¿Sexo, Dulce o Truco? (2.0)

Hace un año me violó una mujer, Nina. Este año no puedo más. Este año me vengaré, pero no habrá placer para ella. Definitivamente no.

¿Sexo, Dulce o Truco? (2.0)

Un año, hace exactamente un año que sucedió aquello. ¿Qué si me cambió la vida? Claro que lo hizo. No creo ser la misma de antes. La ingenua engreía a la que todos alababan por nada. Tomé medidas dráticas. Le dije a mi madre que me habían violado, pero nunca le dije que había sido una mujer. Me salí de la escuela, e incluso comencé a ir a terapias psicológicas, estas últimas no creo que sirvieran de algo. Ninguno de mis amigos se ha preguntado de mi paradero, entonces no sé si se deban llamar mis amigos. El único que llegó alguna vez a preguntar fue Hector, el decía que: desde que yo había regresado del día de Halloween no era la misma. Entre más me alejara de Hector, más lo haría de aquel día.

Intenté realmente sobreponerme, pensar que aquellas sensaciones de excitación no habían sido más que una simple respuesta fisiológica, perdonar, cambiar... pero no, nunca lo hice, y por eso escribo esto ahora. Para compartir la realidad, la verdad y la experiencia más halagadora ante el placer de la venganza. Oh, Nina, no hay día que no piense en vengarme, y no de la simple y burda manera en que lo hiciste tú, no, aquello fue apenas un trabajo de aficionados. Yo soy una profesional.

Antes que nada, para seguir escuchando esto, pido dos únicas cosas: la primera, que si estás leyendo esto sin haber leído la primer parte podría no tener el efecto que quiero, y la segunda, para poder entender tendrás que estar dentro de mis zapatos, ser yo, sentir como yo, y actuar como yo. Por esto, cuando leas esto, apuesto profundamente que serás yo, y yo, seré tú, y Nina, ella será nuestra venganza.

Hace un mes fue que decidiste vivir sola. Tus padres se opusieron, pero al final terminaron aceptándolo. Has tenido mucho tiempo a solas para pensar. Hay algo que necesitas hacer, algo que te llama. Las consecuencias ya no te importan, ya no importa nada. Hay un profundo odio dentro de ti. Has leído “Veronica Decide Morir” al menos cinco veces en una semana. Lo has pensado, y lo has rechazado rotundamente. Piensas en que tienes que vivir, pero no sabes cómo. Cualquiera podría decirte que no fue la gran cosa, que cualquiera lo hubiera disfrutado, presumiría o simplemente le daría gracias a la vida por una experiencia como esa. Tú sabes que aunque lo disfrutaste, rompió algo muy dentro de ti, algo que ya no se puede volver a pegar.

Caminas hacia la computadora y abres el navegador de Google esperando buscar algo. Nada viene a la mente. Te recuestas en la cama, miras al techo y recuerdas que hay que pintar la casa. Te acuestas de lado y hacia ningún lugar. Ya no sabes qué hacer ese día. No tienes ganas de nada, y si de respirar de tratara, tampoco lo harías. De pronto el nombre de "Nina" se escucha a lo lejos. Es el vecino que sacó a pasear a su perra. Nina, que por azares de la vida esa perra se llame Nina, como la perra humana que te violó, te hace sonreír. Escuchas el chillido de la perra de tu vecino, quizá la regañó y le pegó por algo que hizo mal... algo que hizo mal. Entonces todo se clarifica en tu cabeza. Ya sabes lo que necesitas hacer.

Te paras de la cama y corres hacia el teléfono. Buscas en la lista de contactos a aquel tipo que alguna vez conociste en un bar y te ofreció rentar su cabaña para un fin de semana. Marcas. Le dices que necesitas su cabaña para este fin de semana, pero que nadie se debe enterar de eso, y por una buena cantidad de dinero, él acepta. Ahora solo te queda ir de compras, organizar tiempos y dejar que el tiempo haga el resto.

