Sexo con mis dos perras
Alba y Núria se conocen y ahora deberan dar placer a su amo, pero solo podrá hacerlo una.
Hacía días que no tenía ningún encuentro con ninguna de mis perritas, desde que eran mis sumisas, solo me había encontrado con cada una de ellas a solas, jamás las había utilizado a ambas a la vez, pero hacía tiempo que esa idea me rondaba por la cabeza, quien no ha fantaseado alguna vez con tener a dos mujeres dándole placer, ¿no?...de hecho eso suponía la constatación de fidelidad por parte de ellas, tendrían que satisfacer a su amo, y a la vez tendrían a una rival ante ellas.
Les envié el mismo correo a cada una de ellas, citándolas a la hora de la comida, con un intervalo de cinco minutos, en un restaurante conocido de Barcelona tres días después.
A las dos menos diez ya estaba yo en el restaurante, había pedido una mesa para tres en un reservado del local diciéndole al maitre que esperaba compañía, diez minutos más tarde llegó Núria, sonriente como siempre, al llegar a la mesa se detuvo un segundo, al ver que estaba dispuesta para tres comensales, me levanté y la bese, mientras el camarero se retiraba, le indique donde debía sentarse, hablamos un rato sobre sus estudios de derecho. A veces, su mirada se dirigía hacia la silla vacía. Supongo que estaba un poco nerviosa pensando en quien vendría a las dos y diez, puntual, el camarero acompañaba a Alba, elegante como siempre, a la mesa, de nuevo me levanté y la bese, le indiqué que se sentase, mientras el camarero, sorprendido, nos entregaba las cartas. Las dos mujeres se miraban entre si pero ninguna de las dos se atrevió a decir nada mientras yo decidía los platos y el vino que nos servirían.
-Ambas sabíais que no erais mis únicas sumisas, cuando contactasteis conmigo, las dos me dijisteis que vuestro mayor anhelo era ser mis perras para servirme, dándome placer, y para que os guiase, de hecho se que no hacía falta reuniros, solo quería ver vuestras reacciones ante la otra. Núria bésala, quiero que moje sus bragas.
Núria acerco sus labios a los de Alba, empezó a besarla, mordisqueando los labios, su lengua recorría la boca de Alba, sus manos acariciaban su rostro, mientras que las de Alba acariciaban su pelo, durante unos minutos se fundieron en un interminable beso, lo cierto es que mi polla se despertó ante la pasión que le ponían ambas
-Vamos a ver si le ha gustado, súbele las faldas y dime si está mojada.
Alba abrió las piernas mostrando un sexo que yo sabia lubricado, mientras que Núria introducía su dedo en la vagina de la mujer, que suspiró al notar como el dedo entraba en su interior.
-Si, amo, está muy mojada.
-¿y tu, perrita, estás mojada?. Compruébalo.
Alba desabrocho los botones del vaquero, mostrando unas bragas rojas, acariciándola deslizó un dedo por dentro.
-Señor, está lubricada.
-Limpiaros los dedos y arreglaros.
Ambas me miraron y lamieron el dedo que había entrado en el coño de la otra mujer, mientras yo seguía dando cuenta de la comida. Acabamos de comer y la visa del marido de Alba pagó la comida, salimos del restaurante y nos dirigimos al aparcamiento a buscar el coche de Alba.
-Conduce tú, Núria, vamos a dar un paseo.
La chica jamás había llevado un coche como aquel, un precioso Mercedes automático. Alba le indicó como funcionaba, mientras los dos nos acomodamos detrás.
-Llévanos hacia Girona.
Mientras, detrás le quité las bragas a mi perra Alba, podía notar la humedad de su coño, su excitación, mientras le amasaba las tetas con fuerza, mi dedo entró sin dificultad dentro de su coño, sintiendo como el clítoris palpitaba, cuando entramos en la autopista me desabroche los pantalones, y ella ya sabía lo que tenía que hacer. Sus labios besaron la punta de la polla, su lengua acarició el prepucio lamiéndola completamente, recorriéndola en su extensión, mientras Núria seguía conduciendo y mirándome suplicante a través del retrovisor.
-Detente en la próxima área de servicio.
Unos quilómetros después el coche aminoró la velocidad y paraba en una gasolinera.
-Vente detrás, ahora conducirás tú.
Las mujeres intercambian las posiciones, Núria se acerca a mí, mientras Alba nos llevará al destino.
-Ahora chuparas tú, perra
Se pone encima de mí, apoyando su cabeza entre mis piernas, mientras su boca me está comiendo la verga, mis manos juegan con sus pechos apretándolos, jugando con sus pezones totalmente erectos. Me excita sobremanera jugar con ellos, apretarle las tetas, oír sus gemidos de placer.
