Sexo en la junta automovilística

En la junta donde lucíamos nuestros autos, conocí a Alberto, con quien experimenté mi primera experiencia homosexual.

Mi nombre es Rubén, soy un tipo carismático, bien parecido: 1.82, piel bronceada, cabello castaño y ojos color miel. Tengo 32 años, soy profesional, tengo un excelente trabajo, me doy mis lujos y me va muy bien con las chicas.

Pese a tener una vida envidiable, en el fondo hubo algo que siempre me angustió, una fuerte atracción hacía los hombres. Pero soy un tipo demasiado racional, es por ello que toda mi vida me había relacionado sólo con mujeres. El sexo con hombres era algo que sólo había vivido en fantasías... hasta hace unos días atrás...

Una de mis principales aficiones es todo lo relacionado con el mundo automotor. Gracias a esta afición es que navegando por Google di con un foro, en donde se tratan temas relacionados con mi gran pasión: los autos.

Con el tiempo fui frecuentando con mayor habitualidad dicho foro, en donde compartíamos conocimientos mecánicos y nos apoyábamos con temas legales.

Fue así como empecé a hacer amistades, especialmente con Tarmeto, ese era su nick. Con él compartía bastantes intereses, además teníamos gustos en común.

Al poco tiempo se organizó un asado. Yo jamás había asistido a alguna junta de este grupo de aficionados a las tuercas, pero esta vez me decidí y acepte la invitación.

Día sábado, media tarde. Tomé las llaves de mi francés, un Citroën del año y partí rumbo al punto de encuentro, la parcela de uno de los integrantes del foro.

Entré por una sinuosa callejuela de tierra rodeaba por enormes árboles de eucaliptos, al fondo de ella habían varios carros aparcados, los cuales deduje pertenecían a los integrantes del foro.

(Cabe destacar que este grupo está constituido por una mayoría de hombres, podría decirse que no existe participación femenina, cosa que me atraía más aún)

Disminuí la velocidad y estacioné mi coche junto al resto, descendí y los saludé uno por uno. Entre ellos me llamó la atención un joven moreno, corpulento, con voz potente. Él era algo así como el anfitrión del evento. No sé por que su voz y sus gestos encendieron mi morbosa imaginación.

Al presentarnos supe que él era Tarmeto.

Él llevaba una camiseta blanca y una bermuda gris oscuro, la cuál dejaba ver sus musculosas y velludas pantorrillas, tan fuertes como sus perfectos brazos, los cuales movía al ritmo de sus graciosas frases.

Luego de presentarnos y conversar un poco, algunos se fueron a la parilla a preparar el asado y otros nos dispusimos a beber algo para refrescarnos del intenso calor.

Entre trago y trago me relajé y agarre confianza con los integrantes del club. Algunos nos pusimos de pie para ver el motor de un Honda Civic modificado. Alberto, estaba semi-doblado mirando con atención las partes del motor, estaba en una pose que me permitía apreciar su perfecto culo en todo su esplendor, tan duro y bien formado.

Empecé a fantasear, que ganas de penetrarlo!!! En mi fantasía lo agarraba por detrás y le introducía mi pene reiteradas veces hasta hacerlo caer rendido sobre el capot del Civic rojo

En eso se voltea y me mira a los ojos, cosa que me hizo volver a la realidad, descolocándome totalmente.

Alberto también estaba algo alegre y en forma graciosa se me acercó apoyándose en mi hombro derecho y me dice al oído, pero de modo que los demás también lo escuchen:

Cómo está el nuevo integrante?

Y en tono de broma pone voz de gay y dice:

Te habían dicho que eres guapísimo?

Me incomodé un poco, en un momento me dio la sensación de que él había captado mis pensamientos morbosos hacía él y que se estaba riendo de mí.

Me situé a su lado y comenzamos a charlar. Cruzamos miradas y no sé por qué me daba la sensación de que él también estaba deseoso de algo más. Su pícara mirada me insinuaba algo…. O era idea mía?

Fui al baño de la casa a refrescarme un poco, la cual estaba como a 20 metros del quincho, para llegar a ella debía caminar entre los autos aparcados.

No había nadie en casa, la mayoría estaba luciendo los motores de sus autos y otros preparando el asado en el quincho, caminé por un estrecho pasillo y casualmente di con el baño.

A lo lejos escucho la voz de Alberto diciendo:

Mierda, quedé todo sucio, se me cayo el choripán con mayo en la camisa! Voy a lavarme.

Me asomé por la ventanita del baño que daba al patio y pude apreciar que venia hacia acá.

Nervioso me miré al espejo, acomodé mi camisa e intencionalmente salgo del baño justo cuando él viene entrando, de modo de chocar con él y mancharme también.

Rubén, disculpa, no sabía que aún estabas aquí. Mira, te ensucié! Jaja

Oh, cierto. Pero no te preocupes, lo podemos arreglar

Me saqué la camisa, dejando ver mi pecho bien trabajado. Sentí que Alberto se fijó en ello y con una voz pícara dice:

Podríamos lavar aquí la ropa, con el sol se secarán rápido. Además con este calor para qué queremos andar con camisas? Jajaja

Tienes razón, déjame ayudarte.

