Sexo en la Convencion de la Compañia

Dos Ejecutivo de Sucursales diferente tienen un rico encuentro en una Convencion de Ventas.

Silvio Amador te escribo esta líneas para agradecerte las intensas noches de Amor y Pasión que me hiciste sentir, en Punta Cana en la convención anual de nuestra compañía aunque tu estas, en tu ciudad y yo en la mía, yo guardare lo sucedido en esa noche como un recuerdo imborrable, cuando tocaste la puerta de mi habitación para mostrarme una encuesta y el borrador de tu exposión.

En el transcurso del domingo las personas de las diferentes sucursales habíamos llegado al hotel donde nos vamos a reunir, nos conocíamos apenas por referencia y vía telefónica al presentarnos descubrimos que existe química entre nosotros, en la cena, me senté frente a ti, recuerdo que tenia un vestido corto, escotado y no llevaba sostén y tenia puestas unas diminutas tangas hilo dental blancas, intercámbianos miradas y sonrisas ambos teníamos muchos deseos.

Empezamos a hablar de cosas intrascendentes, y durante todo ese tiempo tu estabas espiando mi escote, cosa que no me molesto sino al contrario me sentía muy agradada, me pare para ir a saludar a unos amigos que están en otra mesa, noto que no le quitas los ojos a mi culo y a la forma como se marcan mis tangas.

Se te cae una servilleta y tu mirada sé desvía hacia mi entrepierna debajo de la mesa. Me doy cuenta y abro lentamente las piernas dejando al descubierto, un manjar que te pone el corazón a millón... los demás no se dan cuenta... y me empiezo a mojar mienta tus estas contemplando mi triángulo y me imagino a tu lengua paseando lentamente y luego rápidamente hasta que convulsione.

Veo a través de tu pantalón que tienes el miembro totalmente erecto, veo que es grande y grueso, se me hace agua la boca, me imagino dándole una rica chupada, me continuo mojándome. Luego de conversar un rato me retiro a mi habitación. La primera noche no hemos roto el hielo y tengo muchos deseos.

Me doy un baño para ver si se me quita la calentera y el fuego que me consume por dentro y me pongo un camisón de seda blanca y unas tangas transparente muy lindas coquetas que no dejan nada a la imaginación.

Todavía sigo pensando en ti, deseándote pienso tengo 2 días para cuadrar, entes que cada quien vuelva a su ciudad.

Al rato para mi sorpresa tocan la puerta veo que eres tu, te abro la puerta y te invito a pasar, no me percato de la forma como estoy, te sonríes y pasas.

Traías unos papeles sobre tu presentación, y una encuesta a ser presentadas a los potenciales clientes, nos sentamos en una mesa a ver los papeles, esta tenia un vidrio y a través de este podías admirar mis piernas.

La situación me divertía y me halagaba profundamente. Aunque estabas bastante excitado, demostrabas una gran educación intentando no mirarme con descaro. Pero la tentación era demasiado fuerte y cada vez que levantaban la vista del papel me lanzabas unas breves pero intensas miradas furtivas. Yo sabía que no podían evitarlo y te facilitaba la maniobra desviando la vista al techo como si pensara la respuesta unos instantes lo que aprovechabas para clavar con ansia tus ojos en mi cuerpo que se insinuaba desnudo bajo el camisón semitansparente.

Tu mirada escrutadora parecía traspasar el tejido y me hacían sentirme como si estuviera totalmente desnuda. Noté un intenso cosquilleo en mi vientre y un extraño afán exhibicionista se apoderó de mí. La peripecia me encantaba. El desafío ante un hombre que definitivamente me gustaba era tan tentador que decidí que podía permitirme llevar la provocación un poco más lejos. Te ofrecí agua la cual aceptaste y cuando crucé todo la habitación contoneándome insinuantemente con un escandaloso movimiento de caderas. Estaba segura de que el tenue camisón clareaba la redondez de mis nalgas y al alejarme sentí tu mirada recorriéndome las piernas para clavarse en mi trasero. Luego, al servir los vasos, me incliné sobre la mesita sin ninguna precaución con aparente descuido. Mi generoso escote te ofreció una completa y provocativa visión de mis pechos desnudos.

No podías ocultar tu azoramiento y nerviosismo. Intentabas desviar la mirada y pretendían simular que no te dabas cuenta. Yo estaba disfrutando tanto de la situación que decidí llevar aún más lejos mi maquinación. Yo seguía fingiendo distracción, dejé las piernas ligeramente abiertas. Lo suficiente para que mi cortísimo camisón te permitiera vislumbrar levemente el vello de mi sexo desnudo que tenia un corte en forma de triángulo.

