Sexo en el camping

Esta historia está basada en mis pasadas vacaciones en un camping, dónde no pasó, ni por casualidad, nada de lo que os contaré. Este relato es sólo el resultado de una calentura de verano.

Esta historia está basada en mis pasadas vacaciones en un camping, dónde no pasó, ni por casualidad, nada de lo que os contaré. Este relato es sólo el resultado de una calentura de verano.

Espero os guste.

El sol que entraba por la ventana me despertó al alba. Miré alrededor y no reconocí la habitación. Tras unos instantes de desconcierto lo recordé todo.

Recordé que esta era la cama de mi caravana. Recordé que ayer llegamos al camping. Recordé que anteayer empecé las vacaciones. Y finalmente recordé que estaba solo en la cama porque hacía 3 meses mi mujer me dejó por otro.

Estas iban a ser sin duda las peores vacaciones de mi vida.

Me llamo Juan, tengo 42 años y hasta hace 3 meses estaba felizmente casado con Luisa y teníamos una hija, Ana, de 18. Un día de primeros de mayo mi mujer me dijo que se iba con otro. Permitidme que no entre en detalles. Los recuerdos de estos tres meses son muy confusos y poco gratos de revivir.

Uno de los pocos recuerdos claros es de un día a principios de julio en que oí la voz de mi hija Ana preguntando: ¿Papa, iremos al camping verdad?

Por un momento, estuve por girarme y ni responder, cuándo algo en sus ojos me hizo parar. Comprendí que mi hija se esperaba precisamente eso, que me girara y no respondiera como había estado haciendo las últimas semanas.

Me había olvidado completamente de ella. No recordaba haber hablado ni una sola vez de la separación con ella, ni que pensaba o como se sentía.

La miré de nuevo a los ojos. Vi tristeza, pero también la ilusión de una adolescente en ver a sus amigos de vacaciones.

Me acerqué a ella y la abracé llorando. Nos sentamos y empezamos a hablar. Decidimos que lo mejor era ir a nuestro lugar habitual de vacaciones.

Y aquí estábamos. Era nuestro primer día de vacaciones, así que reuní la energía suficiente para levantarme y despertar a Ana.

Después de desayunar, ocupe la mañana acabando de instalar todo lo necesario. Por la tarde fui al super a comprar y a la vuelta me encontré a mi hija hablando con la mujer de la parcela contigua a la nuestra.

-Hola papa- me saludó mi hija, -¿te acuerdas de Carmen?, dijo mientras señalaba a la vecina.

En efecto, la recordé, era una habitual del camping. Carmen era una mujer atractiva de unos 35 años con el pelo negro y unos ojos muy negros y turbadores. En otras circunstancias no habría dejado de admirar su bonito cuerpo apenas disimulado por un minúsculo pareo. Yo no estaba para mujeres, por muy atractivas que fueran.

-Carmen nos ha invitado a cenar- continuaba mi hija.

-No hace falta, he ido al super y traigo todo lo necesario- respondí

-Insisto-, apuntó Carmen, - tu hija me ha dicho que aún no estáis del todo instalados. Además ya tengo la cena a punto, en media hora os espero-

Mientras colocábamos la compra, mi hija me informó sobre la vecina. Estaba sola en el camping mientras su marido trabajaba. Tenía una hija, María, de la misma edad de Ana con la que ya había hecho planes para la noche.

La cena fue muy agradable, parecía que estábamos en familia. Por momentos, me olvidaba de mi situación hasta que recordaba que esa no era mi familia.

Después de cenar, las chicas se cambiaron y se fueron con su grupo de amigos. Nosotros nos quedamos charlando y bebiendo.

La conversación era banal hasta que Carmen soltó de repente:

-Oye, Juan, ¿cómo llevas el tema de hablar de sexo con tu hija?

-Pues la verdad, se ocupaba mi mujer, ya sabes de mujer a mujer…- y deje morir la frase

-Vamos que ni idea- me cortó. - Pues te informo que hoy las dos llevan preservativos en el bolso. Se los he visto guardar hace un momento -

-¡Queeeé!, ¿mi hija?, pero si sólo tiene 16…-. Y me callé. Las posibles implicaciones me abrumaron. Por otro lado, a sus 16 primaveras mi Ana ya era toda una mujer tanto física como mentalmente.

