Sexo en el tren....
Sara y Nacho hacen un viaje en tren muy especial junto a un pasajero espectador.
Eran las cinco de la tarde de un caluroso día de agosto, estábamos hablando en la cocina muy cerca el uno del otro.
Sara, que es así como se llama mi chica, besaba mi cuello abrazada a mí y decía, pegando su boca a mi oído, que su cuerpo le pedía marcha. El calor nos hacía sudar a los dos y se mezclaba resbalando por nuestros cuerpos.
Me propuso un juego. Quería que le explicara una fantasía sexual mía que no hubiéramos realizado nunca para ponerla después en práctica por muy descabellada que ésta pudiera llegar a ser.
Me gustó la idea y no necesité demasiado tiempo para pensar en una.
Desde hacía tiempo se me pasaba en ocasiones por la cabeza que alguien nos viera follando, exhibirnos en público. Así que sin decirle exactamente de qué iba la fantasía (le iría dando instrucciones según se fuera desarrollando) le dije que se vistiera porque íbamos a darnos un paseo.
Eso sí, le dije exactamente la ropa que debía ponerse y la que no. Concretamente le pedí que se pusiera una camiseta de tirantes blanca ajustada que le queda divina, pero sin sujetador y una minifalda vaquera, pero.... sin bragas.
Extrañada, obedeció mis órdenes sin rechistar pero sin evitar que se le iluminara la cara con una sonrisa. Mezcla de placer y morbo y de misterio y miedo al mismo tiempo.
Le dije también que íbamos a coger el tren pero sin un destino concreto, el primero que pasara por la estación.
Como vivimos cerca de la estación de Renfe de Meridiana, no tuvimos que caminar demasiado.
Sólo pensar que no llevaba bragas debajo de esa minúscula falda y que en cualquier escalera cualquiera podía ver sus encantos femeninos hacía que tuviera una erección casi constante....
Los dos estábamos muy excitados y tanto en la taquilla, en la cuál teníamos a varias personas delante, como en el mismo andén, nos besábamos apasionadamente haciendo que ella no pudiera evitar estar cada vez más mojada y yo más trempado.
Cuando llegó el tren subimos en el primer vagón. Era un Catalunya Exprés que se dirigía a Port-Bou. Iba casi vacío, de hecho, en nuestro vagón solamente viajaba un pasajero. Era un chico de unos veinticinco años, de mediana altura, pelo corto, majete de cara y buen cuerpo. Iba leyendo un libro y escuchaba música en su MP3 al mismo tiempo.
Nosotros, no lo he dicho, pasamos por muy poco la barrera de los treinta, concretamente ella tiene 31 y yo 33.
Hasta entonces no le había dicho que la exhibición era la principal protagonista de mi fantasía. Ella pensaba que todo iba a ser pasear sin bragas por la calle. Así que fue en ese momento cuando, de pie en el vagón, las puertas cerradas y el tren ya en marcha, le dije que me abrazara y me besara. Estábamos justo en frente de donde aquel chico estaba sentado, a unos pocos metros de él.
Sara estaba de espaldas al chico, yo no me había quitado las gafas de sol, por lo que el chaval tenía la incertidumbre de si yo podía verlo o no mientras le magreaba el culo a mi chica, lo que provocaba que nos mirara pero con bastante disimulo al principio.
Empezamos a comernos el cuello, la boca, las orejas.... El veinteañero, en ocasiones, no sabía hacia dónde mirar, haciendo ver que aún seguía concentrado en su libro.
Sara me susurró al oído que estaba muy caliente. No hacía falta que lo jurara. Cuando me separaba un poco de ella podía ver como por cada una de sus piernas bajaba hacia sus pies un hilo del flujo vaginal que no podía contener por no llevar puesta ropa interior.
Es más, el olor, que cada vez más se notaba en el ambiente, a coño excitado era un regalo para mis sentidos y estoy convencido de que éste llegaba incluso hasta el campo olfativo del chico que desde su asiento tenía el tremendo privilegio de poder disfrutar de una sesión porno en vivo en primera fila.
Seguía comiéndole la boca a Sara, mientras tocaba su esbelto y delgado cuerpo, apartaba su melena rubia para también relatarle en el oído cómo nos miraba. Le decía:
- ¿Te imaginas que se arma de valor, se levanta y nos pregunta si puede participar?
