Sexo Efímero

Se acomodó la ropa, se levantó para ir a abrir la puerta con enfado y al hacerlo se encontró con esta mujer de cabellera negra y ojos brillantes. Un par de aretes finos combinaban con el peinado de salón y un maquillaje discreto le daba vida a un rostro hermoso.

—Hola Yurie, ¿Está Erandy? ¿Me la comunicas por favor? Pregunto Ramiro.

—¿Por qué no le marcas a su celular?

—Sí lo hago, pero me manda al buzón de llamadas, así que una de dos, puede que lo traiga apagado o donde anda no tiene buena señal.

—Ni te contestará cabrón, ahorita anda muy lejos con su padre. Pensó ella sin contestar de viva voz.

—Hola… ¿Yuri, Yurie? ¿Estás ahí?

—Eh, sí.

—Está bien, seguiré intentando comunicarme con ella. ¡Chiao!

—Adiós.

Ramiro se paseaba molesto por la sala de su departamento. No entendía porque Yurie no quería decirle dónde estaba su hija Erandy, bueno tal vez sí… Estaba el hecho de que él era mayor por más de dos décadas con respecto a ella o bueno, también estaba el detalle de aquella efímera historia de amor y sexo que hubo entre ellos mismos. Una historia de sexo que se dio en el tiempo que ella estuvo casada con Ismael, su viejo amigo del trabajo.

Ramiro era el típico hombre atractivo y galante que gustaba de conquistar a las mujeres de su entorno. Con su cabello entrecano, cuerpo atlético y facciones simétricas sabía que podría conquistar a quien quisiera fuera de su ámbito social, pero; parecía tener cierta inclinación hacia las damas que tenía más cerca. Sin importarle su edad o estatus civil, las mujeres elegidas tenían como única regla ser hermosas y con figuras envidiables. Era una especie de fetiche para él, le gustaba meterse en medio de las lindas piernas femeninas pero no podían ser de cualquier extraña. No, eso no estaba bien.

—Si no está en su casa entonces realmente se fue de viaje— Pensó. Yurie desconocía que su hija lo mantuvo al tanto de todos los planes pero como se trató de un destino sorpresa la joven no pudo terminar de contarle a dónde iría. Sabía que estaba con su padre y que tardarían mínimo dos semanas en volver.

Al ser un hombre con la libido alta extrañaba el cuerpo de Erandy, el cuerpo desnudo de la muchacha se le venía a la mente avivándole el deseo. La forma en la que cogían en esa misma sala le provocaba una erección que no sabía cómo complacer. Cada paso que daba sobre la alfombra al rodear la mesita de centro le prodigaba un cosquilleo en el glande excitándole aún más.

Ataviado en ese traje negro se encamino a la cantina de su estancia, se sirvió una copa de Brandy y encendió un cigarrillo. Saco su celular del bolsillo, busco en las llamadas recientes el número de Erandy y marco una vez más activando el altavoz.

—Suena… suena…— Pensaba Ramiro al tiempo que se sobaba el rabo sobre el bulto marcado en el pantalón. Apuró el trago de vino quemado y soltó una bocanada de humo mientras maldijo a la contestadora que le indicaba que el número marcado no estaba disponible o se encontraba fuera del área de servicio.

Las horas pasaban, el brandy disminuía y los cigarrillos se terminaban. Caminaba de la sala a la estancia, de la estancia al ventanal y por a través del cristal miraba el paisaje de asfalto alumbrando el terreno, éste simulaba un manto de estrellas desde la altura en la que se encontraba. Al desenfocar un poco la mirada miraba su propio reflejo, sólo en la mitad de ese departamento lujoso de muebles color beige con cortinas blancas sobre las ventanas y al fondo la luz de la chimenea encendida.

Por un momento pensó en irse de putas por ahí y hablarle a un amigo que le hiciera segunda, pero no; eso no iba con su estilo. Revisó la agenda de su celular:

—Micaela… De viaje, no.

—Esther… Uhm… no, esta noche no.

—Naomi… Sí.

Presiono el botón de llamar y el timbre comenzó a sonar. Sus ojos brillaron de la emoción sin saber que del otro lado Naomi le ponía bien y bonito con su marido.

Empinada en cuatro puntos Naomi una morena de fuego recibía desde atrás el cipote rígido de su esposo. Las nalgas le rebotaban en cada embiste cuando en el buró de su cama su teléfono se encendió mostrando en la pantalla: Maestra de Zumba.

—¡Mierda! ¿Quién te llama a esta hora?

—¡Ahh, Ohh! No sé amor, tú dale. ¡No te distraigas!

