Sexo en el Camping

Despues de la ruptura con mi novia no podía dejarme deprimir por lo que me fui de camping con amigos.

Antes de nada decir que los nombres son ficticios, pero no así las situaciones que se relatan a continuación.

Me llamo Juan, soy moreno, mido 1,80 m, de espaldas anchas y no soy ningún guaperas, mas bien corrientito, quizá lo mas destacado en mi son mis ojos, color verdoso. Tengo que decir también que era bastante tímido con las mujeres, enfermedad que "curaba" pillándome unas cuantas copas. Mi polla, por desgracia para mi no es como la de otros relatos, solo me mide unos 14 cms y medio y de un grosor regular y encima cuando me empalmo se curva un poco hacia arriba, lo que suele hacer un poco de gracia a algunas tías, pero es la que tengo y le saco todo el partido que puedo. Este relato pasó cuando tenía 20 años, cuando el deporte me permitía lucir un cuerpo atlético, cuerpo que con los años, el trabajo, la bebida, y él dejar de hacer deporte se fue perdiendo, pero esa es otra historia.

El relato empieza con una ruptura, ya que la que fuera hasta entonces mi tercera novia, dejo de serlo. Muchos problemas, discusiones y diferentes puntos de vista en la forma de llevar la relación nos condujeron un jueves a romper definitivamente, a pesar de que todavía quedaban restos de pasión entre nosotros, pero la vida es así como muchos de vosotros habréis comprobado. Lo normal después de una ruptura así es irse con los colegas a pillarse una borrachera monumental, pero esta vez iba a ser diferente, ya que estábamos en pleno mes de julio y unos amigos míos se iban de camping a un pueblo cercano a pasar el fin de semana, ya que eran las fiestas. Yo, ni corto ni perezoso me fui con ellos.

Mis amigos eran una pareja (Ana y Emilio), un amigo (Carlos) y una amiga de Ana (Elena). De las chicas, la que más me gustaba era Ana, aunque tenía el grave defecto de ser la novia de un amigo, y eso para mí es sagrado, aunque para algunos otros llamados "amigos", pueda no serlo, pero de alguna forma se demuestra la verdadera amistad. Como decía para mi Ana era la que más me gustaba, pero aparte de por su cuerpo, que era una pasada, rubia, ojos azules, tetas grandes, delgada y buen culo, por su carácter, y por la alegría que siempre tenía. También tenía sus defectillos, de cara no era muy hermosa, excepto cuando sonreía o cuando ponía cara de pícara, lo que dado su carácter alegre y juguetón sucedía con frecuencia; también era un poco bajita, 1, 55 aproximadamente y las piernas no demasiado bonitas. Elena, a pesar de ser amiga de Ana se le parecía poco en el carácter, ya que era una presumida, pija y creída, que miraba a todo el mundo por encima del hombro, y debía de creer que el sol salía salía de su boca y se ponía en su coño. Pero había que reconocer que estaba buena. Pelo negro, liso, como de ala de cuervo, una carita de modelo, de aproximadamente 1.70 de altura, delgada, piernas de concurso, aunque poca chicha, ya que de tetas se quedaba escasa, y el culo como de una quinceañera anoréxica, huesudo, aunque con forma.

De los tíos, empiezo con el afortunado Emilio, este era surfero, pero no de los típicos que solo se meten en el mar si no hay olas y solo salen a pasear la tabla y se preocupan de llevar una determinada marca de ropa, era un autentico surfero, de los que en invierno, con lluvia y frió, se metían a por olas. Era bajito, como Carlos, los 2 andaban por el 1.55 pero Emilio tenia un tren superior (hombros, brazos y espalda) hiperdesarrollado debido a su afición. De los tres era el que más morro le echaba con las tías y el que más ligaba ya que era divertido y ocurrente. Carlos era él más tímido y el más feo de los tres, pero tenía una característica que lo distinguía entre el resto, esta era que tenía una polla descomunal, y en las duchas del instituto ya mereció el apodo de Rabocop, aunque hasta el momento del relato su éxito con las tías, por su físico y su timidez había sido nulo.