Tu turbación se convirtió en verdadero desasosiego. No conseguías leer un párrafo completo sin que tus ojos se evadieran del papel para concentrarse unos segundos en mi entrepierna. Contantemente gagueabas pronunciabas mal y estabas super nervioso. La escena me calentaba y el cosquilleo que sentía en el vientre se hizo más intenso y profundo. No podía dominar el extraño deseo de exhibirme ante ti, que me invadía. Mis rodillas se fueron separando muy lentamente por sí mismas, forzando a mi escueto camisón a deslizarse hacia arriba por mis muslos.

Terminé con las piernas convenientemente abiertas para que pudieran disfrutar una completa panorámica de mi hilo dental y vello de mi pubis desnudo. Aunque yo intentase simularlo manteniendo una actitud aparentemente despreocupada, era evidente que esa obscena postura no era fruto del descuido.

La persistente e impúdica exhibición de mi sexo representaban una clara y deliberada provocación por mi parte que acabó por motivar un radical en tu aptitud.

En un completo y desafiante silencio, mantuviete tus ojos clavados en mí con atrevimiento, como devorándome con tu mirada penetrante.

Me mantuve inmóvil con una cándida e inocente sonrisa pintada en mi cara. Aquella forma de contemplarme intensificó mi excitación y agudizó el capricho de exhibirme. Una creciente humedad se iba formando en mi entrepierna, principal objeto de tu atención. No pude evitar mirarte a los ojos con insinuante descaro sin que tu desviase tu mirada desafiante.

Si esperabas que me intimidase té equivocaste porque, en lugar de retraerme, decidí abrirme definitiva y completamente de piernas ante ti. Cuando divisaste los rosados labios de mi sexo que destacaban palpitantes entre mi vello púbico, tu corazón se acelero y el ambiente se cargó de una lujuriosa sensualidad. Transcurrieron unos momentos de tu indecisión. Dibujé una sonrisa de pícara satisfacción y me humedecí los labios con la lengua lo más sugerentemente que pude, en un gesto lleno de lascivia y voluptuosidad. Y aquello fue el detonante final que te hizo vencer cualquier atisbo de duda. De pie a mi lado te abriste la bragueta para liberar una enorme verga rígida que saltó como un resorte y quedó apuntándome tiesa y desafiante a escasos centímetros de mi cara. La miré con gula y nada más propinarle el primer lengüetazo de arriba abajo. Comenzastes a acariciarme ansiosamente los pechos sobre el camisón. Me introduje con glotonería tu formidable miembro en la boca y empecé a lamerlo y a chuparlo con fruición, metiéndolo y sacándolo y propinándole enérgicas caricias con la lengua. Mientras tu me estaba deleitando con un hábil manoseo en las tetas y me pellizcaba suavemente los pezones hasta que me agarrastes las piernas y me fuieste desplazando para dejarme tumbada sobre la cama. Termine echada boca arriba con el camisón arrugado a la altura del sobaco, las piernas totalmente abiertas y aferrada a tu formidable polla que palpitaba entre mis labios. Iniciaste una serie de variadas y suaves caricias de tu lengua por mis pechos mordisqueándome los pezones para bajar luego hacia mi sexo. Aquellas deliciosas lamidas recorriendo mi raja me volvieron loca de deseo. Tu jadeaba enardecido, hundía tu verga hasta mi garganta, mientras tu lengua se esmeraba en insuperables lamidas incidiendo con destreza en el clítoris causándome verdaderos espasmos de placer.

Sentí en mi boca como tu pene vibraba y se estremecía con los estertores previos al orgasmo e intensifiqué la succión sobre el glande con el máximo ardor. Los lengüetazos sobre mi clítoris se habían vuelto irresistibles y tu lengua penetraba dulcemente en mi vagina provocándome una deliciosa sensación de goce que me hacía temblar de placer. Jadeando entre espasmos, tras dos fuertes convulsiones, llegue al orgasmo. Estaba tan concentrada en mi propio goce que el primer disparo de semen me agarro desprevenida.

La potente ráfaga impacto con fuerza en mi mejilla formando un cálido reguero de leche pastosa que resbalaba como un torrente goteando sobre mis tetas. Conseguí atrapar tu miembro con los labios y metérmelo en la boca justo a tiempo para que la segunda erupción se estrellase contra mi paladar. Succioné con fuerza la palpitante verga mientras vomitaba con profusión una inmensa cantidad de esperma que me llenó toda la boca, inundándola de deliciosa crema. Me encontraba al borde éxtasis temblando y sudorosa. El hábil chupeteo de tu lengua en mi clítoris se convirtió en una fricción tan enérgica que sin poder evitarlo me hizte correrme convulsionándome y vibrando de gusto en un orgasmo fortísimo e interminable. Las potentes oleadas de intenso placer que me invadían, me impulsaban a emitir exagerados gemidos de satisfacción. Pero el enorme miembro que vibraba en mis labios no cesaba un instante de vomitar semen. Al no poder reprimir los agudos gemidos que pugnaban por salir de mi garganta, con toda la boca anegada de esperma, casi me atraganto.