Como pudo Naomi estiro su brazo para alcanzar su celular. Tarea que no fue fácil porque al mismo tiempo le jalaban de las caderas para empalarla más fuerte. Al reconocer el número se mordió el labio y pensó —Ah, eres tú. Vamos a divertirnos un poco—. En lugar de desviar la llamada la contesto.

Ramiro iba hablar pero lo primero que escucho fueron los gemidos de la morena sinuosa —Hija de su madre, pensó. Se la están cogiendo—. Sin terminar la llamada se sentó en el sofá frente a la chimenea, activo el altavoz y se dispuso a disfrutar del show improvisado.

La danza del fuego al arder le figuraba a las mismas siluetas de amor que él formaba al poseer en sus recuerdos a la mujer del otro lado la línea. Se sacó el miembro por el cierre del pantalón y comenzó a masturbarse lentamente. Su verga se hinchaba al compás de la presión con su mano, se tallaba firmemente de arriba hacia abajo. Su semen a punto de ser expulsado fue interrumpido por el timbre de la puerta que sonó insistentemente: Din, don.

—¿Quién podrá ser? Se dijo así mismo.

Se acomodó la ropa, se levantó para ir a abrir la puerta con enfado y al hacerlo se encontró con esta mujer de cabellera negra y ojos brillantes. Un par de aretes finos combinaban con el peinado de salón y un maquillaje discreto le daba vida a un rostro hermoso. La gabardina negra con la que venía vestida aunque era de buena marca desentonaba con la figura de la mujer que se anunciaba en su puerta.

—¿Qué haces aquí? Pregunto él, mirándola de arriba abajo.

—He venido a hablar contigo. Contesto segura de sí misma.

—Así, y de qué…

—Quiero que termines con esa relación.

—Así… ¿Y por qué habría de hacerlo? Ella a pesar de su edad es una Diosa.

—En serio Ramiro, debes terminar con esa relación. No puedo creer que te acuestes con ella. ¡La viste crecer!

—Y creció muy bien, tuvo a quién heredarle —sonrió con malicia— A ver… Vienes hasta la puerta de mi casa a exigir pero qué ofreces tú.

La mirada de él se clavó en el cuerpo de ella provocándole un calorcito agradable. La intimido un poco al sentir cómo la desnudaba con la vista pero no lo suficiente como para dejarlo de mirar a los ojos.

La mujer imitando el cliché de las películas dejo caer por encima de sus hombros la gabardina descubriendo poco a poco las curvas femeninas tirando la prenda al suelo. La señora venía arreglada con un Body de rayas de color negro con unas medias del mismo color sostenidas por un liguero que marcaban sus piernas largas y firmes. Sus pies cubiertos con unas zapatillas de tacón alto dieron pasos firmes al interior del departamento.

El conjunto se entallaba perfecto en el cuerpo delicado, las curvas resaltaban más por la cintura breve. Ramiro no perdía detalle del trasero redondo y desnudo que se contoneaba al caminar. Lascivamente recorrió la silueta de punta a punta, trago saliva y con el movimiento de su mano acompañado de media reverencia, hizo un ademán como invitándola al interior de su apartamento.

—De acuerdo Yuri, pasa. Hablemos.

—A cambio de dejarla me volverás a tener a mí, pero la tienes que terminar.

—Primero pasa y en medida de tu comportamiento decidimos, qué te parece. Contesto Ramiro acariciándose los huevos sobre el pantalón sonriendo diabólicamente, como saboreándose el manjar que estaba a punto de disfrutar.

Yurie cerró la puerta tras de sí, dejando la gabardina a su suerte en el corredor exterior.

Ramiro la tomó por la cintura y busco su boca para besarla recibiendo como respuesta el giro de su rostro hacía otro lado. Sin inmutarse con cada mano la sujeto de las nalgas y la jalo hacía arriba enterrando su boca en el cuello de la mujer. Yuri no se apartó e inclinó su cabeza para atrás permitiéndole oler del aroma de su perfume.

Como si fuera un paso de baile de tango Yuri subió una de sus rodillas a la cadera de él, permitiéndole el acceso a acariciar su muslo. Ramiro magreaba las carnes de ella por cada parte de piel que la prenda le permitía. Se veía hermosa y apetitosa con ese conjunto, los dedos se le hundían en la carne de las nalgas, las piernas y los muslos, dejando por unos instantes las marcas de las yemas sobre la dermis firme y suave.

La verga enhiesta luchaba por tener protagonismo y palpitaba bajo la tela. Yuri al sentirla en su vientre no lo pensó más y bajo sus manos para desabrocharle el pantalón y por los costados bajárselo con todo y bóxer.