31 de octubre

Observas a los niños correr de un lado al otro. Sus sonrisas te parecen asquerosas, porque si a ellos le pasara lo que a ti, entonces ya no volverían a sonreír. A lo lejos se encuentra tu objetivo. Días de observar lo que hacía han dado fruto. Dejas que se aleje del resto. Caminas escondida bajo una capa negra que cubre tu cabeza. Esperas. Ella camina hacia una zona donde no hay nadie. Te acercas mucho más y... ¡Bah! La tomas por atrás mientras le tapas la boca con un pañuelo lleno de cloroformo. Al principio se resiste y te cuesta trabajo por su enorme tamaño, pero una vez que el cloroformo hace efecto, todo se vuelve más fácil.

—¿Qué? ¿Qué pasó? —tartamudea.

No le contestas, quieres que despierte en sus cinco sentidos, de otra forma no tendría caso hacer esto. Te has puesto una mascara, la de un lindo conejito, porque aún no quieres que sepa que se trata de ti.

—¿Qué pasa? —pregunta mientras intenta zafarse las manos.

La has atado a una mesa de metal, como esa donde operan a la gente. En cada esquina está perfectamente atada cada una de sus extremidades. Ella está completamente desnuda. Es como ver una enorme “X” humana.

—¡¿Quién demonios eres tú?! ¡¿Por qué me has atado?! ¡¿Por qué estoy desnuda?! ¡Maldición! ¡Déjame ir si no quieres que mate! —grita con desesperación.

Piensas que quizá ya está más consciente. Te acercas hasta donde te pueda mirar perfectamente. Tomas de una pequeña mesa de herramientas un par de pinzas para ropa, y pones cada una en sus pezones.

—¡Mierda, pendejo! ¡¿Qué mierda crees que estás haciendo?! ¡Ah! ¡¿Crees que no duele?!

Te quitas la capa negra y le dejas ver que se trata de una chica, pues simplemente con quitarte lo de encima y mostrar tu cuerpo, cualquiera se daría cuenta de que se trata del cuerpo de una mujer.

—¡Perra! ¡Suéltame! Mira —dio un pequeño quejido—, no te conozco, y posiblemente seas una persona con algún desequilibrio mental, lo entiendo, hay mucha gente así. No es tu culpa. Por favor, déjame ir antes de que esto se salga de control.

—¿De control? ¿y si lo que realmente quiero es que se salga de control? —le dices en un tono apacible.

—Tu voz... la he escuchado antes... ¿quién eres? —Te pregunta sorprendida.

La observas un par de segundos. Te divierte ver su expresión al intentar reconocer tu rostro. Caminas hacia la parte inferior de la mesa, donde están sus piernas. Tomas la cera que habías estado calentando hace unos minutos, la pones sobre su pubis.

—¡Aléjate de mí, perra! ¡No me toques! ¡Eso está caliente!

Después colocas la tela especial, y tiras de un solo golpe.

—¡Mierda! ¡Ah!

—¡Deja de gritar! No es para tanto...

Repites la acción hasta dejarla completamente sin ningún vello en esa zona. Ella no dejó de quejarse. Regresas hasta donde pueda verte, y esperar unos quince minutos. Quieres que la sensibilidad regrese en su pubis, pues aún no has acabado. Ella ya dejó de gritar. En sus ojos arde el deseo de estrangularte con sus manos. Tomas otro par de pinzas y regresas hacia su pubis, y colocas cada una en su labios superiores. Sus piernas se tensan. Su cuerpo de levanta tanto las ataduras se lo permiten. Parece como si se estuviera retorciendo.

—¡Bastarda hija de perra! —te dice empuñando las manos.

Caminas hacia ella y con el dedo índice volando en el aire, niegas.

—No, no, no... antes no decías tantas groserías, Nina.

—¿Cómo sabes mi nombre? ¿Quién eres? ¡Enséñame tu rostro! ¡No seas cobarde!

—¿Cobarde? No, esto —señalas la máscara—, solo era para darle el toque de Halloween.