Aún estaba alterada por los estertores finales de mi intenso y largo orgasmo. Sorbía con fuerza tu debilitado miembro para extraer golosamente las últimas gotas de su eyaculación. Descanzanos un rato cuando, estaba dormida cuando inesperadamente, me arrastraste y me dejaste arrodillada en el suelo con el pecho apoyado en la alfombra. Quedé tan sorprendida que no me dio tiempo a reaccionar cuando té arrodillastes entre mis piernas y sentí por detrás tu verga durísima abriéndose paso entre los labios de mi sexo. Me agarraste con fuerza por las caderas y, de un único y enérgico empujón, me insertaste toda la longitud de tu pene hasta lo más profundo de mi sexo.

Al sentirme totalmente penetrada dejé escapar un gritito de satisfacción.

Me tenía penetrada hasta las entrañas. Me notaba dulcemente empalada hasta zonas de mi sexo donde creía que era imposible que un pene pudiera llegar. Hacía escaso rato que acababa de correrme en un éxtasis increíblemente largo y virulento pero ahora empezaste a penetrarme desde atrás con un ansia furiosa, agarrado a mis caderas y con acometidas tan enérgicas que casi me sentí desvanecer de placer. Con cada impetuoso y acompasado embate de tu duro pene en mi interior sentía que me fallaban las fuerzas y respondía tensando todos los músculos de mi cuerpo y profiriendo un fuerte gemido de gozo para resistir el inmenso placer que me estaba proporcionando tus despiadadas embestidas.

Enardecido por mis desesperados gemidos de gozo y con el movimiento oscilante de mis caderas que se ondulaban siguiendo el ritmo de tus embates, aumentaste la velocidad y profundidad de tus penetraciones. Me estabas follando con lujuriosa vehemencia; de una manera inhumana, bárbara, implacable, salvaje… justo como yo ansiaba que lo hiciera. Sentía, a cada embestida, como tu ariete, robusto y durísimo, me taladraba despiadadamente hasta las entrañas y como tus pelotas se aplastaban con fuerza contra mis nalgas. El inmenso placer que me estaba provocando se hacía insoportable. Lanzando grititos de satisfacción casi llegué a creer que iba a perder el sentido de tanto placer. Enseguida volví a correrme. Con el cuerpo sudando y vibrando, experimenté un vehemente segundo orgasmo que parecía que no iba a acabarse nunca. Cada vez que la fascinante sensación disminuía y creía que la deliciosa tortura iba a terminar, volvías a penetrarme con un ansia brutal sin apiadarse de mí. Y entonces, arrancándome espasmos y aullidos de placer, volvía a elevar el clímax a sus cimas más altas, una y otra vez, sin detenerse ni un instante.

Tras una eternidad finalmente cedió la interminable conmoción de mi orgasmo. Te corriste dentro de mi vagina, inmundandome, estabas agotado después de haberte corrido, extrajiste tu miembro del interior de mi sexo ya no tan rígido y enorme.

Quedé de rodillas en el suelo con la cara vencida sobre la cama con una increíble impresión de vacío entre las piernas.

Cuando dejé de jadear y recobré la respiración, levanté la vista y descubrí que estabas a mi lado, dormido. Me sentía transportada, Estabamos exhaustos, extenuados luego nos quedamos dormidos por un rato mi sueño era tranquilo y sosegado al saberte a mi lado, al sentirme tuya. No sé cuanto tiempo transcurrió, al despertar te vi a mi lado, dormido; contemple extasiado cuerpo, tu piel, tu rostro, tu instrumento que había perdido tamaño y grosor, que minutos ante me había hecho gozar hasta el infinito, luego despertaste y me sonreíste. En silencio nos contemplábamos, nos sonreíamos, luego nos besamos tiernamente, tu te inclinaste un poco sobre mi, con un dedo empezaste a recorrer mi rostro, luego todo mi cuerpo, lentamente, hasta llegar a mis pies y volver a mis senos, mientras lo hacia me besaba en mi boca, en mi cuello, en mis senos, era increíble, volvía a sentir como mi cuerpo respondía a tus divinas caricias, veo que tu instrumento esta otra vez empalmadísimos y un rictus de deseo malévolo dibujado en tu cara. Cuando te acércate, accedí sumisamente a levantar los brazos para permitir que me despojara del arrugado y empapado camisón y me quedé definitivamente desnuda.

