Sexo en la casa de los Garañones de Besalla
Un señorito, sufre un accidente, y es la excusa para que una bella aldeana que le cuida se inicie en el sexo de los garañones.
Desde que era apenas una niña, hoy ya cumplidos los 45 años, he trabajado junto con mi madre (La Bruja), en la casona de Besalla, al servicio de los «Garañones».
Esta es una gran casona que desde hace pila de años viven los Espino de Monteros, a cuyos machos de la familia llaman los «garañones» por el badajo que cuelga de entre sus piernas, y quien lleva tal honor a dia de hoy es D. Carlos, que está casado con Doña Virtudes de Mendizábal y Castro (La Lagarta).
Y es que el «garañón» les daba cancha a las dos a la lagarta a la bruja y a cuanta falda estuviera en su entorno, aunque él no lo supiera, por mi parte, pero habiendo sido adoptada por él desde muy pequeña como su protegida y ahijada siempre me mostró su cariño y me respetó, aunque sus arrumacos de padrino me hacían gracia.
Y les digo, que tanto la Bruja como la Lagarta, colaboraban para hacerse con la verga de D. Carlos cuando les venía en gana, solo era cuestión de dormir al señor D. Carlos ya metido en años, y darle a su vez unas pastillitas azules, para que el Señor perdiese hasta la memoria, y el trinquete que tenia por polla, pues presentase su mejor forma, y ambas dos, bien por separado o en coyunta, se hacían de los manjares de la buena polla de D. Carlos, hasta dejarlo seco, como un palito de helado.
Todo esto sucedía a mis espaldas, y aunque una es aldeana, no es tonta, y sabe cuando hay tomate, y por tanto el espiar detrás de las puertas y demás es algo aprendí bien de pequeña, cuando Bruja y Lagarta se iban a dar el lote y me enviaban a vigilar al fondo del pasillo, desde las oía reírse, susurrar y desde luego sus untuosos zalameos.
Todo se vino abajo, pues D. Carlos algo sospechaba, y pese a su movilidad reducida, bien con muletas o con silla de ruedas, pilló medio infraganti a los arpías dándose el lote, lo cual medio consentía, por no montar un escándalo y con miedo también de perder a sus prendadas señoras, a las cuales hacia de vez en cuando un favor, o sea a la Bruja, a la Lagarta se la trajinaba más a menudo, pero esta no parecía muy contenta con la monta a palo seco.
Y dadas algunas disputas de órdago, a la Lagarta, le fue anunciado un divorcio en ciernes, y a la Bruja que pusiese tierra de por medio en cuanto pudiese. Así les fu anunciado como a las tres semanas por el abogado D. Constancio.
Al día siguiente del anuncio se preparó la marcha de Lagarta, con todo en la puerta, y Bruja no dejaría ir detrás del coño de su ama y amante, pero esa noche para despedida armaron una orgia con sus amantes en Casa de los Garañones a modo de venganza, le dieron de las pastillas azules a tutiplén, pero sin el acompañamiento de las otras, y allí danzaron y jodieron delante de D. Carlos, que además se vio forzado por las arpías y hasta por los maromos que también les iba la actividad culera, tan desesperado estaba D. Carlos, viendo las ofensas de las que era fruto , que atado y todo a su silla de ruedas se defendió y terminó con ictus, y las arpías dicen , que fueron quienes le tiraron por las escaleras abajo.
Cuando yo llegué con el servicio de la casa, encontramos a D. Carlos tirado y atado a su silla ante la gran puerta del salón azul, no movía nada, ni piernas ni manos, y no podía hablar… y así se fue camino del hospital, hasta que regresó tres meses después a la casa.
Donde ya se habían instalado todo tipo de grúas, de camas especiales, se sillas para bajar de un piso a otro, y entre D. Constancio y D. Amador, me explicaron cual era la situación y mi función, en resumen, hacer lo más llevadera la situación de D. Carlos, que de Garañón, se había convertido en algo así como en un platón de feria, que todo el mundo, las hembras huelen y hasta tocan, pero no deja de ser un florón, o sea un vegetal.
Yo le tenía cariño al maduro Garañón, y muchas veces soñé con hacer mía aquella verga, y que su propietario se rindiera a mis pies, pero nunca creí que fuera con dichas trazas.
Al final se cerró buen parte de la gran casa, se dejaron solo unas habitaciones y salas para ambos, se despidió al servicio y me quedé como única compañía, salvo Venancia y Araceli, (las Doñas) que vendría un par de veces a la semana para ayudar a las labores de casa y con D. Carlos.