-He sacado el tema porque mi hija no quiere hablar conmigo. No se si por vergüenza, por creer que lo sabe todo, no se. Y estoy preocupada -continuó- Por eso pensé que quizás a través de tu hija podría desbloquear la situación-

Me quedé mirando a Carmen y solté así sin pensarlo: –Pues habrá que hacer algo y pronto por que a dos chicas tan guapas, no les faltaran pretendientes.-

Realmente eran dos chicas muy atractivas. Ana con el pelo corto, castaño, la piel clara aún no bronceada por el sol. Pero lo que más destacaba era su bonito y proporcionado cuerpo, que tanto me recordaba al de su madre.

María, la hija de Carmen, también era atractiva pero en otro estilo. Muy delgada, morena con una larga melena de pelo negro y los ojos muy negros como su madre.

Me fije entonces en Carmen. Era una mujer atractiva, quizás algo delgada para mi gusto. Ahora llevaba un pantalón corto y una camiseta de tirantes. El pantalón dejaba ver unas piernas esbeltas. Continuaba un culo bien formado. El pecho no muy generoso pero si firme.

Carmen, interrumpió mis pensamientos con una frase que me dejo clavado en la silla. –Yo a su edad, ya había catado más de un hombre –. Dejo ir la frase, como yo antes, sin pensar. O más bien, como pensando en voz alta.

Ambos hicimos ver que no habíamos oído lo que decía el otro. Miramos a la vez a la mesa, donde estaban las dos botellas de cava que lleve a la cena, vacías.

Las había comprado en el super, para emborracharme solo, auto compadeciéndome en mi soledad. Sin embargo mi hija las vio y pensó era buena idea llevarlas para cenar.

Empezamos a reír los dos a la vez, con aquella risa un poco histérica de las borracheras alegres.

-Me parece que hemos bebido demasiado- dejé ir como disculpa.

-No solo tú has bebido, y a las chicas apenas les hemos dejado mojarse los labios- continuó Carmen - o sea que estamos empatados.-

Carmen continúo. - De todas maneras el alcohol nos ha hecho decir dos verdades como puños: a esta edad, en verano y con esos cuerpos si no han catado hombre no será por falta de oportunidades- y siguió - ¿o tú no piensas igual? Además, en nuestra generación a los 18 años ya habíamos hecho de todo - sentenció.

A los 18 años yo era un niñato con acné que no hacía mucho caso a las chicas. Y ellas tampoco me hacían caso a mí. Pero estoy seguro que Carmen no era así. Empecé a imaginar como seria con 18 años. Seguramente se parecería mucho a su hija. Quizás un poco más voluptuosa, con las curvas más marcadas.

Mi imaginación empezó a desbocarse. Primero sus pechos, insinuados bajo su camiseta sin sujetador. Los imaginaba en mis manos, apretándolos con suavidad. Después, los llevaba a mi boca, mi lengua los reseguía con calma, chupando sus pezones hasta endurecerlos. Mis manos bajaban por su torso, acariciaban su cintura y reseguían su pequeño pero prieto trasero,

Justo estaba empezando a imaginarme como tendría el monte de Venus, ¿quizás delicadamente recortado o bien, completamente depilado? cuando me di cuenta que Carmen me miraba con los ojos grandes como platos. Tenía la mirada fija en mi entrepierna.

Sin darme cuenta, mi pene, al que últimamente no había dado ninguna alegría, había despertado de su letargo de 3 meses con un ímpetu que no recordaba ni de mis años mozos. Además, haciendo justicia al uniforme oficial de cualquier campista, no llevaba más que un pequeño pantalón corto, sin ropa interior y me alegre pene enseñaba un poco su cabecita por la parte inferior.

Me estiré y mi pene quedó pudorosamente guardado bajo el pantalón.

Miré a Carmen mientras me sonrojaba como un mozalbete travieso pero me sorprendió que ella aguantara mi mirada sin reproches. Todo lo contrario, parecía complacida por haber provocado ese efecto en mí.

La pelota estaba en mi campo. Carmen parecía dispuesta para algo más. Podía levantarme, acercarme a ella y besarla apasionadamente, podía, pero no lo hice. Porque, a pesar de las protestas de mi miembro, el que no estaba dispuesto era yo.

Bajé la cabeza y murmuré algo, me levanté y me iba sin despedirme pero me giré ya en la puerta

Murmuré un –Perdona, lo siento. Buenas noches –. Entonces vi la curiosa expresión le había quedado en la cara. Era mitad alivio, mitad decepción. Mejor así.