Estaba totalmente rendida, exhausta y sin fuerzas. tus manos aterrizaron sobre mí. Empezaron a sobarme todo el cuerpo, especialmente los pechos y el trasero con intensos manoseos. Me restregaba por las tetas tu enorme verga caliente y palpitante aún empapada con mis jugos provocándome una agradable sensación que, al friccionarme los pezones con el glande, me transmitía un delicioso hormigueo por todos los rincones de mi piel.

Tras los dos prolongados y violentos orgasmos que acababa de disfrutar, había caído en una agradable sensación placentera de distensión relajada. Mi cara debía tener una expresión beatífica de infinita dicha, de absoluta placidez, mientras me acariciaban dulcemente todo el cuerpo con tus manos y me restregabas tu miembro durísimo.

Hubiera deseado permanecer eternamente en ese estado deleitándome en la agradable sensación de sublime felicidad. Pero tu ardorosa mirada y el increíble tamaño que habían vuelto a alcanzar tu verga demostraban sin lugar a dudas que estabas sobreexcitado y que aquello no podía durar mucho más. Un inquietante presentimiento asaltó mi mente: – ¡Dios mío, quiere volver a follarme otra vez! – Me sentía derrengada, sin fuerzas y ansiaba seguir disfrutando de la dulce placidez de la tregua y tus caricias. Pero era evidente que tenías otros planes, y pensé – ¡No puedo resistir ahora un nuevo asalto! ¡No puedo..! Tengo que descansar… descansar…descansar y relajarme un poco más. – Debía mitigar como fuera su excitación. Alargué la mano para agarrar tu pene y empecé a lamerla con deleite mientras me acariciaba las tetas.

Al notar el sabor de mis propios jugos sentí que de nuevo me enardecía y me esmeré con pasión en la mamada. Necesitaba un respiro antes de volver a ser penetrada y traté de darte gusto con las caricias de mi lengua y la diestra manipulación de mis dedos para poder descansar un rato más pero sólo conseguí estimular aún más tu excitación..

Me agarraste por un brazo y me obligaste a levantarme con suavidad pero con firmeza. Aún me sentía agotada y exhausta pero obedecí con sumisión. Te había tumbado boca arriba en la alfombra y tu enorme verga durísima apuntaba desafiante hacia el techo. Con sucesivas palmaditas en las nalgas, me llevaste hacia ti y accedí complaciente cuando me histe arrodillarme. Cedí con sumisión a la presión de sus manos en mis hombros que me forzaba a descender poco a poco para que tu empalmado pene se fuera clavando lenta pero inexorablemente en mi vagina. Finalmente me dejé vencer todo mi peso y noté como la enorme y rígida verga me iba taladrando hasta lo más profundo de mi sexo y sentí la redondez de tus huevos aplastados bajo mis nalgas y las caricias de tus manos sobre mis tetas. Al estar de nuevo insertada en aquel formidable miembro duro y palpitante todo el agotamiento desapareció para dar paso a la ardiente lujuria que me invadía. Empecé a cabalgarte muy lentamente notando como las paredes de mi vagina se dilataban dócilmente ante la presión del poderoso y enérgico instrumento que me atravesaba y me provocaba con su movimiento una deliciosa sensación de placer.

Antes de que pudiera coger un ritmo vivo en mi trote sobre tu verga, me histe inclinarme sobre ti hasta apoyar los codos en el suelo.

El contacto de mis tetas aplastadas contra tu recio pecho sudoroso me provocó un escalofrío de placer. Luego me introdujiste la lengua profundamente en la boca. Al mismo tiempo, con un movimiento acompasado, me hacía ondular simultáneamente tu lengua en mi boca y tu pene en mi vagina con tal voluptuosidad que tenía que contraer todos los músculos para resistir la sensación y no derretirme de gusto. Ante mi sorpresa paraste de repente, y me sacaste tu rico miembro¿ Qué paso me pregunte? No ah eyaculado, te pusiste a mis espaldas con tu manos me agarrabas las tetas. Después empezases a acariciarme suavemente el trasero, me besabas las nalgas, entonces tu lengua presionaba a mi ano, se sentía divino, tu lengua penetrándome el ano, este cada vez se abría mas y más, yo lo disfrutaba mucho, en eso tu boca subió hasta donde se junta mi raya trasera con mi espalda para lamerme mientras tus dedos presionaban mi ano, era algo nuevo pero me gustaba en demasía, en ese instante me preguntaste ¨¿te puedo introducir un dedo en tu ano?, Dudé un momento pero te dije que sí, tu dedo anular se introdujo lentamente en mi ano, cuando sentía que yo reaccionaba lo sacaba para después metérmelo más suave, hasta un momento que tenía todo el dedo dentro de mí y yo gemía de placer, era la primera vez que permitía que hicieran esto en mi ano, pero este jueguito me encantaba, luego mientras agitaba tu dedo dentro de mí, te acercaste por el costado y me comenzaste a besar, nuevamente sentí tu lengua explorando dentro de mi boca, me encantaba lo que hacías, estaba demasiada excitada como me separaste las nalgas y noté tu firme verga presionando contra la entrada de mi ano. Al darme cuenta de que pretendía insertarme su descomunal aparato en mi delicado y frágil cubito, me invadió un angustioso sentimiento de pavor.