Te quitas la máscara sin más. Deseabas tanto hacerlo. Ella te mira anonadada.

—Tú...

—¿Qué quieres pedir hoy? ¿Sexo, dulce o truco? Porque yo prefiero mucho truco... ¿Qué día es hoy?, ya... treinta y uno... primero... dos... sí, el dos de noviembre parará esto.

—Ya entiendo, esta es tu venganza... está bien, puedo sobrevivir a eso... es más, lo voy a disfrutar tanto como tú lo hiciste.

—¿Disfrutar? No, yo dejaré que lo disfrutes —le dices mostrando tu mirada sin ninguna emoción—, supuse que eso sería lo que me dirías, pero sabes... No lo vas a disfrutar, no quiero que lo hagas, yo quiero que sufras.

Te encaminas hacia un bulto tapado por una sábana negra. La descubres. Se trata de una enorme máquina que durante días armaste. Lo único que se nota es un enorme y grueso consolados de plástico ensartado en un tubo que da hacia la máquina. Acercas esta hasta la parte baja de Nina, lo centras y comienzas a empujar la máquina hacia dentro de ella.

—¡Sácame eso! —grita.

Tú no haces caso. La penetras lentamente y lo dejas allí. Conectas la máquina al conector de la pared, regresas hacia la máquina y la enciendes. Esta comienza a jalar el consolador lentamente y cuando está completamente afuera, comienza a introducirlo otra vez.

—¡Ah! —gime Nina—, no está tan mal.

—Te dije que no lo ibas a disfrutar.

Buscas otro botón en la máquina, y lo presionas. La máquina comienza a trabajar más rápido. El consolador sale y entra a una velocidad brusca. Ella sigue gimiendo de placer, pero de un momento a otro, el grito de placer se vuelve de dolor. Sonríes. Lo estás haciendo bien. Caminas hacia la puerta. Ella lo nota.

—¡¿A dónde vas?! ¡Quítame esto!

—No, iré a descansar. Si mañana sigues viva, seguiré. Ahora estoy muy cansada.

Abres la puerta, apagas la luz y cierras. Sus gritos casi ni se escuchan del otro lado. Caminas hacia tu habitación con una sonrisa dibujada de oreja a oreja. Te acuestas, cierras los ojos, y simplemente duermes hasta perderte.

1 de noviembre

Abres tus ojos. No sé escucha más que el ruido de la naturaleza. Sales de cabaña y recuerdas que estás en un lugar completamente rodeado de árboles. No hay nada, solo la cabaña. Regresar hacia la primera señal de civilización lleva al menos una hora. Regresas hacia dentro. Preparas el café y minutos después te sirves un poco. Esperas a que despiertes completamente, y cuando te has bebido todo el café, regresas hacia la puerta que anoche cerraste con tanta felicidad. Acercas el oído hacia esta. No escuchas nada. Abres y enciendes la luz. Lo único que se sigue moviendo es la máquina. Nina ha dejado de resistirse, su cuerpo solo se mueve cuando el consolador entre en él. Parece... parece como si se estuviera convulsionando... o algo así.

Todo su cuerpo está sudoroso, sus pechos están ligeramente morados. Caminas hacia la máquina y la desconectas jalando el cable conectado a la pared. La máquina para, y entonces la jalas dándote cuenta que se apagó dejando el consolador dentro de ella. Al jalarlo notas que hay sangre. Haces una mirada de asco, pero realmente no te importa. Alejas la máquina y dejas el lugar libre. Vas hacia su cabeza. Está despierta, pero no dice nada. Me mira, pero ya no furiosa. Está cansada. Sus manos ya no están empuñadas.

—Ya es suficiente... ya entendí... ¿puedes dejarme ir? —dice con una voz casi apagada.

—¿Acabar? No, hoy es el día más importante. Ayer a penas fue la presentación.

