Sexo Con la Muerte

Una joven mujer, mira tranquilamente a tu victuma, en un autobùs, era un maduro hombre, un hombre que no sabe lo que le espera al pisar los pasillos de su trasporte...

SEXO CON LA MUERTE

Nota: El siguiente relato fue inventado por este servidor, ósea yo, no copien, por favor, creo que me salio bien, jejejeje, disfrútenlo

Fue el ultimo en llegar al Terminal. Lo mire por la ventanilla. El único equipaje que llevaba era una vieja mochila demediada de cuero marrón. Yo me quede observando mientras se fumaba un cigarrillo antes de abordar. Aspiro su humo por última vez y entonces alzo la vista. Me vio pero no se sintió incomodo. Sonrió; entonces deje de mirarlo.

Esa noche hacia mas frió que cualquier otra cosa. Sin embargo, yo estaba ardiendo por dentro. Mis piernas se erizaron, Mis labios temblaban, y aun así, yo podía sentir como llevaba el infierno bajo mi piel.

El motor estaba encendido. En pocos minutos el autobús partiría a Maracaibo (Venezuela). Aquel hombre que minutos atrás observe con determinación y lujuria, pronto se monto al autobús y comenzó a recorrer su pasillo buscando algún asiento disponible. Simule ignorarlo y seguí viendo por la ventana, como si lo que hubiese pasado entre el y yo antes hubiese sido una simple casualidad que nos tomo por sorpresa.

Volvió a sonreír al encontrarse con que su asiento estaba situado junto al mió, pero no alcanzo a decir nada y yo tampoco. Después de unos segundos, a las 8 de la noche el autobús avanzo hacia nuestro destino.

Me distraje mirando a Caracas (Venezuela) quedar atrás de nosotros. Recordé el nombre de todos los que me buscaban sin encontrarme, y de todos los que me encuentran sin buscarme. Pensé en todos los cuerpos a los que le arrebate el arma, pero no sentí lastima por ninguno. Así debía pasar y así paso. Medite en ello viendo como todos los pasajeros se quedaban dormidos ajenos a la historia sórdida que seguramente su vecino llevaba a cuestas y finalmente volví a el. Lo contemple. Su rostro estaba marcado por la madurez. Cejas dobladas, cabello canoso y labios rojos y una expresión amable que llegaba a rayar a lo vil.

Era atractivo a su manera, mas por el aura de seguridad que proyectaba, por su físico propiamente dicho. Quizás me veía demasiado joven, con mis pechos pequeños, mi cara de niña y mi ropa negra llena de jeans, cuero y accesorios metálicos, pero he estado con tantos hombres que he perdido la cuenta, por lo que puedo decir con total propiedad, que ningún hombre por muy bello que sea bello, es tan buen amante como uno rustico, perverso y ruin (sin despreciar a los cariñosos..jejeje).

Nada desencadena más morbo que el miedo. Nada es más excitante que el demonio que todos llevan dentro.

Abrió los ojos.

El: --Hola, me dijo

No conteste

El: --Se que me has estado observando desde que estábamos en el Terminal.

Me voltee y le dije:

Yo: --¿Ah si? ¿y de donde sacas eso?... ¿me has estado observando tu a mi?

El: --No se puede tener a una niña como tu al frente y no mirar.

Yo: --¿Quién eres?...¿una especie de enfermo sexual?

El: --Solo quería conversar con tigo. No querría molestarte

Yo: --¿Y que pensabas? ¿Qué ibas a venirme a decir una de tus frases y yo te iba a meter la mano dentro del pantalón, así?

Le toque el bulto que se le había formado bajo la cremallera.

Hablamos en susurros. Un murmullo más y alguien podría despertarse. Se me quedo mirando fijamente, nervioso por primera vez desde que arranco nuestro encuentro. Apreté un poco, solo para sentir como se le ponía mas duro. Y entonces afloje.

Yo: --Estas soñando.

Yo no soy de esas, dije. Me acerque a el y lo bese suavemente en la mejilla. Y allí, cerca de su barba muy cortita le dije al oído:

Yo: --Aun no. Hay gente despierta todavía. Espera y hazme saber. Me eche hacia atrás y me recosté en el asiento. Tranquilamente cerré los ojos y el se quedo observándome. Estaba ansioso ¿Cómo no iba a estarlo? A través de mi franela de algodón se podía notar mis pezones duros y dispuestos a ser lamidos. Le guiñe el ojo. El se levanto del asiento para ir al baño y casi no podía aguantar la risa cuando vi la protuberancia que se le había formado en el pantalón

Cerré los ojos. Me perdí en mis recuerdos, entre dormida y despierta, y entonces, como bien sabia que pasaría, una mano acariciando mi pierna me despertó. Esta vez me fije en sus manos. Eran enormes, de dedos largos y delgados. Continué haciéndome la dormida, pero el ya sabia que no lo estaba. Su mano subió por mi pierna hasta llegar a mi cintura y ahí dio vueltas hacia mis nalgas. Las agarro con fuerza y yo me mordía los labios relamiéndome por lo que vendría después.

Lo mire. El desabrocho mis jeans y los bajo hasta mis rodillas. Luego, percatándose de que nadie lo viera, se encontró con mis braguitas, de algodón, casi infantiles, lo que alboroto mis ganas aun mas.