O también:
- ¿ Te gustaría que estuviéramos yo delante de ti, como estoy, y él detrás. Yo comiéndote la boca y acariciando tu coñito y él besándote el cuello y metiendo un dedo en tu estrecho culito....?
Aunque Sara es una chica muy apasionada creo que nunca la había visto tan excitada como cuando le susurraba estas guarradas en la oreja.
Hacía esfuerzos para girar la cabeza y yo no le dejaba. Quería que siguiera sabiendo que alguien nos miraba pero que supiera el resto por mí.
Debo decir que el tren que habíamos cogido es bastante directo. No para más que en tres o cuatro estaciones en un trayecto que dura aproximadamente dos horas, por lo que nadie podía interrumpir aquella sesión erótica en bastante tiempo.
Pasados unos minutos de magreos, caricias y besos tomé la decisión de mostrarle a aquel chico algo más. Él había sido el afortunado de nuestro premio particular y estaba dispuesto a recompensarle hasta las últimas consecuencias.
Fue entonces cuando le dije a Sara:
- Cariño, quiero que nuestro amigo lo pase en grande, aún más. Quiero mostrarle tu rajita, quiero abrirla y enseñarle tu coño mojado. ¿Estás preparada para que él te la vea?
En ese momento tenía una cara de vicio que no podía con ella. No lo pensó dos veces y me dio permiso para que hiciera lo que quisiera con ella.
Bajé mis manos por su cintura hasta llegar a la parte más baja de su falda levantándosela despacio, dejando al aire de momento sus nalgas. Su culo firme y redondito sin bragas quedaba a la vista del chico el cuál ya no hacía esfuerzos para disimular.
Empezó a manosear su paquete. Yo podía ver cómo le había crecido la polla por el bulto que marcaba en el pantalón. No omitía ningún detalle explicándole a Sara lo hermosa que se le había puesto mirándole a ella el culo.
Lo bestial fue cuando acabé de levantar la falda hasta la altura de su cintura. Entonces alargué mis brazos por detrás de ella y cogiéndole el culo por los lados lo levanté y separé sus nalgas con mis dedos mientras miraba al chico.
Fue en ese momento cuando no aguantó más y pasando de todo empezó a bajarse la cremallera del pantalón para acabar sacándose la polla la cuál estaba ya muy dura.
Le dije a Sara:
- Tengo una buena noticia para ti. A nuestro amigo le ha gustado mucho tu coño. ¿¿Sabes lo que acaba de hacer?? Se ha sacado la polla y la tiene muy dura. Creo que no le importaría nada follarte aquí mismo.
Le pedí que pasara una mano entre sus piernas y que se metiera un dedo en el coño y así lo hizo haciendo que el chaval abriera aún más sus ojos. Pero no tenía suficiente con un dedo. Ella estaba deseosa de polla desde antes de salir de casa, así que tampoco pudo esperar más. Desató el cordón de mi pantalón, lo bajó y se agachó para sacarme la polla y empezó a chuparla.
Parecía que se la quisiera comer literalmente. La engullía hasta los huevos provocándole esto alguna que otra arcada pero, aparentemente, sin importarle porque seguía haciéndolo sin que yo se lo pidiera. Aún así, dada la excitación, luego la cogí del pelo y forzaba un poco la penetración de mi polla en su boca, llegando ésta hasta su garganta, tragándose los líquidos preseminales que salían de ella.
Mientras me la comía, el chico empezó a masturbarse, primero despacio para luego seguir con un pajote en toda regla.
A él también le había cambiado la cara de buen chico que tenía cuando habíamos subido al tren para tener ahora la cara de un diablillo travieso de lo más vicioso.
Yo ya no quise esperar más. Le iba a dar a Sara su deseada dosis de carne y ya había decidido dónde lo iba a hacer: lo haríamos sentados enfrente del chico.
La levanté, me morreé con ella, notando el sabor de mi polla en su boca, la cogí de la mano y sin mediar una palabra con el compañero de viaje la senté justo enfrente.
Pareció ponerse nervioso por un momento, casi escondiendo su polla, como si no lo hubiera estado viendo durante todo el rato. Pero supongo que fue la reacción lógica al acercarnos.