Le quitas todas las pinzas del cuerpo. Comienzas a masajear sus pechos. No por placer, quieres que la sangre vuelve a correr. Comienzas a quitarte toda la ropa. Acercas la mesita de herramientas para tenerla al alcance, y finalmente te subes a la mesa y te sientas sobre sus caderas. Le pones una pelota de plástico suave en la boca, una que compraste en la tienda sexual, una que tiene elástico para atorarla alrededor de la cabeza, solo por si aún tenía ganas de gritar.

Comienzas a besarla por el cuello, luego hacia sus pechos. Cuando tienes uno frente a ti, empiezas a chuparlo haciendo mucha presión al jalarlo. Le das ligeros mordiscos, luego más fuertes, y luego en un arrebato le das uno muy fuerte. Estás enojada. Ella gime, y supones que se trata de un grito atrapado. Haces lo mismo con el otro, y ella vuelve a gemir. Sus manos se vuelven a empuñar. Sigues besándola y bajando, cuando llegas al ombligo, allí donde está un piercing, acercas tu mano hacia le mesita y jalas unas pinzas, pero aún no quieres ver sangre, así que la vuelves a poner en su lugar. Te bajas de la mesa y tomas un enorme consolador esférico. Jalas la mesita contigo hasta la parte baja de Nina. Calcular bien, y sin más, metes el consolador en su ano, pero este no entra a la primera. Tomas de la mesa un botecito con un líquido viscoso, y se lo pones al objeto, después lo vuelves a intentar, y se sigue resistiendo. Pones tu mano sobre su vientre para prepararte, y finalmente lo metes a la fuerza. Este llega a su tope, y se mantiene allí. Nina vuelve a gemir, pero está ves con un ruido más largo.

Regresas a la mesita y tomas una especie de calzoncillo, pero este tiene un pene de plástico. Caminas hacia un refrigerador cercano, y sacas un par de pequeños cubos de hielo. Uno de ellos te lo metes en la boca, y con el otro comienzas a jugar con el clítoris de Nina. Al tocarlo sus piernas se tensaban, así que te reíste y casi dejas caer el hielo de la boca. Repites esto hasta que el hielo se derrite totalmente. Notas que Nina sigue intentando sacar el objeto de plástico de su ano con la presión de su cuerpo, pero es demasiado grande para que lo logre.

Te acomodas perfectamente y metes la punta del pene de plástico, después todo, así, sin más. La coges, la coges como si fueras un hombre, un bastardo sin preocupación, más que la de complacer su deseo sexual. Se lo metes fuerte y rápido, y se lo sacas lento. La empujas con toda tu fuerza. Tomas su pechos y los presionas fuertemente. Gracias a ellos no te caes. Empujas, jalas, empujas, jalas... hasta que te cansas. Apenas si te has dado cuenta que Nina sigue gimiendo, prácticamente gritando. Ves que a las orillas de sus ojos que está llorando... está llorando... Pero eso no mueve nada en ti. Bajas de mesa otra vez.

Te quitas el arnés y tomas más lubricante, y lo pones en toda tu mano derecha. Haces con tu mano una especie de embudo pequeño, y comienzas a meterla poco a poco, así hasta meter toda mi mano dentro de su vagina. Estaba tan cálida, no húmeda, era como si hubiese perdido por sí misma la humectación, tan solo era la del lubricante. Sacas el puño y lo vuelves a meter, lo sacas nuevamente y lo vuelves a ingresar. Dentro lo abres ligeramente, lo más que su cuerpo te deja. Ella vuelve a gemir o gritar, ya no sabes distinguir. Giras tu puño, y lo sacas, lo vuelves a meter y lo giras hacia el otro sentido. Lo sacas de nuevo, y lo metes y sacas como si la estuvieras cogiendo como un perro. Luego te aburres y dejas de hacerlo, no tienes más placer.

Te limpias la mano con una toallita húmeda, y regresas hasta donde ella te pueda ver. La miras. Tiene los ojos tan rojos y brillosos. Crees que eso te excita más que violarla. Le quitas la pelota de la boca. Ella respira profundamente.

