares y me iba descorazonando a cada compás.

Por los altavoces advirtieron de que apagásemos los aparatos eléctricos y desconectásemos los móviles. Así lo hice, molesto por tener que perder la concentración que necesitaba para comprender en dónde estaba fallando. En cuanto alcanzásemos altura de crucero volvería a conectarlo. Me espachurré en el escueto asiento y miré por la ventanilla, absorto observaba el trajín de los extraños vehículos del aeropuerto que cargaban equipajes y contenedores. No me di cuenta de nada a mi alrededor hasta que una voz nerviosa con acento suramericano me despertó de mi trance.

  • Oye -me decía alguien impaciente- oye tío, estás sordo?

En ese momento me di cuenta de que una chica cargada con una pesada maleta de mano en precario equilibrio me interpelaba con impaciencia.

  • Me puedes ayudar a subir la valija?

  • Hostia, perdona, estaba distraído, te ayudo...

Cogí su maleta y la coloqué con bastante esfuerzo.

  • Qué llevas en esa maleta, plomo? Joder, la maletita!

Me miró como diciendo: A tí que te importa?

Rió con una hilera de dientes blancos. En ese momento me fijé bien en ella, Era una bonita mulata de unos 25 años. Sus ojos verdes me miraron con indiferencia tras una somera inspección. La verdad es que soy un tipo bastante normal, aunque mi pelo largo y la pinta de bohemio desgarbado suelen hacer efecto entre las chicas, sobre todo tras una actuación en un bar musical. No me he peinado desde los 20 años, y ya tengo 33. Ella, vestía con una chaqueta de chandal naranja bajo la cual se veía una camiseta de rayas estratégicamente maltrecha y una falda por encima de la rodilla, con unos pantys de colores llamativos. Llevaba unas pequeñas rastas recogidas bajo un pañuelo que le cubría la frente. La verdad es que estaba buenísima. Miró su pasaje para comprobar el asiento y se sentó junto a mí.

La verdad es que la vista se me escapaba hacia esas piernas esculturales, así que para no parecer baboso desvié mi atención de nuevo a la pista. El avión arrancó en ese momento y empezó a ejecutar las maniobras previas al despegue. En seguida estábamos en el aire, subiendo y perdiendo de vista lentamente Barcelona. Mire a mi vecina, que leía concentrada un libro. Nadie se había sentado en nuestra fila.

-Oye -le dije para romper el hielo- No te gusta mirar el despegue?

Me miró seriamente levantando la vista de la lectura

  • NO, la verdad es que me pone bastante nerviosa esto de volar -dijo tensa-, así que mientras no estemos arriba prefiero pensar en otra cosa. Si hubiese querido ventana me hubiese puesto en el otro lado, que está libre.

y se sumergió de nuevo en la lectura, pasando completamente de mí. Qué borde, me gusta -me dije-. Aproveché para mirarla. Tenía una nariz respingona y unos sensuales labios que me hacían pensar en diabluras. Sonreí y miré de nuevo el paisaje cada vez más poblado de nubes, mientras pensaba en mi vecina.

Por fin llegamos a la altura de crucero y pedí a la azafata, que pasaba repartiendo auriculares permiso para encender el portátil. Me dijo que no había problema; me puse mis cascos y abrí el secuenciador. Mi vecina pidió unos auriculares para escuchar el hilo musical. El ordenador empezó a reproducir la canción sin nombre, mientras por la pantalla avanzaba el cursor atravesando los bits de audio y midi. Yo escuchaba a través de los cascos intentando buscar la clave, aunque sabía que cada vez me perdía más en el laberinto. Las musas me habían abandonado.

En ese momento me fijé en que mi vecina miraba la pantalla con curiosidad mal disimulada. Levanté la mirada hacia ella.

  • Es una canción en la que estoy trabajando-le dije-. Soy músico.

Me sonrió por primera vez.

  • Me gusta la música -me dijo-. En mi familia hay bastantes músicos.