Los cinco partimos hacia el camping, que quedaba a unos dos kilómetros del pueblo de la fiesta, aunque tenía una playa estaba muy bien. Montamos las dos tiendas en una esquina del camping, algo alejadas de los demás, de los chicos y las chicas y comimos algo y nos fuimos a la playa. Yo debido a mi estado de animo no tenia muchas ganas de juegos de cartas y bromas, como los demás, y como Carlos no dejaba de burlarse de mí, solté a Elena que tuviera cuidado con Rabocop. Tanto ella como Ana no pararon hasta saber toda la historia del mote, aunque luego soltaron que yo tanto Emilio como yo éramos unos cerdos machistas que solo pensaban con el pito, ya que Carlos había enmudecido y estaba encogido y rojo como la grana mientras que Emilio y yo no parábamos de bromear. Después de eso, creímos que con el tema zanjado, volvimos a las tiendas.

Cerca de las nuestras se habían puesto una tienda con tres chicas, de las que una conocía de clase del instituto, Isabel, morena, un poco regordeta, pero con curvas donde tenia que tenerlas. Esta me dijo que habían quedado con unos amigos de sus amigas y que estas estaban preparándose para la fiesta, pero que ella se iba a dormir que estaba muerta de cansancio. Nosotros ese primer día habíamos decidido quedarnos en la tienda y beber como cosacos. Después de unas cuantas copas y cuando el camping estaba en silencio, dado que la mayoría se había marchado a la fiesta, las chicas propusieron jugar a algún juego, en el que perdiera tenía que hacer una penitencia que propondría el ganador. Todo bastante inocente, por lo que yo, con la bebida y mi estado de animo melancólico estaba un poco cansado y les dije que me iba a dar un bañito en el mar. Ellos siguieron jugando y me fui a la playa, me di un baño y cuando volvía oí a Isabel que me llamaba y me dijo que mejor que no entrara porque vaya fiestecita que se estaban dando mis amigos. Y era verdad, los gemidos de placer se oían y una de ellas, creo que Elena decía dame más fuerte cabron, así destrózame, ahhhhh.

Mire a Isabel y esta me dijo:

Ya que no puedo dormir, me iba a dar un baño, ¿Vienes?

Ya que aquí sobro, creo que no tengo otra opción.

Gracias por lo que me toca

Si pudiera te tocaría yo- le respondí.

Menos lobos –me dijo con sonriéndome – y vamos al agua..

Dejamos las toallas cerca de la orilla y ella se quito la camiseta que llevaba dejando ver un cuerpo enfundado en un bañador de una pieza ajustado por todas sus curvas. Como dije, Isabel era morena, de 1`70 de altura, con unas tetas de la talla 100, un poco de barriguita y un culo bien redondo y formado. Como no se atrevía a entrar en el agua por que estaba fría empecé a chiscarla y juguetear con ella, que no se cortó y también empezó a luchar conmigo. Mis manos empezaron a recorrer su cuerpo, sobre todo las piernas y el culo, mientras ella se abrazaba y se pegaba contra mí intentando hacerme una aguadilla, aunque era difícil, ya que estábamos en una zona que me cubría por el ombligo. Como no podía ser de otro modo mi polla se empezó a empalmar rozando contra su barriga. Sin saber casi lo que hacía empecé a besarla y ella me respondió de inmediato. Nuestras lenguas se fundían y entrelazaban sin parar en un beso pasional, mientras que nuestras manos exploraban nuestros cuerpos. Yo le agarraba el culo y lo amasaba abriéndola y empujándola contra mi polla en erección, mientras la seguía besando. Ella respondía frotándose contra mi polla y empezó a morderme el cuello. Yo, ciego de pasión, le empecé a quitar el bañador con una mano, mientras le mordía el cuello y la apretaba contra mí con la otra. Cuando sus tetas quedaron al aire, me dirigí a mordisquearlas y chuparlas. Sus pezones erectos por la excitación y el frío del agua, sabían salados, a agua de mar. Al mordisquearlos y chuparlos ella echo el cuello hacia atrás y empezó a gemir mientras que sus manos me acariciaban la nuca empujándola hacia sus pechos. Mis manos seguían bajándole el bañador y cuando lo conseguí le empecé a tocar el coño. No podía verlo por que quedaba por debajo del agua, pero por el tacto, se notaba peludo, y aunque no podía saber con seguridad que estaba mojado, por estar en el agua, se le notaban hinchados los labios mayores. Empecé a tocarle su clítoris, que se hinchaba por momentos mientras ella gemía y se aferraba a mí clavándome sus uñas en la espalda. Ya sin poder aguantar mas, me bajé con una mano como pude el bañador, le abrí un poco las piernas y la levanté, situé mi polla en la entrada de la vagina y ella poco a poco se iba deslizando hacia abajo, empalándose con mi polla. Yo la ayudaba sosteniéndole con mis manos su hermoso culo. Cuando estaba completamente dentro de ella enlazo sus piernas por detrás de mí y empezó a moverse hacia arriba y hacia abajo, apoyándose en mis hombros mientras que yo la ayudaba con mis manos en su culo. Empezábamos a aumentar el ritmo, cuando, por culpa de las pequeñas olas y la posición, perdí el equilibrio, separándonos para evitar ahogarnos.

