Sexo casual
¿Qué sucede después del sexo casual? ¿Hay algo más allá del sexo? Quizá no. Aunque Sofía puede irnos contando si es todo lo contrario.
Sabía que no se encontraba en la cama en la que debía despertar. Alzó la vista. La luz le confirmaba que era más temprano de lo que solía despertar. Sí, otra vez. Lo volvió a hacer.
Reconocía el sonido de su respiración, incluso cuando los sonidos eran una mezcla de sueño y realidad. O al menos lo que sí estaba sucediendo realmente. Tomándose el tiempo para despertarse, y repasando los recuerdos de la noche anterior comenzó a moverse delicadamente para levantarse, cuidando de no despertar al cuerpo que reposaba a su lado. Un café era lo que necesitaba. Se sintió atrapada. No solo era el cómo respiraba, sino su olor, su calor, se sabía atrapada nuevamente en ella y tenía que huir de allí lo más rápido posible. ¿Arriesgarse a compartir un café? El café solo se comparte con personas con las que tienes algo de qué hablar –Que para ella se limitaba a un máximo de tres personas y quizás uno que otro cliente con quien no pueda discutir por correo – pero no a quien solo puedes follarte. Una cosa es comunicarse entre gemidos, otra preguntar qué opina del corrupto de turno que gobierna la economía y los poderes del Estado.
¿En qué momento se dejó llevar? ¿A la segunda botella? ¿Quizás fue su voz ronca que no puede resistir? Si se sincera con ella misma apenas la vio entrar a la reunión sólo quería cogérsela. Y sus labios… Sus labios. Eso ya no importa, la vio tirada en la cama, desnuda, como una diosa, respirando pausadamente.
– Es que yo debo ser pendeja, no hay otra explicación. – Logra escapar de su cuerpo y se asegura de no dejar nada en la habitación que después se convierta en una excusa para encontrarse nuevamente. Una vez que termina de usar el baño llama a su taxista de confianza y espera en la entrada de la casa. Unos cinco minutos deben ser suficientes para que Santiago venga por ella. Unos 15 minutos quizás para que ya esté tomándose su café matutino. Unos 45 minutos para que ya se encuentre bañada, con ropa limpia y dirigiéndose a su trabajo. Una hora. Sí, una hora más o menos le tomaría estar lejos de Sofía, y solo en cinco minutos terminaría lo que anoche comenzó.
–Si necesitas que te llevara podías despertarme– Le sonríe Sofía apoyándose en el marco de la puerta mientras termina de exhalar el humo que estuvo unos segundos reposando en sus pulmones. Alza la vista y la mira. Detenidamente… Desnudándola con la mirada, ¿quizás juzgándola? Nadie puede saberlo, solo se sabía que esta era la vez definitiva, volver a desaparecerse de esa manera haría que perdiera el interés por completo en ella, es que sí, ambas lo sabían. Al llegar un mensaje de texto los cinco minutos se convirtieron en veinte al Santiago disculparse, un accidente de tránsito le impediría llegar a tiempo.
–Vamos, pasa. Espera adentro que hace frío. Cuando lleguen por ti ya sabes dónde está la puerta– Abrió la puerta de la casa dándole espacio para entrar, esta vez sin mirarla fijamente. Sólo miraba su cigarro que ya casi estaba terminándose. Quizás una calada o dos, y eso sería todo. –Así será la vida– pensó Sofía. Porque jamás en su vida se imaginó estarle diciendo a la mujer más inestable que ha conocido en su vida que entrara nuevamente porque hacía frío afuera. Al carajo el frío. Ni siquiera recuerda la última vez desde que le importaba si alguien se congela o no por decisión propia fuera de su casa. Sonrío ante ese pensamiento y miró a Natalia quien calladamente entró y se sentó en el sofá principal.
–Dejaré haciendo café mientras me baño, puedes tomar, igualmente ya sabes dónde están las tazas. Sé que sin café no coordinas mucho, Nat.– Aparece nuevamente en la cocina y se le queda mirando –¿Sabes que nada de esto es necesario, cierto? Veo tus muros, pero no lo que sientes, y tampoco me interesa saberlo. Sólo quiero que entiendas que puedes dejarlo ser, ambas sabemos que ya me cansé de este juego– Desaparece nuevamente por los pasillos de la casa y comienza un fuerte aroma a café que le va devolviendo las ganas de vivir a Natalia.
