Sexo con un ángel
La mejor amiga de mi madre me invitó a su casa para prestarle unas novelas. Después, se le ocurrió que podría quedarme a comer. A partir de ahí ya se sabe lo que pasó.
-Puedes quedarte a comer, si quieres.
Había ido a casa de Ángela, la mejor amiga de mi madre, para dejarle unas novelas que me pidió, y como se acercaba el mediodía me invitó a comer. Yo, nervioso pero con mucho gusto, acepté la propuesta. Ella sonrió y se giró, dirigiéndose a la cocina y alegrándome las vistas. Si bien tenína un culo más bien pequeño, era bonito y animaba a mi pene más que ninguno junto a sus también pequeñas pero monas tetas y a su cintura, además de su cara, lo mejor que tenía, lisa, con ojos café, nariz pequeña y labios finos. Antes de entrar a la cocina se recogío su pelo liso y castaó haciéndose una coleta y entró.
Soy Alex, tengo 19 años, aunque en aquel entonces tenía 18 recíen cumplidos. Ángela tenía 40 y era una de las mujeres que más me ponía en aquel entonces. Ver una solo foto suya me volvía loco. Supe que me ponía con 13 años, cuando, estando en la piscina, empecé a fijarme en ella y a querer hacer actos sexuales, claro que era muy joven como para decírselo. Años más tarde, con 15, dejó en mi casa su bolsa del gimnasio y rebuscando encontré sus bragas. Fueron las primeras bragas que usé para masturbarme, ya que nunca antes me habían dado morbo. Desde ese día me masturbé con muchas más bragas (suyas pocas). Con 16 estuve a punto de pedirle sexo, pero me dio mucha vergüenza, ya que era la mejor amiga de mi madre y era bastante mayor. Ese día, con 18, estaba convencido de que tenía que follar con ella.
Mientras cocinaba, fui a su habitación a cotillear (estaba caliente). Encontré en los cajones unas bragas muy monas que decidí guardarme para usar más tarde (realmente estaba enfermo) y juguetes sexuales como consoladores, dildos y vibradores. Uno de ellos se controlaba con el móvil, se suelen usar para masturbarse en lugares públicos disimuladamente, con otra persona que controla la vibración o no, o para ver cuánto aguanta sin ser descubierta una chica o chico con vagina. Ver todo eso me calentó más, pero al rato de estar allí Ángela me llamó.
-¿Dónde estás, Alex? La comida está lista.
-Estoy en el baño, ya voy -dije, mintiendo. Tenía la ventaja de que una de las entradas al baño estaba en el pasillo y la otra en la habitación, de forma que pude salir fácilmente. Me sentí un estratega.
Me senté a comer. Había hecho el plato típico, macarrones. Me encantan los macarrones.
-¿Todo bien en la escuela, Álex? -preguntó Ángela.
-Sí, todo bien de momento. La nueva escuela me ha recibido muy bien.
-¿Has encontrado a alguien? -al principio iba a decir a alguna chica, pero recordó que soy bisexual así que cambió a esto.
-No, a nadie.
-Joder. ¿Y en el tema sexual... tampoco?
-Ángela, por Dios.
-Va, que esto no sale de aquí. No soy tu madre.
-No, no encontré nada en el tema sexual. Nadie me quiere, lo he asumido, ni romántica ni sexualmente.
-Pues vaya, con lo guapo que eres...
Me reí. Era lo típico que los adultos me decían desde pequeño, así que nunca me lo tomé como un piropo.
-¿Qué clase de personas te gustan? -preguntó. Parece que le gustaba hablar del tema.
-¿Romántica o sexualmente?
-Lo que quieras -dijo, y se rio.
-Realmente, no tengo muchas preferencias. Si me gustas, me gustas. Y si me pones, me pones. Aunque sí que tengo cierta predilección por cierto tipo de mujeres, pero aún así, tanto hombres como mujeres me gustan de todo tipo.
-¿Y cuál es ese tipo de mujer?
-Bueno... Es raro decirlo, pero las mayores. De 35, 40 años para arriba. No es que todas las mujeres de esa edad me pongan, pero que tengan esa edad hace que me pongan más. Es solo eso.
-Entonces, siendo directos, ¿te pongo yo?
-Algo así.
Me miró fijamente y esbozó una sonrisa pícara.
-Nunca lo he hecho con alguien tan joven. Podría probar, quizá.
-¿En serio?
-Sí. Ya te lo he dicho, eres guapo. Y estás ciertamente bueno. No es que me pongas como tal pero no me importaría hacerlo contigo.
Me puse súper rojo. Ya habíamos acabado de comer, así que recogió los platos y los llevó a la cocina, mientras yo seguía en shock. Luego se acercó a mí y me dio un pico, cosa que no esperaba.
-¿Lo hacemos? -dijo.
-Vale.
Dicho esto, nos morreamos. Ángela lo hacía muy, muy bien. Era como besar a un ángel, y no exagero (tampoco es por hacer el chiste). Me senté en el sillón de la sala de estar con ella encima y seguimos un rato. De repente, se separó y dijo:
-Entiendo notar el bulto de tu polla, pero, ¿por qué hay otro bulto al lado? -entonces metió su mano en mis bolsillos y sacó las bragas que me guardé de antes. No le dio importancia y siguió con lo suyo.
Al cabo de unos minutos se agachó delante de mi entrepierna y me bajó los pantalones, sacándome el pene. Lo pajeó un poco y se lo cmoparó con la cabeza: le llegaba hasta las cejas.
-Esto sí es una buena polla, cabrón.
Entonces se la metó poco a poco en la boca y empezó a mamarla. No era la mejor mamadora, pero daba muchísimo placer sentir sus labios y su lengua recorrer mi polla. Le agarré la cabeza y la empujé, primero suave, luego más duró y al final acabé follándole la boca. A ella le gustaba, pero cuando quiso paramos y quiso ir al siguiente nivel.
Me llevó a su habitación y se puso a cuatro en la cama, dándome señales de que le metiera el pene. Le pregunté por los condones, pero dijo que tomaría la píldora por si acaso. Eso me asustó, pero al final obedecí, se lo introduje y ella soltó un gemido de placer que nunca olvidaré. Después, dijo:
-S-sigue, joder.
Así que continué con el mete-saca mientras le acariciaba el clitoris como podía, mientras ella me guiaba con su mano para que se lo acariciara bien y gemía cada vez más fuerte.
Cuando estuve a punto de correrme, paró, se giró y me la mamó de luego para acabar en su boca. Me corrí, dejando que se tragase todo mi semen. Como ella no había terminado, seguimos jugando con su coño y su clitoris hasta que acabó.