Sexo en la agencia de seguros

Tener sexo en la oficina tiene mucho morbo

Ayer, fuimos mi mujer y yo a la agencia de seguros a arreglar los papeles del nuevo coche.

Nos atendió una chica joven, muy agradable y simpática. Se la veía algo nerviosa e insegura, posiblemente fruto de su poca experiencia.

Algo debió atraerle de mí, puesto que con disimulo me observaba y en ocasiones parecía quedar distraída. También a mí me sedujo su imagen inocente acompañada de una voz cálida. Los tecnicismos de la operación sonaban anormalmente agradables al salir de su boca. En fin, otra mujer con múltiples secretos por descubrir que siempre sería una desconocida para mi.

Algo pasó con el ordenador y no se pudieron completar los papeles. Puesto que era viernes, pensamos que ya no tendríamos el asunto arreglado hasta el Lunes.

Intervino el jefe de la delegación y nos prometió que el sábado por la mañana estaría todo arreglado y que pasara yo a recogerlos.

A media mañana me he presentado en la delegación, parece cerrada y solo algunas luces se ven encendidas. Toco el timbre y espero que alguien venga a abrir.

Tras unos instantes, la puerta se abre y me recibe la chica que nos atendió ayer.

Nos saludamos, casi con timidez, como con cierta complicidad y con sentimiento de culpabilidad por algo que sin duda no hemos hecho.

Me hace pasar y sentarme delante de una enorme mesa llena de expedientes y papeles que está clasificando y archivando.

-         "Sabes, el jefe me echo la culpa de que se colgase el ordenador...y me ha pedido que venga yo a recibir los datos de Madrid", me dice con tono de queja, "y llevo desde las nueve y no se ha recibido nada todavía".

-         "No te preocupes, no tengo prisa", le digo en plan conciliador.

Tras unos momentos, y después de mover de un lado a otro, papeles y más papeles, iniciamos una conversación distendida. Ambos nos lo estamos pasando bien y en ocasiones ella ríe con ganas. Yo me siento rejuvenecer a su lado y veo que alguna de mis habilidades ya casi olvidadas todavía ejercen influjo. Intercambiamos indirectas y frases con doble sentido, mientras un suave cosquilleo recorre mi cuerpo, cuando los comentarios se inclinan por el lado picante.

Ha sonado el timbre de la entrada, su cara ha pasado de la alegría a la sorpresa y después al temor.

-         "Debe ser mi novio", dice entrecortada, "es muy celoso y posesivo...no sé qué pensará...mejor escóndete por ahí", y se va hacia la puerta.

Por evitarle un disgusto y una escena desagradable, le haré caso aunque no me hace la más mínima gracia.

La oigo hablar en la puerta en voz alta y parece que discute con dos hombres.

Se oye cerrar el pestillo y como la voz de un hombre mayor y posiblemente la de su hijo se acercan hacia la mesa.

Ella se sienta detrás de su enorme mesa y empieza a explicarles un tanto nerviosa, que la oficina está cerrada y que no puede hacer nada por ellos.

Al sentarse, se ha descalzado un zapato y se frota con su pie desnudo la parte posterior de su pantorrilla.

¿que como lo sé?, pues muy sencillo, me he escondido debajo de su mesa.

El padre sigue insistiendo en que hay que hacer "papeles", al tiempo que recrimina a su hijo.

La chica, empieza a dominar la situación y se le nota más tranquila.

Mientras tanto, yo en mi escondite me siento como un niño travieso y siento unas ganas enormes de hacer diabluras.

Finalmente, me decido y le acaricio el pie desnudo. La reacción es inmediata...un pequeño grito de sobresalto y una patada en el brazo.

Ella trata de disimular lo ocurrido con los dos que tiene delante y a los pocos segundos su voz se vuelve normal, supongo que al comprender lo que ha pasado.

A mí me ha gustado la intensa emoción que he sentido al acariciarle el pie, y me animo de nuevo.