Al entrar a mi caravana, fui a encender la luz y… no funcionaba. Sólo me faltaba eso. A oscuras me dirigí a la parte posterior de la caravana en busca del poste de conexiones. Encontré el enchufe ligeramente movido, lo coloque en su sitio, me levanté y me encontré cara a cara con Carmen desnuda de cintura para arriba.

El poste de conexiones estaba justo debajo de la ventana de su dormitorio y ella, con la luz encendida y sin correr la cortina se estaba desnudando para irse a dormir.

Después de lo ocurrido hacía no más de 5 minutos, este no era el mejor lugar donde ir a parar, por lo que decidí irme. Lo decidí, lo ordené a mis piernas pero estas no se movían.

Estaba en esta lucha interior cuando un detalle me hizo olvidarme de todo. Carmen ya se había quitado la camiseta, pero seguía en el mismo lugar, sin moverse.

Bueno, sus piernas no se movían pero sus manos no estaban quietas, pues estaban tocando sus pechos. Y no estaban tapándolos o tocándolos sin más. Los acariciaban con pasión. Ahora los estrujaban con fuerza, ahora suavemente. Ahora con dos de sus dedos se pellizcaba los pezones.

Miré su cara, Tenía la boca entreabierta, los labios húmedos, la lengua se movía como si lamiera algún dulce imaginario. Sus ojos miraban fijamente en mi dirección, ¿me veía?, quizás pero me daba igual.

Mi miembro había recuperado las energías y no tardé en liberarlo del pantalón. Ella hizo bajar una de sus manos por la barriga, lentamente, con sensualidad, hasta hacerla desaparecer de mi vista. Sin verla, noté cuando su mano derecha llegaba a su sexo, porque la expresión de su cara se hizo, si cabe, aún más excitante.

Yo también tenía la mano derecha ocupada. Le estaba haciendo un masaje a fondo a mi olvidado pene.

Llevábamos ya un rato en esta situación, mi pene estaba a punto de estallar. A ella tampoco parecía faltarle mucho cuándo oí unas voces. Carmen también las oyó y por su reacción las reconoció antes que yo. Eran nuestras hijas que volvían. Joder, ¡que oportunas!

Carmen se vistió aprisa, yo hice lo mismo pero no podía aparecer así ante mi hija. Por suerte, las voces se dirigían a la caravana de ellas.

Entre un mi caravana, me senté en la cama y para disimular me tape el pantalón con el pijama. Pasaron unos minutos, en los que mi pene tuvo tiempo de regresar a su estado de reposo cuándo oí la voz de mi hija.

-Papa, papa, ¿estas aquí? – preguntaba desde la entrada.

-Si, entra, ¿ya habéis vuelto? – respondí.

Ana entró a la vez que decía – Pero que dices, ¡si sólo son las diez!. Sólo hemos venido a deciros que vamos a la discoteca de aquí al lado. Bueno si nos dejáis. Carmen dice que deja ir a María si vamos las dos y volvemos pronto-

Eso mi hizo recordar la conversación iniciada (y no acabada) con Carmen sobre nuestras hijas, el sexo y los preservativos en sus bolsos. Un no rotundo se formó en mi boca pero Ana ya no estaba conmigo.

Desde fuera mi hija continuó - Carmen te espera, para ver que decidís, yo ahora vuelvo -

Así pues, me levanté y fui de nuevo a la caravana de mi vecina. Hacía no más de 10 minutos que había marchado de allí con la cola entre piernas y ahora debía volver.

  • Carmen, ¿puedo pasar? – pregunté desde la puerta.

  • Entra, te estaba esperanto – respondió ella.

A pesar de haber visto sus pechos hacia un momento, a pesar de haberla visto masturbándose. A pesar de todo, no estaba preparado para lo que vi.

Carmen se había puesto un pijama que parecía hecho adrede para no ocultar nada o más bien para enseñarlo todo.

Mirándolo con perspectiva, no creo fuera casual escogiera aquel pijama, es más no creo ni que fuera suyo sino de su hija pues le iba 2 o 3 tallas pequeño.

Era un pijama en dos piezas con un alegre estampado algo infantil. La parte superior era una camiseta de tirantes estrechos que no podían contener a sus pechos. Estos, con vida propia, se escapaban por todos lados. Además unos marcados pezones, quizás aún excitados, me apuntaban directamente a mi entrepierna.