Le saqué la camisa también.

Uffff.. a esta altura mi imaginación estaba a full. Y mi mirada se fijó en su entrepierna, en su bermuda, en donde se notaba su bulto, el cual ansiaba sentir en mí culo.

Puse ambas camisas en el lavamanos y él se me acercó por detrás apoyando su pecho en mi espalda y echó jabón en polvo sobre ellas.

El roce de su pecho contra mi piel me puso erecto inmediatamente, tenía temor de voltear y que él lo notase. Pero él me apretó contra el lavamanos, y sentí su verga dura en mi culo. Y rápidamente con una mano me agarro el pene, el cuál también estaba en su máxima expresión.

Me volteé y apoye mi culo en el lavamanos, quedando semi-sentado. Alberto con agilidad desabrochó mi cinturón, mi pantalón y lo bajo junto a mi ropa interior.

Sus labios gruesos y marcados se acercaron a mi verga y la empezó a chupar con total dedicación, cada momento abarcando más y más, comenzando en mi glande y llegando hasta el comienzo del tronco. Se la comía entera, yo jadeaba de placer diciéndole:

Sigue así, apriétala más.

La mamaba con pasión, yo enloquecido movía mi pelvis de modo que se la comiera entera.

Con mi mano izquierda me apoyaba sobre el lavamanos y con la derecha le agarré la cabeza, acercándolo más y más a mi entrepierna, quería que se la devorara. El hacia lo suyo con su lengua..

En un momento dejó de chupar y me dice:

Quiero que me penetres.

Se agachó, se puso en 4 patas. Yo me arrodillé detrás de él, con algo de dolor en las rodillas, puesto que en el baño había piso cerámico.

Pude apreciar su culo desnudo, le di una palmada en una nalga: dura, musculosa.

Con ambas manos separé sus nalgas y con mi pene acaricié de arriba abajo su raja.

Mi verga estaba hirviendo y repentinamente se la introduje de manera violenta en su ano, lo que provocó que Alberto gimiera, un sonido mezcla de dolor y placer.

Lo apretado de su culo me calentó aún más, mis movimientos se hicieron cada vez más violentos. Él gemía, pero ya no nos importaba si nos oían, éramos bestias fornicando.

Lo agarré del pelo con mi mano izquierda, se lo tironeaba, y con la derecha lo agarraba del pene, masturbándolo con fuerza, de modo de no dejarlo escapar de mí.

Él era mío, yo era su amo.

Estaba por llegar al climax, cuando en eso sentí sus contracciones réctales, eso fue magnífico!!! mi pene era totalmente apretado por las paredes de su recto. Me sentía venir, me incline hacia delante abrazándolo con fuerza, un orgasmo intenso se apoderó de mi cuerpo, el cual me hizo caer rendido sobre él.

Pero esto no podía acabar allí. Yo también anhelaba ser penetrado por semejante verga.

Tapé el inodoro y me arrodillé, apoyé mi pecho sobre la tapa y sentí como Alberto se acomodó tras de mí para hacer su trabajo.

En ese momento el temor se apoderó de mí. Jamás en la vida había sido penetrado. A lo más en un par de ocasiones me introduje los dedos para fantasear una relación homosexual. Pero ahora era el momento en que mis fantasías se hacían realidad.

Separó suavemente mis nalgas e introdujo un dedo, luego dos.. empezó a mover de adentro hacia fuera. Mi excitación volvió y nuevamente me puse erecto.

Empecé a masturbarme, mientras Alberto sacaba los dedos de mi orto y apoyaba su pene en mi culo, abriéndose paso entre mis nalgas para llegar a la entrada de mi ano. Yo estaba demasiado nervioso, tenía miedo del dolor, puesto que su pene era bastante grande y grueso.

Suavemente introdujo la cabeza. Gemí y me temblaron las piernas de dolor. Su pene se introducía lentamente por mi cavidad rectal hasta tenerlo por completo dentro de mí. Sus movimientos fueron suaves, el dolor fue desapareciendo hasta transformarse en placer.

Cada momento me penetraba mas rápido, mi abdomen se golpeaba contra el inodoro, mientras yo me masturbaba al ritmo de sus estocadas.

Era el placer más maravilloso que jamás viví!!!! Mi ano dilatado ante su enorme verga, los movimientos violentos contra el inodoro, el sudor provocado por el calor de ese día de verano y por la agitación del momento. Me masturbo con fuerzas, el orgasmo se aproxima, unas contracciones anales me hacen sentir el mejor orgasmo de mi vida, grito de placer, al mismo tiempo en que desde mi verga brota una gran cantidad de leche.

Alberto se sigue moviendo con fuerzas, gimiendo. Siento un calor dentro de mi culo, Alberto me abraza con fuerzas por detrás entre espasmos de placer… caemos rendidos en el fresco suelo cerámico.

Me vestí rápidamente, tome mi sucia camisa, le sacudí el detergente y salí de allí.

Tenía vergüenza de que alguien nos haya visto, pero decidido fui al quincho y les dije:

Lo siento, recibí una llamada y tengo que irme.

Me subí al auto y salí del lugar

Luego de esto se siguieron organizando asados, a los cuales volví a asistir y en donde seguí juntándome con Alberto