– ¡¡Dios mío, quiere metérmela por el culo!! – pensé aterrada ante la inminencia de lo que iba a ocurrir. Mi primera reacción fue intentar negarme con resistencia pero no pude mover un solo músculo. Me sujetabas con tus brazos con fuerza por las caderas. Con una presión suave pero firme y decidida de tu miembro hizo que mi culo se abriera como una rosa y tu glande penetró en mi ano. Lancé un agudo alarido de protesta que no sirvió para disuadirle. Sentí que me sujetabas más fuerte.– Empujabas con energía y tuve que apretar los dientes con fuerza para tratar de resistir la brutal penetración.

En lugar de oponerse, los músculos de mi ano se rindieron abriéndose dócilmente ante la irrupción de tu potente y recia verga que pugnaba por internarse entre mis nalgas. Con determinación, de una última violenta embestida terminó por encajar toda la longitud de tu miembro en el interior de mi culo con un dolor punzante y desgarrador. Lancé un gemido de lamento pero enseguida me relajé y la tortura dio paso a la deliciosa impresión de sentirme total y completamente rellena y saturada; estrujada y empalada por tu formidable pene que me taladraban. Iniciamos una serie de movimientos acompasados.

Yo permanecía concentrada en el cúmulo de sensaciones que me estaban provocando con tu verga. Nunca hubiera podido creer que un pene tan enorme como el tuyo pudiera provocarme una impresión tan deliciosa mientras me follaba ansiosamente el culo. Era una sensación tan gozosa que lo único que me conectaba al mundo en ese momento eran la enorme verga que tenía insertada dentro de mi cuerpo provocándome intensas oleadas de placer.

Empredimos una serie de movimientos rítmicos en una deliciosa y placentera tortura lasciva. Cuando retiraba casi totalmente tu verga de mi ano. Tras una breve pausa que me provocaba un intenso escalofrío de placer, empujaba con fuerza para ir embutiendo la hasta el fondo de mi trasero. Con una sincronía perfecta estuviemos follando proporcionándome oleadas de lujurioso goce.

Me sentía totalmente penetrada, repleta, gozando por todos los poros de mi cuerpo en una situación de plena felicidad. De repente experimenté una convulsión de placer señal inequívoca del preludio de mi orgasmo.

Intenté retrasarlo para prolongar al máximo la deliciosa sensación.

Fue inútil porque todo mi cuerpo vibraba y no pude contenerme. Prorrumpí en agudos y desesperados gemidos de satisfacción. Eso provocó que continuares empezaran a follarme con una velocidad y potencia desmedidas. Tus potentes embestidas me hicieron correrme otra vez antes que ellos, derritiéndome de placer y aullando de satisfacción con una expresión de completa felicidad.

Mientras estaba en la cima del éxtasis, víctima de espasmos de gozo que me, provocan unas penetraciones más profundas con potentes movimientos y ondulaciones de todo mi cuerpo. Fue un orgasmo increíblemente largo e intenso. La fuente de placer que surgía de mis entrañas se extendía por todos los poros de mi piel en un agudo y poderosísimo clímax.

La suma de gemidos de satisfacción y espasmos de gozo de mi cuerpo vibrante de placer te motivaron a que incrementase la velocidad y profundidad de tus penetraciones y te corriera en mi torturado culo regándolo con su semen. Mientras jadeaba y me pellizcaba las tetas con furia sentí un torrente de leche caliente inundándome las tripas y, luego descendiendo lentamente hacia mi ano cuando extrajiste tu verga quedaste tirado en el suelo totalmente agotado y satisfecho.

Quedamos los dos desfallecidos, totalmente saciados, tumbados sobre la alfombra un buen rato.

Marisela

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