Y que decir del pantalón, minúsculo, apretando aquellas lujuriosas carnes. Por la parte inferior y a aún a la tenue luz de la caravana vi claramente marcados los pliegues de la vulva.

Mientras hablaba giró a mí alrededor con lo que también me enseño su lindo trasero.

Volvió a girarse, y un pecho, casi entero, se escapó de la camiseta.

Ella hablaba pero yo apenas prestaba atención.

  • que te parece entonces – continuaba – La discoteca está cerca, podrían ir caminando. Pero de todos modos unos padres acercan a todo el grupo y a la salida los van a buscar. Además, conozco a todos los que van y hay varios más mayores que no les dejaran hacer ninguna tontería -

Acerté a decir algo, - no se, no lo veo claro,… Pero supongo tampoco puedo tenerla encerrada, … -

Con un ligero movimiento se volvió a girar, cogió el móvil, llamó y dijo:

-Ok, portaros bien, no hagáis tonterías y no volváis más tarde de las 5 –

Eso me hizo despertar - ¿las 5? Mi hija nunca ha salido hasta tan tarde-

-No seas aguafiestas, déjalas que se diviertan – y añadió – seguro que no tienen intención de utilizar los condones que les he visto –

Solo me faltaba esa palabra: condones o sea sexo. Estaba por levantarme y salir pitando a buscar a Ana y lo hice, me levanté, pero para lanzarme sobre Carmen.

Ella no se esperaba algo así, pero no le molestó ni mucho menos. Nos fundimos en un apasionado beso. Nuestras lenguas se buscaban, explorando la boca del otro.

Con mis manos reseguí el perfil de su cuerpo. Empecé abrazando la cintura, subí por los costados y cogí ambos pechos a la vez.

Separé nuestras bocas y reseguí su cuello con mi lengua, subí hasta su oreja derecha y la insulté:

  • ¡Zorra! Eres una zorra, una guarra, mira como me has puesto – nunca había dicho esas cosas a una mujer. A ella la sorprendió pero no pareció molestarle.

Al contrario, respondió tocando mi sexo a través del pantalón. Mi pene respondió volviéndose a inflar otra vez.

Yo me separé de ella y le subí la camiseta. Empecé a lamerle los pechos. Los chupaba, los lamía, los estrujaba suavemente con mis manos. Mordía los pezones.

Volví a subir y nos fundimos en un beso aún más apasionado. Ella metió su mano bajó mi pantalón y comenzó a masturbarme suavemente.

Sus labios bajaron de la boca al cuello y continuaron bajando por mi pecho. Me bajó el pantalón mientras se iba agachando. Su mano continuaba subiendo y bajando sin parar de masturbarme.

Finalmente, se arrodilló frente a mí, me quitó el pantalón y apareció mi pene. Se lo miró un momento y sin pensárselo demasiado se lo metió entero en la boca y me la chupó arriba y abajo.

Bajó suavemente la piel con sus labios y empezó a lamer mi glande con la punta de su lengua. Su mano derecha me sobaba los testículos.

Ahora la volvía a chupar, su boca subía y bajaba mientras sus labios apretaban con fuerza todo mi miembro. Estaba muy excitado, quizás demasiado.

Ella también debió pensarlo porque paró y se levantó.

Volvimos a besarnos, nuestras lenguas se buscaban. Mi mano derecha bajó hasta su entrepierna, metí la mano dentro del pantalón y busqué su sexo. Ella abrió sus piernas para recibirme y me encontré con un coño ligeramente depilado que en ese momento estaba húmedo de excitación.

Carmen dejó ir un suspiro cuándo mis dedos se dirigieron a su interior.

Recorrí con mi dedo medio su raja mientras el índice y el anular separaban sus labios. Busqué el clítoris y empecé a presionarlo con mi dedo medio. Cuando tenía el dedo bien húmedo busque la entrada y entré con decisión. Carmen se estremeció, nuevos suspiros salían de su boca.

Carmen se quitó la camiseta. La giré y la apoyé en la mesa, boca abajo.

Lentamente reseguí su espalda con mis manos, con mi boca, con mi lengua. Le baje el pantalón. Como ya sabía no llevaba ropa interior. Me agaché.

Con las manos, apretaba sus nalgas mientras las mordía.