Y así me vi llevando a D. Carlos por toda la casa tras de mi en su silla de ruedas, la cual era incapaz de mover ninguno de sus mecanismos para hacerla andar, salvo cuando yo me iba a WC, D. Carlos se venía conmigo.
El Garañón, no parecía estar muerto del todo, pues sin pastillas, de las cuales encontré un montón en el cuarto de las arpías, su verga o polla, o como se llame se empinaba de vez en cuando.
Un día de tantos estando yo colgando ropa tras el gran ventanón trasero, creí sentir que la silla se había movido, lo achaqué a que D. Carlos se hubiera dormido y se hubiera echado sobre alguna de las palancas. Aunque últimamente le encontraba algo intranquilo en la mirada y en su verga, que era de los poco que podía mover.
Hablaba con él, y parecía entenderme y querer decirme algo, pero no acababa yo de entender sus deseos, lo cierto que llegado el verano dispuse que D. Carlos estuviera en bata de hospital por la casa, para poder entender mejor y más rápido sus necesidades como el mear, o cagar, y por mi parte dada la calor también me tome alguna libertad, sobre todo desde que un día noté a D. Carlos muy inquieto y temiendo incidente, me lo lleve al Wc mientras yo meaba, aquello pareció alegrar al Garañón de D. Carlos que se levantaba y caía como a saltitos.
Por tanto, me abrí de piernas y le enseñé mi florido chumino, orlado de una densa mata negra como el carbón, cuando me fi a limpiar le noté más inquieto, queriendo como mover la silla hacia mí.
Ahí fue cuando le declaré mi amor, le dije. D. Carlos muchas veces soñé con usted y ser la señora de esta casa, y usted me poseyera como buen garañón que dice que es, pero debe usted hacer algo más que mirarme la entrepierna y las tetas.
A partir de aquí empezó la dura enseñanza de D. Carlos si algo quiere algo le cuesta, lo primero recortar mi bata y quitarme las bragas y el tetero, mostrar el producto es buena herramienta para el deseo, y así fue como poco a poco las manos de D. Carlos se fueron acercando a los mecanismos de la silla, y seguirme con un lazarillo por toda la casa, sobre todo cuando hacía la cama, y le enseñaba la grupa, que a buen seguro el hubiera querido montar su pudiera.
Las Doñas también ayudaron lo suyo, pues a buen seguro que le hicieron algún pajote y chupada del cinquillo, pues cuando ellas venían esas horas yo me las tomaba de asueto. Cuando volvía le encontraba, afeitado, limpio y lleno de perjumenes y cremas que las Doñas le daban a cuatro manos para que no se llagara.
Estando yo asomada al gran ventano del jardín, sentí como la silla rodaba por la sala, pues yo lo ponía a distancia, para poder mostrarle mi grupa al buen garañón, era un juego que cada dia me gustaba más, cuando quise darme cuenta lo tenía detrás y al querer moverme quedé sentada en su regazo, asomando la verga por entre mis piernas, hasta ese día yo solo le había tocado para su limpieza y adecuación, pero aquel día me prestó ser juguetona con aquella gran lombriz humana, suave y a la vez dura una vez se la sobé un poco.
Me dí vuelta, me abrí la bata, le mostré a D. Carlos lo que podía disfrutar, si él ponía algo de sus parte, por la mía le hice eso que llaman una cubana, pues mi testas para lo canija que soy, están de muerte: tetas redondas y grandecitas, y unos pezonacos que ahora me gustan cuando se ponen como pitones, luego para terminar la faena le hice al garañón una mamada, como bien supe pues no estaba yo ducha en estas artes, pero gustándome poder saborear aquel gran polo de carne que intentaba llegar hasta mi campanilla en cuanto me descuidaba, sobre todo cuando lo pajeaba y a la vez le chupaba la cebolleta, que se ponía como la dos caballos.
Lo de follar con ese vergajo me lo tenía que pensar, mucha polla decía la Venancia que decían que era la única que se lo metía todo, eso con ayuda de amiga Araceli que obtenía su parte, pero por el otro agujero, la verdad es que nunca pude espiarlas, pero había habladurías en el pueblo que ya siendo mozas y mozo D. Carlos se servía de ellas para darse mutuamente calor del bueno.