Ramiro la soltó recargándose en la pared rindiéndose a las caricias de la mujer. Ella con una mano acaricio con las uñas la bolsa de los huevos provocando un jadeo y un temblor en él. Con la otra mano lo masturbaba firmemente de adelante hacia atrás provocando que del glande escurriera el líquido pre seminal que le embadurnaba por todo el tronco. Ella miro hacia abajo para ver cómo la verga crecía cada vez más y su puño solo le permitía agarrar la mitad de la longitud de ese enorme musculo sin hueso. No lo pudo evitar, el trozo de carne con venas palpitantes se le antojo a tal grado que sonrió maliciosamente lamiéndose un poco el labio superior. Era mejor de lo que la recordaba.

—Ya sabes lo que tienes que hacer putita.

La palabra putita reboto en su interior detonando la lujuria en su mente y en su cuerpo. Un calor en la piel de Yuri la motivo a abrirle de un tirón la camisa a Ramiro descubriendo para ella un torso firme y marcado por el gimnasio. El pasillo de la entrada era iluminado por el color rojo del fuego de la chimenea que hacían brillar la piel de hombre y la verga barnizada por sus propios jugos la volvía más apetitosa a cada segundo que pasaba. Se tuvo que hincar y con su mirada reto la del hombre al poner en la entrada de su boca el cipote erecto.

Ramiro por su parte desde su perspectiva podía ver a Yurie por el reflejo del vitral de la sala. El cuerpo de ella se miraba perfecto, las curvas de las nalgas sobresalían y la luz roja del ambiente le daba un brillo erótico y libidinoso a toda su piel.

Cuando ella se hincó frente a él, la tomó por el cabello y la miro sacar con su mano un preservativo de entre las ligas de la media. Vio como ágilmente rompió el empaque y metía en su boca el látex. Bajo su mirada y se encontró con la de ella retándolo.

—¡Mámamela! Ordeno.

La boca de Yurie formó una O y se posó sobre el glande, en su interior con su lengua acomodó el preservativo en el lugar correcto y con los labios poco a poco fue vistiendo cada centímetro de carne del rabo caliente. En su lengua sentía las venas bombear la sangre, sintió la verga engrosarse entre sus mejillas provocando al mismo tiempo que la respiración de Ramiro se acelerara jadeando y gimiendo conforme el pito se le hundía y salía de entre sus labios.

Ella se sujetó de los muslos de él mientras se la mamaba. Ramiro la jalaba del cabello y de la boca femenina escurría la saliva hasta su barbilla. Los labios vaginales de Yurie comenzaron a humedecerse, soltó uno de los muslos para que con su mano encontrase el clítoris y comenzó a tocarse.

Bastaron solo unos minutos para que a Yurie le costara trabajo respirar, soltando la verga se hizo para atrás tomando una bocanada de aire y recuperar el aliento. Ramiro estuvo a punto de venirse y llenar el condón en la boca de ella, pero; esa pausa que hizo ella, le dio la oportunidad que estaba esperando. La miro arrodillada, agitada, respirando con dificultad, miraba asombrado cómo esos pechos grandes y firmes se hinchaban con cada respiración.

La jalo con brusquedad por el pelo y la alzó. La volteó hacia la pared para quedar detrás de ella y la reclino un poco hacía adelante para tener a la altura su trasero. Ella intento quejarse pero fue en vano, para cuando quiso replicar él hizo de lado la panty, descubrió su intimidad y la ensarto de un solo golpe.

—¡¡Ahh!! Alcanzo a musitar.

Con ambas manos Ramiro la tomó del cabello y la jalaba hacía tras al mismo tiempo que con las caderas la empujaba hacía adelante. Las nalgas de Yuri temblaban con las embestidas, podía sentir como esa verga le abría al máximo al entrar en ella y sus propios jugos le facilitaban la operación.

De reojo podía ver su reflejo, se podía ver a sí misma siendo cogida por Ramiro, su cuerpo reclinado hacía adelante apoyada con ambas manos de la pared. Por su parte su amante hundía su rabo por entre sus piernas donde podía ver perfecto como todo ese pedazo de carne se perdía entre las curvas de sus nalgas. La temperatura de su cuerpo comenzó a subir de golpe, sus paredes vaginales apretaban cada vez más el miembro varonil por lo que ya no se reprimió. Bajo una de sus manos una vez más hasta su clítoris y lo froto al mismo tiempo que la cogían. El calor se apodero de ella y el cosquilleo del orgasmo anuncio su llegada desde la mitad de su vientre explotando en ese botón de carne que tallaba con sus dedos.

El placer del orgasmo fue brutal, sus piernas temblaron y se dejó caer sobre sus rodillas.