Carmen estaba fuera de sí, se fue dejando caer hasta apoyarse en la mesa.

Su culo quedó en pompa.

Mi pene apuntaba a su sexo. Ella separó sus piernas para ofrecérmelo.

-Fóllame, quiero que me folles cómo a una zorra - Me dijo mientras con las manos se separaba las nalgas.

Su bello sexo quedo ante mis ojos. Me agaché para chupárselo.

-No, fóllame cómo un salvaje, hazlo ya-

No lo dudé, me puse al pie de la mesa y de un solo golpe introduje mi pene en su coño.

Un pequeño grito se escapó de sus labios. Un grito que se convirtió en gemidos de placer cuando empecé a bombear despacio.

La postura no era muy cómoda para mí, y eso me distraía pero sus gemidos no me dejaban parar. Intenté variar la posición para ganar altura pero no me dejó, así que la atraje para mí y bajé su culo ligeramente de la mesa.

Ahora si podía bombear a fondo. El ritmo era infernal, su coño se contraía salvajemente cuándo me dijo: -Para, para, para ahora mismo –

No me lo podía creer, ¿porque quiere parar ahora?

  • No quiero correrme aún, quiero que dure más –

  • Pues yo no duraré mucho. Estoy demasiado caliente – respondí.

  • Por favor, espera un poco y continuamos – sugirió.

  • De acuerdo, pero entonces déjame clavártela en el culo.- dejé ir la frase estando seguro que diría que no.

Para mi sorpresa, Carmen varió la postura y se separó las nalgas con las manos para ofrecerme su ano.

  • Entonces clávamela en el culo. Córrete dentro. Lléname el culo con tu semen –

Nunca lo había hecho por detrás. Mi ex nunca quiso y tampoco otras novias anteriores. Pero no me lo pensé dos veces. Saqué mi polla de su coño.

Nuestros jugos mezclados salieron detrás. Apoyé mi polla en la entrada de su ano y empujé fuerte.

  • Animal, me vas a romper – gritó. Estoy seguro sus gritos se oyeron en todo el camping.

Yo no paré, y la introduje poco a poco hasta el fondo.

  • Zorra, te voy a petar el culo, no voy a tener compasión de ti -

Y empecé a bombear suavemente al principio. Cuándo vi que los gestos de dolor se convertían en suspiros de placer, aceleré el ritmo.

Me sorprendían las sensaciones. Mi polla estaba más apretada. El esfínter anal era como un anillo que aprisionaba mi miembro y aumentaba el placer. Estaba siendo el mejor polvo de mi vida y sólo habíamos empezado.

No tengo que negar que también influyera la abstinencia y el morbo de mi primera penetración anal.

  • Más suave, me vas a reventar. Mi culo era virgen, cabrón. – dijo de repente.

Eso me puso aún más caliente, pero afloje el ritmo. Ahora la sacaba casi del todo y suavemente la volvía a introducir.

Carmen volvió a gemir enseguida que, haciendo piruetas, conseguí llegar con mi dedo a su clítoris y los labios exteriores. No conseguía llegar bien al clítoris y me conformé con rozarle los labios.

  • Te voy a dar por delante y por detrás, zorra – Le dije suavemente mientras introducía un dedo en su húmedo agujero.

  • No pares, sigue así so cabrón. No pares y me correré -

Aceleré el ritmo de mi dedo. Notaba como arqueaba su espalda. Estaba a punto.

Y llegó su orgasmo. Fue un espectáculo, sobre todo para los vecinos que sin duda la oyeron gritar.

Yo no pude aguantar más y me dejé ir. Mi semen la inundó.

Con el dedo la continuaba masturbando, con mi pene la continuaba sodomizando. Ella no paraba de gemir.

Así hasta que no pude más. Me dejé caer sobre ella extrayendo mis extremidades de sus agujeros.

  • Ha sido el polvo más salvaje de mi vida – le dije al oído.

  • Pues a mi me ha parecido genial. Pero estaría mejor si me dejaras levantar,….

Me aparté de ella, se giró y me besó en la boca suavemente.

  • Ahora vuelvo – prometió.

Oí como iba al servicio. Al volver traía agua con jabón y una toalla.

Con mucho cuidado me limpió el pene. Cuando estuvo satisfecha de su trabajo, sin mediar palabra, me la empezó a chupar.

  • Oye, que no estoy a punto – protesté tímidamente.