Cuando vio que no mordíamos y que pasábamos de él, como si no estuviera, siguió con su tarea.
A Sara la cogí por las piernas, echando su culo hacia delante, hasta casi salirse del asiento, para separárselas y levantárselas después.
Yo, en medio, antes de follármela, me agaché para comerle el coño. Mmmmmm estaba tan sabroso que hubiera estado haciéndolo todo el trayecto y más, pero Sara tenía una urgencia y yo un espectador a quien satisfacer.
Me volví a morrear con ella para que esta vez notara el sabor de sus líquidos en su boca y con sus pies en mis hombros y agarrando mi verga con una mano y con la otra abriendo su depilada almeja empecé a pasar la punta de mi polla por su clítoris con lo que no podía evitar que de lo más hondo de su garganta salieran gemidos como si de una gata en celo se tratara.
El chico se fue animando, tanto que por fin se atrevió a abrir la boca para decir impaciente:
- Clávasela!! Hasta el fondo!! Vamos campeón, métele la polla, reviéntala!!
Sonreí al ver que el juego pasaba a ser interactivo...
Me hizo gracia que aquel jovencito se atreviera a hablar por fin y no sólo eso sino a darme ánimos. Lejos de molestarme, no dudé ni un momento en hacerle caso. Dada la situación estaba convencido de que sus consejos eran totalmente acertados. No podía aguantar ni un segundo más ni Sara tampoco.
Continué separando sus labios con mis dedos para apuntar directamente al agujero de su coño. La punta de mi polla entró suavemente, para volver a salir y volver a entrar repetidas veces, notando cómo la forma de mi glande iba abriéndose camino en su mojada almeja.
El placer era extremo sintiéndonos observados por alguien que compartía al mismo tiempo nuestra excitación.
Cuando empujé hasta el fondo para penetrar totalmente aquel resbaladizo coño, Sara gritó como si la estuvieran matando. El propio ruido del tren y la ausencia de más viajeros, a parte de nuestro observador, no nos impidió gritar de placer.
No me importó saber el nombre de aquel extraño, por lo que dirigiéndome a él siempre como ehy chaval le dije:
- Te gustaría follártela a ti?? Te encantaría disfrutar de su coño, verdad??
Me preguntó:
- Puedo??
A lo que tuve que contestar, dejando claro que él no era más que un mero espectador y yo el único macho que se folla a mi hembra, que no.
Pero él no se desanimó, siguió masturbándose mientras se asomaba por nuestro lado para ver el primer plano de aquella follada. Eso era más que excitante para él. Después de todo, cuando subió a aquel tren, no habría imaginado jamás que algo así pudiera llegar a ocurrirle.
Sara se retorcía, me miraba con sus preciosos ojos verdes y con una dulce voz me decía que se corría en breve, que no podía aguantar más el inmenso placer de mi polla abriéndola en canal.
Aquello excitó al máximo a nuestro amigo diciendo que él tampoco iba a durar mucho más.
Aproveché para acariciar el clítoris de Sara con el dedo pulgar sin parar de bombear, cada vez de forma más salvaje, su caliente y suave coño.
Se cogió con una mano al asiento de al lado y con la otra cogía mi culo indicándome así que no parara. Yo cogía su cuello con la mano que me quedaba libre.
Sara se derritió de placer cuando de repente comenzó a gritar como una posesa:
- Qué me corro!!!! Me corro!!!!! Me corro!!!!!!!!!!!
El chico se corrió casi al instante derramando su leche por los asientos y el suelo del tren y yo me corrí también notando como mi polla disparaba a borbotones leche que inundó el hambriento coño de Sara.
Los tres habíamos llegado a un orgasmo conjunto que no olvidaríamos jamás.
Descansábamos exhaustos en los asientos cuando una voz indicó por la megafonía que nos acercábamos a la siguiente estación.
Ofreciéndonos un kleenex que sacó de su mochila, el chico nos dijo que esa era su parada y que, desgraciadamente, debía abandonar el tren.
Nos dijo que se lo había pasado como nunca y que había sido la situación más morbosa que jamás hubiese podido imaginar.
Nos despedimos pidiéndole antes un favor. Le dije que nos daría mucho morbo que escribiera un relato de cómo había pasado todo en todorelatos.