Sexo con desconocidos

Los encuentros casuales son los que le dan sal a la vida

A mis treinta años de edad he descubierto que me pone más tener sexo con desconocidos que con mi propia pareja. A muchos les puede extrañar que esto me suceda, pero la verdad es que me da mucho más morbo hacerlo con alguien a quien no conozco, en el sitio más insospechado, que con mi pareja en mi propia casa. Me gusta mi novio y estoy muy enamorada de él. Pero a la hora de tener sexo, es mucho más morboso un desconocido.

Encontrarlos nunca ha sido un problema y encontrar un sitio donde hacerlo tampoco. La primera vez me pasó en una biblioteca. Estaba buscando un libro por las estanterías de una biblioteca pública y me topé con un chico, un poco mayor que yo, que hacía lo mismo. Cogí uno de los libros que necesitaba y cuando fui a por el segundo nos volvimos a encontrar y resultó que los dos buscábamos el mismo libro. Creo recordar que se llamaba David, pero el nombre no importa. Conectamos al tocarnos cuando los dos íbamos a coger el mismo libro, y acabamos encerrados en uno de los baños. Fue algo rápido pero salvaje. Al final ninguno de los dos se llevó el libro, y ni siquiera nos dimos el número de teléfono. Hemos vuelto a coincidir en la biblioteca varias veces, pero ni siquiera nos hemos cruzado una mirada.

Después de esa experiencia, empezó a ocurrirme más a menudo. Una mirada con un chico del mismo bar, acabando en los servicios de éste. Un chico del parque con el que corrí un par de kilómetros, hasta que acabamos entre unos arbustos. Un hombre con el que me quedé encerrada en un ascensor. Han sido muchos los desconocidos y sitios morbosos en los que he hecho el amor. Pero sin duda nunca olvidaré uno en especial.

Había ido al cine con unas amigas y me había tocado en el extremo. A mi izquierda estaba mi amiga Ana, y a mi derecha un chico de más o menos mi misma edad, moreno, alto, con unos ojos marrones impresionantes y bastante fuerte. La película era una de esas películas de terror sangriento que tanto odio, y en uno de los sobresaltos de la película me agarré de su brazo. Menos mal que no iba acompañado. Me disculpé y seguí intentando ver la película, sin prestarle mucho interés. En la siguiente escena, fue él el que me agarró del brazo y acercándose a mi oído me susurró que no debía de tenerle miedo, que era solo ketchup. Consiguió sacarme una sonrisa aun con la angustia de la película. Apenas llevaba veinte minutos cuando ya estábamos haciendo manitas y demás. Mi amiga Ana ni se inmutaba, estaba con sus cinco sentidos en la película. Creo que ni siquiera se enteró cuando le dije que iba al baño. Pasé por delante de aquel chico que estaba al lado del pasillo, y literalmente le puse mi culo en la cara. Los jueguecitos que habíamos tenido durante la película me habían calentado y ahora pretendía calentarlo yo. El caso es que bajé y entré en el baño, y cuando salí allí estaba él en la puerta. Me agarró del brazo y me volvió a meter dentro. Todas las películas estaban empezadas, así que nadie iba a darse cuenta, y es raro que la gente salga al baño a mitad de una película. Tuvimos un par de interrupciones, pero por lo demás el baño fue nuestro durante más de media hora. Lo pasamos bastante bien y me enseñó posiciones que yo ni siquiera conocía. Fue una suerte que llevara unos cuantos condones en el bolso porque nos hizo falta más de uno. El chico me hizo llegar al orgasmo varias veces, y puedo decir que fue uno de los mejores polvos que he echado en mi vida. Después volvimos a la sala a terminar de ver la película y mis amigas ni se enteraron. Eso sí, durante el final de la película me cogió el brazo donde escribió su nombre y su número de teléfono. Pero me lo borré sin ni siquiera leerlo porque para mí había sido solo un desconocido más y no quería complicaciones.

Entre menos sepa de los desconocidos con lo que me acuesto, mejor recuerdo tengo de ellos y más me gustan. Es ese misterio de no saber quién es el otro lo que me gusta de ellos. Con mi pareja me basta para lo demás.

Mi último encuentro fue con una chica. No es que sea lesbiana ni nada de eso, pero me gusta experimentar y nunca había estado con una. Así que se me presentó la oportunidad y decidí ver qué pasaba. Estaba tomando algo en un bar con mis amigas y había otro grupo de chicas en la mesa de al lado. Entre las bromas empezamos a hablar todas y al final nos fuimos los dos grupos a una discoteca. Entre ellas estaba Tamara. Una chica dulce, simpática y bastante divertida. Estuvimos bailando casi toda la noche y hablamos un poco de nuestras vidas. Fui al baño y ella vino conmigo. Allí me confesó que era lesbiana y que se había sentido atraída por mí. Así que acabamos las dos en su apartamento pasando la noche. Nunca había sentido nada tan especial ni tan placentero. Sabía cómo y dónde tocarme. Me acarició los pechos como ningún hombre lo había hecho, y me hizo sentir cosas que nunca había sentido con nadie. Y me alegro mucho de que se cruzara en mi camino.

Sé que quizás no es políticamente correcto lo que hago, pero por eso no voy a dejar de hacerlo.