Sexo de la clase media (1)
Primero me presentaré y haré una descripción de mi entorno vital. No parece una vida sexualmente atractiva, pero es prometedora.
PARTE I: Me presento.
Mi historia puede resultar de lo más simple a lectores habituados a leer relatos muy morbosos y fuertes. Pero cuando contacté con esta web de relatos sentí la necesidad de contar mi experiencia, totalmente verídica, a pesar de que nunca se me ha dado muy bien escribir. Esa necesidad responde a que hay cosas que te suceden una sola vez en la vida, por lo menos a gente como a mi esposa y a mí. Eso pienso yo, por eso quiero contarlo.
He trabajado como comercial muchos años y les aseguro que a pesar de viajar mucho y conocer a mucha gente, tanto a hombres como a mujeres, nunca he echado un polvo fácil o gratuito. Sí, he entrado a clubs de carretera, acuciado por la necesidad de sexo después de varios días fuera de casa; he elegido a la prostituta que me ha apetecido y sin "abusar de su confianza" he disfrutado de su cuerpo brevemente y con un condón enfundado me he corrido dentro de ella. Satisfaciendo la tarifa he salido del club y he continuado mi camino. No ha habido magia, no ha habido desenfreno, ni un encanto lujurioso que excitase mi interior hasta la palpitación desaforada. Catalogaremos mi vida como algo anodina, pero eso es algo de lo que adolece la sociedad en general. Las pasiones están reprimidas y la verdad es que a veces actuamos con impulsos totalmente antinaturales, contrarios a nuestros deseos.
No se trata de ser un libertino que pisa al que haga falta por tal de satisfacer sus apetitos egoístas, sino de estar en sintonía abierta con el resto de los seres humanos. Águeda, mi mujer, y yo, que me llamo Roberto, hemos sido felices teniendo todo aquello que creíamos necesario tener, en lo material, y en lo afectivo y espiritual. Tenemos dos niñas preciosas de once y nueve años, y la verdad es que son nuestra razón de vivir. Nuestra familia, padres, hermanos, sobrinos, etc., es amplia y los vínculos muy estrechos, así como nuestro círculo de amistades, entre los que destacan Juana y Ferrer, que son matrimonio y que al igual que nosotros tienen dos hijos, un niño de doce y una niña de nueve.
Siempre hemos sido inseparables de Juana y Ferrer, desde nuestra adolescencia como parejas, pero Águeda y Juana ya se conocían desde la niñez. Nos hemos divertido juntos, hemos ido de vacaciones juntos y después de tener los niños, a pesar de esa carga que a veces pueden suponer, nos organizamos todo lo bien que pudimos para mantener nuestra relación conjunta. Vivíamos en el mismo barrio y organizábamos nuestras vacaciones veraniegas en común todos los años, que desde que los niños empezaron a crecer las hicimos siempre en un camping de la Sierra de Guadarrama, cercano a Madrid.
El año pasado Ferrer propuso que comprásemos una autocaravana a medias ya que el campo y la sierra eran nuestras pasiones, y estábamos hartos de acarrear tienda de campaña y tener que montarla. La autocaravana nos daría más libertad para movernos de un sitio a otro y elegir nuestro lugar de vacaciones. Fuimos a una feria de autocaravanas a ver qué modelo podríamos comprar: nos impresionó la Dogde Autocaravan 300. Ese modelo americano era sensacional, aparte de un vehículo dotado de gran motor y caballaje, era una amplia casa ambulante con las últimas novedades de un lujoso y funcional hogar incorporadas. Cocina, baño, comedor, tres pequeños pero comodísimos dormitorios. El espacio estaba perfectamente compartimentado y estudiado, con un diseño comodísimo, calefacción, aire acondicionado, etc Era de ensueño. Al consultar su precio casi nos desmayamos: 70.000 euros. Ferrer y yo lo hablamos, él tenía más margen económico que yo y la verdad es que en mi caso lo debía consultar con Águeda. En todo caso vimos otros modelos y precios, pero Ferrer estaba entusiasmado con la Dogde y ya no había quien lo hiciese cambiar de opinión.
Águeda no estaba convencida con que pudiésemos hacer frente a ese gasto, ni que solicitásemos un crédito bancario, por lo que yo estaba algo desilusionado; en dos días Ferrer y yo debíamos responder al concesionario de ventas si queríamos o no la Dogde, porque si no otro comprador la adquiriría (puede que se tratase del viejo truco del vendedor y el ultimátum de una venta apalabrada con otro cliente). Tras la consulta con mi mujer reflexioné e iba a llamar a Ferrer para comunicarle que no podía comprar aquella maravilla. Me senté junto al teléfono para contactar con él mientras en la tele daban las noticias y hacían repaso del sorteo de lotería semanal, en el que los números de la European Lottery eran el 7, el 12, el 22, el 25, el 40, el 44 y el 45. Aquellos números me eran familiares porque seis de ellos eran los que formaban parte de la combinación que Ferrer y yo jugábamos conjuntamente todas las semanas. El corazón casi se me paró. Al consultar la tabla de premios comprobé que teníamos un segundo premio, dotado con 90.000 euros. Salté de alegría y llamé para comunicarlo a mi amigo, que por cierto se enteró también a través del noticiario. Al día siguiente la Dogde era nuestra y nos sobraría dinero para unas buenas vacaciones. Nunca me había tocado la lotería, pero no sería el único acontecimiento "prodigioso" de ese verano.