Pero ya que estaba en aquella situación y viendo que a D. Carlos todo esto lo reavivaba, no dudé en volver a sentarme en su regazo y jugar con su verga haciendo que esta se rozase contra mi chumino, así estuve un buen rato subiendo y bajando en frotamiento como en el tobogán de su polla, hasta que está explotó con una lechada de cojones, tanta fue la emoción que las manos de D. Carlos se cayeron de los reposabrazos de la silla acabaron en mis caderas. Eureka¡¡
D. Carlos iba recuperando algo de movimiento, sobre todo en las siestas, que las echábamos los dos juntos y desnudos, y nos poníamos con las cucharas, y dejaba una de sus manos por encima de mío y encima de la teta, y poco a poco fui sintiendo como le buen D. Carlos se aplicaba a cogerme el pezón, y a babearme la espalda a la vez que sentía entre mis nalgas como el vergajo tomaba fuerza.
Como hablar no hablaba, pero vi que la lengua la movía de puta madre, un dia me subí a la alta mesa del salón y cogí la cabeza de D. Carlos y lo amorré al chumino, coloque sus brazos sobre el muslamen y ¡Dios que bien lo hacía, tanto es así que según me dijo la Venancia me corrí como cerda, y para colmo hasta le mee en la cara a D. Carlos, que le pareció estupendo, pues no se soltó de su tarea ni con la meada y su vergajo sí que subió de altura y dureza, pues con miedo de quedar clavada, y para dar rienda suelta le hice otra chupada sobre el cabezón y pronto este escupió una carrada de leche, que rebocé sobre mis tetas y que ele día chupar a D. Carlos.
La cosa cada día iba a más, otro día en vez de ponerme sobre la mesa y abrirme de chumino, me puse con las tetas encima de la mesa y abrí de piernas para dejar el ojete y el chumino a la vista del garañón que hizo mil y una diabluras hasta que lo tuve medio amorrado al pilón, una extensa lengua de abajo a arriba y de arriba abajo me hicieron un trabajito que pronto la leche merengada de mis corridas m ya varias dejaban marca en mi pelambrera.
Pugnaba el señorito con su lengua en follarme el chumino y el ojete, pues entraba hasta ponerme berraca de su polla ante la cual no cabía otra cosa que chupadas y restregamientos varios, pues no me atrevía yo a mas maniobras no fuera que me rompiera, pues follar había follado poco, un par de veces con el Venancio, el hijo bobo de la Venancia, y con Fructuoso, el médico que con aquello de examinarme , y darme supositorios, terminaba siempre ensartada en su polla, y ahora estaba con la murga de darme por el culo, ya que decía que los supositorios habían hecho su trabajo. Pero el pobre ya metido en años, y de polla pequeña, dada para poca guerra, casi que yo lo tenía como un juego, a veces dudada de si la tenía dentro o se había corrido entre mis piernas.
Un día me dijo Venancia, que el señorito Carlos, estaba muy mejorado y que a mí se me veía muy bien, para lo cual aprovechó para meterme mano al coño y saborear mis juegos mañaneros, ¡hay la mi nena que ya está a punto caramelo¡
Quedé con la mosca detrás de la oreja, y cada día que venía la muy gocha iba avanzando en sus atrevimientos, cuando un dedo, cuando dos o tres, hasta un día me puso sobre la mesa y me arreó una chupada de muerte y un morreo cuya lengua creo que me entró hasta la garganta, que bruja. Otro día entró con D. Carlos con la silla y lo colocó detrás del sofá, me llamó y ante D. Carlos me quitó la bata y ella la suya y allí en pelota picada, la muy condenada me hizo ver el arco iris en colores, que bien se manejaba la cabrona, hasta quería montarme a pesar de no tener pito, pero vaya restriegues, hasta sentí al llevarme mi mano a su pelambrera, que se había o corrido o meado, cuando quise mirar para atrás vi que encima del regazo de D. Carlos estaba la Araceli, pero el vergajo no estaba entre las piernas de esta, sino en su ojete, y subía y bajaba a toda pastilla en medio de alaridos de placer. ¡Me corro¡ decía la muy ladina.
Era tremendo ver como le vergajo estaba como el palo la bandera, enhiesto y firme, y largo más de palma y cuarto de mi mano, mucha polla, y sin drogas y pastilla azules como con la Bruja y la Lagarta.
Tras los magreos y corridas, llevaron a D. Carlos a sus tareas de limpieza y allí me quedé con ganas de acompañarlas y ver que consistían aquellos baños en la gran bañera con sales y afeites, tras los cuales el garañón luego pasaba dos días durmiendo.