  • Ahá, qué interesante -mentí- y tú a qué te dedicas?

  • Bueno, yo me voy a Londres a estudiar un postgrado. Bueno, y a pasármelo bien -sonrió pícara-. Es la primera vez que salgo de México, creo que ya me toca conocer algo de mundo. Y en Londres está todo. Soy ingeniera química.

  • Coño -dije impresionado- Debes de ser un coco.

Me miró burlona

  • Voy a Londres a grabar unos arreglos para mi primer disco -le dije orgulloso- Esta es una canción que me está dando guerra y que no consigo acabar.

y mirando al ordenador me dijo curiosa:

  • Puedo escuchar?

  • Esto...sí claro. Enchufa tus cascos a la otra salida de auriculares.

Conectó los cascos y empecé a reproducir la canción. Los dos la escuchábamos simultáneamente. La canción sonaba y ella iba moviendo la cabeza cadenciosamente, tal vez le gustaba o tal vez quería halagarme. Cuando terminó, mirándome fijamente dijo:

  • Me gusta, eres bueno, eres suave!

Me encanta esa expresión mexicana. Entonces la miré muy suave.

  • Sí, pero le falta algo, no acaba de funcionar y no encuentro la letra...

  • Vaya, eso es un problema, chico. Quizás tengas que relajarte un poco para encontrar la inspiración... -y me miró seductora directamente a los ojos-

  • No tendrás alguna pócima infalible? -le contesté-

  • Mmmm, quién sabe...

Y se levantó del asiento rumbo a la cola del avión. El paquete me iba a estallar; dudaba sobre si debía levantarme y seguirla o quedarme sentado esperando como un idiota. No me dió tiempo, puesto que en seguida ella regresó y se volvió a sentar en su sitio.

  • Has encontrado la pócima? -le dije en tono de broma.

  • Creo que sí, a ver si te funciona.

Entonces introdujo en el vaso de plástico transparente que había sobre la bandeja un pedazo de tela azul brillante que tenía toda la pinta de un tanga.

  • Sólo tienes que mezclar y agitar bien... Ya lo decía James Brown... Shake it baby...

Acercamos nuestras caras y nos dimos un profundo beso entrelazando furiosamente las lenguas. Nos abrazamos al besarnos y noté que no llevaba nada debajo. NOtaba sus firmes tetas clavándose en mi pecho. Subí mis manos lentamente desde su rodilla. Conforme me acercaba a su coñito empecé a percibir el calor que emanaba de allí, entre la falda. Ella abrió y me dejó acercarme. El tanga ya sabemos dende estaba, así que no tuve ningún obstáculo para tocarle su vello púbico. Aquello sí que era suave. La masturbé lentamente mientras ella jadeaba suavemente. Le metí un dedo, dos, tres... estaba mojadísima y se abría como una flor.

  • Ay amor, que rico lo haces...

Empezó a tocarme por encima del pantalón, yo tenía la polla dura como una roca. Abrió la cremallera del pantalón y sumergió sus dedos delicadamente por dentro del slip hasta que la sacó. Me empezó a pajear, suave pero firme, me miraba caliente, directamente a los ojos. Nos mirábamos y nos masturbábamos a la vez, dándonos lenguetazos en los labios de vez en cuando. Levantándole la camiseta, empecé a chuparle los pezones. Qué delicia morena. Ella arqueaba la espalda fuera del mundo, mientras yo la chupaba. Le metí un dedo en el culo mientras mantenía otro en el chocho. Se estiró más y más, creí que todo el avión se daría cuenta, pero no importaba.