La eyaculación de Ramiro no tardó mucho en llegar, con ella hincada en el suelo, dio unos pasos hacia adelante se arrancó el preservativo y se froto hasta expulsar su semen en el cabello de ella, sus mejillas y boca. Una vez que terminó se sentó en el suelo a recuperar el aliento mientras admiraba su obra de arte, la mitad del rostro cubierto del viscoso líquido blanco, tanto que un poco le escurría por la barbilla a Yurie.

Pasados unos minutos en silencio, ella se levantó y se dirigió a Ramiro.

—Entonces, la vas a dejar.

—Seguro, no sé cómo pero algo se me ocurrirá.

—De acuerdo, entonces me voy.

—Ah, ah, ah. Te vas, pero tienes que volver. Advirtió.

Ella salió del departamento, tomo su gabardina, se acicalo un poco y se marchó a su casa con una sonrisa entre los labios. Por ahora se había salido con la suya, no iba a negar que el sexo con él era bueno pero eso de regresar a ser amantes no era mucho de su agrado aunque era más desagradable imaginarlo cogerse a su hija. Así que no había mucho que pensar, si para alejarlo de Erandy tenía que ser ella quien se acercarse más, lo haría.

La mañana siguiente la luz del sol entró por la ventana en el cuarto de Yurie, su marido aún dormía para cuando ella abrió los ojos al escuchar el timbre de su celular.

—¿Quién te llama tan temprano amor? Replico el esposo.

—Es Ismael, el padre de Erandy. Ya deben de haber llegado, vuelve a dormir.

Yurie se levantó y salió del cuarto para contestar sin molestar a su cónyuge.

—¿Qué paso Ismael? ¿Por qué me llamas tú y no Erandy?

—Lo siento Yuri, pero su celular aquí casi no tiene señal.

—¿Por qué no me llamaron en cuanto llegaron? Ya me tenían preocupada.

—Ehm… Pasó algo pero luego te cuento, ahora te quiero preguntar ¿Cómo es eso de que nuestra hija anda con Ramiro Flores?

Se hizo un silencio incómodo durante unos breves segundos y Yurie no pudo evitar una sonrisa al tiempo que se tomaba un mechón de su cabello para olerlo. Ismael volvió a tomar la palabra.

—Te estoy hablando, contéstame por favor. ¿Por qué Erandy anda de novia con un señor que tiene mi edad por Dios? Y no cualquier señor, sino con Ramiro ¡Ramiro!

—¿A qué te refieres?

—Mira Yuri, no te hagas pendeja… Bien sabes que una de las tantas causas por las que tú y yo nos separamos fue porque le andabas dando las nalgas a ese pendejo. Y el mismo cabrón ahora se anda tirando a mi hija, ¡Qué bonito no!

—Ya tranquilo, por eso la deje ir de viaje contigo para separarlo de él, sé que no está bien y tienes razón pero ya lo tengo todo pensado y él la va a terminar. Así que tienes que estar con ella para cuando él le hable y consolarla porque le va a poner fin a su relación.

Ismael al escuchar eso no pudo evitar pensar en cómo su exmujer convencería a Ramiro de dejar a su hija, la conocía bien y sus ojos se encendieron libidinosamente.

—¿Consolarla, dices?

—Sí, consolarla. Ahora por favor pásamela que quiero hablar con ella. Mira que no llamarme para nada.

—Sobre eso, bueno ahora no puedo. Se fue a almorzar con su abuela. Ahora que dices que debo C-O-N-S-O-L-A-R-L-A necesito decirte algo.

—¿¡Qué!? A qué viene ese tono de voz.

Yurie levanto una ceja desconcertada.

—Bueno, te cuento. Cuando llegamos, decidí rentar un auto para ir a casa de la abuela, era de noche y el clima amenazaba con una tormenta.

—Bueno ¿Y…?

—Espero que estés sentada pero qué te digo, estamos bien, tuvimos un accidente y quedamos un rato atrapados en el auto. Te lo quería contar después pero con lo que me has dicho creo es un buen momento… ¿Estás lista?

Poco a poco, en pausas la cara de la mujer se fue tensando, apretaba los dientes de coraje y la mirada se le perdía en el espacio. Apretó con tal fuerza el celular que daba la impresión que lo rompería.

Ismael comenzó a describir con detalles todo lo que pasó en el auto la misma noche del accidente en la tormenta, Yurie abría los ojos con sorpresa, no podía creer lo que le estaban diciendo. Sí, tuvo que sentarse para terminar de escuchar lo que su ex le estaba contando. Pero eso, eso es otra historia mi estimado lector.