Mi mano acaricia su pie con suavidad con cuidado de no hacerle cosquillas. Le quito el otro zapato y procedo igualmente con el otro pie. Del pie, paso a los tobillos y después a las pantorrillas. Ella me deja hacer mientras sigue con su tarea.

Me coloco mejor en mi escondite y mis manos alcanzan sus rodillas. Tras acariciar sus piernas, coloco mis labios sobre sus pies y los beso repetidamente. Al hacerlo alrededor de sus tobillos noto un ligero estremecimiento.

Mis manos son más audaces y debajo de la falda, van de las rodillas a sus muslos, que poco a poco se van separando dejando libre el camino hacia el sexo.

A través de sus finas bragas noto como se despide un suave calor y una ligera humedad hace que se peguen a la piel.

La chica, según como van mis caricias, de vez en cuando interrumpe sus frases para luego continuar con naturalidad. En alguna ocasión se le escapa un "uhmm...", que tapa con alguna frase acertada.

La palma de mi mano está apoyada sobre sus piernas, mientras que el dedo gordo se hunde entre ellas, buscado el calor de su sexo. Froto con delicadeza y a veces con presión, hacia arriba y hacia abajo...hacia delante y atrás, y cada vez, la bragas están más húmedas y las piernas más separadas.

Su mano se desliza por debajo de la mesa, sujeta la mía y la retira. Al tiempo, se levanta mientras que dirigiéndose a los dos hombres dice: "voy ha buscar los formularios y así dejaremos el asunto terminado".

Al volver, se sienta justo en el borde de la silla, se acerca hacia mi desplazándose sobre la ruedas y con ambas manos retira con lentitud su falda hacia arriba.

¡Que espectáculo tan apetitoso! Los labios abiertos y rosados de una esplendida raja parecen decirme ¡ cómeme ...cómeme!, mientras que una espesa mata de pelillos negros rizados que se pierden en la oscuridad de la falda me piden que juegue con ellos.

Mis dedos se deslizan desde la punta de los pies hacia sus tobillos, pantorrillas, dan una vueltas en las rodillas y de lanzan entre sus muslos hacia los labios.

Nada más tocarlos, ella se revuelve en su asiento y como lágrimas, varias gotas de jugo se deslizan raja abajo hasta el asiento.

¡Que desperdicio!, pienso yo, y sin pensarlo hundo mi cara entre las piernas para recogerlo con la lengua. La paso por encima de sus labios, con la punta lamo con delicadeza su clítoris y trato de meterla en lo más profundo.

Con la lengua recorro cada uno de los rincones de su sexo, con mis labios voy haciendo presión sobre el clítoris y con los dientes araño por sus ingles y muslos. Ella con sus piernas totalmente separadas, se mueve sin cesar encima del asiento y sus palabras quedan sin terminar o se aceleran sin aparente motivo para sus clientes.

A estos, los despide satisfechos de haber conseguido su objetivo, los acompaña hasta la puerta y tras volver a poner el cerrojo, vuelve apresurada a su mesa.

Se agacha, me besa con suma pasión en los labios, nos caemos al suelo y nos entrelazamos en un fuerte abrazo.

Me desabrocha el cinturón y dice: "Follame ahora mismo...no puedo aguantar mas...métemela...métemela".

Sin dudar un instante, me la saco, la encaro y se la meto hasta el fondo en la primera embestida. A las pocas veces de meterla, gime con fuerza y se corre al tiempo que clava sus uñas en mis nalgas. Ante tal explosión de gozo me dejo ir y también yo me corro.

Tras recomponer un poco nuestra apariencia, nos dirigimos a la puerta.

Allí está esperando el que posiblemente sea el novio.

Yo, con tono aparentado enfado, le digo a ella:

  • "A ver si arregláis el puto ordenador, que yo no tengo todos los días para venir a recoger los papeles. Espero que el sábado que viene ya estén todos arreglados".

DEVERANO.