Entonces se agachó y empezó a chupármela como una profesional, jugueteando con la lengua alrededor del glande, absorbiéndome como un sabroso helado de crema. Me la chupaba con dedicación. Yo acariciaba su nuca masajeándole entre el cuello y las orejas. Me giré y ví a través de la ventana el cielo y las nubes como en un delirio. Tocar el cielo. Al final me corrí generosamente, noté cómo el chorro de semen salía disparado dentro de su boca. Ella se lo tragó ávida, y finalmente levantó su cabeza y me miró traviesa mientras limpiaba a lengüetazos los restos que quedaban en el capullo. Le acaricié las tetas y nos dimos un beso apasionado. Noté el sabor de mi propio semen en su boca.

Se arregló un poco y se dirigió al baño. Me quedé sentado mirando por la ventana, satisfecho. Satisfecho? Todavía no, noté que mi rabo volvía a estar a punto. Quería hacer el amor con ella, follármela salvajemente en el lavabo del avión. Me levanté del asiento y me dirigí pasillo adelante mientras algunas personas me miraban maliciosamente mientras avanzaba.

Llamé a la puerta y la puerta se abrió sin obstáculo. Allí estaba, desnuda completamente, de pie esperándome. Entré y cerré con pestillo, la empecé a besar mientras entre ella y yo me iba desnudando. Su olor era de pura hembra, las feromonas funcionan digan lo que digan. La chupé por el cuello, estiró sus brazos y me metí uno de sus dedos en mi boca. La levanté de un tirón y la senté en la pica del lavamanos. Su coño estaba chorreando y me agaché para chupárselo bien, primero en las ingles y luego hacia dentro, separando con mi lengua su clítoris y moviendo la lengua alrededor mientras ella gemía, ya sin intentar sofocar la voz. Fuí entrando con mi lengua en su coño mientras ella alborotaba mi pelo entre sus piernas. Qué coño tan rico...

  • Te voy a hacer gozar, puta, sabes tan rica....

  • Aahhhh, loco, mmmmmm, qué rico...

  • Te voy a follar bien...

  • Sí, métemela, ya... por favorsito, por favor, vamos...fóllame duro, cabrón...

Me levanté y se la metí hasta dentro de un tirón. Ella emitió un gritito, estaba tan caliente que era como mantequilla. Empecé a bombear fuerte y respirábamos tan profundo que por un momento pensé que íbamos a agotar el aire del estrecho lavabo. Me agarré a su culo mientras ella arañaba mi espalda. Notaba sus pechos botar ante mí mientras nos movíamos cada vez más rápido.

  • Ahhh, ahhh, que rico eres, cómo me gusta, ahh mmmm, ahhh

  • Te gusta? dime que te gusta...

  • Me vuelve loca tu polla, fóllame más, fóllame, follame.....

Ella se iba hacia atrás, atrás. Nos corrimos juntos, salió un potente chorro de semen caliente disparado dentro de ella. Noté mis piernas empapadas. Me dió un mordisco en mi oreja aún excitada. Por el altavoz del lavabo surgió una voz

  • Señores pasajeros, estamos a punto de tomar tierra en Londres Heathrow. Por favor, manténganse en sus asientes y abrochen sus cinturones.

Salimos del lavabo y nos dirigimos juntos hacia nuestros asientos. El avión empezaba a perder altura y fuimos los últimos en sentarnos y abrocharnos el cinturón. Miré como Londres se acercaba, sobrevolábamos las diminutas casas de los suburbios. Ella, sorprendentemente, decidió contemplar también el paisaje que aparecía por la ventanilla. Así, fuimos descendiendo hasta tomar tierra en la brumosa Londres. La ayudé a bajar su maleta. Caminamos por el pasillo silenciosamente hasta la escalerilla de salida. Cuando llegamos a tierra, la cogí por el brazo, y le dije:

  • No sé como te llamas...

  • Me llamo Wendy, aunque parezca un nombre para un cuento porno. Y tu?

  • Yo soy Senik.

  • Senik? -rió- nombre de músico.

  • Claro.

Meses más tarde, una canción funky y sexy llamada "la suave Wendy" se hizo muy popular entre la gente de algunos ambientes underground, aunque no llegó a entrar en los 40 principales.

A quién coño le importa?