Teníamos la suerte de disponer de tres semanas acampados en la sierra, al aire libre, de lo cual disfrutaban sobre todo los niños, pero también nosotros. Además, la adquisición y uso de la autocaravana nos hacía sentir mejor con nosotros mismos ese verano. Águeda, Juana, Ferrer y yo rondábamos todos los treinta y tantos años, pero continuábamos con muchas ganas de vivir y divertirnos en mutua compañía. Como otros años nos trasladábamos con barbacoa, juegos de mesa, algo de alcohol para la copa después de la cena, ropa de salir por si nos acercábamos alguna noche al pueblo cercano No hacía falta más para divertirse, baños en la piscina o en el riachuelo, partidos de tenis, de petanca, naipes
En fin, ya se sabe como se organizan estos días de descanso en vacaciones. A Ferrer y a mí, como siempre, se nos iban los ojos detrás de las chicas jóvenes que merodeaban por allí, sin reprimirnos al hacer comentarios sobre sus cuerpos, toda vez que no ofendiéramos demasiado a nuestras esposas, que a veces incluso reían con nuestras procacidades. En esos días calurosos la libido le sube a cualquiera. A mí siempre me ha pasado y diré que cuando no tenía chicas jóvenes al alcance de mi vista buscaba a cualquier otra mujer que mirar, y como a la mía, a pesar de ser muy hermosa, la tenía bien vista, pues igual me dedicaba a mirar a Juana de arriba abajo, que estando en el camping se tiraba el día entero con ropa ligera, bañador o bikini. No es que sea excesivamente guapa, es más bajita que Águeda, pero Juana tiene unos prominentes pechos, buen culo y piernas regordetas. Es el cuerpo antagónico del de mi mujer, al menos esa es mi idea, y ya se sabe, uno desea o fantasea con lo que no tiene, pero el martirio digamos es mayor si tienes siempre alrededor a una mujer deseable a la que no puedes poseer. No se trataba de una obsesión, si no de lo que di en llamar en mi interior "mi otra mujer" ya que a lo largo de los años pasábamos interminables horas juntos.
Del mismo modo podía pensar Ferrer de mi esposa, cosa muy probable dado el carácter de mi amigo, el cual siempre me estaba llamando la atención sobre otras mujeres y mi mujer no iba a ser una excepción en sus gustos. En cuanto a ellos, Ferrer y Juana, a menudo me preguntaba qué tipo de relación sexual tenían. Intentaba imaginar que tipo de guarradas hacían en la cama, lo que disfrutaría Ferrer poseyendo a su vaquita lechera, los gemidos indómitos de ella, los ojos en blanco de él al sentir su polla inmersa en la boca caliente de su esposa Sentía como mi pene se erguía mientras pensaba en ello y contemplaba cómo Juana iba de un lado a otro del camping ocupándose de los niños o preparando la comida. Esto ocurría año tras año y en ese sentido para mí Juana no envejecía, siempre era deseable. Siempre deseas lo que no has tenido; es imposible definirlo mejor. Reflexionando y tratándose de amigos nuestros como eran ellos pensaba que su relación sexual no sería muy distinta a la que manteníamos Águeda y yo; seguro que hasta en eso nos parecíamos los cuatro, aunque ya intentaré hablar de ese respecto.
Con mi mujer el sexo era gozoso cada vez más distanciadamente, o sea, era difícil entonarse a diario como cuando éramos jóvenes, lo que no significa que no hubiera ocasionalmente polvos tremendos, que se originaban en ocasiones especiales, cuando nuestra excitación mutua provenía producida por alguna situación interesante o excepcional; por ejemplo que regresáramos de alguna fiesta o celebración como una boda, donde el baile y el alcohol nos producía eróticamente efectos muy parecidos a los que causan al resto de los mortales. Bailar con otras mujeres, con la novia o con Juana si también estaba invitada me ponía a cien y cuando llegaba a casa "lo pagaba" con Águeda, que recibía la dosis sexual completamente entregada, supongo que por el mismo tipo de efectos que sacudían mi erotismo. En aquellas fiestas de las que he hablado he de admitir que no pensaba demasiado en qué hacía ella, por eso bien podía estar charlando o bailando con cualquier otro hombre, que probablemente se excitase mirando el escote, el culo o las piernas de mi mujer, o incluso propasándose toqueteándola si bailaban muy pegados o agarrados, como yo hacía con otras. Hay mujeres que cuando notan que te empalmas más se arriman a ti o al menos esa es la sensación perversa que yo tengo. Me pasaba alguna vez con Juana, aunque yo la respeté siempre y nunca fui capaz de hacerle ningún tipo de insinuación, por una tontería hubiese traicionado la confianza que venía de años atrás.
Continuará