Al salir ese día me dijo la Venancia, dándome un beso de tornillo que para la próxima semana te toca montarte el tiovivo, o sea que preparate y date esta crema todas las noches en el chumino.
Febril estaba por que llegará ese día, no sé lo que tenía aquella puta crema, pero me ardía el coño, y por mucho que me dejaba amorrar pro D. carlos, aquello iba a peor, no solo me rebozaba con este y me restregaba por delante y por detrás el vergajo, sino que fue en busca de D. Fructuoso, que me recetó una buena pollada según él y me dio unas pastillas, que todavía me pusieron más cerda todavía, hasta anduve detrás de Pinky, el perro sabueso de la familia que se gastaba una buena polla.
Tanto era la salidera, que un día fregando de rodillas el suelo del salón, mientras dormitaba D. Carlos, vino el Pinky y me dio un lametón que me metió la lengua hasta el esófago, como me puso, tanto fue así que me espatarre bien me subí la bata y dejé que el cabrón perro me montara, pero lo único que hizo aparte de arañarme todo el caderamen, fue endiñármela de un empellón por el culo donde entró como una anguila, eso sí luego aquello fue creciendo dentro afuera quedó toda una bola pues menos mal que le tenía pillada la polla, que si no va todo pa dentro, y cuando quiso pasar la pata por encima como con las perras, sacó de mi culo un buen badajo y tras una buena chorrea de mesiados, sentir como aquella culebra salía de mi culo, fue todo un gustazo, cuando lo sentía crecer tiendo sobre mis espalada a Pinky, y babeando sobre mi oreja, queriendo meter y meter…
Pero con esas, yo soñaba con que D. Carlos me hiciera suya y me encalomara como a la Araceli, pero por el chumino, como decían que se lo hace la Venancia que dice que lo lleva a quinto cielo.
Llegó el día de la llegada de Venancia, que lo hizo puntual, llevó a D. Carlos a ver la tele un rato, mientras le ponía rabuco, con unas cintas porno, y me llevó a la cama de D. Carlos, donde se me tiró como una loba, me lo comió todo, las orejas, me dio lengua, me comió las tetas, y dejó mis pezones que me dolían, me masuñó toda mientras me daba lengua, me metió cuando dedos quiso en el chumino, tito de los labios del chumino, hasta me sacó una mini polla de encima del chumino, que me cuando lo chupaba me ponía a mil por hora. Luego vino la enorme Araceli, he hicieron conmigo un bocadillo, para comerme ambas a la vez y por costados diferentes, al final ya no sabía cuantos dedos tenía dentro, ni quien los tenía, ni cuanto me estaban haciendo correr aquellas dos arpías del sexo.
Me dejaron desmayada, tras lo cual me limpiaron a base lametones y tras darme un caldo y unas pastillas y me dejaron dormir un buen rato, tras lo cual si hasta aquel momento tenía el chocho ardiendo, ahora me echaba fuego.
A media noche vinieron y pusieron a D. Carlos encima de la gran cama, y ellas se encamaron con nosotros, los cuatro en el gran catre, se refocilaron con nosotros lo que quisieron, hasta hicieron un duo entre ellas dos, en se sorbieron hasta las tripas, hasta sacaron de debajo la cama un vergajo de goma de dos cabezas , una para el chumino de Venancia, y el otro para el culo de la Araceli, que se metía lo que no estaba escrito en los libros. Luego me tocó a mi ponerme guapa y a punto, cuando ellas lo creyeron oportuno, yo me iba ya por las patas abajo, pusieron el príapo de D. Carlos a punto,
Cuando ya apuntaba al cielo me fui dejando caer sobre é, aquello entraba y entraba, eso sí, una chupaba la tranca de D. Carlos desde los huevos hasta mis nalgas y la otra ensalivaba el mástil por delante chupando el capuchón de mi chumino. Dios¡ No aguantaba más piernas, y ya por los muslos bajaba de todo, pis, lefas, saliva, hasta que me dejé caer del todo y me empitoné hasta la bandera, que berrido Dios, sentir todo aquello crecer y como ahora las manos de D. Carlos me cogían las tetas y todos me masuñaban, no sé las horas que estuve así, creo que unas cuantas.
Desde aquella ya montaba a D. Carlos sola, y me le dejaba montar en sus intentos de sr el Garañon de Besalla, y bien que lo fue durante el tiempo que vivió, el cual nos dejo a las tres preñadas, y a cargo de sus haciendas. Gracias D. Carlos el garañón del Besalla. de los Garañones.
Gervasio de Silos.