Sigamos fuera- le dije cogiendola de la mano y saliendo a la orilla, en donde me tumbé boca arriba.

Ella se arrodillo a horcajadas encima de mí, me cogió la polla y la embocó en la entrada de su coño. Empezó a bajar y a metersela. Subía y bajaba, lentamente, con una languidez que en esos momentos yo no sentía, por lo que doblando mis rodillas y ejerciendo fuerza en mis piernas, empecé a bombear las caderas arriba y abajo cada vez a mayor ritmo. No podía parar, estaba poseído por una ansia por penetrarla, por llegar hasta el fondo. Debido a mis embestidas y para facilitarme la penetración ella se puso a cuatro patas, con sus tetas bamboleándose sobre mi pecho, y sus ojos cerrados. La cadencia de mis movimientos iba en aumento. Yo notaba como se deshacía de placer. Fue entonces cuando me corrí con un espasmo, arqueando la espalda todo lo que pude y empalándola hasta el fondo y arrancándola un grito de placer. Ella todavía no estaba a punto y empezó a cabalgarme a un ritmo frenético, pero mi polla fue perdiendo mi dureza. Ella me dijo:

No vas a dejarme así, ¿verdad?

Como podría, después de lo que me has hecho pasar. No sabes que soy todo un caballero. –repuse yo.

Ahora no quiero un caballero, quiero que me hagas gozar.

empecé a comerle las tetas mientras empezaba a masturbarla con mi mano, pero me detuvo diciéndome:

No, cielo, me vas a tener que comer el chichi.

Lo que usted diga señora.

Cambiando la posición me dirigí hacia su conejito, que estaba peludillo y rezumaba semen de mi corrida. Empecé a darle lametones a su clítoris, mientras que le introducía primero uno, y luego otro dedo por su coño. Sus caderas empezaron a moverse rítmicamente y su respiración se agitaba por momentos. Levante la vista y vi como se acariciaba sus tetas y pellizcaba sus pezones. Su coño despedía una mezcla de olor a mar, a mi semen y sobre todo a hembra excitada que me estaba poniendo a tono otra vez. Después de un rato lamiendo y chupando, con mis dedos penetrándola sentí como ella arqueaba la espalda en espasmos de placer y soltando un quejido largo y sostenido se corría. Yo, que de nuevo estaba empalmado, me arrodille entre sus piernas y levantándole un poco las caderas, acerque mi polla a su coño y empuje, penetrándola. Ella, aturdida y sensible por su anterior corrida, empezó a gemir y a moverse, parecía como si su coño quisiera absorber mi polla. Yo me sentía como flotando, pero pronto salí de esa sensación, y la embestía con pasión. Nuestras respiraciones se convertían en jadeos cada vez más profundos. De repente ella volvió a arquear la espalda y a gritar, mientras contraía y soltaba los músculos de la vagina y me apretaba con sus piernas para tenerme dentro de ella mientras se corría. Yo, debido a toda la excitación del momento y a que las contracciones de sus músculos vaginales me habían producido, me corrí también segundos después de ella. Tras unos besos y descansar un rato, nos dimos cuenta de que habíamos perdido los bañadores, seguramente cuando empezamos a follar en el mar.

Nos dimos un baño para quitarnos la arena y lavarnos un poco. Con las camisetas puestas y tapados por las toallas que habíamos llevado.

¿Vas a ir a tu tienda?- Me preguntó.

Claro. ¿Por?

Me apetecía dormir contigo.

Por mi encantado, pero antes a ver si no hay nadie, okay

Por suerte ya no se oía nada en la tienda de las tías, excepto unos ronquidos que creía que eran de Emilio, y no me equivoque, ya que la nuestra estaba vacía, por lo que Isabel fue a por su saco, a dejar una nota a sus amigas y vino a mi tienda. Debido a lo agotados que estábamos nos dormimos inmediatamente. El fin de semana acababa de empezar y de que manera. Pero eso será otro día.