—Te vas a ir al infierno, perra —te dice con pocas ganas, pero un sentido bastante estricto.

Me enojo.

—No me hagas enojar, no me quieres ver enojada.

—Estás loca, desquiciada. Lo que yo hice estuvo... no fue como esto... yo no te lastimé así... te irás al infierno, te irás al infierno... maldita... perra... per...r...a...

—Ya lo estoy.

Enojada tomas el piercing de su ombligo y se lo jalas con toda tu fuerza, y se lo quitas... La sangre comienza a correr por chorros... Ella grita, más fuerte de lo que te imaginas. Grita alocadamente. Tomás un botella de alcohol de la mesita y se lo viertes todo en un chorro. Ella vuelve a gritar. Agarras unas gasas y se las pones ejerciendo presión, luego las dejas allí y te vas. Vuelves a apagar la luz y a cerrar la puerta. Te vistes rápidamente y sales de la casa, te metes a tu coche y te diriges hacia la ciudad. Llegas a un café, pides un capuchino y una rebanada de pastel, y simplemente te quedas allí hasta que cae la noche.

Cuando regresas a la casa no te molestar en ir a ver a Nina. Te metes a la cama y vuelves a dormir.

2 de noviembre

Abres nuevamente los ojos, ya no sientes miedo, ya no sientes dolor, ni alegría... quieres irte a casa. Te paras y abres la puerta donde está Nina. Ella está toda pálida. Crees que debiste haberle dado algo de comer. Te sorprende que todavía esté viva, y sabes que lo está porque la ves respirando. Ella abre los ojos, y te mira pidiendo piedad. Ella quiere piedad. Acaricias su pelo.

—¿Quieres que esto acabe?

Ella asiente con la cara.

Me acerco hacia sus labios y le das un beso. Ella te responde, pero luego te muerde y te desgarra el labio inferior. Sale sangre de tu boca. Le das una cachetada.

—Cuando esto acabe te voy a matar... maldita perra lesbiana psicótica...

—¿Quieres que esto acabe? —le gritas.

—Sí —te responde.

—¡¿Qué?! ¡No te escucho!

—¡Sí!

—¡¿Qué?!

—¡¡¡Sí!!!

Desquiciada, enojada, furiosa... tomas de la mesita un pica hielos y se lo clavas en su yugular. Ella deja de gritar. La sangre comienza a salir por todos lados, a chorros.

—¿Qué hiciste? —susurras.

Intentas poner gasas en su cuello y evitar que salga tanta sangre. Pero no sirve de nada, te empapas toda de sangre. Caes al suelo, y de alguna manera comienzas a reír, luego a llorar, y después ambas cosas. Pierdes la cordura. Sacas el celular de tu pantalón y llamas a la policía... llamas a la policía... Te pierdes entre la realidad y la cordura, no sabes cuando empieza y acaba todo... luego... luego llegan ustedes...

—¿Cómo se declara usted?

—Culpable, y feliz.

“Siendo hoy siente de noviembre del dos mil trece, y escuchando los cargos de homicidio, se declara a Caroline Rodríguez Velázquez, culpable del homicidio en tercer grado de la víctima: Nina Valeria Domínguez Vallesto. Se le condena a cadena perpetua en el Centro de Control de Mujeres, después de transcurrir su condena en el Instituto Mental para Presos. Se cierra el caso.”

Hola de nuevo a todas. Por aquí empecé hace mucho tiempo. Ya me había distanciado, y aprovecho para decirles que este será mi último relato para TodoRelatos. Me despido, pensaba estar por aquí cada fecha festiva, pero pienso dedicarme totalmente a mi página, y a mis historias menos eróticas y más románticas. Les dejo todos mis datos para que me puedan contactar, sobre todo, las invito a leer mis dos novelas: "Andre Princesa... Samantha Príncipe" y "La Misteriosa Chica del Lago", estas las pueden encontrar en mi página. Les agradezco sus comentarios, y gracias por haber y formar parte de Write&Imagine.

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