Llegamos a esa magnifica ciudad, y le indico una dirección, un amigo me ha prestado su apartamento, estacionamos el coche en un aparcamiento vecino, Alba me abre la puerta para que pueda salir y Núria coge mi maletín, ambas van una al lado de otra unos pasos más atrás. Llegamos al edificio, entramos y nos dirigimos al apartamento. Solo cruzar el umbral de la puerta no hace falta que les diga que se pongan en posición, las dos se postran a mis pies, las agarro por la cabellera y entramos al salón, corro las cortinas y puedo observar el poco caudal del río Onyar, me siento en una butaca, y siento como mi voz resuena en la habitación.
-Núria, desnuda a Alba!
Desabrochando los botones lentamente, empieza despojarla de la blusa, un sugerente sujetador claro deja entrever los pezones totalmente tiesos, baja la cremallera de la falda, deslizándose esta por sus piernas hasta caer al suelo, unas diminutas bragas escondían a penas su sexo, segundos después ya estaba totalmente despojada de toda la ropa.
-Ahora te toca a ti, desnúdala
Las manos de Alba, recorrían el cuerpo de Núria, le quitó el jersey que llevaba, el sujetador, le bajó lentamente los tejanos, y finalmente le quitó el tanga.
-Ve a por el maletín de la entrada.
Asido por la boca lo depositó a mis pies, buscando una caricia. Abrí el maletín y de el saqué dos hermosos pañuelos de seda, negros, con los que tape sus ojos, les ordené que se pusiesen a cuatro patas y les puse sus collares. Estaban preciosas, las llevé hasta la habitación, cada una a un lado, sus tetas se movían de manera sensual a un lado y a otro a cada paso de las mujeres, sentía el roce de sus pieles en mis piernas. Subieron a la cama y les ordené que se dieran placer. Los tres estábamos excitados, ellas empezaron a besarse, a acariciarse, a comerse la una a la otra, mientras yo las miraba. Las manos de Alba acariciaban el joven cuerpo de Núria, sus dedos expertos jugaban con su coño, enrojecido, húmedo, mientras mi polla ya estaba totalmente erecta.
-Veo que mis perras se entienden bien, ahora veremos cual de las dos es la mejor.
A tientas ambas empezaron a acariciar mi cuerpo, buscando mi pene, lo empezaron a chupar, lamiéndose la cara entre ellas, siento su excitación, y por supuesto la mía. Saco del maletín las bolas chinas, un gemido de placer de Núria en el momento en que nota como las frías bolas metálicas entran en su cuerpo, que la lengua y los labios de Alba acallan con besos. Pero tengo muchas ganas de jugar con mis perritas, y no quiero que se corran aún, por lo que les ordeno que cesen.
-De rodillas, os voy a explicar lo que vais ha hacer. Cogeréis cada una un vibrador, y una masturbará a la otra, la primera que se corra, habrá perdido, con lo cual no será follada por su amo y recibirá el castigo correspondiente.
Me senté ante la cama a disfrutar de ellas, las dos chupándose el coño, intentando estimular a la otra, y metiendo el vibrador a la máxima potencia esperando poder aguantar y que la otra mujer se corriese. La habitación olía a sexo, gemidos ahogados, respiraciones entrecortadas, hacían que estuviese totalmente erecto, esperando el desenlace, durante más de veinticinco minutos estuvieron dándose algo más que placer, hasta que finalmente unos suspiros y un grito de placer retumbó en la habitación, y allí, mis dos perras, sudorosas, habían acabado el juego, Alba me miraba triunfante, mientras que unas lágrimas surcaban las mejillas de Núria. Cogí por las cadenas a mis dos perras, tirando de ellas, dirigiendo mi mirada a Núria.
-De rodillas, perras, así que no has podido aguantar, sabes perfectamente que no me gusta que te corras tan rápido, y sinceramente me has defraudado, has aguantado muy poco rato, y eso tendremos que arreglarlo
Con la misma cadena que llevaba el collar, le até las manos atrás, para inmobilizarlas, me acerqué a Alba, dejando mi rabo a la altura de su boca, ella, empezó a lamerlo, a chuparlo, recorriendo mi falo con su experta lengua, para luego chupar mis huevos, no creo que supiese ni ella misma lo puta que podía llegar a ser, se empleaba con esmero para darme placer, mientras, Núria, a su lado, mirando, sin poder tocar, ni tocarse, como su rival estaba dando placer a su amo, me corrí en su cara, unos restos de esperma cayeron al suelo, le ordené que los lamiese, cuando estaba de cuatro patas lamiendo el suelo, ordené a Núria que se acercase a lamer el culo de Alba para lubricarlo