Sexo en la terraza

Unos vecinos se encuetran en la escalera y llevan a cabo unos de los polvos mejores de su vida.

Este relato transcurre una plácida tarde de verano, cuando entra Carlos, al edificio donde vive, y ve qué vaciando el buzón está Candela, la chica que vive en él segundo. Como son sólo cinco viviendas en la finca, se conocen todos, aunque la relación entre ellos, sólo es de vecindad, hasta esa tarde en la que la relación de dos de ellos, va a cambiar.

Tras saludar a Candela, empiezan a hablar del calor que hace ese día, lo cansado que está uno tras un día de trabajo y lo a gusto que se queda uno cuando llega a casa y se pone cómodo. Suben por la escalera hacia sus respectivos pisos y al llegar al segundo, Carlos invita a Candela a subir a su casa y tomar algo en la terraza, que allí siempre corre más aire y se está fresquito.

Una vez en casa de Carlos, y tras prepararle un refresco, salen a la amplia terraza desde donde hay una vista fantástica de la ciudad y ningún vecino que moleste ni vea lo que uno hace en ella.

Candela admira la terraza ya que es la primera vez que sube, y se pone cómoda en una silla; empiezan a tomar algo y a charlar. Tras varias copas, y conversaciones de lo más diversas, estas comienzan a ponerse un tanto pícaras, por parte de Carlos, que ve oportunidades de triunfar esa tarde. Candela entra en el juego: se explican su situación actual de pareja, (Carlos sin nadie, y Candela acaba de romper con un chico), las diferentes relaciones que han tenido, y los sitios más raros donde los han hecho, y empiezan tanto uno como el otro, a ponerse a cien, aunque sin decírselo, pero notando en el ambiente, el clímax, que se estaba entablando.

Tras un rato, Carlos invita a Candela a tumbarse en una colchoneta que tiene para tomar el sol y ponerse cómoda si quiere; ella no lo duda y comenta a Carlos, que ella es partidiaria del nudismo, y que si no le importa que tome el rato que queda de sol desnuda, que así no le quedan marcas.

Para Carlos, se abren las puertas de cielo, y le dice que sí, y que si a ella no le importa, el también lo tomará desnudo: Por su puesto que no me importa así estaremos más a gusto y veremos en que nos podemos divertir, dice Candela. Sin dudarlo ambos se desnudan lentamente sin tapujos y mirándose a la cara, Carlos no puede disimular para nada la tremenda erección que tiene, algo que Candela ya había observado, en cuanto se bajó los pantalones. Candela que esta más mojada que una almeja, le dice a Carlos que se acerque sin miedos, que si quiere follar sin más compromisos que eso, follar, ella está más que dispuesta pues desde que romper hace unas semanas con el chico con el que salía, no ha estado con nadie, y ya empieza a estar desesperada.

Desde luego Carlos nota que ella también está a cien, tiene los pezones rígidos y no puede evitar tener que mover las piernas para calmar, lo que allí dentro esta hirviéndose. Sin dudarlo Carlos se tumba junto a Candela en la colchoneta, que ya está allí esperándolo, pero en vez de ir directamente a besarla, le dice que si no tiene inconveniente le gustaría empezar con un buen 69. Sin dudarlo Candela se arrodilla y cambia de posición, se mete la polla de Carlos en la boca y empieza a realizarle una de las mejores mamadas que Carlos ha tenido en su vida, y no han sido pocas; arriba y abajo, arriba y abajo, una y otra vez, y deteniéndose en la cabeza del pene donde le realiza unos fantásticos masajes con la lengua que lo ponen loco. Él sin dudarlo comienza a comerse ese "conejito" que tiene a la altura de su boca. Succiona con suavidad en el orificio vaginal, lame el clítoris y con delicadeza modisquea el coñito de Candela, y se ayuda de sus dedos, introduciéndolos y sacándolos una y otra vez, oyéndola gemir de placer,. Ella por su parte se mete prácticamente todo la polla de Carlos en su boca, la lame como un helado y acaricia los huevos de él, que parecen a punto de reventar.

Sin decir nada Candela se levanta y le pide a Carlos que por favor la penetre ya, pues está a punto de explotar. Este se tumba sobre ella, y con la mano dirige su pene a la vagina de ella, empuja suavemente, y entra en ella sin dificultad alguna, pues Candela está más húmeda que una "balleta". Entra y sale de ella una y otra vez, una y otra vez, mientras con su lengua explora las profundidades de la garganta de Candela. Esta gime y se retuerce de placer, y si no grita, es por miedo a que algún vecino la pueda oír. El sudor de ambos se mezcla en sus cuerpos, que no paran de agitarse.

Cambian de posición y ahora es ella la que está encima, mientras él con sus manos le acaricia los pechos, se come su boca, o le mete el dedo por el agujero del culo. O igual está Candela a cuatro patas, introduciéndola Carlos desde atrás. Ambos están a punto de llegar el orgasmo, lo notan y tras varias embestidas fuertes por parte de Carlos, que le mete dentro prácticamente hasta los huevos, ambos estallan en miles de fuegos artificiales, cayendo rendidos uno sobre el otro, todos sudorosos y agostados tras uno de los mejores polvos que ambos han tenido.

Sin dudarlo Candela empieza a limpiar con su lengua el pene de Carlos, que ahora está perdiendo todo su esplendor, tras ello, comparte con él, los fluidos que ha recogido, pasándose sin ningún pudor la saliva mezclada con semen, de una boca a la otra y jugando con sus lenguas que se entrelazan con todo furor en una boca u otra.

Tras este fantástico rato, Carlos invita a Candela a cenar, y tras la cena, cuando Candela ya se va, le dice al oído, que cuando venga pronto a casa, no dude en picar a su puerta, porque "eso", lo tienen que volver a repetir.