Sexo en la calle
Una de mis fantasías con una amiga mía es que tuviera sexo en plena calle y con otro hombre para que pudiera observarla.
Una de mis fantasías es que una buena amiga mía tuviera sexo con otro y en un lugar muy transitado para que yo pudiera observarla. Por eso le escribí esta fantasía y a ella le gustó, así que me he decidido a enviarlo aquí. La Gran Vía es una calle céntrica de Madrid (España), que es donde ocurre mi fantasía. Hubiera sido bonito que esto hubiera sido real pero lo veo difícil... Pero nos excitamos mucho.
Paseamos en la Gran Vía a las ocho de la tarde y ha oscurecido completamente. Faltan pocos días para la Navidad y caminamos entre la multitud. Vistes como me gusta a mí. Te cubre un abrigo marrón pálido muy largo y cómodo, porque hace mucho frío, no tanto como otras veces por estas fechas pero es que no llevas mucha ropa más. Una bufanda que envuelve tu cuello y unas botas negras y que te llegan casi a las rodillas es todo lo que queda por decir. Debajo de ese abrigo sólo está tu cuerpo pero eso es algo que sólo tu y yo sabemos. Me gustaría desprenderte de golpe de tu abrigo aquí mismo para ver qué pasaría. Es evidente que todos los hombres se volverían para mirarte y desearte... Pero yo no quiero que te acatarres y eso no puede hacerse. De todas formas tampoco es necesario para que algunos te desnuden con los ojos, y quien sabe si con sus manos si tú quieres.
Nos miramos y, sin decir nada, comenzamos lo que habíamos pensado. Me distancio de ti y sigo tus pasos algunos metros detrás de ti. No puedo ver ahora tu cara y tu cuello pero también me gusta ver tus piernas desnudas enfundadas en esas botas que tanto me gustan. Tu abrigo es muy largo pero muchos se preguntarán cómo de corta ha de ser esa minifalda para que no se note nada. Si ellos supieran que no hay ninguna minifalda... Sonrío para mí mismo pero no me distraigo porque entre tanta multitud podría perderte de vista.
Pero si faltaba algo para atraer la atención, basta con las miradas que diriges a los hombres. Cuando distingues uno que te gusta le miras directamente a los ojos y le sonríes de una forma increíble. Queda sorprendido y vuelve después la mirada cuando tú sigues andando y pasas de largo. Él no lo sabe pero no le has elegido. Quizás sea el próximo el afortunado.
Así cruzamos la Gran Vía y llegamos a la plaza de Callao. Bajamos por la calle Preciados. Me impaciento porque todavía no te has decidido y no me atrevo a preguntarte. No quiero que sepan que te sigo. Pero justo cuando pienso esto es cuando te fijas en un chico que parece gustarte. Debe tener unos veinticinco años y reconozco que es bastante guapo. Además está solo Está claro que es el elegido. Le miras como a los otros, provocativa, pero se decide a hacer algo más que mirarte pasmado. Se te acerca y te dice algo. Miras tu reloj y le respondes. Imagino que te pregunta la hora aunque diría que en tiene un reloj en la muñeca de su mano izquierda. Curioso. A continuación le dices algo que no oigo pero que parece sorprenderle. Un par de mujeres maduras con sus bolsas del Corte Inglés te miran asqueadas un instante. ¿Qué le habrás dicho?
Ahora os desviáis de esta calle tan bulliciosa para llegas a una calle más estrecha. Acaba en un callejón y esta vacía. La oscuridad y un contenedor de basura no invitan a entrar pero es cómodo estar a solas para algunas cosas. Llegáis así a un portal con una vieja puerta de madera sobre la que dejas caer tu espalda. Os besáis entonces con fuerza. Él está impaciente y yo también. Aprovecho para deslizarme hasta un portal cercano y permanecer más o menos oculto pero no es suficiente.
Cuando habéis mezclado vuestras bocas y lenguas una y otra vez, y él necesita respirar, advierte mi presencia. Desde luego no le agrada y me invita a irme de mala manera pero tú le besas y debes estar diciéndole que no me preste atención. A él no le hace gracia pero cuando te despojas de tu bufanda y desabrochas los dos primeros botones de tu abrigo se da cuenta de que no hay nada debajo de ese abrigo salvo lo que más quiere ver y tocar.
Me olvida y se concentra en desabrochar rápidamente todos los botones. Te ríes y él besa tu cuello. Cuando por fin abre tu abrigo distingo tus pechos y hasta tus pezones pero sólo un momento porque desaparecen pronto bajo sus manos, que te acarician los pechos y todo tu cuerpo mientras te abraza. Tu abrigo no deja de moverse con sus manos que se mueven cada vez más obsesivamente. Adivino por tu expresión que sus manos llegan ahora más abajo. Por supuesto no llevas nada de ropa interior que les sirva de obstáculo. Te dice algo. Quizás quiera llevarte a un sitio más íntimo pero te niegas. Acaba cediendo porque necesita tenerte ya.
Se desabrocha la cremallera y se baja un poco los pantalones pero tú se los sostienes con tus manos para que no se caigan. Por supuesto está ya completamente duro y empuja su cuerpo contra el tuyo con violencia. Te aprieta tanto contra la puerta que parece que trates de coger aire aunque en realidad esa expresión que tienes es de placer, aunque no dejas de sonreír. Me siento molesto porque estés gozando tanto con otro pero sólo un momento. Tú me miras entonces y me sonríes. Luego pierdes la sonrisa por el placer que te descompone. Él no deja de besarte el cuello y los pechos.
No podéis gemir aquí en la calle y noto que os reprimís. Con mucha dificultad creo viendo tu cara. Por eso deslizas tu boca por su cuello hasta encontrar un lugar de su hombro donde morderle. Debes hacerle daño, o placer, mordiéndole así. Consigues que te empuje con más violencia y diga cosas poco agradables pero excitantes. El ritmo es ya frenético y no puede seguir mucho. Las últimas sacudidas son muy violentas antes de correrse dentro de ti. No puedes evitar un pequeño gemido para el final.
Todo ha terminado y se separa de ti mientras se sube la cremallera. Tú te abrochas el abrigo. Trata de que le acompañes o al menos le digas que vais a volver a veros, alguna cosa para que esto no acabe aquí pero te niegas, ya ha hecho todo lo que querías de él. Se marcha y cuando pasa al lado de mí me dirige una mirada suspicaz. Cuando me acerco a ti y te cojo de la mano y reímos, él nos mira con sorpresa y cara de "¡vaya gente más rara!" antes de desaparecer. Pronto le olvidamos pero yo no estoy del todo satisfecho. No me gustaría dejar del callejón sin probar lo que él ha probado. Protestas un poco pero no muy seriamente, y me dices que está bien...