Me los bajo sigilosamente, llevo sus manos a mis nalgas y las apretó y las araño hasta que estuvo seguro de que me dolía. Le dedique una mirada rabiosa pero el no se inmuto. Entonces dio un movimiento sutil –como si los asientos no fuesen estrechos- se acostó detrás de mi y me penetro con 2 de sus dedos furiosos, desencadenando en tal placer, que tuve que morderme los labios para acallar el gemido.

Afuera no había otro vehiculo mas que el nuestro. Los demás pasajeros seguían rendidos y el inicio su lento y profundo vaivén que hizo que me desbordara en jugos que caían por mi entrepierna, demostrándole que estaba entregada completamente a su voluntad.

Que estuviéramos rodeados de gente no nos importaba a ninguno de los 2. le exigí que reemplazara sus dedos, y enseguida se bajo los pantalones dejándome ver su miembro grueso y malvado. Pero no me volteo para penetrarme. En lugar de eso empezó a restregarlo contra mi culo, una y otra vez, naciéndome sentir desesperada por que me complaciera. Pero no lo hacia. Seguía torturándome sin dejar de masturbarme, pero con mucho cuidado de no dejar que me corriera. Lo que quería lograr lo logro. Yo había perdido el control. En nuestros asientos no había nada parecido a la vergüenza.

Yo me frotaba descaradamente contra su carne endurecida y le rogaba que me penetrara, que me llenara el sexo con su grandeza, pero su plan era otro y quedo en evidencia cuando su delicada y caliente piel de su mástil rozo mi ano. Temblé como nunca, sentí lujuria, pero quería que lo hiciera ya. No aguantaba más.

Así el, valiéndose de mis líquidos que bien habían preparado el terreno, me penetro un poco, provocándome un dolor intenso en mi ano que solo cambio cuando aumento la velocidad de sus dedos sobando mi botón de placer.

Me beso el cuello, mordió salvajemente mis orejas y su poderosa humanidad penetro muy profundo haciéndome llorar de placer. Apretó mi clítoris mientras me hacia suya por detrás y yo moví mis caderas como loca, ansiosa de sexo sucio y malvado. Me embestía como un animal mientras mis nalgas chocaban contra su pelvis haciendo un ruido que me excitaba aun más; pero no estaba aun satisfecha, yo misma me abrí las nalgas para que el sexo fuera mas profundo.

Cuando el sentía que yo estaba a punto de acabar, me mordía el hombro para retrasar el clímax. Quería que se alargara durante todo el viaje, que el orgasmo fuese agresivo, intenso, inolvidable para el.

Pero no pudo contenerlo más. Y yo tampoco. Explotamos al unísono en una sacudida bestial, en un tsunami de gusto que me hizo arañar el cristal de la ventanilla y a el hundir sus dientes en mi espalda.

Aun mareados por el disfrute de nuestros cuerpos, nos acomodamos la ropa y nos hundimos en nuestros asientos. Yo, estirándome como una gata satisfecha, ronroneando, relamiéndome los labios y el, mirando hacia todos lados, vigilando que nadie se hubiese despertado con nuestro alboroto sexual. Ambos en silencio.

No paso mucho tiempo antes que el autobús llegase a la parada del camino. Todos los pasajeros bajaron a estirar las piernas. Todos menos nosotros. Cuando estuvimos solo el dijo:

El: --¿Y entonces?..¿Me vas a decir tu nombre?

Yo. --¿Después de hacerme tuya…ahora me vas a preguntarme el nombre?

El: --Jajajajajajaja

Yo: --¿De que te ríes?

El: --Eres todo un caso niñita

Nos quedamos en silencio un rato más. Entonces le solté:

Yo: --Dime algo, ¿te doy miedo?

El: -- Si volvemos a tener sexo, me voy a asustar bastante

Yo: --Hablo enserio, ¿me tienes miedo?

El: --¿Cómo te voy a tener miedo?

Yo: --Entonces…¿Por qué huyes de mi?, ¿no la pasantes bien?

El: --No entiendo

Yo: --¿Es por eso que vas a Maracaibo? ¿Héctor?

El se quedo de una pieza. ¿De donde podía saber yo su nombre? Volví a preguntarle:

Yo: --¿No es esa la razón?

Héctor trago saliva.

Yo: --¿No fue que te avisaron que el Hombre al que le robases dinero que llevas en ese maletín ya sabia donde buscarte en Caracas y que iba a matarte?

El: --Pero…¿Quién eres?

Yo: --¿Es que todavía no te das cuenta?

Héctor intento agarrarme, ahorcarme, algo, cualquier cosa, pero sintió que sus manos flaqueaban, que sus músculos después de tanto placer no daban para mas. Y vio como mi maquillaje oscuro de apoderaba de todo mi cuerpo y como yo me volvía aun mas blanca y de mi boca salía un hilito frío y tenebroso que olía a flores húmedas y a soledad.

Yo: --Yo soy lo inevitable, cariño ---

Le susurre mientras el me miraba y sentía que la vida se le escapaba por los poros.

Cuando los pasajeros subieron de nuevo al autobús se encontraron con el cuerpo de Héctor, frío como la noche. Un paro cardiaco, inevitable, lo había fulminado durante el viaje.

Me hubiese gustado hacerlo de nuevo con el. Quizás mas tarde, cuando lo vuelvo a ver. Por ahora solo pienso en lo miserable de todos los que tiene miedo de encontrarse con migo, en que no sabe lo que se pierden viviendo en sus patéticas vidas y en cuanta razón tiene aquellos que –indiferentes de que tarde o temprano tendrán que mirarme a los ojos—saben muy dentro de si que la muerte es una PUTA.

Fin