Ya desarmada y con la guardia baja se sirve café y busca la crema… Eso de café puro a ella le cae muy mal y el sabor es demasiado fuerte. Quisiera su café de todos los días, pero al menos esto es un comienzo. Sabía que Sofía se hartaría de ella. Pero decirlo de esa manera la hacía sentirse vulnerable ¿En qué momento ella permitió sentirse vulnerable con esa mujer? –Es que estás pasada de pendeja…–
–¿Por qué estás pasada de pendeja, ensuciaste algo? – Apareció Sofía. Ya no estaba desnuda, estaba vestida como suele ir al trabajo, y seguía viéndose como una diosa. –Te tomará dos horas y media irte, bañarte y volver a salir para llegar al trabajo. Leí en Twitter que el accidente retrasará las vías una hora más. Puedo darte ropa, si quieres. Y no, no tienes que devolvérmela.
–¿Qué estás haciendo? –
–Estoy preparando mi café. ¿También quieres un latte? –Natalia Asiente confundida, preguntándose si no entendió el contexto de la pregunta. Sofía se sonríe. No puede creer tanto orgullo en ella, ni tanta paciencia en sí misma. Toma la taza que había agarrado Nat y aprovecha el café que iba a hacer. Nota que ya le colocó crema, pero no importa, solo le quedará más dulce su café–¿Cuántas cucharadas de azúcar? –
–Tres, por favor…– Sofía le coloca dos. Porque tres, contando el sobre de crema que ya tiene el café, sería un total de cuatro. Cuatro ya es demasiado, eso no puede disfrutarse.
–¿Estás intentando algo? – Insiste Natalia nuevamente ante la negativa de respuesta que recibió. El café jamás fue el tema de conversación ¿Lo estaría utilizando como metáfora?
–Estoy intentando terminar este café, yo debo salir en 15 minutos. Salgo en 25, para darte tiempo si quieres venir conmigo. Porque retrasarnos en el trabajo nos afectaría a las dos. El estudio no puede manejarse solo, y los clientes, la verdad son más lo tuyo.
–Sabes muy bien que no estoy hablándote del café, mucho menos del trabajo.
–Nat… Piensas demasiado las cosas. Si de verdad crees que tengo una doble intención con todo, estás muy equivocada. – La mira seriamente y le da su café mientras se dirige al sofá para sentarse. Toma un sorbo de su café y continúa– Algunas personas no le damos tanta vuelta a las cosas, simplemente hacemos y dejamos ser. Por ejemplo, solo quiero terminarme este café e intentar llegar temprano al trabajo.
–¿Soy yo nuevamente la que está complicando todo?
–Sí, pero tranquila, que esto ya no volverá a pasar. Yo tendré auto-control por las dos. Tómate tu café, anda a bañarte. Te buscaré ropa. Intenta apurarte para que salgamos en veinte.
–¿Cómo puedes actuar con tanta naturalidad, como si fuésemos un contrato por cerrar?
–Nat…– Sofía suspiró pausadamente, la miró fijo. Tenía que hablar con un tono y con unas palabras que realmente funcionarán para explicarse. Lo que dijera o no en este momento, definiría no solo su relación personal, sino la laboral por al menos dos años más. O eso decía al menos el contrato del estudio– Es natural que las cosas terminen, incluso cuando nunca comenzaron, que es nuestro caso. Yo te amé. No sé si tú llegaste a amarme. Pero eso ya no importa cuando las relaciones dejan de funcionar. O nunca funcionaron, como nuestro caso. No me haces bien, yo no te hago bien, a eso podemos llamarlo de cierta manera un conflicto de intereses. No estoy cerrando un contrato, estoy conectando los puntos que claramente no nos llevan a ningún lado, por lo que lo más sano y lógico es no continuar. No hay por qué forzar las cosas. En la vida, en el trabajo, en las relaciones.
–Jamás pensé en nosotras como algo amoroso, sino algo más casual, donde solo disfrutábamos–
–Y muchas veces te dejé claro que mi intención contigo no era esa. Sí, comenzamos follando. Las ganas se nos fueron de las manos… Pero no. Me interesabas. Más que para solo cogerte unas noches al mes. O cuando te provocara, que así fueron las últimas veces.
–Sí, tienes razón. Es complicarse intentar entenderte o que intentes entenderme cuando las dos queremos algo diferente de la otra.
–¿Es que solo te intereso para follar? Me has demostrado que eso no es así. Y ahí comenzó todo para mí. Yo no estoy loca, me has enviado señales… Si fuéramos solo sexo ¿Qué fue entonces lo de anoche?
–¿Lo de anoche? Lo de anoche fue solo eso, sexo.
–¿Qué tanto recuerdas de lo que sucedió anoche?
–Recuerdo desde que entramos a tu casa, lo que sucedió, y cuando me desperté. Sólo sexo.
–¿No recuerdas lo que hiciste en la reunión delante de todos? ¿No recuerdas a Angélica?
–¿Angélica? ¿Quién es Angélica?
–Mi esposa.