  • Tú te callas – me cortó bruscamente – que no tenemos toda la noche. O ¿te has olvidado de nuestras hijitas?

Volvió a la carga, la chupaba, la lamía, la masturbaba con la mano.

  • Vamos a la cama – la interrumpí

Directamente nos pusimos en posición de 69, de costado.

Comencé lamiendo sus labios exteriores, después los separé con dos dedos y roce ligeramente su clítoris. Se estremeció.

Con el dedo índice de la otra mano fui explorando sus labios interiores y la entrada de su sexo.

Ella no estaba quieta tampoco. Con la mano masturbaba la base de mi pene. Con la boca chupaba mi glande. Con los labios bajaba el prepucio. Pasaba la punta de la lengua por todo el glande y de golpe se tragaba todo la polla. O toda la que le cabía.

Yo volvía a su clítoris repetidamente. Ahora un lametón suave, ahora una chupadita, ahora un mordisquito. Empezó a arquear la espalda y a moverse, a suspirar cuando tenia la boca vacía.

En un momento de pausa le dije.

  • Estoy disfrutando mucho pero quizás prefería un coito -

  • Pues yo no y con lo que te voy a hacer seguro que tú tampoco – respondió con un toque de misterio.

Continuó chupándola igual, quizás con más ansia y yo continué con lo mío. Ahora me dedo índice junto al anular entraban y salían de su coño. Mientras con la otra mano abría sus labios y con la lengua masturbaba su clítoris.

Seguimos así un rato, hasta que ella notando que mi pene estaba aún más excitado dijo – ahora fóllame la boca – y se giró quedando boca arriba.

A la vez se llevó mi cuerpo con ella y quedamos en el mismo 69 pero con ella debajo.

Comencé a follar su boca suavemente mientras continuaba con su sexo.

Ella empujaba mi culo para introducir aún más mi pene en su boca hasta marcarme el límite.

  • Quiero que te corras en mi boca, pero no me avises – y añadió – nunca lo he hecho y no quiero cambiar de opinión -

  • Ahora si que eres una zorra – respondí – no sólo me voy a correr en tu boca. Si no que me la vas a continuar chupando mientras mi corro. Además te voy a obligar a tragártelo todo, ni una gota vas a dejar –

Eso me pareció que no le gustaba pero con mi pene en su boca no pudo protestar.

Empecé a bombear. La promesa de una corrida en su boca le dio nuevos bríos a mi pene.

Ella también estaba muy excitada. Aceleré el ritmo de bombeo, Carmen vio que llegaba el momento y pareció que cambiaba de idea.

Aumenté el ritmo de mi lengua y mis dedos, mi pene estaba a punto de explotar. Ella intuyó el momento y cogió las nalgas de mi culo. Me apretó abajo, mi pene entró aún más en su boca hasta casi provocarle arcadas.

Bombeé sólo un par de veces más, me alcé un poco para no eyacular directamente en su garganta y me corrí. Todo mi cuerpo vibraba, temblaba y se convulsionaba.

Llené su boca con mi semen, aunque al ser el segundo orgasmo la cantidad era menor. Ella conservó el semen en su boca y cuando quise sacar la polla de su boca, no me dejó y mi hizo continuar bombeando. Se había tragado todo mi semen. Chupaba con fuerza, extrayendo las últimas gotas.

Como pude conseguí continuar masturbándola a ella. Ahora ya tenía tres dedos en su interior, mi lengua estaba agarrotada y no podía más.

Su espalda se arqueaba, intuí le faltaba poco para el orgasmo.

Su lengua reseguía mi pene de arriba abajo. Aún lo tenía dentro de su boca y ella aprovechaba el menor tamaño para introducirlo completamente.

Noté estaba a punto de correrse. Cambié la postura de mis dedos para llegar con mi dedo índice a su punto G. A la vez aumenté la presión sobre su clítoris y entonces se CORRIÓ así con mayúsculas.

Todo su cuerpo se convulsionaba, el sexo se contraía, el culo se alzaba y no gritó porque tenía aún mi pene en su boca.

Poco a poco, aflojamos el ritmo, hasta parar.

Cambiamos nuestras posiciones y nos abrazamos. Nos besamos suavemente, con pequeños piquitos.

Estas iban a ser sin duda las mejores vacaciones de mi vida.

Espero os haya gustado.

¿Sugerencias para una continuación?